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Beuchot - Historia de La Filosofia en La Posmodernidad
Beuchot - Historia de La Filosofia en La Posmodernidad
EN LA POSMODERNIDAD
MAURICIO BEUCHOT
Primera edición, 2004
Segunda edición, 2009
© Mauricio Beuchot
O Editorial Torres Asociados
ISBN 978-970-9066-78-4
ÍNDICE
P r ó l o g o a l a s e g u n d a e d ic ió n , 5
In t r o d u c c ió n , 7
L a d im e n s ió n l i t e r a r i a : B e n ja m ín ,
B a t a i l l e y B l a n c h o t , 11
E l p u n to de v is t a s o c io lo g ic o : B a u d r i l l a r d ,
L ip o v e t s k i y B e l l , 45
M i c h e l F o u c a u l t (1926- 1984):
l a c á r c e l d e l s u je t o , 71
J e a n -F r a n ^ o is L y o t a r d (1924-1998):
l a p o s m o d e r n i d a d d if e r e n t e , 111
G i l le s D e le u z e (1925-1995): l a v o l u n t a d
d e s is t e m a a f i r m a t i v o , 129
J a c q u e s D e r r i d a (1930-2004): t e o l o g í a
Y METAFISICA DEL ÉXODO, 153
E m m a n u e l L é v in a s (1906-1995):
DE OTRO MODO QUE AMAR, 195
G ia n n i V a t t im o (1936-):
HERMENEUTICA Y RELIGION, 221
A l a s d a i r M a c I n t y r e (1929-): n e o a r is t o t e l í s m o
Y COMUN1TARISMO, 251
R ic h a r d R o r t y (1931 -2007): n e o p r a g m a t is m o
Y DEMOCRACIA, 267
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Mauricio Beuchot
INTRODUCCIÓN
J J. P. Aron, Los modernos, México: FCE, 1988, pp. 35 ss., 290 ss. y
348 ss.
Luego presentaremos algunos provenientes de la
sociología, que nos describen con mucha clarividencia la
situación deí ser humano en la posmodernidad, y allí esta
rán Jean Baudrillard y Gilíes Lipovetski, que representan
el ala antimodema, y Daniel Bell, que nos servirá de ejem
plo del ala neoconservadora, ya que con eso nos resultará
suficiente.
Después pondremos a alguien que no se consideró
posmodemo, Michel Foucauit, pero que es uno de los que
más han influido en el pensamiento de la posmodernidad.
Servirá, por lo menos, como ejemplo de uno de sus ante
cesores si no es que uno de sus más célebres iniciadores.
Él oscila entre la historia, la sociología, ía literatura y la fi
losofía, asi es que resulta una buena muestra de este pen
samiento en vanos campos.
Luego vendrán vanos filósofos de esa posmoderni-
dad antimoderna que es la que más se conoce en nuestro
medio, célebres por sus críticas a la modernidad. Así, Jean-
Franpois Lyotard, Gilíes Deleuze, Jacques Derrida, Emma
nuel Lévinas, Gianni Vattimo y Richard Rorty.4 Lyotard,
desde la filosofía y ía sociología, proclama el tiempo de la
posmodernidad, la condición posmodema. Deleuze y De
rruía han sido colocados en esta situación por sus comen
taristas. Lévmas no se preocupa mucho de esta denomina
ción, pero sus críticas a la filosofía occidental lo colocan
en esa postura. Vattimo se ha llamado a si mismo filósofo
posmodemo, y ío mismo Rorty, quien, dejando las filas de
ios filósofos analíticos, pasó a ías del pragmatismo o neo-
pragmatismo y él mismo dice alinearse con los posmoder
nos. Maclntyre es excelente ejempío de íos posmodernos
paleoconservadores, ya que es uno de íos más preclaros
W a l t e r B e n j a m í n (1892-1940)
G e o r g e s B a t a i l l e (1897-1962)
Vid a y o b r a
L a a g o n ía y e l é x t a s is
E l a m o r e s m á s f u e r t e q u e la m u e r t e
31 OC, t. V, p. 23.
32 OC, t. VI, p. 482.
33 G. Bataille, Historia dei ojo, ed. cil., p. 27.
del pensar, y es lo que raya en la locura. Se puede tenerle
miedo o entregarse a ella, o, también, reírse. A Bataille le
gusta la paradoja, la contradicción (aunque sin síntesis dia
léctica). El gran sentido es a la vez eí gran sínsentido. La
suprema razón es la suprema locura. El erotismo es la fruí*
ción de la vida hasta llegar a ía muerte. (Así, el nihilismo
sería la metafísica.) El amor es buscar la salida a ía nada.
Es lo que él vivió con su gran amor, Laura.
Precisamente la muerte es la revelación de que no
somos todo. Es ío que nos hace renunciar a ser todo. Pero
también esto quita Ja seriedad que la muerte tiene para el
que oculta eí deseo de ser mmortaí. Es ía ironía, ía risa.
Sólo ía seriedad nos hace ia muerte ío más imprevisto.
(Esta actitud de Bataille se parece mucho a una actitud
común entre íos místicos: ía aceptación radical de ía muer
te, aígo que les daba una extraña libertad a todos ellos.) La
muerte sólo resulta un sinsentido para el que se ha fabrica
do un mundo falso, con un supuesto sentido de la existen
cia. Es llegar al culmen del no saber: ver que no había sen
tido alguno.
Por eso Bataille propone ía risa ante la muerte. To
marla con espíritu lúdico. Otra vez la paradoja: el júbilo
trágico. La alegría ante ía muerte es producto del éxtasis
que hace ver que no hay más allá (Dios, orden, salvación).
Es como la alegría dionisiaca de Nietzsche ante el eterno
retorno. Es una gaya ciencia. Es como ía risa homérica.
Hay que acceder a 1a muerte, pero sin morir. Y con
ello Bataille se ríe de su muerte. El no saber del sentido,
que es un no sentido del saber, lo hace estallar en risa. La
risa acompaña la experiencia extática. Es la posesión deí
no saber. No se trata de una risa ingenua, como de nervio
sismo, sino de una risa alegre; es una risa valiente, como
ía de Zaratustra. No mega ía nada, afirma su plenitud. En
lugar de ser juguete de la nada, juega con ella. Y es la ra-
zón la que ríe, la que hace reír. Es su propio reconocer que
carece de fundamento. Se ríe de la ausencia de ía razón, de
la ausencia de sí misma. Reír es una manera de callarse, de
suspender el discurso. Y remite a la locura. Identifica a
Dios con la nada. Es detectar ía mentira de la trascenden
cia, como dijo Nietzsche en vanas partes de su obra. Por
eso Bataille dice en Sur Nietzsche; “La risa fresca, sin re
serva, conduce hacia io peor y conserva dentro de lo peor
(la muerte) un sentimiento ligero prodigioso (jal diablo
Dios, las blasfemias o la trascendencia! El universo es
humilde: mi risa es su inocencia)” 34 Bataille es, más que
Bergson, el filósofo de la risa, el que más la ha estudiado.
Es el teórico deí reírse de uno misino.
