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Coge un folio en blanco y dibuja en el

centro un círculo que contenga un tema


principal (3-4 palabras, a lo sumo).
Por ejemplo: trabajo
Apunta todas las palabras que relaciones
con la palabra trabajo; rodéalas también
con un círculo y sigue creando relaciones
con nuevas palabras.

Dedica tres minutos a este ejercicio.


Después, añade sensaciones,
colores, formas…
El brainstorming es probablemente la
técnica más antigua y más conocida.
Nos ayuda a romper las limitaciones
habituales del pensamiento y a producir
un conjunto de ideas entre las que
podemos escoger las más útiles.
Se trata de una técnica muy apropiada
para trabajar en equipo. Una persona
apunta en la pizarra todas las ideas que se
proponen en el grupo; todas las ideas, sin
censura de ninguna clase: cuantas más
ideas, más raras y diferentes, mejor.
Se utilizan las ideas de
los demás como
estímulo para la
mejora: ¿Por qué me ha
parecido buena la idea
que han comentado?
¿Cómo puedo
mejorarla?
Podemos valernos de un dibujo, de un gráfico
o de una tabla para crear ideas.

Muchos escritores utilizan esta técnica:


imaginemos que quieren describir un pueblo,
pero que nunca lo han visitado; no utilizan
textos, eligen fotos y las describen.
Una vez concebida la imagen del pueblo, pasan
a especificar el tema que pretenden desarrollar:
¿Qué le falta a este pueblo?
Podemos partir del propio dibujo o
utilizar un cuadro en el que analicemos
cada uno de los elementos que vamos a
tomar en consideración:
Para elaborar cuadros o gráficos de este tipo
hace falta tiempo, pero merece la pena ya
que esta técnica estimula nuestra faceta
creativa y garantiza que no olvidemos
ninguna idea esencial.
Esta técnica es ideal para las personas que
se quedan en blanco frente al papel o para
las que se bloquean por la obsesión de
escribir textos perfectos.
Los expertos recomiendan hacer este
ejercicio tres veces por semana. Consiste en
escribir durante diez minutos
ininterrumpidamente. Si no se nos ocurre la
palabra adecuada, ponemos una X o
anotamos expresiones del tipo «me hace
falta una palabra pero no puedo
acordarme», y seguimos escribiendo.
Por supuesto, cantidad no es
sinónimo de calidad, y en más de una
ocasión no habremos escrito nada
provechoso al final del proceso. En
todo caso, esta práctica nos permitirá
ganar velocidad a la hora de escribir
y perder el miedo a la hoja en
blanco.
Quienes escriben a menudo aconsejan
copiar. Todos copiamos, aunque no
nos demos cuenta: al enviar cartas en
las que sólo cambia el destinatario, al
coger apuntes, al hacer resúmenes…
Por ejemplo, hemos copiado parte de
este texto: hemos leído lo que otras
personas han dicho sobre el tema, y
lo estamos explicando a nuestra
manera.
Si encontramos un buen texto, ¿por
qué no reutilizarlo cambiando los
conceptos y adecuándolo a nuestros
intereses? ¿Por qué no sumar ideas
nuevas a las buenas ideas?
De todos los errores de redacción que
cometemos, quizá el más grave sea el de no
ceñirnos al tema que nos hemos fijado.
Dedicar unos minutos a evitarlo centrándonos
en los detalles del mensaje principal no
significa perder el tiempo y, además, ofrece
la oportunidad de ir sumando nuevas ideas
durante el proceso.
Escribir partiendo del título es una técnica
apropiada para asegurar que nos centramos
en el mensaje principal.
Los periodistas a menudo emplean esta
técnica para redactar noticias breves:
Consiste en utilizar las respuestas a las
partículas interrogativas básicas (quién, qué,
dónde, cuándo, por qué, cómo…) y crear con
ellas un título.
Por ejemplo:
En diciembre (cuándo), un grupo
de amigos espeleólogos (quién)
descubrió una gruta (qué) de más
de 3,7 kilómetros de largo (cómo)
en el norte de Noruega (dónde)
mientras inspeccionaban la zona
(cuándo).

Ya tienes el título. Ahora puedes seguir


redactando el texto.
Hemos presentado seis técnicas, pero existen
mil maneras para generar ideas. Cada persona
tiene su estrategia, y la mejor siempre será
aquella en la que nos encontremos más
cómodos.

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