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Nehemías 1:1-6

El escritor
En el día de hoy, amigo oyente, vamos a estudiar el libro de Nehemías, y al
entrar en la lectura de este libro quisiéramos decir algunas palabras sobre el
escritor de este libro, algo sobre la persona de quién trata el relato. El uso del
pronombre en primera persona en Nehemías 1:1 da la impresión de que
Nehemías fuera el autor. Si Esdras fue el escritor, entonces copió del diario de
Nehemías. Ahora este libro, como en el caso del libro de Esdras, incluyó copias
de cartas, decretos, registros y otros documentos. La conclusión es que el
mismo autor escribió ambos libros y fue probablemente Esdras. Los dos libros
de Esdras y Nehemías figuran como uno solo en el canon hebreo. Nehemías
era un laico, mientras que Esdras era un sacerdote. En el libro de Esdras, al
leerlo antes, nos dimos cuenta que el énfasis se ponía en la reedificación del
templo. Ahora, en el libro de Nehemías el énfasis recae sobre la reedificación
del muro de la ciudad de Jerusalén. En Esdras vimos el aspecto religioso del
regreso del pueblo a su tierra, mientras que aquí en el libro de Nehemías
tenemos el aspecto político. Esdras fue un buen representante del sacerdote y
del escriba; y Nehemías fue el noble representante del hombre de negocios.
Nehemías tenía un cargo muy importante en la corte del poderoso rey de
Persia, Artajerjes. Pero su corazón estaba con el pueblo de Dios en Jerusalén,
y con el programa de Dios para Jerusalén. Y quisiéramos destacar que la
principal característica de este libro es su aspecto personal. Estamos seguros
que usted recibirá una gran bendición mediante este estudio y la lectura de
este libro.

La fecha
Cronológicamente, este es el último de los libros históricos del Antiguo
Testamento. Considerando el factor histórico, llegamos con este libro al final
de una línea. En lo que concierne a la historia de los judíos, el Antiguo
Testamento no llegó más lejos. El libro de Esdras retomó el hilo de la historia
unos setenta años después del Segundo Libro de Crónicas. Los setenta años
de la cautividad habían terminado, y un remanente regresó a la tierra de
Israel. El regreso bajo la dirección de Esdras ocurrió unos cincuenta años
después del regreso bajo Zorobabel; y Nehemías regresó unos quince años
después de Esdras. Por supuesto que todas estas cifras de años que
mencionamos son sólo aproximadas y las presentamos para dar una idea de
las diferentes etapas de la historia de Israel después de la cautividad. Esto nos
permite ver cómo las setenta semanas de Daniel encajan en el contexto
general de una manera normal y razonable. Estas setenta semanas
comenzaron en el libro de Nehemías, y no en el de Esdras. En el capítulo 9 de
Daniel, versículo 25 leemos: "Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la
orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá
siete semanas, y sesenta y dos semanas" y los antecedentes históricos para
los hechos de Nehemías la encontramos en la parte final del versículo, donde
dice: "se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos".
Ahora, volviendo a Nehemías, y si usted quiere tener algunas fechas más o
menos exactas, podemos decir que el decreto de Ciro fue promulgado en el
año 536 A.C. y eso lo encontramos en el Libro de Esdras, capítulo 1, versículo
4. Luego el decreto de Artajerjes fue emitido en el año 445 A.C. (en el

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vigésimo año de su reinado). A partir de ese momento se empezarían a contar
las "setenta semanas". Y eso lo podemos leer en el segundo capítulo de
Nehemías, en los primeros ocho versículos. Y las primeras siete semanas
mencionadas en Daniel 9 finalizarían en el año 397 A.C. y eso lo vemos en
Malaquías. Y luego notamos que a través de esta profecía, uno podría indicar
claramente el período de tiempo que pasaría hasta el nacimiento del Mesías.

Versículos clave
Si tuviéramos que escoger dos de ellos, elegiríamos Nehemías 1:4 y 6:3.
Nehemías 1:4 dice: "4Cuando oí estas palabras me senté y lloré, hice duelo
por algunos días, ayuné y oré delante del Dios de los cielos". Y 6:3, nos dice:
"3Entonces envié mensajeros para decirles: Estoy ocupado en una gran obra y
no puedo ir; porque cesaría la obra si yo la abandonara para ir a vosotros.
Ahora vamos a presentar un breve

Bosquejo general
Para tener una visión panorámica del libro.
I. Reedificación de las murallas, capítulos 1 al 7.
1. La oración de Nehemías por el remanente en Jerusalén, capítulo 1.
2. El pedido de Nehemías al rey; retorno a Jerusalén; inspección de las ruinas
de Jerusalén, capítulo 2:1-16.
3. El ánimo de Nehemías para reedificar las murallas, capítulo 2:17-20.
4. Reedificación de las murallas y puertas, capítulo 3.
5. La respuesta de Nehemías a la oposición, capítulos 4 al 6. La conclusión de
las murallas, 6:15.
6. El registro del pueblo realizado por Nehemías, capítulo 7.
II. Renovación y reforma, capítulos 8 al 13.
1. Gran lectura de la Biblia conducida por Esdras, capítulo 8.
2. Renovación, el resultado, capítulos 9 y 10.
3. La reforma, otro resultado, capítulos 11 al 13.
Llegamos así a

Nehemías 1:1-6
El tema del primer capítulo gira alrededor de la oración de Nehemías por el
remanente en Jerusalén. El pueblo de Israel había sido llamado para ser un
testigo en contra de la idolatría pero, con demasiada frecuencia, fracasó y los
israelitas se hicieron idólatras. Dios había advertido a Su pueblo a través de
los profetas, de los resultados inevitables de la adoración de los ídolos. Y ellos
seguían rompiendo la ley, quebrantando la ley, hasta que finalmente ya no
hubo más remedio. Entonces Dios permitió que fueran conducidos a la
cautividad en Babilonia, que era la fuente de la idolatría. Allí, a fuerza de
hartarse de los ídolos de Babilonia, aprenderían la lección y Dios permitiría que
regresaran repudiando la idolatría. Sin embargo, su restauración espiritual

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resultaría incompleta. Y no serían completamente libres a partir de este
tiempo, en este período que abarca hasta el momento de la llegada del
Imperio Romano.
Hubo tres hombres que desempeñaron papales importantes en la reedificación
de Jerusalén. Zorobabel, el príncipe, que representó el aspecto político.
Después vimos a Esdras, el sacerdote, y finalmente Nehemías, el hombre
laico, no religioso. Como resumen histórico diremos que el rey, el sacerdote, el
profeta habían fracasado en la reedificación de los muros de Jerusalén y en la
limpieza del templo. Así que Dios levantó a un hombre a quien nosotros
designamos como laico. Y creemos francamente que ésta es una distinción
desafortunada, y es algo que hacemos a menudo en nuestros días; siempre
distinguimos de forma categórica entre los creyentes dedicados a pleno tiempo
al Señor y los laicos. Y la verdad es que unos son parte de los otros, y
necesitamos a ambos y no es necesario establecer una diferencia tan
marcada, desde el punto de vista de su efectividad en el desarrollo de la obra
cristiana.
Aquí vemos entonces que un laico reedificó los muros de Jerusalén e hizo una
limpieza en el templo. Y creemos que aún en nuestros días Dios puede y
levanta a personas que tienen ocupaciones profesionales, fuera del ámbito
religioso, para hacer grandes obras y para desarrollar Su obra sobre una base
segura.
Si examinamos bien a este hombre, Nehemías, veremos que él creía en vigilar
y trabajar, y también creía en trabajar y orar. Vigilar y orar, o podríamos decir
también, trabajar y orar, fueron las palabras que caracterizaron a este
hombre. Nehemías tenía un buen trabajo en Susa, la capital de Persia. Era un
funcionario del gobierno. Él era el copero del rey. Los coperos asistían al rey
en las comidas, sirviéndoles el vino. Eran personas de mucha confianza, que a
veces actuaban como consejeros del rey. Podía haber permanecido en la
capital del reino ya que era un hombre bueno, honrado, honesto. Pero él
nunca habría aparecido en el Libro de Dios, ni habría sido usado por Dios si
hubiera permanecido en esa posición. Y quisiéramos que usted, estimado
oyente, observe algunos de los rasgos que destacaron a este hombre, a
medida que avanzamos en nuestro estudio.
Recordemos que los primeros siete capítulos de Nehemías tenemos la
reedificación de los muros de la ciudad. Y en los capítulos 8 al 13, tenemos la
renovación y la reforma.

Nehemías 1
El primer párrafo de nuestro estudio, en el capítulo 1, podría titularse

La preocupación de Nehemías por el remanente de


Jerusalén
Vemos en el primer capítulo la oración de Nehemías por el remanente en
Jerusalén. Leamos los primeros dos versículos del primer capítulo de
Nehemías:
"Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el
año veinte, que estando yo en Susa, capital del reino, vino Hanani, uno de mis
hermanos, con algunos hombres de Judá. Entonces les pregunté por los judíos

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que habían escapado, los que se habían salvado de la cautividad, y por
Jerusalén".
Ahora, cuando escribió esta frase: aquellos que habían escapado, se estaba
refiriendo a aquellos que habían regresado a la tierra. Ahora, Nehemías podía
haber regresado a su tierra pero, por alguna razón no lo hizo. Él tenía un buen
empleo, y no lo vamos a criticar por eso, por la sencilla razón de que Dios usa
a hombres como él, y Dios usó a Nehemías.
Este hombre con un cargo tan alto, tenía una gran inquietud por la obra de
Dios. Él estaba muy preocupado por la causa de Dios. Un día que estaba
ocupado en sus tareas en el palacio, en sus actividades diarias, al dirigirse de
un lugar a otro se encontró de pronto con uno de sus hermanos que acababa
de llegar de Jerusalén, y que probablemente traía algún mensaje al palacio. Y
Nehemías se detuvo junto a él y le preguntó: "¿Qué tal, cómo van las cosas en
Jerusalén? Y ésta fue la respuesta que recibió. Leamos el versículo 3:
"Ellos me dijeron: El resto, los que se salvaron de la cautividad, allí en la
provincia, están en una situación muy difícil y vergonzosa. El muro de
Jerusalén está en ruinas y sus puertas destruidas por el fuego".
Y no fue una imagen muy agradable la que recibió. Vemos que el pueblo de
Dios y la causa de Dios se encontraban en una situación lamentable. Los
judíos estaban desprestigiados porque como pueblo de Dios habían fracasado,
y Dios no podía dejar que esto ocurriera. Desafortunadamente nosotros
tampoco podemos dejar que eso suceda hoy. Y vemos aquí que este hombre
Nehemías estaba muy preocupado e inquieto por el informe que había
recibido. Podría haber reaccionado de diversas maneras. Por ejemplo, podría
haber dicho: "Bueno, eso es muy triste, lo siento mucho y voy a orar por este
problema". Pero lo importante aquí es que él estaba muy interesado en lo que
estaba ocurriendo. Cuando él recibió este mensaje reacciona de una manera
que nos sirve de ejemplo. Veamos lo que dijo aquí el versículo 4, que inicia un
párrafo dedicado a

La oración de Nehemías
"Cuando oí estas palabras me senté y lloré, hice duelo por algunos días, ayuné
y oré delante del Dios de los cielos".
Hay varias cosas a las que queremos dirigir nuestra atención en este versículo
de una manera especial. Nehemías no era indiferente a la triste condición del
pueblo; tampoco era una persona a la que le gustaba criticar. Él lo podía haber
hecho; podría haber dicho: "Bueno, ellos deberían haber hecho eso o aquello,
o lo tendrían que haber hecho de esta otra manera". Podemos apreciar que él
no procedió de esa forma. Nehemías estaba muy preocupado por la situación y
era algo que le afectaba de una manera muy personal. Aquí encontramos lo
mismo que habíamos visto antes en el libro de Esdras, recordemos su reacción
ante la condición del pueblo de Dios. Esdras era un sacerdote, y era una
persona que se sentía comprometida y preocupada por la situación. Aquí, en
Nehemías, tenemos ahora a un laico, a un funcionario civil que también se
sentía implicado en el problema.
Hoy en día, la causa de Dios se encuentra en peligro. Y nos preguntamos si
aquellos que se ponen a criticar las cosas ¿se sienten verdaderamente
implicados en lo que está sucediendo? Si lo que alguien está criticando no le

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duele en su corazón, debería dejar de criticar. A veces se habla demasiado,
pero no se derraman lágrimas. Nadie puede ser un verdadero mensajero de
Dios si el mensaje no le causa una angustia personal.
Mientras que Esdras era un hombre mayor, creemos que Nehemías era un
joven. Anteriormente sugerimos que Esdras probablemente era un niño
pequeño en el momento de la cautividad, pero creemos que Nehemías había
nacido en la cautividad, como muchos otros. Y ésa fue la razón por la cual
cuando estudiamos el libro de Esdras, no criticamos a aquellas personas que
habían decidido quedarse en Babilonia. Aunque estaban fuera de la voluntad
de Dios (esto era obvio y lo podemos apreciar claramente en el libro de Ester)
entre ellos había personas muy fieles a Dios que no regresaron a la tierra. El
apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 14, versículo 4, dijo: "¿Tú
quién eres, que juzgas al criado de otro? Para su propio señor está en pie, o
cae". Por tanto, estimado oyente, ni usted ni yo tenemos ningún derecho de
juzgar a esa gente. Debemos tener mucho cuidado cuando juzgamos o
criticamos a otros creyentes, especialmente cuando no tenemos conocimiento
de todas las circunstancias.
Se nos dice aquí que Nehemías se sentó y lloró. Ahora, él estaba ocupado en
sus asuntos de Estado, pero esto no evitó que él se sentara y llorara. También
leemos que dijo: "hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios
de los cielos". Ésta fue la fuente de recursos de aquellos hombres, como él y
Esdras: El presentar su angustia delante de Dios y orar.
Y nuevamente quisiéramos dirigir su atención aquí a esta expresión el Dios de
los cielos, que apareció primeramente en el Libro de Esdras, luego se repitió
aquí en Nehemías, y luego, podremos observarla en el Libro de Daniel. Fue
una expresión peculiar a estos tres libros. Después de la caída y destrucción
de Jerusalén, Dios no pudo ser identificado con el Templo, como el que se
encontraba entre los querubines. Su gloria había partido y la palabra "Icabod"
(que significa ¿dónde está la gloria?) fue escrita en el escudo de armas de
Israel. El profeta Ezequiel vio la gloria del Señor salir del templo, que se
retiraba sobre el muro de la ciudad, y luego se posaba momentáneamente
sobre la cima del monte de los Olivos, y luego se elevaba hacia el cielo. No
volvió a aparecer hasta esa ocasión en Belén, según el relato de Lucas 2:14,
cuando el ángel dijo: "Gloria a Dios en las alturas" por Él está allí. Cristo
vendría a la tierra en forma de hombre, y Su gloria estaba encubierta. Pero un
día Él regresará. Y el Señor Jesucristo mismo dijo: "Entonces aparecerá la
señal del Hijo de Hombre en el cielo; y entonces todas las tribus de la tierra
harán duelo, y verán al hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo
con poder y gran gloria". (Mt.24:30) Y no sabemos cuál será esa señal. Pero
tenemos la impresión de que podría ser la gloria de Dios regresando. Pero en
el tiempo de Nehemías, Él es el Dios de los cielos y Nehemías se dirigió a Dios
de esa manera. Ésta fue una gran oración, y luego tendremos otra en el
capítulo 9. Pero aquí en el versículo 5 él dijo:
"Y le dije: Te ruego, Señor, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que
guardas el pacto y tienes misericordia de los que te aman y guardan tus
mandamientos"
Detengámonos aquí por un momento, porque esta palabra temible que se
menciona aquí, se ha usado muchas veces de una manera equivocada. Esta
palabra, que equivale a "reverendo" era el nombre que se le daba a los

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ministros religiosos anteriormente cuando se les tenía en alta estima en su
comunidad, lo cual ya no ocurre en nuestro tiempo. En otros tiempos,
entonces, era una expresión de respeto, aunque era un nombre inapropiado.
Pero en realidad quiere decir el reverendo Dios, "el Dios temible", que causa
temor. Pero también, como dice este versículo 5, es el Dios que guarda el
pacto y tiene misericordia de aquellos que le aman y obedecen sus
mandamientos. Es Dios de juicio, pero también es un Dios amante que
muestra Su gracia y Su misericordia. Y continuó Nehemías su oración diciendo
en el versículo 6:
"esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo,
que hago ahora delante de ti, día y noche, por los hijos de Israel, tus siervos.
Confieso los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; sí, yo y
la casa de mi padre hemos pecado".
Observemos el vocabulario de Nehemías en esta oración. ¿Acaso dijo el "los
pecados que ELLOS han cometido contra Ti?" No. Nehemías dijo: "Los pecados
que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado".
Nehemías sí que fue directamente al grano, estimado oyente. Dijo: "Yo soy un
pecador. La casa de mi padre ha pecado. La nación ha pecado". ¿Cuántas
veces hemos escuchado esta clase de confesión de pecado en círculos
cristianos? O sea que Nehemías se identificó totalmente con la gente, con los
que habían pecado.
Es importante destacar que en su oración, Nehemías hizo una confesión
concreta: que el fracaso de los judíos se debió al pecado. Él no actuó como en
el Nuevo Testamento actuarían los Fariseos, como simples espectadores del
pecado de los demás, y que no reconocían el suyo propio.
Y así como Su presencia se alejó del pueblo que se volvió idólatra y cayó en el
pecado, Dios permanece alejado del pecador a causa de su rebelión. Es que
hasta que una persona se vea delante de Dios tal como es, es decir, hasta que
reconozca que es un ser pecador, no podrá establecer una relación con Él.
Porque ante los demás podemos ocultar nuestros pensamientos y, hasta cierto
punto, nuestras acciones. Pero Dios ve el interior de todos y ante Él sólo
podemos expresar la verdad. Por ello, al que se acerca a Dios humildemente,
con esa actitud de sinceridad, recociendo por la fe su necesidad de la gracia y
misericordia de Dios, y la suficiencia de la obra de Cristo en la cruz a favor
suyo, Dios le recibe como Hijo, le concede el perdón, la salvación, la vida
eterna. Y entonces, Su Espíritu comienza a transformarle en una nueva
persona, en la cual pueda brillar la luz y el resplandor de la gloria de Dios.

Nehemías 1:7 - 2:16


Regresamos hoy, amigo oyente, al primer capítulo de este libro de Nehemías.
Y vamos a comenzar nuestra lectura en el versículo 7. En nuestro programa
anterior, dejamos esta parte de la oración de Nehemías. Usted recordará que
Nehemías era el copero del rey, tenía un puesto político, era un funcionario del
gobierno. En cierta ocasión se encontró a uno de sus hermanos de raza que
había venido de Jerusalén y éste le contó que las cosas estaban en una
situación terrible, que había mucha aflicción, que la gente estaba desanimada.
Y este hombre Nehemías se sentó y comenzó a llorar, y estuvo varios días
ayunando y orando. Al terminar el programa anterior estábamos leyendo la
oración que dirigió a Dios. Y concluimos leyendo el versículo 6, en el que

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observemos el vocabulario de Nehemías en esta oración. ¿Acaso dijo él "los
pecados que ELLOS han cometido contra Ti?" No. El dijo: "Los pecados que
hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado".
Nehemías sí que fue directamente al grano, estimado oyente, diciendo: "Yo
soy un pecador. La casa de mi padre ha pecado. La nación ha pecado".
¿Cuántas veces hemos escuchado esta clase de confesión de pecado en
círculos cristianos? O sea que Nehemías se identificó totalmente con la gente,
con los que habían pecado.
Es importante destacar que en su oración, Nehemías hizo una confesión
concreta: que el fracaso de los judíos se debió al pecado. Él no actuó como en
el Nuevo Testamento actuarían los Fariseos, como simples espectadores del
pecado de los demás, y que no reconocían el suyo propio.
Ahora, notemos lo que dijo aquí en el versículo 7, de este capítulo 1:
"En extremo nos hemos corrompido contra ti y no hemos guardado los
mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés, tu siervo".
Ahora, al leer estas palabras podemos ver que Nehemías creía en la Palabra
de Dios. Confiaba en ella; conocía la Palabra de Dios. Este hombre estaba muy
preocupado porque los mandamientos de Dios estaban siendo ignorados. Y
continuó aquí en el versículo 8, diciendo:
"Acuérdate ahora de la palabra que ordenaste a Moisés, tu siervo, diciendo: Si
vosotros pecáis, yo os dispersaré por los pueblos"
Podemos apreciar que él no sólo creía en la Palabra de Dios sino que también
creía en el regreso de los judíos a Jerusalén. Ahora, tomemos nota lo que dice
aquí el versículo 9:
"pero si os volvéis a mí y guardáis mis mandamientos y los cumplís, aunque
vuestros desterrados estén en los confines de los cielos, de allí los recogeré y
los traeré al lugar que he escogido para hacer morar allí mi nombre".
Nehemías le dijo al Señor: "Señor, Tú dijiste que nos ibas a dispersar si
nosotros desobedecíamos y así sucedió. Ahora, Tú también dijiste que si nos
volvíamos a Ti, es decir, si regresábamos y confiábamos en Ti, que aunque
hubiéramos sido dispersados hasta los confines de los cielos, que de allí nos
recogerías y nos traerías de regreso a la tierra prometida". Podemos
comprobar aquí que él creía que ellos iban a regresar a su tierra, y estaba
contando con ello, y por ese motivo oraba de esta manera. Escuchemos ahora
lo que dicen los versículos 10 y 11, de este capítulo 1 de Nehemías:
"Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran
poder y con tu mano poderosa. Te ruego, Señor, que esté ahora atento tu
oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, que se deleitan en
reverenciar tu nombre; haz prosperar hoy a tu siervo y concédele favor
delante de este hombre. En aquel entonces servía yo de copero al rey".
Nehemías estaba dispuesto y quería ser usado por Dios, y Dios escuchó su
oración. Pero él no estaba adelantándose a Dios, estaba orando en cuanto a
ello. Él dijo: "Si Tú me quieres usar, yo estoy disponible. Y cuando él hablaba
con Dios sobre el rey, lo llamó simplemente este hombre. Más tarde veremos
que le iba a pedir al rey permiso para regresar a la tierra. Y como no quería

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anticiparse a los planes de Dios, en primer lugar se dirigió a Él en oración. Y
así llegamos a

Nehemías 2:1-16
El tema de este capítulo es el regreso de Nehemías a Jerusalén. En el primer
párrafo tenemos entonces:

El pedido de Nehemías de regresar a Jerusalén


Al solicitar el permiso al rey, Nehemías repasó la situación de la ciudad en
ruinas y animó a la gente a reedificar las murallas. Leamos entonces el
versículo 1 de este capítulo 2:
"Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando
ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había
estado antes triste en su presencia"
Aquí en este punto de la historia, es decir, en el año veinte del rey Artajerjes,
dieron comienzo las "setenta semanas" mencionadas por el profeta Daniel.
Ésta fue una fecha importante para la profecía.
Ahora, Nehemías, como vamos a apreciar, era una persona muy agradable y
una compañía muy amena. Y nos hubiera gustado conocerlo personalmente.
Este hombre, pues, tenía un cargo político, era un funcionario del estado. Era
el copero del rey. Ahora, el copero era la persona que no sólo servía el vino al
rey, sino que también tenía como función probar todas las comidas o bebidas
que se servían al rey. Y si no caía muerto o enfermo, entonces, el rey podía
comer o beber de ello. Era un trabajo bastante peligroso como bien podemos
apreciar.
Su función de copero requería que estuviera mucho tiempo en presencia del
rey. Naturalmente, pronto llegaba a ser un amigo del rey. Creemos que
muchas veces, cuando el rey tenía que tomar alguna decisión, por ejemplo,
podría preguntar a su copero: "¿Qué le parece, cuál es su opinión sobre este
asunto? Y con el tiempo, el copero se iba convirtiendo en un tipo de asesor o
consejero del rey, en un miembro del gabinete del rey. Probablemente debido
a su alto cargo, Nehemías se había quedado en la tierra del cautiverio de su
pueblo, esperando que algún día pudiera utilizar su posición para ayudar a su
pueblo. Quizás por este motivo, preguntó a sus hermanos de raza cómo
estaba la situación en Jerusalén.
Nehemías se estaba preparando para hacerle al rey un pedido, pero aún no se
encontraba listo para ello. Especialmente en ese día no se sentía bien. Desde
que se enteró de la situación de los judíos en Jerusalén, había estado
lamentándose, ayunando y orando. Posiblemente sus ojos estaban
enrojecidos. No tenía el aspecto feliz de siempre. Nunca antes se había
mostrado triste. Generalmente era una persona alegre. Y el rey se dio cuenta
de que no era el mismo. Dice el versículo 2:
"me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro?, pues no estás enfermo. No es
esto sino quebranto de corazón. Entonces tuve un gran temor".

