Las empresas deben responder y acelerar sus planes de
contingencia, pensando que las acciones y decisiones que se
tomen hoy, pueden cambiar definitivamente el curso del negocio. Ante una emergencia global, que genera tal volatilidad e incertidumbre en los mercados, es importante que los negocios sean proactivos en evaluar sus capacidades de hacer frente a la disrupción desde un punto de vista operativo y financiero. Los principales desafíos que están enfrentando las compañías, los cuales están causando la mayor disrupción, incluyen: equipos de trabajo en cuarentena, fallas en las cadenas de suministro, inventarios perdidos/agotados y caídas repentinas en la demanda de productos y servicios.
Las condiciones comerciales de algunas empresas están presentando retos, por lo
tanto, es importante anticipar que esta situación podría poner una presión inesperada en el capital de trabajo y en la liquidez del negocio.
Por lo anterior, las decisiones y medidas aplicadas para contener la crisis pueden
impactar positiva o negativamente tanto en este periodo de contracción como en la posterior fase de recuperación y crecimiento.
¿Qué acciones puede tomar la empresa para gestionar la crisis?
Hemos identificado una serie de acciones o pasos clave que la empresa puede implementar para enfrentar los retos que supone la gestión de la caja y la administración de la liquidez ante la pandemia que estamos viviendo. En este artículo, presentamos una guía con los principales puntos/pasos en los que pueden enfocarse las empresas durante y después de la crisis.
En Venezuela el coronavirus aterrizó sobre una economía sumergida tras
seis años de recesión y una hiperinflación que evaporó la capacidad de consumo de las familias: a diferencia de la mayoría de los países, el debate no se centra en cómo evitar que la pandemia arrastre la economía a una crisis, sino en cuánto se agravará el colapso que comenzó en 2014. Las exportaciones de petróleo proveen más de dos tercios de los dólares que ingresan a Venezuela, y en los últimos ocho días la cotización del barril ha sufrido una caída en torno a 30%, la mayor desde la Guerra del Golfo en 1991, que se traducirá en menos divisas para importar medicinas, alimentos y combustibles. La OPEP, bajo el liderazgo de Arabia Saudita, propuso un significativo recorte en la producción para contrarrestar el impacto del coronavirus en grandes consumidores de barriles como China y Europa, pero Rusia se negó bajo el argumento de que los productores de petróleo de Estados Unidos mantendrían el bombeo para ganar mercado. Ante la negativa de Rusia, Arabia Saudí inició la semana pasada una guerra de precios rebajando la cotización del petróleo que coloca en Asia, Europa y Estados Unidos, al mismo tiempo que anunció un próximo incremento de la producción para ganar mercado. La consecuencia es que mientras la demanda de petróleo cae en la economía global, la oferta aumenta. En este entorno, JPMorgan Chase proyecta que durante el segundo trimestre de este año, la cotización del crudo Brent –de referencia en Europa– promediará 27 dólares el barril y el WTI 24 dólares, lo que se traduciría en un descenso de 60% respecto al mismo lapso de 2019. El declive del precio se mezcla con las sanciones de Estados Unidos, que limitan la posibilidad de exportar petróleo y el derrumbe de la producción de Pdvsa que, según el reporte de la OPEP, produjo en enero de este año 733 mil barriles diarios, el nivel más bajo desde 1945. La firma Síntesis Financiera advierte, en su informe El Tesorero, que este año el ingreso por exportaciones petroleras de Venezuela podría sufrir una caída de 67% respecto a 2019 y ubicarse en tan solo 4.500 millones de dólares. Para evadir las sanciones, Venezuela coloca petróleo a través de intermediarios que exigen un descuento en el precio. Síntesis Financiera considera que este año el país cobraría por sus reducidas exportaciones un promedio de 16,7 dólares por barril, mientras que en 2019 obtuvo un promedio de 40,14 dólares por barril. Efraín Velásquez, presidente del Consejo Nacional de Economía, observa el flujo de caja y señala que “desde mi punto de vista estamos exportando 700 mil barriles diarios, de los cuales solo 100 mil generan caja porque el resto se