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Primera morada: entrar

“La primera morada del tratado del Castillo Interior que escribe santa Teresa de Jesús es una
invitación a entrar dentro de nosotros mismos, para descubrirnos habitados por Dios.”
Claudia Morales Cueto

En estos tiempos en que debemos quedarnos en casa para reducir el contagio de Covid-19,
podemos aprovechar la oportunidad para trabajar en nuestro propio conocimiento y recorrer nuestros
espacios exteriores e interiores con una nueva mirada. Este texto tiene como intención darte pistas para
recorrer la primera morada.
Santa Teresa escribe el libro de Las moradas del Castillo interior en 1577, uno de los años más
difíciles de su vida. Cuenta con 62 años. A principios del año, en febrero, ha sufrido una crisis de salud
grave, por lo que el médico le ha indicado que dicte las cartas y escriba lo menos posible de su mano, por lo
que reserva sus esfuerzos manuscritos para asuntos confidenciales. Se encuentra recluida, a manera de
cárcel dice ella, en el convento de Toledo, debido a problemas derivados por la reforma descalza, como se
narra en el libro de las Fundaciones.
A finales de mayo de 1577, Teresa se alegra con una breve visita de su muy querido amigo el P.
Gracián quien pasa por Toledo rumbo a Madrid. Debido a que el libro de la Vida sigue retenido por la
Inquisición y, por tanto, sus enseñanzas no pueden compartirse, el P. Gracián le manda escribir un nuevo
tratado de oración, ahora desde la atalaya de la madurez espiritual.

El alma, castillo habitado por Dios

Santa Teresa, comunicadora por naturaleza, emprende esta tarea con gusto, a pesar de sus
dificultades de salud. Con el estilo directo que la caracteriza, Teresa de Jesús explica al inicio del
libro: “Estando hoy suplicando al Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo
comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún
fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal,
adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas” (1M1).
La imagen del alma o persona como castillo es el lugar simbólico donde se desarrollará toda la
historia. Cada una de estas moradas es un escenario ubicado en un lugar determinado del castillo,
delimitado especialmente por su cercanía al centro, donde habita el Rey, de donde sale toda la luminosidad
que va distribuyéndose por los aposentos. Teresa escritora comparte al lector que se ayuda de una
artimaña: “Diciéndose y dándose a entender de muchas maneras, sernos ha mucho consuelo considerar
este artificio celestial interior tan poco entendido de los mortales aunque vayan muchos por él” (1M2,7). 
Cada morada, como escenario, tiene características peculiares, que servirán como una herramienta para
simbolizar la historia de amor entre Dios y el alma, para poderlas recordar y transmitir también por medio
de la narración oral.

La puerta es la oración

La propuesta de estas clases/encuentros es entrar en nuestro propio castillo y acompañarnos en


este preoceso. Seguramente ella contaba esta historia de amor entre Dios y el alma al calor del fuego,
embelesando a las hermanas con los detalles de estos encuentros y los escenarios en donde ocurren.
En estas semanas en las que nuestros planes de trabajo, vacaciones, compras y ejercicio han sido
interrumpidos, podemos tener tiempo para retirarnos a nuestro interior y comenzar -o hacer más fuerte-
nuestra relación de amistad con Dios.
Fundamentos para entrar al castillo de la oración

 Primer fundamento

Todas las personas hemos sido criadas a imagen y semejanza de Dios: “basta decir Su Majestad que es
hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima” (1M1,1).
Antes de sentirnos frágiles y vulnerables ante un virus, quizá se nos había olvidado que todos los seres
humanos tenemos el mismo valor, la misma dignidad. Que las personas no valen más o menos por sus
posesiones, sus puestos o sus títulos. La pandemia es una oportunidad para reconocernos humanos y
hermanos.

 Segundo fundamento

“Es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor; y amar
una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa” (1M1,3).

La comunicación con Dios es posible, no está reservada a unos cuantos iluminados. Cada uno de
nosotros es un hijo amado del Padre, en quien Él se complace. Cada uno de nosotros estamos invitados a
vivir una historia de amor con Dios, que nos llevará a vivir con mayor alegría y plenitud, con el corazón
abierto a amar a los demás. El itinerario hacia el centro del castillo, en donde se dará la unión plena con
Dios, es aprender una nueva manera de vivir: es plantearnos la existencia en comunicación continua con
Dios.

 Tercer fundamento

La experiencia del amor de Dios que ha tenido santa Teresa en la oración la lleva a descubrir y
comunicar que “es de considerar que aquí la fuente y aquel sol resplandeciente que está en el centro del
alma no pierde su resplandor y hermosura que siempre está dentro de ella, y (ninguna) cosa no puede
quitar su hermosura” (3). Señala que si una persona peca, es como si se tapara el sol interior con una tela
muy negra: la luz no deja de brillar, pero se opaca su luminosidad. Así, propone nuestra Madre, ocurre con
las almas en pecado mortal, no reciben la luz de la gracia porque la han tapado con sus acciones
equivocadas. Dios nunca nos abandona. Conocernos a la luz de Dios nos ayuda a aceptar nuestras luces y
nuestras sombras; nuestras fortalezas y fragilidades; nuestros miedos, en esta época en la que todas las
seguridades han sido trastocadas.

 Cuarto fundamento

Santa Teresa es amiga de la libertad y enemiga de toda estrechura, por ello dice que “las cosas del
alma se han de considerar con plenitud, anchura y grandeza… que capaz es de mucho más que podemos
considerar” (1M2,8).  Considera en esta morada los caminos por los que Dios te ha llamado y cómo
experimentas la libertad.
Recursos
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Sería bueno, si no lo hicimos todavía, Establecer un tiempo diario para retirarte dentro de ti, a tu propio
castillo interior, para encontrarte con Dios.

Medita con las siguientes citas bíblicas:

 Proverbios 8,22-31. La sabiduría es el mismo espíritu de Dios y mi persona es el paraíso donde Él


tiene sus delicias.
 Génesis 1,26-30/2,5-7. El mismo Dios me creó a su imagen y semejanza. Él me infunde aliento de
vida.
 Isaías 12,2-6/60,1-7.19-22. Qué grande es en mí el Santo de Israel . Él me cubre de hermosura.

Escribe o dibuja tu propia historia de salvación, los momentos en los que Dios se ha hecho presente en tu
vida, de diferentes maneras.

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