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Una lectura del Caso Tumaco

Por Periodista Digital*

Entender los fenómenos que ocurren en una sociedad desde el sentido común, el cual se
construye en estas modernidades desde un alto grado de información y opinión generada por los
medios de comunicación y sin un análisis estructurado e histórico, es ver una parte de la compleja
realidad. En estos últimos días asistimos a bombardeo de información en relación a los impactos
ambientales generados por las acciones militares en contra de la infraestructura minero
energética del país. Toda acción que atente contra la integridad de un territorio y de un
ecosistema nos debe nuestro rechazo y protesta. Pero también requiere de análisis que nos den
una comprensión más holística del mismo.

En el caso de la contaminación del Rio Mira, que surte de agua “potable” al municipio de Tumaco
en Nariño, que ha sido catalogado como el desastre ambiental de los últimos diez años, habrá que
hacer una lectura distinta que vaya más allá de la información que recibimos de los medios de
comunicación y comprenderlo en un contexto más amplio.

Partamos de entender el contexto. Primero, la tendencia de la economía de Colombia en los


últimos diez años y a lo largo de su vida republicana se ha sustentado en la explotación de
materias primas y el extractivismo minero energético. Esto se ha radicalizado en los últimos dos
lustros. Generando profundas reformas institucionalmente y legislativas que permiten que el
capital extranjero entre a explotar nuestros recursos naturales bajo el cambalache de
compensaciones de responsabilidad social y regalías. Esto no es más que una respuesta a la
radicalización del modelo de acumulación capitalista a nivel mundial.

El segundo elemento, es la débil presencia del Estado que no ha podido ejercer soberanía en todos
los territorios a nivel nacional. Las periferias de nuestro país han sufrido un abandono histórico y
estructural por parte de las instituciones garantes de los derechos y generadoras de las
condiciones de vida digna para las comunidades. Esto, en cierta medida ha permitido que estos
vacíos institucionales sean suplidos por los actores armados que se han fortalecido ejerciendo
actividades económicas ilícitas, acciones de poder y prácticas que ordenan el territorio para sus
fines políticos y militares.

Tercer elemento, el conflicto armado y el proceso de negociación. Particularmente hay que leer
estos hechos bélicos bajo la lupa de una confrontación armada, que está inmersa en una iniciativa
de negociación la cual se lleva a cabo en medio de hostilidades entre los que negocian. Así los
atentados militares de los actores en confrontación son acciones que solo disminuirán cuando se
acuerde un cese al fuego biliteral y se muestre un verdadera voluntad de paz de los dos actores.

Ahora bien, entender los hechos acaecidos en el municipio de Tumaco, hago referencia al de
mayor importancia que es la contaminación del rio Mira que suerte de agua a la ciudad, debería
analizarse desde varias aristas.
Primero entendiendo que este no es un hecho aislado y el único, semanas atrás el Rio Caunapí y
Río Rosario, fueron afectados por el derrame de petróleo generada por la voladura del oleoducto
trasandino generando afectaciones a las familias de estas comunidades y ni hablar de las distintas
acciones bélicas bajo la táctica de guerra de guerrillas que ha sufrido la ciudad de Tumaco.

Segundo, si bien se ha causado un daño significativo a la fauna, flora del ecosistema, a las
actividades económicas y a la sociedad civil; cabe entender que estos daños en alguna media
también lo ha dejado la aspersión aérea, la minería criminal, los proyectos extractivos que se
adelantan en el pacífico y en Colombia en general.

Tercero, en relación con el tema del suministro del agua, Tumaco al igual que muchas ciudades de
Colombia no cuentan con la infraestructura necesaria para brindar agua “potable” y permanente a
sus ciudadanos; especialmente en Tumaco el agua se bombea del Rio Mira y esta se distribuye
bajo un rudimentario acueducto dos veces a la semana, cada cuatro días a la ciudad, es decir
cuatro días para la mitad de la ciudad y cuatro días para la otra mitad; los ciudadanos entonces
tienen que usar sus motobombas para recoger el agua y almacenarla hasta que llegue el turno a
los cuatros días según el sector de la ciudad que se encuentre. De esa manera tendríamos que
hacer permanentemente una aguatón para suplir las necesidades de la otra mitad que no recibe
agua cada semana o peor aún hacer jornadas permanentes para llevar agua a las zonas rurales
donde no existen acueductos; lo ingenioso de esto es que muchos de los hogares recogen las
aguas lluvias s o construyen sus posos propios para extraer el preciado líquido, prácticas
ingeniosas de sobrevivencia en un Estado nacional y local que no garantiza los servicios públicos.

Con relación al impacto ambiental generado por las acciones bélicas de la insurgencia. Esto
debería ser comprendido de manera más detallada, entendiendo que es aberrante y condenable
desde cualquier punto de vista las acciones enmarcadas dentro de un “discurso político” que
atenten contra el medio ambiente. Pero hay que sopesar que más allá del impacto mediático que
se le ha dado a la tragedia que vive el municipio de Tumaco, esta situación también se presenta en
toda la actividad extractiva, por ejemplo no nos hemos puesto a calcular las concesiones para la
explotación mineral y sus costos ambientales a futuros, o la misma exploración y explotación de
hidrocarburos que genera impactos ambientales significativos en la fauna y la flora de los
ecosistemas.

El daño causado por las acciones bélicas de un grupo alzado en armas es irreparable al igual que
una actividad extractiva arropada por la institucionalidad, que es política pública y que cuenta con
el beneplácito del estado. Los análisis que califican que una cosa es buena y otra es mala no
contribuyen a entender las dinámicas que encierran dichas acciones y con esto no se quiere
defender a uno u otro actor, si no indicar que el modelo de desarrollo no va en la vía de preservar
el medio ambiente.

En donde si no hay punto de comparación es en los daños que sufre la población civil. De todas las
acciones bélicas de los actores en conflicto, los más perjudicados son las personas que no hacemos
parte de esta confrontación, pero esto se puede amilanar en la medida que construyamos un
proyecto societal incluyente y que reconozca la diversidad, que respete el medio ambiente y ante
todo que garantice las condiciones dignas a la población que hace parte del Estado. Al no
transformar esta situación, nos quedaremos en iniciativas solidarias, que son importantes, pero
que no solucionan el problema de fondo, y el problema de fondo es no tener una ruta clara frente
al modelo de desarrollo, el conflicto, la reconciliación y la paz.

*por cuestiones de seguridad omitimos el nombre del autor de este escrito.

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