emplea para pagar deudas, como las que tiene el país con China y Rusia. Entonces, la caída en el precio del barril implica que en vez de recibir 2 mil millones de dólares en el año solo obtendrías alrededor de 900 millones”. “Habría que compensar esta caída con exportaciones de oro para no tener que reducir las importaciones de combustible o de alimentos que hace el Gobierno”, dice. La parálisis A fin de contener la propagación del coronavirus, el Gobierno implementó a partir del lunes 16 de marzo una “cuarentena social y colectiva” en Caracas y seis estados: Miranda, Vargas, Zulia, Cojedes, Táchira y Apure, que implica suspensión de clases y de todas las actividades laborales, excepto las cadenas de alimentos y los servicios de salud, seguridad y transporte público. Luego amplió la medida a todo el territorio nacional: “Quiero anunciar que a partir del 17 de marzo a las 5 de la mañana, Venezuela entera entra en cuarentena social, todo el país, los 23 estados y el distrito capital”, dijo el mandatario Nicolás Maduro. La paralización de actividades impactará a las empresas y comercios que dejarán de recibir ingresos mientras que tendrán que continuar cubriendo gastos fijos como el pago de sueldos, alquileres y las cuotas de los créditos obtenidos. La industria comienza la cuarentena con un precario flujo de caja producto de que, en promedio, apenas emplea una cuarta parte de la capacidad instalada. Al mismo tiempo, los comercios han sufrido una severa caída en las ventas una vez que la hiperinflación pulverizó la capacidad de compra del salario. Empresarios y comerciantes consultados no ocultan la preocupación y admiten que si la paralización de actividades se prolonga no quedará más opción que evaluar medidas drásticas como suspender el pago de salarios hasta que se retome la actividad y se recupere el flujo de caja. Efraín Velásquez indica que “el impacto de la paralización de actividades depende de cuánto dure. Como referencia tenemos que en marzo de 2019 la actividad económica se paralizó durante la mitad del mes por la falla general de energía eléctrica y de acuerdo a nuestros cálculos esa parálisis redujo el PIB en 3,5%”. “De acuerdo con nuestras proyecciones, este año era posible registrar crecimiento cero, pero ahora habrá que evaluar nuevamente el escenario”, dice Efraín Velásquez. La economía venezolana no ha dejado de caer desde 2014 y en los últimos seis años el PIB se redujo a menos de la mitad. Inyectar dinero Ante el agravamiento de la crisis el Gobierno podría verse forzado a incrementar el gasto, algo que aceleraría la hiperinflación que comenzó en noviembre de 2017 y aún no cesa: de acuerdo con la medición de la Asamblea Nacional en los últimos doce meses los precios acumulan un salto de 3.276%. Además, una inyección de bolívares presionaría al alza la cotización del dólar y los precios recibirían un impulso extra en los próximos meses. Síntesis Financiera considera que todo apunta a mayor gasto público: “Será inevitable e incluso imperativo que el gasto público aumente considerablemente para atender el sistema de salud y los planes de emergencia alimentaria, pero también para dar capacidad adquisitiva a una población que no tiene acceso a las necesidades básicas de higiene y alimentación. Es de esperar que en esta coyuntura aumenten de manera considerable los bonos de la patria”. Aparte de distribuir entre la población de menos recursos cajas de comida a precios subsidiados, el Gobierno reparte subsidios directos a través de bonos cuyos montos superan el salario mínimo. En lo que va de año ha distribuido seis bonos: Reyes, Tercer Aniversario, Patria Digna, Escolaridad, Carnavales y Marzo de Lealtad. Efraín Velásquez explica que “la creación de dinero para aumentar las transferencias tiene el problema del efecto que generan en la inflación y la cotización del tipo de cambio”. Otro elemento a considerar es que para aliviar el impacto de la paralización de actividades en las empresas, el Gobierno podría verse obligado a reducir los impuestos, con lo que tendría que recurrir a una mayor creación de dinero para cubrir el déficit de las cuentas públicas. “Es pertinente evaluar una reducción temporal de la presión fiscal para no extender la cadena de cierre de