E l é x t a s is : e x c e s s u s m e n t ís
Balance
3(1 El erotismo, ed. cit, p. 269. Cf., también, Las lágrimas de Eros,
Barcelona: Tusquets, 2002 (3a. ed. en colección Ensayo), p. 52 y 249-
250.
predecesores. Nos da la imagen de lo que será el hombre
posmodemo, una de las más ciaras pinturas deí ser huma
no en la posmodernidad: un luchador contra el sinsentido
de la muerte, que busca por distintos medios o darle algún
sentido o asumir sin resentimiento ese sinsentido. Ya sea
por la conciliación resignada, por ía ironía, por ía fiesta, o
por el éxtasis (tanto del erotismo como del misticismo), el
hombre actual busca encarar ías cosas (principalmente ía
muerte). Su nihilismo es aceptación del smsentido; su dis
frute es búsqueda de lo que pueda gozarse entre los limites
de ía vida y de la muerte.
Al encontrar el resquicio en eí que se entrecruzan
ía vida y ía muerte, el erotismo y eí misticismo, Bataille
es, en definitiva, uno de los escritores que mejor han pinta
do, tanto en sus novelas como en sus tratados, la situación
deí hombre de hoy: ía prohibición y la transgresión que lo
acompañan, sobre todo en ei terreno sexual, eí camino ha
cia la muerte, el encuentro con lo siniestro que esa certeza
imprime a la vida, y ías pocas opciones que quedan para
poder vivirla sin morir en el intento.
M a u r i c e B l a n c h o t (1907-2003)
53 El mismo, El paso (no) más allá, Barcelona: Paidós, 1994, pp. 44-45.
54 El mismo, L '¿enture du desastre, París: Gallimard, 1980, p. 99.
55 Cf. ibid.,p. 17.
sería, en verdad, inaprensible, la diferencia en sí misma
(que es eí ser, la realidad, la verdad). El mismo escribir no
resuelve nada, el mismo escribir es desastroso. La escritura
también es desastrada, otro desastre. Casi parece que habría
que decir que ía escritura del desastre es eí desastre de la
escritura. Tal es ía fuerza con ía que Blanchot señala eí
vacío y la nada.
Blanchot acompaña, desde la experiencia literaria,
a ios pensadores de ía filosofía posmoderna. Concuerda con
eí de-otro-modo-que-ser, de Lévinas, que él presenta como
eí haber; es la oposición aí Ser de Heídegger, aí que llama
ío Neutro, porque no se dirige a nadie en concreto, para ir
a los entes, íos individuos, las personas. Concuerda con ía
diferencia, de Derrida, que él presenta como ei afuera. Con
cuerda con ia exterioridad, de Foucault, que él presenta co
mo el afuera también. La soledad y ia autarquía señalan al
erotismo de Sade que influyó en Bataille. Es, sobre todo,
eí concepto de io concreto, que opone a lo abstracto y neu
tral; para rescatar y recalcar lo individual sobre lo univer
sal, recurre a ía exaltación de lo accidental, cosa que se
verá mucho en Deieuze, Y asi con muchos otros concep
tos. Blanchot plasma en sus ejercicios literarios lo que
estos filósofos posmodemos llevaron ai concepto. Con ello
puede verse que supo dibujar con exactitud el ambiente de
pensamiento en eí que se ha movido el hombre de hoy.
R e f l e x ió n
J e a n B a u d r i l l a r d (1929-2007)
22
G. Lipovetsky-E. Roix, El lujo eterno. De la era de lo sagrado a la
era de las marcas, Barcelona: Anagrama, 2004, pp. 70 ss.
23Ibid., pp. 90 ss.
- G. Lipovetsky, E l crepúsculo del deber. La ética
indolora de los nuevos tiempos democráticos, Barcelona:
Anagrama, 1996 (3a, ed,).
- G. Lipovetsky, La tercera mujer. Permanencia y
revolución de lo femenino, Barcelona: Anagrama, 2002
(5a. ed.).
- G. Lipovetsky - E. Roix, El lujo eterno. De la era
de lo sagrado a ia era de las marcas, Barcelona: Anagra
ma, 2004.
- G. Lipovetsky, La felicidad paradójica: ensayo
sobre la sociedad de hiperconsumo, Barcelona: Anagra
ma, 2007.
D a n ie l B e l l (1919-)
26 Jbid., p. 264.
27 Cf. M. Beuchot, “El neoconservadunsmo postmoderno y ia antropo
logía filosófica de ía época tecnológica”-
, en Cuestión social, 1/3
(1993), pp. 292-302.
R e f l e x ió n
Vid a
O b r a s p r in c ip a l e s
ACTITUD
E tapas d e su p e n s a m ie n t o
34 Ibid., p. 349.
35 Ibid., p. 386.
36 Ibid., p. 39 J.
Foucault nos ha enseñado a hacer historia deí pensamien
to, y no sólo historia de ías ideas, y nos ha enseñado a pro-
blematizar, y no sólo a criticar; y con ello nos ha mostrado
las relaciones deí saber con el poder, de la verdad con ías
instituciones, que es lo que toda su vida le había interesado.
R e f l e x ió n
Vid a y o b r a
I n ic io s f e n o m e n o l o g ic o s
L a c a íd a d e l o s m e t a r r e l a t o s
D if e r e n c ia y d if e r ic ió n
1¡bicí., p. 87.
8Cf. ib id, p. 116.
la metalepsis, por ejemplo, en el preámbulo del Teeteto.
La metaiepsis es eí giro de la argumentación, en este caso
la aiusión a amigos ficticios, es un cambio en ía referencia.
Poco a poco Lyotard va señalando que ía referencia no
alcanza nunca la identidad.9
De hecho, eí referente nunca se alcanza. Para de
fender esto, Lyotard acude a Antístenes, eí cínico y su pa
radoja: el referente de una proposición falsa no es nada,
luego, si no hay ser, no hay error. Y, si no hay error es
porque no hay ser. Es decir, el sujeto de la enunciación
nunca se alcanza; por tanto, tampoco se alcanza ía verifica
ción en la ciencia10 “La realidad entraña ía diferencia”,11
Si falla la referencia es porque también falla la me
tafísica de la presencia, dice Lyotard en seguimiento de
Heídegger, y, más directamente, de Derrida.'2 También se
ayuda de Wittgenstem para señalar que m siquiera deí pro
pio cuerpo se llega a tener certeza. Mas no se rechaza deí
todo ía metafísica u ontoíogía. Lyotard dice que una frase
siempre comporta un “Hay”, y este “Hay” comporta una
ontoíogía, no deí ser, sino de un ser, de una sola vez. Por
eso, propone una ontoíogía de la ocurrencia, deí caso (pa
recida a la ontoíogía del presente, de Foucauít).
Viene eí resultado de todo lo anterior. Sería eí es
cepticismo, pero es detenido con Hegel Por ejemplo, el
nombre “Auschwitz” (que resuena constantemente en el
libro) tiene como resultado sólo un silencio.13 Y es que, en
verdad, ese nombre, que significó tanta negatividad, sólo
puede conducir ai silencio. No se puede decir lo que muestra.
14Ibid., p. 132.
15Ibid., pp. i 48-í 49.
^ Ibid., p. 160.
17Ibid., p. 181.
terogeneidad de los individuos y de los acontecimientos.18
Se encuentra siempre la diferencia, a veces pareciendo íe-
gitimar un relativismo muy fuerte.
L a c a íd a d e l a m o d e r n id a d , l a p o s m o d e r n id a d
1RIbid., p. 208.
