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Caso Javier

Javier tiene 23 años. Vive con sus padres y su hermana menor. Estudia ingeniería industrial y
trabaja medio tiempo como administrativo. Está en pareja hace 4 años. Acude a consulta
refiriendo: “Intenté durante varios meses manejar lo que me pasa, pero me di cuenta de que
no puedo y necesito ayuda”. Cuenta que hace 7 meses, mientras viajaba en subte hacia la
facultad, comenzó a sentir palpitaciones repentinamente. Al principio no le dio importancia,
pero luego de unos minutos no cesaban y pensó que algo malo le estaba ocurriendo.
Inmediatamente después, comenzó a marearse, a transpirar y a sentir una gran presión en el
pecho. “Pensé que me moría ahí. Quería pedir ayuda, pero ni siquiera podía respirar”.

Finalmente logró bajar en la estación siguiente y recuperarse en pocos minutos. A partir de ese
momento, estos episodios se repiten con frecuencia. Refiere que suele experimentarlos varias
veces por semana, y en ocasiones, más de una vez en el día. Javier cuenta que comenzó a
viajar en auto con su novia para poder continuar con sus actividades, ya que no pudo volver a
tomar el subte después de lo ocurrido. Aunque agrega: “Muchas veces tengo crisis y no logro
identificar el motivo. Por ejemplo, me agarran en medio de la noche, mientras miro la tele en
casa o mientras estoy tomando algo con mis amigos. En esos casos no sé qué tendría que
hacer para evitarlo. Suelo pensar que estoy perdiendo por completo el control de mi cuerpo,
porque me agarran crisis de la nada o en momentos en que pienso que estoy tranquilo”.

Aunque no ubica haber experimentado episodios similares en el pasado, recuerda que cuando
iba a la escuela, con frecuencia sentía las manos transpiradas y dolor abdominal en clase.
Cuenta que su padre siempre fue una persona muy nerviosa. “Me acuerdo que de chico sentía
una tensión en el ambiente cuando él llegaba de trabajar. Siempre estaba como desbordado”.
Javier explica que se siente más seguro en compañía de sus padres o de su novia, porque ya
están al tanto de lo que le pasa y lo saben contener. “Muchas veces me siento tan agotado por
no poder relajarme cuando salgo, que prefiero quedarme. Intento hacerlo igual porque tengo
obligaciones, y porque no quiero perderme planes con mis amigos ni con mi novia, pero cada
vez me cuesta más. Tengo un miedo constante a sentirme mal, me cuesta pensar en otra cosa.
Termino perdiendo la atención en lo que hago y no logro disfrutar de nada”.

Javier no consume sustancias ni padece enfermedades médicas.

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