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E l D i s c u r s o A f r i c a n i s t a de l

R e n a c i m i e n t o e n La primera parte de
la descripción general de África de
Luis del M ármol Carvajal
Mar Martı́nez-Góngora
Virginia Commonwealth University

RESUMEN Luis del Mármol Carvajal dirige la Primera parte de la


descripción general de África a Felipe II en 1573, con la esperanza de que la
información que contiene la obra sobre las realidades geográficas y etnográ-
ficas del continente sea útil en caso de que surja un interés imperialista por
parte de la Corona. El autor, que sufriera cautiverio en el norte de África,
toma como principal fuente para su obra la Descripción de África de León
el Africano. Menos dedicado que León a presentar las similitudes entre la
cultura europea y la norteafricana, Mármol Carvajal construye un discurso
centrado en los intereses comerciales de los españoles en África. De ese
modo, es responsable de la difusión en la época de datos importantes sobre
bienes de consumo altamente valorados en los mercados europeos, ası́
como de la representación de un ‘‘otro’’ africano definido por su potencial
para ser asimilado al pueblo cristiano colonizador.

Luis del Mármol Carvajal dirige en 1573 su Primera parte de la descripción


general de África al rey Felipe II, con la esperanza de que su obra no ‘‘será
menos agradable que provechosa, para la conquista de los pueblos bárbaros
Africanos, tan vezinos como crueles enemigos nuestros, que siempre fueron
y son asaz molestos a los súbditos y vasallos de V. M. o para la contratación
con ellos en tiempos de paz’’ (‘‘Prólogo del autor al rey’’1).2

1. Los folios preliminares que contienen los prólogos dirigidos al lector y al rey no están numera-
dos en la edición de 1573, reproducida en facsı́mil por el Consejo Superior de Investigaciones
Cientı́ficas en 1953, con introducción a cargo de Agustı́n G. de Amezúa. Cito por esta edición.
2. Luis del Mármol Carvajal dedica un segundo libro a la historia de los mahometanos en el
Magreb, desde su origen hasta 1571.

Hispanic Review (spring 2009) j 171


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El autor pone de manifiesto un entendimiento de la importante función


de los conocimientos geográficos y etnográficos como base de cualquier pre-
tensión de anexión territorial y de dominación colonial.3 Se anticipa ası́ al
discurso imperialista europeo posterior que, como ha estudiado Edward
Said, consiste en la puesta en circulación de una serie de saberes, reales o
imaginarios, sobre ‘‘Oriente’’ (Orientalism 7).4
Mármol Carvajal incorpora en su texto parte de la información contenida
en la Descripción de África de León el Africano, con quien comparte la expe-
riencia de haber vivido en cautiverio. En efecto, Mármol Carvajal recaba
parte de la información que incorpora en esta Primera parte durante su
estancia en poder de los turcos en Marruecos, Tarundante, Fez, Tremecén y
Túnez entre los años 1545 y 1557, y por lo tanto su discurso se gesta en las
lindes entre África y Europa, el mundo cristiano y el mundo musulmán. Una
vez liberado, sigue documentándose en sus viajes por amplias zonas del norte
del continente, donde tiene la oportunidad de adquirir conocimientos de
árabe y de otras lenguas africanas. Por su parte, León, diplomático musul-
mán de origen granadino, fue capturado por los españoles en 1518 en la isla
de Gelves, durante un viaje que realizaba como comisionado de la corte de
los reyes benimerines.5 León, cuyo nombre árabe era al-Hasan ibn Muham-
mad al-Wazzan, fue conducido a Roma, donde una vez convertido al cristia-
nismo bajo la protección del Papa León X escribió su conocida Descripción
de África.
La experiencia de cautiverio de ambos autores facilita una representación
de la cultura norteafricana definida por la naturaleza hı́brida del espacio
fronterizo que habitaron (Bhabha 36–38). En el caso de León, tanto su visión
sobre el norte de África como su construcción de la diferencia africana
reflejan el carácter heterogéneo del sujeto enfrentado a la multiplicidad de

3. Según Said, ‘‘territory and possessions are at stake, geography and power . . . At some very basic
level, imperialism means thinking about, settling on, controlling land that you do not possess, that
is distant, that is lived on and owned by others’’ (Culture 7).
4. Para Said, ‘‘Orientalism depends for its strategy on this flexible positional superiority, which
puts the westerner in a whole series of possible relationships with the Orient . . . The scientist, the
scholar, the missionary, the trader, or the soldier was in, or thought about, the Orient because he
could be there, or could think about it, with very little resistance on the Orient’s part’’ (Oriental-
ism 7).
5. León pertenece a una familia de exiliados granadinos residentes en el reino magrebı́ de Fez,
donde estudió árabe, derecho y teologı́a (Davis, 16–87; Rubio, xxvi–xxvii). Christopher Miller (16)
y Kim Hall (30) destacan la asimilación modélica del autor a la cultura occidental. Para un repaso
sobre el impacto de este autor en la crı́tica, véase Davis 5–10; 277, n. 8.
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significados de la realidad de la frontera, que permite una ruptura momentá-


nea de las jerarquı́as cristiano/musulmán, Occidente/Oriente. Su representa-
ción de la cultura magrebı́ cuenta con la concatenación de elementos
norteafricanos y europeos puestos en relación con la común ‘‘blancura’’ de
los habitantes de ambas áreas geográficas, lo que se corresponde con el tipo
de negociaciones complejas y continuas mediante las cuales se articula social-
mente la diferencia.6 En el caso del texto de Mármol Carvajal, en cambio, no
hay referencias a los rasgos comunes entre europeos y norteafricanos, y esta
ausencia se entiende teniendo en cuenta la obsesión por la pureza de sangre
que caracteriza al sujeto español del siglo XVI.
El hecho de que los descendientes de los mudéjares fueran, como asegura
entre otros Luce López-Baralt, prácticamente ‘‘indistinguibles de los cristia-
nos’’ en términos del fenotipo (336; Harvey 9–10) justifica la necesidad de
implantar un principio de diferencia que permita resolver la preocupación
que para el cristiano viejo representa su similitud fı́sica con el individuo de
origen musulmán. No en vano, en palabras de Barbara Fuchs, existı́a ‘‘a deep
anxiety resulting from the impossibility of telling apart Moros, Jews and con-
versos from Christians within Spain’’ (6). La ansiedad que genera en la con-
ciencia del grupo dominante la similitud con un ‘‘otro’’ morisco al que se
desprecia y persigue origina la necesidad de difundir una serie de pautas para
la interpretación de los signos, que recaen inevitablemente en la corporalidad
del morisco, principal receptáculo de su diferencia (Dopico Black 7). Si bien
es cierto que los musulmanes siempre habı́an sido considerados diferentes,
dicho principio de distinción no constituyó un asunto contemplado por la
ley hasta el año 1492 (Root 119). A partir de ese momento, los aparatos inqui-
sitoriales que se encargan en buena medida de producir la diferencia morisca
inician un proceso judicial que culmina con el edicto de expulsión de 1609.
La situación se torna más grave tras la emisión de los estatutos de pureza de
sangre, que trasforman de manera definitiva el viejo problema de la diferen-
cia religiosa en una cuestión biológica. Al final del proceso, los partidarios de
la expulsión difunden una serie de discursos en los que la herejı́a morisca se
define en términos de diferencia étnica, basada en un conjunto de caracterı́sti-
cas relacionadas tanto con sus costumbres como con su especial capacidad
reproductiva (Root 119–24).

