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Nombre: Jairo Arcila Arias

Código: 000355306
Fecha: 15 de junio del 2021
Institución: Universidad Pontificia Bolivariana
Área: Síntesis Bíblica.

EL DESIERTO
“Semilla de Amor”

Que tal el titulo!, parece incongruente o salido de lo normal, creo que no,
¿pero porque? , lo sabremos al recorrer cada una de estas líneas que nos van a
llevar a vivir un espacio de la nada, a vislumbrar sus particulares rasgos
geográficos, los cuales nos despierta unas expectativas de ficción creadas por su
mar inmenso de arena, por su carácter agreste, desolado y por su ancestral
trascendencia religiosa.

El desierto ha llevado a muchos autores de todas las épocas y de diferentes


culturas a verlo como un espacio narrativo de singular pasión para sus novelas, ya
que buscan con mucha frecuencia este ambiente para reproducir situaciones
humanas de carácter dramático, de orden histórico y aún espiritual o, simplemente
imaginarias. Y a los poetas como un objeto de deseo y de dolor. La parte bíblica-
teológica no se queda atrás, pues el ser humano experimenta su propia
vulnerabilidad que lo confronta con su propia mortalidad.

Hay una cosa que no se ha especificado. ¿Qué es el desierto?, en primer


lugar lo miraremos como un paisaje de la naturaleza, el cual es de condición
bioclimático caracterizado por sus bajísimos índices de lluvias y por lo tanto con
márgenes muy deficientes de humedad, lo que se traduce en climas secos,
temperaturas extremas y suelos áridos.

A simple vista uno puede suponer que es un lugar desprovisto de vida, pero
son territorios con un mundo muy complejo de biodiversidad, que se han adaptado
a vivir bajo las temperaturas extremas de la aridez de los suelos, aunque esto no
sea necesariamente así, existe una flora que se caracteriza por tener ciclos de
vida cortos o ser resistentes a las extremas condiciones ambientales de los
desiertos y una fauna que ha desarrollado técnicas que les permiten vivir con poca
agua y mantenerse frescos. Por ejemplo, los camellos pueden pasar semanas sin
beber agua porque en su joroba almacena hasta 36 kilogramos de grasa, que
puede convertir en agua y en energía cuando no dispone de alimento. Los
camellos raramente sudan, ni siquiera en el desierto bajo temperaturas que
alcanzan los 49°C, de modo que cuando ingieren líquidos pueden conservarlos
durante largos períodos de tiempo.
Algo interesante del clima del desierto es que los rayos del sol son más
intensos que en cualquier otro sitio, fuera de eso es muy extremoso, esto quiere
decir que en el día hace muchísimo calor, pues casi no hay humedad ni nubes, y
por la noche el frío es tan fuerte, que para soportarlo necesitarías varias cobijas.

Increíble no, ya sabemos algo sobre el desierto y su naturaleza biológica,


debemos entonces encaminarnos a mirar el desierto desde un punto de vista
religioso, pues para la Biblia y otros textos (Corán) es un concepto que va más allá
de lo geográfico, pues tiene un rico y profundo significado espiritual.