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Nehemías no se había dado cuenta de que sus sentimientos se habían
reflejado en su semblante. Había tratado de disimular su tristeza pero,
aparentemente, no lo había logrado. Así que el rey le dirigió una pregunta bien
directa: "¿Por qué estás triste? No estás enfermo físicamente, así que debe ser
una aflicción del corazón. Algo te está preocupando. Dime qué es". Ante esa
pregunta, Nehemías sintió un gran temor. Y dice el versículo 3:
"Y dije al rey: ¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi
rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y
sus puertas consumidas por el fuego?"
Después Nehemías exclamó: "Viva el rey para siempre". Y Nehemías podía
decir esto incondicionalmente, ya que probaba todo lo que se ponía sobre la
mesa del rey y esperaba que el rey se conservara en buena salud y,
lógicamente, él mismo también. Entonces, no pudo contenerse más y dejó
escapar lo que le estaba preocupando, es decir, el estado ruinoso de la ciudad
donde se encontraban los sepulcros de sus antepasados. Y el versículo 4 nos
dice:
"¿Qué cosa pides? preguntó el rey. Entonces oré al Dios de los cielos"
El rey le preguntó: ¿Qué cosa pides? Evidentemente tienes una petición que
hacerme. Y Nehemías quizás por un instante inclinó su cabeza y cerró sus ojos
orando al Dios de los cielos. Seguramente fue una oración muy breve.
Suponemos que pudo haber dicho: Señor, ayúdame a usar las palabras
apropiadas, porque estoy en una situación difícil. Y entonces Nehemías fue
directamente al grano, no perdió tiempo en protocolo o en palabras elocuentes
vacías de significado, sino que se dirigió directamente al problema esencial,
sin andar con rodeos. Leamos ahora el versículo 5:
"y le respondí: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti,
envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré".
Nehemías le pidió al rey un permiso especial para ausentarse, para ir a
Jerusalén para ayudar a reedificar la ciudad. Y el versículo 6 nos dice qué
ocurrió.
"Entonces el rey, que tenía a la reina sentada junto a él, me preguntó:
¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás? Y agradó al rey enviarme, después
que yo le indiqué las fechas".
Podría haber alguna razón para esta observación acerca de que la reina estaba
presente junto al rey. Sin forzar mucho la imaginación, podemos suponer que
Nehemías no sólo era una persona joven, sino que también tenía una
personalidad agradable. Podemos imaginar que, a veces, los asuntos políticos
de la corte podrían resultar bastante aburridos. Y cuando el rey pasaba mucho
tiempo discutiendo extensamente algún asunto político, la reina se aburriría y
mantendría conversaciones con el copero y asesor del rey sobre asuntos
generales, o quizás le habrá preguntado que hacía en sus momentos de
descanso. Entonces Nehemías le habrá contado que los sábados, como judío,
asistía a la sinagoga, y así también le habrá hablado de sus paseos o
entretenimientos.
Así que cuando Nehemías le pidió permiso al rey para regresar a su tierra,
podríamos imaginar que ella le dio un toque con el codo y le sugirió que
accediera a sus deseos y le dejara ir. Y, como ya hemos leído en el versículo

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6, el rey le preguntó cuánto duraría el viaje y cuándo regresaría. Una vez que
Nehemías le respondió, el rey aceptó dejarlo ir.
Evidentemente al rey le agradaba Nehemías y quiso asegurarse de que
volvería. En este punto, Nehemías pudo haber entrado en detalles pero no lo
hizo. Simplemente añadió y agradó al rey enviarme después que yo le indiqué
las fechas. Nehemías no era de esas personas que perdían mucho tiempo
hablando y sin decir nada. Ahora, en el versículo 7, leemos:
"Le dije además al rey: Si al rey le place, que se me den cartas para los
gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que
llegue a Judá"
Nehemías era consciente de que su viaje podría presentar grandes
dificultades, ya que atravesaría regiones peligrosas. Por ello le pidió al rey
cartas de presentación y explicación para los gobernadores de los territorios
que atravesaría en su ruta, para que le concediesen protección. Continuamos
en el versículo 8:
"y carta para Asaf, guarda del bosque del rey, a fin de que me dé madera para
enmaderar las puertas de la ciudadela de la Casa, para el muro de la ciudad y
para la casa en que yo estaré. Y me lo concedió el rey, porque la benéfica
mano de mi Dios estaba sobre mí".
Ahora Nehemías confiaba en el Señor, pero al ser un funcionario del estado no
vaciló en pedirle al rey una ayuda oficial y protección para el largo viaje.
Leamos ahora el versículo 9, que encabeza un nuevo párrafo en el cual

Nehemías examinó las ruinas de Jerusalén


"Fui luego a los gobernadores del otro lado del río y les di las cartas del rey.
También el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo".
A Nehemías lo estaba acompañando una escolta numerosa del ejército de
Persia. Dios había dispuesto de tal manera el corazón del rey a favor suyo
para protegerle, que él supo que la mano de Dios estaba sobre él. Así que
salió de viaje bien protegido. Recordemos aquí que cuando Esdras le había
pedido permiso al rey para regresar a su tierra, quiso solicitarle protección,
pero como había sido tan elocuente en decirle al rey cómo Dios le cuidaría y
guiaría, le dio vergüenza pedirle una escolta. Temió que el soberano le dijera:
"¿Pero no estás confiando en el Señor?" Sin embargo, Nehemías, pensó que,
siendo un funcionario del rey, tenía derecho a solicitar protección oficial.
Estimado oyente, Dios no nos guía a todos de la misma manera, Él guió a
Esdras de una forma y a Nehemías de otra. Dios le guiará a usted de una
manera y a mí de otra. Por ello, nadie debe tratar de imitar a nadie, porque
Dios tiene sus propósitos para cada uno en particular y si se lo permitimos, los
llevará a cabo. En nuestro relato, Esdras regresó sin apoyo logístico y
Nehemías con una gran escolta armada y siervos. Como vemos, Dios utilizó
ambos métodos. Leamos ahora el versículo 10 de este capítulo 2 de
Nehemías:
"Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, y Tobías el oficial amonita, les
disgustó mucho que viniera alguien a procurar el bienestar de los hijos de
Israel".

10
Al llegar a su destino, Nehemías ya se enfrentó con oposición. Tenemos aquí a
dos personajes que conoceremos más adelante. Después, conoceremos a un
tercero: Gesem, el árabe. Estos tres eran enemigos de Dios y de Su pueblo.
Ellos habían tratado de estorbar la edificación del templo, y en este momento
intentaban impedir la reedificación del muro de Jerusalén. Cuando Nehemías
llegó con su séquito impresionante de siervos y soldados, todos en esa
comarca se enteraron y quisieron saber quién era esa personalidad. Entonces
supieron que se trataba del copero del rey de Persia, que había llegado para
ayudar a los judíos. Cuando se difundió la noticia, el enemigo se afligió.
Siempre es interesante observar cómo se reciben las noticias. Depende de
quienes son los que las reciben, si las han de considerar buenas o malas
noticias. El evangelio no consiste en buenas noticias para sus enemigos; es
cualquier cosa, menos una buena noticia. Ahora veamos lo que dice el
versículo 11, de este capítulo 2:
"Llegué, pues, a Jerusalén, y estuve allí tres días".
Ahora, aquí él podía haber escrito dos o tres capítulos relatando su viaje hacia
Jerusalén y sobre las emocionantes experiencias de aquel largo camino. En
cambio, lo resumió en esta breve declaración: "Llegué, pues, a Jerusalén". Y
luego continuó diciendo en el versículo 12:
"me levanté de noche, yo y unos pocos hombres conmigo, y no declaré a
nadie lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciera en Jerusalén. No
tenía cabalgadura conmigo, sino la única en que yo cabalgaba".
Después de llegar a Jerusalén, Nehemías no quiso provocar ninguna alarma
indebida, así que salió de noche, protegido por la oscuridad, para efectuar una
inspección y ver en qué condiciones se encontraban las murallas. Evitó
cualquier ostentación y fue eminentemente práctico. Y continuamos leyendo
en los versículos 13 y 14, de este capítulo 2 de Nehemías:
"Aquella misma noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y
a la puerta del Muladar; y observé los muros de Jerusalén que estaban
derribados y sus puertas que habían sido consumidas por el fuego. Pasé luego
a la puerta de la Fuente y al estanque del Rey, pero no había lugar por donde
pasara la cabalgadura en que iba".
Había tantos escombros que su cabalgadura no podía pasar y tuvo que bajarse
del caballo y continuar a pie. Luego dijo en el versículo 15:
"Subí de noche por el torrente y observé el muro, di la vuelta y entré por la
puerta del Valle, y regresé".
Y así, Nehemías rodeó toda la ciudad y finalizó con su inspección. Luego
leemos en el versículo 16:
"Los oficiales no sabían a dónde yo había ido ni qué había hecho. Todavía no
lo había declarado yo a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a
los demás que hacían la obra".
Aquí podemos apreciar que Nehemías estaba actuando con cautela y buen
criterio al realizar su trabajo para Dios. Realmente fue un personaje
interesante y esperamos que ello reavive nuestro interés de continuar
estudiando su historia, y ver qué curso de acción seguiría.

11
Por lo que ya hemos leído sobre él, nos llama la atención que, a pesar de su
privilegiada situación en la corte, y de estar tan próximo a la dirección del
poder político y económico de su época, mostrase una sensibilidad tan grande
a los planes de Dios, a su cumplimiento y a su propia responsabilidad ante
ellos. En realidad, sólo Dios puede transformar a una persona de tal manera
que sea de verdad un hijo Suyo, y que ame a su Señor hasta el punto de
sentir la imperiosa necesidad de agradarle y servirle. Es que cuando una
persona, por la acción del Espíritu Santo adquiere la profunda convicción de su
pecado, y acepta por la fe el don gratuito de la salvación que se encuentra en
Jesucristo, se da cuenta de que no merecía el haber sido objeto del amor de
Dios. En consecuencia, surge de ella la necesidad de vivir de acuerdo con la
Voluntad de Dios, y de vivir en armonía con los planes divinos. Estimado
oyente, esperamos que ésa sea su experiencia.

Nehemías 2:17 - 3:4


En el día de hoy regresamos al segundo capítulo de Nehemías y
comenzaremos a leer el versículo 17. Pero antes permítanos recordarle que
cuando Nehemías se enteró que las cosas en Jerusalén no estaban marchando
muy bien; que la ciudad se encontraba en una situación muy triste y la gente
muy desanimada, solicitó entonces un permiso para ausentarse de su trabajo
con el rey de Persia. Viajó hacia Jerusalén desde la capital de Persia, Susa, y
fue acompañado por una numerosa escolta del ejército, como vimos en
nuestro programa anterior. Recordemos aquí que cuando Esdras le había
pedido permiso al rey para regresar a su tierra, quiso solicitarle protección,
pero como había sido tan elocuente en decirle al rey cómo Dios le cuidaría y
guiaría, le dio vergüenza pedirle una escolta. Temió que el soberano le dijera:
"¿Pero no estás confiando en el Señor?" Sin embargo, Nehemías, pensó que,
siendo un funcionario del rey, tenía derecho a solicitar protección oficial.
Estimado oyente, Dios no nos guía a todos de la misma manera, Él guió a
Esdras de una forma y a Nehemías de otra. Dios le guiará a usted de una
manera y a mí de otra. Por ello, nadie debe tratar de imitar a nadie, porque
Dios tiene sus propósitos para cada uno en particular y si se lo permitimos, los
llevará a cabo. En nuestro relato, Esdras regresó sin apoyo logístico y
Nehemías con una gran escolta armada y siervos.
Al llegar a su destino, Nehemías ya se enfrentó con oposición. En el versículo
10 vimos a Sanbalat y a Tobías, dos personajes que conoceremos más
adelante. Después, conoceremos a un tercero: a Gesem, el árabe. Estos tres
eran enemigos de Dios y de Su pueblo. Ellos habían tratado de estorbar la
edificación del templo, y en este momento intentaban impedir la reedificación
del muro de Jerusalén.
Después de llegar a Jerusalén, Nehemías no quiso provocar ninguna alarma
indebida, así que salió de noche, protegido por la oscuridad, para efectuar una
inspección y ver en qué condiciones se encontraban las murallas. Evitó
cualquier ostentación y fue eminentemente práctico. Pero había tantos
escombros que su cabalgadura no podía pasar y tuvo que bajarse del caballo y
continuar a pie. Y así, Nehemías rodeó toda la ciudad y finalizó con su
inspección. Aquí podemos apreciar que Nehemías estaba actuando con cautela
y buen criterio al realizar su trabajo para Dios. Así que, continuando con el
relato, leamos los versículos 17 y 18 del segundo capítulo de Nehemías, que
destacan

12
El estímulo de Nehemías para reedificar la muralla
"Les dije, pues: Vosotros veis la difícil situación en que estamos: Jerusalén
está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego. Venid y reconstruyamos
el muro de Jerusalén, para que ya no seamos objeto de deshonra. Entonces
les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena conmigo, y asimismo
las palabras que el rey me había dicho. Ellos respondieron: ¡Levantémonos y
edifiquemos! Así esforzaron sus manos para bien".
Habiendo efectuado un estudio completo y evaluado las obras que debían
realizarse, Nehemías convocó a los líderes de Jerusalén a una importante
reunión. Les informó cómo Dios lo había guiado, y que él había solicitado un
permiso para ausentarse de su trabajo como copero del rey para ir a
Jerusalén. También les dijo que había realizado una inspección y que había
visto cómo era la situación; y por tanto les exhortó a llevar a cabo la obra con
estas palabras: "¡Dios está con nosotros! ¡Reconstruyamos la muralla!" Y la
respuesta entusiasta de ellos fue: "Levantémonos y edifiquemos".
De modo que podemos apreciar que Nehemías era un verdadero líder. Un líder
inspirado por Dios. Y ¿qué fue lo que sucedió? Pues, simplemente que ellos
esforzaron sus manos para bien, es decir, para realizar esa buena obra.
Nehemías nos podía haber dado aquí una elaborada descripción de todo lo que
estaba sucediendo, de cómo había llegado a un acuerdo con los líderes y cómo
ellos habían reaccionado. Pero no lo hizo así. Era una persona muy modesta
que prefirió ocupar un segundo plano. Pero veamos ahora lo que dice el
versículo 19, de este capítulo 2 de Nehemías:
"Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita y
Gesem, el árabe, se burlaron de nosotros y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué
es lo que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el rey?"
Aquí tenemos a los enemigos. Tenemos a tres de ellos. Este trío va a aparecer
también más adelante en el relato. Y suponemos que cada líder cristiano, cada
siervo de Dios no solo tiene personas excelentes a su alrededor que lo ayudan,
como Nehemías, sino que también tiene cerca a personas como los que se
mencionan aquí: Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita, y a Gesem el
árabe. Y el enemigo utilizará diferentes métodos para tratar de disuadir a los
líderes, para que se desanimen en el cumplimiento de su tarea. Y por lo
general, la primera actividad de ellos es la de burlarse, poniendo a alguien en
ridículo. Éste podría ser el primer paso de la lucha de su enemigo espiritual
contra usted, estimado oyente. Él puede utilizar a los amigos que lo rodean, a
sus vecinos y compañeros de trabajo para que lo pongan en ridículo porque
usted es un creyente. Y usted se dará cuenta que ésta es una situación difícil
de soportar. Ahora, veamos que sucedió en nuestro relato, ante el ataque de
aquellos que intentaron disuadir al pueblo de acometer la gigantesca tarea de
reedificar las murallas y puertas de la ciudad de Jerusalén. Nehemías
reaccionó de una manera que nosotros debemos destacar. Leamos el versículo
20:
"Pero yo les respondí: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros, sus
siervos, nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni
derecho ni memoria en Jerusalén".

13
Aquí vemos lo que sucedió. Y fue admirable la manera en que ante las
primeras dificultades, Nehemías actuó como un gran líder, haciendo frente al
enemigo con la seguridad de la aprobación, presencia y bendición de Dios. Su
ejemplo movilizaría a todos para seguirle y comenzar esa gran empresa.
Llegamos ahora a

Nehemías 3:1-4
Y el tema en este capítulo es la reedificación de los muros y las puertas de la
ciudad. Y éste fue uno de los proyectos de edificación más grandes de que
hayamos oído. Y lo que logró hacer Nehemías fue extraordinario, porque Dios
estaba actuando en aquella ocasión. Como ya hemos visto, Dios había guiado
a Esdras y a Zorobabel, para reedificar el templo. Su tarea había sido diferente
a la de Nehemías, que era un funcionario civil, y que tendría bajo su
responsabilidad la reedificación de las murallas y puertas de Jerusalén. Y así
fue como Dios realizó Su obra de diferentes maneras y usando a hombres
diferentes.
Muchos de nosotros en nuestro ministerio, especialmente cuando
comenzamos, tratamos de imitar a alguna otra persona. Pero eso, como ya
hemos observado, no da buen resultado. Cada uno tiene que ser él mismo.
¿Ha notado usted alguna vez lo que Dios puede hacer? Utilizando elementos
comunes del rostro de una persona, Él ha hecho millones de rostros
diferentes, ha logrado una diversidad, de manera que ninguno sea idéntico a
otro. Y lo mismo ha hecho con otras partes del cuerpo como, por ejemplo, un
dedo, consiguiendo un número caso infinito de dedos, con el resultado que no
haya dos idénticos. En otras palabras, Dios ha dispuesto las cosas de esta
forma, porque Él desea que cada uno de nosotros sea él mismo, con una
identidad propia y peculiar.
El relato de la reedificación de los muros de Jerusalén ha sido presentado de
una manera atractiva y didáctica. Las diez puertas de la ciudad nos cuentan la
historia de las obras realizadas, comenzando por la puerta de las ovejas, y
finalizando con esa misma puerta. A veces ha surgido la pregunta de si había
otras puertas en la muralla de Jerusalén. No lo creemos pero, puede que las
hubiera. De todas formas, estas diez puertas fueron seleccionadas para contar
la historia del Evangelio. Ellas exponen el plan de Dios para la salvación.
Leamos entonces el versículo 1, de este capítulo 3 de Nehemías, que nos
habla sobre

La puerta de las Ovejas


"Entonces se levantaron el sumo sacerdote Eliasib y sus hermanos los
sacerdotes y edificaron la puerta de las Ovejas. Ellos arreglaron y levantaron
sus puertas hasta la torre de Hamea, y edificaron hasta la torre de Hananeel".
Todo comenzó en la puerta de las ovejas. Ésta es la puerta por la que el Señor
Jesucristo entró en Jerusalén. Tenemos el relato que en cierta ocasión Él pasó
a través de esta puerta y llegó al estanque de Betesda (Juan 5:2). Pensamos
francamente que cada vez que Jesús entró en Jerusalén lo hizo por la puerta
de las ovejas, hasta Su entrada triunfal. Hablando de las puertas, diremos que
algunos se han equivocado al identificar la Puerta del Este con la Puerta de
Oro. La puerta del Este está cerrada, bloqueada, en el día de hoy, y no será
abierta hasta que Jesucristo regrese y pase por esa puerta. La Puerta del Oro

14
es la que conduce al templo. Ésta es la puerta que será abierta para Él y que
le franqueará la entrada hasta el lugar santísimo. Pero la puerta de las Ovejas
es la que fue utilizada para que entrasen los animales que iban a ser
sacrificados, y ésa es la puerta por la cual entró el Señor Jesucristo. Pensamos
que lo que Él estaba haciendo era representar, por así decirlo, una parábola
viviente. Juan el Bautista lo había anunciado cuando, en el relato de Juan
1:29, señaló al Señor Jesucristo y dijo: "He aquí el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo". Es que Jesús es el Cordero de Dios en Su persona y en
Su obra. Él quita el pecado del mundo. De modo que la puerta de las Ovejas
simboliza la cruz de Cristo. Aquí es donde uno comienza su relación con Dios,
y ése es el único punto donde usted puede comenzar esa relación, estimado
oyente, en la cruz.
Dios no nos pide nada ni a usted ni a mí, hasta que lleguemos a Cristo y le
aceptemos como nuestro Salvador. Dios solo tiene una cosa que decirle al
mundo y es una pregunta: "¿Qué hará usted con mi Hijo que murió por
usted?" Y hasta que usted responda a esa pregunta, estimado oyente, Dios no
le dirá nada sobre su vida y su servicio para Él. Si usted lo rechaza y no quiere
aceptar a Su Hijo, entonces, Dios no le pedirá nada. Él no quiere sus buenas
obras ni su dinero. No quiere nada de usted. Pero Dios sí que tiene algo que
darle. Su Hijo murió por usted. Y la Puerta de las Ovejas nos presenta esa
verdad. Por ello resulta significativo que toda la obra comenzó en la Puerta de
las Ovejas.
Continuemos leyendo el versículo 2 de Nehemías 3:
"Junto a ella trabajaron los hombres de Jericó, y luego Zacur hijo de Imri".
Ahora, Jericó era el lugar de la maldición y se menciona junto a la puerta de
las ovejas. Esto es algo interesante. Los hombres de Jericó llegaron a
Jerusalén desde el valle del Jordán; ellos repararon este tramo de la muralla
que estaba junto a la puerta de las Ovejas. Cuando uno viene desde el monte
de los Olivos, en el camino de Jericó, llega justamente al lugar donde estos
hombres trabajaron. El pináculo del templo y el área del templo estaban allí.
Allí fue entonces donde ellos edificaron, al lado mismo de la puerta de las
Ovejas.
Jericó fue la ciudad sobre la que se pronunció una maldición. Josué dijo en el
capítulo 6, versículo 26, del libro de Josué: "Maldito delante del Señor el
hombre que se levante y reedifique esta ciudad de Jericó". En los días de Acab
hubo uno que la reedificó y la maldición cayó sobre él y sus hijos. Era la
ciudad de la maldición.
Estimado oyente, usted y yo vivimos en un mundo que ha sido maldecido a
causa del pecado. No es necesario ampliar aquí esta declaración. Todo lo que
debemos hacer para darnos cuenta de esta realidad es mirar a nuestro
alrededor. El ser humano ha transformado el orden creado en un gran
desorden. El hombre no parece capaz de resolver sus problemas, derivados de
esa situación. Y hay aquellas personas que están situadas en la actualidad en
posiciones de influencia, que no son creyentes en Cristo, y que están diciendo
que los problemas de hoy en día superan las soluciones que el ser humano
puede ofrecer.
De modo que, usted y yo, estimado oyente, vivimos en un mundo maldito. Y
sólo la muerte de Cristo en la cruz puede remover el juicio, el castigo del

15
pecado de su vida y de la mía. Cristo puede llevar esa carga por usted, debido
a Su muerte en la cruz. Si usted no le ha confiado su vida todavía, lo puede
hacer ahora mismo. Continuando ahora con nuestro estudio, leemos en el
versículo 3 de este capítulo 3 de Nehemías, donde tenemos

La puerta del Pescado


"Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado; la enmaderaron y
levantaron sus puertas, con sus cerrojos y sus barras".
Aquí tenemos la puerta del Pescado. Ésta era la puerta por la cual los
pescadores traían el pescado del Mediterráneo y del río Jordán. A ellos les
gustaba comer mucho pescado en esos días, y esa puerta no resultaba muy
difícil de localizar en aquellos días por medio del sentido del olfato. Ahora,
¿qué simbolizaba esta puerta del Pescado? Bien, el Señor Jesucristo les dijo a
aquellos que le seguían: "Os haré pescadores de hombres". (Mateo 4:19).
Una vez que los discípulos de Jesús comprendieron todos los hechos del
evangelio, Él les dijo, según el relato de Lucas 24:49: "Quedaos vosotros en la
ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto". Ellos
necesitaban ser bautizados por el Espíritu Santo, habitados por el Espíritu
Santo, regenerados por el Espíritu Santo, y después, llenos del Espíritu Santo.
Y en el día de Pentecostés ellos fueron llenos del Espíritu Santo y se
convirtieron en pescadores de hombres. No pescando ya en el mar de Galilea,
sino pescando en el mundo entero. Hoy, eso es lo que Dios le está diciendo a
los Suyos, a los que le pertenecen. Dios no le está pidiendo al no creyente, a
la persona que aún no ha sido salva, que sea pescadora de hombres. ¿Cómo
podría serlo? Ni siquiera sabría de qué está hablando Dios. Pero Él le está
diciendo hoy a los Suyos, a los que ha salvado: "Yo quiero que vosotros seáis
pescadores de hombres".
Creemos que en el día de hoy, debemos ser pescadores de personas de
diversas maneras. No estamos de acuerdo con aquellas personas que insisten
en que uno tiene que ir llamando de puerta en puerta. No creemos que todos
podamos hacer eso. Pensamos que algunas personas pueden dar testimonio
de su fe de forma algo diferente. La evangelización por medio de la oración,
por ejemplo, es un medio efectivo para alcanzar a la gente. Todos tenemos
diferentes dones o capacidades espirituales. Dios nos ha creado a todos
diferentes unos a otros. Y hay varios métodos para difundir el Evangelio. Pero
estamos seguros que, figurativamente hablando, todos nosotros, de alguna
forma u otra, debemos pasar por la puerta del Pescado. Y usted puede tener
una parte importante en la propagación de la Palabra de Dios en el día de hoy.
No olvidemos que el Señor Jesucristo dijo: "Quiero que me sigáis, y yo os haré
pescadores de hombres".
Cuando llegamos al versículo 4, vemos que se menciona una lista de varias
personas que trabajaron en la obra de reedificación de las murallas. Resulta
hermoso pensar que sus nombres han sido escritos en el Libro de la Vida.
Algunos de los nombres resultarán difíciles de pronunciar, y otros parecerán
extraños. Los vemos por primera y única vez, y podría ser que sean
desconocidos para nosotros, sin embargo, lo importante es que esos nombres
fueron conocidos por Dios. Ellos ayudaron a reedificar las murallas de
Jerusalén y en algún día futuro, serán recompensados por su labor.

16
Para Dios, ningún ser humano es un individuo anónimo, desconocido. Y
aquellos que, reconociendo que están lejos de Él, aceptan su oferta de gracia,
el Evangelio, el mensaje de la Salvación, personificado en el Señor Jesucristo,
se convierten en Sus hijos. No olvidemos que aquellas murallas, junto con la
ciudad, fueron destruidas como castigo por el pecado, por la idolatría de un
pueblo. Toda vida alejada de Dios, se encuentra destruida por los efectos del
pecado y la maldad humana. Hay personas cuya existencia en este mundo se
parece mucho a un montón de escombros esparcidos por el suelo, que ningún
esfuerzo humano puede volver a reunir para formar una nueva construcción,
un todo coherente, un nuevo organismo. Esas vidas necesitan ser restauradas
a los propósitos originales de Dios, el Creador. Aquella puerta de las ovejas,
por la que Cristo entró, siendo el Cordero de Dios que iba a ser sacrificado,
nos señala hoy al Salvador, al único que puede apartar el poder destructivo
del pecado de la vida de las personas. Estimado oyente, la única manera en la
que usted puede comenzar una relación con Dios, es dirigiendo una mirada de
fe a la cruz, en la que Cristo murió por usted, aceptándole como su Salvador.
Entonces, se convertirá usted en un hijo de Dios y entonces, por su Espíritu, Él
comenzará la obra de reconstrucción de su vida. Él reunirá los trozos rotos
dispersos, apartará los escombros inútiles, y reparará los daños que el pecado
causó. Porque, como dijo San Pablo, "el que está unido a Cristo es una nueva
persona. Las cosas viejas pasaron; han sido hechas nuevas".

Nehemías 3:5-26
En nuestro programa anterior, comenzamos un recorrido a través de las
puertas de los muros de Jerusalén que se relata en el capítulo 3 del libro de
Nehemías. El relato de la reedificación de los muros de Jerusalén ha sido
presentado de una manera atractiva y didáctica. Las diez puertas de la ciudad
nos cuentan la historia de las obras realizadas, comenzando por la puerta de
las ovejas, y finalizando con esa misma puerta. Estas diez puertas fueron
seleccionadas para contar la historia del Evangelio. Ellas exponen el plan de
Dios para la salvación. Comenzamos en nuestra última sesión con la puerta de
las Ovejas que simbolizaba la cruz de Cristo, y allí es donde debemos
comenzar nuestra relación con Dios. Tenemos que ir a ese lugar, Él nos
encuentra en la cruz. La Cruz es el único lugar donde Dios puede reunirse con
el mundo. El Señor Jesucristo lo expresó con toda claridad cuando dijo: "Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". De
modo que, usted, estimado oyente, debe ir a la puerta de las Ovejas, a la cruz
de Cristo. Cuando usted lo recibe y lo acepta como su Salvador, entonces Él
quiere hablarle acerca de algunas otras cosas; y es así como llegamos
entonces, a la puerta del Pescado. Y allí Él nos dice que debemos seguirle y
convertirnos en pescadores de hombres. Ahora, hay diferentes maneras por
medio de las cuales uno puede llegar a ser pescador de hombres, como hemos
indicado ya en nuestro programa anterior.
Cuando llegamos al versículo 4, vimos que se menciona una lista de varias
personas que trabajaron en la obra de reedificación de las murallas. Resulta
hermoso pensar que sus nombres han sido escritos en el Libro de la Vida.
Algunos de los nombres resultarán difíciles de pronunciar, y otros parecerán
extraños. Los vemos por primera y única vez, y podría ser que sean
desconocidos para nosotros, sin embargo, lo importante es que esos nombres
fueron conocidos por Dios. Ellos ayudaron a reedificar las murallas de
Jerusalén y en algún día futuro, serán recompensados por su labor.

