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R e n a c i m i e n t o e n La primera parte de
la descripción general de África de
Luis del M ármol Carvajal
Mar Martı́nez-Góngora
Virginia Commonwealth University
1. Los folios preliminares que contienen los prólogos dirigidos al lector y al rey no están numera-
dos en la edición de 1573, reproducida en facsı́mil por el Consejo Superior de Investigaciones
Cientı́ficas en 1953, con introducción a cargo de Agustı́n G. de Amezúa. Cito por esta edición.
2. Luis del Mármol Carvajal dedica un segundo libro a la historia de los mahometanos en el
Magreb, desde su origen hasta 1571.
3. Según Said, ‘‘territory and possessions are at stake, geography and power . . . At some very basic
level, imperialism means thinking about, settling on, controlling land that you do not possess, that
is distant, that is lived on and owned by others’’ (Culture 7).
4. Para Said, ‘‘Orientalism depends for its strategy on this flexible positional superiority, which
puts the westerner in a whole series of possible relationships with the Orient . . . The scientist, the
scholar, the missionary, the trader, or the soldier was in, or thought about, the Orient because he
could be there, or could think about it, with very little resistance on the Orient’s part’’ (Oriental-
ism 7).
5. León pertenece a una familia de exiliados granadinos residentes en el reino magrebı́ de Fez,
donde estudió árabe, derecho y teologı́a (Davis, 16–87; Rubio, xxvi–xxvii). Christopher Miller (16)
y Kim Hall (30) destacan la asimilación modélica del autor a la cultura occidental. Para un repaso
sobre el impacto de este autor en la crı́tica, véase Davis 5–10; 277, n. 8.
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6. Sobre la diferencia establecida por León entre las diversas poblaciones africanas según el color,
ver Davis 128–49.
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7. Lisa Jardine y Jerry Brotton critican la excesiva polaridad del argumento de Said, ya que en el
contexto del material histórico es posible ir más allá de una visión del Este como peligroso,
marginado y exótico, atendiendo a cómo diversas capitales europeas comparten intereses comerci-
ales con Estambul (61).
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8. Acerca del concepto de ‘‘domesticación’’, véase Ryan 523. Los españoles de la época mostraron
un escaso interés tanto en el texto de Mármol Carvajal como en su fuente principal, la Descripción
de África de León, publicada por Giovanni Battista Ramusio en Venecia en 1550, en un volumen
titulado Navegazioni e Viaggi. La obra de León, titulada Descrizione dell’Africa e delle cose notabili
che quivi sono, fue rápidamente traducida a las principales lenguas europeas, con excepción del
castellano (Zhiri 161).
9. Se debe destacar también la Topografı́a e historia general de Argel (Valladolid, 1612). Según
Garcés, su autorı́a, atribuida a Diego de Haedo, corresponde en realidad a Antonio de Sosa,
cautivo en Argel entre 1577 y 1581 (32–33).
10. Sobre los intereses españoles en África, ver Braudel 1184–85; Garcı́a-Arenal y de Bunes 57–95.
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11. Por ejemplo, las historias de cautivos escritas por Cervantes, que exponen las relaciones entre
la experiencia del cautiverio y la identidad nacional (Fuchs 154–63). Para Fuchs, la dificultad para
distinguir a los buenos cristianos de los malos y la inestabilidad de las identidades religiosas que
exhiben estos textos hacen problemática una visión de España como cabeza de un Imperio sacro,
y sugieren a la vez la existencia de un espacio nacional permeable en el que el ‘‘otro’’ musulmán
se halla más presente de lo deseado en la formación de la imaginerı́a nacional (163).
12. Véase, al respecto, Serafı́n Fanjul, editor de la Descripción de África, 15–18; Garcés, 19–20. Sobre
las prácticas de piraterı́a y patente de corso, ver Braudel 865–91; Garcés 29–31; Garcı́a-Arenal y de
Bunes 163–208. Acerca de las actividades de cautivos y renegados, ver Garcı́a-Arenal y de Bunes
209–55.