6. Sobre la diferencia establecida por León entre las diversas poblaciones africanas según el color,
ver Davis 128–49.
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En el texto de Mármol Carvajal, se intenta resolver la ansiedad propia del


sujeto español ante la imposibilidad de establecer una distinción neta con
el musulmán mediante el énfasis en la diferencia del habitante del África
subsahariana. Para esto, el autor retoma la distinción que establece León
entre los habitantes norteafricanos de raza blanca y los pobladores negros de
las regiones al sur del Sahara. De acuerdo con esta diferenciación, Mármol
Carvajal contrasta el carácter violento, insumiso e incivilizado de los ocasio-
nalmente ricos musulmanes del Norte, con la docilidad de los habitantes del
África subsahariana. Según él, la facilidad de los africanos de raza negra a la
hora de asimilar los valores culturales europeos queda demostrada por la
conversión al cristianismo de un gran número de ellos. A modo de ejemplo,
en la Primera parte se incluyen epı́stolas de monarcas africanos en las que
éstos declaran su fe cristiana y su pertenencia a la Iglesia, ası́ como referencias
al mito del Preste Juan. De esta manera, Mármol Carvajal cuestiona la estabi-
lidad de la oposición colonizado/colonizador en el marco de una posible
conquista española del territorio africano, coincidiendo en cierto modo con
la crı́tica que Homi Bhabha plantea a la visión de Said sobre las relaciones
Este/Oeste en épocas posteriores. Según Bhabha, la dicotomı́a radical estable-
cida por Said coloca a los sujetos en una posición de eterna dominación,
lo que provoca que la enunciación histórica del discurso colonial se halle
sobredeterminada por un inconsciente orientalismo latente, o que el sujeto
colonial sea siempre unificado (72).7
Al mismo tiempo, la imagen del dócil africano de raza negra presente en
el texto de Mármol Carvajal sugiere el enorme potencial de enriquecimiento
económico con el que se relaciona su cuerpo, en el contexto del activo tráfico
de seres humanos llevado a cabo en una época en que los términos ‘‘negro’’
y ‘‘esclavo’’ funcionaban en la práctica como sinónimos (Fra-Molinero 328;
Lowe 20–21; Martı́n Casares, ‘‘Free’’ 253). La idea de que el mercado de escla-
vos de raza negra constituı́a un negocio lucrativo formaba parte de la menta-
lidad colectiva, tal como puede observarse en las pretensiones de Sancho
Panza de comerciar con los vasallos del reino de Micomicón en Don Quijote
(I, 29). En la obra de Mármol Carvajal, un texto compuesto en uno de los

7. Lisa Jardine y Jerry Brotton critican la excesiva polaridad del argumento de Said, ya que en el
contexto del material histórico es posible ir más allá de una visión del Este como peligroso,
marginado y exótico, atendiendo a cómo diversas capitales europeas comparten intereses comerci-
ales con Estambul (61).
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centros del poder polı́tico de Occidente y legitimado por la experiencia per-


sonal de su autor como cautivo de los musulmanes, la construcción de la
alteridad racial del africano subsahariano facilita la articulación de un dis-
curso ideológico centrado principalmente en los intereses comerciales de los
españoles en el área.
Es interesante notar cómo Mármol Carvajal concibe su obra en un perı́odo
en que el Nuevo Mundo es producido históricamente mediante la interac-
ción entre los fenómenos geográficos observados y un conjunto de intereses
y expectativas culturalmente condicionados (Padrón 18–19). La abundancia
de referencias al territorio americano en la cultura renacentista contrasta con
una falta generalizada de interés en iniciar un proceso de ‘‘asimilación’’ de
África en la cultura europea que permitiera su ‘‘domesticación’’ mediante la
localización de lo exótico en el contexto de lo familiar, algo que se manifiesta
en la ausencia de un corpus considerable de obras dedicadas al tema.8 Tanto
la Primera parte de Mármol Carvajal como su fuente principal y la más im-
portante autoridad europea en el tema durante varios siglos, la Descripción
de África del también granadino León el Africano, constituyen las contadas
excepciones a esta sequı́a general de obras dedicadas a brindar al lector
europeo información sobre el continente al sur del Mediterráneo.9 En el caso
español, la falta de curiosidad por las particularidades geográficas y etnográfi-
cas del continente africano resulta sorprendente si se tiene en cuenta que nos
encontramos en un marco histórico en el que, como asegura Fernand Brau-
del, las ambiciones imperialistas de la Corona se dirigen más al Mediterráneo
que al Atlántico.10 La escasa atención del individuo de la época a la realidad
africana contrasta con su fascinación por las historias de los cautivos en el
norte de África, lo que tiene sentido teniendo en cuenta que nos encontra-
mos en un momento importante tanto para la reflexión sobre un ‘‘otro’’

8. Acerca del concepto de ‘‘domesticación’’, véase Ryan 523. Los españoles de la época mostraron
un escaso interés tanto en el texto de Mármol Carvajal como en su fuente principal, la Descripción
de África de León, publicada por Giovanni Battista Ramusio en Venecia en 1550, en un volumen
titulado Navegazioni e Viaggi. La obra de León, titulada Descrizione dell’Africa e delle cose notabili
che quivi sono, fue rápidamente traducida a las principales lenguas europeas, con excepción del
castellano (Zhiri 161).
9. Se debe destacar también la Topografı́a e historia general de Argel (Valladolid, 1612). Según
Garcés, su autorı́a, atribuida a Diego de Haedo, corresponde en realidad a Antonio de Sosa,
cautivo en Argel entre 1577 y 1581 (32–33).
10. Sobre los intereses españoles en África, ver Braudel 1184–85; Garcı́a-Arenal y de Bunes 57–95.
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musulmán, al que se intenta a toda costa denigrar, como para la definición


de la identidad española.11
Sin embargo, el interés polı́tico de España en la región es evidente desde
finales de siglo XV, a juzgar por los preparativos de Ximénez de Cisneros
para la conquista del norte de África, la autorización del Papa Alejandro VI
a los Reyes Católicos para organizar una cruzada contra los musulmanes en
el continente, ası́ como el propio testamento de la reina Isabel, en el que
manifiesta su deseo de que los castellanos continúen allı́ su guerra contra el
Islam. Entre 1498 y 1510, los españoles conquistaron Melilla (1497), el Peñón
de Vélez (1508), Orán (1509), Bujı́a y Trı́poli (1511), mientras que los intentos
de expansión en el área en épocas posteriores, además de la lucha contra el
Imperio otomano, dieron lugar a las campañas de Yerba (1520, 1560), Corón
(1534), Túnez (1535, 1574), Bizerta (1573–74) y Lepanto (1571). No obstante, la
presencia española se limitó al establecimiento de plazas estratégicas en la
costa de Berberı́a, con el objetivo principal de controlar la ofensiva musul-
mana sobre la Penı́nsula y las operaciones de piratas y corsarios, ası́ como
vigilar las actividades de los miles de moriscos granadinos exiliados en el
área. La creación de estos enclaves costeros de alguna forma previene un
avance de los españoles hacia el interior del continente y deja a éste en manos
de los musulmanes y de sus rivales, los portugueses.12 La ausencia de un
proyecto sólido de expansión colonial más allá de las plazas, que coincide
con el desconocimiento general de las particularidades del continente, ha
llevado a J. H. Elliott a afirmar que África era ‘‘la Cenicienta de las posesiones
españolas en Ultramar’’, por tratarse de un área ‘‘que no se adaptaba a las
peculiares caracterı́sticas del ‘conquistador’ (sic)’’ (53).13

