bvendi, (1996) Gale Lprrods 9 A fain
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VII LA CONQUISTA DEL ESPACIO
Y LAESTATURA DEL HOMBRE
«cL¢ conquista del espacio aument6 o disminuyé la estatura
del hombre?»' Esta pregunta se dirige al lego, no al centifico, y
se inspira en la preocupacién del humanista por el hombre, dife
renciada de la preocupacién del fisico con respecto ala realidad
del mundo fisico. Para entender esta tiltima parece necesario pe-
dirno sdlo la renuncia a una visién del mundo antropocéntrica 0
‘geocéntrca, sino también una eliminacién radical de todos los
elementos y principios antropomérficos, tal como surgen del
mundo que perciben los cinco sentidos humanos 0 de las eave
gorias inherentes a la mente humana. La pregunta de por sents:
do que el hombre cs el ser mas alto que conocemos, una idea que
hemos heredado de los romanos, cuya bumanitas era pot com
pleto ajena a Ja mentalidad de los griegos, que ni siquiera tenfan
tuna palabra para este concepto. (La causa de la ausenca de la pa
Jabra bumanitas en el vocabulatio y en el pensamiento griegos
era que, a diferencia de Roma, Grecia nunca pensé que el hom
bre fuers el ser mas elevado del mundo. Aristételes considera
&rorot, «ibsurdom, este concepto.} Esta visi6n es ain més aje
na al cientifico, para quien el hombre no es mAs que un caso es
pecial de la vida orgénica y para quien el habitat humano —la
tierra, junto a las leyes con ella relacionadas— no es més que un
caso limite especial de leyes absolutas, universales, es decir, leyes
«que rigen Ia inmensidad del universo. Por cierto que dl cientifico
no puede permitirse la pregunta de cufles serian las consecuen:
cias de sus investigaciones para la estatura (0, en todo caso, para
cl future) del hombre. La ciencia modema se precia de haber
sido caper. de liberarse por entero de todas esas preacupaciones
antropocéntricas, o sea, verdaderamente humanistas.
La pregunta aqui planteada, en la medida en que se dirige
279al lego, debe tener una respuesta situada dentro del sentido co-
‘iin y formulada en el habla de todos los dias, si es que se pue-
de responder a ella. La respuesta no convencera al cientifico
ue, bajo la presién de los hechos y los experimentos, se vio
obligado a renunciar a la percepcién sensorial y, por tanto, al
sentido comtin, gracias al cual coordinamos la percepcién de
nuestros cinco sentidos para configurar la total captacién de la
realidad, También se vio obligado a renunciar al lenguaje co-
rriente, que aun en sus precisiones conceptuales mas elabora-
das sigue indisolublemente ligado al mundo sensorial y a nues
tro sentido comin. Para el cientifico, el hombre no es més que
tun observador del universo en sus miliples manifestaciones.
EI progreso de la ciencia moderna demostr6 con gran vigor
hasta qué punto este universo observado, tanto en lo infinita-
mente pequeio como en lo infinitamente grande, se escapa no
solo de la tosquedad de la percepcién sensorial humana sino
también de los muy ingeniosos instrumentos construidos para
perfeccionar esa percepcién. Los datos con los que se relacio
na la investigacién fisica moderna resultan ser un «misterioso
mensajero del mundo reab»,’ No son fenémenos, apariencias,
en términos estrictos, porque no las vemos en ninguna parte, ni
en nuestro mundo cotidiano ni en el laboratorio; sabemos de
su presencia sélo porque afectan en cierta forma a nuestros ins
trumentos de medicién. Este efecto, segin la expresiva imagen
de Eddington, puede «parecerse tanto» alo que son «como su
rimero de teléfono al abonado».* El nicleo del asunto es que
Eddington, sin la menor vacilacién, considera que esos datos
fisicos provienen de un «mundo real», més real por deduccién
gue el propio mundo en que vivimgs; el problema consiste en
ue algo fisico est presente pero nunca se muestra
Lameta della ciencia modema, que por fin y lteralmente nos
ha llevado @ la luna, ya no es que tambiér eliminaria todas las paradojas presentes
y las «aparentes desa-montas».” Pero es improbable que esta
esperanza se concrete. Las categories e ideas de la raz6n tienen
su fuente diltima en la experiencia sensorial humana, y todos
los términos que describen nuestras habilidades mentales, asi
como una buena tant.dad de nuestro lenguaje conceptual, de.
