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CARRERAS:
Literatura I
Ediciones Mallea
2
145 páginas.
ISBN: 978-987-1905-02-7
Mendoza 3114
(1428) Ciudad de Buenos Aires
República Argentina
® Ediciones Mallea
GUÍA DE ÍCONOS
DESCRIPCIÓN Y USO
ÍCONO
OBJETIVOS DE LA ASIGNATURA
ACTIVIDADES
4
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
RECOMENDACIONES
PARA SINTETIZAR
ANEXOS
BIBLIOGRAFÍA
OBJETIVOS DE LA ASIGNATURA
Anexos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
ANEXO I: Escritor/Lector
ANEXO II: Tipos de narradores
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
MÓDULO I
EL HOMBRE COMO SUJETO DE LA
EXPRESIÓN
Unidad I
La expresión literaria
1
Sartre es uno de los grandes pensadores de nuestra época, muerto hará unos veinte
años, uno de los paladines (en la última posguerra) de la corriente del Existencialismo;
es como Dilthey un intérprete de la historia.
11
Pensar que somos un espacio vacío para ser llenado con mensajes que Euro-
pa produce, que tenemos negado el derecho de pensar y crear por ser meros
receptores, sería tener una pobre estimación de nuestros pueblos.
Pero tampoco debemos fomentar actitudes de aferramiento a una especie de
pasado telúrico, a un perfil estratificado de la cultura. No olvidemos lo que ha
dicho Borges y toda la generación del 26: “Nuestra tradición cultural es todo
Occidente, toda la cultura”, porque para ser autóctonos tendríamos que hablar
en guaraní y sobre la caza del ñandú –como dice Sábato– sin poder salir de
allí, aferrados a un nacionalismo estrecho y pobre de horizontes.
Porque hay pueblos históricos y pueblos totémicos, como dicen los antropólo-
gos. Los pueblos totémicos son repetitivos, no conocen el progreso, y no han
entrado en el ritmo de la historia. Nosotros somos un pueblo histórico porque
pertenecemos a ese ritmo, a ese desarrollo de la humanidad que llamamos
historia, pero en ella se entra desde un determinado perfil cultural, por eso se
habla de identidad cultural.
Podemos ver este tema en los ensayos de Octavio Paz; en uno de los prime-
ros, El laberinto de la soledad (1950) cuando nos decía, hablando de la cultura
mexicana, cómo vivimos a veces dicotomías falsas, negando aquello que nos
constituye y vistiéndonos con ropajes falsos; de ahí que se generen esas frac-
turas culturales en América donde parece imposible recomponer una imagen
total de la cultura; ese abismo existente entre la cultura popular mexicana –que
es india-indohispánica-mestiza– y la cultura de los grupos sociales muy pene-
trados por el estilo norteamericano. Esta distorsión cultural, con distintos mati-
ces, se repite en otros lugares de América. Incluso entre nosotros, con la agra-
vante, de que el resto de las naciones hispánicas están más replegadas sobre
sí. Sobre lo que hacen; aquí en cambio miramos hacia fuera, no nos basta con
nuestra empresa, queremos abrazar lo universal, todo nos importa, a todo per-
tenecemos. En algunos ámbitos circula la frase de que “Buenos Aires es el
puerto extremo de Europa”, elogiando el movimiento impresionante de la ciu-
dad, su porosidad por todo lo foráneo. Es una pena que no sea el asiento de la
cultura que se gesta en las provincias;2 ahí se produce la fractura. Nos hemos
acostumbrado a pensar que Europa y América marchan a la par y no es así;
posiblemente hemos ido dando saltos y poniéndonos a la misma altura en as-
pectos tecnológicos; pero nuestro perfil cultural no coincide. Los grandes escri-
tores hispanoamericanos nos han señalado justamente eso. Por ejemplo, Alejo
CARPENTIER , uno de los grandes escritores de América, no solo por su imagi-
nación y dominio del lenguaje, sino por su pensamiento, es un filósofo de la
historia. También nos señala, como Octavio Paz, la singularidad de lo ameri-
cano, esos anacronismos y a-cronismos en algunos momentos de América que
la hacen perfilarse como algo distinto de Europa.
Respecto de lo literario que abordaremos desde nuestra perspectiva america-
na, nos preguntamos si es suficiente el concepto de literatura que manejamos,
concepto que ha sido elaborado en la parte final de esa gran civilización que es
la europea y que acaso en estos momentos haya perdido ese papel protagóni-
co que cumplía con los americanos. Un concepto de literatura que concibe al
texto como un entretejido de signos computacionales desprovistos de sujetos y
2
En Historia de una pasión argentina, Eduardo Mallea propone una visión integrada de
nuestro país donde cada provincia hace su aporte a la Nación.
13
de contextos. Pero no es lo único que nos está diciendo Europa, el mundo hi-
perindustrializado, ya que las voces disidentes de Europa posmoderna están
mirándonos con gran esperanza, están esperando un resurgimiento cultural
que se podría gestar en los países periféricos en reclamo a una respuesta a
esa destrucción del sentido, de la historia, del sujeto. Ellos perciben que acá
hay otras virtualidades, otra potencia cultural no recogida suficientemente por
los pensadores y, en tanto aquí estamos esperando a ver qué nos dicen, para
dónde tenemos que ir.
En América hay una porción valiosísima de cultura que pertenece al mundo
indígena; estas culturas no son algo arqueológico, como nos enseñaron, que
existieron culturas precolombinas (vino Colón y desaparecieron), sino que es-
tán vivas de diferente manera, porque sus protagonistas, los pueblos indíge-
nas, están vivos. Ecuador y Nicaragua poseen un alto porcentaje de población
indígena; después están las naciones mestizas como México y Paraguay, en
donde se produjo uno de los mestizajes más profundos e integrados de toda la
historia de América. Y nosotros, los argentinos ¿estamos ajenos a este fenó-
meno? Tenemos regiones mestizas que incluso hablan otras lenguas: el gua-
raní (correntinos, misioneros, algunos chaqueños y formoseños) que no la tie-
nen como segunda lengua, sino casi como primera, porque es la más íntima, la
del afecto, la de la familia. ¿Acaso sus poemas, cantos míticos y leyendas no
son literatura? No es que seamos indigenistas y nos interese alentar parciali-
dades como si fueran realidades aparte; sino que son elementos que se van
integrando en la totalidad y hay que comprender que estas culturas son emi-
nentemente orales.
Pero en sentido estricto, literatura es littera > ‘letra’ y la sacralización del texto
escrito la ha hecho Europa en esta fase final en que solo le queda la letra, pero
nosotros todavía tenemos la cultura viva de esos conglomerados indígenas.
Por otro lado, los grandes escritores iberoamericanos, desde 1930, aunque
antes hay otros, generan una conciencia americanista muy fuerte en el Conti-
nente. Un ASTURIAS, por ejemplo, que a pesar de su español, asimila ritmos,
sintaxis, la atmósfera indígena. Imaginaria y lingüísticamente se produce una
simbiosis muy especial con esa cultura viviente, no arqueológica. Entonces,
para aproximarnos a esta literatura tenemos que conocer el sustrato que la ha
nutrido, no se puede estudiar el texto como algo que se generó a sí mismo.
Se amplía, entonces, el concepto de literatura que atiende a otros aspectos que
no son solamente el verbal. Si bien la literatura se construye con palabras, es-
tas evocan lo simbólico que es translingüístico y pertenece a toda la cultura. De
ahí que también hablemos de símbolos, mitos, imágenes que tanto se las pue-
de verbalizar, como pintar, esculpir, representar, dando origen a la totalidad
que llamamos las artes. Ampliamos el concepto de literatura al de EXPRESIÓN
LITERARIA.
él emanan y una comprensión de la historia y del momento que vivimos los lati-
noamericanos. Armados de todos estos elementos, proceder a un enfoque in-
tegral de la obra literaria, en el cual no habría que desestimar el aporte de otros
investigadores, siempre sometidos a una crítica, a un examen; no tenemos por
qué adherir a todas las prédicas.
Recuerde que:
El hombre es un ser social que vive en relación con sus semejantes, que gesta
cultura, despliega un conocimiento y mora en un substrato lingüístico o simbóli-
co. Es el único de los seres de la naturaleza que es capaz de apartarse de ella
para conformar una red de símbolos y signos que le permiten avanzar, desarro-
llarse, tener conciencia del tiempo, construir una historia: tener memoria acu-
mulativa y ser, por sobre todo, un sujeto creador, el signo más distintivo de su
ser.
También la cultura tiene muchas definiciones:
a) aquellas que dicen que cultura viene de culto religioso > denominador co-
mún de todas las culturas;
b) otras que viene de cultivo de la tierra, porque allí es cuando el hombre nóma-
de arraigó en el suelo y generó cierta posibilidad más apta para la evolución.
Sin embargo, desde el momento que el hombre vive en sociedad, tiene lengua-
je, ya posee cultura.
Hay otras definiciones vulgares de cultura que la limitan a la manifestación ar-
tística: recitales, conciertos, cuando la cultura de un pueblo es la manera de
vivir, de cocinar, sembrar o cosechar, festejar, saludarse: todo lo que hace una
sociedad y no solo lo intelectual y artístico.
16
Pero hay formas sutiles de destruirla y una de ellas puede ser el mal uso de los
medios de comunicación, al llenar el espacio de la cultura con un bombardeo
de mensajes negativos, deshumanizantes, donde el hombre no tiene la libertad
ni el estímulo de generar otras respuestas y puede llegar un momento en que
se transforme en un idiota, un robot, que se halle vacío, mecanizado. Los me-
dios de difusión cumplen bastante esa función de vaciamiento, de ahí las ad-
vertencias de filósofos, antropólogos y educadores de todo el mundo que han
levantado sus voces contra la destrucción de la cultura. Entre nosotros Ernesto
Sábato, en sus ensayos, ha alertado permanentemente sobre dicha destruc-
ción. ¿Qué es la robotización del hombre de la que nos habla? El peligro de
que el hombre se transforme en un sujeto mecánico, desprovisto de conciencia,
de valores y, por tanto, de cultura, porque ya ante un robot no podemos hablar
de cultura.
1. El mito es genético por ser previo, el más profundo y originario, muy vi-
goroso en los pueblos totémicos.
2. La expresión. Esta esfera es en los pueblos totémicos casi inseparable
de la del mito. Son formas de vivirlo, expresarlo, reflejarlo. En la medida
en que el hombre se desarrolla siente mayor necesidad de conformar es-
ta esfera como para construirse un espejo en el cual pueda iniciar una
20
3
Entonces, no podemos pensar que la literatura o la filosofía nacieron solas, por gene-
ración espontánea en el siglo XVIII, sino al cabo de un larguísimo proceso cultural del
cual solo conocemos los últimos tiempos. Porque cuando hablamos de Homero o de
los textos bíblicos que son contemporáneos, nos remontamos a ocho o diez siglos a.C.
que para la historia de la humanidad es ayer.
21
4. La ubicación de la literatura
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
Consejo:
Tanto el trabajo con la bibliografía, la au-
toevaluación y las actividades le servirán para ir
monitoreando su aprendizaje o para realizar consul-
tas precisas en el foro.
25
Unidad II
4
Platón nos dice que antes de nacer, el alma del hombre habitó el mundo de las ideas,
donde las contempló y conoció en su totalidad y pureza. Al venir a este mundo y a este
cuerpo, atraviesa el río Leteo, río del olvido, y su saber sobre las ideas se olvida; pero,
queda latente, a tal punto que, frente a las cosas sensibles que ve, va recordando más o
menos oscuramente: al ver leños iguales, recuerda la Igualdad, al ver cosas bellas, la Be-
lleza. Aprender no es sino recordar. Pero el mundo sensible es un mundo de sombras,
apariencias, espectros y, si el arte es su mímesis, resulta imperfecto en segundo grado.
De esta manera, Platón inaugura la corriente filosófica llamada Idealismo.
27
Para Dilthey –filósofo alemán del siglo XIX– el saber artístico no se limita a imi-
tar la realidad, sino que está atento a las constantes revelaciones de esta. El
pensamiento original y constante del artista buscará un lenguaje nuevo, una
renovación permanente para verter lo inédito. [Qué distinto de aquellos que
creen que la literatura es pura búsqueda de novedad en la forma]. Esto lo han
sostenido los mismos artistas y escritores –especialmente desde el Romanti-
cismo– ya que es un momento muy especial en la que estos toman conciencia
de sí mismos y de su quehacer. Algunas de las mejores teorizaciones sobre
literatura se la debemos a los mismos escritores, terreno que nunca debemos
soslayar. De ahí que tomaremos algunas definiciones de cuento de sus propios
creadores (Poe, Chéjov, Quiroga, Cortázar; en poesía a Octavio Paz, Huidobro,
y en novela a Sábato, Mallea) que esclarecen sus propias creaciones y las par-
ticularidades del género. No nos interesa solo lo que nos dice el crítico, el in-
vestigador, sino también el creador.
Las obras verdaderamente grandes y perdurables siempre nos dicen algo so-
bre la realidad, el mundo y sobre nosotros mismos, no son nunca obras de or-
nato literario. En ellas existe un sentido profundo de compromiso –no el político
o panfletario– sino con la verdad, aunque tenga que decirla a través de formas
de ficción, porque esta es la gran paradoja del arte: necesitamos muchas veces
recurrir a ficciones, pero para decir algo y asumirlo.
Recuerde que
i
ciones psíquicas que reflejan la naturaleza del alma. Poco le importa al primiti-
vo una explicación objetiva de las cosas que percibe; tiene en cambio una im-
periosa necesidad de asimilar al acontecer psíquico todas las experiencias
sensoriales externas. No le basta al primitivo con ver la salida y puesta del sol,
sino que esa observación debe ser al mismo tiempo un acontecer psíquico, es
decir, el curso del sol debe reflejar el destino de un dios o de un héroe, el cual
solo vive en el alma del hombre. Todos los procesos naturales convertidos en
mitos (los ciclos estacionales, las fases lunares, la época de lluvias) no son
sino explicaciones simbólicas del íntimo e inconsciente drama del alma que se
clarifica al aparecer reflejado en los sucesos naturales.
¿Cómo es posible que si el símbolo es polivalente se dé la comunicación entre
los hombres? ¿Hay símbolos privados?