El desierto fue una fuente de inspiración constante para los autores


sagrados, se menciona el desierto como un exilo, destierro, o escape, pero para
personas con poca fe, y sin una catequesis apropiada, cuando atraviesan un
desierto ya sea por una crisis nacional “Como la que estamos pasando”, eclesial,
familiar o personal, suelen pensar que todo se trata de un ataque del enemigo,
cuestiones del destino, temporadas de “mala suerte”, o artimañas diabólicas.
Estas personas piensan que no les deberían suceder a ellos estas situaciones y
que no deben aceptar.
Pero donde podemos obtener la semilla de amor que nos habla el título,
¡el desierto, el desierto!, es que el desierto es un lugar de trasformación, de
enseñanza, de lucha, de oración etc... Es el desierto que nos da también la
posibilitar de un aprendizaje de otros factores que tienen una función fundamental
en la capacidad de autoaprendizaje necesaria para vivir en una realidad más
acorde al Evangelio: perspicacia, resiliencia, perseverancia, meticulosidad,
autoestima,  iniciativa, espíritu crítico y creatividad, muchos factores ¡no!, pero solo
es el comienzo, hay algo más trascendental, más fundamental para tener o vivir
una realidad más concreta en esta vida, es nuestra relación y comunión con
Cristo, es en el desierto, donde toda fuente de seguridad y estabilidad desaparece,
se hace evidente que necesitamos al Señor. Debemos conocer que Él es nuestro
Dios. Por eso es importante recordar que el pueblo que murió en el desierto, no
murió debido al hambre ni por lo duro de la prueba (Dt. 8,4), sino porque no
creyeron en la Palabra de Dios (Nm. 32,13).
¿Qué les pareció lo anterior? muy significativo, es por eso que no importa si
tu desierto se llama desempleo, silencio, enfermedad, o muerte. Al salir de allí, tú
serás una mejor o peor persona, “esperamos que buena”. Quizá resultes
convirtiéndote en alguien más maduro en el Señor y más sensible a su voz… o
posiblemente alguien más amargado, cínico, y desesperanzado. ¡Pero jamás
saldrás igual!
Cuando sembramos nuestro corazón en el desierto, hay que regarlo de la
sangre y agua de Jesús que broto al ser traspasado por la lanza, pero ¿qué
sentido tiene regar nuestro corazón con la sangre y agua que broto de Jesús? Es
algo muy sencillo, encontramos en las Escrituras que la limpieza está relacionada
con sangre y agua, por ejemplo: "La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de
todo pecado." (1ª. Juan 1,7), entonces por que no regar nuestro corazón con la
sangre que broto de Jesús y de ese modo en nuestro corazón germinara la semilla
del perdón y el amor, y con el agua nos limpiaríamos moralmente separándonos
de la antigua vida en la que una vez vivimos, y llevándonos a una nueva, es decir,
renacer de nuevo en Cristo Jesús.
Las regiones desiertas de mayor importancia en la Escritura son el Sinaí al
Sur en Egipto, el lugar salvaje de Judea en el Medio Oeste de Judá, y el desierto
de Arabia al Este, que separa a Judá de Babilonia.
En la naturaleza encontramos diferentes tipos de desiertos y las característica
de estos son diferentes, algunos están acompañados de montañas altas y bajas,
con extensos valles y hasta con barrancos muy peligrosos. ¿Pero para que nos
sirve conocer estos detalles? Muy sencillo, lo explicaré un poquito más adelante,
por ahora les diré el nombre de un desierto extremo, el Aravá, se encuentra en la
región del medio oriente entre la costa meridional del mar muerto y el golfo
de Eilat-Agaba, en el mar rojo.
Este desierto es árido, peligroso, hostil, imposible como lugar de residencia,
se debe cruzar rápidamente, con cambios bruscos de temperatura y escasez de
recursos para sobrevivir, hoy en día es fácil cruzarlo porque hay carreteras y
vehículos con todo el confort de la tecnología, pero en los tiempos antiguos era a
punta de camello, caballo o caminando. Listo, seremos capazas de atravesar este
desierto espiritualmente, una cosa importante, allí se encuentra el mar de la
muerte que debemos superar, el mar muerto, que es el lugar más bajo
geográficamente, está debajo del nivel del mar.
En este desierto extremo nos lleva Dios por muchos motivos pero
especialmente cuando estamos cómodos en nuestros delitos y pecados, también