17
Leamos ahora el versículo 5, de este capítulo 3 de Nehemías:
"Y a su lado colaboraron los tecoítas; pero sus notables no se prestaron a
ayudar a la obra de su Señor".
Aquí tenemos una clase de personas que pensaron que eran demasiado
importantes como para ponerse a hacer un trabajo como éste, de reedificar los
muros, o quizás ellos tenían alguna otra excusa, o no querían estropearse sus
manos levantando las rocas que formaban los muros de Jerusalén. Si usted
hubiera visto las piedras de las murallas de Jerusalén se sorprendería al
comprobar el trabajo que debió dar el levantarlas para formar el muro, y
quizás sentiría simpatía por los personajes importantes de los tecoítas. Ellos
simplemente no quisieron doblegar sus espaldas ni jugarse el tipo en ese
arduo trabajo. Se requería mucha fuerza para poder levantar esas rocas que
eran necesarias para la edificación; y por tanto, había muchos brazos, y
piernas, y espaldas doloridas por todo el esfuerzo que debía realizarse.
Posiblemente no había una sola parte del cuerpo que no les doliera a esos
trabajadores. Entonces, estos grandes personajes de mucha importancia e
influencia de los tecoítas, fallaron en su responsabilidad, pensaban que esto
era demasiado esfuerzo para ellos. De cualquier manera, ellos no quisieron
poner manos a la obra y abandonaron la tarea.
Un detalle interesante observar que ellos estaban junto a la puerta del
Pescado, que simboliza el testimonio activo, así que ellos no fueron testigos de
Dios en absoluto. Estimado oyente, yo no sé en cuanto a usted, pero a mí no
me habría gustado estar en un grupo como ese. No me hubiera agradado
tener que haber sido mencionado en la Palabra eterna de Dios como una
persona que no hizo lo que Él me pidió que hiciera. Nos tememos, estimado
oyente, que en la actualidad hay muchos cristianos que no están haciendo lo
que Dios les ha pedido que hagan. Estamos hablando de personas creyentes,
que son salvas, no de personas no creyentes. El escritor del libro de los
Proverbios, en el capítulo 11, versículo 26 dijo: "Al que acapara el grano, el
pueblo lo maldecirá; pero bendición cubre la cabeza del que lo vende". El
grano aquí representa a la Palabra de Dios. Es algo terrible acaparar, retener
la Palabra de Dios ante aquellos que tienen hambre espiritual. Estimado
oyente, ¿se ha detenido usted a pensar en ello? Volvamos a leer
detenidamente este versículo que mencionamos aquí en Proverbios: "Al que
acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; pero bendición será sobre la cabeza
del que lo vende". Se nos dice que habrá ciertas personas en la eternidad que
se levantarán y llamarán a algunos, bienaventurados. Y pensamos que habrá
gente que se levantará en el infierno y maldecirá a algunos que han ido al
cielo porque ellos no quisieron compartir con ellos el grano, como se nos dice
aquí. Hay gente hoy que no están compartiendo el alimento espiritual que es
la Palabra de Dios con aquellos que desesperadamente la necesitan. El Señor
Jesucristo dijo: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres". Si
vamos a hacer Su voluntad hoy, en alguna parte tenemos que implicarnos
activamente en un movimiento que esté difundiendo la Palabra de Dios. Y
como se trata de un gran esfuerzo, ninguno de nosotros lo puede hacer en
forma individual, sino que debe realizarlo en equipo, con la ayuda de otros.
Leamos ahora el versículo 6 de este capítulo 3, en el que llegamos a la tercera
puerta que es

18
La puerta Vieja
"La puerta Vieja fue restaurada por Joiada hijo de Paseah y Mesulam hijo de
Besodías, quienes la enmaderaron y levantaron sus puertas, con sus cerrojos
y sus barras".
Hemos notado aquí que se menciona la puerta Vieja. Cuando uno visita la
ciudad de Jerusalén y observa las puertas, quizás se pregunte ¿cuál de ellas es
la puerta Vieja? porque todas tienen el mismo aspecto de puertas antiguas.
Pero esta fue llamada la puerta Vieja, una de las que había estado allí desde el
mismo comienzo y este grupo de personas la repararon. Jeremías, capítulo 6,
versículo 16, nos comunica el mensaje que esta puerta vieja tiene para
nosotros: "Así dijo el Señor: Paraos en los caminos, mirad y preguntad por las
sendas antiguas, cuál sea el buen camino. Andad por él, y hallaréis descanso
para vuestras almas".
Nosotros estamos viviendo en un día en que todos estamos interesados por las
cosas nuevas. La sociedad de consumo nos arrastra a estar pendientes de lo
último, lo que esté de moda o que lleve el nombre de una marca famosa, lo
que incorpore las últimas innovaciones de la técnica, lo que tenga un aspecto
más novedoso y atractivo. Y todo ello, a veces, sin reparar en gastos, aunque
nos endeudemos cada día un poco más. En nuestro tiempo todo cambia con
gran rapidez, vertiginosamente y no nos da realmente tiempo para adaptarnos
a los cambios. Y es esta búsqueda constante por algo nuevo lo que
frecuentemente conduce a muchos a la frustración, a un callejón sin salida. En
esta carrera incesante nos estamos alejando, quizás sin darnos cuenta, de
ciertas realidades espirituales. Y necesitamos acercarnos a Aquel que dijo, en
Mateo 11:28-30: "Venid a mí todos los que estáis muy cansados y cargados, y
yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.
Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera". Así que, en medio de este torbellino
ruidoso y espectacular, podemos encontrar un reposo, un descanso en nuestra
relación con el Señor Jesucristo. El corazón humano necesita algo más que lo
que esta época materialista puede ofrecer. En ese sentido, necesitamos volver
a los senderos antiguos, es decir, a los preceptos y normas de la Palabra de
Dios para vivir en conformidad, en paz y armonía con la voluntad de Dios.
Porque tales senderos antiguos, además de ser antiguos, son atemporales.
Continuemos leyendo el versículo 8:
"Junto a ellos trabajó Uziel hijo de Harhaía, de los plateros"
Ahora, ¿le llama la atención esto como algo fuera de lo común? Ya dijimos que
las rocas y las piedras que se usaban en los muros de Jerusalén eran bastante
grandes y pesadas. Y aquí tenemos a los plateros. Bueno, por lo general estas
personas trabajaban sentadas en bancos y con piezas de tamaño reducido.
Ellos no estaban acostumbrados a trabajar con piedras grandes como éstas. Y
aunque esta tarea era bastante dura para los plateros, ellos lo hicieron, y Dios
registró su labor y lo señaló aquí, haciendo constar expresamente que los
plateros hicieron su trabajo. Hay personas que hoy están haciendo verdaderos
sacrificios por Dios y realizando tareas difíciles. Dios, estimado oyente, toma

19
nota de todo esto. Luego notemos aquí al siguiente grupo que se menciona en
este mismo versículo 8, en su segunda parte, donde dice:
"con quien colaboró también Hananías, hijo de un perfumero. Así terminaron
la reparación de Jerusalén hasta el muro ancho".
Podemos decir que esta persona era un farmacéutico, y como usted ya sabe,
esta gente está acostumbrada a trabajar con píldoras, o sea, con elementos
pequeños. Los encontramos aquí trabajando con estas grandes y pesadas
piedras. Y Dios también tomó nota de ello y lo mencionó aquí en Su Palabra.
Es bueno poder apreciar a estas personas que se dedicaron realmente a la
obra del Señor Jesucristo, a pesar de tener que realizar tareas tan diferentes a
su profesión habitual, y para lo cual quizás no estaban físicamente preparados.
Continuemos leyendo el versículo 12:
"Junto a ellos trabajó en la restauración Salum hijo de Halohes, gobernador de
la mitad de la región de Jerusalén, él con sus hijas".
Aquí tenemos, como hoy, a mujeres que quisieron tener las mismas
oportunidades de trabajo. Aparentemente, Salum no tenía hijos varones y sus
hijas estuvieron dispuestas a ayudarle a restaurar las murallas de Jerusalén.
Vemos aquí que Dios no pasó por alto estos detalles y los registró.
Continuemos leyendo el versículo 13, que nos habla sobre

La puerta del Valle


"La puerta del Valle la restauró Hanún con los habitantes de Zanoa; ellos la
reedificaron y levantaron sus puertas, con sus cerrojos y sus barras, y
cuatrocientos cincuenta metros del muro, hasta la puerta del Muladar".
Ésa era la puerta que permitía la salida de la gente que estaba en Jerusalén
hacia abajo, en dirección al valle. Y podría haber estado en cualquier lado de
la ciudad, porque era necesario descender al valle para salir de Jerusalén. Y,
figurativamente hablando, esa es la puerta a través de la cual muchos de
nosotros somos llamados a salir.
El pensar en esta puerta nos recuerda el valle de la sombra de la muerte, y
creemos que todos estamos caminando en esa dirección. Eso es lo que David
quiso decir al mencionar ese valle en su Salmo 23. En nuestra vida, es como si
nosotros estuviéramos caminando por un paso estrecho entre dos altas
montañas. A medida que uno va descendiendo por él, se va haciendo cada vez
más estrecho hasta que, si el Señor no viene antes, uno cruzará esa puerta.
Pero esta Puerta del Valle también tiene su lado práctico. Es la puerta de la
humildad. Dios muchas veces nos tiene que guiar por medio de problemas y
dificultades para enseñarnos algunas lecciones. Se nos dice que la fe
desarrolla en nosotros diferentes virtudes y una de ellas es la humildad de
corazón. En la carta a los Colosenses, Pablo les dijo que deberían vestirse
como escogidos de Dios, con humildad y mansedumbre. Esto es algo que uno
no puede cultivar, por su propio esfuerzo humano. Tiene que venir de adentro,
es decir, es el fruto del Espíritu Santo.
Se cuenta la historia de cierto joven predicador que estaba estudiando para
entrar al ministerio, y a quien habían invitado a predicar. Él nunca lo había
hecho antes pero pensaba que, ya que era el mejor de su clase, que no tenía

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necesidad de mucha preparación para su sermón. Cuando subió al púlpito con
una actitud de suficiencia y observó a la congregación, todo se tornó en
confusión para él. Se dio cuenta que era mucho más fácil escribir un sermón
en un papel en su hogar, que el presentarse ante el público y predicarlo. Y se
asustó bastante y se olvidó de todo lo que pensó que sabía. Cuando terminó
su sermón bajó del púlpito sintiéndose bastante avergonzado y con un gesto
de humildad. Entonces se le acercó una ancianita que le había estado
observando atentamente desde el momento en que había subido al púlpito
hasta que terminó de hablar y le dijo: "Joven, si usted hubiera subido al
púlpito en la forma en que bajó de él, entonces, usted hubiera bajado en la
forma en que subió". Usted bien sabe, estimado oyente, que Dios nos
matricula con frecuencia en la escuela de la humildad. Y ésa es la puerta por la
cual muchos de nosotros debemos pasar. Continuando ahora con la lectura del
14, vemos que se nos habla de

La puerta del Muladar


"Reedificó la puerta del Muladar Malquías hijo de Recab, gobernador de la
provincia de Bet-haquerem; él la reedificó y levantó sus puertas, sus cerrojos
y sus barras".
Esta puerta del Muladar es una puerta muy importante para la salubridad de la
ciudad, pero no se dice mucho sobre ella. De paso podemos decir que la
puerta del Muladar es la que uno debe utilizar hoy para llegar al muro de los
lamentos en Jerusalén. Pero en los días de Nehemías, estaba situada en el
ángulo suroeste del Monte de Sión. Por la puerta del muladar se sacaban los
desperdicios y la basura. Pero, como ya hemos dicho, no se encuentra allí en
el día de hoy. Ahora, en nuestras vidas cristianas se puede acumular la basura
y el apóstol Pablo nos dijo en su Segunda carta a los Corintios, capítulo 7,
versículo 1: "Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de
toda inmundicia del cuerpo y del espíritu, perfeccionando la santidad en el
temor de Dios". Pablo trató este tema de la vida cristiana, tanto como
cualquier otro. Tenemos que reconocer que necesitamos confesar nuestros
pecados a Dios. Una confesión honesta es el medio por el cual eliminamos la
basura. Recordemos las palabras de 1 Juan 1:9 "Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y para limpiarnos
de toda maldad". Ahora, en el versículo 15 de este capítulo 3 de Nehemías,
tenemos

La puerta de la Fuente
"Salum hijo de Colhoze, gobernador de la región de Mizpa, restauró la puerta
de la Fuente; él la reedificó, la enmaderó y levantó sus puertas, sus cerrojos y
sus barras; también el muro del estanque de Siloé junto al huerto del rey,
hasta las gradas que descienden de la ciudad de David".
La puerta de la Fuente, creemos que se refiere a aquella que el Señor
mencionó cuando le dijo a la mujer samaritana junto al pozo: "pero el que
beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le
daré se convertirá en él una fuente de agua que brote para vida eterna". (Juan
4:14) Y también más adelante, en la fiesta de los tabernáculos, Él se puso en
pie y dijo: "El que cree en mí, como ha dicho la Escritura, de lo más profundo
de su ser brotarán ríos de agua viva". (Juan 7:38) Y luego, en el versículo
siguiente, el apóstol Juan, explicó lo que Jesús dijo: "Pero Él decía esto del

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Espíritu que los que habían creído en Él habían de recibir; porque el Espíritu no
había sido dado todavía, pues Jesús aún no había sido glorificado". Y el apóstol
Pablo pudo decir en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 9: "Sin
embargo, vosotros no estáis en los deseos de la débil condición humana sino
en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él". Por lo tanto, la puerta
de la Fuente nos enseña que cada creyente tiene en sí mismo el Espíritu de
Dios y necesita ser llenado, es decir, controlado por el Espíritu de Dios. Y
cuando él está controlado por el Espíritu, no es simplemente un pozo, sino una
fuente de agua viva que brotará de él para bendecir a otras personas. Y todos
nosotros deberíamos ser una bendición para otros en los días que vivimos.
Cuando uno continúa leyendo todo el capítulo 3 de Nehemías, algo que
nosotros no vamos a hacer ahora, llega al versículo 26, que nos habla de la
séptima puerta que es

La puerta de las Aguas


"Los sirvientes del Templo que habitaban en Ofel trabajaron en la restauración
hasta frente a la puerta de las Aguas al oriente y la torre que sobresalía".
Ahora, la puerta de las Aguas se utilizaba para introducir agua en la ciudad.
Había un acueducto que traía algo de agua, pero no toda provenía de allí. El
resto del agua era traída por la puerta de las Aguas.
Ahora, ¿de qué nos habla esta puerta de las Aguas? Bueno, pensamos que la
puerta de las Aguas nos habla de la Palabra de Dios. Aquí es donde Esdras
instaló un púlpito, y eso lo veremos más adelante en este Libro. Cuando él
colocó ese púlpito en la Puerta de las Aguas, desde allí leyó la Palabra de Dios.
El lugar que él utilizó, junto a esta puerta, fue simbólico, no fue elegido
accidentalmente. El Nuevo Testamento deja esto bien claro cuando habla de
ser lavados en agua por la Palabra. El Señor Jesucristo dijo a los Suyos en el
aposento alto, según Juan 15:3, "Vosotros ya estáis limpios por la palabra que
os he hablado". Y luego en este mismo evangelio, capítulo 17, versículo 17, en
su oración a favor de los discípulos, Jesús dijo: "Santifícalos en tu verdad; tu
palabra es verdad.2 De modo que, la puerta de las Aguas es un símbolo de la
Palabra de Dios. Y nosotros somos purificados por el agua de esa Palabra. Y es
a través de esa puerta que estamos tratando de difundir la Palabra.
El Salmista, en el Salmo 119:9, hizo una pregunta y presentó la respuesta:
"¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando tu palabra". El
hecho sorprendente fue que la puerta de las Aguas no fue reparada.
Aparentemente, cuando las otras puertas y murallas fueron derribadas, la
puerta de las Aguas permaneció intacta. Este fue un hecho extraño. No
necesitó ningún trabajo de reparación. ¿Acaso no nos dice nada esto? Es que
la Palabra de Dios no necesita ninguna reparación. Permanece intacta.
Algunas personas hoy consideran importante probar que la Biblia es la Palabra
de Dios. Y también hay otros que se dedican a probar que la Biblia no es la
Palabra de Dios. En un principio, nos hemos dedicado a un ministerio
apologético que exponía las pruebas de que la Biblia es la Palabra de Dios. Sin
embargo, hemos aprendido que no necesitamos probar que la Biblia es la
Palabra de Dios. Nuestro deber es proclamarla, difundirla, y el Espíritu de Dios
se ocupará de ello. Hemos llegado a la conclusión de que la Biblia es, en
efecto, la Palabra de Dios. No es que razonamos o pensamos que lo sea, sino

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que sabemos que lo es. Y sabemos lo que ella puede hacer por usted hoy,
estimado oyente. Esa Palabra no necesita de nuestro débil apoyo. Ella se
cuida, se protege a sí misma.
Un predicador dijo en una ocasión: "Yo no necesito defender a la Palabra de
Dios; ella sola se defiende a sí misma. Es como tener un león en una jaula en
el jardín trasero de tu casa. Usted no necesita guardianes para proteger al
león de los gatos del vecindario. Simplemente, abra usted la puerta de la jaula
y el león ya se cuidará de sí mismo. Y también se ocupará de los gatos". Así
ha sido y es la Palabra de Dios a través de los siglos. Necesita ser entregada,
divulgada. Y como aquella puerta de las Aguas, no necesita ninguna
reparación y, por supuesto, no necesita que la apuntalemos con nuestros
esfuerzos humanos. Todo lo que el Señor nos pide, es que difundamos la
Palabra de Dios.
Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo programa con la octava,
novena y la décima puerta, y luego regresaremos a la Puerta de las Ovejas.
Mientras tanto, estimado oyente, le rogamos que permita que ante el mensaje
del evangelio que estas antiguas puertas de Jerusalén proclaman, el Espíritu
de Dios sensibilice su corazón para mirar por la fe al Señor Jesucristo y para
aceptar que Él murió en su lugar en la cruz. Allí, el castigo de Dios cayó sobre
Él, para que usted pueda recibir hoy el perdón de sus pecados y la vida
eterna.

Nehemías 3:28-32
Estimado oyente, en estos días estamos recorriendo los muros de Jerusalén y
pasando a través de las puertas que estaban en esos muros, como si
entráramos y saliéramos a través de cada una de ellas. Recordemos que había
diez puertas en esos muros, y hoy vamos a leer en el versículo 28 de este
capítulo 3 de Nehemías, donde se menciona la octava de las puertas.
Pero antes diremos que en nuestro programa anterior, mencionamos la puerta
de las Aguas. Ahora, ¿De qué nos habla esta puerta de las Aguas? Bueno,
pensamos que la puerta de las Aguas nos habla de la Palabra de Dios. Aquí es
donde Esdras instaló un púlpito, y eso lo veremos más adelante en este Libro.
Cuando él colocó ese púlpito en la Puerta de las Aguas, desde allí leyó la
Palabra de Dios. El lugar que él utilizó, junto a esta puerta, fue simbólico, no
fue elegido accidentalmente. El Nuevo Testamento deja esto bien claro cuando
habla de ser lavados en agua por la Palabra. El Señor Jesucristo dijo a los
Suyos en el aposento alto, según Juan 15:3, "Vosotros ya estáis limpios por la
palabra que os he hablado". Y luego en este mismo evangelio, capítulo 17,
versículo 17, en su oración a favor de los discípulos, Jesús dijo: "Santifícalos
en tu verdad; tu palabra es verdad". De modo que, la puerta de las Aguas es
un símbolo de la Palabra de Dios. Y nosotros somos purificados por el agua de
esa Palabra. Y es a través de esa puerta que estamos tratando de difundir la
Palabra.
El Salmista, en el Salmo 119:9, hizo una pregunta y presentó la respuesta:
"¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando tu palabra". El
hecho sorprendente fue que la puerta de las Aguas no fue reparada.
Aparentemente, cuando las otras puertas y murallas fueron derribadas, la
puerta de las Aguas permaneció intacta. Éste fue un hecho extraño. No

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necesitó ningún trabajo de reparación. ¿Acaso no nos dice nada esto? Es que
la Palabra de Dios no necesita ninguna reparación. Permanece intacta.
Algunas personas hoy consideran importante probar que la Biblia es la Palabra
de Dios. Y también hay otros que se dedican a probar que la Biblia no es la
Palabra de Dios. En un principio, nos hemos dedicado a un ministerio
apologético que exponía las pruebas de que la Biblia es la Palabra de Dios. Sin
embargo, hemos aprendido que no necesitamos probar que la Biblia es la
Palabra de Dios. Nuestro deber es proclamarla, difundirla, y el Espíritu de Dios
se ocupará de ello. Hemos llegado a la conclusión de que la Biblia es, en
efecto, la Palabra de Dios. No es que razonamos o pensamos que lo sea, sino
que sabemos que lo es. Y sabemos lo que ella puede hacer por usted hoy,
estimado oyente. Esa Palabra no necesita de nuestro débil apoyo. Ella se
cuida, se protege a sí misma.
Un predicador dijo en una ocasión: "Yo no necesito defender a la Palabra de
Dios; ella sola se defiende a sí misma. Es como tener un león en una jaula en
el jardín trasero de tu casa. Usted no necesita guardianes para proteger al
león de los gatos del vecindario. Simplemente, abra usted la puerta de la jaula
y el león ya se cuidará de sí mismo. Y también se ocupará de los gatos". Así
ha sido y es la Palabra de Dios a través de los siglos. Necesita ser entregada,
divulgada. Y como aquella puerta de las Aguas, no necesita ninguna
reparación y, por supuesto, no necesita que la apuntalemos con nuestros
esfuerzos humanos. Todo lo que el Señor de la Palabra nos pide, es que la
difundamos.
Iniciemos nuestra lectura de hoy leyendo el versículo 28, de este capítulo 3 de
Nehemías, que nos habla de la octava puerta, que era

La puerta de los Caballos


"Desde la puerta de los Caballos trabajaron en la restauración los sacerdotes,
cada uno frente a su casa".
¿De qué nos habla entonces la puerta de los Caballos? Bueno, el caballo era el
animal que utilizaban los guerreros. Nos preguntamos, si usted, amigo oyente,
ha notado esto cuando lee las Escrituras. Zacarías 1:8 menciona a un hombre
que iba montado en un caballo rojo. Detrás de él iban caballos rojos, castaños
y blancos. En el Libro de Apocalipsis 6:4 dice: "Entonces salió otro caballo
rojo, y al que estaba montado en él se le concedió quitar la paz de la tierra y
que los hombres se mataran unos a otros; y se le dio una gran espada". Estos
son caballos simbólicos y son poderes haciendo la guerra.
Ahora, el Señor Jesucristo entró a la ciudad de Jerusalén montado en un
pequeño asno. Él no estaba demostrando que era humilde al montar en un
pollino, como creemos nosotros. Ése era el animal sobre el cual montaban los
reyes. En aquellos días no era considerado un animal humilde. Los hombres
sólo montaban en caballos en tiempos de guerra. Los caballos eran un símbolo
de la guerra.
La puerta de los caballos nos habla del servicio de soldado que tiene el
creyente en el día de hoy. Recordemos lo que dijo el apóstol Pablo en su
epístola a los Efesios 2:6, "y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los
lugares celestiales, con Cristo Jesús". Esa gran verdad se encuentra expuesta
en la primera parte de Efesios, pero en la segunda parte, el apóstol Pablo nos

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dijo en 4:1, "Os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que
habéis sido llamados". De modo que, por decirlo así, tenemos nuestra cabeza
en los lugares celestiales, pero nuestros pies están aquí en la tierra firme,
donde debemos vivir. Y no sólo eso, sino que en el capítulo 6:11 de Efesios, el
apóstol Pablo nos dijo: "revestíos con toda la armadura de Dios para que
podáis estar firmes contra las insidias del diablo". Hay una batalla en la cual
luchar y es una gran batalla espiritual. Nosotros no estamos luchando contra
gente de carne y hueso sino contra fuerzas espirituales malignas que tienen
mando, autoridad y dominio sobre un mundo lleno de oscuridad. Y hoy, en
algunos círculos, existe un interés creciente en la Palabra de Dios pero
también hay muchos adversarios. El apóstol Pablo, en su día, dijo
precisamente esto en 1 Corintios 16:9, donde leemos lo siguiente: "Se me ha
abierto puerta grande para el servicio eficaz, y hay muchos adversarios".
Debemos decir que hay muchos adversarios en el día de hoy y que
necesitamos protegernos con los recursos espirituales, como dijo el apóstol
Pablo, con la llamada armadura provista por Dios. Se nos dijo que debíamos
tomar la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Y ésa es el único arma
que queremos usar.
Pero el apóstol Pablo también le dijo a un joven predicador, en su Segunda
carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 3: "Sufre penalidades conmigo, como
buen soldado de Jesucristo". Eso nos habla estimado oyente, de que usted y
yo hoy, vamos a enfrentarnos con batallas espirituales en las tendremos que
luchar. Y si usted no está en esa clase de lucha en el día de hoy,
aparentemente no está ocupando su posición a favor del Señor. Porque la
batalla está teniendo lugar en muchos lugares. Y si usted adopta una posición
firme por el Señor en el día de hoy, alguien tratará de derribarlo. Muchos de
los creyentes en Dios, en la actualidad, están pasando por grandes dificultades
a causa de esta lucha espiritual.
Bien, llegamos ahora a la novena puerta. Leamos entonces el versículo 29,
que nos presenta

La puerta Oriental
"Después de ellos, Sadoc hijo de Imer restauró frente a su casa; y después de
él Semaías hijo de Secanías, guarda de la puerta Oriental".
Esta Puerta Oriental nos llena de expectativa y entusiasmo. Obviamente,
estaba situada en la parte oriental de la ciudad. Era la primera puerta que se
abría por la mañana. En la actualidad está cerrada. Muchos piensan que ésta
es la puerta por la cual pasará el Señor Jesucristo cuando regrese a la tierra.
Quizá lo haga, no lo sabemos, pero la Escritura no lo dice. Pero sí dice que
pasará por la puerta de Oro, que no se encuentra en la muralla de la ciudad,
sino en el templo. Ahora, la puerta de Oro está en el templo, no en el muro de
la ciudad.
Aunque está puerta está cerrada hoy, era la primera que se abría por la
mañana porque estaba orientada en dirección a la salida del sol. Durante toda
la noche el centinela estaba patrullando el muro, caminando de un lugar a
otro. Pero muy temprano por la mañana llegaba a la puerta Oriental y se ponía
a observar el horizonte, esperando la primera señal del amanecer. Quizá en la
ciudad había personas inquietas que no podían conciliar el sueño, por temor a
que hubiera enemigos en la oscuridad. Quizás se encontraban paseando de un