Ante esto tenemos distintas respuestas. Si bien Freud es el iniciador de los es-
tudios del símbolo y del inconsciente, será Jung el que introduzca la noción de
Inconsciente Colectivo (I.C.), que desde el punto de vista psicológico, quizás
se acerque a lo que los filósofos llaman horizonte de pre-comprensión. Habría
una zona, una reserva de sentido básica en el hombre, inherente a su estar en
el mundo, a su condición de ser encarnado. Nuestra condición humana nos
liga a un determinado horizonte simbólico o I. C., es decir, a un conjunto de
imágenes originarias, fundamentales para nuestra vida psíquica que se repiten
en los distintos individuos y a lo largo de distintas épocas y culturas, como si
existiese un sustrato común a la humanidad entera. Sobre ese sustrato elabora
Jung el tema de los arquetipos. Formula la hipótesis tomando la expresión
griega >’primero’; > ‘marca’ como los tipos de la máquina de escri-
bir. Estos tipos arcaicos o primeros estarían marcados en la mente (Jung era
médico pensamiento naturalista). Tal vez podamos asimilar estos
engramas (primeras definiciones) con aquello que nos dicen los biólogos de
un código genético donde se hallarían codificadas todas las significaciones.
(Nunca pudo demostrar Jung la existencia de estos tipos grabados en la
mente, como letras o signos, a los que llamó con distintas designaciones:
contenidos del inconsciente; dominantes del inconsciente, y que fueron
adquiriendo nuevas dimensiones, liberándose cada vez más, ya que el
arquetipo no es una imagen sino una predisposición o molde que podría
albergar o generar determinadas imágenes. [Frente al estímulo que el mundo
ofrece (luz, lluvia) la mente de los hombres reaccionaba de la misma manera.]
En el análisis verificamos que hay un estrato superficial que llamamos
Inconsciente personal, de naturaleza individual originado en la experiencia y
la adquisición personal; sus contenidos son los complejos de carga afectiva,
vinculados con la vida anímica. No es un mero desván de deseos reprimidos,
sino una parte tan vital y real de la vida del hombre como la conciencia, pero
infinitamente más rico. El lenguaje y la “gente” del I.P. son los símbolos y los
medios de comunicación: los sueños. La comunicación con el Inconsciente es
de suma importancia para la persona: con frecuencia ofrece consejo y guía
que no se podría obtener por otra vía. Este descansa sobre otro más profundo,
innato, el Inconsciente colectivo, de naturaleza universal con contenidos
llamados arquetipos y modos de comportamiento iguales en todos los
individuos, es igual a sí mismo en todos los hombres.
31
El universo del texto existe en tanto este es leído. Y que para que
haya un real vínculo entre lectura y escritura su ámbito simbólico
debe ser interpretado. ¿Cómo es posible? Porque el símbolo re-
mite a la cultura, de la cual todos somos parte.
Estos autores revalorizan las culturas de las que proceden. En el caso de Oc-
tavio Paz, también se asoma a las órbitas simbólicas de la India y China (Lade-
ra Este). De ahí que el autor puede moverse en relación con sus raíces cultura-
les o descubrir con toda libertad otras culturas. Esto ya lo registró el Romanti-
cismo al dar ese movimiento centrífugo y volcarse a Oriente (Nerval) o a la cul-
tura americana canadiense (Chateaubriand, Atala).
32
Este contacto vivificante de los escritores con las órbitas míticas de sus pue-
blos y de otros, es un movimiento constante de la literatura moderna, así como
también está el otro movimiento racional, de de-construcción, típico de la mo-
dernidad, movimiento hipercrítico que se aparta y niega el mito. Ambas postu-
ras confluyen en él.¨
¿Cuál es la actitud de la cultura clásica y de la moderna frente al mito?
La cultura clásica ha tenido una actitud de respeto frente al mito y ha sido su
principal transmisora, porque son las obras literarias las que los trasmitieron.
En efecto, ESQUILO Y HESÍODO nos explicaron los mitos teogónicos griegos,
HOMERO los del héroe Ulises o de la guerra de Troya.
La literatura moderna, en cambio, tiene una actitud activa frente al mito, mucho
más interpretativa y consciente, incluyendo su negación y alejamiento, como
su revalidación. La literatura es simbólica y mitopoyética –creadora permanen-
te de mitos y símbolos– y conforma una determinada tradición. La tradición no
es algo yerto que se va arrastrando a lo largo del tiempo, sino dinámico (sobre
todo en la cultura occidental) donde su gran corpus simbólico se forjó en suce-
sivas recreaciones y reinterpretaciones. La cultura griega ha actuado como
uno de los grandes reservorios de símbolos y mitos, como un momento ejem-
plar de la cultura humana para los pueblos europeos y para aquellos otros que
han recibido su influencia como paradigma de cultura, sin olvidarse la enorme
deuda que tiene con los egipcios, iraníes, babilónicos y otros pueblos antiguos.
Otro gran reservorio de la tradición occidental son las Escri-
turas Sagradas (Biblia: los libros), patrimonio del pueblo ju-
dío y más tarde, cristiano. Permanentemente los hombres
de todas las épocas han recurrido a estas fuentes grecola-
tinas y judeocristianas en una constante relectura, desde
cada momento histórico, para nutrirse y a la vez recrear
esa tradición dinámica.
Piense que
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
MITO
MÓDULO II
Unidad I
Recuerde que
“Tomad y dad vuelta, moved muchas veces los modelos griegos, porque dan
ejemplos constantes al escritor (los escritores latinos toman de uno y de otro;
a Virgilio lo llamaban “la luna de Homero”); indica que repasemos los mode-
los griegos “con mano diurna y nocturna”, es decir, de día y de noche.
Aconseja al escritor “saepe, stilo in vertas”, ‘vuelve muchas veces el estilo’,
con lo que nos está dando una indicación concreta de escritura. Ellos escri-
bían sobre tablillas de madera encerada y con el estilo, que tenía uno de sus
extremos en punta y el otro chato. Esto les permitía pasar la parte roma del
estilo sobre la palabra mal escrita y borrarla para corregir el error. Daban
luego vuelta el estilo para escribir encima. Eso significa esta frase que no
siempre es explicada: “corrige muchas veces lo que hayas escrito”.
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YERMA. – Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la
cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría que fueras
al río y nadaras, y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra
vivienda. Veinticuatro meses llevamos casados y tú cada vez más triste,
más enjuto, como si crecieras al revés.
JUAN.– Y yo te lo agradezco.
JUAN.– Es que no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones tuyas.
Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.
La influencia de Horacio fue decisiva durante los siglos XVI y XVII. Para él, el
género se ajusta a cierta tradición y se define por un tono determinado. Con los
siglos este sistema se completó, pero lo que había sido una descripción empíri-
ca después pretendió ser una ciencia normativa. El esquema definitivo acepta
la tripartición: lírica, narrativa y dramática, según la intervención del yo del poe-
ta; cada uno de estos géneros –que a la vez se dividen en subgéneros– poseía
sus reglas particulares a las que se debía obedecer. Estas reglas se extraían
tanto de los teorizadores clásicos –Aristóteles, Horacio–, como del análisis de
las obras clásicas de la antigüedad elevadas a modelos ideales de la literatura
europea. Los géneros así entendidos se inmiscuían en la gestación artística:
con sus leyes dictaban condiciones al escritor, con sus dogmas aplicaban san-
41
Recuerde que
Para finalizar, diremos que casi todas las tendencias críticas de nuestro siglo –
sobre todo los estructuralistas o formalistas– están de acuerdo con la división
de los géneros como elemento con el que hay que contar. Lo que no podemos
admitir hoy es una actitud rígidamente normativa. Pero la obra literaria no surge
de la nada, sino dentro de una tradición histórica de cientos de años, nace y es
recibida por el lector dentro de un molde determinado o género escogido que
condiciona nuestras expectativas. Incluso cuando la obra literaria consciente-
mente intente romperlos, estos continúan influyéndola al rechazarlos. Los gé-
neros educan el sentido del orden, de la tradición y, por lo tanto, guían al crítico
y al escritor. Para entender una obra literaria es preciso poseer un cierto cono-
cimiento de la especie genérica a la que pertenece, de la evolución histórica de
ese molde; sin eso, descubriríamos continuamente Mediterráneos, atentaría-
mos contra la economía crítica. Podríamos decir que una obra importante no
43
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
Unidad II
Recuerde que:
5
En efecto, los romances fueron breves poemas épico-líricos nacidos de la fragmenta-
ción de los cantares de gesta, extensísimos poemas narrativos medievales, cuyo objeti-
vo era exaltar la figura de los héroes narrando sus hazañas guerreras. Sus autores fue-
ron los juglares, poetas profesionales, que componían para recitarlos ante la corte o el
pueblo. El apogeo de esta poesía heroica se extendió por los siglos XII y XIII, pero en el
siglo XIV entran en decadencia. Los primitivos romances nacen del recuerdo de algunos
fragmentos de gran fuerza expresiva, desgajados del gran núcleo narrativo y que se
fueron modificando al rodar por la memoria y fantasía de muchos seres y generaciones.
Se olvidan así detalles narrativos poco interesantes y se añaden elementos subjetivos y
sentimentales, se introducen partes dialogadas (épico-líricos / épico-dramáticos), se
unen episodios de distintos romances, se amplían escenas que impresionaron con más
fuerza. Se apela también al corte brusco produciendo un final sorpresivo y sugerente.
Los romances viejos son del siglo XV o anteriores (tono espontáneo y popular); los ro-
mances artísticos, escritos por poetas refinados del siglo XVI y XVII, luego lo retoman
los románticos y más tarde escritores modernos (Alberti, Lorca). Forma poética de gran
persistencia en la literatura española e hispanoamericana. Versificación: Serie indefinida
de versos octosílabos con rima asonante en los versos pares.
47
Federico nace en Granada en 1898, año del desastre, de la pérdida de los últi-
mos dominios ultramarinos, y muere a comienzos de la Guerra Civil, en 1936.
Su vida se desarrolla entre esas dos fechas tan decisivas para la historia espa-
ñola. Vive en Granada hasta sus 21 años y a partir de entonces ensancha sus
fronteras: Madrid, Cataluña y luego América: EE.UU., Cuba, Buenos Aires,
Montevideo. Sin embargo, por su sino debió volver a Granada para encontrar
allí una muerte a destiempo. Si bien no todo ha sido aclarado, algo se sabe
sobre esa muerte oscura. Fue asesinado en los campos de Viznar, cerca de su
ciudad, en la madrugada del 20 de agosto del 36, por las fuerzas nacionales
que pocos días antes se habían alzado contra la República.
El poeta granadino tuvo una rica y compleja personalidad artística: dotado para
la música, para la poesía, para la pintura, con alma de juglar y con un destino
trágico que lo aguardaba. Quienes lo conocieron recuerdan su alegría desbor-
dante y también su sorpresiva tristeza honda como un juego de claroscuro de
su persona o como si reflejara el espíritu de la Europa de entreguerras, que se
debatía entre la exaltación vital de la belle epoque y un destino de muerte y
sangre.
En 1919 Lorca se halla en Madrid instalado en la Residencia de Estudiantes;
allí se integrará al grupo literario que se ha dado en llamar la generación del 27.
Ese año se conmemora el 3er. centenario de la muerte de Góngora; la RAE.
quiere hacer pasar inadvertida esta conmemoración pero un grupo de poetas
reivindica al cordobés, le rinde homenaje y lo lanza como estandarte poético.
En ese grupo central figuraban: Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Pedro Salinas,
Gerardo Diego y Rafael Alberti. Después se le unirán Aleixandre, Cernuda y
otros. Fijada en el 27, le falta aún a esta generación un nombre que la defina y
le falta por exceso de designaciones. En efecto, se la ha llamado:
“Generación de la Dictadura”, uno de sus nombres más desafortunados, ya que
nada tuvieron que ver sus integrantes con la dictadura de Primo de la Rivera.
“Generación de la República”, poco feliz también, pues al llegar la República
esta generación ya estaba afianzada.
“Generación Guillén-Lorca”, para nombrar a dos de sus integrantes ejes.
“Generación de las revistas”, “Generación de la Revista de Occidente”, por la
calidad de órganos periodísticos de que se valieron.
“Nietos del 98” y “Segundo Siglo de Oro”, títulos muy abarcadores ya que con-
sideran promociones anteriores.
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2. El Romancero gitano
Romance sonámbulo
I II
Verde que te quiero verde. Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas. Grandes estrellas de escarcha,
El barco sobre la mar vienen con el pez de sombra
y el caballo en la montaña. que abre el camino del alba.
Con la sombra en la cintura La higuera frota su viento
ella sueña en su baranda, con la lija de sus ramas,
verde carne, pelo verde, y el monte, gato garduño,
con ojos de fría plata. eriza sus pitas agrias.
Verde que te quiero verde. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Bajo la luna gitana, Ella sigue en su baranda,
las cosas la están mirando verde carne, pelo verde,
y ella no puede mirarlas. soñando en la mar amarga.
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III
–Compadre, quiero cambiar Los dos compadres subieron.
mi caballo por su casa, El largo viento dejaba
mi montura por su espejo, en la boca un raro gusto
mi cuchillo por su manta. de hiel, de menta y de albahaca.
Compadre, vengo sangrando, –¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
desde los puertos de Cabra. ¿Dónde está tu niña amarga?
–Si yo pudiera, mocito, ¡Cuántas veces te esperó!
este trato se cerraba. ¡Cuántas veces te esperara,
Pero yo ya no soy yo, cara fresca, negro pelo,
ni mi casa es ya mi casa. en esta verde baranda!
–Compadre, quiero morir, VI
decentemente en mi cama. Sobre el rostro del aljibe
De acero, si puede ser, se mecía la gitana.
con las sábanas de holanda. Verde carne, pelo verde,
¿No ves la herida que tengo con ojos de fría plata.
desde el pecho a la garganta? Un carámbano de luna
–Trescientas rosas morenas la sostiene sobre el agua.
lleva tu pechera blanca. La noche se puso íntima
Tu sangre rezuma y huele como una pequeña plaza.
alrededor de tu faja. Guardias civiles borrachos
Pero yo ya no soy yo, en la puerta golpeaban.
ni mi casa es ya mi casa. Verde que te quiero verde,
–Dejadme subir al menos verde viento, verdes ramas.
hasta las altas barandas, El barco sobre la mar.
¡dejadme subir!, dejadme Y el caballo en la montaña.
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
IV
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.
V
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
51
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
MÓDULO III
EL GÉNERO NARRATIVO
Unidad I
ras, de ahí que se lo suele llamar un mito o relato mítico. La reelaboración activa de
mitos genera la diversidad interpretativa y el origen de nuevas formas.