11. Por ejemplo, las historias de cautivos escritas por Cervantes, que exponen las relaciones entre
la experiencia del cautiverio y la identidad nacional (Fuchs 154–63). Para Fuchs, la dificultad para
distinguir a los buenos cristianos de los malos y la inestabilidad de las identidades religiosas que
exhiben estos textos hacen problemática una visión de España como cabeza de un Imperio sacro,
y sugieren a la vez la existencia de un espacio nacional permeable en el que el ‘‘otro’’ musulmán
se halla más presente de lo deseado en la formación de la imaginerı́a nacional (163).
12. Véase, al respecto, Serafı́n Fanjul, editor de la Descripción de África, 15–18; Garcés, 19–20. Sobre
las prácticas de piraterı́a y patente de corso, ver Braudel 865–91; Garcés 29–31; Garcı́a-Arenal y de
Bunes 163–208. Acerca de las actividades de cautivos y renegados, ver Garcı́a-Arenal y de Bunes
209–55.
13. Es verdad que la escasez de datos sobre el continente se ‘‘compensa’’ con la amplia difusión
de una negativa imagen del ‘‘otro’’ musulmán, ‘‘moro’’, ‘‘morisco’’ o ‘‘turco’’, que ofrecen obras
como el Antialcorano (1532) de Bernardo Pérez de Chinchón, la referida Antigüedades de África de
Bernardo de Aldrete (1606) o Coronica de los moros (1618) de Jaime de Bleda, como apunta José
Marı́a Perceval (‘‘Blick’’, 6).
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A partir de 1580 comienza a ceder el temor de los españoles ante el poder


turco en el Mediterráneo, principal causa del interés de Carlos I en el norte
de África, tal como prueban los intentos de Felipe II de lograr un acuerdo
diplomático con Estambul.14 Tras la victoria de Lepanto, la búsqueda de este
último de una tregua secreta con el Imperio otomano hace que los desór-
denes de los moriscos no representen una prioridad en la agenda polı́tica del
monarca. Siete años después de la publicación del libro de Mármol Carvajal,
Felipe II se muestra más preocupado por asimilar la reciente incorporación
de Portugal a su reino, ası́ como por hacer frente a Inglaterra y a las facciones
rebeldes de los Paı́ses Bajos, que por el asunto morisco, sobre todo una vez
sometidos los rebeldes de las Alpujarras en 1571 (Harvey 339–42). Sin
embargo, si bien las guerras civiles de Granada se habı́an saldado con la
victoria del ejército imperial y la posibilidad de una invasión turca era escasa,
tanto el problema morisco como el poder otomano, cuyo impacto el mismo
Mármol Carvajal habı́a experimentado en sus carnes, constituı́an realidades
insoslayables en el panorama polı́tico español del momento.15
En la Primera parte de la descripción general de África el escritor se hace
eco de la importancia otorgada por León a los aspectos materiales de la vida
en el continente. Mármol Carvajal, quien compuso además el poema épico
Rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada, intervino en calidad
de veedor de Su Majestad en el control de Granada tras la sublevación de los
moriscos de esa ciudad en 1568 (Amezúa 10–19). Aunque no se ha podido
encontrar la obligada Información de su vida en tierra de infieles—informe
que todo cautivo en Argel debı́a redactar a su regreso a la Penı́nsula una vez
rescatado—, se puede afirmar que la experiencia brinda a Mármol Carvajal
la oportunidad de hallarse inmerso en un mundo de frontera habitado por
musulmanes, cristianos y renegados.16 Las especiales condiciones del lenguaje
de este ‘‘tercer espacio’’ hacen posible que los mismos signos sean apropia-

14. De acuerdo con L. P. Harvey, la toma de Argel por parte de los turcos da esperanzas a los
moriscos de conseguir su apoyo ante una posible sublevación (336–37). Este autor incluye un
pasaje de la Historia del rebelión y castigo de los moriscos del reyno de Granada de Mármol Carvajal
(Málaga, 1600), en el que se ofrece un recuento de la misión diplomática de los moriscos en
Estambul (Harvey 337–40).
15. Francisco Márquez Villanueva afirma que, si bien Felipe II era consciente de la dificultad de
una invasión turca, invocaba con frecuencia su inminencia con objeto de extremar la vigilancia
de las autoridades provinciales y conseguir más dinero de los procuradores en las Cortes (108).
16. Acerca de la Información de Argel de Cervantes como expresión de la experiencia traumática
del cautiverio, véase Garcés 115–18.
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dos, traducidos, ‘‘rehistorizados’’ e interpretados como nuevos, para dar


lugar a representaciones cuya finalidad y objetivos pueden diferir tanto entre
sı́ como la propia visión de Mármol Carvajal con respecto a su fuente princi-
pal, la obra de León.17 El hecho de que el acto de locución emane desde uno
de los centros más importantes de poder imperial de su tiempo nos ayuda a
entender los esfuerzos del autor por adaptar la información que ofrece León
a lo que él, como ciudadano bien informado y funcionario al servicio de Su
Majestad, considera que deben ser los nuevos intereses del Estado español.
Como notaba al inicio de este trabajo, Luis del Mármol Carvajal dirige a
Felipe II su Primera parte con la intención de que sea ‘‘provechosa, para la
conquista de los pueblos bárbaros africanos’’ (‘‘Prólogo del autor al rey’’).
Según se indica en los folios preliminares de la obra, tanto en la dedicatoria
a Felipe II como en el prólogo al lector, Mármol Carvajal hace hincapié en las
posibilidades de explotación económica y comercial que ofrece el continente
africano para el Estado español, cuestión a la que vuelve en numerosas oca-
siones a lo largo de toda la Primera parte. El autor reitera en el prólogo al
lector el argumento en torno a la utilidad práctica de la información que
provee sobre el continente africano y sus habitantes. Sea ante la posibilidad
de conquistar y anexionar un territorio ocupado por enemigos de la fe, o
debido al atractivo económico de la zona, Mármol Carvajal anticipa en su
obra el interés de los europeos por los recursos naturales de África. El autor
granadino se manifiesta consciente de la novedad y originalidad de su tra-
bajo, al ser el primero en componer un texto de esta suerte, puesto que,
como afirma, no hay ‘‘quién hoy haya hecho en España historia particular
por la qual se pueda tener noticia dellas, ni de sus poblaciones, es cosa muy
necesaria tenerlas conocidas para la contratación de la paz si la hubiere, y
para la guerra, cuando sea menester, se haga con ventaja que suele dar el
tener sabida y reconocida la tierra del enemigo’’ (‘‘Prólogo del autor al lec-
tor’’). El propio cronista de Felipe II, Ambrosio de Morales, indica en la
aprobación oficial de la obra de Mármol Carvajal la relevancia de los datos
ofrecidos sobre los principales enemigos de la Corona española. En el
documento, incluido en el prefacio de la Primera parte, Morales indica que
la obra, en ‘‘quanto al subjeto y materia, . . . es muy buena, y muy necesaria’’.

