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El Walichú, Gualicho ó Háleksem ,

leyenda aborígen

En la mitología Chonke, hay espíritus malos que provocan daños y


enfermedades y espíritus buenos que ayudan y protegen.

Al parecer el Gualicho, fue introducido a la Cultura Chonke por el contacto con


Pampas y Mapuches, de donde se cree que proviene su denominación, ya que
la palabra «gualicho», evidentemente, no es propia de las parcialidades del
Complejo Tehuelche.

Los actuales descendientes, desconocen el origen de la palabra, pero aceptan


que se trata de un espíritu malo que se presenta en distintas formas,
provocando toda clase de males y llegando a causar la muerte en algunos
casos.

La representación del mal tiene distintos nombres según la región donde se la


conozca,pero sea cual sea su nombre el maligno siempre será representado
con algún símbolo muy temido ,para los viejos aborígenes tehuelches , es el
Walichú ,Gualicho ó Háleksem ,quien había nacido en las tierras
septentrionales de Tandil, donde el accidentado terreno le servía de morada.

Desde allí este espíritu maligno extendió su dominio por la Patagonia


legendaria...

Es fuerte....Puede presentarse en distintos aspectos, ya sea en forma agresiva,


engañosa, o a través del amor... Nada escapa a su aguda vigilancia ni a su
poder:

-¡Roba niños!- y la angustia paraliza a las indias madres. -¡Asusta y petrifica a


las mujeres!- y los guerreros saben que sus flechas son inútiles contra él...

Aborígenes de distintas procedencias le han dado nombres diferentes: es


gualichú para los quechuas, huecué para los mapuches, halpén para los onas,
ieblon para los indios del sur, o hálekasem para los tehuelches. Pero siempre
esa palabra se dice con miedos ancestrales.

Quienes saben de estas cosas afirman que la malignidad de wualichú (o


gualichú) tiene matices que van de la cruel crueldad destructora a la traviesa
picardía.

Quizás dependa de su humor del día, o de su aburrimiento, o del respeto que


sus altares naturales despiertan en los viajeros...puede ser .....

Agresivo por ejemplo, cuando se produce una disputa violenta en lo mejor de la


fiesta, generalmente impulsado por efectos del alcohol, o recordando de pronto
alguna vieja y al parecer olvidada rencilla que ya se creía superada.

Engañosa, cuando se cae en una trampa natural: una barranca, un río, un


pantano, una herida producida por descuido, una espina que se encona, etc.

Pero, el más difícil de superar es el engualichamiento del amor y este mal es


provocado casi siempre a pedido de alguien.

El individuo suele andar distraído, absorto, la mirada perdida, pierde el apetito y


el sueño, tomándose en un autómata, mientras disminuye su aspecto físico y
empalideciendo paulatinamente; llegando en algunos casos a morir.

Cuando se muere en ése estado, el cuerpo se seca definitivamente «como


zorro flaco», sin descomponerse, ni agusanarse, hasta convertirse en una
momia ennegrecida.

El gualicho no tiene forma ni color definido, suele aparecer ante nuestros ojos
de distintas maneras y aspectos.

Puede ser como animal (especialmente ave), insecto, como sombra, sueño o
persona y es capaz de llegar a uno a través de una prenda de vestir o de otra
pertenencia. Para prevenir los «gualichos», hay que quemar o arrojar al río, las
uñas o cabellos que uno se corte. 

El indio sabe desde tiempo inmemorial que es mejor apaciguar su espíritu


levantisco con ofrendas. Por eso al recorrer la Patagonia y cruzar por sus
dominios paga el tributo obligado.

Si no, ¿cómo escapar su terrible mirada abarcadora?, ¿cómo pasar de largo y


con fatal descuido por los sitios sagrados donde merodea, sin desatar sus
iras?...

En realidad, más que eludir hay que convocar y propiciar el espíritu poderoso.
Y el camino del gualichú es transitado con respeto y silencios.

Y al árbol del gualichú, -marchito, seco y solitario- al borde, de la senda que le


ofrendan trapitos y bolsitas con llancas (piedras pequeñas) que obtienen
rasgando los propios vestidos, matras y ponchos.

Así el árbol mítico florece un fantástico ropaje que ondula al viento, y el hombre
pierde retazos de sus prendas... ¡pero llegara salvo a destino! Y a las piedras
del gualichú, tan alucinantes y extrañas en el paisaje, apaciguan con el
precioso alimento del aceite, la sal o las hierbas...

La Patagonia guarda celosamente el misterio, pero tiene sitios que lo revelan:


la piedra del collóncurá, la piedra de caviahue, la piedra Saltona de cajón chico,
el meteorito de Kaper-Aike, el bajo del gualichú el cerro, Yanquenao, el
cañadón de las pinturas, las cuevas de las manos.

Aquí y allá los espíritus acechan en los parajes solitarios y se mimetizan en los
árboles secos, plantas sagradas, piedras, sendas, travesías..., y hasta el viento
interminable.

La presencia del gualichú a sobrevivido al avance de la cultura del blanco y


convive con ella. Está en el paisano del campo y en el habitante del pueblo o
ciudad...