El mito no es privativo de la expresión lingüística o literaria: se lo representa (dra-
ma), se lo cuenta (relato), se lo evoca en imágenes (pintura), en cantos, danzas,
músicas; pero el mito también sostiene otras actividades: el trabajo, la economía, las
relaciones sociales y, fundamentalmente, el culto religioso. Sin embargo, el modo
más inmediato y eficaz de comunicarlo es la narración. Hay un proceso de desacra-
lización que nos lleva del relato mítico originario al cuento; pero también –como se-
ñala Mircea Eliade y Carl Jung– el cuento remite, nuevamente, al fondo mítico origi-
nario y quien posee las claves interpretativas le devuelve su significación profunda.
Recuerde que:
3. El contario: su estructura
Unidad interna
Las razones de unidad interna de las piezas de un contario son plurales. Puestas a
clasificar, sin pretensión de agotarlas, señalamos las siguientes:
4) Unidad temática. El amor, la muerte, la agonía del tiempo alimentan todos los
relatos, bien sea completándose con enfoques distintos del mismo tema, o inte-
grándose en un desarrollo de subtemas organizados, por ejemplo, los siete pe-
cados capitales.
6
Las formas simples (1971) Editorial Universitaria, Santiago de Chile.
59
lación de la India, siglo VI a.C.) en el que un brahamán rompe por descuido una olla
con harina de arroz en la que basaba todas sus esperanzas ("El brahmán y la fuente
de harina"); o con Las mil y una noches, en la "Historia del quinto hermano del bar-
bero" que hizo añicos su mercancía de cristal dominado por la excesiva fantasía; o
con la que aparece en Calila y Dimna, "El religioso y la jarra de miel", con una situa-
ción narrativa similar. Nos preguntamos cómo es posible que antiquísimas historias
del norte de nuestro país, por ejemplo, se asemejen a cuentos de la India.
Al respecto se esgrimen dos hipótesis. Una nos habla de una sociedad primigenia
generadora de un protocuento del que han descendido todos los cuentos que cono-
cemos (una especie de Arca de Noé de donde partieron todas las especies). La hi-
pótesis opuesta explica con la psicología la repetición de las mismas tramas narrati-
vas: esperanzas, deseos, temores... son constantes humanas e inspiran cuentos
similares.
Lo más prudente sería combinar ambas hipótesis y aceptar la creación individual,
por un lado, pero, por otro, ser conscientes de la gran transmigración, de la vasta
circulación del material narrativo por el espacio y tiempo.
Recuerde que:
Dicho paso trajo aparejado cambios significativos tanto en la estructura como en los
procedimientos. El estilo del cuento oral y del cuento escrito no es exactamente el
mismo, aunque el autor se proponga transmitir el relato tradicional.
En primer lugar, el cuento narrado oralmente tiene una duración impuesta por la
atención del auditorio, por eso es breve, concentrado, lineal –aunque no demasiado
breve, porque los que se disponen a escuchar se sentirán defraudados si este no
alcanza cierto desarrollo–. El narrador eficaz sabrá alargarlo o resumirlo sin variar
su estructura, porque en general es muy respetuoso del cuento aprendido de sus
mayores.
60
7
Escritores contemporáneos han acudido a este procedimiento. Ver "El brujo postergado",
de Jorge Luis Borges, en Historia universal de la infamia (1935). En este libro, Borges reali-
za una especie de ejercicios literarios para afianzarse en la técnica narrativa, así, reelabora
antiguas historias de distinta procedencia para darles una forma nueva, más breve y ágil,
pero sin desnaturalizar la fuente.
61
Durante la Edad Media, debido tal vez a la amplia difusión de colecciones orientales,
el cuento, que todavía no había alcanzado individualidad propia, aparece integrando
colecciones que se caracterizan por ser, en todos los casos, contarios. Es el auge
del cuento que circula a través de textos en latín o en lenguas vernáculas que están
en pleno proceso de afianzamiento.
Un ejemplo ilustrativo del cuento medieval lo constituye el "Exemplo X", de la Disci-
plina Clericalis. Se trata de una colección de cuentos doctrinales del siglo XII, en
prosa, reunidos por el judío converso Pedro Alonso, que circuló por la Edad Media
en incontables manuscritos y fue impresa por primera vez en el siglo XIX. Al igual
que casi todas las colecciones medievales, su fin es didáctico.8
Como se observa en este cuento, la especie se halla aún en vías de desarrollo y
conserva rasgos que la vinculan con su antiguo origen oral. Es breve, directo, como
todos los cuentos orales que cuentan con recursos extraliterarios como la entona-
ción, los gestos, los silencios.
Las marcas de oralidad de este cuento están dadas por las oraciones cortas que
relatan concisamente la historia. Los personajes carecen de caracterización, ya que
solo importan en función del suceso narrado.
Hacia fines de la Edad Media (s. XIV y XV) se producen ciertas transformaciones en
la elaboración de cuentos. Una circunstancia notable es la aparición del autor indivi-
dual que estableció una especie de dignidad y reconocimiento social de la labor del
escritor. Las obras y actores más famosos de este período de culminación del cuen-
to medieval son:
8
Según María Rosa Lida –estudiosa sagaz del cuento popular–, esta típica historia de la
infidelidad y la malignidad de las mujeres se encuentra ya en Aristófanes –comediógrafo
ateniense (445-386 a.C.), autor de comedias y sátiras políticas y literarias como Las avis-
pas, Las nubes, Las aves, Las ranas– y será tomada por Cervantes para el entremés de "El
viejo celoso".
63
da uno narre una historia por día, formando así un conjunto de cien cuentos. Esta
escenificación le permite al autor desplegar una rica variedad de situaciones, per-
sonajes y diálogos. Los protagonistas representan distintos tipos sociales y huma-
nos de la Italia de su tiempo; están presentados de modo realista, captados en sus
reacciones tanto cuando narran como cuando escuchan, y se hace coincidir el
tono del relato con la personalidad de cada uno. La mayoría de los cuentos se ca-
racterizan por abordar temas mundanos, anticlericales y aún licenciosos, por lo
general, reelaborados a partir de fuentes clásicas o medievales. El relato breve,
conciso y sorpresivo cede terreno a narraciones más extensas con situaciones
más complejas e intrincadas. La anécdota intemporal y el elemento maravilloso
pierden vigencia frente a personajes con rasgos psicológicos y sociales definidos;
la historia narrada tiene un sentido más inmediato con la realidad.
En el siglo XVII, el cuento se incluye en la novela. Es el caso de "El curioso imper-
tinente", en el Quijote, de Cervantes, procedimiento que será más tarde empleado
por novelistas del siglo XIX y XX como Fielding, Goethe, Dickens.
Si bien la novela contemporánea frecuenta la intercalación de uno o más relatos
como técnica compositiva, difiere del procedimiento cervantino. En el Quijote, el
cuento incluido "El curioso impertinente" puede ser leído con independencia argu-
mental, al margen de la historia mayor, sin que esto altere la novela, pero en la
novela actual los cuentos intercalados suelen configurar historias paralelas que se
articulan de algún modo con la historia principal.
Leeremos ahora un cuento popular incluido en el Quijote,
tomado del capítulo XX, Primera Parte. [Objetivo de su lectu-
ra: extraer la etimología de la palabra cuento, su distinción
respecto de otras especies narrativas, y las características
del cuento popular.]9
Esta pieza cuentística se inserta en la novela en el momento
en que el protagonista oye en la noche el extraño ruido de
los batanes (máquina compuesta por masas de madera que
golpean para dar forma a los paños) y se decide a enfrentar
el peligro. Sancho, con la intención de persuadirlo, traba las
patas de Rocinante, y en tanto esperan el alba, se dispone a
entretener a su amo narrándole cuentos. Es este uno de los
más antiguos y arraigados cuentos populares de "nunca
acabar", figura en la Disciplina Clericalis de donde pasó a integrar varias coleccio-
nes de la Edad Media.
9
Leer el capítulo XX del Quijote en el Cuadernillo de “Lecturas complementarias”, págs. 25-26.
64
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
Unidad II
El cuento literario
brevedad
unidad de construcción
final sorpresivo
10
Leer el ensayo “Hawthorne”, de Otras inquisiciones, de Jorge Luis Borges.
69
La brevedad
Es la cualidad que debe poseer todo cuento, es decir, su extensión material no de-
pende exclusivamente del número de páginas, sino de la concisión y síntesis. Su
extensión debe ser aquella que le permita al lector leerlo de una sola vez sin que
decaiga su atención, pues, a diferencia de la novela –que logra sus efectos gracias
a la morosidad y la acumulación–, el cuento debe dejar una impresión rápida y de
conjunto. Esa brevedad estará dada por la existencia de un hecho único, verdadero
personaje del cuento.
La unidad de construcción
El final sorpresivo
El final del cuento deberá cerrar el orbe cuentístico en forma sorpresiva e imprevisi-
ble. Todos los elementos y recursos utilizados están en función del final, que debe
conseguir un efecto sorprendente. Según Poe, este efecto debe producir una estre-
mecedora sensación de misterio, la misma que nos invade cuando algo extraño o
sobrenatural acontece en el mundo cotidiano, cuando percibimos que la existencia
diaria no está exenta de posibilidades insólitas. Esa sensación se ve reforzada si el
autor prescinde de elementos mágicos, sobrenaturales o que escapan a una expli-
cación lógica, y logra poner de manifiesto los imprecisos límites entre lo real y lo
irreal. Esta propuesta conlleva cambios en el manejo del lenguaje, que abandona lo
descriptivo y denotativo para volverse alusivo, connotativo y evocativo.
Así lo demuestra su cuento, “El barril de amontillado” donde no todo está dicho, sino
que el lector debe inferir, completar. Es la historia de cómo un hombre ofendido lleva
a cabo una venganza. El narrador cuenta cómo Fortunato, quien se enorgullecía de
ser un entendido en materia de vinos, lo había insultado y cómo, desde entonces,
este hombre pensaba vengarse. Un día de carnaval, el narrador, disfrazado de bu-
70
Recuerde que:
logos, la atmósfera y las descripciones; Chéjov nos relata hechos horribles como si
fueran habituales, sin comentarlos, mencionados al pasar (castigo a la yegua, la
cabeza de la muerta que golpea, etc.) y que elípticamente hablan de lo trágico de la
condición del hombre.
Nicolái Gógol (1809-1852) propone en “El capote” la posibilidad de mostrar una ópti-
ca diferente del personaje anónimo, común y mediocre mediante la conjunción de
elementos realistas, con un desenlace fantástico.
La reacción contra el final dará origen al final negativo o ausencia de este; de esta
forma se perfila terminar un cuento pero negativamente. Es un final muy empleado
por el escritor francés Guy de Maupassant (1850-1893) quien ha escrito más de
doscientos sesenta cuentos, donde, sin desdeñar lo fantástico, trabaja además la
problemática del individuo común. Los temas elegidos son sucesos aparentemente
nimios que pueden convertirse en padecimientos profundos, elaborados en una at-
mósfera basada en la subjetividad y el sobreentendido.
[Leer “El collar de perlas” y compararlo con la versión irónica del cuento “El collar”,
de Marco Denevi.]
Es evidente que Quiroga llora por la herida. El artículo remata con una breve evoca-
ción de sus experiencias en Caras y Caretas, en la época en que era secretario de
redacción el temible Luis Pardo para el que nunca un cuento era lo suficientemente
conciso. La actitud del artista que solo escribe lo que le gusta, cede poco a poco a la
del escritor profesional que debe tener en cuenta al público al que se dirige. Allí
aprende la lección de la síntesis eficaz, con este maestro implacable. Él “fue quien
le exigió el cuento breve hasta un grado inaudito de severidad”, y a él le debe el
destrozo de muchos cuentos pero también el mérito de los que han resistido. Pardo
solo le concedía una página donde debía entrar el cuento con su ilustración (gene-
ralmente en el más elaborado estilo art nouveau). Quiroga protestaba pero aprendía
a su costa la eficacia del estilo telegráfico, el valor de cada palabra, la estrategia de
los adjetivos, el impacto de toda imagen concreta.
Quiroga define las condiciones básicas del cuentista:
PARA SINTETIZAR
Como conclusión de todos sus consejos nos dice que ve al cuento como una estruc-
tura de concentrado interés, que debe agarrar al lector desde el comienzo, suscitar
su curiosidad, incitar su espíritu adivinatorio y llevarlo hacia un final que no sea pre-
visible aunque esté en el campo de las posibilidades. Aunque no lo dice aquí explíci-
tamente, era devoto de los cuentos de efecto, esos cuentos (a la Maupassant, a la
Poe) que concluyen con una revelación inesperada. En el artículo de 1925 está
pensando sobre todo en ellos. No porque su arte se oriente únicamente en este sen-
75
tido, como han creído algunos lectores superficiales, sino porque está escribiendo
para jóvenes narradores. En efecto, está trasmitiendo los secretos de un oficio y es
lo que puede trasmitir, lo otro (la interiorización que el mismo había llegado a des-
cubrir y practicar) no puede enseñarse.
En la Carta a un amigo asienta algo muy revelador:
“Sé también que para muchos lo que hacía antes (cuentos de efecto, ti-
po “El Almohadón...”), gustaba más que las historias a puño limpio, tipo
“Meningitis” o los de monte. Un buen día me he convencido de que el
efecto no deja de ser efecto (salvo cuando la historia lo pide), y que es
bastante más difícil meter un final que el lector ha adivinado ya. (Ver
“Meningitis”)
Este pasaje revela lo mucho que ha meditado Quiroga sobre la estructura y técnica
del cuento. Lo que dice allí sobre el efecto es producto de su experiencia. De Poe
había aprendido el arte de preparar un final que cerrara el relato con una sorpresa.
Enfrentado al material nuevo de los relatos misioneros, aprende que el efecto final
puede ser solo mecánico, y por tanto una facilidad. Que resulta más difícil imponer
un final esperado, porque este debe parecer nuevo e inesperado. La sorpresa no
está en la solución sino en la forma de llegar a ella.
Finalmente dirá: “Luché porque el cuento tuviera una sola línea, trazada por
una mano sin temblor desde el principio al fin. Ningún obstáculo, ningún
adorno o digresión, debía acudir a aflojar la tensión de su hilo. El cuento era,
para el fin que le es intrínseco, una flecha que, cuidadosamente apuntada, par-
te del arco para ir directamente en el blanco. Cuantas mariposas trataran de
posarse sobre ella para adornar su vuelo no conseguirán sino entorpecerlo.”
