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moral.

Durante el periodo de declive, la jerarquía religiosa dentro del Imperio otomano pareció
haber renunciado a su superioridad moral a favor de los sufíes, que continuaron
expandiéndose entre 1500 y 1750. La orden Bektashi, tan extendida entre los jenízaros,
empezó a ser identificada con este cuerpo. Mientras tanto, las órdenes sufíes, más radicales,
se dirigían a las zonas rurales y a las clases más bajas. Muchos ulemas siguieron
condenando actividades como la música, la danza, beber café, fumar tabaco o hachís,
prácticas que aparecieron en el siglo XV y XVI en el contexto de las ceremonias sufíes. En el
siglo XVIII, con muchos de los ulemas asociados a la corrupción y debilidad del gobierno
central otomano, numerosos sectores de la población miraron a los líderes populares sufíes
en busca de un guía moral.

Guerras en Europa[editar]
Véase también: Guerras otomanas en Europa

Desde la ocupación de la isla de Rodas (1522), el Mediterráneo oriental se convirtió en un


lago turco, como ya había ocurrido con el Mar Negro en las décadas anteriores. Las naves
dependientes de la Sublime Puerta, ya sean las oficiales que zarparon de Constantinopla,
como las corsarias que partían desde Túnez y Argel, generaron un mundo donde la guerra
dejaba de ser un episodio estacional para convertirse en uno permanente a lo largo de todo el
siglo XVI y del XVII. La reacción imperial fue defender sus costas con el amurallamiento de las
ciudades asentadas en sus límites, renovar los sistemas de vigilancia por medio de torres
vigía, lograr un mayor control de las ciudades conquistadas en el Magreb e intentar aumentar
el número de efectivos navales en el Mediterráneo. 19 En general, estas fueron los principales
medidas militares de los otomanos en relación a Europa.

Decadencia[editar]

El pachá turco de Buda recibiendo visitas.

La decadencia otomana comenzó después de la muerte de Solimán el Magnífico y el inicio del


reinado de Selim II el Borracho, en 1566. A partir de aquí, una serie de gobernantes ineptos
hicieron florecer las intrigas de palacio, hasta que la acción combinada del sultán Murad IV (o
Amurates IV) y de la Casa de Koprulu motivó una intensa reforma administrativa. Sin
embargo, el Imperio otomano sufrió un serio revés durante la Gran Guerra Turca cuando
comprometió todos sus recursos en un nuevo asalto a Viena, que fracasó en 1683 gracias a la
ayuda de un ejército compuesto por la mayoría de los países europeos, excepto Francia,
comandado por el rey polaco Juan III Sobieski, que reforzaron la tenaz resistencia de los
austriacos cuando ya no podían soportar más, agotados y hambrientos.
El sultán otomano Murad IV.

El Estado otomano era una máquina militar fuera de lo común conducida entre 1300 y 1566
por una serie de diez monarcas. La gran habilidad y la fuerza demostrada por los sultanes a
partir de Osmán (m. 1326) a Solimán (m. 1566) son el resultado de dos tradiciones: dar a los
jóvenes príncipes otomanos responsabilidades y permitir la sucesión de acuerdo con el
principio de «la supervivencia del más fuerte». Igualmente notable es la serie de monarcas
incompetentes que acompañaron y contribuyeron al gradual declive del Imperio otomano. La
ascensión de estos monarcas incompetentes, frecuentes durante el siglo XVI, se atribuye al
cambio de estas dos tradiciones. Después de Ahmed I (m. 1617) no se les volvió a dar a los
príncipes puestos de responsabilidad; por el contrario, fueron confinados en el harén, a la
sombra de los lujos y la soledad más que de la experiencia y el reto. Al mismo tiempo se
abandonó la costumbre del fratricidio y el principio de la «supervivencia del más fuerte» se
cambió por el de que el sucesor era el miembro varón de más edad de la familia real otomana,
el que salía vencedor de las maniobras del devşirme y el harén.
Todos estos cambios se arrastraban desde el reinado de Solimán, que, cansado de las largas
campañas militares y de los arduos deberes de la administración civil centrados en su
persona, hizo todo lo que pudo por apartarse de los asuntos públicos y dedicarse a los
placeres del harem. El puesto de gran visir, ocupado entonces por su amigo Pargalı İbrahim
Paşa, fue reforzado en cuanto a poder e ingresos, llegando incluso a tener el poder de pedir y
obtener obediencia absoluta, privilegio hasta entonces reservado sólo al sultán. Este fue el
principio del fin, ya que el gran visir podía desempeñar todas las tareas del Gran Señor,
excepto la de mantener la lealtad y unidad de todos los grupos del Imperio.

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