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Licenciatura:
Derecho
Grupo:
“D6G”
Asignatura:
Derecho Procesal Constitucional
Profesor:
Prof. Jorge Abdo Francis
Lugar y fecha:
Junio 2021. Villahermosa Tabasco
Ciclo: marzo-2021-septiembre-2021.
En México, las peleas de los pueblos nativos por la protección de sus territorios,
su soberanía, sus recursos naturales y su identidad cultural no son novedosas,
sino que iniciaron a partir del siglo XVI frente al proceso de conquista de España;
no obstante, lo cual sí puede considerarse nuevo, son muchas de las
problemáticas que hoy permanecen enfrentando dichas comunidades en el marco
del nuevo orden económico mundial. El progreso de la racionalidad mercantil
sobre los países nativos está impactando de manera negativa la vida de millones
de individuos, muchas de las cuales permanecen sufriendo más grandes despojos
de sus tierras y la devastación irreversible de sus recursos naturales.
Todo este grupo de acciones en muchas situaciones invade los países nativos y
desplaza a sus pobladores incrementando de manera exponencial la presión
sobre los delicados equilibrios en los cuales viven dichas poblaciones. Ello hasta
el punto de situar en peligro la vida de los pueblos nativos, donde se reúne la más
grande pluralidad cultural del territorio y una inmensa riqueza histórica.
Pese a los monumentales esfuerzos que realizaron los pueblos, a través de la
organización y la resistencia para poder hacer ser escuchados y tomados
presente, las elites económicas y las instituciones de la política han continuado
impulsando políticas y programas a partir del exterior de las sociedades, de
espaladas a sus intereses y sin oír sus voces. La escasa capacidad de incidencia
de los grupos nativos sobre los espacios de elección impide la controversia pública
sobre las afectaciones que padecen, cerrando de esta forma las posibilidades para
superar las condiciones de pobreza.
Ante todo lo anterior, queda claro que los pueblos nativos habrán de avanzar
defendiendo sus posiciones a través de la articulación de redes y del trabajo
político persistente.
Aun reconociendo los parámetros que poseen las estrategias de argumentación y
protección jurídica para el posicionamiento público y la concreción de los intereses
de los pueblos nativos, no parece adecuado renunciar a uno de los espacios de
debate donde se consiguieron relevantes adelantos. Nos referimos al derecho
mundial de los derechos humanos, donde la presión política de amplias redes de
pueblos de todo el planeta ha logrado el reconocimiento jurídico de derechos
específicos para sus sociedades, derechos que hoy tienen la posibilidad de ser
invocados al interior de los Estados para la custodia de sus países, recursos
naturales, defensa de derechos sociales, identidades culturales, patrimonio
genético, maneras de desarrollo y otros intereses y necesidades que son parte de
la agenda indígena.
En este trabajo hemos dirigido nuestro foco de atención hacia el derecho a la
consulta de los pueblos, con el objeto de examinar los probables alcances que
este derecho puede tener en nuestro sistema jurídico desde su reconocimiento por
medio del Pacto 169 de la Organización Universal del Trabajo y en otros
documentos jurídicos internacionales.
Ya que la interacción entre los pueblos nativos, el Estado y los poderes privados
se ha construido durante la narración de forma bastante desequilibrada
caracterizada por la imposición de proyectos, modelos de desarrollo y maneras de
vida, las sociedades nativos organiza provees han luchado, dentro del entorno de
los derechos humanos, para intentar cambiar su postura de desventaja.
Fue por medio del Acuerdo 169 de la OIT como estos derechos han adquirido más
grande fuerza vinculante en nuestro derecho interno. Es fundamental rememorar
que la Organización Internacional del Trabajo, que se constituyó a partir de 1919,
se preocupó en sus inicios por el caso de los trabajadores nativos. En 1957 adoptó
el Acuerdo 107 sobre la Custodia de las Poblaciones Nativos y Tribales, que ha
sido el primer instrumento Mundial en la materia.19 Treinta y 4 años más tarde,
Gracias a las fuertes presiones y críticas generadas por los propios pueblos
interesados y por ciertos sectores al interior de la Organización de los países
Unidad (ONU), se formó el Pacto 169 con objeto de cambiar el enfoque
integracionista que planteaba el acuerdo anterior.
Este nuevo Acuerdo parte del reconocimiento y la valoración de las diferencias,
rompe con la vieja tradición jurídica de asimilación de las comunidades y se
fundamenta en el reconocimiento de los pueblos nativos y tribales como sujetos de
derecho, como son el derecho a ejercer sus formas de organización política,
ejercer sus sistemas normativos, dictaminar sus maneras de desarrollo y custodia
de esas necesidades e intereses que permitan el fortalecimiento de sus
civilizaciones e identidades en los Estados en los cuales viven.