en nuestros apegos y dependencias. Para pecados extremos, desiertos extremos,
ha, una cosa, el señor no te lleva al desierto si tu no quieres, importante saber
esto.
Entrar en el desierto es una gracia muy especial que Dios nos concede
cuando decidimos cambiar, pero lo primero que debemos considerar cuando nos
dirigimos al desierto es el amor con el que Dios nos ha bendecido y por lo tanto la
entrega nuestra debe ser total, de abandono, cosa que a veces no queremos
hacer por nuestro orgullo y soberbia, pero bueno, siguiendo con el tema, este
proceso es por nuestro bien, es para forjar el carácter y la disciplina necesarias
para afrontar las vicisitudes cotidianas de la vida.
Las luchas, crisis, soledad, silencio, escasez, dolor que encontramos en
nuestros desiertos, no son por la Voluntad de Dios para que suframos, pero
debemos de entender que son el medio por el cual, el Señor cumplirá su propósito
de forjar nuestro carácter, de despojarnos de lo que no nos conviene, y de
enseñarnos firmemente todo lo que tiene para nosotros, cuanto nos ama el Señor,
todo esto para que lo podamos amar en espíritu y verdad. Intentemos con la
gracia de Dios sumergirnos en este desierto extremo y dejémonos purificar por el
Espíritu Santo para transfórmanos en creaturas nuevas.
Un desierto muy particular y por el cual pasamos, pasaran o lo están
viviendo, es el desierto de Yeshimon, un desierto en Israel de Palestina y se
encuentra al este de Jerusalén y desciende hasta el mar muerto. Es un lugar
solitario, el cual se podría describir como desagradable, lo caracteriza no el peligro
o la escasez sino la soledad, la falta de calor humano, el abandonó.
Por qué de lo particular de este desierto. Es un desierto por el cual muchos
Santos, personas consagradas y también personas como tú o como yo que lo han
pasado y que les costó muchos años superar, solo voy a poner un ejemplo de
muchos que hay, pero este en particular es especial, es una Santa, si una ¡Santa!,
que vivió en el siglo pasado y sé que muchos la recuerdan, la han escuchado y
además han tomado su imagen como referente para procurar su propia
santificación, su nombre es nada menos que la Madre Teresa de Calcuta,
Tremenda santa del siglo XX.
Permítanme hacer un pequeño paréntesis para hablar de esta gran mujer
santa, ojo, ella vivió una crisis de fe que duró 50 años, cincuenta años que vivió
atormentada, muy tenas, pero la Santa se consolaba diciendo que en algún
momento de nuestro caminar espiritual nos llega la hora de la prueba, esa hora en
la que la fe debe ser probada en el fuego, para ser purificada como el oro y llegar
a ser mucho más valiosa que el mismo (1 P 1,7), algo importante la Sagrada
Escritura siempre nos va a consolar. Decía la Madre teresa que esa tan temida y
dolorosa hora, es en la que el alma se siente perdida, rechazada, no amada y
desfallecía, es donde la fe se refina en el horno de la desolación y el olvido,
atrapada en el calor sofocante del “desierto espiritual”, saben algo, un gran Santo,
San Juan de la Cruz, describe todo esto como la “noche oscura del alma”, Los
invito a leer un poco sobre él y sé que lo encontraran muy interesante.
Siguiendo con la madre Teresa de Calcuta, quiero compartirles una
jaculatoria que me gusta mucho y la pronuncio constantemente y me a ayudado
mucho en mi proceso es “Jesús protégeme de mi mismo” puede que tenga algo
que ver o no sobre el desierto espiritual, pero quería compartirla.
Siguiendo con el desierto de Yeshimon, este lo podemos vivir, cuando a
pesar de estar acompañados, sentimos soledad, cuando no sentimos la
reciprocidad ni el apoyo que esperamos, cuando sentimos que nos dan la espalda,
cuando nos abandonan, cuando no sentimos reconocimiento, ni valoración,
también cuando ofrecemos apoyo, servicio y colaboración y no lo reciben, no lo
permiten o no lo aprecian.
A pesar de contar con recursos y capacidad para interactuar con los demás,
para ayudar y recibir ayuda, los demás parecen que no lo perciben. El Señor
también nos introduce en este desierto para enseñarnos a depender solo de Él.
No para aislarnos y desconfiar del hombre, sino para confiar en Dios, y saber que
su Amor es suficiente para no sentirnos solos y desamparados. Al sentir la apatía