Más específicamente narrativas son los puntos V, VI, VII y VIII, cuyas recomen-
daciones revelan la preocupación por una narración condensada e intensa, que
no se distraiga en adornos estilísticos y digresiones descriptivas.
En el punto VI manifiesta su desdén por la pureza idiomática. Al rechazar toda
preocupación por si las palabras son asonantes o consonantes revela una debili-
dad de su estilo, sobre la que se han encarnizado los gramáticos y los exquisi-
tos. No sentía la materia idiomática, no tenía el menor escrúpulo de pureza ver-
bal. En efecto, en sus textos hay confusiones, torpezas y vicios de expresión. No
era un orfebre, no utilizaba la materia idiomática como un fin en sí sino como
vehículo para su narración.
Los dos últimos puntos también son válidos para cualquier forma artística. El no-
veno interesa porque allí se concentra la objetividad de su arte: una objetividad
frente a la materia estética. Precisamente Quiroga se aleja de la emoción para
recuperarla luego en el recuerdo.
77
Relato
Escrito en prosa, suele confundírselo con el cuento, aunque su textura es comple-
tamente distinta. En un relato, no hay conflicto, ni crecimiento de la tensión narrativa
hacia un final expectante. De ahí que podamos detenernos en su lectura, insertar
nuevos elementos o suprimir otros que no se verá alterada su estructura. No tiene
como fin despertar el interés ni mantenerlo en el lector. Su interés se genera por
otros motivos.
[Leer “El valor de una sonrisa”, del libro Cómo ganar amigos, de Carneggie o de El paisaje y
su voz, de Juan Burghi, págs. 111-3] {Juan Burghi: Nacido en Montevideo, pero radicado en
nuestro país desde 1907, se lo considera escritor argentino.}
Artículo de costumbres
Es un tipo de relato que tuvo en sus comienzos una enmascarada intención didácti-
ca, a través de la sátira más o menos cruel. Son descripciones que están entre la
sociología y la ficción, pintan cuadros con típicas escenas de la vida cotidiana, taja-
das de vida social, familiar, grupal, en donde no acontece nada, por lo menos nada
que transforme la situación, y los personajes suelen ser típicos, representativos de
su grupo social.
{Leer El Matadero, de Esteban Echeverría, pág. 83. En El Matadero su autor crea un cuadro
de costumbres alentado por ideas sociales. No es el primer cuento argentino, como lo de-
claró Ricardo Rojas y otros repitieron, porque entre otras causas, no posee un hecho único
y las amplias descripciones entorpecen la naturaleza narrativa del cuento.}
Fábula
{Leer “La tela de araña”, de José Rosas Moreno, autor mexicano (1838-1883), tomada de la
Antología de fábulas, de César A. Gómez, Barcelona: Labor, 1969.}
78
Leyenda
Del latín: ’lo que debe ser leído’: de ahí su intención didáctica y aleccionadora. Es
una forma narrativa breve tradicional que combina elementos históricos y ficticios,
que generalmente da una explicación maravillosa a los fenómenos que ocurren, da-
do que los sucesos reales son transformados por la fantasía y admiración popula-
res. Los temas de las leyendas más frecuentes son religiosos, patrióticos o de la
naturaleza.
[Leer “Las lágrimas de una reina”, en Antología de leyendas de la literatura universal,
selección de García de Diego, Barcelona: Labor, 1954, como popular de Guadalajara, pro-
vincia española de la región de Castilla la Nueva].
Contexto histórico. Fernando I repartió sus dominios entre sus hijos. El reino de Za-
mora le correspondió a doña Urraca; a don Sancho, el reino de Castilla y a don
Alonso, Asturia y León. Pero el reino de Zamora estaba enclavado en los dominios
de León y sometido a él. Después de la muerte de Fernando I en 1065, Doña Urraca
gobernó en Zamora con tranquilidad unos años, pero las luchas por el poder entre
Alfonso y Sancho la obligaron a ayudar a Alfonso; debió entonces soportar el asedio
de Zamora (Cerco de Zamora) durante siete años, hasta que Sancho fue asesinado,
supuestamente instigado por Doña Urraca.
Tema: Origen del color de las piedras del manantial.
Tiempo: Mediados del siglo XI, antes del sitio de Zamora.
Género: Los caracteres que lo definen son:
* Situación histórica y geográfica definida;
* Personajes reales;
* Explicación maravillosa de un fenómeno: las piedrecillas del fondo del ma-
nantial se transforman en rubíes.
* Transmisión popular: “Y se cuenta...”
* Tema de la naturaleza: explica un fenómeno físico.
Crónica
Es una narración en prosa que sigue un orden cronológico de acuerdo con la suce-
sión ordenada de los acontecimientos que se registran. Se diferencia del cuento en
que este parte de un conflicto y el hecho único crece por una correspondencia de
causa y efecto sin interesarle la enumeración detallada y cronológica de todos los
sucesos.
[Referirse a las Crónicas de la Conquista y a los diarios de viajes].
RELATO
ARTÍCULO LEYENDA
DE
COSTUMBRES
CUENTO
CRÓNICA CUENTOS
POEMÁTICOS
FÁBULA
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
Consejo:
Tanto el trabajo con la bibliografía, la au-
toevaluación y las actividades le servirán para ir
monitoreando su aprendizaje o para realizar consul-
tas precisas en el foro.
82
MÓDULO IV
ELEMENTOS PARA EL ANÁLISIS DEL CUENTO
Unidad I
La literatura fantástica
1. Introducción
11
Nos dice Bioy Casares: “el hombre tiene sed de aventura y esa sed puede parecer satis-
fecha vicariamente en varias formas de la literatura.” En efecto, el lector vive la vida vicaria
de los personajes de la novela que lee. Lo mismo le ocurría al espectador del teatro griego y
romano. Esta experiencia indirecta o catarsis evitaba las revoluciones sociales, porque era
una válvula de escape muy importante por la cual hombres y mujeres compensaban las
tensiones de una vida deslucida, llena de frustraciones e injusticias, realizándose en forma
“derivada” a través de la imaginación. Según Aristóteles, el teatro catartiza porque al seguir
las peripecias de la trama de las obras representadas el espectador neutraliza las malas
tensiones, las trae a gobierno cuando advierte cómo padecen los extralimitados y cómo los
dioses los castigan; de ahí que la catarsis de los griegos tenga un sentido represivo. Sin
embargo, la catarsis del lector es diferente, porque este vive “endopáticamente” la vida del
personaje. Con esto consigue darle otro vuelo a su vida agrisada, intrascendente de toda
aventura y riesgo, que la literatura brinda.
84
Cuando Borges recibe el gran premio de Honor de la SADE por su libro Ficciones
(1941) señala que los argentinos no tenían el hábito de reconocer el valor de la lite-
ratura fantástica, a la que generalmente le atribuían una función escapista o evasi-
va. “Yo no conozco –decía Borges– literatura fantástica valiosa que no sea profun-
damente insertiva, porque, al contrario de lo que se cree, el poder alucinante que
esta ejerce en el lector lo obliga a meterse en los niveles más profundos de la reali-
dad y no así una mera literatura realista”.
Y esto es lo que no vemos, porque no tenemos pupila educada para ver la confluen-
cia de mundos imaginarios en la que estamos insertos. Borges fue uno de los prime-
ros que afirmaron esta característica acentuada en nuestras letras desde por lo me-
nos la década de 1870. De todos los países hispanoamericanos es la Argentina el
que tiene el caudal mayor de obras que corresponden a la índole fantástica. Esto se
debe a la porosidad o receptividad que ha tenido Buenos Aires para captar todo lo
que es influencia europea. Como no hemos padecido el temor de los débiles ni de
los escritores noveles que dicen “no leo a Goethe para que no me influya”, hemos
tenido el valor de absorber todo lo que nos ha venido. Quienes recorran las revistas
viejas advertirán la temprana traducción de cuentistas de literatura fantástica en
nuestro país: Stevenson, Conrad, Hawthorne, Chesterton, entre otros. Este caso es
único en la literatura del continente por eso hemos generado una producción fantás-
tica importante. La pena es que tengamos que recurrir a trabajos extranjeros para
poder conocer la historia de nuestra propia narrativa, ya que nuestra investigación
está en pañales. En efecto, la literatura fantástica del siglo XIX permanece sin explo-
rar. Autores como Olivera, Monsalve, Ghell, etc., se nos presentan como ilustres
desconocidos.
85
Todo ser humano tiene una fantasía combinatoria general, elemental. (Miramos la
luna y decimos: “la luna es una lentejuela”, porque asociamos). Pero hay otra fanta-
sía que es la artística. El escritor, por ejemplo, tiene una mayor competencia que el
hombre común para desarrollar mejor las combinaciones; su sentido estético lo
orienta en este quehacer. A su vez, todo escritor cuenta con una fantasía artística
básica y, por más realista que pretenda ser, siempre encontraremos en sus escritos
asociaciones de imágenes que nos permiten ver el mundo desde su perspectiva,
aunque esa combinación sea básica, casi fotográfica, por estar muy apegada a la
realidad.
A diferencia de esta, tenemos la fantasía artística exacerbada que, por sus princi-
pios, resulta más libre para encarar las asociaciones imaginarias; por esta vía se
alcanza una dimensión de libertad creadora mayor. Esto no significa un desbande
fantasioso sin límites. Por esta línea nos iremos acercando a lo fantástico.
86
Para ser más estrictos en las designaciones, ajustaremos algunos conceptos que
suelen mezclarse con lo fantástico.
Entre ellos:
12
Los europeos usan, para referirse al mundo mágico de las hadas o los gnomos la palabra
feérico. El Diccionario de la lengua de la RAE no registra esta voz galicada. A cambio tenemos
una castiza expresión: hadado, es decir, lo perteneciente al mundo mágico. A partir del siglo
XIII se habla de “malhadado” o “bienhadado”, según aquel que haya tenido un hada buena o
mala en su nacimiento.
13
Las clasificaciones que nacen de la explicación de los hechos narrados se establecen fuera
de la creación. Su función consiste en guiarnos en la lectura de los cuentos, pero de ninguna
manera debemos imponérsela a los escritores.
87
Hecho insólito
realidad
Ante la aparición de un hecho insólito –como el que refiere el narrador del cuento
“El leve Pedro”, de Anderson Imbert, donde un hombre comienza a adelgazar y a
perder gravedad hasta alzarse en el aire y desaparecer en el infinito– el lector tiende
a buscar una explicación lógica de los sucesos.
Al respecto, habría dos vías para poder catalogar el tratamiento de los hechos:
a) Verificar si lo experimentado no es una ilusión de los sentidos, es decir, so-
lo producto de la imaginación estimulada por el sueño, la duermevela o el desequili-
brio que pueden producir el cansancio, la locura, las drogas, el alcohol, etc. De ser
así, el hecho, que presumiblemente ocurrió, solo ha sido una apariencia, una mera
ilusión provocada por un desajuste de la subjetividad del receptor que creyó haber
percibido algo que nunca existió. Una vez superado el trance, todo vuelve a la nor-
malidad y se retorna el mundo coherente. No hay cambios ni agresiones por parte
de la ilusión que se superpone a la realidad.
b) Comprobar que el hecho insólito al que nos enfrentamos está muy lejos de
ser una ilusión dado que se trata de una realidad potente, evidente e indiscutible.
Atendemos, entonces, a las posibilidades de explicación que se pueden dar, siem-
pre dentro de lo racional.
La primera causa que explicaría la levitación del personaje podría relacionarse con
procedimientos físicos, químicos, mecánicos, parasicológicos…, en cuyo caso ha-
blaríamos de una explicación científica. (Literatura de ficción científica).14
El hombre levita porque:
14
Mal llamada de “ciencia-ficción”, dado que se trata de un anglicismo.
88
Existe una tercera posibilidad en la cual el narrador no aclara –ni por la vía lógica ni la
sobrenatural– la explicación de los hechos que presenta y deja en vilo al lector, como
en el aire, sin fundamentos. Este es el caso del suceso fantástico en que la circuns-
tancia no satisfecha por ninguna explicación sumerge al lector en la ambigüedad.
15
Teológicamente, “ascensión” es la subida por sí mismo, sin la ayuda de nadie, y “asun-
ción”, como la Asunción de la Virgen María, se refiere al ascenso asistido; en el caso de la
Virgen, corresponde asunción cuando fue llevada en palmas por los ángeles.
16
En el folclore de todas las civilizaciones del mundo, el elemento maravilloso es muy abun-
dante. En nuestro país tenemos un buen caudal de cuentos maravillosos que siguen los
módulos de motivos europeos y orientales. Lo curioso es que, en nuestro acervo popular, no
aparecen hadas sino ánimas que ayudan a los vivos. Doña Berta Vidal de Battini ha recogi-
do en su libro Cuentos y leyendas populares de Argentina (1980) esta narrativa folclórica
maravillosa en la que no se registra ningún hada, pero sí ánimas que pueden ser de algún
pariente. Por ejemplo, en nuestra Cenicienta no aparece el hada madrina que con una varita
mágica ofrece sus dones. La versión más elemental que tenemos nos dice que Cenicienta
pide prodigios a una planta de porotos mágicos. La segunda versión refiere el encuentro de
la joven con un viejito que posee una varita de “virtú” con la que otorga dones. Pero es la
tercera versión donde el ánima de la madre de Cenicienta se le aparece a la hija para ayu-
darla y transformarla.
89
Aclaraciones previas:
I) No podemos definir lo fantástico por los temas, como algunos creen. Técni-
camente el “tema” de una obra no se vincula con lo fantástico. Como ya vimos,
tema es el significado profundo, de trascendencia humana que toda obra po-
see. En rigor, no hay temas fantásticos.
II) No podemos definir lo fantástico por los motivos literarios. Motivo, como la
palabra lo indica, es el motor que pone en funcionamiento las acciones de la
trama; también se lo define como una pequeña situación o unidad narrativa que
se introduce en el relato para producir un cambio.
Los motivos de la literatura se han clasificado y ordenado numéricamente
–llegan casi a cinco mil– abarcando todas las posibilidades que pueden darse
para originar una historia. Son motivos, por ejemplo:
1. el hombre que lucha con un monstruo;
2. el premio al vencedor;
3. los tres deseos;
4. el hombre entre dos mujeres;
5. el doble; etc.17
Los estudios sobre motivos han tipificado los cuentos demostrando que todos están
armados respondiendo a una combinación de motivos. Estos, como trebejos, se van
entrecruzando libremente y pasando de un cuento a otro.