Por lo anterior, en el Pacto 169 se reconocen derechos a los pueblos tan
importantes como el de poder dictaminar sus propias prioridades en lo cual atañe
al proceso de desarrollo; el de propiedad y posesión sobre las tierras que común
mente ocupan; el de no ser trasladados de las tierras sobre las que se asientan o
el de custodia particular de sus recursos naturales. Entre todos ellos, el derecho a
la consulta tiene una particular relevancia. Esto, por una razón simple: si las
sociedades nativos no tienen la posibilidad de implantar un diálogo relevante con
las autoridades, por medio del cual sean informadas sobre los proyectos, medidas
legislativas o administrativas que logren afectarles, opinar sobre los mismos y
participar en su idealización, construcción, ejecución monitoreo, todos los demás
derechos reconocidos a los pueblos quedan en peligro de ser vulnerados. Por
esto, nuestra Comisión de Profesionales de la OIT ha considerado que la consulta
es la puerta de acceso a la custodia de todos los otros derechos. De esta forma lo
resaltó en un informe sobre Ecuador de 2007, en el cual indicó que “...las
posiciones sobre consulta, y en especial el artículo 6, son las posiciones
medulares del Pacto sobre las cuales reposa la aplicación de las otras
disposiciones”. En dirección semejante se pronunció la Corte Constitucional de
Colombia, la que al solucionar la situación de los Uwa’s resaltó que por medio de
la consulta se busca “...afirmar la custodia de la totalidad étnica, cultural, social y
económica de las sociedades indígenas que ocupan estos países, o sea, de los
recursos básicos que conforman su cohesión como conjunto social y que por
consiguiente son el sustrato para su subsistencia”.
Como se desprende de lo anterior, hablamos de un derecho que se encuentra en
estrecha interacción con el derecho a la colaboración, y de allí además su gran
relevancia, pues la colaboración es una condición sine qua non de cualquier
sistema democrático. Las primeras declaraciones de derechos lo reconocieron, y
hoy está integrado en los más actuales e relevantes artefactos y tratados
mundiales de derechos humanos. Por medio de este derecho se asegura que todo
individuo logre participar en la dirección de los asuntos públicos de su territorio a
través gubernamental o no para la obra de la voluntad estatal.
Los gobiernos deberán velar por que, constantemente que haya sitio, se efectúen
estudios, en cooperación con los pueblos interesados, con el propósito de evaluar
la incidencia social, espiritual y cultural y sobre el medio ambiente que las
ocupaciones de desarrollo previstas logren tener sobre aquellos pueblos.
En segundo sitio atrae destacar que estos órganos especializados han destacado
que el término de consulta desarrollado en el artículo 6o.
Los gobiernos deberán aceptar la responsabilidad de desarrollar, con la
colaboración de los pueblos interesados, una acción coordinada y sistemática con
miras a defender los derechos de aquellos pueblos y a asegurar el respeto de su
totalidad.
En otros términos, las consultas que se hagan a las sociedades indígenas tienen
que conducir hacia una toma de elecciones que sea compatible con los derechos
de los pueblos,54 incluyendo los que fueron establecido en el Acuerdo mundial de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En tercer sitio, aquellos mismos
órganos especializados han considerado fundamental entablar que la consulta que
los Estados tienen que realizar en las sociedades debería ser previa a cualquier
acto que decidan emprender, “...lo cual involucra que las sociedades dañadas
participen lo Previamente viable en el proceso, inclusive en la ejecución de
estudios de efecto ambiental”.
Por esto, la junta tripartito que analizó la situación de los Uwa’s concluyó que el
derecho a la consulta “...involucra la obligación de los Estados que hayan
ratificado el Pacto de consultar a los pueblos nativos con anterioridad a la
adopción o promulgación de cualquier medida legislativa susceptible de afectarles
de manera directa...”.
Inclusive podría decirse que los partidos que llevaron a cabo la modificación
constitucional en aquella situación actuaron en contra del primordial objetivo que
está detrás del derecho a la consulta, y que es el de tomar en consideración la
crítica de los pueblos y respetar sus intereses.
Esta falta de compromiso por parte del constituyente persistente con los tratados
mundiales fue imitada por el Poder Legislativo en México, quien teniendo la
obligación de armonizar la legislación interna con los acuerdos y tratados
ratificados no ha mostrado el menor interés por desarrollar, por medio de la
legislación secundaria, aquella ley que establezca el método de consulta que las
autoridades tienen que empren- der anterior a fomentar cualquier plan o medida
que logre influir a las sociedades nativos.
Esta falta de compromiso gubernamental mexicano con el derecho a la consulta
ya fue denunciada por diversas sociedades frente a diversos organismos de
Naciones Unidas, los cuales han instado al régimen mexicano para que respete el
artículo 6 del Acuerdo 169 y desarrolle instrumentos normativos adecuados para
consultar a los pueblos. El Consejo de Gestión de la Organización Internacional
del Trabajo pidió al régimen mexicano que realizara esfuerzos para superar la
emoción de exclusión manifestado por las sociedades en sus alegaciones frente a
la Organización Internacional del Trabajo, y que aplicara plenamente el artículo 6
del Pacto, estableciendo un mecanismo de consulta conveniente teniendo
presente al determinarlo los valores, concepciones, tiempos, sistemas de alusión,
e inclusive maneras de concebir la consulta de los pueblos nativos.60 En aquel
mismo sentido se pronunció en mayo de 2006 la junta de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, quien en las visualizaciones finales llevadas a cabo al
régimen mexicano instó Todo este grupo de reclamaciones y sugerencias, tanto
de las propias sociedades nativos como de diversos organismos internacionales
en temas de derechos humanos, presentan la urgente necesidad de empezar a
diseñar en México una herramienta correcto de consulta que sirva para asegurar
el derecho al que aquí nos hemos referido y todos esos que se ponen en juego
una vez que la consulta no se desarrolla.
Lo anterior no pasa en la mayor parte de las sociedades y pueblos nativos del
territorio. Pese a que el régimen ha firmado un grupo fundamental de tratados y
acuerdos de la más grande relevancia en materia indígena y ha producido una
reforma constitucional para integrar algunos de los derechos de los pueblos, las
sociedades siguen viviendo en situación de marginación, pobreza y exclusión.
Ante los pueblos nativos del territorio, el régimen mexicano continúa aceptando
una reacción discordante y contradictoria.