13. Es verdad que la escasez de datos sobre el continente se ‘‘compensa’’ con la amplia difusión
de una negativa imagen del ‘‘otro’’ musulmán, ‘‘moro’’, ‘‘morisco’’ o ‘‘turco’’, que ofrecen obras
como el Antialcorano (1532) de Bernardo Pérez de Chinchón, la referida Antigüedades de África de
Bernardo de Aldrete (1606) o Coronica de los moros (1618) de Jaime de Bleda, como apunta José
Marı́a Perceval (‘‘Blick’’, 6).
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14. De acuerdo con L. P. Harvey, la toma de Argel por parte de los turcos da esperanzas a los
moriscos de conseguir su apoyo ante una posible sublevación (336–37). Este autor incluye un
pasaje de la Historia del rebelión y castigo de los moriscos del reyno de Granada de Mármol Carvajal
(Málaga, 1600), en el que se ofrece un recuento de la misión diplomática de los moriscos en
Estambul (Harvey 337–40).
15. Francisco Márquez Villanueva afirma que, si bien Felipe II era consciente de la dificultad de
una invasión turca, invocaba con frecuencia su inminencia con objeto de extremar la vigilancia
de las autoridades provinciales y conseguir más dinero de los procuradores en las Cortes (108).
16. Acerca de la Información de Argel de Cervantes como expresión de la experiencia traumática
del cautiverio, véase Garcés 115–18.
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17. Para Bhabha, ‘‘It is only when we understand that all cultural statements and systems are
constructed in this contradictory and ambivalent space of enunciation, that we begin to under-
stand why hierarchical claims to the inherent originality or ‘purity’ of cultures are untenable, even
before we resort to empirical historical instances that demonstrate their hybridity’’ (37).
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18. Garcı́a-Arenal y de Bunes destacan el papel del Magreb como ‘‘eslabón entre la Europa medi-
terránea y el África negra’’, ya que conectaba ‘‘el comercio del oro del Sudán (África negra subsa-
hariana) con las dos regiones más desarrolladas de los siglos medievales, el Oriente Próximo y la
Europa mediterránea’’ (29).
19. Acerca de la historia del protectorado aragonés en el norte de África durante la Edad Media y
las actividades de los mercaderes catalanes, remito a Fernández-Armesto 126–40. Sobre la ruta de
oro africana en el Medioevo, consúltese Fanjul 24; Fernández-Armesto 140–48.
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20. Ramusio altera el plan original de León, quien tenı́a pensado dedicar una obra separada a la
descripción de los rı́os, minerales, animales y plantas de África (Zhiri 164). Además, el editor
cambia nombres propios y cifras y añade quince comparaciones entre realidades norteafricanas y
europeas, con objeto de acercarlas al lector occidental; también omite referencias a la civilización
islámica y a la literatura árabe (Zhiri 165–71).
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de pasar largos perı́odos sin comer ni beber, ası́ como su utilidad práctica,
ya que es empleado como medio de transporte de personas y de carga (22v).
También se aparta del texto de León en la descripción de los avestruces, al
mencionar el detalle práctico de que ‘‘los Alárabes quando matan estas aves
les quitan todas las plumas y las traen a vender a las fronteras a los mercade-
res de Europa, los cuales las hazen aderezar y teñidas de diversas colores las
venden a los galanes para traer en las gorras y en los sombreros por gentileza,
o por bravosidad’’ (30r).