19 El mismo, La posmodernidad (explicada a los niños), México:
Gedisa, 1989 (la, reimpr.), p. 13.
20 Ibid., p. 23.
destino al que apuntan. Pero ya nadie cree en ellos. Por
eso Lyotard pasa a hablar de la historia universal, pues la
mayoría de los metarrelatos pertenecían a la filosofía de la
historia, y ya no tienen cabida en ella, por ío cual, ella, aí
igual que ía metafísica, la epistemología y ia ética, ya no
tiene cabida. Y es que los relatos legitimadores buscaban
un totalitarismo (político o cultural) que ya no se sostiene:
“El totalitarismo consistirá en la subordinación de institu
ciones legitimadas por la Idea de libertad a ía legitimación
por el mito. Se trata más bien de un despotismo en ei sen
tido kantiano del término, pero que toma su poder de la
universalización del republicanismo” 21 También a ese
republicanismo se ajusta eí capitalismo actual, que unlver
saliza una libertad o deliberación que sólo es la del merca
do (para consumir).
Y advierte que no hay que olvidar que con el repu
blicanismo a veces viene el terror. En una discusión con
Gérard Raulet, Lyotard reconoce que lo sublime acaba en
el terror; pero dice que no defiende ningún irracionalismo,
antes bien, se opone al seudorractonalismo de la moderni
dad reciente, la del capitalismo. “He subrayado —dice— eí
momento del disenso en el proceso de construcción de los
conocimientos dentro de la comunidad ilustrada. Su van
guardismo, pues. En ello, he sido fiel al rasgo fundamental
de la dialéctica de Aristóteles y Kant. Y he sido pariente de
Feyerabend” 22 Habla de ía resistencia, como ía que des
cribe Orwell en su novela 1984, y ía compara con la resis
tencia que hicieron algunos intelectuales frente a la mo
dernidad, como Adorno, que acaba por anunciar la muerte
de la metafísica y la caída de cierta política, por lo cual se
refugia en el arte; pero, “se vuelve hacia el arte no para
L O INHUMANO
23 Ibid., p. 111-
24 El mismo, The inhuman. Rejlections on Time, Oxford: Blackwell,
1991, pp. 2 y 17 ss.
L O INEFABLE
M o r a l e ja s p o s m o d e r n a s
^ Jb id ^ p . 126.
27 El mismo, Postmodern Fabies, Minneapolis-London: Minnesota
Umversity Press, 1997, p. 21.
su humano— semejarían ai momento de dejar el planeta
para siempre, antes de su destrucción; eso, la historia no io
dice”,28 Lyotard no trata de contar un metarrelato, por su
puesto; pero su inquietud es: ¿qué pasará en eí futuro?
Ya en ese libro hay un ensayo-capítulo dedicado a
Gilíes Deieuze, intitulado “La línea general” Eso habla
del aprecio que Lyotard sintió por Deieuze, muerto un año
antes que él. Pero en su último libro, Miseria de la filoso
fía (publicado postumamente, en 2000), Lyotard publica
un fax que remitió a Deieuze. También llama la atención
una glosa a La experiencia interior, de Bataille. Pero, so
bre todo, resulta llamativo el capítulo “Doñee transeam',
que, en latín, significa “Mientras paso”, es decir, mientras
se da el tránsito de la muerte, eí cual quedó inconcluso, pre
cisamente porque la muerte le llegó a Lyotard. En él habla
del libro, de la lectura y de la escritura, a propósito del
escritor Pascal Quignard. El estilo es una especie de daga
y mata, ía pluma es como una flecha y también mata.29
Hay una larga alusión al Lascaux de Bataille, y también a
Nicolás de Cusa, el de la docta ignorancia. Según Quig-
nard, la lectura es anagnosis, y ésta, dice Lyotard, no está
íejos de ía anamnesis de Freud —ni, habría que añadir, de
la de Platón. Todo eso nos sacará de esta situación inhu
mana en la que nos hallamos.30
R e f l e x ió n
28 Ibid., p. 91.
29 El mismo, Misere de la phitosophie, recopilado por Dolores Lyo
tard, París: Galilée, 2000, p. 288.
30Cf. S. Sim, Lyotard y ¡o inhumano, Barcelona: Gedisa, 2004, pp. 35 ss.
conocer?” y “¿qué puedo hacer?”, pero ya sin la otra pre
gunta: “¿qué puedo esperar?”. Esperanza ya no parece ha
ber ninguna. Aí menos no en ei sentido tradicional. La es
peranza de salvación es uno de íos metarreíatos que cayeron.
Lo único que parece quedar es una especie de resistencia,
no demasiado fuerte ni demasiado consciente, frente a ía
seudorracionalidad deí capitalismo reinante.
Aquí se ve la profecía del propio Lyotard encon
trando su cumplimiento, a saber, los metarreíatos han caí
do. Sólo queda prolongar eí diferendo, la diferición, lo que
se difiere, que es la caída misma de la filosofía, en eí fon
do. Sólo se dan íos acontecimientos aislados, fragmentarios,
desunidos. La forma que adquieren es movediza, casi delez
nable. En cuanto a la íey, no parece haber alguna, o, en todo
caso, una ley también de aplicación restringida, casi contin
gente, no necesaria, a veces hasta se diría que innecesaria.
Es eí imperio de ía diferencia imponiéndose por sí misma,
y casi sin esfuerzo, ai imperio de ía identidad, que ha que
dado desbancado. El mundo podrá globalizarse, intentará
unlversalizarse, pero ío que va a quedar sin duda será la
fragmentación y la inconmensurabilidad de ío diferente.
Como hemos visto, eí propio Lyotard ha puesto
buen cuidado en recusar todas las acusaciones que se íe
han hecho de irracionalismo, terrorismo intelectual, libera
lismo cándido, neoconservadurismo, cinismo, nihilismo, etc.
La constante que se ve en ía defensa que hace de si mismo
es devolver íos cargos. No es ía posmodernidad, sino ía
modernidad misma, la que ya era «racionalista, terrorista,
liberal, neoconservadora, cínica, nihilista, etc., ai menos
de una manera íarvada, si no es que oculta y disfrazada.
Dice que todo ello se ve en el capitalismo reinante, que
sacude violentamente las raíces marxistas de Lyotard. Más
bien él lucha y resiste a ía seudorracionalidad del capita
lismo, a su terrorismo verdadero, a su liberalismo falso y
falazmente emancipatorio, cínico y nihilista, por ios resul
tados a los que conduce. De una manera muy parecida a
los de ia Escuela de Francfort (Adorno y Horkheimer, pero
también Benjamín), realiza una critica de ía modernidad
desde una dialéctica bastante negativa, que íe muestra los
ángulos oscuros de la misma. La modernidad se pretendía
luminosa, pero ha desembocado en una oscuridad a ía que
hay que denunciar y contra la que hay que resistir.
Vid a y o b r a
P e r f il g e n e r a l
L a m is m id a d y l a d if e r e n c ia
8 Cf. el mismo, Lógica del sentido, Barcelona: Paidós, 1989, pp. 41-42.
9 Cf. ibid., p. 51.
10 Cf. ibid., p. 86.
n Cf. ibid., p. 92.
