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RELIGION ANGLICANA

El rey Enrique VIII de Inglaterra fue quien dio comienzo a la iglesia anglicana en
su país, alejándose, para satisfacer sus deseos personales, cada vez más de la
Iglesia Católica provocando un cisma que dividió a los cristianos. A pesar de que
aun hoy pueden verse sus consecuencias, tanto la Iglesia Anglicana como la
católica trabajan en conjunto para lograr la tan anhelada unión. Se puede decir
con respecto al punto de vista religioso, que Inglaterra se encontraba en una
situación más bien próspera.

Florecía la piedad, la devoción cristiana y cierto misticismo, esto puede verse por
la cantidad de libros piadosos que se imprimían.

Pero la situación del estado eclesiástico, era bastante deficiente en todos los
ámbitos, ejemplo de esto son las actas del concilio de la sede primada de
Cantorbery de 1529 en donde se establecen castigos para los clérigos que
practicaban la simonía.

El bajo clero manifestaba una gran ignorancia y abandono de sus ministerios


sacerdotales, pero más escandalosos eran las lacras morales en el alto clero,
muchos obispos y altas dignidades solo buscaban las ventajas materiales,
entregaban su gobierno a otros subalternos para llevar ellos una vida mundana, en
la que abundaba toda clase de vicios. El Papa se negó decididamente a darle una
respuesta favorable, tratando por todos los medios de que en Inglaterra no se dé
un paso peligroso. Mientras tanto contesta el Papa a Enrique VIII, con respecto a
la amenaza del cisma “No es esto una proposición digna de vuestra prudencia y
religión”.

En marzo de 1530 prohibió a Enrique VIII contraer un nuevo matrimonio bajo pena
de excomunión y en 1531 prohibía al parlamento y otras autoridades inglesas a
resolver nada en el asunto del divorcio.

Ante esta actitud firme del Papa, el rey buscó por todos los medios que el asunto
fuera resuelto solo por el arzobispo de Cantorbery y su consejo, y para presionar
aún más a Roma, formuló claramente la amenaza de una ruptura de relaciones,
haciéndose declarar “jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra”. Clemente VII en el
consistorio de 11 de julio de 1533 condenó los actos realizados por Créanme,
anulando el casamiento de Enrique con Ana Bolean. Amenazó a los tres con la
excomunión si en el plazo de tres semanas no se arrepentían, después fue
postergado por algunos meses.

Enrique VIII a principios de 1534 hizo votar al Parlamento, estas tres leyes:
-en la elección de los obispos, el rey debía proponer el candidato, que luego sería
aprobado por el capítulo, sin intervención de Roma.

-Toda las tasas para el obispo de Roma (así sería llamado el Papa) quedaban
abolidas.

- Se prohibía a los obispos publicar ninguna ley sin la aprobación del rey.

Todo esto fue hecho antes de que llegara la sentencia final de Roma, por lo tanto
queda de manifiesto que el rey ya había resuelto definitivamente la separación.
Desde 1537 a 1540 se procedió a la supresión del resto de las casas religiosas, los
monasterios mayores. De este modo, fueron desapareciendo los más celebres
monasterios, que tanta gloria habían dado a las islas británicas, el 23 de marzo de
1540 fue entregada la última abadía, la de Waltham.

Con esto se ponía término al monaquismo en Inglaterra, de modo semejante se


procedió a la destrucción de imágenes, reliquias y santuarios, pues según se decía,
fomentaba la superstición. Tomás Cromwell, vicario del rey para los asuntos
religiosos, fue elegido para aplicar estas leyes y hacerlas cumplir.

Se obligó a prestar juramento a las leyes de sucesión y supremacía a todos, tanto


seglares como eclesiásticos.

Los religiosos y eclesiásticos debían de modo especial “jurar que reconocían casto
y santo el matrimonio de Ana y Enrique y que se obligaban a predicar que el
obispo de Roma, que en su bula usurpaba el nombre de Papa y se arrogaba la
primacía, no tenía jurisdicción en Inglaterra”.

A pesar de las duras penas que se impondrían a aquellos que se negaran a este
juramento, hubo muchos que se mantuvieron firmes a la Iglesia Católica y como
consecuencia merecieron el martirio.

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