empresas y pérdidas de puestos de trabajo”, dice el reporte de Síntesis Financiera. Además, el Gobierno tendría a mano la posibilidad de permitir que los bancos aumenten el crédito disminuyendo el encaje, una medida que daría oxígeno a las empresas, pero también se traduciría en un aumento de la cantidad de dinero en la economía que presionaría al alza la inflación y la cotización del dólar. “Vemos inevitable que, entre los múltiples efectos de la llegada del COVID-19, se produzca un repunte inflacionario promovido por la escasez, el alza en el precio del dólar, la disminución de los ingresos fiscales y el repunte del gasto”, dice Síntesis Financiera. Las reuniones Por ahora la administración de Nicolás Maduro se centra en garantizar que las empresas del sector de alimentos y salud puedan operar sin mayores contratiempos para garantizar el abastecimiento. Tareck El Aissami, vicepresidente sectorial de Economía, se reunió el 15 de marzo con representantes de los laboratorios farmacéuticos y las empresas que producen materiales para clínicas y hospitales. El encuentro se centró en la necesidad de garantizar el suministro de productos esenciales para enfrentar el coronavirus, como antigripales, antibióticos, acetaminofén, guantes y tapabocas. Empresarios plantearon la necesidad de reducir el IVA, garantizar financiamiento en cantidades adecuadas, disminuir los aranceles para las importaciones de materias primas, garantizar el transporte de los trabajadores y un plan especial en las aduanas para nacionalizar rápidamente la mercancía. Tareck El Aissami se comprometió a brindar apoyo. En el encuentro con el sector de alimentos se creó una “comisión interministerial” que hará seguimiento constante al nivel de los inventarios y la fluidez en la distribución a los abastos y supermercados. Además, habrá apoyo para todo lo concerniente a los trámites de importación y seguridad para el transporte de carga por medio de efectivos de las Fuerzas Armadas. Todo apunta a que el impacto del coronavirus en la economía venezolana aún no ha llegado al punto máximo: la demanda de petróleo podría caer con más fuerza si Estados Unidos y Europa fracasan en evitar que la crisis de las empresas se traslade al sistema financiero y sus paquetes de estímulo no logran compensar el descalabro en la demanda. Al mismo tiempo, China, la segunda economía global, reportó un descenso de 13,5% en su producción industrial de enero y febrero. Otro riesgo en el corto y mediano plazo es que las interrupciones en las cadenas de suministro del comercio internacional compliquen las importaciones esenciales para garantizar el suministro de productos terminados y materias primas. Por ahora, la administración de Nicolás Maduro se ha concentrado en tratar de controlar la emergencia en la salud: está por verse qué hará en el minado terreno económico de Venezuela.
Tras decretar una cuarentena obligatoria que paralizó la actividad en
todas las áreas, salvo las imprescindibles, el vicepresidente de economía, Tareck El Aissami, anunció el plan del Gobierno para limitar el impacto del coronavirus en Venezuela: transferencias de dinero a los trabajadores, prohibición de realizar despidos, suspensión del cobro de alquileres, mayores plazos para el pago de los créditos a la banca y financiamiento a la producción. Además, el Estado asumió el compromiso de pagar la nómina de las pequeñas y medianas empresas que pidan ayuda. La alocución de El Aissami, quien habló el 25 de marzo desde el Palacio de Miraflores, la escuchó un país con empresas raquíticas tras seis años consecutivos de recesión; familias empobrecidas por la hiperinflación y un gobierno con muy pocos recursos por la caída de la producción petrolera y el descenso en el precio del barril: las arcas públicas están exhaustas y el déficit de divisas obliga a un severo recorte de las importaciones. El aislamiento social, si bien necesario para combatir la pandemia, profundiza la depresión de la economía con empresas apagadas por completo. Comercios cerrados y familias con menos dinero: según el estudio elaborado entre el 9 y el 27 de enero por la consultora Datos, 47 de cada 100 personas que trabajan lo hacen por cuenta propia o en el sector informal, es decir, no están en la