12 Cf. ibid., p. 94.
13 Ibid., p. 138.
Además, el sentido sólo puede darse en el aconte
cimiento, por eso el sentido “pasa”, “acontece” Se da en
el tiempo. Pero el tiempo puede entenderse como Cronos o
como Aion (o Eón), esto es, como presente que engloba el
pasado y el futuro, o como pasado y futuro que dividen y
hacen los dos lados del instante presente. Y hay que en
tenderlo más bien de esta segunda manera, pues en ella el
presente es en realidad inexistente.14 Deleuze supera, asi,
la fijeza del presente y de ía representación, del presentis-
mo y deí representaciomsmo, y se abre a una dimensión
más dinámica.
S is t e m a y m e t a f ís ic a
]5lbid.,p. 186.
1(1Cf. G. Deíeuze-C. Parnet, Diálogos, Valencia: Pre-textos, 1980, pp.
61 ss.
De este modo, dentro de su filosofía afirmativa --que
no se queda en ía negatividad dialéctica— Deíeuze se plan
tea la construcción de sistema; pero, como hemos visto, no
un sistema rígido, sino amplio y más bien habitado por
fragmentos que están relacionados entre si. Esto se profun
diza cuando conoce a Félix Guattan (1930-1992), en los
70.17Guattan es un psicoanalista critico, y con más sentido
de ía provocación; por eso produjeron al alimón textos un
tanto agresivos. Ese pensamiento hecho de fragmentos es
lo que después señalará como rizoma, como pensamiento
rizomático, que no avanza deductivamente como los ár
boles inferenciaies de la lógica, sino como algo que ni si
quiera es raíz, sino tallo, pero sin jerarquía clara, como las
raices y íos tallos en íos árboles normales, que se conecta
con el suelo, en el que repta, en eí que se arrastra y se di
semina.!í< Más aún, tal es la condición de toda cientifici-
dad, de todo conocimiento.
U n ív o c o , e q u ív o c o y a n á l o g o
57
Sobre esta amistad, véase J.-P. Aron, Los modernos, México: FCE,
1988, pp. 361 ss.
18 Cf. G. Deleuze-F. Guattan, M il mesetas. Valencia: Pre-textos,
1988, p. 29.
Allí dice Deleuze: “La filosofía se confunde con ía
ontología, pero ía ontología se confunde con la univocidad
del ser (la analogía siempre fue una visión teológica, no
filosófica, adaptada a las formas de Dios, deí mundo y del
yo)” 19Con todo, aquí se trata de una univocidad que no es
en realidad univocidad; al menos, no es pura univocidad.
Pelea con la equivocidad y a veces parece confundirse con
ella. En efecto, “la univocidad del ser no quiere decir que
haya un solo y mismo ser: al contrario, los entes son múl
tiples y diferentes, producidos siempre por una síntesis dis
yuntiva, disjuntos y divergentes ellos mismos, membra
cüsjuncta” 20 Además, en esto el ser y el íenguaje coinci
den: “La univocidad del ser significa que eí ser es Voz,
que se dice, y se dice en un solo y mismo ‘sentido de todo
aquello de lo que se dice. Aquello de lo que se dice no es
en absoluto lo mismo. Pero él es eí mismo para todo aque
llo de ío que se dice” 21 Esto tiene, asimismo, un aspecto
histórico: "Entonces sucede como un acontecimiento único
para todo lo que sucede a las cosas más diversas, Eventum
tantum para todos los acontecimientos, forma extrema pa
ra todas ías formas que permanecen disjuntas en ella, pero
que hacen resonar y ramifícar su disyunción. La univoci
dad del ser se confunde con el uso positivo de la síntesis dis
yuntiva, ía más alta afirmación: eí eterno retomo en persona
o... la afirmación del azar en una vez” 22 Esto es la unión
del acontecimiento y deí sentido, del ser y del lenguaje.
Asi, se ve en el filosofar ontológico de Deleuze un
carácter muy complejo. Quiere rescatar ía univocidad, que
fue la gran intuición de muchos ontólogos, de un Ser bajo
las apariencias mudables de los entes. Pero también desea
R iz o m a , n o m a d is m o y p l ie g u e
R e p l a n t e a r l a f il o s o f ía
28
G. Deleuze-F. Guattan, ¿Qué es la filosofía?, Barcelona: Anagra
ma, 1993, p. 21.
29 Ibid., p. 24.
que trata de apresar ío vivo y dinámico, lo movedizo y
devmiente; no se esclerotiza en esencias o coseidades, sino
que fluye en acontecimientos, que son devenires y heccei-
dades (paiabra que toma de Duns Escoto, y que designa el
singular puro, el acontecimiento puro). Además, insiste en
el plano de la inmanencia, que ya había planteado, en co
ntra de los trascendentalismos.30
En una de sus últimas obras, Crítica y clínica, de
1993, Deleuze continúa esta temática de la singularidad y
la complejidad. El individuo vago de Leibmz se conecta
con su idea de la combinatoria. La lógica de Deleuze es
una especie de lógica combinatoria, pero más abierta, que
busca las complicaciones o complejidades que se pueden
integrar (más allá de la implicación está la complicación).
En este sentido se evita la trascendencia de la lógica tras
cendental, y se coioca en el plano de la inmanencia. Estos
complejos o multiplicidades no son fragmentarias, sino ina
cabadas, lo que es muy distinto; en lugar de ser piezas
sueltas son como ladrillos que se unen, pero sin argama
sa.3’ Este aspecto de Leibmz, que es de suyo crítico, en
cuentra una expresión clínica en Spinoza, el cual añade
que no solamente se complican ios conceptos, sino los
conceptos con los afectos.32 De manera que ía lógica del
sentido, que tanto quiso Deleuze, llega a ser una lógica de
ios conceptos y ios afectos, de la razón y el corazón, que
no quiere quedarse en lo abstracto, sino llegar a lo concreto.
Y es que, en efecto, Deleuze parece estar hablando
de ias esencias individuales, como las que señalaba Esco
to, o los singulares con una complejidad infinita, de los que
hablaba Leibmz (por tener infinitos elementos en su com
R e f l e x ió n
D a t o s b io -b ib l io g r á f ic o s
L a a n d a d u r a d e una d o c t r in a
D e s c o n s t r u c c ió n y d if e r e n c ia :
L a e s c r it u r a m e t a f ó r ic a
D e s c o n s t r u c c ió n d e l a m e t a f ís ic a
A n t i -h e r m e n é u t i c a
22
¡ Es algo que Derrida expone también en El monoUnguismo del otro
ola prótesis de origen, Buenos Aires: Manantial, 1997, pp. 35-36.
; El mismo, La tarjeta posta!. De Freud a Lacan v más a llá, México:
Siglo XXI, 1986, pp. ! 6 ss.
24Ibid., p. 162.
hablar deí faiocentrísmo, iogocentrismo y fonocentnsmo,
es decir, deí falogocentnsmo.25
A t e o l o g í a y /o t e o l o g í a n e g a t i v a
27
El uso de la poesía de Angelus Silesws viene en un largo “Post-
scnptum” de Derrida a ía compilación de H. Coward - T. Foshey, De
rrida and Negative Theology, Albany: State University of New York
Press, 1992.
28 x
Cf. el mismo, Sobre un iono apocalíptico adoptado recientemente
enfilosofía, México: Siglo X X I, 1994, p. 77.