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lugar para otro durante las horas de la noche. Finalmente, uno de ellos se
levantaría y preguntaría al centinela: "¿Cuándo se acabará esta noche?" Y el
centinela contestaría: "Bueno, todavía está oscuro afuera, pero ya se acerca la
mañana". Y luego de un rato, comenzaba a aparecer un brillo de luz en el
horizonte oriental. Finalmente el centinela al observarlo decía: "Ya comienza a
amanecer y puedo ver que afuera no hay ningún enemigo y que ya sale el
sol". Y nos podemos imaginar el suspiro de alivio que salía de los pechos de
las personas inquietas y preocupadas por toda la ciudad.
Estimado oyente, figurativamente hablando, todos los creyentes deberían
estar reunidos en la puerta Oriental porque se puede observar en estos
momentos un poco de luz en el horizonte, y el sol puede aparecer muy pronto.
Pero antes que aparezca el sol, la estrella de la mañana se hará visible. ¿Por
qué? Bueno, en la Primera carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses,
capítulo 4, versículos 16 al 18, leemos: "Porque el Señor mismo descenderá
del cielo con voz de mando, con voz de arcángel, y con la trompeta de Dios, y
los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que
estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con
ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el
Señor siempre. Por tanto, confortaos unos a otros con estas palabras".
Estimado oyente, esto nos habla del arrebatamiento de la Iglesia. La Escritura
dice que Él llegará y arrebatará a los Suyos, sacándolos de este mundo antes
de que salga el sol. Y en estos momentos ya tenemos un cierto resplandor de
luz en el horizonte. Las Sagradas Escrituras no autorizan a establecer ninguna
fecha para tal evento. Desafortunadamente en todas las épocas ha habido
personas que han tratado de fijar fechas para el retorno del Señor. Pero sí
creemos que la venida del Señor está próxima y que el próximo gran evento
será el arrebatamiento de la Iglesia. Y nosotros, amigo oyente, deberíamos
estar viviendo aquella expectativa y la esperanza que tenían los ciudadanos de
Jerusalén en la antigüedad, cuando en medio de la oscuridad de la noche
comenzaba a vislumbrarse la claridad que precedía a la salida del sol. Y éste
es el día cuando aunque nos parezca que es muy oscuro allá afuera, ya se
observa un poquito de luz, lo que nos da una esperanza.
Pero antes de llegar a la próxima puerta leamos el versículo 30 de este
capítulo 3 de Nehemías, dice:
"Tras él, Hananías hijo de Selemías y Hanún hijo sexto de Salaf restauraron
otro tramo; después de ellos, Mesulam hijo de Berequías restauró, frente a su
vivienda"
La razón por la cual leímos este versículo es que nos llamó la atención un
detalle. Todo lo que este hombre Mesulam hizo fue reparar la parte de la
muralla que se encontraba frente a su casa. Y esto nos lleva a aplicar la
siguiente lección. Estimado oyente, quizá usted no sea capaz de ser testigo
ante todo el mundo, en lejanas tierras, o quizá no lo pueda hacer frente a sus
propios vecinos, pero sí puede dar testimonio de su fe a su propia familia. Es
hermoso en nuestros días tener a una familia que es salva y es suya la
responsabilidad de presentarles la Palabra de Dios. De modo que, este hombre
Mesulam reparó el muro enfrente de su casa. Y pensamos que eso era todo lo
que Dios le pidió que hiciera. Y ahora sí llegamos al versículo 31, de este
capítulo 3 de Nehemías, que nos habla de décima puerta que es

La puerta del Juicio

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"y después de él Malquías hijo del platero restauró hasta la casa de los
sirvientes del Templo y de los comerciantes, frente a la puerta del Juicio, y
hasta la sala de la esquina".
Ésta era la puerta de la revisión o de registro. Cuando un extranjero llegaba a
la ciudad, tenía que tener una visa. Bueno, no como las que conocemos en el
día de hoy, pero él debía detenerse en la puerta para inscribirse. Y también
era la puerta de la inspección, de pasar revista. Cuando llegaba de regreso el
ejército que había salido a luchar en alguna batalla, los soldados al regresar
pasaban por esta puerta. Aquí fue donde el rey David pasó revista a sus tropas
cuando regresaban. ¡Cómo los amaba él! y ¡cómo lo amaban ellos! La mayoría
de ellos gustosamente hubiera entregado su vida por su rey. Cuando ellos
llegaban cansados y heridos de la lucha, encontraban a su rey en la puerta
para darles la bienvenida y agradecerles por su lealtad y valor.
Como hemos leído en 1 Tesalonicenses 4, en el momento del arrebatamiento
de la Iglesia, seremos recogidos para encontrarnos con el Señor en el aire.
Hay personas que dicen que eso va a ser ¡algo maravilloso! ¡Pues, sí, lo es!
Pero, ¿sabe usted que después de dicho arrebatamiento vamos a presentarnos
ante el tribunal de Cristo?
Escuchemos lo que dijo el apóstol Pablo en su Segunda carta a los Corintios,
capítulo 5, versículo 10: "Porque todos nosotros debemos comparecer ante el
tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos
estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo".
Pues bien, éste no es el mismo juicio que el del Gran Trono Blanco,
mencionado en Apocalipsis 20:11-15. Solo los creyentes comparecerán ante el
tribunal de Cristo. Porque este juicio no está relacionado con la salvación, sino
con la recompensa. Los creyentes, entonces, recibirán lo que les corresponda,
según lo bueno o lo malo que hayan hecho mientras estaban en esta tierra. En
base a ello, el apóstol Pablo dijo en 2 Corintios 5:11, "Por eso, sabiendo que
hay que tener reverencia al Señor, procuramos convencer a los hombres".
Pablo estaba diciendo: "Yo quiero estar ocupado porque tendré que presentar
un informe sobre si estoy trabajando 8 horas por día, o si le estoy dando al
Señor 60 segundos de cada minuto; 60 minutos en cada hora; o 24 horas en
cada día, y los 7 días de la semana". Bajo la ley, los judíos deberían dar a Dios
solamente un día; pero el Señor dijo que, indiferentemente de lo que
hagamos, nuestra motivación debe ser la de hacerlo para Él. Y Él va a
examinar esas obras en ese día. Él va a examinar de cerca cómo hemos vivido
nuestra vida aquí en la tierra. Este es, pues, el simbolismo de esta puerta.
Como ya hemos dicho, cuando los soldados regresaban a través de esta
puerta, el rey David estaba allí. Y él conocía al soldado cubierto de cicatrices,
que había luchado con denuedo, y él sabía lo que había hecho. Entonces, de
vez en cuando, él llamaba a uno de los que estaban formados en filas y le
decía: "Yo tengo un premio, una recompensa para usted". Y habrá muchos
creyentes desconocidos para nosotros, y otros más conocidos, que serán
llamados aparte de las filas en ese día del tribunal de Cristo, para ser
recompensados. Esta puerta del Juicio podría ser, algún día, una puerta
maravillosa para usted y para mí. Ahora veamos lo que dice el versículo 32:
"Entre la sala de la esquina y la puerta de las Ovejas, trabajaron en la
restauración los plateros y los comerciantes".

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Ahora que ya hemos pasado por las diez puertas, regresamos a la puerta de
las ovejas. Hemos recorrido todo el camino alrededor de las murallas de
Jerusalén, porque ya estamos de regreso en el punto de partida. Recordemos
que la puerta de las Ovejas simbolizaba la cruz de Cristo. O sea, que
comenzamos en la cruz de Cristo y finalizamos nuestra caminata en la cruz de
Cristo. Y esto es suma importancia y valor, la cruz de Cristo.
Estimado oyente, comenzamos en la puerta de las Ovejas y salimos por la
misma puerta. Y creemos que a través de la eternidad vamos a hablar sobre
esta puerta de las Ovejas, donde el Señor Jesucristo murió hace más de dos
mil años en el Gólgota, en el lugar de la Calavera; por sus pecados y los míos.
Y esta puerta nos recuerda el conocido pasaje Bíblico de Isaías 53:5 y 6, que
dice: "Mas él herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestras
iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas
hemos sido sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos
apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que cayera sobre Él la
iniquidad de todos nosotros".
Este versículo comienza diciendo "todos". Todos somos iguales en esto. No
hemos ido todos en la misma dirección, ni hemos recorrido la misma distancia.
Pero todos nos hemos alejado de Dios, nos hemos extraviado. Se dice que si
las ovejas tienen ocasión de perderse, seguramente se perderán. No hay otro
animal que sea tan impotente, que se encuentre tan indefenso, vulnerable y
sin esperanza de encontrar su rumbo que una oveja que ha salido del corral.
Otros animales conocen a sus dueños, y encontrarán el camino de regreso al
hogar. Pero no así la oveja, vagará desorientada y perdida hasta que sea
atacada por los lobos o yazca herido o atrapada entre las rocas. Así somos los
seres humanos, en nuestro vagar sin Dios. La esencia del pecado se revela en
la expresión que destaca que cada cual se apartó "por su camino", en vez de
recorrer el camino de Dios. Y la maldad tenía que ser castigada. Y el apóstol
Pedro resumió la obra de la gracia y misericordia de Dios en la salvación en su
primera carta, 2:24, citando también al profeta Isaías, afirmó que el Señor
Jesucristo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, añadiendo
también que por Sus heridas, fuimos sanados de las heridas mortales del
pecado y la maldad. Por lo tanto, estimado oyente, la salvación que Dios ha
provisto, se encuentra disponible para usted y para todo aquel que confíe en
Él como su Salvador.

Nehemías 4:1-23
En el día de hoy, amigo oyente, llegamos al capítulo 4 de este libro de
Nehemías. El tema general es la respuesta de Nehemías a la oposición
exterior. Vimos en nuestro último programa que Nehemías, que era un
hombre ingenioso, usó una estrategia especial para reconstruir la muralla
alrededor de la ciudad. Y mientras nosotros avanzábamos alrededor del muro,
vimos que diferentes grupos de personas habían sido designadas para
reedificar las correspondientes secciones, para que estas secciones fueran
reparadas a lo largo de todo el recorrido, todas al mismo tiempo. En este
capítulo se nos dice que reedificaron hasta la mitad de la altura del muro. Los
enemigos descubrieron que reírse de ellos no había logrado detener los
trabajos, así que iban a emplear una nueva forma para intentar interrumpir las
obras de reedificación. Veamos pues, ahora, lo que nos dice el primer
versículo de este capítulo 4, de Nehemías:

28
"Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y
enfureció mucho, y burlándose de los judíos",
Así que vemos que la risa no había conseguido detenerles, porque, por el
contrario, el trabajo había progresado. Así es que, entonces utilizaría el arma
de burlarse de ellos ante los demás. Lo importante que debemos notar aquí es
que él se estaba burlando de aquello que era precioso para Dios, pero que era
despreciado por Sanbalat. Notemos entonces lo que hizo el enemigo, leyendo
el versículo 2:
"dijo delante de sus hermanos y del ejército de Samaria: ¿Qué hacen estos
débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en
un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron
quemadas?"
Estas preguntas que él estaba haciendo eran pertinentes. Eran preguntas que
incluso los del pueblo de Israel se estaban haciendo a sí mismos. Ellos mismos
se preguntaban si serían capaces de completar la tarea. El poner en ridículo, el
avergonzar, es un método que el enemigo puede utilizar. Continuemos
leyendo el versículo 3:
"Y estaba junto a él Tobías, el amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del
muro de piedra, si sube una zorra lo derribará".
Tobías el amonita, que es una de esas personas que siempre estaban tratando
de contar chistes u ocurrencias, entró en acción haciendo unas declaraciones
sarcásticas y que, por cierto, tenían un cierto sentido del humor.
Ahora, la zorra es un animal que camina de una manera muy ágil, ligera.
Puede caminar sobre la tierra y no dejar una huella muy profunda. Puede
subirse a una pared y no dejar ninguna marca en ella. Él estaba diciendo que
aquellos débiles judíos estaban edificando un muro que hasta una zorra podría
derribar. Después de todo, algunos de los que edificaban eran plateros,
farmacéuticos y las mujeres. Así que podemos imaginar cómo los pusieron en
ridículo públicamente. Aquella burla debió resultar desalentadora para esta
gente que había trabajado tan duramente. ¿Qué iba a hacer entonces
Nehemías? Bueno, el recurso de aquel hombre era la oración. Observemos lo
que hizo. Leamos los versículos 4 y 5, de este capítulo 4 de Nehemías:
"¡Oye, Dios nuestro, cómo somos objeto de su desprecio! Haz que su ofensa
caiga sobre su cabeza y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio.
No cubras su iniquidad ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se han
airado contra los que edificaban".
Es importante notar aquí que estas personas que trataron de estorbar la
edificación eran los enemigos de Dios, así como lo eran de los judíos. Y la
oración que Nehemías hizo fue una oración bajo la ley. Bajo la ley ellos tenían
el derecho de pedir justicia. Ellos estaban en lo correcto al pedir que un juicio
justo cayese sobre sus enemigos, y Dios tiene interés en hacer justicia. Esa
opción no ha cambiado.
Sin embargo, el Señor Jesucristo ha establecido una conducta inversa para
aquellos que son creyentes en Él en el día de hoy. Así que en la actualidad se
nos dice que no debemos orar por venganza. Sin lugar a dudas se nos dice en
Efesios 4:32: "sed más bien amables unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo".

29
También vimos en la epístola a los Romanos 12.19, hace algún tiempo, que el
apóstol Pablo dijo: "Nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la
ira de Dios, porque escrito está: mía es la venganza, yo pagaré, dice el
Señor". Hay ciertos temas que debemos poner en las manos del Señor para
que él se ocupe de ellos. Si intentamos resolverlos nosotros por nuestra
cuenta, significa que no estamos viviendo por la fe.
Hay ciertas cosas de las que sí debiéramos ocuparnos. Y es evidente también
desde el punto de vista de las Escrituras, que debiera efectuarse una censura
o una reprensión. Vemos que el apóstol Pablo, por ejemplo, les dijo a los
Corintios que ellos debían hacer frente a las cosa que andaban mal en la
iglesia. Y Pablo al escribirle a un joven predicador, a Timoteo, en su segunda
carta 4:2, lo último que le dijo fue: "Predica la palabra; insiste a tiempo y
fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e
instrucción". Él dice "redarguye" que quiere decir, convencer de culpa o delito.
"Reprende" que quiere decir, amenazar o advertir. Y también dice "exhorta", y
esto quiere decir consolar. Y el hijo de Dios tiene que usar la espada del Señor
que es la Palabra de Dios. Esa espada necesita ser clavada en las cosas que
son corruptas y malas en nuestras vidas. Pero también necesitamos aplicar el
bálsamo a un corazón herido. Hay veces cuando nosotros debemos reprochar
o redargüir como nos indicó Pablo. Que Dios ayude al predicador o al maestro
que en estos días presentes no están siendo fieles en cuanto a estos asuntos.
Estamos viviendo en días en que la gente no quiere escuchar nada que
produzca escozor o que la enfrente con la realidad. Las personas sólo desean
escuchar mensajes elocuentes y entretenidos, cuyo contenido o significado
práctico se disuelve o se esfuma en la nada. No quieren escuchar un mensaje
que trate directamente sobre su indiferencia y del pecado que hay en sus
vidas. Como resultado de eso, algunos sectores del cristianismo no tienen
nada que ofrecer, a menos que sea algo agradable a los oídos y que no resulte
molesto para la conciencia. Hay muchas porciones de las Escrituras que son
dulces, pero hay también hay otras que son amargas, agrias. Y hay muchas
personas que no desean escuchar esas partes correctivas, que reprochan
cierto modo de vida, y que produzcan esa convicción que resulta en una
renovación interior y en un compromiso firme con el Señor.
Pero bajo la ley, estimado oyente, esta gente que vemos en el relato Bíblico,
podía orar pidiendo que la justicia se ejecutase sobre sus enemigos. Tenemos
que recordar que estos hombres que eran los enemigos del pueblo de Dios,
también eran los enemigos de Dios.
Sin embargo, la vida del pueblo de Dios no es simplemente una vida de
oración; también es un caminar y una lucha. Entonces, ¿qué hizo aquel
pueblo? Leamos el versículo 6:
"Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de
su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar".
Nehemías ignoró el sarcasmo del enemigo, oró a Dios, y continuó edificando.
Así que la oposición realizada poniéndolos en ridículo fue vencida por la
determinación de la gente. Leamos el versículo 7:
"Pero aconteció que oyeron Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de
Asdod que los muros de Jerusalén eran reparados, pues ya las brechas
comenzaban a ser cerradas, y se enojaron mucho".

30
Ahora, cuando el enemigo vio que el reírse de ellos, y el ponerles en ridículo
públicamente no iba a detener la edificación de las murallas, comenzaron a
moverse en otra dirección. Estaban realmente enfadados. Leamos los
versículos 8 y 9:
"Conspiraron luego todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle
daño. Entonces oramos a nuestro Dios, y por culpa de ellos montamos guardia
contra ellos de día y de noche".
Y aquí nuevamente vemos que la oración era el recurso y la fuente de ayuda
de Nehemías. Su lema era "vigilar y orar". Observemos su reacción: "Entonces
oramos a nuestro Dios". Es maravilloso en nuestros días utilizar estos tópicos
santos, que parecen muy espirituales, siempre y cuando los respaldemos con
algo más. Conocemos a muchas personas que al enfrentarse con un problema
suelen decir: "Oremos en cuanto a esto". Pero lo que a mí me agradaría saber
es qué van a hacer esas personas después de orar. Usted les pide que hagan
algo, y ellos le dicen que van a orar sobre el asunto.
En cierta ocasión un pastor le pidió a un miembro de su iglesia, que hiciera
algo y el señor este contestó: "Bueno, voy a orar sobre el asunto". Y el pastor
le dijo: "Un momento, si esa es su manera de decirme que no, entonces
dígamelo directamente y así podré buscar a otra persona que lo haga. Pues no
creo que sea necesario orar sobre un asunto como este. Usted lo puede hacer
o no lo puede hacer; lo quiere hacer o no lo quiere hacer, ¿cuál de los dos es?"
Bueno, él no lo quería hacer, para decir la verdad, estaba tratando de buscar
una excusa y al darse cuenta el pastor, buscó a otra persona que lo hiciera. Y
hay muchas personas, estimado oyente, que en nuestros días están
expresando estos tópicos que suenan bien desde una perspectiva espiritual.
Nehemías podía también haberse expresado con tópicos que sonaran muy
bien desde un punto de vista espiritual. Podría haber dicho, por ejemplo,
"Estamos confiando en el Señor, así que esperaremos y no haremos nada".
Ésa hubiera sido una salida fácil y es lo que muchos hacen en la actualidad. Es
decir, que dicen confiar en el Señor, pero no hacen nada al respecto. Si usted
realmente confía en el Señor, usted hará algo, pasará a la acción. Nehemías
supo que el enemigo estaba conspirando para enfrentarse con él, así que
estableció un sistema de vigilancia. Por supuesto, esto fue lo que Dios
esperaba que él hiciera. Ahora, escuchemos algunas de las reacciones que se
produjeron. Leamos el versículo 10:
"Y decía Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado y el escombro
es mucho; no podremos reconstruir el muro".
En un momento como éste hay que ser cuidadosos porque el diablo puede
causarle a usted mucho daño desde dentro. Una de las armas más efectivas
de Satanás contra el pueblo de Dios es el desaliento.
En cierta ocasión unos misioneros que estaban en un pueblo en la selva, en un
país de la América del Sur, trabajando entre los miembros de una tribu
indígena, escribieron indicando que estaban muy desanimados. Y decían:
"Nosotros estamos muy desanimados aquí y usted no sabe cuánto nos ayuda
el poder escuchar su programa de radio durante las horas de la noche,
especialmente cuando nos vemos aquí en un país extranjero. Nosotros todavía
no entendemos a la gente del lugar, no podemos comprender su idioma. Lo
estamos aprendiendo". Aparentemente, ellos estaban listos para abandonar la

31
tarea, para dejar todo y regresar a sus hogares. El diablo por supuesto, estaba
usando este problema para desanimarlos. Les escribimos animándoles para
que continuaran con su importante labor misionera.
Aquí en nuestro relato, vemos que la gente también estaba desanimada y el
enemigo trató de aprovecharse de esa situación. Leamos los versículos 11 y
12, de este capítulo 4 de Nehemías:
"Nuestros enemigos dijeron: Que no sepan ni vean hasta que entremos en
medio de ellos, los matemos y hagamos cesar la obra. Pero sucedió que
cuando venían los judíos que vivían entre ellos, nos decían una y otra vez: De
todos los lugares donde habitan, ellos caerán sobre vosotros".
El enemigo tomó ventaja del desaliento de los judíos y planeó un ataque por
sorpresa. ¿Cuál sería entonces la estrategia de Nehemías ante ese ataque por
sorpresa? Leamos el versículo 13:
"Entonces puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con
sus arcos, por las partes bajas del lugar, detrás del muro y en los sitios
abiertos".
Él puso a cada uno de los hombres en una posición donde pudiera defender a
su propia familia; esto, por supuesto, le permitía estar en una situación mucho
más cómoda cuando estaba edificando. Si hubiera tenido que edificar el muro
estando su familia lejos, no podría saber si los suyos estaban seguros o en
peligro. Por lo tanto, Nehemías colocó a cada uno junto a su familia, y les
armó adecuadamente, con sus espadas, lanzas arcos y flechas. Y luego les dijo
lo que leemos en este versículo 14, del capítulo 4 de Nehemías:
"Después miré, me levanté y dije a los nobles, a los oficiales y al resto del
pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y
pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por
vuestras mujeres y por vuestras casas".
La frase "acordaos del Señor" sería su lema y su señal para reunirse. Eso es lo
que utilizaban ellos para la lucha, y es algo maravilloso. Napoleón siempre
utilizaba el nombre de alguna victoria para animar a sus soldados a luchar.
Siempre usaba el nombre de alguna victoria memorable. El apóstol Pablo en la
segunda carta que escribió al joven predicador Timoteo, utilizó también un
lema para darle ánimo. Lo podemos leer en la Segunda carta a Timoteo, 2:8,
donde dijo: "Acuérdate de Jesucristo". Éste es el lema de reunión que tienen
los creyentes en el día de hoy. En los días de Nehemías, el lema de reunión de
los judíos fue acordaos del Señor. Y el versículo 15, continúa diciendo:
"Cuando supieron nuestros enemigos que estábamos sobre aviso, y que Dios
había desbaratado sus planes, nos volvimos todos al muro, cada uno a su
tarea".
Aquí vemos que los judíos pudieron volver a trabajar. El enemigo se había
retirado, habiendo descubierto que no podía sorprender a los edificadores de
la muralla.
Realmente, Nehemías era un líder ingenioso. Tenía grandes recursos
estratégicos. Su presencia sería muy útil en la actualidad. Continuemos con los
versículos 16 y 17, de este capítulo 4 de Nehemías, en el cual explicó su
estrategia de prevención de ataques sorpresivos:

32
"Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad
se mantenía armada con lanzas, escudos, arcos y corazas. Y detrás de ellos
estaban los jefes de toda la casa de Judá. Los que edificaban en el muro, los
que acarreaban y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra y con
la otra sostenían la espada".
Esta medida nos agrada. En una mano tenían una paleta de albañil para
edificar, mientras que en la otra tenían la espada para defenderse del
enemigo. Y estas son las dos armas o instrumentos que tendrían que estar en
las manos de los creyentes en la actualidad. La paleta, representa el hecho de
que los creyentes deberían edificarse a sí mismos en la santa fe, es decir, lo
que hacemos para la parte interior, para edificarnos, es decir, para crecer y
fortalecernos espiritualmente. No estamos de acuerdo con las personas que
dicen que cuando uno recién se convierte tiene que entrar a la lucha espiritual
y comenzar a dar testimonio de su fe. Pero creemos que primero, el recién
convertido necesita aprender de la experiencia que Jesús salva, protege y
satisface y así, ir creciendo en su fe. Por eso decimos que hoy tenemos que
sostener esa paleta simbólica en nuestra mano. Pero También tenemos que
empuñar la espada del Espíritu. Y esto es también importante. La espada del
Espíritu es la Palabra de Dios, con la cual podemos defendernos. Así que por
todo ello, necesitamos tener la paleta en una mano y la espada en la otra.
Ahora, los versículos 18 al 20 de este capítulo 4, dicen:
"Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a la cintura, y así
edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí, pues yo había dicho
a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y extensa,
y nosotros estamos apartados en el muro, lejos los unos de los otros. En el
lugar donde oigáis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro
Dios peleará por nosotros".
Así que Nehemías les dijo: "Yo vigilaré. Cuando oigáis la trompeta, id a ese
lugar y allí nos enfrentaremos al enemigo". ¡Maravilloso! ¿Verdad? Luego dijo
Nehemías en el versículo 21:
"Así pues, mientras trabajábamos en la obra desde el despuntar del alba hasta
que salían las estrellas, la mitad de ellos montaba guardia con la lanza en la
mano".
No conocemos las exigencias laborales de la época, pero aquellos hombres,
como podemos ver, trabajaban más de ocho horas diarias. Desde el amanecer
hasta la noche. Realmente, trabajaron para el Señor hasta el límite de sus
fuerzas, hasta agotar su resistencia física. Ahora, en el versículo 22, Nehemías
continuó diciendo:
"También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado permanezca dentro
de Jerusalén, y de noche sirvan de centinela y de día en la obra".
Y a aquellos que habían llegado de lugares alejados, como los hombres de
Jericó, Nehemías les dijo que debían pasar la noche dentro de Jerusalén, para
que pudieran protegerles, como centinelas de guardia por la noche. Y en el
versículo 23 leemos:
"Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes ni la gente de guardia que me
seguía, nos quitamos nuestra ropa; cada uno se desnudaba solamente para
bañarse".