En otro pasaje, se detiene en la descripción de los caballos. Además de
distinguir entre las varias razas, se desvı́a considerablemente de la fuente
principal constituida por el texto de León, al recalcar el valor económico de
algunas de ellas, tal como la del ejemplar árabe, que no sólo es ‘‘extrañamente
ligero’’, sino que ‘‘es apreciado en mil ducados de oro, o en cien camellos,
aunque hay pocos dellos en Berberı́a’’ (23v–24r). Mármol Carvajal apunta la
manera en que la escasez de caballos de esta raza determina su alta cotización
en los mercados, revelando un dato real de la economı́a de la época, en la
que el ganado equino constituye uno de los bienes más pujantes de la escena
mercantil a ambos lados del Mediterráneo. Como sostienen Jardine y Brot-
ton, el caballo pertenece a la categorı́a de objetos de consumo de lujo, y su
comercio se realiza en rutas que traspasan las barreras geográficas e intelec-
tuales de Occidente en la Temprana Modernidad (132). En general, la repre-
sentación del caballo debe analizarse en relación con el modo en que codifica
nociones de género, raza y poder en un preciso entorno histórico, social y
cultural (Graham 116–17). La posición central del caballo en el sistema de
vida preindustrial, ası́ como su importancia en la formación de la identidad
cultural europea, nos obliga a tener en cuenta la fuerte carga semiótica con
que se relaciona su imagen, que constituye una marca de poder durante el
Renacimiento. El valor simbólico de la representación del caballo es evidente
en el marco de la tradición clásica de imaginerı́a ecuestre cultivada durante
el perı́odo. No en vano la crı́a caballar representa una actividad de recreo
compartida por los miembros de la élite polı́tica, tanto en Asia como en
Occidente. Además, el caballo es el regalo más frecuentemente intercam-
biado por los jefes de Estado. Estos aspectos demuestran el fuerte contenido
semántico de poder y prestigio, tanto ‘‘real’’ como de la propia representa-
ción, que conlleva en la época la imagen del caballo (Jardine y Brotton 139–
44).
Se debe añadir que la representación del caballo en el Renacimiento entra-
ñaba un cúmulo considerable de asociaciones con ‘‘Oriente’’ que se han per-
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21. Jardine y Brotton se basan en esta premisa para su análisis del cuadro Carlos V en la batalla de
Mühlberg de Tiziano (178–81).
22. Sobre el número de caballos que posee cada tribu y otras referencias a las caballerı́as, véase
Mármol Carvajal 10v, 19v, 37r, 37v y 38r.
23. Recuérdese tanto la importancia del caballo en las batallas como el valor simbólico del regalo
de este animal en el Poema del Mio Cid. Sobre estos aspectos, véase Miranda 271–90; Walter y
Pavlovic 76–83.
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24. En palabras de Hall, ‘‘not only did Pory’s translation . . . provide an assessment of Africa’s
potential for colonization . . . it gave England a model for controlling the ‘meaning’ of Africa and
the seemingly inexhaustible difference it represented’’ (29).
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29. Kim F. Hall estudia las conexiones entre raza y género, el efecto de las diferencias raciales y
culturales en la imagen literaria de los africanos de raza negra, ası́ como la relación entre estas
nociones y la formación de la subjetividad moderna en textos renacentistas, entre los que destacan
obras de William Shakespeare, Ben Jonson, Sir Philip Sidney, los Viajes de Mandenville y el texto
de León. Respecto a este último, véase Hall 28–40.
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estatura pero negros más allá de lo imaginable y con largas caras de animales,
condición que mejor les cuadra que no la humana’’ (294).
