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Carlos

La producción práctica de un mundo objetivo, la elaboración


de la naturaleza inorgánica, es la afirmación del hombre
como un ser genérico consciente, es decir, la afirmación de un
ser que se relaciona consigo mismo como ser genérico. Es
cierto que también el animal produce. Se construye un nido,
viviendas, como las abejas, los castores, las hormigas, etc.
Pero produce únicamente lo que necesita inmediatamente

Marx
para sí o para su prole; produce unilateralmente, mientras
que el hombre produce universalmente; produce únicamente
por mandato de la necesidad física inmediata, mientras que el
hombre produce incluso libre de la necesidad física y sólo
produce realmente liberado de ella; el animal se produce sólo
a sí mismo, mientras que el hombre reproduce la naturaleza
entera; el producto del animal pertenece inmediatamente a
su cuerpo físico, mientras que el hombre se enfrenta
libremente a su producto. El animal forma únicamente según
la necesidad y la medida de la especie a la que pertenece,
mientras que el hombre sabe producir según la medida de
cualquier especie y sabe siempre imponer al objeto la medida
que le es inherente; por ello el hombre crea también según las
leyes de la belleza.
Por eso precisamente es sólo en la elaboración del mundo
objetivo en donde el hombre se afirma realmente como un ser
genérico. Esta producción es su vida genérica activa.
Mediante ella aparece la naturaleza como su obra y su
realidad. El objeto del trabajo es por eso la objetivación de la
vida genérica del hombre, pues éste de desdobla no sólo
intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y
realmente, y se contempla a sí mismo en un mundo creado
por él.”
Para Marx, la vida humana tiene una base material concreta.
La base material humana alcanza un nivel de claridad cuando
se analiza el proceso de producción económico y el trabajo,
mediante el cual el hombre transforma la naturaleza y se
transforma a sí mismo. La esencia del hombre es su propio
trabajo (entendido como actividad práctico-productiva). Una
esencia que, en la sociedad no comunista se encuentra
alienada.
La esencia humana no es algo que resulte trascendente
respecto al individuo y se encuentre fuera de él, sino que es
el conjunto de las relaciones humanas en un contexto
histórico que las conforma.
“La esencia humana...es, en su realidad, el conjunto de
relaciones sociales”.
“La historia es la verdadera Historia Natural del hombre”.
Sartre
"Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá
jamás explicar por referencia a una naturaleza humana dada
y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es
libre, el hombre es libertad. Si, por otra parte, Dios no existe,
no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que
legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni
delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores,
justificaciones o excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que
expresaré diciendo que el hombre está condenado porque una
vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace".
Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y, sin
embargo, por otro lado, libre,
SARTRE, El existencialismo es un humanismo.
Se podría afirmar que todo el pensamiento filosófico
desarrollado por Jean Paul Sartre, es en realidad una
respuesta a la pregunta que Kant formuló en su día sobre qué
es el hombre, aunque en realidad lo menos importante para
Sartre sea precisamente saber qué somos, sino cómo somos
es decir, lo fundamental en el ser humano no es su esencia, -lo
que es-, sino su existencia, es decir su libertad -lo que llegue a
ser- según su famosa frase: El hombre no nace, sino se hace.
La preocupación antropológica surge en él desde sus primeros
escritos de psicología fenomenológica como La imaginación y
La trascendencia del ego, del año 1936, hasta consolidarse en
sus obras más plenamente existencialistas como El Ser y la
nada (1940), en sus novelas y obras de teatro La Náusea, El
muro, Las manos sucias, etc., o en el ensayo El existencialismo
es un humanismo (1946), donde se observa claramente cómo
el tema del hombre es el único verdaderamente importante
de su filosofía. Según Sartre, no existe una naturaleza
humana, ni siquiera una condición natural o estado natural
del hombre -como habían afirmado autores modernos e
ilustrados, véase Hobbes o Rousseau-. En el ser humano, la
existencia precede y configura la esencia.
No hay una esencia o naturaleza común; el hombre no es
definible a priori, como habían señalado Aristóteles (animal
racional), o la filosofía cristiana, (cuerpo y alma espiritual);
sólo hay hombres concretos, existencias que se desarrollan
entre el nacimiento y la muerte:
"El hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el
mundo y después se define". (El existencialismo es un
humanismo). El fundamento profundo de esta afirmación, que
es la base de toda filosofía existencialista, está precisamente
en la afirmación de que Dios no existe; al no haber sido
creado el hombre, no hay ningún arquetipo o patrón, idea o
finalidad en su vida, no hay ninguna naturaleza o esencia. El
hombre es total indeterminación o libertad. Su vida es más un
proyecto futuro lleno de posibilidades que aún no son. En
realidad el hombre no-es, en un sentido fuerte, real y
completo de la palabra ser. Éste es el significado de la
distinción sartriana entre el en sí y el para sí. El ser humano no
es en sí, sino para sí, porque constantemente se está
proyectando y transformando, es dinamismo y acción; el
único fin de su existencia es hacerse a sí mismo. Y esta
tremenda e ineludible responsabilidad, le produce una
tremenda angustia, ya que al ser absoluta su libertad, no
tiene ni justificación ni excusas; se va realizando en cada uno
de sus actos, está condenado a la libertad. El humanismo
existencialista, -afirma Sartre en El existencialismo es un
humanismo-, "es humanista porque no existe más legislador