rivan del mundo de los sentides y se usan metafSricamente
Ademés, el cerebro humano, que al parecer ¢s el que realiza
‘nuestra actividad pensante, estan terrestre, esté tan unido a la
tierra como cualquier otra parte del cuerpo humano. Precisa-
‘mente gracias a la abstraccién de esas condiciones terrestres,
por apelar a un poder de imaginacién y de abstraccién que ele.
va la mente humana, por decirlo asi, sobre el campo de grave-
dad de la tierra para que observe desde arriba, desde algtin
unto del universo, le ciencia moderna consiguié sus logros
més glotiosos y, a la vez, mas desconcertantes,
En 1929, poco antes de que se iniciara la Revolucién Até-
mica, marcada por la Jsién del étomo y la esperanza de con-
guistar el espacio estelar, Planck pedia que los resultados ob-
tenidos a través de procesos mateméticos «se traduzcan de
inmediato al lenguaje del mundo de nuestros sentidos, si han
de semos de alguna utilidady. En los tres decenios transcurri-
dos desde que se escribieron estas palabras, esta traduccién se
hha hecho menos posible aiin, mientras que la pérdida de con
tacto entre la visién del mundo fisico el mundo sensorial se ha
hecho més evidente, Pero —y en nuestro contexto es mas alar-
‘ante aiin— esto n0 significaba que los resultados de esa nue-
va ciencia no fueran de utilidad practica, ni que esa nueva vi.
sién del mundo, como habia anticipado Planck en caso de que
la traduccién a ese lenguaje corriente fracasara, «no fuese me
jor que una burbuja destinada a estallar al contacto con la pri
mera brisap."* Por el contrario, surge la tentacién de decir que
el hecho de que nuestro planeta se convierta en humo, como
consecuencia de teorias para nada relacionadas con el mundo
sensorial e ineapaces de dar cualquier descripcién en lenguaje
‘humano, es mucho més probable que el que un huracén consi
ga hacer estallar esas teotias como una burbuja.
235Creo acertado decir que para las mentes de los cientificos,
que concretaron el més radical y més rpido de los procesos re-
volucionarios jamas vistos en el mundo, nada era més ajeno que
tuna voluntad de poder. Nada era més remoto que cualquier de
seo de «conquistar el espacio» y llegar a la luna. Tampoco los
impulsaba una curiosidad indecente en el sentido de una temp-
tatio oculorum. Sin duda, esa bisqueda de la «realidad verdade-
ra» los llev6 a perder la confianza en las apariencias, en los
fenémenos tal como se revelan a s{ mismos segdn su propia
coincidencia con los sentidos y la razén del hombre. Estaban
inspirados por un extraordinario amor a la armonia y lak
dad, que les ensefiaba que tendrian que salir fuera de la secuen-
ciao de las series de hechos dados si querian descubrir la belle
zay el orden general del conjunto, es decir, el universo. Esto
puede explicar por qué, al parecer, el hecho de que sus descu-
brimientos sirvieran para inventar los artilugios més mortiferos
Jes produjo una afliccién menor que la perturbacién que sintie-
ron al ver destrozados sus mas caros ideales de necesidad y de
vigencia de leyes. Estos ideales se perdieron cuando los ciem
cos descubrieron que no hay nada indivisible en la mater
hay un —tomos, que vivimos en un universo en expansién, no li-
mitado, y que la causalidad parece ser la soberana suprema don:
dequiera que esta «realidad verdadera», el mundo fisico, se haya
apartado por completo del alcance de la sensorialidad humana y
detras de las meras apariencias —inves-
tigacién que configuré al mundo en que vivimos y dio por
resultado la Revolucién At6mica— condujo 4 una situaci6n
dentro de las ciencias mismas en la que cl hombre ha perdido
Ja propia objetividad del mundo natural, porque en su bis