33
Aquí vemos que Nehemías indicó que después de todo se daban un baño y era
la única ocasión en que se quitaban la ropa. Es decir, que estaban de guardia
todo el tiempo, de día y de noche, Estaban siempre listos para reaccionar ante
un ataque. El relato nos hará ver que les esperaban tiempos de prueba.
Surgirían verdaderas dificultades que harían enfadar a Nehemías, y que
estuvieron a punto de interrumpir el trabajo que realizaban para el Señor.
¡Qué conveniente es estar hoy siempre vestidos con toda la armadura de Dios!
Cuando el apóstol Pablo les hizo esta advertencia a los Efesios, les dio el
motivo por el cual revestirse de todos los recursos defensivos provistos por
Dios. Les dijo entonces que el propósito era que pudieran resistir al enemigo
en el día malo, es decir en el día del ataque, para que en esos momentos
críticos, pudieran permanecer firmes. Estimado oyente, si usted aún no ha
recibido al Señor Jesucristo como Salvador, permanece aún bajo el dominio
total del enemigo de Dios que, no sólo le esclaviza, sino que, además, sea
consciente de ello o no, le está destruyendo. Si usted establece hoy una
relación con Dios, convirtiéndose en un hijo de Dios, además de la salvación y
la vida eterna, Él le rescatará del dominio del enemigo y le proveerá los
recursos espirituales necesarios para sobrellevar las luchas de la vida, y para
enfrentarse a toda fuerza destructiva que le aceche. Podrá usted utilizar la
espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

Nehemías 5:1-19
Hoy comenzamos el capítulo 5, cuyo tema es la respuesta de Nehemías a la
oposición interior que encontró en la reedificación de los muros de Jerusalén.
Ya hemos visto antes que él había encontrado oposición, y ésta había tomado
diferentes formas, ya que el diablo es una persona muy sutil en su manera de
actuar. Primero, el enemigo se rió de los judíos que trabajaban. Después se
burlaron, poniéndolos en ridículo. Finalmente, hubo una oposición abierta. Ésta
fue tan intensa que Nehemías tuvo que disponer que cada obrero trabajase en
la muralla con una paleta de albañil en una mano, y una espada en la otra. Y
Nehemías y sus colaboradores trabajaron tan duramente que solo se quitaban
la ropa para bañarse.
Ahora, vemos aquí que la oposición vino desde dentro. En realidad, en estos
casos es donde el diablo lanza sus ataques más efectivos. Al recordar la
historia de la iglesia comprobamos que el diablo no ha podido destruirla por
medio de la persecución y lo que ha hecho entonces, fue unirse a ella. Y en
este relato le vemos actuar desde dentro. Ya había causado el desaliento entre
los judíos y entonces avanzó un paso más e hizo que se produjesen conflictos
entre ellos. Comenzaremos leyendo los primeros cuatro versículos de este
capítulo 5, de Nehemías:
"Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos
judíos. Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos
muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir. Y había
quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras
casas, para comprar grano, a causa del hambre. Otros decían: Hemos tomado
prestado dinero sobre nuestras tierras y viñas para el impuesto del rey".
Usted puede apreciar, estimado oyente, que la naturaleza humana no cambia;
no sólo eso, aun cuando estamos viviendo en la actualidad en una era
mecánica, electrónica, tecnológica, y en la era espacial, los problemas que

34
tenemos son similares a los que tenían en los días de Nehemías. Creemos que
quizá nuestros dispositivos electrónicos simplemente multiplican los problemas
y los hacen mucho más difíciles de resolver. La gente aquí estaba tan ocupada
edificando los muros que no habían tenido oportunidad de ocuparse de sus
propios negocios. Por lo tanto, para comprar sus alimentos, habían tenido que
hipotecar sus propiedades. Algunos tuvieron que hipotecarlas para poder
pagar sus impuestos, que eran bastante altos en esos días. Y habían tenido
que pedir dinero prestado de sus propios hermanos. Ahora, leamos el versículo
5:
"Ahora bien, nosotros y nuestros hermanos somos de una misma carne, y
nuestros hijos son como sus hijos; sin embargo, nosotros tuvimos que
entregar nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras
hijas son ya esclavas, y no podemos rescatarlas porque nuestras tierras y
nuestras viñas son de otros".
Durante todo este tiempo este problema se había estado agravando, pero
hasta esta ocasión Nehemías no se había dado cuenta de ello. Estas personas
se dedicaron a la reedificación de los muros de la ciudad y discretamente
empeñaron sus propiedades con sus hermanos. Como podemos ver, había
algunos que se dedicaban a prestar dinero.
Los enemigos de fuera no habían podido crearles mayores dificultades
mientras hubo amor y armonía dentro del grupo. Pero en este momento surgió
el conflicto. Recordemos que este tipo de problemas también apareció
temprano en la misma iglesia primitiva. Ananías y Safira habían tramado
engañar a sus hermanos y fueron castigados por Dios con una muerte
repentina. Aquella conspiración tuvo que ver también con el dinero. Podemos
ver que el dinero ha sido siempre una gran tentación, incluso en algunos
círculos cristianos.
Y vemos aquí que este es el asunto que se presentó ante Nehemías y que tuvo
que tratar de una manera directa. La Biblia nos da algunos consejos al
respecto. Por ejemplo en Filipenses, capítulo 1, versículos 27 y 28 dice:
"Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo, de
modo que ya sea que vaya a veros, o que permanezca ausente, pueda oír que
vosotros estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del
evangelio; de ninguna manera intimidados por vuestros adversarios, lo cual es
señal de perdición para ellos, pero de salvación para vosotros, y esto, de
Dios". Pablo estaba diciendo que tiene que haber armonía dentro de la iglesia,
que uno tenía que ser honrado en sus asuntos. No debía dar falsos informes ni
menospreciar al hermano. Y el decir la verdad produciría armonía.
El apóstol Santiago, que era muy práctico, también tuvo algo que decir al
respecto. En el capítulo 3, versículo 16 de su carta, dijo: "Porque donde hay
celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala". Eso es lo que
le sucedió a Ananías y Safira. Ellos mintieron en sus tratos con la iglesia y
trajeron confusión. Y volviendo a los días de Nehemías y como ya hemos
anticipado, el problema surgió porque algunos judíos habían pedido dinero
prestado. Cuando no pudieron devolverlo, tuvieron que vender a sus hijos e
hijas como esclavos, y aunque esa situación se mantenía por un período
determinado de tiempo, duraba lo necesario como para malograr sus vidas, en
algunos casos. Aquellos que habían pedido dinero prestado tuvieron que pagar
intereses. Lo interesante es que aunque esto parecía algo legítimo, como lo es

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en el mundo financiero actual, no lo era para los israelitas. Dios había dicho
que ellos no debían cobrar intereses a sus propios hermanos.
Hasta ese momento Nehemías había mantenido la calma. Él había podido
mantener una buena relación con su pueblo y había sido paciente con los
israelitas. Pero en esta ocasión, Nehemías se enfadó. Bueno, escuchemos lo
que dijo aquí en los versículos 6 al 8 de este capítulo 5 de Nehemías:
"Cuando oí su clamor y estas palabras, me enojé mucho. Después de
meditarlo bien, reprendí a los nobles y a los oficiales. Y les dije: ¿Exigís interés
a vuestros hermanos? Además, convoqué contra ellos una gran asamblea, y
les dije: Nosotros, según nuestras posibilidades, rescatamos a nuestros
hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y ahora sois
vosotros los que vendéis aun a vuestros hermanos, para que nosotros
tengamos que rescatarlos de nuevo? Y callaron, pues no tuvieron qué
responder".
Aquí vemos que no se enfadó simplemente, sino que se indignó. Pero se tomó
su tiempo para pensarlo bien, lo cual es una buena lección a imitar. Nunca
conviene hablar en público bajo los efectos de la indignación. Pero enfrentó la
situación y les reprochó públicamente a los nobles y a los gobernantes por su
proceder. Teniendo en cuenta el estado público del problema, fue la forma
más correcta de proceder. Creemos que en la iglesia ante situaciones similares
en las que se dude de la honestidad de alguien o se cuestione la transparencia
de otro, debe exponer abiertamente el problema con la actitud constructiva de
resolverlo.
Nehemías entonces expuso la conducta poco honrada ante sus compatriotas.
Ya hemos dicho que estaba enfadado. Alguien podría decir que el cristiano no
debiera enfadarse así. Recordamos que el apóstol Pablo escribió en Efesios
4:26, "Airaos pero no pequéis". Aquí hay que aclarar que hay que tener en
cuenta las razones para un enfado. Si usted se enfada porque alguien ha
perturbado su propio bienestar, o porque alguien ha perjudicado sus beneficios
o intereses personales, entonces está mal. Pero si usted se enfada por motivos
tales como los planes y propósitos de Dios, la gloria y honra de Dios, o porque
el nombre de Dios está siendo menospreciado, entonces, usted puede
enojarse, y no estará cometiendo ningún pecado. Nehemías, pues, no adoptó
una actitud pasiva ante el pecado evidente. No consintió en que se lo pasara
por alto. Lo denunció abiertamente.
Y creemos que nosotros debemos ser impulsados a mostrar nuestro enojo
justo cuando vemos que las cosas andan mal. No debemos mimar al que ha
obrado mal, cerrar los ojos ante el pecado ni mirar para otro lado. Muchos, en
estos casos, prefieren no intervenir y dicen: "Bueno, nosotros no queremos
crear problemas". Pero los problemas vendrán igual, sólo que aumentados,
porque si usted no interviene, el enemigo espiritual acabará ganando terreno,
causará divisiones y el daño será mayor. Por ello, ante situaciones de esta
naturaleza necesitamos personas con valor, y con convicciones firmes. En la
medida en que el cristianismo pierda autoridad moral, su imagen continuará
deteriorándose. Y entonces, el mundo seguirá, indiferente, su propio camino,
sin tener en cuenta los principios Bíblicos que los cristianos siempre han
proclamado. Éste es uno de los motivos por los cuales algunos movimientos de
renovación espiritual genuinos, han surgido fuera del cristianismo organizado
e institucional.

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Cierto predicador dijo que le enfadaba el pensar que no podía hacer llegar a
los no creyentes el mensaje del Evangelio porque ellos lo rechazaban, basados
en las actitudes de hipocresía y deshonestidad de algunos cristianos. Sin
embargo, hay muchas personas en el mundo que anhelan conocer la verdad y
quieren saber si somos sinceros en lo que decimos, y si existe coherencia
entre los principios que proclamamos y nuestra conducta personal. Algunos
que ejercen la autoridad, tratan el mal proceder de otros como aquel que
limpia su casa ocultando la suciedad debajo de la alfombra, con la excusa de
querer proyectar una imagen de bondad y amabilidad. Es una forma más de
ocultar la falta de valor y autoridad espiritual.
Ahora, cuando Nehemías expuso en público el pecado de sus hermanos de
raza, nadie se atrevió a responderle. Los implicados permanecieron en silencio
mientras él estuvo ante ellos, pero le causarían todas las dificultades que
pudieran. También le traerían muchos problemas cuando regresara al palacio
de Susa. Pero ya veremos que, a pesar de todo, el reedificó las murallas de
Jerusalén y sirvió a Dios en su día y a su generación. Continuemos leyendo el
versículo 9:
"Y yo añadí: No es bueno lo que hacéis. ¿No deberíais andar en el temor de
nuestro Dios, para no ser objeto de burla de las naciones enemigas nuestras?"
El nombre de Cristo ha sido deshonrado en el mundo. ¿Por causa de la
conducta de la iglesia como institución? ¿Por la conducta de los creyentes?
¿Por la conducta suya y la mía? Eso es lo que nos debemos preguntar a
nosotros mismos, con una actitud de crítica constructiva. En otras palabras,
les dijo que con su conducta estaban provocando que el enemigo se burlara de
Dios y de Su pueblo. O sea, que no estaban honrando a Dios. Y continuamos
leyendo en el versículo 10:
"También yo, mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano.
¡Perdonémosles esta deuda!"
Nehemías les dijo que se podía haber beneficiado personalmente de esa
situación. Esta era en realidad la gran prueba de Nehemías. Porque pudo
demostrar que no había utilizado su cargo ni posición para obtener una
ganancia. Generalmente, la persona avara procura sacar rendimiento al último
centavo. Muchas personas están colocando el dinero en el lugar principal de su
vida, antes que Dios. Usted puede poner una moneda delante de su ojo y no
ver el sol. Y hay muchas personas que están mirando al mundo de esa
manera. Ahora, notemos lo que él hace aquí en el versículo 11:
"Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus
casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que
demandáis de ellos como interés".
Así que Nehemías apeló a los judíos ricos para que devolvieran lo que habían
acumulado, y que no recibiesen más pagos. Ahora, el versículo 12, continúa
diciendo:
"Ellos respondieron: Lo devolveremos y nada les demandaremos; haremos así
como tú dices. Entonces convoqué a los sacerdotes y les hice jurar que harían
conforme a esto".
Aquí vemos que no confió en sus promesas verbales y requirió de ellos un
compromiso formal. Aunque eran el pueblo de Dios, su experiencia le aconsejó

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no fiarse de la palabra empeñada, incluso públicamente. Tuvieron que hacer
constar su juramento por escrito.
Hay creyentes que, por los desengaños sufridos se han arrepentido por haber
confiado en otros cristianos, por haber creído de buena fe que respetarían la
palabra dada y sus compromisos financieros. En consecuencia muchos evitan
entrar en acuerdos profesionales y comerciales con otros cristianos. Y dicen
que prefieren los tratos con los no creyentes, porque ya saben lo que podrían
esperar de ellos y se sienten con mayor libertad para vigilarles.
Veamos ahora lo que dijo Nehemías aquí en el versículo 13, de este capítulo 5
de Nehemías:
"Sacudí además mi ropa, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a
todo hombre que no cumpla esto; así sea sacudido y quede sin nada. Y
respondió toda la congregación: ¡Amén! Entonces alabaron al Señor, y el
pueblo hizo conforme a esto".
Sabemos que sólo se necesita una manzana podrida para echar a perder todas
las demás. Lo mejor es identificarla y sacarla para que no se perjudique el
resto del grupo. Y eso es lo que Nehemías estaba haciendo. Él, en realidad,
estaba pronunciando una maldición sobre ellos. Ésta fue una escena
pintoresca y dramática. Era un funcionario del gobierno y como tal usaba un
uniforme así que se quito su larga túnica en frente de la multitud y lo sacudió,
en otras palabras dijo: "Así sacuda Dios fuera de su casa y de sus propiedades
a todo aquel que no cumpla este juramento, y así lo despoje de todo lo que
ahora tiene". Fueron palabras tremendas, pero esa era la forma adecuada de
hablar a gente como aquella. Recordemos que Pablo, escribiendo a los Gálatas
en 5:12, les dijo: "¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!" Él deseó que los
legalistas fueran separados completamente del grupo, por el daño que estaban
causando a los creyentes de Galacia. Éste también fue un lenguaje muy
fuerte. Ahora tenemos un detalle de la vida personal de Nehemías. Leamos el
versículo 14, de este capítulo 5 de Nehemías:
"También desde el día que me mandó el rey que fuera gobernador de ellos en
la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y
dos de su reinado, durante doce años, ni yo ni mis hermanos comimos del pan
del gobernador".
Era evidente que tenía derecho a tener un sueldo, pero no lo aceptó. Y en el
versículo 15 dijo de sus antecesores:
"En cambio, los primeros gobernadores que me antecedieron abrumaron al
pueblo: les cobraban, por el pan y por el vino, más de cuarenta monedas de
plata, y aun sus criados oprimían al pueblo. Pero yo no hice así, a causa del
temor de Dios".
Los gobernadores que ocuparon el cargo antes de él recibieron los sueldos que
les correspondían. Pero él no quiso aceptar el suyo. Y el versículo 16 dice:
"También trabajé mi parte en la restauración de este muro, y no he comprado
heredad; también todos mis criados estaban allí juntos en la obra".
Nehemías no quiso implicarse en el negocio de los bienes inmuebles y se
mantuvo apartado de la especulación de la tierra. No obtuvo beneficios de

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hipotecas sobre las tierras prestando dinero o grano. No se quedó con nada de
modo extraoficial o de manera encubierta. Y el versículo 17, dice:
"Además, ciento cincuenta judíos y oficiales, y los que venían de las naciones
que había alrededor de nosotros, se sentaban a mi mesa".
Nehemías recibía regularmente a su mesa a ciento cincuenta invitados.
También recibió a judíos de las naciones circundantes que habían venido a
vivir a la ciudad y aún no habían encontrado una vivienda. Aparentemente
hizo todo esto corriendo él personalmente con los gastos. Evidente, había sido
diferente a los demás gobernadores. Leamos el versículo 18:
"Cada día se preparaba un buey y seis ovejas escogidas; también me
preparaban aves; y, cada diez días, se traía vino en abundancia. Así y todo,
nunca reclamé el pan del gobernador, porque la carga que pesaba sobre este
pueblo era excesiva".
O sea, que él no reclamó la asignación económica para gastos de hospitalidad
de un gobernador, porque tenía un corazón sensible por sus hermanos de
raza, que trabajaban duramente. Leamos, finalmente por hoy, el versículo 19:
"¡Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de todo lo que hice por este pueblo!"
Nehemías era un hombre extraordinario. La gente del pueblo era su principal
preocupación pero esa gente le olvidaría. Fue una triste realidad, pero muchos
personajes famosos han aprendido que el mundo olvida fácilmente. Las
personas tienen una memoria muy frágil. Pero Nehemías le pidió a Dios que lo
recordase. Y así fue que dijo: "Acuérdate de mí. . . Dios mío". Es hermoso
recordar que Dios no recuerda nuestros pecados pero siempre recordará
nuestras buenas obras, e incluso las registra en un libro.
Estimado oyente, hemos recordado que los seres humanos se van olvidando
unos de otros. Y cada uno va a lo suyo y, de forma egoísta se desentiende de
los problemas y necesidades de los demás. Pero Dios se acuerda de usted,
estimado oyente, y conoce cual es su situación ante Él. Sabe si usted está
lejos de Él, o si ya le pertenece como hijo. Y si usted acepta Su amor y Su
gracia, expresados al entregar a su Hijo, el Señor Jesucristo, como sacrificio
en la cruz, Él perdonará sus pecados porque Cristo ya pagó el castigo por
ellos. Entonces, al pertenecerle, Él escuchará sus oraciones, como escuchó las
de Nehemías, y por medio de Su Espíritu le fortalecerá, le consolará, le guiará
y transformará su existencia en una vida de auténtica calidad, que se
prolongará después de esta vida, en la vida eterna.

Nehemías 6:1-19
En nuestro programa anterior finalizamos la lectura del capítulo 5. Nehemías
había encontrado toda clase de oposición que uno pudiera imaginar en la
reedificación de los muros de Jerusalén. Satanás había estado muy activo y
había puesto en su camino toda clase de obstáculos que pudieran causar que
él fracasara en su propósito. El enemigo está haciendo lo mismo con nosotros
en el día de hoy. La única diferencia es que en nuestra experiencia él muchas
veces tiene éxito y nosotros fracasamos. Dios no quiere que nosotros
fracasemos y ha provisto todo lo necesario para que no seamos vencidos, y
sin embargo lo somos. Ahora, en el caso de Nehemías no fue así.

39
Llegamos, pues, al capítulo 6. Y aquí veremos que, a pesar de la astuta
oposición, la muralla quedaría terminada. Vimos en nuestro programa
anterior, que él no estaba recibiendo un sueldo; era una persona que no
buscaba nada para sí mismo y estaba haciendo un gran sacrificio para
reedificar el muro de la ciudad. Luego, él se dio cuenta que algunos de sus
hermanos de raza, especialmente aquellos de alto rango, se habían dedicado
al negocio de los bienes inmuebles, así como al de los préstamos. Estaban
ganando dinero mientras se aprovechaban del sufrimiento de las demás
personas y de las dificultades económicas que ellas tenían para sobrevivir. Y
como resultado, este problema hizo enfadar mucho a Nehemías, pero él pudo
arreglar este asunto y lo hizo de una manera muy directa, enfrentándose con
el problema y exponiéndolo en público.
En este capítulo vemos los acontecimientos que culminaron con los últimos
trabajos de reedificación del muro. Comencemos nuestra lectura Bíblica de hoy
leyendo el primer versículo de este capítulo 6 de Nehemías:
"Cuando oyeron Sanbalat, Tobías, Gesem el árabe y los demás de nuestros
enemigos que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él brecha
alguna (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas de las puertas)"
Observemos aquí la honestidad de Nehemías. Reconoció que aún no había
colocado las puertas en su sitio. Era como Natanael, de quien se nos habla en
Juan 1, porque en él no había engaño. Es decir, él no trataba de ser sutil, listo.
En esto, también, fue un ejemplo para muchos cristianos en el día de hoy que,
a veces, rinden cuentas de su labor solo parcialmente, ocultando aspectos de
su trabajo que quizás no les favorezcan, lo cual revela personalidades que no
son transparentes, creyentes que no se expresan con sinceridad. No
comunican toda la verdad. Se sienten más seguros reservándose para sí una
parte de la información.
El Dr. McGee dice que él apreció mucho lo que su médico hizo por él. Este
médico es un creyente y cuando sospechó que el Dr. McGee tenía cáncer, se lo
dijo directamente. El médico le dijo: "Dr. McGee, le voy a decir la pura verdad
directamente, porque si no lo hago así, usted no va a tener confianza en mí".
Y eso fue lo que hizo, él siempre presentó las cosas tal cual eran. Cuando él
pensaba que ya no había esperanza alguna para el Dr. McGee a causa de la
enfermedad, honradamente se lo dijo. No trató de decir una cosa por otra, ni
trató de ocultar la verdad. Lo dijo tal cual era, y uno, estimado oyente,
siempre puede apreciar esta conducta. Esto es algo necesario en la actualidad,
en los negocios, en las relaciones sociales, y también hace mucha falta, y de
manera muy especial, en la esfera de la iglesia, entre los cristianos. Estas
relaciones deberían estar caracterizadas por la sinceridad, la transparencia.
Esta conducta promueve y va desarrollando la confianza, así como el afecto
entre los creyentes.
Como hemos leído, cuando los enemigos, Sanbalat, Gesem, Tobías y otros,
oyeron que las obras de la muralla se habían completado, Nehemías admitió
honestamente, que el informe que había trascendido era un poco exagerado.
Como vimos, las puertas aún no habían sido colocadas en su lugar. Por ello
hemos destacado la honestidad de Nehemías. Él dijo las cosas como eran.
Leamos ahora los versículos 2 y 3:
"Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las
aldeas en el campo de Ono. Pero ellos tramaban hacerme daño. Entonces

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envié mensajeros para decirles: Estoy ocupado en una gran obra y no puedo
ir; porque cesaría la obra si yo la abandonara para ir a vosotros".
Los enemigos habían invertido sus tácticas. Ya que no habían podido detener
el trabajo, propusieron reunirse con Nehemías para llegar a una solución
negociada. Su intención, por supuesto, no era el bienestar de Nehemías. Este
es el antiguo método satánico que aconseja que si no puedes vencer a tu
enemigo, únete a él.
Y así fue como Nehemías rechazó la invitación, porque como él mismo dijo,
"tramaban hacerme daño". Probablemente estaban planeando matarle.
Nehemías pensó que no tenía sentido discutir detalles con el enemigo;
simplemente envió mensajeros diciéndoles que estaba muy ocupado en una
obra muy importante y que no podría ir a verlos porque si abandonaba sus
tareas, entonces el trabajo se detendría. O sea, que Nehemías se negó a llegar
a un compromiso con sus enemigos, a una solución negociada.
Hay quienes quieren que la Iglesia contemporice con sus adversarios y entre
en un terreno de componendas, acuerdos y concesiones. Ellos piensan que
quizá uno es demasiado dogmático e intolerante si no accede a reunirse con
quienes discrepan en lo esencial. Y en realidad, uno sólo debería tratar con
aquellos que se reúnen alrededor de la persona de Cristo, pero no con
adversarios que intenten acercar posiciones por la vía de la negociación en la
cual, cada una de las partes va cediendo hasta coincidir con la otra. Más bien,
preferimos reunirnos con quienes crean en la Palabra de Dios, en la deidad de
Cristo, y acepten el hecho de que Él murió por nuestros pecados y resucitó de
los muertos, indiferentemente de la etiqueta que usen para identificarse. El
nombre es secundario si hay coincidencia en las creencias básicas de la fe
cristiana, basadas en la Biblia. Y Nehemías estaba llevando a cabo una buena
obra y no tenía tiempo para abandonar su misión y perder el tiempo con sus
enemigos. Prosigamos adelante ahora con el Libro de Nehemías. Y leemos lo
siguiente aquí en los versículos 4 y 5, de este capítulo 6 de Nehemías:
"Cuatro veces me enviaron mensajes sobre el mismo asunto, y yo les respondí
de la misma manera. Entonces Sanbalat me envió a su criado para decir lo
mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano"
Podemos ver que el enemigo fue persistente. Y siempre lo ha sido. ¿Acaso
querían ellos realmente, tener una actitud amistosa con Nehemías y llegar a
una solución negociada? La verdad es que la presencia de Nehemías era
desesperadamente necesaria en Jerusalén para completar la edificación de la
muralla. La carta del enemigo estaba redactada en un lenguaje cortés pero, en
realidad, era como un anzuelo con su carnada. Observamos que la carta
contenía una amenaza. Leamos el versículo 6:
"en la carta estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice,
que tú y los judíos pensáis rebelaros y que por eso edificas tú el muro, con la
mira, según estas palabras, de ser tú su rey"
Este hombre Gasmu parece que siempre está con nosotros. Era el peor de
ellos en lo que a chismes se refiere. Se lo menciona también como Gesem.
Hemos descubierto que a veces, la persona capaz de llevar los peores chismes
es un hombre y no una mujer.