y el desprecio, aprendemos del dolor a no aborrecer a nuestro prójimo y a
perdonar a nuestros enemigos.
Un “desierto espiritual” es ese periodo en donde sentimos que nuestras
oraciones son secas, en donde entonar una alabanza pareciera solo una simple
repetición de palabras, en donde estamos más concentrados en lo terrenal que en
lo espiritual, es en donde perdimos el objetivo de santidad que en algún momento
nos trazamos y que poco a poco vamos dejando.
Al leer a San Juan de la Cruz podemos entender bien por qué un “desierto
espiritual” es uno de esos periodos que nadie quiere vivir, es uno de esos
momentos que nadie nos dijo que pasaríamos, es un tiempo en donde deseamos
satisfacernos de Dios, en donde tenemos una sed enorme de Él pero por alguna
razón no podemos saciarnos. Esos desiertos son los que destruyen la vida
espiritual de las personas si no lo logran superar, son esos desiertos los que
hacen de un siervo, un esclavo de la rutina y poco a poco lo aleja de Dios.
Quizá hoy te encuentres en un desierto espiritual, en donde tu corazón se
ha endurecido, en donde ya no eres tan sensible como antes lo fuiste o donde ya
no ves las cosas de la misma manera que antes las veías, en donde un rosario o
una novena no es de importancia, o donde realizar un acto de caridad no lo
deseas, donde la experiencia con Dios es más lejana.
Recuerden, cuando no percibimos la presencia de Dios, cuando creemos
que Él nos abandona, justo cuando más lo necesitamos, es porque nos ha
introducido en este desierto para confrontar nuestra fe, para saber si a pesar del
desconsuelo, del desánimo, hacemos su Voluntad.
Siempre que predico o enseño sobre el desierto espiritual me gusta mucho
contar un cuento que una vez escuche en la radio cuando estaban enseñando lo
de la noche oscura de San Juan de la Cruz, el cuento es el siguiente:
Cada ocho días, el domingo, la Madre de Pepito lo llevaba a ver a su
abuela, el muy emocionado y contento acompañaba a su mama a donde la
abuela, pues ella era muy cariñosa y amplia con él, pues la abuela siempre lo
recibía con un chocolate caliente, buñuelos y queso y para finalizar, al despedirse
de la abuela esta siempre le daba plata para que comprara dulces y chocolatinas,
pero resulta que la abuela en estos dos últimos domingos no le dio nada a Pepito,
ni chocolate, ni buñuelos y lo peor, no le daba dinero para los dulces y chocolate,
por lo que pepito decidió no volver a visitar a la abuela.
Pobre Pepito, solo acompañaba a su mama a ver a la abuela por interés de
los dulces y la plata, no porque fuera su abuelita la cual lo quiere mucho. Así
somos nosotros, Pepitos desagradecidos, el Señor nos llena de regalos, de
éxtasis espirituales, de un deseo grande por la Eucaristía y la Oración, en fin por
todas las cosas del señor y de la Iglesia, pero llega un momento en que el Señor
nos quiere poner a prueba, nos quita esos regalos como la abuelita de Pepito para
saber si lo queremos porque Él es nuestro Dios, nuestro salvador o solo estamos
con Él por qué nos da muchos dulces y muchas gracias espirituales y con lo cual
estamos muy felices.
Que les pareció el cuento, eso es lo que pasa cuando nos llega el desierto
espiritual, el Señor nos quita todas las gracias, no nos da más chocolate o
golosinas, el Señor quiere trabajar nuestro carácter, con el fin de producir
seguidores de convicción, con la determinación de hacer la Voluntad de Dios, sin
importar si estamos alegres o tristes, sanos o enfermos, ricos o pobres, si
sentimos su presencia o su ausencia, lo importante es vivir en la gracia.
Por lo tanto, no es anular las emociones y deseos, es más bien controlarlas
y no dejarse controlar, y hacer lo que se tenga que hacer en el nombre de Cristo.
El sentimentalismo no debe ser lo que guíe nuestras decisiones, sino el
conocimiento de la Voluntad de Dios y nuestra determinación en todo momento de
hacerla.
Bueno amigos, ya vamos aprendiendo sobre lo que es el desierto espiritual,
espero preparen el día en el que tengas que comenzar ese desierto, si no es que
ya lo estés experimentando, es hoy el momento en donde tienes que proponerle a
tu corazón salir adelante, es no aceptar que ese desierto nos derrote, no es