queda de la «realidad objetiva» de pronto descubrié que
siempre «se enfrenta solo consigo mismén.”*
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Las observaciones de Heisenberg, a mi entender, trascien
den con amplitud el campo del esfuerzo estrictamente cientifi
co, y adquieren mayor interés si se aplican a la tecnologia que
ha nacido de la ciencia moderna. Todos los progresos cientf
cos de los tltimos decenios, desde el momento en que la tec:
nologia los absorbi6 e introdujo en ef mundo factual donde
discusre nuestra vida cotidiana, trajeron consigo un verdadero
alud de instrumentos fabulosos y una maquinaria cada vez mas
ingeniosa. Todo esto hace menos probable cada dia que, en el
mundo circundante, el hombre se enfrente con algo que no
esté hecho por su propia mano y que, por consiguiente, no sea
en tiltima instancia una manifestacién de él mismo con distinto
aspecto. El astronauta que sale al espacio exterior preso dentro
de una capsula dirigida por instrumentos, en le que todo con
tacto fisico real con su entorno significaria la muerte inmedia-
ta, podria tomarse como la encamacién simbélica del hombre
de Heisenberg: el que menos posibilidades tendré de conocer
cualquier cosa que no sea él mismo y los objetos hechos por su
mano, por mucho que anhele eliminar todas las consideracio-
nes antropocéntricas de su enfrentamiento con el mundo no
hbumano que lo circunda.
En este punto, creo, la preocupacién del humanista por el
hombre y su estatura se iguala con la del ciemifico. Es como si
las ciencias hubieran conseguido lo que las humanidades jamas
podrian haber alcanzado: demostrar la validez de esta inquie-
tad. La situacién, tal como se presenta hoy, curiosamente se
parece a una verificacién elaborada de una observacién de
Franz Kafka, escrita al principio mismo de este desarrollo: el
hombre, decia el escritor, «descubrié el punto de Arquimedes,
pero lo usé contra si mismo; es como si se le hubiera permitido
encontrarlo slo con esa condicién». La conquista del espacio,
la biisqueda de nn punto fuera de la tierra desde el cual fuera
posible mover, alterar, por asf decirlo, al propio planeta, no es
el resultado accidental de la ciencia de la era moderna. Desde
cl principio no fue una ciencia «naturab» sino universal, no era
un fisico sino un astrofisico el que miraba la tierra desde un
punto del cosmos. En el contexto de este desarrollo, el intento
de conguistar el espacio significa que el hombre espera estar en
condiciones de viajar al punto de Arquimedes, anticipado gra
291cias ala pura fuerza de abstraccién e imaginacién, Sin embar:
0, al hacerlo, perderd inevitablemente su ventaja, Todo lo que
puede encontrar es el punto de Arquimedes con respecto a la
tierra, pero una vez llegado alli y después de haber adquirido
ese poder absoluto sobre su habitat terrestre, necesitard un
nuevo punto de Arquimedes y asi ad infinitum. En otras pal
bras, el hombre slo puede extraviarse en la inmensidad del
universo, porque el iinico punto de Arquimedes verdadero se:
rfa el vacio absoluto situado detrés del universo,
Con todo, el viaje al espacio y al punto de Arquimedes on
respecto @ la tierra est muy lejos de ser una empresa inocua 0
de inequivoco desenlace triunfante, aun cuando el hombre re-
conozca que puede haber limites absolutos a esta busqueda del
conocimiento y que podria ser sensato sospechar la existencia
de esas limitaciones cada vez que el cientifico hace més de lo
que es capaz de aprehender, y aun cuando advierta que no
puede «conquistar el espacio» sino, en el mejor de los casos,
hacer unos pocos descubrimientos en nuestro sistema solar.