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La carta, que acusaba a Nehemías de rebelarse contra Persia y fundar un
estado separado, fue hecha pública enviándola o leyéndola públicamente. Fue
preparada para desanimar a aquellos que estaban trabajando en la muralla. Y
acusaba a Nehemías de querer convertirse en un rey. Continuemos leyendo el
contenido de la carta en el versículo 7:
"y que has puesto profetas que, refiriéndose a ti, proclamen en Jerusalén:
¡Hay rey en Judá! Estas palabras van a llegar a los oídos del rey; ven, por
tanto, y consultemos juntos".
Vemos que no sólo le acusaron de reclamar un reino, sino también de reclutar
profetas que apoyasen sus demandas. Éstas fueron, pues, perversas
calumnias difundidas sobre Nehemías. La carta indicaba que ellos querían
averiguar si estas noticias eran realmente ciertas, porque querían informar al
rey sobre ellas. De esta manera presionaban a Nehemías para que se reuniera
con ellos. Continuemos leyendo el versículo 8:
"Entonces envié yo a decirle: No hay nada de lo que dices, sino que son
invenciones de tu corazón".
La reacción de Nehemías ante el enemigo fue, como vemos, decirle que no
había nada de cierto en esos rumores, sino que éstos eran producto de su
imaginación. Fue una manera elegante de llamarlo mentiroso. Y dice el
versículo 9:
"Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: Se debilitarán las manos de
ellos en la obra, y no será terminada. ¡Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis
manos!"
Al hacerle frente a este problema, Nehemías recurrió al Señor, consciente de
los grandes esfuerzos del enemigo para detener la obra de reedificación. Y
entonces, le pidió fuerzas para continuar resistiendo. Y continuó el relato
diciendo en los versículos 10 y 11:
"Después fui a casa de Semaías hijo de Delaía hijo de Mehetabel, porque
estaba encerrado. Él me dijo: Reunámonos en la casa de Dios, dentro del
Templo, y cerremos las puertas, porque vienen a matarte; sí, esta noche
vendrán a matarte. Pero yo le respondí: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y
quién, que fuera como yo, entraría al Templo para salvarse la vida? No
entraré".
Semaías, que era un falso profeta, fingió tener un gran interés en la seguridad
de Nehemías. Dijo que quería revelarle una conspiración contra la vida del
gobernador. El templo era el único lugar donde Nehemías estaría seguro. Y le
estaba sugiriendo un acto cobarde. Pero no tuvo en cuenta la percepción
espiritual de Nehemías. Leamos entonces los versículos 12 al 14:
"Reconocí que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía contra
mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. Pues fue sobornado para
intimidarme, para que así yo pecara. Ellos aprovecharían esto para crearme
mala fama y desprestigiarme. ¡Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat,
conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de la profetisa
Noadías y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo!"
Podemos ver que Nehemías se encontraba en medio de complots y planes
para destruirle. Bien, él se ocupó de esas personas que fingían ser sus amigos,

42
pero aun así se encontraba en una posición difícil. Estaba entre la espada y la
pared. Apenas se daba vuelta, se encontraba en medio de otra conspiración;
pero al verse en esa situación recurrió a Dios. Porque aquella tierra estaba
soportando otra vez la maldición de la existencia de falsos profetas. Daba la
impresión de que ellos eran los enemigos más resueltos de los siervos de Dios.
Continuemos leyendo el versículo 15:
"Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y
dos días".
Y así fue que sin toque de trompetas, ni el esplendor de grandes ceremonias,
se terminó el trabajo de reedificación de las murallas. Dice el versículo 16:
"Cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que
estaban alrededor de nosotros; se sintieron humillados y reconocieron que por
nuestro Dios había sido hecha esta obra".
Esta gigantesca obra quedó concluida en cincuenta y dos días. Podemos
imaginarnos la rabia y frustración que habrán sentido los enemigos de los
judíos al ver edificado el muro, sin que les hubieran valido para nada los
intentos para impedirlo. Envidiaron entonces la prosperidad que esa obra les
traería a los pobladores de Jerusalén, y el éxito y el prestigio que la conclusión
de esa obra les traería ante las demás naciones. Sólo Dios podía haber llevado
a cabo esta empresa por medio de ellos. Pero aunque la muralla estaba
terminada, la situación para Nehemías y los suyos aún era peligrosa y los
problemas no se habían terminado. Leamos los versículos 17 al 19:
"En aquellos días los principales de Judá enviaban muchas cartas a Tobías y
recibían las de éste. Porque muchos en Judá se habían aliado con él, pues era
yerno de Secanías hijo de Ara; y Johanán su hijo había tomado por mujer a la
hija de Mesulam hijo de Berequías. También contaban delante de mí las
buenas obras de Tobías, y a él le referían mis palabras. Y Tobías enviaba
cartas para atemorizarme".
Todavía le quedaba a Nehemías pasar por una amarga experiencia. Durante
todo este tiempo había aquellos del pueblo, que eran amigos de los enemigos
de Dios y mantenían, en una actitud que constituía una verdadera traición,
correspondencia con Tobías. Se trataba nada menos que de los nobles, o sea
los más importantes de Judá, que se dejaron manipular por los enemigos de
Dios, que continuaban mostrando su oposición. Al participar en esta secreta
conspiración, no hacían otra cosa que favorecer a los intereses de los
enemigos de Israel y ocasionar la ruina de su propio país. Dice en este
versículo 18 que habían jurado lealtad a Tobías. Evidentemente tanto Tobías
como su hijo se habían casado con mujeres de Israel. Tobías, concretamente,
se había unido en matrimonio con la hija de uno de esos nobles. Y como éste,
probablemente se produjeron otros matrimonios mixtos entre israelitas y
extranjeros. Parece que éste fue el resultado de que, durante todo este
tiempo, había habido una relación amistosa encubierta entre algunos de Judá
y los enemigos de Dios. Y Tobías tenía "oídos" o informantes oficiosos dentro
de las murallas de Jerusalén, que le informaban sobre todo lo que Nehemías
decía o hacía. Y Tobías también tenía parientes o amigos que le contaban a
Nehemías lo bien que actuaba Tobías, tratando de realzar su imagen.
Actuaban como oficiales de enlace, llevando cuentos de un lado a otro. Lo que
estaba claro que este Tobías era un intrigante. Y él y sus secuaces aun tenían

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la desvergüenza de intentar que Nehemías se hiciera amigo de él. Y todas
estas intrigas le crearían a Nehemías más problemas.
Y estos incidentes, que parecían no tener fin, nos conducen ahora, al séptimo
capítulo de Nehemías, que desarrollaremos en nuestro próximo programa.
Dicho capítulo finalizará esta extensa sección que comenzó en al capítulo 1 y
que en nuestro Bosquejo General lleva el título de la "Reedificación de las
murallas".
Luego de haber finalizado la reedificación de los muros, uno debe recordar que
al mismo tiempo se encontraban profetizando dos profetas: Hageo y Zacarías.
Y durante este período la Palabra de Dios sería leída al pueblo, y como
resultado llegaría un movimiento de renovación espiritual, que produciría
grandes reformas en la vida de la nación.
Una vez completadas las obras de reedificación de la muralla, le gente
comenzaría a proteger la ciudad de Jerusalén. Muchas de las casas ya se
habían construido pero aun así, dentro de la ciudad todavía quedaba mucho
trabajo por hacer. Los pobladores tenían que limpiar muchas zonas y eliminar
los escombros que se habían acumulado. Era importante organizar cuanto
antes la protección porque al enemigo que había tratado de frustrar la
reedificación del muro podría pensar en destruir la ciudad.
Por otra parte, nos llama la atención la obstinación y la persistencia de los
enemigos de Dios y de Su Palabra. Parece que tras cada fracaso, volvían a
conspirar con renovados esfuerzos. Podríamos decir que, inconscientemente,
ellos estaban preparando el escenario para resaltar públicamente la autoridad
y el poder de Dios. Y es como si Dios hubiera permitido que llegaran al colmo
de su astucia, y que movilizaran sus mejores aliados y recursos para destruir
Sus planes y propósitos, hasta el extremo de permitirnos ver la situación de
indefensión y vulnerabilidad de aquel pueblo que se esforzaba por levantar la
muralla. Pero al mismo tiempo hemos visto la constancia y firmeza de un líder
que se apoyaba en Dios y en Sus promesas. Y hemos comprobado que el
poder de Dios es mayor que todas las fuerzas de Sus enemigos, y que la
sabiduría que Él dio a Sus siervos, malogró tramas urdidas con la mayor
astucia que nos podríamos imaginar, planes en los que incluso participaron
traidores del pueblo de Israel. O sea que, paradójicamente, los enemigos de
Dios lograron hacer resaltar el poder de Dios de una manera extraordinaria.
En este sentido, recordemos que, después de haber comparado la sabiduría y
el poder humano, con la sabiduría y el poder de Dios, San Pablo concluyó en 1
Corintios 1:25, que lo que en Dios puede parecer una necedad, es mucho más
sabio que la sabiduría humana; y que lo que en Dios puede parecer una
debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana. Estimado oyente, en medio
de una generación que exalta la ciencia y sabiduría humana hasta el punto de
intentar desplazar a la sabiduría que proviene de Dios, diremos que Dios tiene
la última palabra. Y en una generación que exalta el poder y los medios
humanos para solucionar los males de la humanidad, y para evitar que los
seres humanos se destruyan entre sí, Dios también tiene la última palabra al
respecto. Porque Dios se complace en demostrar hoy su poder y sabiduría,
que son evidentes en el mensaje del Evangelio. Porque, como dijo también
San Pablo, el Evangelio es el poder de Dios para la salvación de todo el que
cree. Y creer, ¿en quién? En el Señor Jesucristo como Salvador. Estimado
oyente, le invitamos a experimentar el poder de Dios para concederle el
perdón y la vida eterna, y la sabiduría de la Palabra de Dios aplicada a su vida

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diaria mediante la obra del Espíritu Santo, para transformar su vida en esta
tierra en una vida significativa, en una vida que merezca la pena vivir.

Nehemías 7:1-73
Llegamos hoy, estimado oyente, al séptimo capítulo del libro de Nehemías,
que concluye la primera sección de este libro iniciada en el capítulo 1 y que
hemos titulado la "Reedificación de las murallas". En este capítulo se destaca
el registro familiar realizado por Nehemías.
Ahora, al entrar en este capítulo 7, vemos que los muros de Jerusalén habían
sido reedificados, como mencionamos en nuestro programa anterior. Y vamos
a ver que ellos comenzaron entonces a proteger la ciudad; el templo había
sido reedificado y gran número de las casas también. Dentro de la ciudad aún
quedaba mucho trabajo por hacer. Todavía se estaban limpiando los
escombros que allí se habían acumulado. Pero en ese momento era necesario
proteger la ciudad porque el enemigo que había tratado de estorbar la tarea
de la reedificación de los muros, podría tratar de entrar y destruir la ciudad.
Veamos ahora lo que dice aquí el versículo 1, de este capítulo 7 de Nehemías:
"Después que el muro fue edificado y se colocaron las puertas, se nombraron
porteros, cantores y levitas".
Una vez concluida la muralla, Nehemías colocó las puertas en sus
correspondientes lugares, y nombró a los hombres que protegerían la ciudad.
Los porteros eran los que vigilaban. Ellos estaban de guardia y eran los que
estaban alrededor de ese muro, observando, vigilando lo que ocurría fuera e
informando de ello a los que estaban dentro. Si se aproximaba algún enemigo
o se observaba algún peligro en el exterior, hacían sonar la alarma. Era una
tarea permanente de 24 horas de duración; o sea que vigilaban de día y de
noche. Por tanto, eran personas que habían sido seleccionadas
cuidadosamente y que cumplían requisitos exigentes. Pero vamos a ver que
las normas establecidas no se cumplieron como debían haberse cumplido. Los
guardias de las murallas no tenían que ser indiferentes frente a las personas
que llegaban y penetraban dentro de las murallas.
Se nos dice hoy que no tenemos que ser indiferentes con respecto a aquellos
que llegan para reunirse con la comunidad de los creyentes. Porque no vamos
a tener una relación de comunión y compañerismo con todos los que profesan
ser creyentes. Observemos lo que Pablo dijo en su Primera carta a los
Corintios, capítulo 5, versículo 11: "No debéis tener trato con ninguno que,
llamándose hermano, sea inmoral, avaro, idólatra, chismoso, borracho o
ladrón". En la actualidad se le da a la doctrina cristiana la máxima prioridad,
por ejemplo, a aquellos que niegan que las Sagradas Escrituras están exentas
de error y la deidad de Jesucristo, no podemos convertirlos en nuestros
hermanos y tener compañerismo con ellos en la adoración a Cristo. Pero Pablo
no estaba hablando de doctrina cuando dijo que se debían tener tratos con
inmorales. Estaba refiriéndose al hombre o a la mujer que no hiciese frente al
pecado en su propia vida. La comunión y el compañerismo han estado basados
en la doctrina cristiana, y se rompe esa relación cuando no hay acuerdo en
esas áreas básicas. Aquí cabe aclarar que ese compañerismo se refiere a la
participación comunitaria en el culto cristiano y a las actividades corporativas
de la iglesia. Esa prohibición en ningún modo entra en el campo de la amistad
cristiana y la ayuda espiritual que se debe prestar a las personas que cometan

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esos pecados. Por otra parte, conviene dejar bien en claro que el interrumpir
la comunión o el compañerismo con otro creyente por causa de un tema de la
doctrina cristiana no significa que uno deba colocarse en el papel de juez
frente a esa persona. A un predicador joven llamado Timoteo, Pablo le
aconsejó lo siguiente, en su segunda carta 2:19, "No obstante, el sólido
fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: el Señor conoce a
los que son suyos, y: Que se aparte de la iniquidad todo aquel que menciona
el nombre del Señor". Ni usted ni yo sabemos quienes son realmente hijos de
Dios, pero Dios sí conoce quienes le pertenecen. Nadie tiene derecho a actuar
en contra de nadie por cuestiones de doctrina cristiana, o porque le parezca
que alguien ha relegado algún punto de la doctrina cristiana porque hace las
cosas de una manera diferente. Porque el único juez es Dios y Él juzgará a
quienes tenga que juzgar. Lo único que los creyentes tienen que hacer es
evitar o interrumpir la relación eclesial de comunión, pero de ninguna manera
actuar contra otros que profesen ser cristianos como si fuéramos jueces.
Volviendo a Jerusalén, vemos que, además de nombrar porteros para que
vigilaran la ciudad, Nehemías nombró cantores. En el capítulo siguiente
encontraremos a Nehemías diciendo: "La alegría del Señor es vuestra fuerza".
El espíritu de alabanza es el espíritu de poder. Esto quiere decir que los
creyentes tendrían que ser un grupo de personas alegres. Pero esa alegría
está con frecuencia ausente de la iglesia contemporánea. Por supuesto que los
creyentes muestran su alegría en ciertas conversaciones, ante chistes u
observaciones humorísticas, y cuando disfrutan de una buena comida o en
otras reuniones sociales. Pero el estudio de la Biblia no es para muchos una
fuente de alegría y disfrute. Y eso se nota incluso en el semblante de la gente
cuando escucha la exposición de la Palabra.
Ahora, Pablo dijo en Efesios 5:18 y 19 que la señal del creyente lleno del
Espíritu era esta: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, sino
sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos
espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor". Observemos
que en la frase "hablando entre vosotros con salmos", la palabra "Salmos" se
refiere a la alabanza. La palabra "Himnos" nos habla de las perfecciones
atribuidas a la Deidad. Estas realidades y el hecho de ensalzar lo hermosa que
es la persona de Jesús constituyen el tema de nuestras canciones y ello trae
alegría a nuestra vida.
Se dice que alguien tenía en su despacho el siguiente lema en un cuadro: "La
alegría es la bandera que ondea en el corazón cuando el Maestro reside en él".
Es que cuando uno vive de acuerdo con la voluntad de Dios y tiene esa
relación de compañerismo con Él, disfruta de una auténtica alegría en su vida.
En ese caso, podemos decir que uno vive una vida de verdadera calidad.
El tener aquellos porteros y cantores hacía de Jerusalén una gran ciudad. Pero
eso no era todo, sino que también nombraron levitas. Ellos eran los ministros
o servidores de los servicios religiosos. El escritor del libro de los Proverbios
dijo en el capítulo 18, versículo 16 "La dádiva del hombre le ensancha el
camino y le lleva ante la presencia de los grandes". En otras palabras, hay que
reconocer que con un regalo se abren todas las puertas y se llega hasta la
gente importante, influyente. Ésta es una gran verdad en la sociedad, en las
relaciones humanas. Pero en la esfera del reino de Dios, si Él lo ha llamado a
usted a que sea un ministro, un siervo, Él preparará un lugar de servicio para
usted, sin necesidad a que usted recurra a medios puramente humanos para

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lograr una posición. Lo cual quiere decir que Dios le dará el lugar donde pueda
servirle mejor. Leamos ahora el versículo 2 de este capítulo 7 de Nehemías:
"Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Hananías, jefe de la
fortaleza, (porque éste era un hombre fiel y temeroso de Dios, más que
muchos)".
Cuando él dijo aquí "mi hermano Hanani", probablemente no quiso decir que
era hermano de sangre. Recordemos que al comienzo del libro de Nehemías,
cuando se encontraba en el palacio en Susa sirviendo en la corte del rey
Artajerjes, uno de sus hermanos de Jerusalén llegó para informarle sobre la
condición del remanente que había regresado a Jerusalén. Y era uno de los
compatriotas de Nehemías, más que un hermano carnal. Hanani era
probablemente uno de los líderes de Jerusalén, y había sido él el que había
informado a Nehemías sobre la situación en Jerusalén, como ya hemos leído
en el capítulo 1. Así que Nehemías conocía a este hombre. Fue por este motivo
que él dijo: "Puse al frente de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Hananías,
jefe de la fortaleza". ¿Fue nombrado Hanani para este cargo porque era un
hombre educado y formado teológicamente? No. Fue uno de los hombres
designados para estar el frente de Jerusalén porque era un hombre fiel, y
porque tenía un temor reverencial de Dios mayor que mucha gente. O sea,
que fue elegido por su fidelidad y no por su educación.
Por supuesto que hacen falta pastores, predicadores y maestros bien
preparados. Pero es posible descuidar otros aspectos igualmente importantes
si uno va en esa dirección. Es posible ser alguien que sirva a Dios a quien le
falte un verdadero carácter, y sin embargo tenga una adecuada preparación
académica. Pero lo que Dios quiere, estimado oyente, es fidelidad. En 1
Corintios 4:2 el apóstol Pablo dijo: "se requiere de los administradores que
cada uno sea hallado fiel". Estimado oyente, ¿pueden sus compañeros
cristianos depender de usted? ¿Es usted fiel? Eso es lo importante. La
educación es provechosa si usted es una persona fiel. Pero no tiene ningún
valor si usted no es fiel. Continuemos leyendo ahora el versículo 3, de este
capítulo 7 de Nehemías:
"y les dije: Las puertas de Jerusalén no se abrirán hasta que caliente el sol, y
se cerrarán y atrancarán antes de que se ponga".
Y de entre los habitantes de Jerusalén nombré guardias e indiqué que cada
uno hiciera su turno frente a su propia casa.
Cada entrada a la ciudad debía ser vigilada durante todo el día. Y durante la
noche, cuando cualquier cosa pudiera ocurrir, todos debían mantener la
vigilancia. Cada uno tenía que vigilar, al menos, su propia casa. En este
sentido, recordemos que en Marcos 13:37, el Señor Jesucristo dijo que Dios
nos hace a nosotros responsables por lo menos por nuestro propio hogar,
aquellos que están más cerca de nosotros. El Señor Jesucristo dijo, "Y lo que a
vosotros digo, a todos lo digo: ¡Estad despiertos!" Ésa tendría que ser la
actitud de todo creyente. Pero, en todo caso, será una vigilancia confiada en la
presencia y los recursos sobrenaturales del Señor. Ahora, el versículo 4, dice:
"La ciudad era espaciosa y grande, pero había poca gente dentro de ella,
porque las casas no habían sido reedificadas".

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O sea, que no se había completado la edificación de todas las casas. Quizás
era posible que alguien hubiera estado interesado en construir su propia casa
y se olvidara de vigilarla. La actitud y el espíritu que había prevalecido en la
tarea de edificar las murallas y las puertas había sido el de trabajar con una
paleta en una mano y una espada en la otra. Y en la vida cristiana y en el
servicio a Dios necesitamos ambos aspectos.
En el resto de este capítulo 7 tenemos un registro de familias. Leamos a
continuación los versículos 5 al 7:
"Entonces puso Dios en mi corazón que reuniera a los nobles, a los oficiales y
al pueblo, para que fueran empadronados según sus familias. Y hallé el libro
de la genealogía de los que habían subido antes, y encontré que en él se había
escrito así: Estos son los hijos de la provincia que subieron del cautiverio, de
los que llevó cautivos Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a
Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad. Ellos vinieron con Zorobabel, Jesúa,
Nehemías, Azarías, Raamías, Nahamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai,
Nehum y Baana".
Lista de los hombres del pueblo de Israel: Ésta es la misma genealogía que
aparece en Esdras 2. Y quisiéramos que usted tome nota de esta genealogía
porque es muy importante. Ahora, ¿por qué permitió Dios que se gastara
tanta tinta en presentar dos veces la misma genealogía? Bueno, es que La
palabra de Dios dice, en el Salmo 112:6, para siempre será recordado el justo.
Es como si Dios hubiera dicho, "Yo conozco a esa gente y quiero que usted
sepa que los conozco". Él ha colocado estos nombres aquí y lo hizo por
duplicado. Como si fuera una copia con papel carbón. Él dice, "Quizás esto no
le parezca interesante, pero para mí lo es. Yo conozco a cada uno de ellos, son
míos". Y ésta es simplemente una hoja del libro de las memorias de Dios. Hay
bastantes genealogías y listas de nombres en las Sagradas Escrituras. En el
capítulo 49 de Génesis tenemos la lista de los doce hijos de Jacob, es decir, de
las doce tribus de Israel. En el Segundo libro de Samuel 23, tenemos la lista
de los valientes de David. Los primeros 10 capítulos del Segundo Libro de
Crónicas son listas de nombres. Y este mismo libro de Nehemías 3 nos da otra
lista. En el Nuevo Testamento, vemos que Romanos 16 contiene una lista de
nombres, Y Hebreos 11 presenta una lista de aquellos que se destacaron por
su fe. Para nosotros son simplemente nombres, pero Dios recuerda a todas
esas personas y registró sus nombres en el Libro de la Vida del Cordero.
Leamos ahora el versículo 17 de este capítulo 7 de Nehemías:
"Los hijos de Azgad, dos mil trescientos veintidós".
Aquí encontramos a los hijos de Azgad. Ahora, ¿quién sería este Azgad? Fue
un hombre conducido al cautiverio en Babilonia. Durante aquellos 70 años,
quizás algunos más, su familia se estuvo multiplicando. Aquí se mencionan a
sus 2.322 descendientes, y cada uno de ellos pudo decir: "Yo soy
descendiente de Azgad" Soy un israelita. Y se quien soy. Azgad fue mi
antepasado".
Hay quienes hoy dicen, "Bueno, pienso que soy un hijo de Dios. Espero ser un
hijo de Dios". Estimado oyente, ¿no sabe usted si es un hijo de Dios? Usted
puede saberlo. En 1 Juan 5:12, el escritor dijo: "El que tiene al Hijo tiene la
vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida". No admite más de dos
opciones o interpretaciones, o tener al Hijo de Dios, o no tenerlo. No hay una
opción intermedia. Entonces, ¿lo tiene usted? ¿Ha confiado usted en Él? Si

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usted ha confiado en el Señor Jesús como su Salvador, usted le tiene y por lo
tanto, según esta declaración, usted tiene la vida. Y si usted no cree en lo que
Él dijo, entonces es como si estuviera afirmando que Él ha mentido. Si usted
ha depositado su fe en Cristo, usted tiene la vida eterna, y esta verdad está
basada en la autoridad de la Palabra de Dios. Y Dios ha confirmado esa
palabra poniéndola por escrito. Por ello utilizamos el ejemplo de un
descendiente de Azgad, que podía firmar rotundamente, "Yo se quien soy;
mire usted, mi nombre ha sido escrito en esta lista".
Pero hubo algunos que no podían decir lo mismo, como veremos al leer el
versículo 61 de Nehemías 7:
"Estos son los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adón e Imer, los
cuales no pudieron mostrar que la casa de sus padres ni su genealogía eran
de Israel"
Éstos que aquí se mencionan no pudieron probar su genealogía. Aquellos
seguramente pensaron que eran israelitas, esperaban serlo o trataban de
serlo. Pero el pensarlo, el esperarlo o el intentarlo no les convertía en israelitas
ni les resultaba de ninguna ayuda. Y como no podían probar su descendencia,
su genealogía, fueron excluidos. A continuación veamos el versículo 64:
"Éstos buscaron su registro de genealogías, pero no se halló, por lo cual
fueron excluidos del sacerdocio"
Aplicando este ejemplo a la experiencia de la salvación, diremos que usted,
estimado oyente, no sólo necesita ser salvo, sino que también tiene que
saberlo con certeza. Leamos ahora el versículo 65:
"y el gobernador les prohibió que comieran de las cosas más santas, hasta
que un sacerdote decidiera la cuestión por medio del Urim y el Tumim".
En aquel tiempo los sacerdotes tomaban sus decisiones, basándose en el Urim
y el Tumim, que se encontraban en el pectoral que usaba el sumo sacerdote.
El pectoral era como un saquito cuadrado que estaba ligado al efod, que era
un ornamento que se llevaba sobre la túnica del sumo sacerdote. Se ha
pensado que el Urim y el Tumim eran pequeños guijarros o varillas. Gracias a
dos colores diferentes se podía interpretar su salida del efod como un sí o
como un no. Si salían juntos, se interpretaba que no había respuesta. Por este
medio el sumo sacerdote averiguaba la voluntad de Dios. Aquella fue la
manera provista por Dios para aquella época. Pero en la actualidad, los
creyentes en Cristo determinan cual es la voluntad de Dios por medio de Su
Palabra y la guía del Espíritu Santo. Y esa misma Palabra es la que nos explica
cómo podemos obtener la vida eterna.
Leamos, finalmente por hoy, el versículo 73 de Nehemías 7:
"Y los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los del pueblo, los
sirvientes del Templo y todo Israel habitaron en sus ciudades".
Éste es, pues, el último versículo de este séptimo capítulo. Los israelitas se
encontraban en ese momento de su historia de regreso en su tierra. Bajo la
dirección de Nehemías se había realizado una gigantesca obra. Pero, como
veremos más adelante, el trabajo no había finalizado. Aún quedaba más tarea
para ellos.

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Al concluir nuestro estudio de hoy y a raíz de lo que hemos leído en el
versículo 3, que cada uno de los vigilantes de la ciudad debía efectuar su turno
de guardia, algunos en sus puestos y otros frente a su propia casa,
imaginamos que aquellos habitantes de Jerusalén habrán experimentado
miedo e inseguridad, especialmente al caer la noche, porque la oscuridad
creaba las condiciones propicias para un ataque del enemigo. Pero, en todo
caso, aquella vigilancia debía ser una actitud confiada, una actitud de fe
consciente de la insuficiencia y debilidad humana, y de la suficiencia y
efectividad de los recursos sobrenaturales de Dios. Y los temores de aquellos
moradores de la ciudad, son nuestros miedos y temores en el día de hoy. En
este sentido, viene bien recordar las siguientes palabras del Salmo 127: "Si el
Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican: si el Señor no
guarda la ciudad, en vano vela la guardia". Estimado oyente, vivimos en un
mundo en el que las medidas de seguridad son cada vez más numerosas y
efectivas, basadas en los últimos adelantos de la tecnología. Pero el caso es
que las personas son cada vez más conscientes de su vulnerabilidad, de su
inseguridad. Estimado oyente, está claro que hay en nosotros una tendencia a
la autodestrucción, y fuerzas o influencias externas que tratan de malograr
nuestra vida presente y futura. Le invitamos a vivir una vida de seguridad,
basada en una relación con Dios. Usted puede iniciar esa relación depositando
su fe en Jesucristo, creyendo en Él como su Salvador. Quizás, pueda usted
dirigirse a Dios haciendo suyas las palabras del autor del Salmo 31:
"Señor . . . inclina a mí tu oído, rescátame pronto; sé para mi roca fuerte,
fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi fortaleza, y por amor de
tu nombre me conducirás y me guiarás".