Por ejemplo, si tomamos el de los tres deseos –antiquísimo motivo de la literatura que
se encuentra ya en el Pantchatantra– por el cual a alguien le es concedido el poder
de hacer uso de tres prodigios, podemos verificar los distintos tratamientos que ha
recibido ese motivo y clasificar las narraciones según ese tratamiento particular.
17
Ver: Morfología del cuento (1928) de Vladimir Propp.
90
CASO 1
Argumento: Un matrimonio de ancianos hace el bien a un viajero que llega cansado
y sediento; le dan comida y albergue. Al día siguiente, el viajero les dice –en las ver-
siones populares es el Dios Padre– que les va a conceder tres deseos. Apenas
traspone la puerta, el dueño de casa formula el primer deseo: “lo que quiero real-
mente es una longaniza”. Acto seguido, le aparece lo pedido en el plato. La mujer
reacciona: “Viejo estúpido, ojalá se te pegue en la nariz” (segundo deseo). Se le pe-
ga. Y tienen que quemar el tercer prodigio para sacar la longaniza de la nariz del
viejo.
Origen: cuento popular18
Motivo: Los tres deseos
Tema: El cuento puede quedar así, como una situación graciosa que provoca la
sonrisa, o puede tener una coda reflexiva sobre la condición humana. Es decir, si
sondeamos en lo temático, este cuento nos lleva a reflexionar sobre cómo uno se
precipita a querer algo sin pensar y de qué manera rompe la posibilidad de obtener-
lo por el atropello. Como dice el proverbio chino: “el ansia de beber derrama la co-
pa”.
Tratamiento: hecho maravilloso de explicación sobrenatural.
CASO 2
Argumento: Un peregrino regala tres patitas de cabra a un matrimonio que lo ayudó
a pasar la noche y lo alojó en su casa. Les dice que cada una de ellas es capaz de
concederles un deseo. El viajero se despide y se va. En ausencia del marido, la mu-
jer, para probar si las patitas realmente tienen poder, formula frente al espejo el pri-
mer deseo: “quisiera ser negra”. Se transforma en una mujer de color. Llega el mari-
do, entiende lo que ha pasado y exclama: “¡qué estúpida! merecerías ir pegada a mi
trasero” (segundo deseo). La mujer se adjunta a la cadera del marido. Y tienen que
gastar el tercer prodigio para separarse.
Origen: cuento popular
Motivo: los tres deseos
Tema: El proceso es muy parecido al Caso 1, pero no igual. Aquí la mujer queda
negra para siempre. Es decir, cuando las posibilidades que ofrece la vida son dilapi-
dadas por la falta de previsión o el apresuramiento con que las enfrentamos, no sa-
limos ilesos de la prueba. Aparece el castigo.
Tratamiento: hecho maravilloso de explicación sobrenatural.
18
Ver: Los cuentos populares españoles recogidos de la tradición oral (1946), de Aurelio M.
Espinosa.
91
CASO 3
Argumento: Un matrimonio inglés tiene un hijo único que es amigo de un oficial que
ha pasado casi veinte años en la India; de allí ha traído una zarpa de mono hechi-
zada que, según dicen, otorga a sus dueños tres deseos. Lo invitan a cenar una no-
che de tormenta en las afueras de la ciudad donde tienen la cabaña. Frente al hogar
de la casa, el oficial cuenta sus hazañas y experiencias. El joven le pide que le ven-
da la zarpa mágica, pero él se niega. Comenta que si bien esta ha concedido dádi-
vas a sus dos dueños, estas han venido acompañadas por circunstancias muy con-
fusas y funestas. Pero tanto insiste el muchacho que el oficial termina por dejársela
sobre la estufa. Apenas se va, el padre invoca al espíritu de la zarpa para pedir el
dinero de la hipoteca: 200 libras. Nada pasa. Al día siguiente, llaman a la puerta, es
un empleado de la fábrica donde trabaja el hijo. Anuncia a sus padres que el chico
ha perdido la vida en un accidente con las máquinas y que la empresa quiere re-
compensar a su familia con 200 libras del seguro. Los padres se sienten comprome-
tidos con esta muerte. Entierran al hijo y, en una noche de tormenta, casi idéntica a
aquella otra en la que supieron de la existencia del amuleto, reconocen que les que-
dan dos deseos por formular. Piden que el hijo retorne a la vida. Sienten golpes en
la puerta, la madre va a abrir, pero en el ínterin el padre recapacita acerca del mons-
truo con el que se pueden encontrar y, antes de que la mujer corra el cerrojo, enun-
cia el último deseo para que el muchacho, o lo que queda de él, retorne al sepulcro.
La mujer logra abrir pero no encuentra nada, solo el vacío de la noche y la ráfaga
del viento que entra cargada de hojas.
Origen: cuento literario. “La zarpa de mono”, de W. W. Jacobs, en la Antología del
cuento fantástico (1940), de Borges, Bioy y Silvina Ocampo, Buenos Aires, Sudame-
ricana.19
Motivo: los tres deseos
Tema: la perplejidad ante la presencia de lo inexplicable.
Tratamiento: hecho fantástico, donde las explicaciones van de la mera casualidad a
la creencia de pensar en el embrujo maléfico de la zarpa. Quedamos en la ambi-
güedad y nada se nos explica.
Este cuento, que apareció en 1898, y que con bastante frecuencia se incluye en las
antologías destinadas a este tipo de narraciones, ejemplifica muy bien el manejo fan-
tástico de un motivo, que nunca lo es él por naturaleza sino por su administración.20
19
Se lo incluye también en Antología del cuento extraño, de Rodolfo Walsh, Buenos Aires,
Hachette, 1976, pág. 105.
20
A principios del siglo XX fue traducido y publicado en un diario argentino, respondiendo a
ese gusto de nuestro país por lo fantástico. Se lo llevó al teatro por su sustancia representa-
tiva y, al día siguiente de exhibida la obra, un crítico inglés censuró el mal gusto de su direc-
tor por haber presentado en la escena a un ser deforme y carcomido por la muerte. Nada de
eso había aparecido en el escenario. Pero fue el poder de convicción que produce el gesto
de la mujer mirando con avidez la negrura de la noche y la preparación previa del especta-
dor que hizo que el crítico se confundiera.
92
PARA SINTETIZAR
Lo fantástico es aquello que no tiene explicación definida y que, por tanto, nos deja
en la ambigüedad. O bien este cuento se explica por la suma de casualidades o lo
entendemos por lo siniestro, lo subyacente. A esto apuntaba el oficial inglés cuando
decía que todo parecía normal, un juego de coincidencias, dado que nada impresio-
naba como una trama fatídica. Esta situación de incertidumbre –que siempre es
fructífera en literatura– sume en perplejidad al lector. Pero la perplejidad no indica
que se esté dominado por el terror, porque ella alude, incluso, a un plano racional. En efec-
to, el perplejo es que está expectante frente a un hecho sin saber a qué atenerse. Y es
esa inseguridad o falta de certeza la que da pie para que nos sintamos poco a poco
agredidos como lectores.
Cuando el hecho es maravilloso y estamos ante una explicación
sobrenatural, el mundo corriente no se siente alterado: sabemos
que es otra dimensión que opera como una esfera dentro de
otra; todo vuelve luego a su cauce natural. No hay poder de
agresión en esto. En cambio, lo fantástico tiene un principio de
agresividad. Porque una de las técnicas que los autores mane-
jan para lo fantástico reside en la acentuación de lo cotidiano, de
lo habitual y, en ese ámbito, introducen un pequeño elemento
fantástico, a la manera de una hendidura, una hendija, una frac-
tura. Esa fractura tiene poder penetrativo de proyección gradual
que es lo que nos amenaza, dado que sentimos que por allí co-
mienza a desmoronarse el mundo. Por eso, uno de los cuentos que mejor grafica
físicamente la acción penetrativa, gradual, de resquebrajamiento que el suceso fan-
tástico produce en el mundo de lo real sea “Casa tomada”, de Cortázar, porque allí
no aparece ninguna explicación del hecho y lo podemos adscribir a distintas inter-
pretaciones:
Otro cuento que grafica la agresión que produce lo fantástico es “Continuidad de los
parques”, del mismo autor. El protagonista lee la novela sentado en un sillón de pa-
na verde frente a un ventanal. De a poco se mete en la trama, se deja succionar por
esta donde los personajes: una mujer y su amante van a matar al marido. El amante
avanza por el parque hacia la casa, pasa por corredores, entra en la habitación
donde hay un hombre leyendo un libro, sentado en un sillón de pana verde frente a
un ventanal, y la trama se cierra. Es decir, la ficción (novela R2) se ha desborda-
do sobre la R1 de nuestro cuento, sin explicaciones, y nosotros, instalados en la
R0 somos a su vez lectores de esa situación y nos sentimos también tocados. Por
eso, los personajes pueden padecer o no la situación fantástica, puede que desco-
nozcan lo que están viviendo, pero el lector, que está afuera, no. Este siempre que-
da en una especie de movimiento pendular sin encontrar salida.
Lo que el lector debe entender es que la situación planteada en todo cuento fantás-
tico tiene características de “real”, y a tal punto lo es que vive los sucesos como si
fueran de su mundo. Esta experiencia que Ortega y Gasset llama “apoblamiento del
lector” se logra porque se ha suspendido su incredulidad y, por lo tanto, participa
con tanta fe en lo que está ocurriendo que, al no tener explicación lógica de los he-
chos, siente la agresión sobre su condición humana.
to fantástico cuando el narrador acota una explicación científica. De ahí que casi la
totalidad de la trama grafique la potencia de lo fantástico que estaba latente y que
actuaba por detrás de la realidad. Esa que de golpe aparece al abrir el almohadón –
como abrimos un cuento con final efectista– y nos revienta en la mano. Pero Quiro-
ga apaga el efecto agregando la coda.
Respecto de la apelación del temor como efecto fantástico, existen teorizadores
como Lovecraft, por ejemplo, escritor de cuentos de ficción científica en su mayoría,
que insisten en que el temor se yergue como el único efecto fantástico que importa.
Según él, para que un cuento sea fantástico, deberá despertar en el lector un pro-
fundo sentimiento de pánico ante la presencia de potencias extrañas. Sin embargo,
no es este el sentimiento que produce la lectura de “Las ruinas circulares”, de Bor-
ges o “Casa tomada”, de Cortázar. En ellos el lector se sume en la perplejidad o la
inseguridad, pero no pasa más allá. Sin duda, Lovecraft está legalizando su propio
arte basado en la creación de atmósferas agobiantes e indefinidas que producen el
terror en sus historias. Recordemos que un hecho maravilloso, como la existencia
de vampiros o fantasmas, es el más indicado para producir terror o efecto macabro
al responder a una fuerza sobrehumana, no así lo fantástico.
b) los motivos recurrentes: que son los que se reiteran a lo largo de la obra
para acentuar un determinado efecto: el viento, silbidos, cierta música, alaridos, au-
llidos, y todo lo que sobreabunda en El castillo de Otranto (1764), de Walpole, obra
que marcó una época y que es la que inaugura la “novela gótica”, llamada así por-
que ubica su acción en el ámbito medieval, con su arquitectura peculiar. “La casa de
Usher”, de Poe, estaría dentro de la misma línea. Luego, el desplazamiento semán-
tico hace que por novela gótica se entienda toda aquella llena de truculencias, de
anticipaciones nítidas de lo que sucederá; todo un preámbulo insólito que lo hace
esperable. Y es contra esto precisamente que reacciona Bioy en sus consideracio-
nes, porque estima que hay otro tipo de cuento fantástico –como luego dirán otros
teóricos–. Está este tipo de cuento fantástico que se crea con el ambiente o la at-
mósfera21 y aquel otro que se ubica en una realidad cotidiana, normal, sin preanun-
cios escenográficos.
Si quisiéramos aventurar una distinción (que Bioy no hace) tendríamos:
Ambiente: Entorno visible constituido por: la estación, la hora y la época o
período histórico. Aquí entrarían la escenografía, el ámbito físico, el mobiliario
o la naturaleza, en el caso de un espacio abierto; también podríamos incluir a
21
Bioy emplea estos dos términos como sinónimos. Sabemos que no existe aún un diccio-
nario de designaciones léxicas literarias y entonces no se separan las aguas. Sí contamos
con el Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria, de Angelo Marchese y Joaquín
Forradellas, Barcelona, Ariel, 1986.
96
Qué diferente hubiera sido si el poeta hubiera dicho: “El arpa se veía en el ángulo
oscuro del salón”, la tensión no se hubiera dado.
A esto llamamos habilidad sintáctica para crear una situación de suspenso; al lector
se le impone el sujeto final, porque lo anterior lo abrumó con la expectación sintácti-
ca. El hipérbaton ayuda a desplazar al final el interés mayor. Entonces, el asesino
97
PARA SINTETIZAR
escenografía (I)
s
Las atmósfera propicia
motivos recurrentes (II)
Finalmente, Bioy Casares nos dirá que existe otro tipo de cuento fantástico que se
aparta de la escenografía o atmósfera tensionadas como resorte y se inclinan por la
presentación de escenas calmas, cotidianas, creíbles: el marido está en pantuflas
leyendo el diario, la mujer sirve el té y allí es donde se introduce la criatura insólita
para producir el hecho extraño. Este es el realismo de la literatura:
“que en las vidas consuetudinarias y domésticas como las del lector suce-
diera el fantasma. Por contraste, el efecto resultaría más fuerte”.
Surge, entonces, lo que podríamos llamar “la tendencia realista de la literatura fan-
tástica” que es propia de Wells.
Pero con el tiempo, este recurso crea a su vez la convención y esto resulta nocivo
porque sospechamos que existe un juego prefijado. Entonces, las escenas de cal-
ma, de felicidad, de proyectos… se presentan como claros anuncios de las peores
calamidades; estamos preparados ante esa facilidad de la vida para que el golpe
destruya todo ese tejido ideal y así, el contraste o sorpresa que se ha querido con-
seguir, desaparezcan.
Para que la sorpresa del argumento resulte eficaz, debe estar preparada por las no-
tas emocionales –que se reparten a lo largo de la trama y que anticipan el final sin
develarlo– y atenuada a un tiempo. Sin embargo, a veces, la repentina sorpresa fi-
nal puede ser un recurso eficacísimo.
