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El Walichú, Gualicho Ó Háleksem, Leyenda Aborígen
El Walichú, Gualicho Ó Háleksem, Leyenda Aborígen
leyenda aborígen
El gualicho no tiene forma ni color definido, suele aparecer ante nuestros ojos
de distintas maneras y aspectos.
Puede ser como animal (especialmente ave), insecto, como sombra, sueño o
persona y es capaz de llegar a uno a través de una prenda de vestir o de otra
pertenencia. Para prevenir los «gualichos», hay que quemar o arrojar al río, las
uñas o cabellos que uno se corte.
En realidad, más que eludir hay que convocar y propiciar el espíritu poderoso.
Y el camino del gualichú es transitado con respeto y silencios.
Así el árbol mítico florece un fantástico ropaje que ondula al viento, y el hombre
pierde retazos de sus prendas... ¡pero llegara salvo a destino! Y a las piedras
del gualichú, tan alucinantes y extrañas en el paisaje, apaciguan con el
precioso alimento del aceite, la sal o las hierbas...
Aquí y allá los espíritus acechan en los parajes solitarios y se mimetizan en los
árboles secos, plantas sagradas, piedras, sendas, travesías..., y hasta el viento
interminable.
Es por cosas del gualicho que todavía hoy en las zonas rurales no se canta de
noche o no se usa sombrero dentro de las casas, o se teme al aire malo, o se
respeta al ñamco sagrado, o se esquiva el humo cegador del molle...
Lo cierto es que sus remolinos apagan los fogones, y que su aliento helado
mata a los pajaritos refugiados en los matorrales, y que aúlla por las mesetas
desoladas...
Los únicos que conocen la forma de comunicarse con las fuerzas del bien y del
mal son ellos, por lo tanto sin su concurso no hay payé o gualicho posible.
Esta breve descripción apunta a comparar los distintos enfoques que tuvieron
los pueblos aborígenes acerca de los misterios de la vida y la muerte.
Una vieja historia cuenta que un cacique muy importante llamado Goluén
(Muchos pumas), había rechazado varias invasiones de sus enemigos -los
Mapuches- infringiéndoles tremendas derrotas, a pesar de que ellos, los
Chonkes, no eran precisamente guerreros.
Tal era la fama de Goluén en el sur, que cada vez que se denotaba la
presencia de los Mapuches, era llamado para combatirlos y salía siempre
airoso.
Cierta vez recibió la visita de un emisario para invitarlo a pactar con un cacique
Mapuche.
Poco tiempo después, Goluén cayó bajo los efectos del Gualicho; perdió el
apetito, deambulaba hablando solo por el campo y vivió sus últimos días
recluido en una cueva, conversando con los espíritus que la habitaban, hasta
que murió esquelético y seco.