Nehemías 8:1-18
Continuamos hoy nuestro recorrido por el libro de Nehemías. Nos corresponde
hoy el capítulo 8 que, en nuestro bosquejo general inicia la segunda y última
sección de este libro, titulada "Renovación y Reforma", que abarca desde el
capítulo 8 hasta el 13. En nuestro programa anterior, vimos que Nehemías
había hecho todos los preparativos necesarios para que la ciudad de Jerusalén
estuviese bien protegida. También nombró cantores, porque él quería que los
habitantes de la ciudad experimentaran la alegría de su relación con en el
Señor. Esta actitud era esencial para una renovación espiritual. El tema central
de este capítulo, es la lectura pública de la Palabra de Dios, llevada a cabo por
Esdras. Pues bien, escuchemos lo que nos dice el primer versículo del capítulo
8:
"Entonces se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está
delante de la puerta de las Aguas, y dijeron al escriba Esdras que trajera el
libro de la ley de Moisés, la cual el Señor había dado a Israel".
Esdras, que era un maestro, un escriba, fue llamado para llevar a cabo una
lectura bíblica. Ellos iban a tener, entonces, una lectura bíblica pública de
grandes proporciones. Veamos lo que dice el versículo 2:
"El primer día del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo la Ley delante de la
congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían
entender".
Observemos que aquellos que estaban reunidos eran personas con uso de
razón. Dice aquí: de todos los que podían entender lo que oían. Y esto quiere

50
decir que ellos tenían un servicio de guardería para las criaturas más
pequeñas. No sabemos los detalles de cómo se llevó a cabo este cuidado de
los niños, pero es evidente que se hicieron preparativos adecuados para que
los adultos allí reunidos se pudieran concentrar en escuchar la lectura de la
Palabra de Dios. En el versículo 3 se nos dice de Esdras:
"Desde el alba hasta el mediodía, leyó en el libro delante de la plaza que está
delante de la puerta de las Aguas, en presencia de hombres y mujeres y de
todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos
al libro de la Ley".
Usted recordará, estimado oyente, que cuando estudiamos las puertas de
Jerusalén dijimos que la puerta de las aguas era un símbolo de la Palabra de
Dios y entonces ellos habían hecho un púlpito y lo habían colocado en este
lugar, y desde allí leyó Esdras.
Sería realmente difícil encontrar hoy una congregación que nos escuchara leer
la Biblia desde la mañana hasta el mediodía. La gente siempre ha tenido
dificultad para escuchar un mensaje de 45 minutos, que ya incluye la lectura.
Sin embargo, aquellos israelitas que se reunieron para escuchar la Palabra de
Dios estaban verdaderamente interesados en oírla. Habían estado en el
cautiverio por setenta años y nunca antes habían escuchado la Palabra de
Dios. Para ellos fue una nueva experiencia. Leamos entonces el versículo 4:
"Y el escriba Esdras estaba sobre un estrado de madera que habían levantado
para esa ocasión, y junto a él estaban, a su derecha, Matatías, Sema, Anías,
Urías, Hilcías y Maasías; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, Malquías,
Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam".
Éstos eran los 13 hombres que estaban junto a Esdras. Veamos ahora, el
versículo 5:
"Abrió, pues, Esdras el libro ante los ojos de todo el pueblo, pues estaba más
alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, el pueblo entero estuvo atento".
Se nos da la indicación aquí que ellos estaban de pie, escuchando la lectura de
la ley y quiere decir que así permanecieron durante todo el tiempo que duró la
lectura, sin sentarse para descansar, desde el amanecer hasta el mediodía. En
primer lugar, ellos elevaron una alabanza a Dios. Leamos el versículo 6:
"Bendijo entonces Esdras al Señor, Dios grande. Y todo el pueblo, alzando sus
manos, respondió: ¡Amén! ¡Amén!; y se humillaron, adorando al Señor rostro
en tierra".
Esto quiere decir que ellos se inclinaron hasta tocar con sus frentes el suelo.
Ésa es la forma en que ellos adoraban en esos días. Y entonces Esdras alabó al
Señor. Luego, continuando con nuestra lectura, leamos el versículo 7:
"Los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías,
Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la Ley,
mientras el pueblo se mantenía atento en su lugar".
Aquí tenemos una lista de nombres, y los mencionamos porque fueron de
personas de bastante importancia. Fueron los que explicaron la Palabra de
Dios a la gente allí reunida. Y dice el versículo 8:

51
"Y leían claramente en el libro de la ley de Dios, y explicaban su sentido, de
modo que entendieran la lectura".
Esta gran asamblea de todo el pueblo, se había reunido a la puerta de las
Aguas, dentro de los muros de Jerusalén. Los hombres mencionados en el
versículo 7, fueron colocados en diferentes lugares entre la multitud. El
sacerdote Esdras, el escriba, leía una cierta parte de la ley, y luego se detenía,
mientras cada uno de esos hombres convenientemente distribuidos al frente
de grupos, entre la multitud, le preguntaba a su grupo si había comprendido lo
que se acababa de leer. Y quizá la mayoría de la gente, movería su cabeza
asintiendo, indicando que había comprendido. Pero quizás otros levantaban
sus manos indicando que no habían entendido. Entonces, el hombre asignado
les explicaría el significado de esa parte de la ley. Después, Esdras continuaba
leyendo otra sección de la ley, y se detendría para dar lugar a las preguntas
de la gente que tuviera dudas y así, sucesivamente, el maestro de cada grupo
las respondería.
Nos preguntamos si hoy, en las iglesias cristianas, nosotros simplemente
leyéramos más extensamente la Biblia, dedicándole más tiempo; ¿qué
ocurriría? Es decir, que alguna persona se levantara y sólo leyera la Biblia; y
luego, uno tuviera maestros preparados, colocados en diferentes partes de la
congregación a cargo de sus respectivos grupos, para responder a las
preguntas que pudieran surgir. Supongamos que se leyera el primer capítulo
de Efesios en la actualidad. Uno no tendría que llegar muy lejos en su lectura,
antes de que apareciera un problema o una duda. Efesios 1:4, dice: "según
nos escogió en El antes de la fundación del mundo..". Creemos que alguien
pudiera leer a la congregación este versículo, seguido de los versículos 5 y 6, y
luego se detendría. Lo leído daría lugar a preguntas tales como: ¿Qué quiso
decir Pablo? ¿Estaba enseñando la doctrina de la elección? Es posible que una
lectura extensa comentada detalladamente conduciría a una renovación
espiritual. Al menos esta lectura que tuvo lugar en los tiempos de Nehemías,
sí lo logró.
La lectura de la ley, junto con la formulación de preguntas y las respuestas
dadas por los maestros, hizo que la gente entendiera la ley. Al escuchar cada
uno desde su lugar la exposición de la Palabra, apenas se escuchaba algo que
no se entendiera, inmediatamente era clarificado. Personalmente creemos que
toda la Biblia debería ser enseñada de esta manera, y que cada versículo que
no resulte claro, tendría que ser explicado. Lo que sucede es que hoy existe
una gran falta de interés en la Palabra de Dios. No creemos que sea muy
adecuado ni didáctico el sistema de tomar un versículo y luego irse por todas
partes, por dentro y fuera de la Biblia en un mensaje de predicación del
evangelio, y sin volver al pasaje leído para explicarlo debidamente. No
creemos que ése sea el sistema correcto. Creemos que Dios quiere que
leamos la Biblia e intentemos explicarla a medida que avanzamos en su
lectura. El actuar de otra manera, lo único que consigue es fomentar la falta
de interés en la Palabra de Dios.
Y eso no es todo. Aquí, en este capítulo 8:8, tenemos otra gran lección para
todos. Hay muchos métodos que se pueden utilizar en la predicación. Hay un
acercamiento psicológico a la Palabra, y una aproximación erudita o
intelectual, y muchos se distribuyen por otras opciones. Y creemos que hay
una manera de exponer la Palabra, y es el método utilizado en este pasaje
Bíblico que estamos considerando. Y es este, resumido en la siguiente

52
afirmación que hemos leído en el versículo 8: "Y leían claramente en el libro
de la ley de Dios, y explicaban su sentido, de modo que entendieran la
lectura". Realmente, necesitamos comprender lo que Dios está diciendo en Su
Palabra. Continuemos entonces con nuestra lectura, leyendo el versículo 9 de
Nehemías 8:
"Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas
que hacían entender al pueblo dijeron a todo el pueblo: Hoy es día consagrado
al Señor, nuestro Dios; no os entristezcáis ni lloréis; pues todo el pueblo
lloraba oyendo las palabras de la Ley".
Muchas de estas personas nunca habían escuchado la palabra de Dios. La
lectura clara y la enseñanza de la ley les hizo sentir una convicción profunda
de su pecado. Y esto causó algo así como un estallido emocional, que hizo
brotar lágrimas de arrepentimiento. Y posiblemente lloraron también de
alegría, porque estaban muy conmovidos. Notemos lo que cuidadosamente
indicó Nehemías en la primera parte del versículo 10, de este capítulo 8 de su
libro, que leemos a continuación:
"Luego les dijo: Id, comed los mejores alimentos, bebed vino dulce y enviad
porciones a los que no tienen nada preparado; porque éste es día consagrado
a nuestro Señor. No os entristezcáis, porque el gozo del Señor es vuestra
fuerza".
Ahora, éste fue un servicio social. Éste es el aspecto de solidaridad social del
Evangelio. Estimado oyente, si la Palabra de Dios tiene algún significado para
usted, y si usted recibe algo de ella, entonces le impulsará a salir y a hacer
algo por el bien de otra persona. Éste deber ser uno de los efectos de la
Palabra de Dios en su vida. Y lo importante es que le motivará a usted a hacer
algo por Dios.
Nehemías dijo que ellos deberían enviar porciones a los que no tenían nada
preparado. Es decir, que debían hacer algo a favor de los pobres. También les
dijo que no se entristecieran, porque la alegría experimentada por su relación
con el Señor, era para ellos un refugio, una fortaleza. Recordemos que el
apóstol Pablo dijo a los creyentes en Filipenses 4:13, "Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece... , alegraos siempre en el Señor". Y en ese mismo capítulo
4:4 les dijo: "Os lo repito: ¡Alegraos!" Lo que Pablo les quiso enseñar fue que
el origen del poder era esa alegría. El secreto es la oración, pero la fuente del
poder para el cristiano es la alegría. La Palabra de Dios, estimado oyente,
debería hacerle feliz. Ésa es una de las razones por la cual pensamos que algo
anda mal en el servicio religioso de una Iglesia, si no lo hace a uno sentirse
feliz y resulta de bendición para su corazón.
El Dr. J Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, contaba que durante
un período de 21 años en la ciudad de Los Ángeles, California, él tuvo el
privilegio de tener lo que se consideró en su tiempo el servicio religioso de
mitad de semana más grande del país. El dijo: "Nosotros teníamos entre 1.500
a 2.500 personas asistiendo a las clases de la Biblia. Y yo siempre salía y me
quedaba en la puerta de la Iglesia para dar la mano a los que salían al
terminar la reunión. Siempre me podía dar cuenta, de cómo había ido el
estudio bíblico, si había sido una bendición para la gente, o no. Muchas veces
la gente salía, y sólo murmuraba algo cortésmente pero sin mucho sentido al
darme la mano, entonces, yo me daba cuenta", comenta el Dr. McGee, "de
que esa noche la enseñanza impartida no había sido una verdadera bendición.

53
Pero en otras ocasiones, algunos salían alegres y con un rostro radiante me
daban la mano, expresando que la Palabra de Dios había traído paz y alegría a
sus corazones. Entonces, yo me daba cuenta", decía el Dr. McGee, "que esa
noche el estudio Bíblico había logrado su objetivo".
Es que, estimado oyente, la Palabra de Dios debe traerle alegría. Después de
despertar nuestra conciencia a la presencia del pecado, y de corregirnos,
haciéndonos sentir la tristeza por habernos apartado de ella, debe producir en
nosotros alivio, paz y alegría. Dios no quiere que usted tenga sólo un poco de
alegría, sino que usted disfrute mucho leyendo Su Palabra, estudiándola.
Ahora, el estudio de la Palabra de Dios debería traer ese gozo a su vida. Y si el
estudio de la Palabra de Dios no le está trayendo alegría a su vida, entonces,
hay algo radicalmente malo en usted y hay que enfrentar ese problema. Usted
tiene que dirigirse a Dios en oración y decirle: "Señor, yo quiero que Tu
Palabra traiga gozo a mi vida. Y si hay una nube que se interpone, que está
interfiriendo en nuestra relación de compañerismo y comunión, cualquiera que
sea, quiero que sea removida, para que cuando estudie la Palabra, yo pueda
experimentar la alegría que el Señor trae". Y eso es lo que será el ir a la
Iglesia, una experiencia que realmente se pueda disfrutar, es decir, una
experiencia alegre.
¿Ha visto usted las multitudes que se dirigen a los acontecimientos
deportivos? Es como si acudieran a una fiesta, por la alegría que muestran.
¿Ha visto a la gente yendo una Iglesia un domingo por la mañana? Parecen
reflejar pensamientos como ¡qué obligación! ¡qué carga! Y hay muchas
personas que están soportando cargas pesadas. Pero esas cargas deberían ser
dejadas en las reuniones, y las personas deberían salir de esos lugares con sus
corazones rebosando de alegría, o demostrando que se acaba de disfrutar de
una grata experiencia. Luego en el versículo 12, de este capítulo 8 de
Nehemías se nos dice:
"Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, a obsequiar porciones y a gozar de
gran alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado".
Esperamos, estimado oyente, que este estudio bíblico le haga feliz a usted.
Esa es la razón por la cual a veces nosotros leemos las cartas dirigidas a
nuestro programa. Oímos de personas que sienten el desaliento en sus vidas,
y la Palabra de Dios entonces, les trae gozo; de un hogar en el que la pareja
estaba a punto de separarse y entonces la Palabra de Dios les dio motivos
para reanudar una vida de pacífica convivencia; de un hombre que tiene
amargura y resentimiento en su corazón contra otros, y la Palabra de Dios
comienza a obrar y a transformar su vida. Permítanos decirle que la Palabra
divina puede también tener un efecto en usted. Ahora, el versículo 13, dice:
"Al día siguiente, se reunieron los cabezas de familia de todo el pueblo,
sacerdotes y levitas, junto al escriba Esdras, para estudiar las palabras de la
Ley".
El estudio inicial de la Ley de Dios hizo que muchos de los dirigentes acudieran
a Esdras al día siguiente para recibir más instrucción. Esto es muy importante
porque muestra el interés genuino que ellos tenían en la Palabra de Dios y que
ésta había comenzado ya a actuar en ellos, comenzando su obra de
renovación, de transformación. Veamos ahora lo que sucedió aquí en los
versículos 14 al 18 de este capítulo 8 de Nehemías:

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"Y hallaron escrito en la ley que el Señor había mandado por medio de Moisés,
que habitaran los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes
séptimo; y que hicieran saber e hicieran pregonar por todas sus ciudades y
por Jerusalén, diciendo: Salid al monte y traed ramas de olivo, de olivo
silvestre, de mirto, de palmeras y de todo árbol frondoso, para hacer
tabernáculos, como está escrito. Salió, pues, el pueblo, y trajeron ramas e
hicieron tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en sus patios, en los patios
de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la
puerta de Efraín. Toda la asamblea que volvió de la cautividad hizo
tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué hijo de
Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo gran
alegría. Leyó Esdras el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día
hasta el último; hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de
solemne asamblea, según el rito establecido".
Ésta fue una celebración de la Fiesta de los Tabernáculos. El habitar en tiendas
debía servir como recordatorio para ellos del cuidado paternal y la protección
de Dios mientras Israel viajaba de Egipto a Canaán. Aquí en los días de
Nehemías, ellos estaban obedeciendo la Ley que les había sido leída. Ellos
habían oído la Palabra de Dios y estaban cumpliendo lo que ella mandaba.
Estimado oyente, usted puede leer y estudiar la Biblia y experimentar el gozo
que ella trae a su corazón, y esperamos que usted haga eso; pero esa alegría
se desvanecerá a menos que usted obedezca lo que ha leído y permita que
tenga su efecto en usted, es decir, que afecte a su vida.
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 8 de Nehemías. Ahora en el
capítulo 9 veremos que el resultado de esta gran lectura bíblica, lectura
pública, explicada y aplicada a la vida de cada uno, fue una renovación
espiritual. Esperamos que usted nos acompañe en nuestro recorrido por ese
capítulo 9 de Nehemías.
En este programa hemos destacado la verdadera fuente de alegría que es la
Palabra de Dios. Por ello el autor del Salmo 119 pudo decir, "Tus testimonios
he tomado como herencia para siempre, porque son el gozo de mi corazón". Y
aquí queremos resaltar el tremendo contraste que existe entre la Palabra que
Dios ha pronunciado, y lo que brota de la boca de los seres humanos. Bien
decía el apóstol Santiago, que la lengua humana es como un fuego, como un
mundo de maldad, y un pequeño miembro del cuerpo humano que nadie en
este mundo puede dominar. Llegó a decir que era un mal turbulento y lleno de
veneno mortal. En su capítulo 2:9 dijo: "Con ella bendecimos a nuestro Señor
y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la
imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldición. ¿Acaso
una fuente por la misma abertura echa agua dulce y amarga?" Frente a esta
imagen de destrucción incontrolada, hemos visto los efectos de la Palabra de
Dios. Esa Palabra destruye el pecado, el mal, para que éstos no destruyan al
ser humano y después, construye, edifica, restaura lo que se ha destruido,
limpia, purifica y trae alegría. No se trata de la alegría superficial, frívola, sino
de una satisfacción auténtica, que va en aumento en la medida en que el ser
humano la deja actuar en su vida por la obra del Espíritu Santo. Por ello,
estimado oyente, le invitamos a aceptar por la fe la obra del Señor Jesucristo
en la cruz, recibiéndole como su Salvador y entonces, la Palabra y la acción
del Espíritu irán transformando una vida que era una fuente contaminada por

55
la amargura de su experiencia vital, en una fuente que rebose alegría, dulzura
y la paz de la relación con Dios y la posesión de la vida eterna.

Nehemías 9:1-38
En primer lugar diremos que los capítulos 9 y 10 presentan el tema titulado
"Oración y renovación espiritual". En el día de hoy estimado oyente, vamos a
considerar lo que dice el capítulo 9 de Nehemías. Recordemos que en el
estudio del Libro de Esdras dijimos que había varios grandes capítulos "nueve"
en las Escrituras, y todos ellos tienen que ver con "movimientos de
renovación". Lo vimos en el capítulo nueve de Esdras y hoy tenemos ante
nosotros el capítulo 9 de Nehemías, y también hemos citado el noveno
capítulo en el Libro de Daniel, que consideraremos al estudiar ese libro.
Probablemente deberíamos aclarar lo que queremos decir cuando usamos esta
palabra "renovación o avivamiento", porque creemos que es una de esas
palabras que han sido mal entendidas por muchos; y probablemente
deberíamos pasar algún tiempo explicándola. Es un término que expresa la
idea de recobrar la vida y el vigor. También significa un retorno a la
conciencia, volver a tener sentido, volver en sí; se refiere a lo que tiene vida
que está desapareciendo, incluso hasta llegar a la muerte y que ya no tiene
vitalidad; pero que luego revive. El apóstol Pablo habló sobre la resurrección
del Señor Jesucristo, en el capítulo 14 de la epístola a los Romanos, versículo
9; allí se dice: "Para esto el murió y resucitó, para ser Señor tanto de los
muertos como de los que viven". Éste es pues, un buen uso del término
revivir, y de lo que significa avivamiento.
Obviamente, la palabra "avivamiento" está limitada a los creyentes. Se refiere
a creyentes que se encuentran en una condición espiritual muy baja, y que
fueron reavivados, renovados y restaurados a la vitalidad y el poder. Aquí en
este capítulo 9 de Nehemías, donde nos detendremos en el día de hoy, se
utiliza en ese sentido. Sin embargo, estamos seguros que usted ya se ha dado
cuenta que el uso de esta palabra ha sido ampliado, y ahora, a veces, la
palabra avivamiento hace referencia a períodos en los que muchas personas
están viniendo a Cristo. Realmente, un hecho depende del otro. Uno no podrá
ver un período en que las personas acudan a Cristo, a menos que el pueblo de
Dios haya experimentado un avivamiento o una renovación espiritual.
En este capítulo veremos un período de avivamiento, que siguió a una lectura
pública de la Palabra de Dios. Muchas de estas personas, como hemos visto en
el capítulo 8, nunca habían oído la Palabra de Dios. Ellos habían estado en la
cautividad por setenta años, no habían tenido ningún acceso a la Palabra de
Dios. No había nadie allí que se las pudiera leer. Cuando regresaron a su tierra
y los muros fueron reedificados, Nehemías dispuso que hubiera un tiempo de
lectura de la Palabra de Dios. Esta lectura probablemente se prolongó por un
cierto período, cuya duración desconocemos. Junto a él estaba Esdras, escriba,
quien tenía la Palabra de Dios. Construyeron un púlpito para que pudiera leer
de la Palabra de Dios desde la puerta de las Aguas. Dicha lectura causó un
impacto tremendo sobre la gente. El pueblo lloró, y lloró principalmente de
alegría. Lo que queremos recalcar es que tiene que haber emoción cuando se

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escucha la lectura de la Palabra de Dios, pero no una emoción superficial,
pasajera, sino un sentimiento que les impulsó a hacer ciertas cosas.
Ésta es nuestra razón personal, estimado oyente, para desear difundir la
Palabra de Dios. Podemos sinceramente decir que no es muy importante lo
que decimos nosotros personalmente, sino lo que la Biblia dice. El Espíritu de
Dios puede tomar la Palabra de Dios; y si nosotros la hemos presentado como
se debe hacer, Él la puede aplicar y bendecir en los corazones y las vidas de
los oyentes. Ésa es la razón por la cual, a veces compartimos las cartas que
nos llegan de los oyentes, o lo que nos comunican en sus llamadas telefónicas,
para poder apreciar lo que Dios está haciendo. Es algo verdaderamente
sorprendente. Ahora, esto no nos debería sorprender porque el Señor mismo
ha dicho que Él bendeciría Su Palabra.
Los integrantes de aquel pueblo reconocieron cuánto se habían apartado de las
normas que Dios había establecido para ellos, y cuán lejos se encontraban del
cumplimiento de sus mandamientos. Como hemos visto en el Libro de Esdras,
la Palabra de Dios había tenido un resultado en la misma vida de este
sacerdote y escriba dándole un gran interés y llevándole a un compromiso
personal con todo lo que estaba llevando a cabo. Es que no puede haber un
avivamiento, o una renovación espiritual, fuera de la Palabra de Dios;
debemos reconocer y aceptar este principio.
Ahora, veamos lo que Dios hizo por esta gente. Se nos dice en los primeros
dos versículos de este capítulo 9 de Nehemías:
"El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel para
ayunar, vestidos de ropas ásperas y cubiertos de polvo. Ya se había apartado
la descendencia de Israel de todos los extranjeros; y en pie, confesaron sus
pecados y las iniquidades de sus padres".
Aquí vemos que ellos confesaron sus pecados principalmente, y también los de
sus padres. Ahora, el versículo 3, dice:
"Puestos de pie en su lugar, leyeron el libro de la ley del Señor, su Dios, la
cuarta parte del día, y durante otra cuarta parte del día confesaron sus
pecados y adoraron al Señor, su Dios".
La lectura de la Palabra de Dios les reveló su pecado y maldad. El ayuno, el
vestirse con sacos o ropas ásperas y el polvo sobre sus cabezas demostraron
su sinceridad. Hubo entonces confesión y adoración a Dios.
A veces una generación es muy crítica con otra. Este es el caso de los que
pertenecen a la generación joven, que ha sido muy crítica con la anterior, y
con razón. Pero si ellos experimentan un retorno a la Palabra de Dios, dejarán
de lado dicha actitud crítica y comenzarán a confesar sus propios pecados.
Y con respecto a los que pertenezcamos a la anterior, deberemos en primer
lugar confesar nuestros pecados antes de señalar los de otros. Y si usted
piensa que no tiene ningún pecado, entonces, estimado oyente, usted necesita
regresar a la Biblia, a la Palabra de Dios. Podemos ver lo que hizo esta gente
de nuestro relato: una cuarta parte del día ellos leyeron la Biblia y luego ellos
hicieron algo más, relacionado con lo que acababan de leer; confesaron sus
pecados. Usted no puede hacer descender a Dios a su propio nivel. Hay
muchas personas que están tratando de hacer eso. Usted tampoco puede
elevarse al nivel de Dios, donde podría decir que ha alcanzado un estado de

57
perfección. Si usted lo hiciera así, se estaría engañando a sí mismo. Yo no digo
eso por mí mismo, sino que Juan lo dijo en su primera carta 1:8, 9, donde
encontramos la siguiente declaración: "Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si
confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados
y para limpiarnos de toda maldad". Si usted lee la Palabra de Dios,
comprobará que es un pecador. Cuando reconozca esa realidad, sentirá la
necesidad de confesar sus pecados.
Confesar los pecados significa estar de acuerdo con la Palabra de Dios, en vez
de presentar excusas o intentar racionalizar nuestras acciones. La confesión
consiste en llamar por su verdadero nombre lo que estamos haciendo, siendo
conscientes exactamente de lo que realmente es: pecado. Y cuando hacemos
esto, estimado oyente, cuando confesamos nuestros pecados, entonces, Dios
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Recordemos que en el aposento alto, el Señor Jesucristo lavó los pies de los
discípulos. Eso es precisamente lo que está haciendo ahora mismo a la
derecha del trono de Dios: está limpiándonos. Cuando usted y yo nos
acercamos a Él con nuestra confesión, figurativamente hablando, Él lava
nuestros pies, y hasta nuestra propia mente necesita ser lavada algunas
veces. En nuestro contacto con el mundo en que vivimos y en nuestra vida en
sociedad resulta imposible evitar que, desde un punto de vista espiritual,
nuestra mente se ensucie, así como el caminante de aquellos tiempos
ensuciaba sus pies al transitar por aquellos caminos polvorientos. De ahí la
necesidad de acercarnos a Dios para confesar nuestra impureza. En la fiesta
de la Pascua, cuando el Señor se levantó de la mesa y comenzó a lavar los
pies de los suyos, Pedro le dijo, en Juan 13:8, "¡Jamás me lavarás los pies!
Jesús le respondió: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo". Hay gente hoy
que está intentando servir a Dios y que no está viviendo a la luz de la Palabra
de Dios. Dijo Juan en su primera carta 1:6,7; "Si decimos que tenemos
comunión con Él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la
verdad; mas si andamos en la luz, como Él está en luz, tenemos comunión los
unos por los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado".
Aquí no está hablando tanto de la forma de caminar, sino de por dónde
camina uno. Cuando uno camina, es decir, que vive expuesto a la luz de la
Palabra de Dios, verá cuan lejos se encuentra de la gloria y la santidad de
Dios, y que no puede alcanzar por sí mismo ese estado. Entonces se acercará
a Él con una actitud de confesión. Y si no lo hace, Dios le dirá a usted, como le
respondió a Pedro: "Si no te lavo, no tendrás una relación de compañerismo
conmigo". Por todo ello y volviendo a nuestro relato de la época de Nehemías,
los israelitas pasaron una cuarta parte del día leyendo la Palabra de Dios, y
otra cuarta parte del día confesando sus pecados.
Cuando enseñamos la carta de Pablo a los Romanos, recibimos cartas de
personas que nos cuentan que han confesado a Dios el haber hablado mal de
otras personas, o que han mantenido una actitud de resentimiento hacia ellas.
En esos casos vemos que la Palabra de Dios hizo sentir su efecto en la vida de
esas personas. Y si la Palabra causa un impacto en su vida, usted sentirá esa
misma necesidad de dirigirse a Dios en oración para confesar sus pecados.
Estimado oyente, éste es el camino que conduce a un avivamiento, a una
renovación espiritual, y no hay otro.