29 Al menos en su gran mayoría. Cf. el nnsmo, “Cómo no hablar. De
negaciones”, enÁnthropos, Suplementos, n. 13 (marzo 1989), p. 6.
opúsculo de Kant. Ese libro tiene partes muy intensas de
dicadas a comentar el Apocalipsis de San Juan. En él dis
curre sobre eí papel de mistagogo que tiene eí filósofo. El
mistagogo era ei sacerdote que iniciaba en un misterio;
pensemos en los misterios de Eleusis. Mistagogo es la pa
labra griega que significa acompañar, introducir en la os
curidad del misterio.30
No sé si Derrida aceptase hablar de una teología
demdiana, pero en cierta forma ío hace: construye una teo
logía que, jugando con tas palabras, llama ateo logia?' Esta
ateologia fue recibida sólo después de 1989. En ese mo
mento, empezó a recomendarse la lectura de textos derri-
dianos entre filósofos y 110 sólo entre literatos, que era lo
habitual. Hay, por lo demás, varias dificultades en la trans
misión de este pensamiento, como la desconfianza que
sugiere la noción de desconstrucción, que suele asociarse
con destrucción, anarquismo y nihilismo. Además, Derrida
resulta distante porque escribe con métodos hermenéuticos
cabalísticos.32
En De un tono a p o c a líp tic o Derrida habla de la
Ilustración. Hace una critica de ía posmodemidad, pues
reconoce, con Habermas, que la modernidad, la cual tuvo
como culmen la Ilustración, es un proyecto inacabado, in
concluso, que debe quedar indefinidamente abierto. Es
E l d o n , e l p r e s e n t e , e l t ie m p o
4‘ Ibid., p. 96.
Ibid., p. 115.
43Ibid., p. 145.
44ibid., p. 167.
D e m o c r a c ia , h o s p it a l id a d y c o s m o p o l it is m o
™Jbid., p. i 47.
59 Ver, por ejemplo, de J.-L. Nancy, Un pensamiento finito, Barcelona:
Ánlhropos, 2002; especialmente la introducción de Juan Carlos More
no Romo.
60 J. Derrida, ¡Palabra!, ed. cit., p. 103.
61 El mismo, Papel maquina. La cinta de máquina de escribir y otras
respuestas, Madrid: Trotta, 2003, pp. 239 ss.
('2 Lo dice el título de un capitulo: “No ia utopia, lo imposible”, ibid
pp. 305 ss. Esta reflexión sobre la libertad futura la retoma Derrida en
En 2003, Derrida publica Canallas. Dos ensayos
sobre la razón, que son, precisamente, sobre filosofía polí
tica. Trata deí estado de derecho y de lo que se llama, por
oposición, el estado canalla. Habla de la razón del más fuer
te, que es eí derecho del más fuerte, deí estado canalla. Re
flexiona sobre conceptos como eí de canalla y bribón, que
se relacionan con la democracia, ya que ella es la supuesta
libertad, pero puede entenderse como libertinaje, vida li
cenciosa, intemperante.63 También ve ía democracia como
otro tipo de rueda: expresarse (o decidir) por tumos, alter
nadamente. Es un diferir, una différance'. “Si todo reenvío
es diferentemente difendor, y si la huella es un sinónimo
para ese reenvío, siempre hay entonces alguna huella de
democracia, toda huella es huella de democracia. De de
mocracia lo único que puede haber es huella. En esta di
rección intentaré más adelante una relectura del sintagma
'democracia por venir’”.M Aquí, como es obvio, Derrida
recoge ideas suyas tales como la différance y ía huella. Es,
asimismo, una métrica del dominio, en la que examina eí
libro deí fenomenólogo Jean Luc Nancy, intitulado La ex
penencia de la libertad (1988). De ía mano de éste, pasa a
examinar el lema de “libertad, igualdad y fraternidad”, y
se centra sobre todo en el de “fraternidad”, para sugerir
cómo no poner lemas. En efecto, eí lema de la fraternidad
le parece discutible frente a Nancy. Éste le da mucha im
portancia, pero a Derrida le parece que ía frate^ '
demasiado tribal, tiene que haber otra c**-~
ferida a la familia y más a la ^
65 Ibid., p. 105.
66 Ihid., p. 140.
cen, pero no como fundamentos, sino como supuestos. Nos
recuerda ia crisis en la que cayó Husseri, uno de los últi
mos sistemáticos. Y, hablando de la teleología, Derrida ase
vera que hay que llegar a cierto fin: a! fin del estado y de
toda guerra. Hay que hacerlo sin fundamentos, pero tam
bién sin caer en eí relativismo, en el etnocentrismo, en el
irracionalismo, etc. Sin volver a ningún fundamento mcon-
dicionado, pues lo único que puede ser incondicional es el
perdón y ía hospitalidad. En ese sentido, es incalculable.
Pero se puede calcular a ío lejos, por venir: “Esta separa
ción entre eí espacio racional de una fe hipercrítica, sin
dogma m religión, irreductible a cualquier institución reli
giosa o implícitamente teocrática. Es lo que he denomina
do en otros lugares la espera sin horizonte de una mesiani-
cidad sin mesianismo” 67 Se trata, pues, de una esperanza,
de una utopía.
R e f l e x ió n
67Ibid , p. 183.
68 Cf. M. Beuchot, “El imperio de la hermenéutica en la postmoderm-
dad: Foucaull, Derrida y Vatümo” en Revista Venezolana de Filoso-
se aparta de ios pensadores posmodemos porque considera
que, si bien nunca se da ía presencia plena, hay que tener
siempre una búsqueda de ía presencia.
De acuerdo con ello, otra cosa más que impresiona
es ía posición de Derrida frente a ía ontoíogía o metafísica.
Nos invita a desconstruiría, pero no a destruiría; en efecto,
ía desconstrucción no es exactamente destrucción, sino, co
mo él mismo dice, es “deshacer las sedimentaciones espe
culativas y teóricas, ías presuposiciones filosóficas”,69 para
liberarse de ellas, para ir más al fondo. Y por ello no es
negativa, sino profundamente afirmativa, pero no ingenua,
sino critica: “Indiscutiblemente —dice—, la desconstruc
ción es un gesto de afirmación, un si originario que no es
crédulo, dogmático o de asentimiento ciego, optimista,
confiado, positivo, que es ío que viene supuesto por el mo
mento de ¡a interrogación, del cuestionamiento que es afir
mativo. Este tema del sí originario aparece en Lévinas,
Rosenzweig y otros. Para mi es algo que no se puede des
enraizar” 70 Se trata, entonces, de diferenciar y diferir la
ontoíogía o metafísica, hacer que no viva como ha vivido,
pero tampoco que muera; es hacerla que siga viviendo,
esto es, que siga viniendo, que venga incesantemente, aun
que nunca llegue deí todo. Tal es la interpretación que de
ello hace ei derridiano de Cambridge, Geoffrey Bennmg-
ton, y su discípulo y amigo mío Benjamín Mayer.71 Es
decir, de acuerdo con ío que se propone hacer ía desconsc-
P r o y e c t o s l e v in a s ia n o s c o n t r a l o s p r o y e c t o s
HUSSERLIANO Y HEIDEGGERIANO
R e a l iz a c io n e s
15Cf. i b i d p. 258.
16 E. Lévinas, De Dios que viene a la idea, Madrid: Caparrós, 2001
(2a. ed.), p. 33-55.