17. Para Bhabha, ‘‘It is only when we understand that all cultural statements and systems are
constructed in this contradictory and ambivalent space of enunciation, that we begin to under-
stand why hierarchical claims to the inherent originality or ‘purity’ of cultures are untenable, even
before we resort to empirical historical instances that demonstrate their hybridity’’ (37).
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El cronista de Su Majestad continúa explicando que ‘‘siendo África una pro-


vincia tan vezina de España, y tan enemiga, es cosa de gran provecho tenerla
particularmente conocida, para la paz y para la guerra, pues con esta noticia
la contratación será más provechosa en la paz, y la guerra, se podrá tratar
con toda aquella ventaja que da el reconocer la tierra y sus particularidades’’
(‘‘Aprobación de Ambrosio de Morales’’).
Esta atención a las ventajas prácticas con que se asocian los conocimientos
geográficos debe situarse en el contexto de la tradición mercantil de la
Europa medieval, en la que mercaderes genoveses, venecianos y catalanes
forman parte de un activo intercambio comercial en las costas de Berberı́a en
el que intervienen cristianos y musulmanes.18 Entre las actividades llevadas a
cabo por los catalanes en el norte de África destacan las relacionadas con la
exportación de lana, además de la de pieles de animales, cueros curtidos,
miel, sal marina, vino, pez, sebo, velámenes, tejidos y diversos enseres (Fanjul
21).19 Los catalanes, junto con otros grupos de mercaderes europeos, habı́an
exportado a esta región aceite de Andalucı́a, Mallorca y Túnez, solimán, miel,
frutos secos, metales como hierro, acero, cobre y plomo, minerales, mercerı́a
de Milán, terciopelos y rasos, que se intercambiaban por especias, colorantes,
productos farmacéuticos, pinturas y barnices, algodón, perfumes de pro-
cedencia animal y vegetal, etc. Desde la Edad Media, varias rutas de caravanas
cruzaban el Magreb en dirección a los cuatro puntos cardinales. Entre estas
se distinguı́a la que conducı́a al Este, a lo largo de la cual se realizaban im-
portantes intercambios comerciales con el África subsahariana, que coincidı́a
con el camino de una de las principales peregrinaciones a los lugares sagrados
del Islam (Fanjul 21–22). Además de la sal, el producto de mayor demanda,
los habitantes de la ‘‘Tierra de Negros’’ importaban manufacturas tanto de
cobre como de hierro, tejidos europeos y norteafricanos, ası́ como libros.
También se traficaba con esclavos, oro, malagueta o falsa pimienta en los
mercados de Malı́ y Tombuctú, a lo que los portugueses añadı́an hierro, cola
y marfil en el momento que alcanzaban los bosques ecuatoriales de Gambia
y de Sierra Leona (Fanjul 22–24).

18. Garcı́a-Arenal y de Bunes destacan el papel del Magreb como ‘‘eslabón entre la Europa medi-
terránea y el África negra’’, ya que conectaba ‘‘el comercio del oro del Sudán (África negra subsa-
hariana) con las dos regiones más desarrolladas de los siglos medievales, el Oriente Próximo y la
Europa mediterránea’’ (29).
19. Acerca de la historia del protectorado aragonés en el norte de África durante la Edad Media y
las actividades de los mercaderes catalanes, remito a Fernández-Armesto 126–40. Sobre la ruta de
oro africana en el Medioevo, consúltese Fanjul 24; Fernández-Armesto 140–48.
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En la Primera parte, Mármol Carvajal incluye gran parte de la información


manejada por León en torno al origen del término ‘‘África’’, las diferentes
zonas en que se divide el continente, su orografı́a y su fauna, ası́ como la
descripción concreta de las áreas de Berberı́a, Numidia, Sahara o Libia, ‘‘Tie-
rra de Negros’’, Egipto y Alta Etiopı́a. El autor intenta adaptar la tradición
de las relaciones de viajes magrebı́es y andalusı́es del siglo XII (rihla), tam-
bién seguida por León, a los intereses comerciales de los españoles en África.
De acuerdo con esta tradición, los autores, conscientes de la utilidad práctica
de sus descripciones geográficas, prestan especial atención a las mercancı́as
de consumo diario, a sus precios exactos, pesos, medidas y otras considera-
ciones similares (Fanjul 29). En esta lı́nea, Mármol Carvajal incluye en su
Primera parte datos exactos sobre la localización de áreas especı́ficas en térmi-
nos de longitud y latitud y de puntos cardinales —sistemas de referencia no
contemplados por León—. También sigue la tradición de la rihla para
presentar aspectos concretos relacionados con la producción agrı́cola, minera
y artesanal de las diversas poblaciones. De esta manera, parece evidente que
una de las motivaciones de Mármol Carvajal a la hora de ofrecer una acumu-
lación heterogénea de conocimientos sobre la geografı́a, la naturaleza, la eco-
nomı́a y la población de África es la de subrayar el lugar fundamental que
ocupa el continente en la incipiente ‘‘globalización’’ del mercado que tiene
lugar durante el siglo XVI.
En cuanto a la descripción de la fauna africana, si bien Mármol Carvajal
le otorga un lugar casi tan privilegiado en el contexto de la obra como el que
tenı́a pensado León en la suya (aunque sus planes no fueran respetados por
el editor Ramusio), se desvı́a en ocasiones de la Descripción con objeto de dar
énfasis al valor en el mercado de algunos de los animales originarios del
continente.20 Por ejemplo, en el texto se destaca la presencia de camellos en
el Magreb, puesto que ‘‘los Alárabes no tienen mayor riqueza, ni otras pose-
siones de que saquen tanto provecho como de estos animales, y ası́ en que-
riendo loar a uno de muy rico, dizen que tiene tantos mil camellos, y no
hazen caudal de los dineros, ni de las posesiones’’ (22v). Mármol Carvajal
subraya la docilidad, fuerza y enorme resistencia de este animal, que es capaz

20. Ramusio altera el plan original de León, quien tenı́a pensado dedicar una obra separada a la
descripción de los rı́os, minerales, animales y plantas de África (Zhiri 164). Además, el editor
cambia nombres propios y cifras y añade quince comparaciones entre realidades norteafricanas y
europeas, con objeto de acercarlas al lector occidental; también omite referencias a la civilización
islámica y a la literatura árabe (Zhiri 165–71).
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de pasar largos perı́odos sin comer ni beber, ası́ como su utilidad práctica,
ya que es empleado como medio de transporte de personas y de carga (22v).
También se aparta del texto de León en la descripción de los avestruces, al
mencionar el detalle práctico de que ‘‘los Alárabes quando matan estas aves
les quitan todas las plumas y las traen a vender a las fronteras a los mercade-
res de Europa, los cuales las hazen aderezar y teñidas de diversas colores las
venden a los galanes para traer en las gorras y en los sombreros por gentileza,
o por bravosidad’’ (30r).
En otro pasaje, se detiene en la descripción de los caballos. Además de
distinguir entre las varias razas, se desvı́a considerablemente de la fuente
principal constituida por el texto de León, al recalcar el valor económico de
algunas de ellas, tal como la del ejemplar árabe, que no sólo es ‘‘extrañamente
ligero’’, sino que ‘‘es apreciado en mil ducados de oro, o en cien camellos,
aunque hay pocos dellos en Berberı́a’’ (23v–24r). Mármol Carvajal apunta la
manera en que la escasez de caballos de esta raza determina su alta cotización
en los mercados, revelando un dato real de la economı́a de la época, en la
que el ganado equino constituye uno de los bienes más pujantes de la escena
mercantil a ambos lados del Mediterráneo. Como sostienen Jardine y Brot-
ton, el caballo pertenece a la categorı́a de objetos de consumo de lujo, y su
comercio se realiza en rutas que traspasan las barreras geográficas e intelec-
tuales de Occidente en la Temprana Modernidad (132). En general, la repre-
sentación del caballo debe analizarse en relación con el modo en que codifica
nociones de género, raza y poder en un preciso entorno histórico, social y
cultural (Graham 116–17). La posición central del caballo en el sistema de
vida preindustrial, ası́ como su importancia en la formación de la identidad
cultural europea, nos obliga a tener en cuenta la fuerte carga semiótica con
que se relaciona su imagen, que constituye una marca de poder durante el
Renacimiento. El valor simbólico de la representación del caballo es evidente
en el marco de la tradición clásica de imaginerı́a ecuestre cultivada durante
el perı́odo. No en vano la crı́a caballar representa una actividad de recreo
compartida por los miembros de la élite polı́tica, tanto en Asia como en
Occidente. Además, el caballo es el regalo más frecuentemente intercam-
biado por los jefes de Estado. Estos aspectos demuestran el fuerte contenido
semántico de poder y prestigio, tanto ‘‘real’’ como de la propia representa-
ción, que conlleva en la época la imagen del caballo (Jardine y Brotton 139–
44).
Se debe añadir que la representación del caballo en el Renacimiento entra-
ñaba un cúmulo considerable de asociaciones con ‘‘Oriente’’ que se han per-
182 i h is pa ni c r ev ie w : spring 2009