58
Cuando se nos habla de la confesión de nuestros pecados, creemos que es
algo que debe hacerse en privado. Y los pobladores de aquella tierra lograron
enderezar y rectificar lo que habían hecho mal. Recordemos que Simón Pedro,
en el día de Pentecostés, no produjo un avivamiento levantándose y
confesando cómo había negado al Señor Jesucristo. Eso fue algo que había
tenido lugar en privado. Lucas y Pablo nos cuentan que el Señor apareció a
Simón Pedro cuando éste se encontraba solo. Porque ese asunto de la
negación de Pedro era un asunto privado y tenía que ser arreglado por
aquellos que habían estado implicados en ese incidente y así fue como se
restauró su relación con el Señor. Y así como nadie se bañaría en público,
creemos que la confesión pública de los pecados, además de provocar
emociones difíciles de controlar y dejar recuerdos nada provechosos para los
oyentes, no beneficia espiritualmente a nadie.
Una renovación comienza como un asunto privado de cada uno ante la
presencia de Dios. Es decir, que la renovación se produce primero en el nivel
individual. Esta actitud forma parte de las condiciones necesarias para que se
produzca ese revivir espiritualmente del pueblo de Dios, que traerá Su
bendición.
Las personas que menciona nuestro relato cumplieron las condiciones para
experimentar una renovación y recibirían la bendición de Dios. Leamos ahora
los versículos 4 y 5 de este capítulo 9 de Nehemías:
"Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani subieron
luego al estrado de los levitas y clamaron en voz alta a Jehová, su Dios. Y esto
es lo que dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías,
Hodías, Sebanías y Petaías: Levantaos y bendecid al Señor, vuestro Dios:
Desde la eternidad y hasta la eternidad sea bendecido tu nombre glorioso, que
supera toda bendición y alabanza".
Después de haber oído la Palabra de Dios, hicieron su confesión y después
alabaron y exaltaron a Dios. Y eso es lo que nosotros debemos hacer.
Necesitamos alabar a Dios en nuestras reuniones, en nuestros encuentros.
Alguien decía en cierta ocasión, que la reunión de oración semanal de su
iglesia se estaba haciendo demasiado monótona, al escuchar siempre las
mismas oraciones. Así es que, decidieron que, en vez de continuar haciendo a
Dios las mismas peticiones de siempre, alabarían a Dios en sus oraciones. Y
entonces todos los presentes comenzaron a experimentar una renovación
espiritual. Es que cuando comenzamos a exaltar el nombre de Dios, Él
comienza a actuar y los creyentes comienzan a ser transformados
espiritualmente. Veamos ahora, lo que dice el versículo 6, de este capítulo 9
de Nehemías:
"Tú solo eres Señor. Tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su
ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en
ellos. Tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran".
¿Ha tenido usted la oportunidad de detenerse a la orilla del mar y observar
esas olas gigantescas que golpean contra las rocas? ¿Le ha movido a usted a
volverse hacia Dios y adorarle? ¿Ha estado usted alguna vez en un gran
bosque, por ejemplo? Cuando uno entra en un bosque grande lleno de árboles
altos y gruesos, ¡qué emocionante es todo eso! Uno puede entrar a un lugar
como esos por la mañana y levantar la vista para observar cómo la copa de

59
los árboles forman la bóveda de un grandioso templo, y uno allí puede adorar
a Dios. Él es el Creador, Él fue quien hizo toda esa belleza que nos rodea, Él
fue quien creó este universo. Y no sólo hizo eso. Veamos lo que nos dicen los
versículos 7 al 10:
"Tú eres, Señor, el Dios que escogió a Abram; tú lo sacaste de Ur de los
caldeos, y le pusiste por nombre Abraham. Hallaste fiel su corazón delante de
ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del cananeo, del heteo, del
amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su
descendencia; y cumpliste tu palabra, porque eres justo. Miraste la aflicción
de nuestros padres en Egipto, y oíste el clamor de ellos en el Mar Rojo. Hiciste
señales y maravillas contra el faraón, contra todos sus siervos, y contra todo
el pueblo de su tierra, porque sabías que habían procedido con soberbia
contra ellos; y te hiciste nombre grande como hasta este día".
Ellos alababan a Dios por la forma en que Él había guiado a sus antepasados.
Cómo Él había elegido a Abraham. Cómo lo había cuidado en la tierra de
Canaán. Cómo los había traído como una nación, desde la tierra de Egipto.
Cómo ellos habían sido guiados y protegidos milagrosamente a través del
desierto.
Estimado oyente, ¿le ha dado gracias usted a Dios, alguna vez, por permitirle
vivir en su país? ¿Le ha dado gracias a Dios por haberle llevado al lugar que
hoy ocupa? Nosotros deberíamos agradecerle a Dios por eso, así como esta
gente lo hizo.
Ellos no sólo reconocieron que Dios era su Creador, sino también su Redentor.
Y le estaban agradeciendo a Dios por la liberación que experimentaron cuando
les condujo fuera de Egipto.
Y estos son motivos para que usted y yo le demos las gracias a Dios. Él es el
Creador y éste es Su universo. También tenemos que agradecerle que Él nos
salvó, nos redimió. Por cierto, ¿le ha dicho usted que le ama? No olvidemos
que Dios es la fuente, el origen de toda bendición. No sólo nos ha provisto los
elementos materiales que necesitamos sino que, siendo pecadores, nos ha
salvado. Escuchemos ahora lo que dicen los versículos 34 y 35, de este
capítulo 9 de Nehemías:
"Nuestros reyes, nuestros gobernantes, nuestros sacerdotes y nuestros padres
no pusieron por obra tu Ley, ni atendieron a tus mandamientos ni a los
testimonios con que los amonestabas. Pero ellos en su reino y en los muchos
bienes que les diste, y en la tierra espaciosa y fértil que entregaste delante de
ellos, no te sirvieron, ni se convirtieron de sus malas obras".
Éste fue un repaso de la historia de aquel pueblo, mostrando como Dios los
había favorecido. Sin embargo, sus reyes, príncipes, sacerdotes y los padres
de la nación no habían obedecido los mandamientos de Dios. Luego él dice en
el versículo 36:
"Míranos hoy, convertidos en siervos; somos siervos en la tierra que diste a
nuestros padres para que comieran su fruto y su bien".
Ellos reconocieron el juicio de Dios estaba sobre ellos. Leamos ahora, los
versículos 37 y 38, de Nehemías capítulo 9:

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"El fruto de ella se multiplica para los reyes que has puesto sobre nosotros por
nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre
nuestros ganados, conforme a su voluntad. ¡En gran angustia estamos! A
causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos,
firmada por nuestros gobernantes, por nuestros levitas y por nuestros
sacerdotes".
En el próximo capítulo veremos las condiciones del pacto. Aquí vemos que a
cada dirigente de la nación se le pidió que se comprometiese firmemente por
escrito en dicho pacto. Porque el pueblo había resuelto obedecer a la Palabra
de Dios.
¿Qué clase de pacto ha hecho usted con Dios? Algunas personas se resisten a
prometer algo que quizás no puedan cumplir. En las relaciones humanas, cada
vez que alguien compra algo, o realiza cualquier transacción comercial, tiene
que comprometerse por escrito a realizar ciertos pagos. Es decir que las
personas están dispuestas a asumir todo tipo de compromisos y obligaciones
en la vida, pero en el terreno espiritual, no están dispuestas a establecer un
pacto con Dios. ¿Le ha prometido a Dios algo? Prometerle algo a Dios es un
asunto importante, y el Señor quiere saber si realmente hablamos en serio.
¡Cuántas veces le habremos fallado! Pero Él nos comprende y tiene
misericordia de nosotros. Y si nosotros tomamos en serio nuestra relación con
Él, Él se ocupará de nosotros y nos dará la fortaleza que supla nuestra
debilidad para cumplir Su voluntad.
Estimado oyente gracias a la obra del Señor Jesucristo en la cruz, usted puede
establecer hoy una relación con Dios. La salvación no sólo le proporciona la
vida eterna sino que, aquí en la tierra tiene efectos muy importantes. A usted
le sorprenderá ir descubriendo lo que Él puede hacer con su vida y hasta qué
punto pueda irla transformando por la acción de Su Espíritu. Le invitamos,
pues, a dar el paso de fe de recibir al Señor Jesucristo como Salvador. Y al
hacerlo, le invitamos también a que haga suyas las siguientes palabras del
Salmo 37:4 y 5: "Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu
corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará".

Nehemías 10 - 13
En el día de hoy, estimado oyente, llegamos a nuestro estudio final de este
libro de Nehemías. Vimos en nuestro programa anterior, que los hijos de Israel
habían leído en la Biblia, el Antiguo Testamento, y luego habían confesado sus
pecados y, después, se reunieron en un gran servicio de alabanza a Dios. Le
alabaron por ser el Creador y le dieron gracias por la redención que habían
experimentado cuando el Señor guió a su pueblo fuera de Egipto. Y ésos son
dos motivos por las cuales usted y yo debemos dar gracias a Dios. Él es el
Creador y, por lo tanto, éste es Su universo. Y tenemos que darle gracias a Él
porque nos salvó. De paso quisiéramos preguntarle: ¿Le ha dado gracias a
Dios usted porque le ha salvado? Y también: ¿Le ha dicho hoy que le ama?
Estimado oyente, necesitamos hacer eso. No debemos esperar hasta el
domingo por la mañana para ir a la iglesia y cantar alabanzas a Dios. Allí
mismo, en el lugar en que usted se encuentra ahora, puede expresar su
alabanza a Dios de quien vienen todas las bendiciones. Porque Él es el
Creador, Él me ha dado todo lo que tengo, material y físico, le doy las gracias
por eso. Dios me ha salvado a mí, un pecador y por ello también le doy las
gracias. ¡Esto es algo verdaderamente extraordinario!

61
En el capítulo 10 vemos que a cada dirigente de la nación se le pidió que se
comprometiese firmemente por escrito en dicho pacto. Porque el pueblo había
resuelto obedecer a la Palabra de Dios.
¿Qué clase de pacto ha hecho usted con Dios? Algunas personas se resisten a
prometer algo que quizás no puedan cumplir. En las relaciones humanas, cada
vez que alguien compra algo, o realiza cualquier transacción comercial, tiene
que comprometerse por escrito a realizar ciertos pagos. Es decir que las
personas están dispuestas a asumir todo tipo de compromisos y obligaciones
en la vida, pero en el terreno espiritual, no están dispuestas a establecer un
pacto con Dios. ¿Le ha prometido a Dios algo? Prometerle algo a Dios es un
asunto importante, y el Señor quiere saber si realmente hablamos en serio.
¡Cuántas veces le habremos fallado! Pero Él nos comprende y tiene
misericordia de nosotros. Y si nosotros tomamos en serio nuestra relación con
Él, Él se ocupará de nosotros y nos dará la fortaleza que supla nuestra
debilidad para cumplir Su voluntad. Llegamos ahora a

Nehemías 10
Y aquí en el capítulo 10 de Nehemías, tenemos la lista de aquellos que
firmaron el pacto, y la podemos leer. Nehemías, el gobernador y veintidós
sacerdotes figuran en los primeros lugares de la lista. También firmaron
Levitas y cuarenta y dos jefes del pueblo. Leamos el versículo 29 de este
capítulo 10 de Nehemías:
"se reunieron con sus hermanos y sus principales, para declarar y jurar que
andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés, siervo de Dios, y que
guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de
Dios, nuestro Señor".
El pacto que ellos firmaron era para cumplir la ley y en el pacto citaron
expresamente tres asuntos. Obviamente, los incluyeron en la lista porque no
habían estado obedeciendo esos aspectos que su relación con Dios requería.
Dice el versículo 30:
"Y que no daríamos nuestras hijas a los pueblos de la tierra, ni tomaríamos
sus hijas para nuestros hijos".
Éste parece haber sido un problema perpetuo en Israel. Pero en ese momento
estaban pactando que no habría más matrimonios mixtos entre ellos y los
paganos. Continuemos leyendo el versículo 31:
"Asimismo, que si los pueblos de la tierra vinieran a vender mercaderías y
comestibles en sábado, en el día del reposo, nada tomaríamos de ellos en ese
día ni en otro día santificado; y que el año séptimo dejaríamos descansar la
tierra renunciando a las cosechas de ese año, y perdonaríamos toda deuda".
El segundo asunto al que ser refería el pacto concretaba que no habría
actividades comerciales en el día del reposo ni en otros días santos. También
se cumpliría fielmente el dejar reposar a la tierra en el séptimo año, ya que
éste era el año sabático, un año de liberación.
El asunto final al que se refería el pacto, tenía relación con los primeros frutos
y la provisión para los sacrificios. A continuación extractar algunas
resoluciones del resto del pacto, incluidas en los versículos 32 al 37:

62
"Nos impusimos además la obligación de contribuir cada año con cuatro
gramos de plata para cubrir los gastos de la obra de la casa de nuestro Dios.
para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto
continuo,. . . Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo,
acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, Y que
cada año llevaríamos a la casa del Señor las primicias de nuestra tierra y las
primicias del fruto de todo árbol. Asimismo los primogénitos de nuestros hijos
y de nuestros ganados. . . También acordamos llevar las primicias de nuestras
masas, de nuestras ofrendas, del fruto de todo árbol, del vino y del aceite, Y
prometimos no abandonar la casa de nuestro Dios".
Ahora, llegamos a

Nehemías 11
El tema de este capítulo es la Reforma. Aquí encontramos otra gran lista de
personas que continúa en el capítulo 12. Estas personas estaban dispuestas a
hacer lo que Dios quisiera que hiciesen. De este capítulo veremos unos pocos
versículos. Escuchemos lo que dice aquí, el versículo 1, del capítulo 11 de
Nehemías:
"Los jefes del pueblo habitaron en Jerusalén, pero el resto del pueblo echó
suertes para que uno de cada diez fuera a vivir a Jerusalén, ciudad santa,
mientras los otros nueve se quedarían en las otras ciudades".
Ellos echaron suertes, y uno de cada diez se quedaría en la ciudad de
Jerusalén. Los otros saldrían a vivir a las otras ciudades. Ésa pudo ser una
situación que podría haber dado origen a quejas, porque algunos podrían
haber tenido preferencias para vivir en ciudades pequeñas, o en el campo.
Veamos lo que dice el versículo 2:
"Y bendijo el pueblo a todos los hombres que voluntariamente se ofrecieron
para habitar en Jerusalén".
Incluso en aquel tiempo, hubo mucha gente que quiso trasladarse a vivir fuera
de las áreas suburbanas. Pero aquellos que estaban dispuestos a residir en
Jerusalén, fueron bendecidos por los demás. Los nombres de esta lista nos
resultan desconocidos, pero Dios conoció a cada uno de ellos. Y registró su
nombre porque todos tuvieron corazones dispuestos. Veamos lo que dice
ahora, el versículo 3:
"Estos son los jefes de la provincia que habitaron en Jerusalén; pero en las
ciudades de Judá habitaron cada uno en su posesión, en sus ciudades: los
israelitas, los sacerdotes y levitas, los sirvientes del Templo y los hijos de los
siervos de Salomón".
En los versículos siguientes se encuentran los nombres de aquellos que
estuvieron dispuestos a vivir en Jerusalén. Y Dios tomó nota de su buena
actitud. Y esto nos conduce ahora, a

Nehemías 12
Este capítulo continúa con la lista iniciada en el capítulo 11. Pero, ¿quienes
eran estas personas? Éstos eran aquellos que estaban alabando a Dios.

63
La mayor parte de este capítulo nos habla de la dedicación de las murallas de
Jerusalén. Aquella fue un evento emocionante y memorable. Los versículos 27
y 28 de este capítulo 12 dicen:
"Para la dedicación del muro de Jerusalén, buscaron a los levitas de todos los
lugares donde vivían y los llevaron a Jerusalén, para hacer la dedicación y la
fiesta con alabanzas y con cánticos, acompañados de címbalos, salterios y
cítaras. Los hijos de los cantores acudieron, tanto de la región alrededor de
Jerusalén, como de las aldeas de los netofatitas"
Así que, reunieron a todos los músicos. Celebraron un gran festival de música.
Los que figuran en esta lista fueron aquellos cuyos nombres están escritos en
el Libro de la Vida del Cordero. En esta ocasión se reunieron para dedicar las
murallas de Jerusalén.
Nehemías trajo a la ciudad gente de todas las regiones de la nación para la
dedicación del muro, porque Jerusalén era la ciudad donde se encontraba el
templo. Leamos ahora, el versículo 40, de este capítulo 12 de Nehemías:
"Llegaron luego los dos coros a la casa de Dios. A mi lado estaban la mitad de
los oficiales"
A continuación Nehemías presentó la lista de los sacerdotes. Todos ellos se
encontraban allí. Escuchemos ahora, lo que dice el versículo 43:
"Aquel día se ofrecieron numerosos sacrificios, y se regocijaron, porque Dios
les había dado gran alegría; también se alegraron las mujeres y los niños. Y el
alborozo de Jerusalén se oía desde lejos".
Los extranjeros, los visitantes, los turistas y otros viajeros que pasaban por
aquella tierra, podían escuchar estos gritos de alabanza y de alegría y
probablemente se preguntaron: ¿Qué es lo que está ocurriendo allí? Y
seguramente se acercaron para averiguarlo. Debió ser un magnífico testimonio
ante el mundo pagano que les rodeaba.
Una de las razones por las cuales creemos que la gente pasa de largo por
nuestras iglesias hoy, es porque piensan que nosotros somos un grupo muy
apagado y aburrido. Y lo interesante es que la mayoría de las veces tienen
razón. Tendría que haber más alegría por la presencia del Señor en nuestras
reuniones En la carta del apóstol Pablo a los Filipenses, encontramos que la
fuente del poder espiritual es la alegría que brota de nuestra relación con
Cristo. Y recordemos que Nehemías dijo, "porque el gozo del Señor es vuestra
fuerza".
Bien, llegamos ahora a

Nehemías 13
En este capítulo vemos otra vez una demostración de que la vigilancia
constante es el precio que ha de pagarse por la libertad. Y también es el precio
de la libertad cristiana.
En algún momento entre el capítulo 12 y el 13, Nehemías regresó a su trabajo
en el palacio de Susa. Recordemos que él había solicitado un permiso para
ausentarse temporalmente de sus responsabilidades. Había estado en Persia
por una temporada, quizás por un año o dos, cuando pidió otro permiso para
ausentarse para poder regresar a Jerusalén. ¿Y qué fue lo que encontró allí?

64
Pues descubrió algo que le impactó mucho. La gente no había mantenido la
debida separación de los demás pueblos. Y veamos lo que dice aquí en los
versículos 1 al 3, de este capítulo 13:
"Aquel día se leyó a oídos del pueblo el libro de Moisés, y fue hallado escrito
en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación
de Dios, por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua,
sino que dieron dinero a Balaam para que los maldijera; pero nuestro Dios
volvió la maldición en bendición. Cuando oyeron, pues, la Ley, separaron de
Israel a todos los mezclados con extranjeros".
La historia de Balaam puede leerse en Números 23 y 24. Los israelitas leyeron
el relato y decidieron que lo que debían hacer era obedecer la Palabra de Dios.
Habían realizado matrimonios mixtos con los amonitas y moabitas, lo cual Dios
había prohibido. Los israelitas entonces, fueron conscientes de que tenían que
expulsarles de la tierra. Y leamos ahora el versículo 4:
"Antes de esto, el sacerdote Eliasib, encargado de los aposentos de la casa de
nuestro Dios, había emparentado con Tobías"
Aquí tenemos al sumo sacerdote, que a través del casamiento de un hijo o de
una hija, era pariente de Tobías. En otras palabras, el sumo sacerdote mismo
había desobedecido a Dios en este asunto tan importante. Dios había
prohibido estrictamente los casamientos mixtos con los paganos. El les había
dado, creemos, una ilustración bastante humorística. Había dicho que no se
debía arar con buey y con asno juntamente. Usted se da cuenta de que el
buey era un animal puro, mientras que el asno era un animal impuro. Y
tampoco deberían unirse un creyente y un no creyente. Leamos el versículo 5,
de este capítulo 13 de Nehemías en el que continúa hablando del sacerdote
Eliasib:
"y le había hecho una gran habitación, en la cual guardaban antes las
ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino y del aceite
que se había mandado dar a los levitas, a los cantores y a los porteros, y las
contribuciones para los sacerdotes".
En otras palabras, había cambiado completamente el uso del almacén del
templo para facilitarle una habitación para Tobías. Ahora, ellos ya no traían las
ofrendas del pueblo a este lugar. Así que limpiaron esa habitación y pusieron
quizás allí una alfombra mullida, algunos buenos muebles, una cama e
invitaron a Tobías a que fuera a vivir a ese lugar. En realidad le habían dicho
que lo podía usar en cualquier oportunidad que lo deseara. Bueno, veamos lo
que nos dicen aquí los versículos 6 al 8 de este capítulo 13 de Nehemías:
"Pero cuando ocurrió esto, yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta
y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, había ido adonde el rey estaba; pero al
cabo de algunos días pedí permiso al rey para volver a Jerusalén; y entonces
supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo
para él una habitación en los atrios de la casa de Dios. Esto me dolió mucho, y
arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la habitación".
Todo esto había sucedido mientras Nehemías estaba ausente. Y nos agrada
ver a Nehemías en acción: Fue al templo, tomó todo lo que pertenecía a
Tobías y lo arrojó fuera de la habitación. Continuemos con la lectura del
versículo 9:

65
"Luego mandé que limpiaran las habitaciones e hice volver allí los utensilios de
la casa de Dios, las ofrendas y el incienso".
Entonces aquella sala fue puesta en orden y restaurada a su uso original en el
servicio de Dios. Pero Nehemías no se detuvo allí. El versículo 10, de este
capítulo 13 de Nehemías, dice:
"Encontré asimismo que las porciones para los levitas no les habían sido
dadas, por lo que los levitas y cantores que hacían el servicio se habían ido
cada uno a campo".
Aquí vemos que los Levitas que servían en el templo no habían sido apoyados
económicamente, y habían tenido que conseguir trabajo en los campos. Por lo
tanto, el servicio de Dios había sido descuidado.
Ahora, en el versículo 14, de este capítulo 13 de Nehemías, leemos esta
oración de Nehemías:
"¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío, y no borres las obras de misericordia
que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio!"
Nehemías pidió a Dios que registrase lo que había hecho, y el Señor hizo
precisamente eso, aquí en Su Palabra.
Ahora, Nehemías también descubrió que la gente estaba incumpliendo el día
del reposo. Leamos los versículos 15 y 16:
"En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en sábado, que
acarreaban haces de trigo y cargaban los asnos con vino, y también de uvas,
de higos y toda clase de carga, para traerlo a Jerusalén en sábado; y los
amonesté acerca del día en que vendían las provisiones. También había en la
ciudad tirios que traían pescado y toda clase de mercancías, y las vendían en
sábado a los hijos de Judá en Jerusalén".
Esta gente venía desde la costa y estaban trayendo pescado para vender.
Ahora, el versículo 17, dice:
"Entonces reprendí a los señores de Judá y les dije: ¿Qué acción tan mala es
esta que cometéis, profanando así el sábado, el día del reposo?"
Lo grave del asunto fue que los jefes de Judá eran los que permitían esto.
Ahora, dice el versículo 18:
"¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo esta aflicción
sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros aumentáis su furor sobre
Israel profanando el sábado?"
Nehemías recordó al pueblo la ira de Dios que había caído previamente sobre
la nación por haber hecho lo que estaban haciendo precisamente en ese
momento. Leamos entonces, lo que dicen los versículos 19 al 21, de este
capítulo 13 de Nehemías:
"Sucedió, pues, que al caer la tarde, antes del sábado, ordené que se cerraran
las puertas de Jerusalén y que no las abrieran hasta después del sábado; y
puse a las puertas algunos de mis criados, para que no dejaran entrar carga
alguna en sábado. Una o dos veces, pasaron la noche fuera de Jerusalén los
negociantes y los que vendían toda especie de mercancía. Pero yo les advertí

66
diciéndoles: ¿Por qué os quedáis vosotros delante del muro? Si lo hacéis otra
vez, usaré fuerza contra vosotros. Desde entonces no volvieron en sábado".
Justamente cuando las sombras de la tarde anunciaban el comienzo del
sábado, los comerciantes venían con sus mercaderías pensando que las
podrían vender. Nehemías se subió al muro para comprobar si los vendedores
ya habían llegado y, efectivamente, allí estaban esperando fuera de las
puertas. Vinieron un sábado y se encontraron con las puertas cerradas, y
entonces regresaron el segundo sábado para encontrarse también con las
puertas cerradas. Ante la advertencia de Nehemías, no volvieron a aparecer,
porque sabían que Nehemías cumpliría lo que estaba diciendo.
Ahora, a Nehemías le llamó la atención otro incumpliendo de la Palabra de
Dios. Leamos los versículos 23 al 25:
"Vi asimismo en aquellos días a judíos que habían tomado mujeres de Asdod,
amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod,
porque no sabían hablar la lengua de Judá, sino que hablaban la lengua de
cada pueblo. Reñí con ellos y los maldije, hice azotar a algunos de ellos y
arrancarles los cabellos, y les hice jurar, diciendo: No daréis vuestras hijas a
sus hijos, ni tomaréis de sus hijas para vuestros hijos, ni para vosotros
mismos".
Nehemías descubrió que los judíos se habían casado con mujeres de naciones
paganas. Nehemías discutió con ellos y pronunció una maldición sobre ellos. Y
les obligó a jurar que no continuarían realizando matrimonios con extranjeros.
Aquí vemos que estaba aplicando medidas extremas, pero en aquel contexto
histórico lejano y en aquellas circunstancias, su acción fue necesaria.
El avivamiento o renovación espiritual siempre conduce a una reforma.
Cuando llega ese revivir espiritual, todo aquello que requiere una limpieza, es
limpiado, purificado. Luego, Nehemías concluyó diciendo en los versículos 29
al 31, de este capítulo 13:
"¡Acuérdate de ellos, Dios mío, de los que han profanado el sacerdocio y el
pacto del sacerdocio y de los levitas! Los purifiqué, pues, de todo lo
extranjero, y puse a los sacerdotes y levitas por sus grupos, a cada uno en su
servicio; lo mismo hice para la provisión de la leña en los tiempos señalados,
y para la entrega de los primeros frutos. ¡Acuérdate de mí, Dios mío, para
bien!"
Estos últimos versículos resumen la gran contribución de Nehemías al
bienestar espiritual de su pueblo. Todos los extranjeros fueron apartados de
sus posiciones de honor y responsabilidad, y los sacerdotes y Levitas fueron
asignados a sus ocupaciones habituales. Y también se reanudaron las ofrendas
para el templo. Y destacamos las últimas palabras de Nehemías, que fueron:
"Acuérdate de mí, Dios mío, para bien". Y Dios contestó su oración,
registrando su obra extraordinaria en Su Palabra, la cual quedó como un
recordatorio permanente para todos los tiempos. Estamos seguros de que Dios
se acordó de él para bien. Yo lo recuerdo a él de esa manera, y espero que
usted también, porque fue gran hombre de Dios.
Y así, estimado oyente, concluimos nuestro estudio del libro de Nehemías.
Dios mediante, en nuestro próximo programa, pasaremos al Nuevo
Testamento y comenzaremos a estudiar, la Segunda Epístola del apóstol San

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Pablo a los Corintios, y le invitamos a que nos acompañe. Y, recordando a
Nehemías, le decimos que Dios quiere favorecerle, quiere su bien y, por tal
motivo ha mostrado su gracia y misericordia por usted, enviando a Su Hijo el
Señor Jesucristo a morir en lugar de los pecadores, en lugar mío, en lugar
suyo. Y lo único que tiene que hacer es apropiarse por la fe de ese bien
supremo que El quiere para usted, que es la salvación. Y que El le ofrece. Y
entonces, como Nehemías, usted podrá mantener esa relación con Dios, una
relación de compañerismo, fructífera, que le dio sentido a la vida de aquel
gran hombre, en esta tierra y para la eternidad. Dios utilizó a Nehemías para
cumplir Sus propósitos en aquella generación. Estimado oyente, esa puede
ser, a partir de hoy, su propia experiencia.

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