17Ibid., p. 105.
la que yo doy” ’8 Esta primacía de ía presencia excluye la
trascendencia, en cuanto excluye la altendad. Por eso Lé-
vinas llama a superar la inmanencia, que es lo único que
nos puede llevar ai otro, a su libertad. Es ío que permite el
diálogo, y lo que el diálogo permite.19
Una entrevista muy rica es la realizada en 1982 por
Philippe Nenio y que lleva eí título de Ética e infinito. Es
un buen resumen de su pensamiento, conducido por las
preguntas del entrevistador. Sirve para marcar su trayecto
ria doctrinal. Allí es dicho algo que recorre su pensamien
to: “E l 4No matarás' es ia primera palabra deí rostro. Aho
ra bien, es una orden. Hay, en la aparición del rostro, un
mandamiento, como si un amo me habíase” 20 Su primer
libro fue sobre la intuición fenomenológica, sobre ia mira
da; su último libro fue sobre el mandamiento. El rostro es
el verdadero fenómeno Y ei no matar es el verdadero man
damiento. Ambos se unen en el hombre, en el otro. La me
tafísica y ía ética.
Después de eso, hay otro libro muy interesante, so
bre diversos autores que conoció y le influyeron (Marcel,
Wahí, etc.), y que también tiene un planteamiento de los
derechos humanos como derechos deí otro, en ía línea de
su humanismo deí otro hombre, esto es, no derechos hu
manos egoístas, sino altruistas. No se plantean desde mis
intereses (necesidades y deseos), sino desde los del otro.21
Entre nosotros, de 1991, es un buen libro de Lévi-
ñas. En él se mezclan temas de fenomenología, de herme
néutica y de ética. Se había deí sufrimiento, del amor y de
ía justicia. También del infinito, que es otro de los concep
tos que han atraído mucho su atención. Igualmente de ios
18ibid., p. 92.
19Ihid., p. 190 ss.
20 El mismo, Ética e infinito, Madrid: Visor, 1991, p. 83.
21 El mismo, Fuera del sujeto, Madrid: Caparrós, 1997, pp. 131-140.
derechos humanos, como basados en la buena voluntad, en
la aceptación del otro más que en los dictámenes de ia ley.
Hay una entrevista posterior a ía de Nenio, en la revista
Autrement, de 1988, excelente, sobre el otro, ía justicia y la
utopía, que resume a la vez que abre sus temas y su pers
pectiva. En efecto, allí dice a su entrevistador: “Mi tema
esencial de investigación es la desformalización deí tiem
po. [Pues no se ha] exigido nunca la condición de una cierta
coyuntura de ‘materia' o de acontecimientos, de un conte
nido significativo que fuese en cierto modo previo a ía for
ma, con objeto de dar cuenta de ía constitución de esta
forma de la temporalidad. (...) Quizá mi discurso acerca de
esa obligación frente a otro que es anterior a todo contrato
—referencia a un pasado que nunca ha sido presente—, y
acerca deí morir por otro —referencia a un futuro que ja
más será mí presente— pueda parecerle, tras esta última
evocación de Heídegger y Rosenzweig, como eí prefacio
de posibles investigaciones” 22 De hecho por ahí ío condu
jo su búsqueda.
Otro libro interesante es Dios, la muerte y el tiem
po, de 1993, donde píasma vanas de esas investigaciones
que había abierto. Allí señaía que no nos angustiamos ante
¡a nada, sino ante el ser mismo, plasmado como tiempo, ya
que puede ser una temporalidad hueca y vacía, sin sentido.
Además, vuelve aí tema de la muerte, pero aquí es ía muer
te de uno por eí otro, de modo que de alguna manera se dé
una cierta redención. Trata de superar las ideas deí tiempo
de Kant y de Hegeí, de Husserl y de Heídegger, y se apoya
en Bergson, pero, sobre todo, en Bloch, para entrever una
temporalidad como futuro esperanzador, con esperanza.
Habla de Dios y ía onto-teoíogía señalada por Heídegger.
R e f l e x ió n
27
El mismo, Alténté et transcendcmce, Montpellier: Fata Morgana,
1995, p. 171.
salvándola de la acusación de onto-teoíogía, por una supe
ración de la inmanencia hacía la trascendencia, por un sal
to desde la totalidad hasta eí infinito, llegando ai bien, que
está más allá de la esencia, y que es de otro modo que ser
(porque es otro modo de ser).
Vid a y o b r a
R e c o r r id o h e r m e n é u t ic o
287
G. Vattimo, Las aventuras de ¡a diferencia. Pensar después de
Nietzsche y Heidegger, Barceíona: Altaya, 1999, pp. 131-147.
deí declinar, que no es un ocaso de ía cultura, sino deí ser
tai como se nos da a nosotros mismos.288
Se han acabado las esperanzas para eí futuro; por
jo tanto, también ías utopías. Sólo queda ía contra-utopia.
Aunque las utopías ya no son históricas, el rechazarlas no
significa vuelta a ía naturaleza, sino la realización última
de nuestra única posibilidad. Vattimo es un filósofo de ía
historia 110 lineal, sino cíclica, proveniente de ía ironía ni
hilista de ia hermenéutica. El nihilismo se presenta como
paso del valor de uso al valor de cambio; en definitiva, es
ía pérdida de ios vaíores. Esto es lo que sostiene en El fin
de la modernidad (1985).2íW
Así, en ía posmodemidad, ía historia llega a su fin.
El fin de ía historia lleva a una rememoración de un meta-
rrelato debilitado. Ese metarrelato debilitado es la metafí
sica, y con ello se nos cambia ía percepción de la realidad.
Por eso, en La sociedad transparente (1989), Vattimo se
ñala, como Lyotard y Baudrillard, ía omnipresencia de ios
medios masivos de comunicación.290 Ellos son los que cons
truyen ía imagen del mundo. Convierten ía realidad en
fábula. Hay que vivir ía fabulación de la realidad como ía
única posibilidad de libertad. Ya que gobierna la informá
tica, y ella moldea la información, se da ía disolución deí
sujeto.
En Etica de la interpretación (1989), Vattimo ve el
pensamiento secularizado sólo como rememoración. En lu
gar de buscar fundamentos, la filosofía rememora aconte
cimientos fundantes, significativos. Ve ía hermenéutica co
288 Cf. el mismo, Más allá ciel sujeto. Nietzsche, Heidegger y ía her
menéutica, Barcelona: Paidós, 1992 (2a. ed.), pp. 85-104.
289 Cf. eí mismo, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica
en ía cultura posmoderna, México-Barceíona: Gedisa, 1986, p. 23 ss.
290 Cf. eí mismo, La sociedad transparente, Barcelona: Paidós, 1990.
pp. 81-82.
mo la (coiné o lenguaje común deí pensamiento actual. La
interpretación pretende la comprensión del autor mejor de
lo que él se conocía, y eso acaba con eí modelo hermenéu-
tico de la comunidad; ía interpretación se hace más indivi
dual y penetrativa. Y, ya que ía verdad no es el pro-yecto
heideggenano, vuelto hacia el futuro, es eí monumento re
memorativo, vuelto al pasado, monumento como obra de
arte o héroe que puede servir de modelo. Se retoma idea
de la continuidad de la tradición (como en Gadamer fun
ciona la idea de clásico).W1
En su otro libro Más alió de ía interpretación
(1994), Vattimo recalca la vocación nihilista de la herme
néutica. Y la conecta con la religión.292 Por eso me parece
interesante seguir de aquí en adelante, con algún mayor
cuidado, sus reflexiones sobre el fenómeno religioso. Así,
a continuación trataré de exponer aigunas de las líneas fun
damentales de ía reflexión filosófica de Vattimo sobre la
religión, y después intentaré hacer algunas consideracio
nes críticas. En cualquier caso, a pesar de las divergencias,
sus elucubraciones me han dado mucha luz en varios pun
tos de mi reflexión, y se trata más de acompañar esa re
flexión y de aprovechar sus beneficios que de otra cosa.