Podria aumentar la estatura del hombre en le medida en que el
hombre, a diferencia de otros seres vivos, desea sentirse duefio
de un aterritorio» lo mayor posible. En este caso, no haria més
‘que tomar posesién de lo que es suyo, aunque le haya llevado
mucho tiempo legar descubritlo, Estas nuevas posesiones,
como toda propiedad, tendrian que ser limitadas, y una vez al
canzado ese limite y establecidas las fronteras, la visién del
nuevo mundo que probablemente naceria de alli seria, una vez
més, geocéntrica y antropomérfica, aunque no en el antiguo
sentido de la tierra como centro del universo ni del hombre
como el ser més importante dentro de ella. Seria geocéntrica en
el sentido de que la tierra yno el universo es el centro y la resi-
dencia de los hombres mortales, y serfa antropomérfica en el
sentido de que el hombre incluiria su propio cardcter objetivo
de ser mortal entre las condiciones elementales en las que son
posibles los esfuerzos cientificos.
En este momento no son demasiado buenas las perspectivas
de un desarrollo tan beneficioso ni la solucién del presente dle
‘ma dela ciencia y la tecnologia modernas. En nuestsa actual si
tuacién, hemos llegado a «conquistar el espacion gracias ala ha
bilidad de manejar la naturaleza desde un punto del universo que
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esté fuera de la tierra, porque eso es Jo que se hace en realidad
cuando se llevan a cabo procesos de energia que por lo comin
sélo se cumplen en el sol, o esfuerzos por iniciar en un tubo de
ensayo los procesos de la evohucién césmica, o se construyen mi
quinas para la produccién y el control de energies desco
en la economia de la neturaleza terrestre. Sin una ocupacién to-
davia concrete del punto en que Arquimedes querria haber esta
o, hemos hallado una manera de actuar sobre la tierra como si
dispusiéramos de la naturaleza tervestre desde fuera, desde el
punto que ocupaba ese cinsteniano «observador que flota libre-
mente en el espacio», Sidesde ese lugar dejamos caer nuestra mi
rada sobre la tierra y sobre las diversas actividades humanas, ¢s
decir, sinos aplicamos « nosotros mismos el punto de Arquime
des, esas actividades se nos mostrarin como una simple «con-
ducta abierta», que podemas estudiar con los mismos métodos
usados para estudiar el comportamiento de las ratas. Vistos des.
de una distancia suficiente, los coches en que viajamos y que, lo
sabemos muy bien, nosotros mismos construimos se ven como si
fueran, dicho en palabras de Heisenberg, «ina parte tan indivis
ble de nosotros como la concha del caracol o es de st‘ ocupante.
‘Todo nuestro orgullo per lo que podemos hacer desaparecerd en
una especie de mutaciéa de la raza humana; el conjunto de la
) tecnologia, observado desde ese lugar, en realidad ya no se ve
\ «como el resultado de un esfuerzo humano consciente para ex-
f tender los poderes materiales del hombre, sino mas bien como
{ un proceso bioligico a gran escala».” En tales circunstancias, el
Jenguaje y el habla cotidiana ya no serian una manifestacién sig.
nificativa que trasciende la conducta aunque sélo la exprese, y se
podrian reemplazar con ventaja por el extrem », yen si mismo no
significativo, formalismo de los signos matematicos.
La conquista del espacio y la ciencia que lo hizo posible se
han acercado peligrosamente a este punto, Si alguna vez han de
llegar a él de verdad, la estatura del hombre no habria bajado
respecto de todas las normas que conocemos: estarfa destruida
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