Es por cosas del gualicho que todavía hoy en las zonas rurales no se canta de
noche o no se usa sombrero dentro de las casas, o se teme al aire malo, o se
respeta al ñamco sagrado, o se esquiva el humo cegador del molle...

Lo cierto es que sus remolinos apagan los fogones, y que su aliento helado
mata a los pajaritos refugiados en los matorrales, y que aúlla por las mesetas
desoladas... 

También es por temor o conjuración al Gualichú que en la actualidad, en las


ciudades se usan amuletos, cintas rojas, contra el mal de ojo, ruda macho o ajo
macho, o se encienden velas, o se compran hierbas para infusiones mágicas y
lociones que todo lo pueden , se hace gualicho para producir “daño” al
enemigo, o simplemente para despertar la admiración del sexo opuesto.... si se
usan al son de rezos o palabras secretas.
Los viejos dicen que Gualichú es una diableza en realidad... y quizás sea así,
porque las equivalentes representaciones aborígenes conservan el rasgo
femenino, ¿será por eso que persigue a las mujeres y roba niños?.

 ¿Se mueve a caso por celos o envidias milenarias?. ¡Quien sabe!.

Sin embargo el carácter anifeminista de este espíritu maligno se puede rastrear


en actividades que se relacionan: el loncomeo , danza netamente masculina
que el araucano tomó del tehuelche, y en la secreta ceremonia de iniciación
ritual de los más jóvenes.

Dicen que lo atestigua también la celebración indígena del camaruco.

Posiblemente la más admirable y misteriosa conexión con galichú sea el arte


rupestre, diseminado en mil rincones del paisaje patagónico...

Porque es es fama que él es el artista de las míticas pinturas de las cuevas,


donde las manos fantásticas y extraños laberintos, huellas de pisadas
humanas, y no humanas, animales estilizados y siluetas de cazadores, guardas
de grecas, tigre, máscara,... reproducen y guardan al mismo tiempo el espíritu
mágico.

Son su obra, y allí está su secreto para cuando podamos descifrarlo...

Entre tanto ¿Cómo conocerlo más en profundidad?

¿Es Gualichú el ancestro de las razas aborígenes de la tierra austral?. ¿O tal


vez una modalidad local de mitológico y universal espíritu guardián?.

Estos gualichos aborígenes tienen distintas formas y funciones.

Se lo lleva oculto entre las ropas, colgados a manera de medalla, colocados


debajo de la piel, como anillo, se toman determinados brebajes o se espolvorea
el interior de los calzados con polvos mágicos antes de iniciar un viaje o tarea.

Siempre debe estar el oficio de hechiceros que conocen los secretos


transmitidos a ellos por los más viejos los viernes en luna llena o vísperas de
San Juan, preferentemente a las doce de la noche.

Los únicos que conocen la forma de comunicarse con las fuerzas del bien y del
mal son ellos, por lo tanto sin su concurso no hay payé o gualicho posible.

Algunos simplemente son portados, otros en cambio necesitan de oraciones


para activar sus poderes y éstas la mayoría de las veces son tomadas de la
liturgia católica.

Esta breve descripción apunta a comparar los distintos enfoques que tuvieron
los pueblos aborígenes acerca de los misterios de la vida y la muerte.

El actual payé gualicho, como amuleto es una deformación interesada


realizada por charlatanes que hacen  negocios con la ingenuidad de gente
inculta, o la irresponsabilidad de intelectuales que escriben sobre el tema sin
investigar.

Una vieja historia cuenta que un cacique muy importante llamado Goluén
(Muchos pumas), había rechazado varias invasiones de sus enemigos -los
Mapuches- infringiéndoles tremendas derrotas, a pesar de que ellos, los
Chonkes, no eran precisamente guerreros.

Tal era la fama de Goluén en el sur, que cada vez que se denotaba la
presencia de los Mapuches, era llamado para combatirlos y salía siempre
airoso.

Cierta vez recibió la visita de un emisario para invitarlo a pactar con un cacique
Mapuche.

La cita se concertó y durante varios días parlamentaron sin llegar a un acuerdo


total, pero en ese interín le fue presentada la más bella muchacha de la tribu
enemiga, de la que se enamoró perdidamente.

Al retirarse la comitiva, la muchacha llevó como prenda de amor la vincha


(«Cochel») de Goluén, con la promesa de regresar, pero no sólo no volvió, sino
que le hizo saber de su boda con otro.

Poco tiempo después, Goluén cayó bajo los efectos del Gualicho; perdió el
apetito, deambulaba hablando solo por el campo y vivió sus últimos días
recluido en una cueva, conversando con los espíritus que la habitaban, hasta
que murió esquelético y seco.

Allí mismo lo enterraron envuelto en un cuero, no sin antes pintarlo totalmente


de rojo, para impedir que el Gualicho que lo había poseído, saliese de su
cuerpo a prodigar los males a los demás.

También imprimieron el interior de la cueva y el frente, con signos y símbolos


recordando su linaje y su triste historia de amor.

Al gran cacique Goluén, no pudieron vencerlo los hombres, lo venció el


Gualicho.
El camino sigue abierto al estudio y la conjetura inagotable... ¡porque nuestro
gualichú aborigen está vivo! Quizás la vieja sabiduría de los brujos chamanes
puede ayudarnos.

Pero esa es otra historia..... 

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