nómina de ninguna empresa y mientras dure la orden de quedarse en casa no tendrán ingresos, salvo la eventual transferencia del Estado. La administración del mandatario Nicolás Maduro comenzó a depositarles a cuatro millones de trabajadores en el sector informal o por cuenta propia el bono “Quédate en casa” por 450 mil bolívares, unos seis dólares al tipo de cambio oficial que, con suerte, alcanzan para comprar un kilo de queso. Rafael Escalona tiene 71 años, vive en Caracas con su esposa y utiliza su camioneta para ofrecer un servicio de viajes al interior y al aeropuerto: “Como todo se ha reducido estaba haciendo cuatro viajes al mes al aeropuerto, por cada uno cobro 35 dólares; y tres viajes al mes a ciudades como Barquisimeto, Acarigua, San Carlos, que cada uno cuesta 250 dólares, pero tengo diez días sin ganar nada, mis clientes son ejecutivos de bancos y están encerrados en sus casas”. La cuarentena comenzó el 16 de marzo y el decreto de alarma que obliga al confinamiento dura hasta el 13 de abril, pero puede ser prorrogado por las autoridades. Rafael Escalona se muestra preocupado: “Tengo unos dólares que me alcanzan con esfuerzo para tres semanas, después algo habrá que hacer. ¿Quién puede comer con ese bono?”. Yolanda Martínez es manicurista, trabaja en una peluquería en el este de Caracas y no tiene salario fijo, cobra un porcentaje por cada cliente que atiende: “El bono es lo que gano por dos clientes, será muy difícil resistir una semana más”, dice. El Gobierno aseguró que cancelará la nómina de las pequeñas y medianas empresas que soliciten este auxilio, pero todo apunta a que la medida solo contempla depositarles a los trabajadores un salario mínimo y, gracias a distintas bonificaciones, los pagos en el sector privado cuadruplican esta cantidad. En un intento por disminuir la presión, Tareck El Aissami adelantó que dos millones de trabajadores del sector privado, fundamentalmente de las pequeñas y medianas empresas, recibirán el bono Quédate en casa “como complemento de nómina”. Estos desembolsos, si bien poco relevantes a nivel individual, impactan unas finanzas públicas en bancarrota: déficit fiscal de 10% del PIB, reservas internacionales en mínimos históricos, deuda externa en default, financiamiento internacional clausurado e ingresos en divisas mermados por el descenso de la producción petrolera al nivel más bajo desde 1945. Luis Zambrano Sequín, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, considera que la incidencia fiscal de las medidas obligará al Gobierno a crear dinero: “Dadas las condiciones en que se encuentran las finanzas públicas, es de prever que el Gobierno recurrirá a la emisión monetaria como vía fundamental de financiamiento de la expansión del gasto. El resultado no es difícil de deducir: mayor presión inflacionaria y depreciación del tipo de cambio. En las circunstancias actuales, no hay otra alternativa”. La inflación se aceleraría desde un nivel elevado: Macroconsultores precisa que el precio en dólares de una cesta de nueve alimentos básicos (harina de maíz, harina de trigo, pasta, aceite, leche en polvo, arroz, atún enlatado, azúcar y granos) aumentó 22% entre diciembre y febrero. A pesar de que los empresarios han pedido que se postergue el pago del impuesto sobre la renta, el Gobierno ha desestimado la solicitud. Fuentes del Ministerio de Finanzas explican que la decisión de no aliviar la carga tributaria busca no incrementar el déficit fiscal, porque de lo contrario habría que aumentar la creación de dinero. Sin financiamiento y asistencia internacional, luce imposible un plan de protección a la economía. Luis Zambrano Sequín afirma que “Venezuela no puede salir de este atolladero sin una importante ayuda internacional, masiva y rápida. La prioridad sigue siendo: reducir las restricciones externas y recuperar la producción petrolera. Pero, sin duda, hoy es más difícil avanzar en esta dirección de lo que era hace apenas dos semanas”. Remesas y salarios De acuerdo con Datos, 26 de cada 100 venezolanos reciben remesas y el impacto del coronavirus en las economías de Latinoamérica, Europa y Estados Unidos pone en riesgo la periodicidad y el monto a recibir este año. El Centro para el Desarrollo Económico de Perú realizó una