dido en la actualidad. Desde la Antigüedad, los testimonios de mercaderes y


viajeros europeos que, como el propio Marco Polo, habı́an visitado Asia in-
cluı́an alabanzas de las virtudes de los caballos que encontraban, ası́ como
detalladas referencias a su número y a la sofisticación de la trata de ganado
equino (Jardine y Brotton 145, 207). Durante la Temprana Modernidad, los
datos en torno a la crı́a y el comercio caballar confirman la idea de que el
acceso a un gran número de ejemplares de raza purasangre era considerado
como un ı́ndice del poder militar, polı́tico y comercial de un Estado. El
monopolio del comercio de la ganaderı́a caballar constituye el centro de una
competencia entre naciones y grupos étnicos, tanto en Oriente como en
Occidente (Jardine y Brotton 145–84). Los esfuerzos de los españoles por
producir su propia raza equina, representada por el caballo andaluz, dan fe
de su interés en participar en esta competencia, pero además la nueva varie-
dad simboliza su éxito a la hora de dominar, mediante la mezcla con un
ejemplar autóctono, la sangre caliente del purasangre árabe.21 En el texto
de Mármol Carvajal, las alusiones a las excelencias de la ganaderı́a caballar
norteafricana y las repetidas menciones al número exacto de estos animales
en poder de las distintas tribus y poblaciones que se describen permiten lla-
mar la atención sobre las ventajas materiales y polı́ticas que, derivadas del
monopolio de su comercio, se asocian con la posible dominación española
en el Magreb.22 El destacado protagonismo que cobra el caballo en la Primera
parte se relaciona con una realidad histórica marcada por la existencia de un
lucrativo mercado de ganado equino, por lo que su potencial económico
constituye uno de los incentivos que justificarı́a, según el autor, la presencia
española en el continente.23
Además de estos animales caracterizados por su alto valor en los mercados
tanto europeos como africanos, Mármol Carvajal añade a la lista aportada
por León otros de carácter fantástico-maravilloso, tal como es el caso del
unicornio o el dragón (30v, 29r). Las referencias a estos animales mı́ticos
confirman lo apuntado por Stephen Greenblatt acerca de la manera en que

21. Jardine y Brotton se basan en esta premisa para su análisis del cuadro Carlos V en la batalla de
Mühlberg de Tiziano (178–81).
22. Sobre el número de caballos que posee cada tribu y otras referencias a las caballerı́as, véase
Mármol Carvajal 10v, 19v, 37r, 37v y 38r.
23. Recuérdese tanto la importancia del caballo en las batallas como el valor simbólico del regalo
de este animal en el Poema del Mio Cid. Sobre estos aspectos, véase Miranda 271–90; Walter y
Pavlovic 76–83.
Martı́nez-Góngora : e l d is cu rs o a fr ic an is ta j 183

el sujeto de la época aprende, posee o rechaza, mediante lo maravilloso, los


rasgos de la realidad no familiares, ajenos o extranjeros, ası́ como lo terrible,
lo deseable y lo odioso (23). Mármol Carvajal vuelve a apartarse del texto de
León con ocasión de la descripción del león, ya que cuenta con información
de primera mano, adquirida durante su estancia en el norte de África como
cautivo de los musulmanes. De este modo, Mármol Carvajal sitúa en un
primer plano su privilegiada condición como sujeto de enunciación ubicado
en el cruce de las culturas cristiana y musulmana. El autor de la Primera
parte presenta en esta ocasión una anécdota sobre unos cautivos cristianos
en el Magreb, que en su fuga logran prevenir un ataque de los abundantes
leones sueltos en el área fingiendo despreocupación (24r). Marı́a Antonia
Garcés comenta la similitud del episodio de Mármol Carvajal con el pasaje
bı́blico de Daniel y con la fábula de Séneca en la que un león salva la vida de
Sófocles, y destaca la popularidad de los leones en la cultura europea desde
la Edad Media (157–60). Pero el hecho de que Mármol Carvajal incluya en
el texto su experiencia personal en la frontera ofrece un contraste con la
representación puramente literaria de héroes que superan con éxito el en-
cuentro con el león exhibiendo una total falta de temor, como se observa por
ejemplo en el Poema del Mio Cid o en El trato de Argel.
La Primera parte incluye, además, otros aspectos relacionados directamen-
te con la cultura de los pobladores árabes, beréberes y africanos subsaharia-
nos, tales como sus costumbres, lenguas y creencias religiosas. Resulta sig-
nificativo que, apartándose de nuevo del texto de León, Mármol Carvajal
introduzca en los últimos capı́tulos noticias del descubrimiento y la coloniza-
ción de la costa occidental africana llevada a cabo por el infante Enrique de
Portugal. En este sentido, Mármol Carvajal procede de manera similar a John
Pory, quien en su traducción al inglés de la Descripción de África de León,
publicada en 1600 y titulada A Geographical Historie of Africa, cambia el con-
tenido original para adaptarlo a los intereses coloniales de los ingleses en
África.24 Además, Mármol Carvajal incluye una carta de Elena, reina de los
abisinios, al rey Manuel de Portugal, junto con otras dos epı́stolas del rey de
Manicongo, una en la que éste informa a los prı́ncipes de su conversión a la
fe cristiana y otra dirigida al Papa, en la que el monarca africano confirma

24. En palabras de Hall, ‘‘not only did Pory’s translation . . . provide an assessment of Africa’s
potential for colonization . . . it gave England a model for controlling the ‘meaning’ of Africa and
the seemingly inexhaustible difference it represented’’ (29).
184 i h is pa ni c r ev ie w : spring 2009

su obediencia a la Iglesia de Roma. La introducción de una información


aparentemente desconectada tanto de la obra de León como del propósito
descriptivo de la Primera parte contribuye a destacar el carácter sumiso de
los habitantes de las áreas al sur del Sahara y el número de ventajas que
reportarı́a a uno de los reinos ibéricos su establecimiento como poder colo-
nial en el área. La mención de la empresa imperial protagonizada por los
portugueses en África en esta Primera parte, escrita siete años antes de la
anexión de Portugal a la Corona española y cinco antes de la desgraciada
desaparición del rey Sebastián en una expedición a Marruecos, es fácil de
entender, teniendo en cuenta la estrecha relación de Felipe II, nieto de
Manuel I, con la monarquı́a del vecino paı́s. Mármol Carvajal advierte al
lector de la necesidad de que el rey español tome ejemplo del mandatario
portugués y promueva sus intereses coloniales en el norte de África.
Resulta significativo que el autor de la Primera parte destaque el papel
decisivo de los conocimientos geográficos sobre África, que facilitan el descu-
brimiento de nuevas rutas de navegación, en la labor expansionista de los
portugueses. Mármol Carvajal autoriza la información que él mismo ofrece,
al sostener que todo lo ‘‘alcançó el Infante con puro trabajo de su estudio,
leyendo autores antiguos y muy graves, y no por inspiración divina, como
algunos quisieron dezir . . . Este infante estudiaba, leya, y estudiaba, creya, y
dubdava, como lo suelen hacer todos los que son hombres en las cosas que
proceden de sus juycios’’ (45v). La referencia a la empresa imperial por-
tuguesa se completa con datos concretos sobre los inicios del comercio de
esclavos de raza negra emprendido por esta nación europea. Mármol Car-
vajal menciona al portugués Antonio Gonçalez, quien ‘‘allı́ peleando cativó
algunos negros que fueron los primeros que aportaron a Lisboa’’, y luego
relata el gran contento del infante Enrique ‘‘con la presa que traya Antonio
Gonçalez, viendo que se comenzaba a sacar fruto de sus trabajos’’ (47r). En
las páginas siguientes, añade varias noticias de las primeras capturas de indi-
viduos de raza negra por parte de los portugueses en cada una de las áreas
del África occidental en que se iban instalando.25 Esta información com-
plementa las repetidas referencias al tráfico de esclavos a lo largo de toda la
obra, y su función principal es señalar las ventajas económicas con que se
asocia la presencia europea en el continente.26