En contraste, ofrece una valoración positiva de la ‘‘blancura’’, demostrada
en su apreciación acerca de ciertos habitantes ‘‘muy blancos, corteses y de
trato amable’’ (58), de mujeres ‘‘hermosas y blancas’’ (87), o de otras damas
norteafricanas que ‘‘son muy blancas, gruesas y amables’’ (98). El autor de la
Descripción pone de relieve este aspecto común entre europeos y norteafrica-
nos en torno a la noción de privilegio y poder con que se asocia la piel
blanca, que se construye mediante la denigración de la negra. Por este
motivo, le es útil la inclusión de una serie de tópicos degradantes relaciona-
dos con el carácter incivilizado y bestial del individuo de raza negra. En la
séptima parte de la Descripción, León se refiere con frecuencia al comercio de
seres humanos emprendido por los portugueses, ası́ como a la participación
en él de los propios individuos de raza negra. Por ejemplo, se incluyen
detalles sobres los precios de los esclavos en el reino de Gago, en el que ‘‘hay
una plaza donde los dı́as de mercado se vende multitud de esclavos tanto
varones como hembras; una joven de casi quince años vale unos seis ducados
y un mozo casi lo mismo; los niños pequeños valen casi la mitad, ası́ como
los esclavos de avanzada edad’’ (290). En definitiva, el interés de este autor
blanco norteafricano en establecer una distancia con respecto al individuo de
raza negra mediante la negativa representación de sus modos de vida sirve
tanto para ‘‘naturalizar’’ un estatus de la diferencia basado en la pigmenta-
ción de piel, como para ‘‘legitimar’’ el tráfico de esclavos en el área.30
En el caso de Mármol Carvajal, la construcción y difusión de la imagen
negativa tiene una función similar de justificar el mercado de esclavos en un
sistema de producción que cuenta con la explotación sistemática de sus cuer-
pos. Mármol Carvajal, quien da cuenta de la existencia de jerarquı́as entre
las diferentes comunidades africanas, puesto que, como señala, en la ribera
del rı́o Zenegas habitan ‘‘las poblaciones más nobles de los negros’’, establece
una distinción radical entre los pobladores de raza negra según el criterio de
la diferencia religiosa, al apuntar que
platicos, más los que viven en la parte interior, que los Alárabes llaman
pueblos del Zinche y sierras de Alard y que son gente bestial, monstruos
de naturaleza, que los más dellos no comunican con forasteros ni dexan
ver dellos, y por la mayor parte no tiene otro exercicio sino robarse y
matarse los unos a los otros, y de contino tienen guerra. (15r–v)
31. Sobre el valor semiótico de la ropa como signo de estatus social, véase Roche 3–43.
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Uno los principales aspectos que define el carácter incivilizado del africano
y que permite justificar una percepción del mundo en el que habita como
caótico y diabólico, similar a la que describe JanMohamed, lo constituye su
extraordinaria capacidad reproductiva, que sugiere un exceso de energı́a se-
xual que denota la inferioridad moral del poblador del continente africano.
Para Mármol Carvajal, los habitantes de cierta área del África subsahariana
‘‘son tantos que si no fuese por una aire que llaman Reha el Sueyda que corre
en aquellas partes de setenta en setenta años y los mata y cubre de arena,
crecerı́a tanto su número que sobrepujarı́a a todos los hombres de la tierra’’
(15v). La amenazadora visión de la enorme capacidad del poblador del inte-
rior de África para engendrar descendencia se relaciona con una visión
estereotipada de su incontrolable sexualidad, tal como apunta Kate Lowe
(29–32). El argumento de la exagerada capacidad reproductiva, en este caso,
de un ‘‘otro’’ de origen musulmán fue muy utilizado a la hora de probar la
inferioridad de los moriscos, según el testimonio de varios autores en los
años en torno a su expulsión.33 El temor de los cristianos viejos ante la gran
fertilidad de los miembros de la comunidad morisca se relaciona con una
visión de la actividad sexual del varón musulmán como desmesurada, según
la cual una de las consecuencias más graves de la tendencia a la lujuria de los
moriscos españoles serı́a el incontrolado ı́ndice de natalidad de la comuni-
dad.34 El incremento de la natalidad en la comunidad morisca suscita, sin
35. Steven Hutchinson señala al respecto: ‘‘the profit of the Moriscos’ fertility accumulates as
added capital for further profit, and thus even more capital, whereas in the case of the rest of the
population the base capital itself is being spent in a diminishing cycle unable to regenerate itself
in the face of the Moriscos’ reproductivity’’ (74).
36. Aunque la mención del oro no está presente en ese pasaje, se debe tener en cuenta que, según
Lowe, ‘‘the association between gold jewellery and Africans seems to have persisted in the visual
record even in the very changed circumstances of black African slavery in Europe, probably
because iconographically these African slaves and servants were being used simultaneously as
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Obras citadas