Hay inclusive un deseo de utilizar algunos de sus concep
tos para ir más allá, para hacer una Aufhebimg o kenosis de
ambas posturas (la suya y la mía) para abrir camino en ese
espacio tan subyugante y plenificador que es Ía religión.
El tema de la religión se ha presentado en varias
partes de la obra de Vattimo, a veces sólo insinuado, a ve
ces abordado de manera explícita. Se le toca ya de suyo,
aunque indirectamente, en todas sus reflexiones sobre la
R e c o r r id o p o r e l m is t e r io
m Ihid.. p. 71.
301 Cf. G. Vattimo, “ La traccia della traccia”, en J. Derrida - G. Vatti
mo (eds.), La reiigione, en Anuario filosofico europeo, Roma-Bari:
Laterza, 1995.
la teología trinitaria: “el Dios trinitario no es uno que lla
me al retomo al fundamento en el sentido metafísico de ía
palabra, sino, según la expresión evangélica, llama más bien
a leer los signos de los tiempos” 302 Eso evita que la vuelta
a ía religión tenga carácter de preámbulo fidei, o de apolo
gética, lo cual íe daría un carácter esencialístico, de bús
queda de estructuras y fundamentos. Se da en la eventuali
dad radical del ser, que la postmodernidad postmetafísica
ha señalado para evitar la presencialidad, para librarse de
lo simplemente presente. Sólo a ía luz de ía encarnación
del Hijo de Dios puede la filosofía concebirse como lectura
de los signos de los tiempos sin que se reduzca a un regis
tro pasivo de los acontecimientos que pasan en el decurso
de la temporalidad. “Dios se encama, esto es, se revela
primero en eí anuncio bíblico que 'da lugar’, al final, aí
pensamiento post-metafísico de la eventualidad del ser. Es
sólo en cuanto reencuentra su propia procedencia neotes-
tamentana como este pensamiento post-metafísico puede
configurarse como un pensamiento de la eventualidad del
ser no reducido a ía pura aceptación del existente, al puro
relativismo histórico y cultural” 303 Asi, esta filosofía her
menéutica es una renuncia a ía presencia, a esa ilusión
metafísica; y eí sobrepaso de la metafísica es siempre nihi
lismo. Por ello no es una metafísica de la nada, sino como
un proceso inacabable de debilitamiento, del abajamiento.
Y esto sólo puede pensarse en ía perspectiva cristiana de la
encarnación.
En eí libro Creer creer (o Creer que se cree), de
1996,3W Vattimo es lo más explícito posible sobre su pen
samiento religioso (y no solamente sobre su filosofía de la
R é p l ic a y r e t o r n o
R e f l e x ió n
318 He abordado algunas de estas ideas con más amplitud en mis libros
Hermenéutica, postmodermdad y analogía , México: Miguel Angel
Porrúa - Universidad intercontinental, 1996; y Traiado de hermenéu
tica analógica , México: Universidad Nacional Autónoma de México,
1997.
31; G. Vattimo / R. Rorty, El futuro de (a religión. Solidaridad, can
dad, ironía, Barcelona: Paidós, 2006, pp. 85 ss.
320 G. Vattimo / R. Girard, Ventó o fede debole? Dialogo su cristiane-
simo e relativismo , Massa: Transeuropa, 2006, pp. 29 ss.
posibilidad de ese retorno de la religión, por lo que no de
bería establecerse ella como un metarrelato más. Eso es muy
oportuno, pero no abandono la esperanza de que también
regrese una metafísica no prepotente ni impositiva, que yo
denomino metafísica analógica, y que tal vez pueda reen
contrarse a la manera como Vattimo quiere conservar su
metafísica débil. De todas maneras son retornos, pero dife
rentes. Retornos, porque ya estaban dadas y decantadas la
religión judeocnstiana y la metafísica analógica en el seno
de la misma filosofía hermeneutica reciente. Sólo había que
explicitar ese origen, esa génesis, esa genealogía. Vattimo
explícito la sedimentación de la religión judeocristiana en
la hermenéutica, y yo creo que también debe explicitarse
ía sedimentación en ella de una metafísica analógica, que
continúa siendo, como ya la llamaba Aristóteles, “el saber
buscado”, continuamente en búsqueda, sin poder dejarse
anquilosar por las seguridades sistemáticas ni por los con
vencionalismos cómodos.
Una palabra más sobre ía actitud de Vattimo frente
a la metafísica u ontología. En un congreso de hermenéu
tica al que fuimos invitados como conferencistas, en el Es
tado de Nueva York, en mayo de 2002, Vattimo me decía
que su idea es una ontología débil, una metafísica débil,
sin estructuras fuertes m violentas; pero que no es un rela
tivista. Insistía tanto en ello, que me pareció que con toda
legitimidad se mcardina en la línea general de ios filósofos
de la posmodemidad que hemos visto: no tanto de un recha
zo total de la metafísica, que seria tan fuerte y violento co
mo lo que se quiere evitar, sino de un debilitamiento de la
ontología o metafísica, de modo que se evite el que adquie
ra esa prepotencia y ese monolitismo que tuvo en la moder
nidad, en ía que sin duda llegó a tener el estatuto de meta
rrelato impositivo y férreo. Se trata, pues, de alcanzar una
ontología o metafísica débil y no violenta, pero que tenga ía
capacidad de orientamos en nuestro actuar en la sociedad.
En noviembre de 2004, Vattimo me honró aceptan
do discutir mi hermenéutica analógica en el aula magna de
la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En su con
ferencia, intitulada “¿Hermenéutica analógica o hermenéu
tica anagógica?”. aceptaba la hermenéutica analógica co
mo un intento de pensamiento débil, es decir, de hermenéu
tica débil o 110 prepotente ni impositiva.321 También acep
taba que funcionaba, y que podía ser un instrumento ade
cuado para la interpretación. Solamente me pedía no pre
ocuparme tanto por lograr la objetividad en la interpreta
ción, como un resto de 1a noción metafísica de la verdad.
Pero es que yo todavía creo que se puede lograr alguna
objetividad y una verdad analógica con respecto a los tex
tos que interpretamos, de otra manera correríamos el ries
go de caer en un equivocismo que nos llevará al caos en ía
hermenéutica. Asimismo, Vattimo entendía lo anagógico
como la interpretación deí futuro, jugando con eí sentido
anagógico de ía Sagrada Escritura, que era el que corres
pondía a la esperanza, esto es, al futuro. Él entendía ía ana-
gogía como planteamiento deí futuro y de la esperanza
desde ía política, es decir, la construcción del futuro polí
tico o de la esperanza política, con lo cual brindaba a la
hermenéutica una apertura a la sociedad que me parece
muy conveniente.