25. Sobre la esclavitud en Portugal, remito a Saunders.


26. Véase, por ejemplo, Mármol Carvajal 2v, 3r, 15v y 47v.
Martı́nez-Góngora : e l d is cu rs o a fr ic an is ta j 185

Como indicaba arriba, la alusión a la trata y a la explotación de seres


humanos coincide con una realidad de la España peninsular, en la que la
presencia de esclavos de color es frecuente en determinados sectores de la
población.27 De acuerdo con Jeremy Lawrence, un siglo después de la pri-
mera venta de esclavos en suelo portugués en 1444, España poseı́a la pobla-
ción de raza negra más elevada de la Europa del Renacimiento (‘‘Black
Africans’’ 70). En la mitad del siglo XVI se importaba un promedio de dos
mil esclavos al año a través de la Casa dos Escravos de Lisboa, por lo que la
comunidad negra contaba con sus propias cofradı́as en las ciudades de
Sevilla, Valencia y Barcelona. Según Aurelia Martı́n Casares, la población de
esclavos en España alcanzaba una cifra de cien mil, distribuidos principal-
mente en las ciudades andaluzas; según el censo de 1565, Sevilla contaba con
un 7,4% de población negra (La esclavitud 376–84).28 Recordemos que la
repercusión de este fenómeno se constata en la literatura del Siglo de Oro a
través de la presencia de personajes como Zaide en el Lazarillo de Tormes, el
esclavo negro de Carrizales, Luis, en la novela ejemplar de Cervantes ‘‘El
celoso extremeño’’, varios personajes negros de las novelas de Marı́a de
Zayas, o los estereotipos empleados por Francisco de Quevedo en su poema
‘‘Boda de negros’’.
La utilización literaria de la figura del negro por parte tanto de estos
autores como de León y Mármol Carvajal permite la articulación de un dis-
curso de la diferencia, en el que la construcción de un ‘‘otro’’ de color sig-
nifica implı́cita y, a menudo, explı́citamente dar forma al sujeto ‘‘blanco’’ de
la temprana Edad Moderna (MacDonald 7). En ese sentido, debemos tener
en cuenta la manera en que, como apunta Toni Morrison, los habitantes del
África negra son usados en las obras literarias europeas para describir e
imponer la invención y las implicaciones de la ‘‘blancura’’ (52). El autor de
la Descripción de África exhibe una configuración del concepto de lo blanco
similar a la que presentan algunos textos europeos de la Temprana Moderni-
dad, en los que se construye en oposición con lo negro, que es percibido
como inferior (León el Africano 58; 87; 98). En sus textos, el binomio blanco-

27. Acerca del comercio de esclavos, véase Thomas.


28. Estos datos son más recientes que los de Domı́nguez Ortiz, quien estimaba que se hallaban
registrados en la diócesis de Sevilla (incluye Sevilla, Huelva, Cádiz y Málaga) 14.670 esclavos (no
todos de raza negra), en una población total de 429.362 habitantes (376–84). Sobre la diversidad
de origen de la población de raza negra en la España del Renacimiento, remito a Martı́n Casares
(‘‘Free’’, 248).
186 i h is pa ni c r ev ie w : spring 2009

negro puede considerarse el lenguaje original de la diferencia racial, lo que


se aprecia incluso en el famoso chiaro-oscuro, que basado en la dualidad luz-
sombra, se halla ı́ntimamente asociado a la dicotomı́a de origen religioso
entre el bien y el mal (Boime 2; Hall 2). Es interesante destacar que, de
acuerdo con Frantz Fanon, esta dicotomı́a determina las percepciones
modernas de raza, por lo que las nociones negativas asociadas tradicionalmen-
te a lo negro no podrán ser cuestionadas de manera satisfactoria hasta que
no seamos capaces de reconocer la importancia de esta conexión (189). Para
Fanon, basta recordar el modo en que se desarrolla esta oposición binaria:
‘‘blackness, darkness, shadow, shades, night, the labyrinths of the Earth,
abysmal depths, blacken someone’s reputation; and in the other side, the
bright look of innocence, the white dove of peace, magical, heavenly light’’
(189). Incluso desde épocas anteriores al Renacimiento, los tropos relaciona-
dos con la negritud logran su fuerza expresiva mediante esa oposición, que
coopera en la construcción de la imagen demonı́aca de las culturas africanas.
Sin embargo, lo más importante es observar que esta polaridad pertenece a
una jerarquı́a racial en la que lo negro tiene la función de glorificar la blan-
cura de los europeos (Hall 6).29
En la Primera parte, la repetida mención al comercio de esclavos se com-
pleta con una representación extremadamente desfavorable del individuo de
raza negra que, basada en parte en la ofrecida por León en su Descripción, es
fijada y perpetuada por Mármol Carvajal. León mostraba en su obra una
preferencia por los musulmanes blancos sobre los habitantes de raza negra,
que impedı́a una categorización uniforme y monolı́tica de los pobladores del
continente africano (Fanjul 42). Por ejemplo, según León, los habitantes de
‘‘Tierra de Negros’’ son rudos e irracionales, ya que viven ‘‘como las bestias
brutas, sin ley ni norma alguna’’ (León el Africano 44). León comenta tam-
bién que ‘‘viven como animales, sin reyes, ni señores, ni estados, ni gobier-
nos, ni costumbres, apenas saben sembrar, van vestidos con pieles de oveja y
ninguno tiene una mujer en propiedad exclusiva . . . de noche se reúnen diez
o doce hombres y mujeres por choza y cada uno se acuesta con la que le
gusta más’’ (285). El autor afirma también que ‘‘la gente de Zanfara es alta de

29. Kim F. Hall estudia las conexiones entre raza y género, el efecto de las diferencias raciales y
culturales en la imagen literaria de los africanos de raza negra, ası́ como la relación entre estas
nociones y la formación de la subjetividad moderna en textos renacentistas, entre los que destacan
obras de William Shakespeare, Ben Jonson, Sir Philip Sidney, los Viajes de Mandenville y el texto
de León. Respecto a este último, véase Hall 28–40.
Martı́nez-Góngora : e l d is cu rs o a fr ic an is ta j 187