Hay un cuento de Leopoldo Lugones “Los caballos de Abdera”, incluido en Las fuer-
zas extrañas (1906) que ejemplifica admirablemente estos finales. En Abdera, la
ciudad griega que se hizo famosa por la calidad de sus equinos y los cuidados que
los hombres les brindaban, los caballos comienzan a tomar conciencia del papel que
cumplen, se humanizan, dominan la ciudad22 y los hombres se convierten en sus
esclavos. Los pueblos vecinos se ponen en campaña para evitar que el imperio
equino se extienda. Pero alguien surge detrás de una colina, se asoma por encima
de los pinos: es el león de Nemea. En el momento del rugido, los animales –por más
inteligentes que sean se repliegan por el pánico a su condición bestial ante su rey–
ven al león y huyen despavoridos hacia el mar. Pero ¿quién es ese enorme león de
Nemea que aparece entre los árboles? Hacia el final del cuento, el enmascarado se
quita la cara de león, la piel que lo cubre y aparece Heracles quien los ha engañado.
¿Por qué el efecto final? Porque el león de Nemea –región de Grecia– mató a Hera-
cles. Sin duda, el efecto queda un poco ensombrecido al darse la explicación de qué
animal se trata.
Para terminar, recordemos que la literatura fantástica no se concibe como un mero
juego para gente despreocupada o evasiva, que no quiere comprometerse con la
realidad. Al contrario, el poder alucinante que esta posee la hace mucho más inser-
22
Hay muchas figuras míticas de caballos inteligentes, parlantes y premonitores: los de Po-
seidón, de Aquiles, el moro de Facundo Quiroga que le anuncia la suerte en las batallas,
entre otros.
100
tiva en la existencia profunda del hombre que cualquier literatura realista. La gente
que se interesa por esta literatura fantástica no deberá ser tildada de despreocupa-
da por vivir evadiéndose a mundos ilusorios, a materia de invención antojadiza y
prescindible. La lectura de Kafka, por ejemplo, no permite la evasión, porque el pa-
decimiento al que conduce, gobierna y dirige termina por anular cualquier pretensión
de huida. Este autor no describe lugares ni da siquiera nombres de personajes, ya
que nos mete de lleno en la vorágine de denuncia profunda de la condición humana.
Y como él, tantos otros autores de lo fantástico. Frente a este tratamiento, el realis-
mo como postura frente al universo no tiene valor, se agota en sí mismo.
Qué responde Borges respecto de lo fantástico ante la pregunta:
—¿En qué reside el encanto de los cuentos fantásticos?
—Reside, creo, en el hecho de que no son invenciones arbitrarias, porque
si lo fueran, su número sería infinito. Reside en el hecho de que siendo
fantásticos son símbolos de nosotros, de nuestra existencia, del universo,
de lo inestable y misterioso de nuestra vida y de todo eso que nos lleva de
la literatura a la filosofía. Es condición esencial de la literatura fantástica
no que sea ingeniosa, sino que sea simbólica. La isla del Dr. Moreau, de
Wells y El proceso, de Kafka, uno de aparato cientificista y otro casi oníri-
co tienen en común la expresión de la angustia de un hombre solo en me-
dio de una pesadilla, nexo común de toda literatura fantástica, porque es
sensación que cada uno suele tener cuando es adolescente.
A partir de esta reflexión advertimos cómo Borges vincula la raíz de la literatura fan-
tástica a un padecimiento personal propio de una etapa de la vida que es nexo co-
mún de todos los seres humanos. En efecto, la adolescencia aparece ofrecida como
ese lapso en que la existencia de los seres padece la soledad, el aislamiento y la
incomprensión. En ese sentimiento se genera la obra fantástica. A su vez, esta nos
devela el profundo sentido del hombre, porque es revelación simbólica de lo hu-
mano permanente.
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
Consejo:
Tanto el trabajo con la bibliografía, la au-
toevaluación y las actividades le servirán para ir
monitoreando su aprendizaje o para realizar consul-
tas precisas en el foro.
103
Unidad II
1. Introducción
I) DATOS EXTERNOS
Antes de enfocar la obra en sí y de adentrarse en ella, es necesario conocer ciertos
datos externos o elementos auxiliares que permitirán esclarecer la intención del au-
tor y el contenido del texto. Los hemos clasificado en biográficos, bibliográficos e
informativos. Los primeros se refieren a la vida, obra, época y movimiento literario al
que pertenece el autor; los segundos, a la ubicación del texto: título, edición (edito-
rial, lugar, fecha), y los últimos, a los antecedentes, definición y fines del género lite-
rario al que corresponde la obra. Veamos el sentido que cada uno de ellos tiene en
la significación global.
Es importante saber a qué nos referimos cuando hablamos de “lectura”23 del texto,
más allá del simple hecho de recorrer el relato desde el principio hasta el final, tra-
tando de obtener una respuesta a la pregunta ¿qué se nos cuenta? o ¿cómo termi-
na el cuento? Con esta expresión se quiere significar el hecho de interpretar el texto.
Un texto puede tener diferentes lecturas o interpretaciones, esas diferencias depen-
den del aspecto en el cual se haya puesto mayor énfasis para darle sentido. A veces
esas interpretaciones se alejan entre sí, no se corresponden, aunque, la mayoría de
las veces, se complementan; en estos casos, es importante preocuparse por saber
cuál de ellas es la más abarcadora respecto de las otras.
Historia y discurso. Un paso anterior a la interpretación y que colabora con ella
es el de la descripción del texto. Podríamos basarnos en las nociones descripti-
vas básicas de historia y discurso. El relato es historia en la medida en que evo-
ca una serie de acontecimientos que pueden ser contados de modos diferentes y
por distintos medios (historieta, texto literario, teatro, filme, etc.). Y es discurso en
la medida en que esos acontecimientos son transmitidos por un narrador a un
lector.
Importa aquí la manera en que el narrador relata los hechos más
que los hechos mismos.
23
Las nociones para este punto han sido tomadas de críticos contemporáneos, especial-
mente de Roland Barthes, T. Todorov y A. J. Greimas. (Ver bibliografía).
106
ninguna de ellas para explicar las que preceden y siguen. Una relación de es-
ta causa efecto va determinando su aparición (por ejemplo: Cristóbal no osa
mirar el tapiz; Cristóbal es atraído y seducido por este; Cristóbal gira sobre
sus talones para enfrentarse con el tapiz).
b) Catálisis: son funciones que se encuentran insertadas entre las anteriores y
suponen una detención momentánea del relato, entendido como puro suce-
derse de acontecimientos (ejemplo: descripciones, reflexiones del narrador,
de un personaje; en nuestro cuento: la evocación de la historia del tapiz, la
descripción de los ornamentos de la iglesia, etc.).
c) Indicios: remiten a modos de ser de personajes y situaciones, a un “clima”, a
un ambiente (ejemplo: el monólogo de un personaje que permite conocerlo, el
diálogo de sus amigos que hablan de él, los mecanismos para crear una at-
mósfera de terror, etc.). En nuestro cuento, funcionan como indicios para an-
ticipar el clímax algunos comentarios del narrador: “Hay mucho viento en la
calle.” “Ya empezó la primera misa.” “Cristóbal entrecierra los ojos.” “Ascien-
de hacia las bóvedas la fragancia del incienso.”
d) Informantes: proporcionan datos imprescindibles para la comprensión del re-
lato, aunque puedan aparecer como simples detalles (ejemplo: la ubicación
espacial y temporal de la historia, indicación de la edad y defecto físico de
Cristóbal, etc.).
Estas funciones no tienen por qué darse en forma pura; así, una catálisis puede
contener indicios e informantes o, en el desarrollo de un núcleo, puede manifes-
tarse un indicio, etc. Por otra parte, de acuerdo con el predominio de la clase a) o
c) de funciones, el relato será funcional o indicial.
La secuencia.
sobre pintura flamenca y holandesa, encontramos: “Este tema de los Magos llega-
dos de los cuatro puntos del mundo para adorar a un niño sin albergue, nacido en
una noche de invierno bajo el cobertizo de un establo miserable y perdido, era de
los que gustaban a Rubens por la pompa y los contrastes.”
Por el tipo de manufactura y por la marca todavía visible (doble B = Bruselas / Bra-
bante) es evidente que fue tejido en la Real Tapicería de Bruselas por los “maestros
tapiceros”. Se ignoran fechas y demás datos de manufacturas, perdidos por el in-
cendio a fines del siglo XVII que devoró el archivo de los tapices de la Casa.
Se sabe que el paño, que mide 7m x 7m y que pesa 100 kg, estuvo mucho tiempo
colgado en uno de los fríos muros del Palacio Real y del Escorial para deleite de
Felipe IV hasta el día en que otro monarca, Fernando VII, resolvió mandárselo de
regalo al funcionario de la corona, el gobernador de Filipinas. El tapiz es enviado en
un navío.
Corría el siglo XIX y en América, como en España, soplaban vientos de libertad. Los
buques argentinos navegaban armados en corsario para hostigar y apresar naves
españolas. Acorde con esto, uno de aquellos buques criollos –llamado “Vigilante”–
abordó a un navío realista y su comandante, Comodoro Diego Chayter, se apoderó
del tapiz –según nos cuenta Pastor Obligado en Tradiciones de Buenos Aires (1898)
y cita Udaondo– que nunca llegaría a Manila.
En pésimo estado, se descargó en el puerto de Buenos Aires y fue rematado como
simple alfombra en pública subasta en la Aduana y vendido a un tal Dr. Pedro Pablo
Vidal,24 canónigo, por la suma de 16 onzas peluconas. Luego decide desprenderse
de la tela y la dona al Convento de las Hermanas de Santa Clara o Clarisas, sito en
la esquina de Potosí (actual Alsina) y Las Piedras. El tapiz se cuelga en un muro de
la iglesia de San Juan Bautista, anexo al convento de las religiosas, por más de un
siglo. Fue en ese lugar donde hubo de ser sometido, en 1876 y 1890, a una serie de
“retupidos” de los tejidos, labor que realizan tres madres mayores.
Explica Udaondo: “Para la confección de un tapiz de esta naturaleza el artista debió
preparar un cartón pintado para modelo de los que habrían de ejecutarlo en seda
cordoné, a la antigua, trenzado en seda y lana, como el de San Juan, con trama y
cadena, bordado en trozos chicos, unidos luego entre sí, que ofrecen efectos colo-
ristas de extrema delicadeza, cuya técnica ya se ha perdido.”
Esta explicación indica el compromiso que encierra la tarea de restauración.
El tapiz padeció otras terapias. En 1935, a instancias de Udaondo –alarmado ante
los signos de deterioro de la tela–, se llama a tres especialistas de Madrid (emplea-
das del Museo del Prado) para viajar a Buenos Aires. Las restauradoras españolas
hacen un trabajo a fondo de limpieza y zurcido, pero sin respetar la técnica original y
el contexto de la obra; luego hubo que rehacer zonas, equivocadamente retejidas
por las españolas.
Más tarde, cuando las hermanas del convento (que sería demolido) se mudan a San
Miguel, el tapiz es donado al Episcopado Argentino, con motivo de la anunciada visi-
ta del Papa Pablo II. En el nuevo lugar, no había sitio para albergar tapiz de seme-
jantes dimensiones.
24
Nacido en Montevideo en 1777, este religioso llegó a ocupar el puesto de canónigo magis-
tral en la Catedral Metropolitana, después de haber sufrido persecuciones por ser unitario.
109
Se lo dejó suspendido en una barra por un tiempo para recuperar la forma y la caída
primitiva (por haber estado mal colgado durante años, se había distorsionado por
completo).
Hoy cuelga en todo su esplendor, pero necesita cuidados extremos: nada de cigarri-
llo, ni excesivo calor o frío, protegido del sol y de la humedad, evitando que el polvo
y el smog del exterior lo invadan.
b) Biografía de Rubens
Petrus Paulus Rubens (1577-1640), pintor flamenco consi-
derado uno de los más importantes representantes del estilo
barroco del siglo XVII. En su arte combina el color y la luz tré-
mula de la escuela veneciana, con la fuerza ferviente del arte
de Miguel Ángel y el dinamismo formal de la escultura helenís-
tica. Su influencia en los artistas posteriores fue notable. Estu-
vo de aprendiz con tres pintores flamencos menores quienes lo
consideraron un artista precoz, al igual que antes había sido un
temprano estudiante de las lenguas modernas europeas y de la
antigüedad clásica. A los 21 años, llegó a ser maestro pintor en la guilda de san Lu-
cas de Amberes. Viajó luego a Italia, centro del arte europeo de aquel entonces, y
sintió la fuerte atracción por la escultura de Miguel Ángel y Rafael. En 1600 llegó a
Venecia donde las obras de Tiziano, Veronés y Tintoretto dejaron en él profunda
huella. Allí se asocia a los principales humanistas del momento. Vincenzo Gonzaga,
duque de Mantua, lo contrata durante nueve años. A la muerte de su madre se ins-
tala en Amberes y se casa. Lo convocan para ser pintor de la corte. El número de
pinturas que le encargaron fue tan enorme que en su amplio taller solo realizaba el
boceto inicial y los toque finales, mientras que sus aprendices completaban todas
las fases intermedias. Vivió rodeado de halagos y de los beneficios materiales que
le otorgó la fama. Realizó memorables obras para los monarcas europeos y sus
cuadros pueblan la mayoría de los museos del mundo, pero, tal vez, sea Londres la
ciudad que contenga la colección más rica de su obra.
Entre sus piezas más celebradas, que se encuentran en el Museo del Prado, están:
El juicio de Paris, La adoración de los Magos, El rapto de Proserpina, Las tres gra-
cias, El jardín del amor.
110
Cuando hubo nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes,
unos MAGOS26 del Oriente llegaron a Jerusalén.
Y convocando a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pue-
blo, se informó de ellos donde debía nacer el Cristo.27 Ellos le dijeron: En
Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: “Y tú, Belén,28
(del) país de Judá, no eres de ninguna manera la menor entre las principa-
les (ciudades) de Judá, porque de ti saldrá el caudillo que apacentará a Is-
rael, mi pueblo.
Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos y se informó exactamente
de ellos acerca del tiempo en que la estrella29 había aparecido. Después los
envió a Belén diciéndoles: «Id y buscad cuidadosamente al niño, y cuando
lo hayáis encontrado, hacédmelo saber, para que vaya yo también a adorar-
lo.» Con estas palabras del rey se pusieron en marcha, y he aquí que la es-
trella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegan-
do se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver de nuevo la es-
trella experimentaron un inmenso gozo. Entraron en la casa y vieron al niño
25
Basados en el mismo motivo de este cuento encontramos otros:
- “Cuento de Noche Buena”, en Cuentos fantásticos, de Rubén Darío, Madrid, Alianza, 1976.
- “El primer milagro”, en Blanco en azul (1944), de Azorín, Madrid, Espasa Calpe, 1968.
26
Nombre que entre los persas y caldeos se daba a hombres doctos que cultivaban las
ciencias, especialmente, la astronomía.
27
Este rey recién nacido es, a los ojos de los magos un rey universal, tal como lo daban a
conocer los divinos oráculos de la Biblia que se esparcían por el mundo de entonces. Pero,
para ellos, no es un rey como los demás, sino el ideal; desde tiempo atrás, anunciado y
prometido por Dios, que había de salvar a su pueblo y a toda la humanidad.
28
Belén, ciudad situada a ocho kilómetros, al sur de Jerusalén. Hoy una hermosa basílica
recuerda el nacimiento. En la gruta que está debajo arden constantemente treinta y dos
lámparas; una estrella indica que allí nació el Redentor.
29
Santo Tomás cree que el astro que vieron los Magos fue particularmente creado por Dios
al efecto, pues aparecía de noche y de día, se ocultaba y se mostraba, se movía o se dete-
nía, según consta aquí. (Es también característica de las estrellas novas, que brillan un
tiempo y después desaparecen.)
111
Momentos de la trama
En el nudo se halla:
1) el conflicto: Se libra en el mundo interior del personaje:
- atracción del tapiz;
- voluntad de Cristóbal por sobreponerse al llamado.
2) el clímax: (del griego: ‘escala’) Es una gradación en el tono del
discurso. Se da a través de la sucesión de acontecimientos o bien cuando el
30
Se inicia en ese momento la entrada de los cristianos en la celestial herencia de los hijos
de Dios.
31
Los dones de los Magos son simbólicos: el oro simboliza la realeza; el incienso, la divini-
dad; la mirra, la humanidad. Es una pública confesión de la divinidad del Hijo del hombre y
de la realeza anunciada por el Ángel de la Anunciación.
112
Justificación de los rasgos formales del texto como una exigencia del tema
(análisis de oraciones clave que orienten el enunciado del tema):
A partir del enunciado de su argumento, vamos a entrar en algunos rasgos significa-
tivos que ayuden a una interpretación más profunda y nos conecten con el tema. 32
Para ello analizaremos las oraciones clave:
Hace buen rato que el pequeño sordomudo anda con sus trapos y su
plumero entre las maderas del órgano.
32
En la asignatura Literatura II, se profundizarán las estrategias para enunciar adecuada-
mente el tema de una composición.
33 Existen tres maneras de comenzar con una historia: “ab ovo” > ‘desde el huevo’; “in me-
dias res” > ‘en el medio del asunto’; “in extrema res” > ‘desde el final de la acción’. Si se
comienza “ab ovo”, la historia avanza linealmente marcando una secuencia sin quiebres.
113
El enorme lienzo…
Las “altas figuras”: generalización y estilización de las formas que todavía no logran
distinguirse. La idea de dimensión persiste en la presentación del tapiz.
Y hoy no osa mirarlas.
Pero si los sucesos parten de instancias comenzadas: “in medias res” o “in extrema res”, el
narrador deberá completar información anterior a los acontecimientos mostrados a través de
analexis, es decir, saltos al pasado para recordar.
114
La reiteración del adverbio que apunta a un pasado del protagonista tensa más el relato
de los hechos dado que nos preguntamos ¿por qué no osa mirarlas? Ahora sí pode-
mos detectar el conflicto que comenzará a crecer hasta desembocar en el clímax:
a) atracción del tapiz, b) deseo de que su voluntad no se dé por vencida.
El defecto del adolescente permanece en primer plano, dado que no será un impe-
dimento para la experiencia maravillosa que vivirá el joven que:
Acaba de oír un rumor a sus espaldas. Sí, un rumor levísimo…
El mundo sobrenatural se intensifica ahora con los sonidos in crescendo que prepa-
ran la atmósfera propicia para las apariciones. Incienso y sonidos apagados se con-
jugan para incitar al joven a darse vuelta y, por tanto, a agravar más el conflicto.
Aguza sus sentidos torpes, desesperadamente…
El narrador nos aproxima a su interior donde se está produciendo la lucha.
Todo el tramo que va desde aquí hasta el fin de la visión sobrenatural está como
suspendido en el tiempo, ya que transcurre en el no tiempo de los relojes. El tiempo
físico ha sido reemplazado por el tiempo expandido de los milagros, cuya dimensión
se rige por otras leyes que no se corresponden con las físicas. El narrador consigue
que este lapso se expanda deteniendo la narración para reemplazarla por la des-
cripción de los movimientos en el tapiz.
Y cuando, de un salto peligroso, el sordomudo desciende a su apos-
tadero del barandal, los murmullos cesan…
Muere así el mundo sobrenatural, el joven desciende a su realidad y retoma sus ta-
reas. El tapiz se aquieta:
b) El tiempo en el cuento
Recuerde que
De ahí que propongamos una clasificación del tiempo de acuerdo con el manejo o
tratamiento que de él haga el narrador:
tiempo fantástico
El tiempo cronológico es aquel cuyos hechos se regulan según las leyes del tiempo
físico, medido por el reloj o el calendario, ya sea en cuanto a la sucesión como a la
duración, irreversibilidad, continuidad, dirección, etc.
La trama de nuestro cuento, por responder a este tipo de encuadre, se organiza en
un sentido lineal; los acontecimientos se van encadenando según causa efecto, de
una situación inicial a otra conflictiva y de ahí hacia un desenlace donde el tiempo
fluye sin trabas a lo largo de su desarrollo.
Señalamos ahora aquellas construcciones que señalan el tiempo físico:
Del relato se desprende que el día de las acciones es el 1.º de enero de 1822, y que
estas comienzan a desarrollarse desde el alba de ese día, continúan en la primera
misa y concluyen casi al finalizar la ceremonia religiosa. De ahí que la misa marque,
con su devenir, el tiempo que en el plano de arriba parece diluirse.
¿Cuáles son las frases que fundamentan la sucesión del tiempo cronológico?
“Allá abajo en el altar mayor, afánanse los monaguillos encendiendo las velas.”
“Ya empezó la primera misa.”
“Y abajo el sacerdote se doblega sobre el Evangelio…”
“A infinita distancia, el oficiante refiere la sorpresa de Herodes…”
“En el altar, el sacerdote reza el segundo Evangelio.”
34
El pretérito imperfecto es un tiempo pleno de continuidad, peculiar de toda narrativa, ya
que comúnmente es el encargado de describir la situación: no solo el ambiente donde se
desarrollan las acciones: “estaba nublado”, sino también, el estado mental y físico de los
personajes: “me pedía descanso”, “no quería moverse”.
119
Así, mientras las oraciones en presente asumen las frases decisivas del cuento co-
mo modeladas en alto relieve, las construidas en pretérito desplazan la historia ha-
cia un segundo plano, a modo de trasfondo o bajorrelieve de las acciones. Se pro-
duce así un relieve narrativo entre primeros y segundos planos, a través del contras-
te entre el presente y los pretéritos.
Cabe preguntarse entonces, por qué la oración central del cuento, donde la tensión
narrativa llega a su máximo registro, al clímax, está conformada a través de un pre-
térito perfecto compuesto.
Referencia espacial
El cuentista elabora una trama cuyos hilos se desarrollan en un espacio. Ese mundo
que envuelve los hechos, no es solo el lugar material donde estos se sitúan, sino
que, además, debe poseer valores propios y formar parte de la creación total.
“El viento del sudoeste es loco. Viene galopando sobre la polvareda, y sus
rebencazos relampaguean en el atardecer. Se ríe hasta las lágrimas; se
mete en todas partes, con bufidos y chaparrones; tuerce los árboles y
arroja puñados de hojas y de ramas; dispersa el ganado; sacude las casas
aisladas en la llanura; golpea las puertas; echa a volar la ropa tendida; cru-
za la ciudad, donde se encabrita, mareando a las veletas y asustando a las
campanas; y sigue adelante, hacia el río. Entonces parece que hubiera en-
trado en el agua un inmenso rodeo de toros.”
En él son tan descriptivos los verbos como los sustantivos, cuya realidad evocada
se modifica y anima, porque se está narrando con ellos.
Y así, entretejida en la trama, la descripción será breve y ceñida, y atenderá a los
rasgos individualizadores del espacio, para evitar su presentación en forma habitual.
A través de la lectura de los cuentos de Chéjov verificamos lo que él pregonaba en
teoría, y es: no dar el cuadro general, sino sugerirlo mediante pequeños toques sig-
nificativos, ya que la realidad se completa con un detalle mínimo.
Cuando el narrador –al referirse a otro escenario de nuestro cuento– dice:
“Hace buen rato que el pequeño sordomudo anda con sus trapos y su plu-
mero entre las maderas del órgano. A sus pies, la nave de la iglesia de San
Juan Bautista yace en penumbras.”
crea, con economía de elementos (nueve sustantivos y dos adjetivos), todo un am-
biente, una verdadera composición pictórica barroca, sin necesidad de caer en la
tediosa descripción ornamental que en un cuento resultaría nocivo. La intuición, el
talento estético del descriptor, darán con los sustantivos y adjetivos apropiados “cla-
ve” de toda descripción.
El espacio nombrado y presentado es la ciudad de Buenos Aires, espacio abierto,
inscripto en un tiempo histórico de peculiares matices que sirve de marco a la ac-
ción. Esta referencia abarcadora nos habla de otros espacios cerrados, el convento
de las monjas de Santa Clara y –el central de las acciones– la iglesia de San Juan
Bautista.35 El cuento comienza con la alusión de un espacio cerrado dentro de otros:
35
Esta iglesia fue curato de los indios, y en 1797 se reedificó y se le añadió un claustro para
monjas.
123
“entre las maderas del órgano”. En efecto: dentro de la iglesia podemos distinguir
dos planos bien diferenciados desde la primera oración del cuento:
Los personajes son los seres creados por el cuentista para vivir los
hechos narrados. Estos agentes de la acción del cuento entrelaza-
rán su existencia en la trama para quedar así absorbidos en el en-
cuadre general. No olvidemos que el personaje esencial de todo
cuento es el hecho único, bajo cuya sombra laten los demás ele-
mentos narrativos. Al respecto, Horacio Quiroga fue bien claro
cuando escribió –en su Decálogo del perfecto cuentista –: “Toma a los personajes
de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que
les trazaste”.36
El esquema actancial. Abordamos aquí el estudio del personaje como actante, es
decir, como ser que se define por la acción que ejecuta. Así como el análisis sintác-
tico de la oración se basa en la existencia de un número limitado de funciones (suje-
to, predicado, objeto, etc.) que pueden ser cumplidas por palabras diferentes, del
mismo modo Greimas37 considera que los diversos y numerosísimos personajes del
mundo de la ficción pueden reducirse a seis actantes:
1) el sujeto definido por el hecho de poseer un proyecto, de desear algo
(su objeto);
2) el objeto aquello a lo cual el sujeto tiende (una persona, una virtud, un
bien material);
36
Los “trucs” del perfecto cuentista, de H. Quiroga, Buenos Aires, Alianza, 1993, pág. 114.
37
Semántica estructural, Madrid, Gredos, 1971.
124
Caracterización
presión del cuento, no siempre dan cabida al narrador para ahondar en una psicolo-
gía. Porque si bien el cuento puede crear un mundo de ficción, no siempre le estará
permitido el acceso a un mundo psicológico. De ahí que se haya dicho –en contra-
posición a lo que sucede en la novela–, que los personajes de un cuento tienden a
ser estáticos o tipificados. Ante esto, el cuentista puede infundirles dinamismo y
mostrarlos en el momento de un conflicto, de una transformación, como sucede en
este cuento. En él, la conducta de Cristóbal, sus reacciones ante estímulos externos
(el tapiz) o internos (su temor a enfrentarlo) constituyen los mejores fundamentos
para esbozar una caracterización.
Los diálogos –que en nuestro cuento no aparecen para acentuar más el silencio in-
terior del sordomudo– representan otro recurso para acercarse a los personajes. Si
se introducen en el cuento, deberán impresionar como concisos y significativos, a fin
de constituir un hilo importante dentro de la trama, un elemento narrativo más e im-
prescindible. Sin embargo, muchas veces, el diálogo, más que apuntar hacia una
auténtica señal del carácter, tapa los verdaderos pensamientos y motivaciones del
personaje que se refugia en la palabra para esconder su interioridad. Por eso, no
podemos ser tan categóricos y tomar como único sustento para la caracterización lo
que estos dicen. Por otro lado, hay que considerar que las funciones esenciales del
diálogo en el cuento consisten en: construir la trama; dar a conocer la psicología de
los personajes (estado emocional, carácter, pensamiento, motivaciones); acelerar la
acción hacia puntos culminantes del cuento; mantener despierta la atención del lec-
tor y suplir las informaciones.
Primera clasificación
Segunda clasificación
Existe otra clasificación de los personajes que surge de su relación con el cuento,
sea que ocupen un lugar importante en la acción o pasen a segundo plano. Ten-
dremos, así, personajes:
- principales o protagonistas,
- secundarios,
- figuras de fondo.
126
El protagonista –en su etimología griega, protagonista proto / agón > ‘el que pri-
mero lucha’, ‘el que tiene el primer puesto’– es el que asume todo el peso de la na-
rración al cumplir funciones decisivas en el desarrollo de la trama. Su especial psi-
cología se presta a continuos cambios al adaptarse o rechazar las nuevas situacio-
nes. Generalmente, son dominantes, activos, suscitan el interés, aunque su conduc-
ta no siempre sea heroica.
En nuestro cuento, el personaje que lucha hasta llegar a la plenitud espiritual es
Cristóbal, cuya etimología indica la naturaleza de su condición de discapacitado: ‘el
que lleva a Cristo’, ‘el que tiene su cruz’. La oscuridad espiritual, entorpecida por el
defecto físico, alcanza la luminosidad –símbolo de la perfección humana– durante la
manifestación de la divinidad o Epifanía que solo él podrá vivirla, en un salto en el
tiempo hasta el siglo I de nuestra era, y que la misa rememora y actualiza en la re-
presentación escénica del ritual.