posible que todo lo que avanzaste en la vida quede desperdiciado en ese desierto.
Hay una cita Bíblica en la que me apoyo mucho, y me da mucha fortaleza, “Todo
lo puedo en Cristo que me fortalece (Flp 4,13)”.
Es hora de reflexionar, de ponernos serios y discernir con sabiduría que fue
lo que poco a poco nos fue llevando a ese desierto y al detectarlo comenzar por
cambiar cada cosa que en su momento hiciste mal. Empecemos, si dejaste orar,
es hora de comenzar paulatinamente a hacerlo nuevamente, es necesario que
forjes un hábito de oración, si dejaste de leer la Biblia es hora de comenzar
nuevamente a leerla diariamente, si dejaste de ir a la Eucaristía es hora de poner
tus ojos en Dios y no en el hombre y comenzar a asistir, si dejaste de hacer lo
bueno porque te cansaste de ser bueno, es hora de que con humildad comiences
nuevamente a hacer lo bueno, no para agradar a las personas, sino para agradar
a Dios.
Listo, ya reflexionamos y creo que estamos más fortalecidos en Cristo
Jesús para abandonarnos en sus manos, y para afrontar el desierto espiritual de la
forma más humilde posible.
Hay algo en lo que quiero reflexionar, un tema que creo es importante para
tener un espíritu renovado y limpio de todo pecado, y poder así tener una
experiencia o un encuentro personal con Jesucristo en uno de los dos desiertos
que expuse anteriormente, es lo referente al texto Bíblico de Mateo 15, 18-19 “En
cambio lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo que
contamina al hombre. Porque del corazón proceden los malos deseos, asesinatos,
adulterios, inmoralidad sexual, robos, mentiras, chismes.
Se preguntara el porqué de este texto, muy sencillo, primero que todo lo
que nos dice Jesús es aterrador “Porque del corazón proceden los malos deseos,
asesinatos, adulterios, inmoralidad sexual, robos, mentiras, chismes y muchas
cosas más” todas estas cosas nos hacen impuros, por lo tanto tenemos que
purificarnos. ¿Ya van entendiendo? Jesús nos indica que es lo que hay dentro de
nuestros corazones, por lo tanto es necesario empezar todo un proceso de
desapego de estos malos deseos que solo hacen que nos alejemos de la
presencia de Jesús.
Así es, nos estamos alejando de la presencia de Jesús, y todo por vivir en
una cultura sin ley y sin Dios. Es un período en que la inmoralidad prevalece,
hemos llegado a la situación a la cual el profeta Isaías nos dice que la gente
"llama al mal bien y al bien mal" (Is 5,20) y a los que creemos en la Biblia se nos
considera retrógrados y completamente equivocados. Y ¿qué es lo que tenemos
en esta época en la que el ser humano expresa sin limitaciones lo que hay en su
corazón? digo yo, ¿Se trata de una nueva moralidad? No, se trata de las mismas
cosas de épocas antiguas: malos pensamientos, asesinatos, adulterio, fornicación,
testimonios falsos, blasfemias, robos. Verdaderamente nada ha cambiado, se ha
abierto la caja de Pandora y por supuesto han surgido muchos problemas en los
ámbitos personal, familiar y social.
Es evidente que el ser humano necesita de un cambio, por eso nuestro
Señor nos describió todo lo que denigra a la humanidad en sus pensamientos y
acciones. Ojo con lo que viene a continuación, mucho de lo que hoy nos rodea
está enfocado hacia un énfasis en cuestiones sexuales, como puede verse en
internet y en algunos medios de difusión. Este despliegue de propaganda
corrompe y nadie puede declararse inmune ante este esfuerzo publicitario que
afecta a niños, jóvenes y la familia, y que pretende justificarse con una mal
entendida libertad de expresión y que en Colombia nos está afectando bastante.
Las vivencias que se encuentran en el corazón del ser humano están ahora
surgiendo al exterior de forma descontrolada, no quiero desmeritar el paro que hoy
en día tenemos en nuestro país, pero lo que sí quiero decir es que hay muchas
cosas que están fuera de control y es por la condición del corazón que hace que
algunas personas actúen de tal forma.
Bueno amigos, espero que el tema de Mateo les haya tocado el corazón y
empecemos a quitar todas impurezas que tenemos en el corazón. Es por eso que
el tema que a continuación voy a tratar es del pueblo de Israel, donde Dios los
puso a peregrinar por el desierto con el fin de purificarlos y poder así entrar a la