estatura pero negros más allá de lo imaginable y con largas caras de animales,
condición que mejor les cuadra que no la humana’’ (294).
En contraste, ofrece una valoración positiva de la ‘‘blancura’’, demostrada
en su apreciación acerca de ciertos habitantes ‘‘muy blancos, corteses y de
trato amable’’ (58), de mujeres ‘‘hermosas y blancas’’ (87), o de otras damas
norteafricanas que ‘‘son muy blancas, gruesas y amables’’ (98). El autor de la
Descripción pone de relieve este aspecto común entre europeos y norteafrica-
nos en torno a la noción de privilegio y poder con que se asocia la piel
blanca, que se construye mediante la denigración de la negra. Por este
motivo, le es útil la inclusión de una serie de tópicos degradantes relaciona-
dos con el carácter incivilizado y bestial del individuo de raza negra. En la
séptima parte de la Descripción, León se refiere con frecuencia al comercio de
seres humanos emprendido por los portugueses, ası́ como a la participación
en él de los propios individuos de raza negra. Por ejemplo, se incluyen
detalles sobres los precios de los esclavos en el reino de Gago, en el que ‘‘hay
una plaza donde los dı́as de mercado se vende multitud de esclavos tanto
varones como hembras; una joven de casi quince años vale unos seis ducados
y un mozo casi lo mismo; los niños pequeños valen casi la mitad, ası́ como
los esclavos de avanzada edad’’ (290). En definitiva, el interés de este autor
blanco norteafricano en establecer una distancia con respecto al individuo de
raza negra mediante la negativa representación de sus modos de vida sirve
tanto para ‘‘naturalizar’’ un estatus de la diferencia basado en la pigmenta-
ción de piel, como para ‘‘legitimar’’ el tráfico de esclavos en el área.30
En el caso de Mármol Carvajal, la construcción y difusión de la imagen
negativa tiene una función similar de justificar el mercado de esclavos en un
sistema de producción que cuenta con la explotación sistemática de sus cuer-
pos. Mármol Carvajal, quien da cuenta de la existencia de jerarquı́as entre
las diferentes comunidades africanas, puesto que, como señala, en la ribera
del rı́o Zenegas habitan ‘‘las poblaciones más nobles de los negros’’, establece
una distinción radical entre los pobladores de raza negra según el criterio de
la diferencia religiosa, al apuntar que

los del reino de Manicongo que se han convertido a la fe de Jesu Christo,


los otros que están a la parte oriental hazia Nubia, o Neuba, y que confinan
con los de la alta Etiopia que llaman Habexa, o Abixinios, son también

30. Acerca de estos mecanismos ideológicos, véase Eagleton 58–61.


188 i h is pa ni c r ev ie w : spring 2009

platicos, más los que viven en la parte interior, que los Alárabes llaman
pueblos del Zinche y sierras de Alard y que son gente bestial, monstruos
de naturaleza, que los más dellos no comunican con forasteros ni dexan
ver dellos, y por la mayor parte no tiene otro exercicio sino robarse y
matarse los unos a los otros, y de contino tienen guerra. (15r–v)

Mármol Carvajal continúa su representación negativa del habitante del


África subsahariana refiriéndose al carácter brutal y monstruoso de ‘‘unos
pueblos grandı́simos que llaman Bárbaros . . . [que] para ser conocidos en
las batallas se hazen muchas rayas en las caras, y aunque son muy ingeniosos
y arteros, son por otra parte brutos y bestiales, que no quieren comunicar ni
contratar con nadie de sus vecinos’’ (15v). El comportamiento incivilizado
de estos pobladores determina la existencia de conflictos bélicos entre los
miembros de las diversas tribus de la zona, ya que, según el autor, son tan
‘‘brutos y bestiales, que no quieren comunicar ni contratar con nadie de sus
vezinos y se visten de pellejos de animales’’; asimismo, ‘‘no platican unos con
otros por causa de las guerras, y por eso son diferentes en sectas y supersti-
ciones’’ (15v). La referencia al material que los pobladores de estas áreas utili-
zan para su vestimenta se corresponde con la posición cercana a la naturaleza
que se atribuye a los africanos negros en los testimonios de los viajeros de la
época. Estos tienden a comentar la desnudez, o casi desnudez, de los habitan-
tes del continente africano, de acuerdo con un sistema de valores europeo en
el que el vestido posee una importante carga semántica (Lowe 21).31 Asi-
mismo, la atención a los conflictos creados por la conducta de estos indivi-
duos permite configurar una imagen del africano de raza negra en la que
imperan los aspectos del caos y el desorden. En ese sentido, la Primera parte
funciona de manera similar a ciertas obras de literatura colonialista que, de
acuerdo con Abdul JanMohamed, constituyen

an exploration and a representation of a world at the boundaries of ‘‘civili-


zation,’’ a world that has not (yet) been domesticated by European signifi-
cation or codified in detail by its ideology. That world is therefore
perceived as uncontrollable, chaotic, unattainable, and ultimately evil.
Motivated by his desire to conquer and dominate, the imperialist config-

31. Sobre el valor semiótico de la ropa como signo de estatus social, véase Roche 3–43.
Martı́nez-Góngora : e l d is cu rs o a fr ic an is ta j 189

ures his colonial realm as a confrontation based on differences in race,


language, social customs, cultural values, and modes of production. (59)32

Uno los principales aspectos que define el carácter incivilizado del africano
y que permite justificar una percepción del mundo en el que habita como
caótico y diabólico, similar a la que describe JanMohamed, lo constituye su
extraordinaria capacidad reproductiva, que sugiere un exceso de energı́a se-
xual que denota la inferioridad moral del poblador del continente africano.
Para Mármol Carvajal, los habitantes de cierta área del África subsahariana
‘‘son tantos que si no fuese por una aire que llaman Reha el Sueyda que corre
en aquellas partes de setenta en setenta años y los mata y cubre de arena,
crecerı́a tanto su número que sobrepujarı́a a todos los hombres de la tierra’’
(15v). La amenazadora visión de la enorme capacidad del poblador del inte-
rior de África para engendrar descendencia se relaciona con una visión
estereotipada de su incontrolable sexualidad, tal como apunta Kate Lowe
(29–32). El argumento de la exagerada capacidad reproductiva, en este caso,
de un ‘‘otro’’ de origen musulmán fue muy utilizado a la hora de probar la
inferioridad de los moriscos, según el testimonio de varios autores en los
años en torno a su expulsión.33 El temor de los cristianos viejos ante la gran
fertilidad de los miembros de la comunidad morisca se relaciona con una
visión de la actividad sexual del varón musulmán como desmesurada, según
la cual una de las consecuencias más graves de la tendencia a la lujuria de los
moriscos españoles serı́a el incontrolado ı́ndice de natalidad de la comuni-
dad.34 El incremento de la natalidad en la comunidad morisca suscita, sin

32. JanMohammed fundamenta su estudio en la experiencia colonial británica posterior al siglo


XVIII. Se debe aclarar que si bien sus nociones, ası́ como las desarrolladas por Toni Morrison,
son válidas a la hora de explicar la construcción de una diferencia racial que se remonta al Renaci-
miento, pierden de vista tanto las connotaciones religiosas que poseı́an en la España de la tem-
prana Edad Moderna el término ‘‘blanco’’ como el espı́ritu de cruzada que anima, desde el punto
de vista ideológico, la empresa expansionista propuesta por Mármol Carvajal.
33. Por ejemplo, el dominico Agustı́n Salucio sostiene en 1597 que se multiplican como ‘‘conejos’’
(cit. en Perceval, Todos 170–71). En el Persiles (1617), Cervantes pone en boca del jadraque Xarife
que, a los moriscos ‘‘no los esquilman las religiones, no los entresacan las Indias, no los quitan las
guerras; todos se casan, todos o los más engendran, de do sigue, y se infiere que su multiplicación
y aumento ha de ser innumerable’’ (995).
34. La asociación entre la lascivia del morisco y el aumento de la natalidad de la población es
evidente para el padre Aznar Cardona, quien en Expulsión iustificada de los moriscos españoles
(1612) sostiene que ‘‘[los moriscos] eran entregadı́simos sobremanera al vicio de la carne’’ (cit. en
Garcı́a-Arenal 232–33). El mismo autor continúa: ‘‘multiplicavanse por estremo, porque ninguno
dexaba de contraer matrimonio . . . ni avia continente alguno entre ellos hombre ni muger, señal
clara de su aborrecimiento de la vida honesta y casta’’ (cit. en Garcı́a-Arenal 233–34).
190 i h is pa ni c r ev ie w : spring 2009