encuesta el pasado 25 de marzo y determinó que un tercio de los venezolanos en ese país se quedó sin empleo y la mitad están en sus casas, en cuarentena, por lo que dudan que puedan mantener el empleo o cobrar los días no laborados. La CEPAL proyecta que este año caerá el PIB de América Latina y contempla un salto de diez puntos porcentuales en el desempleo de la región. Al mismo tiempo, las peticiones de ayuda por desocupación en Estados Unidos baten récord y Europa emite señales claras de recesión por la caída del turismo y la producción industrial. La inamovilidad laboral, decretada por el gobierno venezolano, no se traduce en un escudo mágico para los trabajadores del sector formal. Empresarios admiten que el efecto de la paralización de actividades en un flujo de caja muy golpeado por la recesión y la prohibición de realizar despidos, obligará a disminuir los beneficios extra que reciben los trabajadores, como compensaciones en dólares o ayudas para gastos de educación. Pequeños comerciantes, con pocas reservas para superar la emergencia, no ocultan el nerviosismo. Josué Ferreira tiene un negocio de venta de pollo en brasa en el centro de Caracas y explica que “no he podido abrir desde el 16 de marzo, la mayoría de mis clientes son trabajadores públicos que están en cuarentena”. “Tengo una deuda con seis proveedores que no sé cómo voy a pagar, yo dependo de las ventas para cubrir esos gastos, mi dinero personal no alcanza y lo estoy utilizando para pagarle la semana de salario a mis cinco empleados. ¿Cuando esto acabe los proveedores me seguirán enviando mercancía? Ya veremos”. La reestructuración La Superintendencia de Bancos emitió una resolución que obliga a las entidades financieras a reestructurar por seis meses el pago de los créditos otorgados a las empresas y comercios afectados por la cuarentena. “Los deudores podrán requerir la reestructuración de su deuda, a través de solicitud motivada, acompañada de un plan de pagos acorde con su capacidad financiera”, ordena la Superintendencia. No hay muchos préstamos para reestructurar. A fin de reducir la cantidad de dinero en la economía y contener el ascenso del dólar, el Gobierno obligó a las entidades financieras a disminuir los créditos, ordenándoles congelar como reservas la totalidad de los nuevos depósitos: el resultado es que al cierre de febrero de este año las entidades financieras solo destinaban al crédito uno de cada diez bolívares que gestionan, el mínimo histórico. El problema principal está en las sucursales de los bancos venezolanos en el exterior, que han entregado préstamos en dólares a empresas que no están generando ingresos: “Como hay una recesión, los créditos en dólares para capital de trabajo otorgado a la mayoría de las empresas venezolanas son de bajo monto. La Superintendencia de Venezuela no puede actuar en otros países, pero evidentemente vamos a tener que negociar con nuestros clientes”, dice el presidente de un banco mediano. Al mismo tiempo que obliga a los bancos a congelar como reservas la gran mayoría de los depósitos, el Gobierno quiere asegurar financiamiento en bolívares para las empresas de alimentos, farmacéuticas e industrias que producen artículos de higiene necesarios para combatir la epidemia. La firma Síntesis Financiera sostiene en su último reporte que se trata de una estrategia inconsistente: “No se anunciaron planes para reducir el encaje bancario, barrera fundamental para el otorgamiento de préstamos de todo tipo”. Otro escalón El pésimo estado de las refinerías, las sanciones de Estados Unidos y la falta de ingresos para costear importaciones han agravado la escasez de combustible, algo que amenaza con entorpecer la distribución de productos básicos. Además, de no corregirse en el corto plazo, la falta de combustible se sumará a los factores que disminuyen la posibilidad de que la economía recupere la poca actividad que tenía antes de la epidemia del coronavirus. La crisis que estalló en 2014 trajo una sofocante cotidianidad de empobrecimiento, desigualdad, la reducción del PIB a menos de la mitad y emigración. Tras el coronavirus, Venezuela podría descender a una “nueva normalidad” más precaria, con menos fuerzas para lograr que la economía salga a la superficie.