tierra prometida.
Donde comienza esta historia, nada más y nada menos que en Egipto,
lugar de refugio de todos los nómadas de la comarca, los cuales se refugiaban en
Egipto en épocas de sequía, este proceder lo realizo Abrahán cuando en su
territorio no había medios de subsistencia (Gn, 10-20).
No creo conveniente explicar por qué el pueblo de estaba en Egipto, y como
llegaron los hijos de Jacob en busca de trigo (Gn 42-43) y todo ese novelón de
José en el palacio de Faraón, lo cual sirvió para establecerse en aquella tierra
donde estaba garantizado el trigo.
Y que paso, pues esta pequeña tribu se sumergió en la numerosa y
prospera población del imperio faraónico, perdiendo todo lazo cultural y religioso
de su tribu, especialmente en lo referente a su fe, en el Dios que se había
revelado a sus antepasados. Esta tribu se dejó influir por el culto a otras
divinidades en un lapso de cuatro siglos “Mucho tiempo”, y se olvidó de su Dios,
además ellos pensaban que el Señor se había desentendido de ellos, que los
había abandonado, por lo tanto dejo de existir para ellos.
Pero surge una figura, un líder, un profeta !Moisés¡ al cual Dios se le
presenta diciéndole: “ Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de
Isaac y Dios de Jacob, y he visto la aflicción de mi pueblo en Egipto” (Ex 3, 6-7).
Con este hecho, Dios se da a entender que no había olvidado a su pueblo ni se
había desentendido de él, y que seguía considerándolo como su pueblo y que
estaba atento a su suerte, recuerda una cosa, nunca, pero nunca el señor se aleja
de nosotros, somos nosotros como el pueblo de Israel que nos alejamos de Él.
Ya está listo Moisés, pero como empezar, ¿Cómo presentarse Moisés a los
israelitas que viven en un régimen de trabajos forzados? ¿Qué les diría para que
le crean? dura tarea, pero él tiene un as bajo la manga, y es hablarles del Dios
que habían olvidado, y de su proyecto que les ofrece para su liberación.
Dios le dice a Moisés que le explique al pueblo de Israel quien es él, que es
un Dios que actúa y seguirá actuando por siempre, y le dirás al pueblo que “Yo
soy el que soy” y que así me llamen de generación en generación, y que “Yo los
hare mi pueblo y seré su Dios; y sabrán que soy Yahvé su Dios, que los sacare de
Egipto” (Ex 6,7).
Como sabemos, Moisés se presentó al faraón para que les permitiera salir,
pero el faraón, como es normal, se resiste, pero los castigos divinos doblegan su
terquedad, como muchos de nosotros que somos muy tercos para cambiar. Pero
al fin, el faraón da el permiso y el pueblo sale al desierto, y empieza lo bueno, el
poder de Dios no se hizo esperar y la primera demostración fue el milagro del
paso del mar rojo (Ex 14, 11ss.), como consecuencia de este milagro el pueblo
entusiasmado entro gozoso al desierto, no saben lo que les espera.
¿Qué es lo que les espera en el desierto? Nada más que la soledad, estar
aislados de los demás pueblos, ellos no saben que el desierto es el terreno más
adecuado para que el Señor realice la obra que tiene proyectada.
Les cuento, este territorio no va a ser un paraíso, habrán de soportar
muchas, pero muchas penalidades. Lo primero que les empieza a escasear es el
agua, imagínense el agua, el fundamento de la vida, un recurso esencial para los
humanos y para el resto de los seres vivos, es por tanto, un elemento
indispensable para la subsistencia de la vida animal y vegetal del planeta. Y que
hace el pueblo, se empieza a lamentar, listo, Dios accede pronto a sus lamentos y
convierte por medio de Moisés, el agua amarga en agua dulce (Ex 15, 22ss), ¡qué
tal!, listo lo del agua, pero viene otro lamento, no hay alimentos.
Hay Dios mío que poca fe del pueblo de Israel, en su desesperación llegan
a pensar que van a morir de inanición y sienten nostalgia de su esclavitud bajo la
tiranía del faraón, pues allí no les faltaba comida, que desagradecidos, pero Dios
no se hace esperar, les manda el mana por la mañana, y por la tarde codornices,
que tal la providencia de Dios (Ex 16).
Ahora viene la experiencia en el Sinaí (Ex 19), en el cual muchos de
nosotros todavía vivimos llenos de idolatrías, soberbia y orgullo. El pueblo llega al
pie del monte Sinaí, lugar considerado sagrado, aquí el Señor se descubre al