embargo, otro tipo de reacciones por parte de quienes lo consideran conve-


niente desde el punto de vista económico, debido a la posibilidad de que sus
integrantes sean aprovechados como mano de obra barata, tal como se
aprecia en el Tratado acerca de los moriscos de España compuesto por Pedro
de Valencia en 1606 (84).35
En ese sentido, la referencia de Mármol Carvajal a la capacidad reproduc-
tiva de los africanos de raza negra puede relacionarse con el interés por los
beneficios económicos asociados a la explotación de sus cuerpos. De este
modo, la representación degradante del individuo de color resultarı́a com-
patible con la inclusión al término de la Primera parte de las ya mencionadas
epı́stolas firmadas por la reina de los abisinios y por el rey de Manicongo en
las que ambos hacen profesión de su fe cristiana. En la misiva que este último
dirige al rey de Portugal, destaca, además de su declaración de alianza al
cristianismo, una enumeración de los regalos que le envı́a:

un presente de cosas que se crı́an y hazen en aquellos reynos en que avı́a


gran quantidad de marfil, y muchos fardos de pellejos de martas, ginetas,
lobos cervales, y onças, y otros animales, quantidad de lienços, hechos e
hilado de yerbas, muy finos, unos crudos y otros teñidos de pietro, y algu-
nos labrados de la manera de Zarzahan, tan finos y de color tan perfecta
que de lexos parescı́an de seda. (51r)

La relación de artı́culos de lujo que, tan cotizados en los mercados occiden-


tales, son producidos y poseı́dos por los habitantes de Manicongo refuerza la
noción de enriquecimiento pecuniario con que se asocia la experiencia colo-
nial de los europeos en África. La inclusión de una enumeración de pro-
ductos de consumo de lujo en una misiva redactada por un monarca africano
permite que el texto de Mármol Carvajal exhiba, de manera similar a otros
europeos de la Temprana Modernidad, lo que Hall considera ‘‘a troping of
blackness, a use of difference associated with Africa to express European
luxury, wealth and beauty’’ (24).36 Aun más, mediante la alusión a los regalos

35. Steven Hutchinson señala al respecto: ‘‘the profit of the Moriscos’ fertility accumulates as
added capital for further profit, and thus even more capital, whereas in the case of the rest of the
population the base capital itself is being spent in a diminishing cycle unable to regenerate itself
in the face of the Moriscos’ reproductivity’’ (74).
36. Aunque la mención del oro no está presente en ese pasaje, se debe tener en cuenta que, según
Lowe, ‘‘the association between gold jewellery and Africans seems to have persisted in the visual
record even in the very changed circumstances of black African slavery in Europe, probably
because iconographically these African slaves and servants were being used simultaneously as
Martı́nez-Góngora : e l d is cu rs o a fr ic an is ta j 191

y a la orgullosa declaración de estos monarcas africanos de su conversión al


cristianismo incluidas en estas epı́stolas dirigidas a representantes de los
poderes polı́ticos y religiosos occidentales, se afirma el carácter dócil y
altamente asimilable de los habitantes del África negra y se sugieren las ven-
tajas económicas para los españoles relacionadas con la colonización de la
zona y con la explotación de sus habitantes.
La sujeción potencial del africano de raza negra es subrayada en el texto
mediante la leyenda del Preste Juan, el poderoso emperador cristiano de
Etiopı́a, cuyo nombre y localización son discutidos por los distintos autores
que lo tratan, desde Mandeville hasta Antonio de Torquemada.37 Mármol
Carvajal marca tanto el carácter mı́tico como la identidad occidental de este
poderoso emperador cristiano de Etiopı́a, al informar que su ‘‘estado y
majestad . . . era tan grande que ciento y veinte años atrás, mostraba ser más
divino que humano, en tanta manera que muchos señores y reyes sus vasallos
no le podı́an ver el rostro . . . Mas . . . se fizo más afable, y se dexaba ver y
comunicar de las gentes, especialmente quando supo de los portugueses que
aportaron en aquella tierra las costumbres de los reyes de Europa’’ (19v). Es
necesario considerar que en el momento en que Mármol Carvajal escribe su
obra, la leyenda del Preste Juan habı́a perdido el impacto que poseı́a en la
Edad Media.38 Tras los primeros contactos entre los portugueses y el Imperio
abisinio en la primera parte del siglo XVI, la posibilidad de hacer del pode-
roso emperador de Etiopı́a un aliado para hacer frente al común enemigo
musulmán, que subraya el mito, ha dejado de tener eficacia polı́tica (Fra-
Molinero 341). Aunque Mármol Carvajal deja a un lado la problemática rela-
cionada con la contradicción entre la condición cristiana de los africanos y
su potencial como esclavos, la referencia a la leyenda de una comunidad
evangelizada en África invulnerable a la presión del Islam le es útil para dar
énfasis al enorme potencial de sus pobladores para asimilarse a las tradi-
ciones y al sistema de valores europeos, y someterse, de este modo, a la
autoridad de Occidente.

markers of richness of the continent of Africa, as embodiments of their inferiority in a European


context’’ (24).
37. Antonio de Torquemada, aun si discute en Jardı́n de flores curiosas (1570) la localización del
Preste Juan en Etiopı́a, mantiene el carácter cristiano original de los etı́opes, que se ‘‘precian ellos
de ser los primeros cristianos que hubo en comunidad en el mundo’’ (242).
38. Lawrence alude a un pasaje del Viaje de Turquı́a (1557), en el que el juego de palabras ‘‘Petro
Juan’’ es indicativo de lo poco en serio que se toma esta leyenda medieval en la España de la
expansión colonial (‘‘Middle’’ 316).
192 i h is pa ni c r ev ie w : spring 2009

En conclusión, Mármol Carvajal, quien incorpora en su texto parte de la


información contenida en la Descripción de África de León, ignora las repeti-
das referencias del autor de origen musulmán a los rasgos comunes entre
europeos y norteafricanos para centrarse en la diferencia del habitante del
África subsahariana. En la Primera parte no sólo contrasta el carácter violento
de los musulmanes del Norte con la docilidad de los habitantes de raza negra,
sino que destaca la facilidad con que éstos asimilan los valores culturales
europeos, tal como demuestra su disposición a convertirse al cristianismo.
La inclusión en la obra de epı́stolas de monarcas africanos en que éstos afir-
man su fe cristiana y la referencia al mito del Preste Juan sugieren la facilidad
con que se podrı́a llevar a cabo la colonización de la zona. En definitiva, la
experiencia de Mármol Carvajal como cautivo en poder de los musulmanes
permite la articulación de un discurso que, centrado en buena medida en
los intereses comerciales de los españoles en África, se fundamenta en la
presentación de una serie de bienes ampliamente valorados en los mercados
occidentales y de un radical ‘‘otro’’ de raza negra definido por su capacidad
para ser asimilado por el pueblo cristiano colonizador. Sólo la ausencia de
un proyecto sólido de explotación colonial en África por parte de la autori-
dad del Estado explica tanto la falta de repercusión de la obra en la sociedad
de la época, como que los esfuerzos de Luis del Mármol Carvajal por acercar
a sus compatriotas el contenido de la obra de León y la desconocida realidad
del continente al sur del Mediterráneo hayan resultado radicalmente en vano.
Sin embargo, a pesar de su impacto limitado, no podemos negar el valor de
esta Primera parte de la descripción general de África a la hora de poner en
evidencia la existencia de una serie de aspiraciones coloniales que, por for-
tuna, los españoles nunca vieron cumplidas.

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