que el propio hombre y es en el desamparo donde decidirá de
sí mismo".
La angustia no es en realidad un sentimiento, sino más bien
un estado general del ser humano, el hombre no tiene
angustia, sino que es angustia, porque se ve forzado a tomar
decisiones sin tener ningún apoyo ni ser superior que le
respalde; por esta razón algunos hombres intentan escapar
de su propia construcción, de su propia libertad, huyen de sí
mismos y de su propia existencia, llevan una existencia
inauténtica, se engañan buscando otro sentido a sus vidas en
la religión o en otros valores, o incluso justificándose en sus
propias pasiones. Esta conducta es para Sartre, una conducta
de huida y de engaño, que califica de mala fe.
La filosofía existencialista es una llamada a la existencia
auténtica que es la conciencia de la libertad, la vida no tiene
un sentido a priori, sino en la media que se va desarrollando y
ejerciendo la libertad, la vida sólo tiene sentido como
compromiso y acción en el mundo de las existencias de los
otros, de la sociedad. Ésta es la buena fe.
Y es aquí donde emerge la tragedia y amargura de la
existencia: Si por un lado la inexistencia de Dios nos convierte
en dueños de la libertad de actuación, por otro lado los
individuos que nos rodean, coartan nuestra libertad, son las
otras libertades las que se oponen a la mía. Este conflicto de
libertades es lo que Sartre llama la dialéctica de la
cosificación*, que trata además de en El Ser y la nada y La
crítica de la razón dialéctica, en muchas de sus obras de
teatro como A puerta cerrada, El diablo y el buen Dios.
Cosificar es objetivar y esto es precisamente lo que me hace el
otro al mirarme o al someterme afectivamente, sentir la
mirada del otro es experimentar que dejo de ser dueño de la
situación. El conflicto es la característica de las relaciones
humanas. Este conflicto con los demás es el precio de la
libertad y la aceptación de su lugar en el mundo.
Ortega
Según Ortega, el hombre es el único responsable de sí mismo.
Nadie puede elegir ni escoger por él. Él debe empeñarse
personalmente en la construcción de sí mismo, este empeño
convierte a cada vida en un proyecto personal e intransferible.
La verdad fundamental, según Ortega, está en “yo” con las
cosas, somos el mundo y yo. Pero es un “yo” que coexistiendo
con el mundo, conserva su identidad, su intimidad, su
autenticidad. Atendiendo a esta idea, Ortega nos propone
superar dos posturas, Realismo e Idealismo, con los siguientes
argumentos:
Contra el Idealismo: el sujeto no es el eje entorno al cual gira
la realidad.
Contra el Realismo: el sujeto no es un simple trozo de realidad
ni un ser abstracto, es una realidad concreta que vive aquí y
ahora, es una vida.
La vida es la realidad radical y dentro se encuentran las
demás realidades. La vida de cada cual es la existencia
particular y concreta.
El mundo es lo que nos afecta. Y vivir es hallarse cada cual a sí
mismo en un ámbito de temas, de asuntos que le afectan.
Así, la vida se encuentra a sí misma a la vez que descubre el
mundo. No hay vivir si no es en un orbe lleno de otras cosas,
sean objetos o criaturas; es ver cosas y escenas, amarlas u
odiarlas, desearlas o temerlas. Todo vivir es ocuparse con lo
otro que no es uno mismo, “todo vivir es convivir con una
circunstancia”.
Todo ser humano nace y vive en un mundo concreto que
limita y condiciona sus posibilidades intelectuales, morales,
educativas etc. Todos conocemos las cosas desde nuestra
personal situación y a través de un punto de vista, el nuestro,
no-coincidente con el de los demás En efecto «La realidad no
puede ser contemplada sino desde el punto de vista que cada
uno ocupa, fatalmente, en el universo».
En resumen, cuando Ortega utiliza el término “vida”, lo hace
primero en el sentido de vida humana o biográfica, pero
además, le da otro sentido: lo que está entorno al hombre, lo
que lo rodea, no sólo lo inmediato, sino también lo remoto, no
sólo lo físico, sino también lo espiritual. La vida es algo
concreto, incomparable, único.
La vida es individual, es como un escenario, tragedia o drama,
es algo que el hombre hace y le pasa con las cosas, << yo soy
yo y mi circunstancia >>, la realidad circunstante forma la
otra unidad de mi persona.
Así diríamos que la circunstancia es todo lo que no soy yo: los
demás, las creencias, mí alrededor.
Antes de empezar hay que decir que Ortega destaca la idea
de que no se pueden comparar sexos, ya que, no por ser
ambos seres humanos, hombres y mujeres son iguales. Para
que entendamos que hombres y mujeres no son iguales
Ortega describe las cualidades de cada sexo que impiden esa
igualdad que actualmente es muy demandada.
Según el autor no es que la diferencia entre hombres y
mujeres sea únicamente corporal, sino que hay diferencias de
todo tipo y por ello enumera las tres características
diferenciadoras propias de la mujer:
La humanidad intima de la mujer se caracteriza por ser
esencialmente confusa: Ortega, antes de empezar, aclara que
esto no es un defecto, sino una cualidad que contribuye a que
el varón se sienta atraído por ella. A diferencia de la mujer
que es un ser de naturaleza confusa, el hombre está hecho de
claridades, es decir, por muy estúpido que sea lo que piense él
se ve claro.
La mujer se nos presenta como una forma de humanidad
inferior a la varonil: según Ortega, la mujer es débil, y siendo
débil nos hace felices a los hombres y ella es feliz sintiéndose
débil.
La mujer tiene una relación entre ego y cuerpo muy íntima: a
diferencia de la mujer, el hombre da mucha menos
importancia al cuerpo que la mujer, es decir, entre el alma del
hombre y el mundo exterior no se interpone nada; sin
embargo, entre el alma de la mujer y el exterior se interpone
su cuerpo, ya que la mujer se preocupa más por él. Como
consecuencia de esto, al preocuparse más por su cuerpo, este,
se convierte en un reflejo de su alma, lo cual nos provoca una
gran atracción a los hombres, “El cuerpo de ella es un alma”.

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