321 *
Dicha conferencia se publicó como G. Vattimo, “¿Hermenéutica
analógica o hermeneutica anagógiea?”, en Estudios Filosóficos (Va-
llaclolid, España), LIV/156 (2005), pp. 213-227.
- G. Vattimo, Las aventuras de la diferencia. Pen
sar después de Nietzsche y Heidegger, Barcelona: Altaya,
1999.
- G. Vattimo, Más allá del sujeto. Nietzsche, Hei
degger y ¡a hermenéutica, Barcelona: Paidós, 1992 (2a.
ed.).
- G. Vattimo, El fin de la modernidad. Nihilismo y
hermenéutica en la cultura posmoderna, México-Bar-
celona: Gedisa, 1996.
- G. Vattimo, La sociedad transparente, Barcelona:
Paidós, 1990.
- G. Vattimo, Ética de la interpretación , Barcelo
na: Paidós, 1991.
- G. Vattimo, Más allá de la interpretación, Barce
lona: Paidós, 1995.
- G. Vattimo, Credere di creciere, Milano: Garzan-
ti, 1996.
- G. Vattimo, Técnica ed esistenza. Una mappa f i
losófica del Novecento, Tormo: Paravia, 1997.
- G. Vattimo, Diálogo con Nietzsche, Barcelona:
Paidós, 2002.
- G. Vattimo, Dopo la cristianitá. Per un cristiane-
simo non religioso, Milano: Garzanti, 2002.
- G. Vattimo, mismo, Nihilismo y emancipación,
Barcelona: Paidós, 2004.
- G. Vattimo, “¿Hermenéutica analógica o herme
néutica anagógica?”, en Estudios Filosóficos (Valladolid,
España), L1V/156 (2005).
- G. Vattimo, “La edad de ía interpretación”, en R.
Rorty i G. Vattimo, El futuro de la religión. Solidaridad,
candad, ironía, Barcelona: Paidós, 2006.
- G. Vattimo / R. Girard, Verita o fede debole?
Dialogo su cnstianesimo e relativismo, Massa: Transeu-
ropa, 2006.
247
Vid a y o b r a
A n t r o p o l o g ía f il o s ó f ic a
9Ibid., p. 103.
10Ibid., p. ! 30.
se rige por Ja eficiencia y la razón instrumental: decreta la
muerte de los menos aptos. Se requiere, más bien, de una
actitud desinteresada, generosa y comunitaria, no indivi
dualista, egoísta e msolidaria. Hay que trascender el ámbi
to de la familia y llegar a la acción en comunidades más
amplias: “el lugar de trabajo, ía escuela, ía parroquia, el
club deportivo, el sindicato, las clases para la educación de
adultos y otras semejantes”.'1Pero, como se ve, son agru
paciones menores, no las grandes instituciones sociales,
con respecto a las cuales Maclntyre parece seguir teniendo
profundas reservas y una gran desconfianza. Cree más en
los grupos pequeños dentro de ía sociedad política. De
hecho, a las virtudes aristotélicas que en un principio pro
ponía, como ía prudencia, la templanza, la fortaleza y ía jus
ticia, se han añadido virtudes tomistas, como la generosidad
y la misericordia, que ciertamente no parecen tener cabida
en la sociedad moderna. Todo esto se inscribe dentro de la
acerba critica que Maclntyre hace de ia modernidad, crítica
que continúa viva, y que íe ha granjeado ei epíteto de pen
sador posmoderno.
R e f l e x ió n
Vid a y o b r a
F i l o s o f í a p o s t -a n a l í t i c a
L a p é r d id a d e l m u n d o n a t u r a l o
DE LA NATURALEZA Y DE SU ESPEJO
V u e l t a d e l a m ir a d a a l o p a r t ic u l a r
Y CONTINGENTE
7Ibid., p. 28.
8 El mismo, Contingencia, irania y solidaridad, Barcelona: Paidós,
1991, pp. 25 ss.
rente, o confuso, o vago, o ‘meramente metafórico5, es for
zosamente estéril e involucra una petición de principio.
Porque un uso así es, después de todo, el paradigma de un
habla coherente, significativa, literal. Tales argumentos de
penden de afirmaciones según las cuales se dispone de lé
xicos mejores, o son abreviatura de afirmaciones asi. Ra
ramente una filosofía interesante consiste en eí examen de
los pro y los contra de una tesis. Por lo común es implícita
o explícitamente una disputa entre un léxico establecido
que se ha convertido en un estorbo y un léxico nuevo y a
medio formar que vagamente promete grandes cosas” 9
No se trata de ver si un sistema es coherente, sino
de si ofrece herramientas eficaces para manejar nuestra vi
da. Y concluye: “La línea de pensamiento común a Blu-
menberg, Nietzsche, Freud y Davidson sugiere que inten
tamos llegar al punto en el que ya no veneramos nada, en
eí que a nada tratamos como a una cuasidivinidad, en eí
que tratamos a iodo —nuestro lenguaje, nuestra conciencia,
nuestra comunidad— como producto del tiempo y del azar.
Alcanzar ese punto sería, en palabras de Freud, ‘tratar al
azar como digno de determinar nuestro destino’” 10
F u g a d e l a o b je t iv id a d y l a v e r d a d
E l f u t u r o d e l a d e m o c r a c ia
17Ibid., p. 394.
18 El mismo, “La emancipación de nuestra cultura”, en j. Niznik-J. T.
Sanders (eds.), Debate sobre ia situación de ia filosofía. Habermas,
Rorty v Kolakowski, Madrid: Cátedra, 2000, pp. 46-47.
19 Ei mismo, “La noción de racionalidad”, en ibid., pp. 116-117.
en sus escritos más recientes, Rorty se da cuenta de que
debe acercarse a una noción postcoloniai de democracia/-0
Finalmente, en Filosofía y futuro (2000), Rorty de
fiende que solamente nos planteamos el futuro cuando de
jamos de lado la filosofía sistemática y nos abrimos a una
filosofía más transformadora. En un trabajo autobiográfi
co, cuenta cómo fue pasando de otros tipos de filosofía,
sobre todo el analítico, a nuevas modalidades, sobre todo
la pragmática y transformadora. Esto lo conduce en espe
cial a las cuestiones más prácticas, de ética y filosofía po
lítica. AHÍ encuentra deseable promover la búsqueda de la
justicia, la cual concibe como una lealtad ampliada, como
una amistad social aplicada a reducir las tensiones entre
los ciudadanos. En ia línea de Rawís, pero de una manera
más pragmatista, nuestro autor pide que se trabaje por la
vida en libertad social. Lo realmente importante, en defini
tiva, es promover esta búsqueda y respeto de las liberta
des. Es contradictorio decir que la libertad se debe impo
ner, pero no lo es persuadir por el diálogo de que lo mejor
es vivir con libertad. Por eso, frente al futuro de la filoso
fía, Rorty ie augura una función de ayudar a la creación
moral de sí mismo (de modo parecido a Foucault) y Ía
creación de condiciones para ía convivencia democrática.
La democracia es tolerancia, progreso y disminución del
sufrimiento: “En una sociedad plenamente democrática
—dice— no existiría el sufrimiento innecesario: todo sufri
miento ya sólo sería una consecuencia ineludible de nues
tra mortalidad”.21
R e f l e x ió n