Los personajes secundarios se distinguen de los principales por actuar en segundo
término, fuera del foco de las acciones primarias. Su estatismo reside en los pocos
cambios que sufre su personalidad, y en la posición subalterna que adoptan respec-
to de los protagonistas.
Los personajes secundarios del cuento de Mujica Láinez se dividen en:
Se ha dicho que en el arte hay alusiones y no significados directos, y que los poetas
al evocar una realidad, al hablar de ella sin nombrarla, citando otras en su lugar, la
transforman, la vuelven más existente, más real que si apuntaran su nombre. Los
127
artistas no ignoran “esa duplicada delicia que es –son palabras de Ortega y Gasset–
no mirar el mundo por derecho, sino oblicuamente”,38 es decir, exhibir lo inefable, y
al mismo tiempo, ocultarlo. Esto significa que analizaremos los valores estéticos y el
estilo en el cuento a partir de la idea de que aquel se concibe como una “oblicuidad”
o desviación consciente respecto del sentido común, que llama a las cosas por su
recto nombre, y al que se le escapa lo extraordinario o excepcional.
El artista deberá tener en cuenta las normas idiomáticas, la técnica que dará marco
sensible a la forma ideal de belleza para luego orientar esas desviaciones del lengua-
je simbólico. De ahí que el empleo de recursos de estilo y su colocación precisa, don-
de las formas del significante fónico y del significado conceptual se integran armonio-
samente, y donde lengua y literatura se unen, será el camino que deberá transitar el
escritor que pretenda herir de un golpe la sensibilidad estética del lector. Así el mundo
de la imagen, de los sonidos, de los colores, de los perfiles y relieves abrirá paso a
otros nuevos e infinitos por donde la imaginación del lector se expanda.
Sin embargo, el valor y sentido de los recursos estilísticos de los textos literarios
dependerá del grado de madurez psicológica, de la formación literaria alcanzada y
del enriquecimiento espiritual del lector, traducidos en su facilidad y destreza para
descifrar las entidades asociativas y en su esfuerzo por captar lo que se oculta en
ellas.
Veamos:
La deshumanización del arte y otros ensayos de estética (1976) Madrid, Revista de Occi-
38
dente, pág.539.
128
res, confundidas las armas con los instrumentos de las manufacturas fla-
mencas.
Una vez más queda desierto el espacio frente a la Santa Familia.
En el altar, el sacerdote reza el segundo Evangelio.
Y cuando Cristóbal supone que ya nada puede acontecer, que está colma-
do su estupor, un personaje aparece delante del establo. Es un hombre muy
hermoso, muy viril, de barba rubia. Lleva un magnífico traje negro, sobre el
cual fulguran el blancor del cuello de encajes y el metal de la espada. Se
quita el sombrero de alas majestuosas, hace una reverencia y de hinojos
adora a Dios. Cabrillea el terciopelo, evocador de festines, de vasos de
cristal, de orfebrerías, de terrazas de mármol rosado. Junto a la mirra y
los cofres, Rubens deja un pincel.
Las voces apagadas, indecisas, crecen en coro. Cristóbal se esfuerza por
comprenderlas, mientras todo ese mundo milagroso vibra y espejea en torno
del Niño.
Son evidentes aquí las rupturas desorden lógico, que caracterizan al lenguaje infor-
mativo, y los quiebres semánticos que las transposiciones de realidades establecen.
Todas ellas apuntan a la sugerencia, se abren paso a otros contenidos y posibilida-
des, donde una red ilimitada de asociaciones nos trasportan al mundo imaginario.
Por ejemplo:
…el Rey mago que besaba los pies del Salvador y se hace a un lado, arras-
trando el oleaje del manto de armiño.
la imagen del personaje lujosamente ataviado, asociada al oleaje no se apartará de
nuestra mente. Tal identidad entre ambas nociones le permitirá al narrador jugar con
una serie de posibilidades, pues el bien sabe que, en la metáfora literaria, las dife-
rencias entre ambos términos comparados importan más que las semejanzas, dado
que aquellas enriquecerán el contenido del elemento primario. El lector podrá captar
esta relación y sentir placer ante ella, siempre que el escritor logre conectarla con su
peculiar mundo de representaciones.
La idea de belleza se desprende, entonces, cuando exploramos los mecanismos
ocultos de la palabra, donde los perfiles, la masa y el color, las texturas, los movi-
mientos y sonidos… pueblan la percepción imaginaria del lector.
I) DATOS EXTERNOS
Hacia una definición del cuento literario basada en las poéticas y los aportes de los
cuentistas: Poe, Chéjov, Gógol, Joyce, Kafka, Quiroga, Cortázar y Borges.
La estructura narrativa.
* Justificación de los rasgos formales del texto como una exigencia del tema.
Contenidos tempo-espaciales.
* Los personajes:
- Rasgos físicos y espirituales.
- Móviles o interés.
132
Caracterización:
- Resumida o explícita.
- Escenificada o implícita.
- Directa (a través de los diálogos).
Primera clasificación: (relacionada con su personalidad)
- Típicos.
- Atípicos o individualizados.
Segunda clasificación: (relacionada con el cuento).
- Principales o protagonistas.
- Secundarios.
- Figuras de fondo.
* Análisis de los recursos empleados por el autor para la composición del cuento.
Valor de su uso.
A) Gramaticales:
1) Clases de oraciones.
2) Reconocimiento de adjetivos (grados de significación), sus-
tantivos y verbos. Valor de su posición en el texto.
3) Polisíndeton, asíndeton, paralelismo.
4) Diminutivos, aumentativos.
B) Semánticos:
1) Imágenes visuales, auditivas, olfativas, táctiles, térmicas,
gustativas y kinestésicas.
2) Sinestesias, metáforas, comparaciones, antítesis, enumera-
ciones, personificaciones, animismo, cenestesia.
C) Fonológicos:
1) Reiteración, aliteración.
2) Oraciones interrogativas y exclamativas.
3) Onomatopeya. Interjecciones. Vocativos.
V) VALORACIÓN FINAL
Hombre de la esquina
Historia universal de la EMECÉ
BORGES, Jorge L. infamia (1935)
rosada
(1899- !985)
Las ruinas circulares
Ficciones (1944) El fin EMECÉ
El sur
El aleph (1949) Historia del guerrero y la EMECÉ
cautiva
La casa de Asterión
El aleph
El informe de Brodie La intrusa
(1970) EMECÉ
Historia de Rosendo
Juárez
El encuentro
HORACIO QUIROGA
BIBLIOGRAFÍA:
JULIO CORTÁZAR
BIBLIOGRAFÍA
ANEXOS
ANEXO I
Trasmuta el mundo
Supera opuestos
Convoca imágenes
TRANSLINGÜÍSTICO
acciones
Vive
personajes
otras
mitos
existencias
símbolos
ANEXO II
VISIÓN INTERNA
es un personaje. Nos da una versión de la realidad, pero no versión de los hechos.
Subjetividad. Narra desde el centro del conflicto;
Como lectores, analizamos cómo el mundo incide en el yo;
Ventaja: convencer al
El lector acompaña la narración como su alter ego.
lector de la verosimili-
tud de lo dicho.
Personaje secundario o testigo: participa de la acción y cuenta las aventuras de los otros per-
Desventaja: puede dis- sonajes más importantes que él, en primera persona.
minuir expectativas del
lector (el héroe sobrevi- Observador pasivo de los hechos: habla de lo que ve y oye a su alrededor, y cuándo ocurre;
ve a lo contado). Su radio de acción es reducido, dado que se entera de los hechos en forma indirecta (o porque
fue testigo, o escucho conversaciones, confidencias, o se manejó con indicios externos: cartas,
Formas que puede gestos, diarios). Este personaje suele encarnar a un amigo íntimo del protagonista, un ayudan-
asumir el cuento: car- te, pariente, etc.;
tas, diario, memorias. Puede ser muy subjetivo (según su vinculación con el protagonista) pero también objetivo.
VISIÓN EXTERNA
Asume el papel de un dios: capacidad de ver, oír y saber todo lo que ocurre en el mundo ficcional.
Nada se le escapa: ni causas, ni efectos, ni el pasado ni el futuro. Comenta situaciones, adelanta
acontecimientos, reflexiona acerca de actitudes y pensamientos de los personajes (penetra en sus
Tercera
conciencias e inconsciencias). Esta última capacidad lo distingue del narrador observador.
El narrador está fuera de
la historia, por lo tanto,
no es un personaje. Narrador observador: solo sabe lo que ve y oye “desde afuera” (cámara cinematográfica).
Nos da un informe objetivo del mundo, refiere lo que los personajes hacen y dicen.
Se le escapa la totalidad de los acontecimientos y no tiene acceso a ninguna conciencia.
Posee libertad de movimientos para seguir a los personajes a los lugares más recónditos.
El cuento se narra preferentemente en tiempo presente.
141
BIBLIOGRAFÍA
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VALADÉS, E. (1976) El libro de la imaginación, México: Fondo de Cultura Económi-
ca.
VAX, L. (1965) Arte y literatura fantásticas, Buenos Aires: EUDEBA.
MÓDULO I
Unidad N.º 1
1. ¿Por qué es importante esta asignatura para su carrera? ¿Qué intención aportan
los textos literarios?
Porque es necesario conocer diversos tipos textuales. En el caso de los textos li-
terarios, comportan una intención diferente, una intención estética que nos acer-
ca de modo particular al conocimiento de la persona y del mundo, en un amplio
espectro de tiempos, espacios y realidades.
2. Tanto el escritor como el lector escriben y leen desde su propia condición de su-
jetos históricos y culturales. ¿Qué implica esta situación netamente humana?
Esto implica que no estamos ajenos al mundo, que pertenecemos a un suelo, a
una historia, a un sustrato cultural e histórico determinado que es reflejado en
toda creación humana.
3. ¿Por qué el concepto de EXPRESIÓN LITERARIA es más acertado que el de
literatura?
Porque la expresión, característica netamente humana, se vuelca en muchos
otros lenguajes que pueden ser verbales o no serlo. La literatura no está vincula-
da exclusivamente a los textos escritos y tiene lazos hacia otros fenómenos de la
expresión.
Unidad N.º 2
1. ¿Por qué, siendo el símbolo polivalente, igualmente es posible comunicarnos
unos con otros?
Según Jung, habría una reserva de sentido básica en el hombre, inherente a su
condición de ser encarnado que nos liga a un horizonte simbólico común.
2. ¿Qué son las tradiciones culturales y cuál es la tendencia del escritor moderno
respecto de ellas?
Son órbitas de sentido a las que el escritor moderno vuelve constantemente para
reinterpretar sus mitos y símbolos.
MÓDULO II
Unidad N.º 1
1. ¿Quién inició el estudio de los géneros de manera sistemática? ¿A través de qué
texto fundamental? ¿A qué apunta esta importante obra?
144
Unidad N.º 2
1. ¿Cómo podemos clasificar los textos narrativos atendiendo a su difusión, exten-
sión y forma?
Podemos clasificarlos en narraciones de transmisión oral, ejemplos de ellas son
las leyendas, los cuentos populares y la epopeya homérica y medieval; y los de
transmisión escrita, como las novelas. En cuanto a su extensión, en formas lar-
gas y breves, cuyo ejemplo más representativo es el cuento. Por su forma, la na-
rrativa se ha ajustado a la prosa y al verso.
MÓDULO III
Unidad N.º 1
1. Defina “cuento” a partir de lo leído en la Unidad I.
El cuento es la especie narrativa más antigua que se conoce. En sus comienzos
fue una diversión dentro de una conversación y probablemente, responda a la
necesidad atávica del hombre de inventar historias, conservar y transmitir creen-
cias y perpetuar la historia de la humanidad. Se consolidó como especie autó-
noma hace 150 años.
2. ¿A qué se le llama estilo?
El estilo es la particular fisonomía verbal del escritor, como así también, su forma
de percibir y entender la realidad, lo que se refleja en una personal manera de
expresarla.
Unidad N.º 2
1. ¿Qué escritor escribió la primera poética cuentística y qué implica este hecho?
El escritor norteamericano Edgar Alan Poe formuló en sus ensayos los contornos
del género y fijó los límites de este respecto de otras formas narrativas, lo que se
convirtió en la primera poética sobre el cuento, la primera exposición moderna de
las normas que rigen el cuento.
2. ¿Cuáles son las tres características fundamentales del cuento literario que pos-
tula Poe?
Las tres características fundamentales del cuento que postula Poe son la breve-
dad, que depende de la concisión y síntesis del cuento; la unidad de construc-
ción, dada por la economía de medios, fruto de una gran depuración de elemen-
tos superfluos; y el final sorpresivo, ya que todos los elementos del cuento se
encuentran en función del final, que debe generar un efecto sorprendente.
145
MÓDULO IV
Unidad N.º 1
1. ¿Cuál sería la función básica del artista y qué fin persigue?
La función del artista es doble: indaga y propone una nueva perspectiva, una sa-
lida del mundo que nos oprime, y la fija a través de la obra literaria para prolon-
gar, enriquecer, trasmutar el mundo cotidiano en otro que nos equilibre este, en
el que vivimos. Todo esto puede lograrlo en forma realista o fantástica.
2. ¿Podría explicar con sus palabras a qué se llama literatura insertiva?
La literatura es insertiva porque le muestra al hombre la realidad en toda su pro-
fundidad al tiempo que nos brinda parámetros, ideas, soluciones, diferentes en-
foques que podemos aplicar en el mundo real para tratar de modificarlo. La lite-
ratura insertiva requiere de la presencia activa del hombre en su realidad.
3. ¿Qué reúne el concepto de fantástico?
En el caso del suceso fantástico, la circunstancia no se satisface con ninguna
explicación, lo que sumerge al lector en la ambigüedad. Esto supone una vacila-
ción en el lector no puede explicarse cabalmente el hecho, lo que puede volcarse
sobre él como una agresión.
4. Describa con sus palabras la idea de apoblamiento del lector.
El lector debe entender que la situación planteada en todo cuento fantástico tie-
ne características de “real”, y a tal punto lo es que vive los sucesos como si per-
tenecieran a su propio mundo. Esto se logra porque ha suspendido su increduli-
dad y se vuelca a participar con fe en lo que ocurre en el relato que, al no tener
explicación lógica de los hechos, siente la agresión sobre su condición humana.