pueblo y les expone los puntos de su proyecto para su pueblo, donde Moisés hace
de mediador y el pueblo unánimemente le contesta “ Haremos todo cuanto ha
dicho Yahvé” (Ex 19,1-8).
Pero que va, esté pueblo se cansó de este Dios sin rostro, además Moisés
nada que baja del monte a donde ha subido para encontrarse con Dios,  porque
allí Dios le iba a entregar las tablas de la Ley que servirían como testimonio del
pacto que Israel había hecho con Dios (Ex 24), se sienten solos, no tiene
seguridad de su Dios, que hacer, pues lo que no debían hacer, fabricaron un
becerro de oro (Ex 32), el cual podían llevarlo por donde quieran, y allí estará a su
disposición para protegerlos, que tal, quieren un Dios disponible, domesticado y
servicial, cualquier parecido con nuestro pensar es pura coincidencia.
Lo que vemos es que el pueblo de Israel no se mostró sumiso ni confiado,
pero también nos indica la Palabra de Dios que el mismo Moisés se dejó arrastrar
por la multitud descontenta tomando también una actitud de protesta y rebeldía
ante la conducta incomprensible del Señor, tanto él como su hermano Aarón
perdieron toda la confianza en Dios (Nm 20,12-13.24; Dt 4,21; 32,50-52; Sal
106,32ss). A muchos les ha pasado esto pero han vuelto al redil después de un
paso por el desierto.
La vida en el desierto fue realmente dura, no es extraño que a veces se
sintieran muy solos, abandonados y desalentados, pero la fe y la confianza se
viven así. En situaciones difíciles y hasta imposibles, toda prueba sirva para
entender que lo importante es creer en Dios, fiarse de Él, entregarse a Él, dejarse
conducir por Él, en una palabra, escuchen bien, en una palabra es creer en su
inmenso amor. Todo esto es chévere cuando uno está bien, cuando todo está a
gusto de uno, cuando no hay incomodidades ni problemas por resolver, pero
resulta difícil cuando uno se siente abandonado por Dios “supuestamente”, en
situaciones de penuria y angustia como las que le toco soportar al pueblo de
Israel.
Es importante tener en cuenta que Dios se sirve de estas pruebas para
probar a sus elegidos, para purificar su fe, liberales de su autosuficiencia, para
hacer que la entrega de sí mismo a Dios sea incondicional y sin reserva, con la
única garantía que es el amor que Dios les tiene.
Al final de toda esta experiencia en el desierto, al pueblo de Israel le sirvió
para tener un mejor conocimiento de cómo es Dios, como es el actuar de Él
respecto a sus elegidos, y en que consiste la verdadera fidelidad, ojo, tarea nada
fácil, pues se trata de un Dios celoso.
Un aspecto que no puedo pasar por alto es la vida comunitaria del pueblo
de Israel, este es un aspecto que todos los creyentes debemos vivir, la búsqueda
de Dios debe de darse en comunidad, pues, es en ese ámbito donde nuestra fe
puede expresarse mejor y plenamente. Experimentamos nuestros “desiertos” y
necesitamos la solidaridad de los demás, por eso, nosotros también debemos
expresar esa solidaridad hacía aquellos que transitan por sus tiempos de desierto.
Bueno, ya estamos finalizando, y para terminar les digo que la idea del
pueblo de Israel nunca fue permanecer en el desierto, siempre su mirada estuvo
fija en la tierra prometida, tierra que mana leche y miel (Ex 3,8.17; 13,5; 33,3; Lv
20,24), siempre tuvieron los ojos puestos en su destino, no pensaban más que
salir cuanto antes de aquel lugar.
Dejamos al pueblo de Israel y nos enfocamos en nosotros, en dar un último
consejo para que puedan vivir el desierto con un espíritu renovador, donde se
olvida todo para vivir únicamente en unión con Dios. Acuérdate, lo primero es la fe
y la confianza en Dios, la entrada al desierto ha de hacerse con humildad y con
paz, es presentarse ante el Señor con desnudez y pobreza. Cuanto más ligero sea
tu equipaje más libertad le darás a Dios para llenarte con su presencia, su amor y
su gracia. Libérate de preocupaciones, afectos, urgencias, problemas, prisas,
necesidades… El amor propio es la gran barrera que nos separa de Dios. Si
buscas, de la forma que sea, ser alguien, o tener algo serás impermeable a la
gracia y fracasarás, no lo olviden.
Y finalizo diciendo, la semilla del amor florece en el desierto.

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