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MIGUEL DE CERVANTES

(Extractos del tema 9 del manual de Literatura española de 2º de BUP por


Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón. Madrid: Anaya, 1988; pp. 109-112)
Vida
Nació en Alcalá de Henares, en 1547. Con su familia vivió en Valladolid, Madrid y ciudades andaluzas. A
los veintidós años pasó a Italia como camarero del cardenal Acquaviva. Fue después soldado, y luchó
en Lepanto (1571) contra los turcos; una herida le dejó inhábil la mano izquierda. Cuatro años más
tarde, su barco fue apresado por los turcos. Permaneció cautivo en Argel cinco años (1575-1580), y su
vida corrió grave peligro en cuatro intentos de fuga. Fue rescatado por los frailes trinitarios, y se instaló
en Madrid.
A los treinta y siete años tuvo una hija natural, Isabel; y se casó con Catalina de Salazar; su convivencia
fue pronto imposible. Durante dos lustros recorre Andalucía como cobrador de rentas del Estado. La
claridad administrativa no era su fuerte, y en 1597 pasó tres meses en la cárcel de Sevilla, y se le
abrieron procesos, que no acabaron, hasta 1603, con su exculpación.
Se instala en Valladolid y publica el Quijote (1605). Por un asunto oscuro, en el que murió un hombre,
es encarcelado con su hermana y su hija. Los tres fueron absueltos. En 1608 se instalan pobremente en
Madrid. Un embajador francés que lo visita exclama: «¿A tal hombre no le tiene España muy rico y
sustentado del erario público?»
Murió el 23 de abril de 1616 (día en que también falleció William Shakespeare). Cuatro días antes,
había terminado la novela Persiles y Sigismunda.
Autorretrato
Cuando tenía sesenta y seis años publicó el siguiente autorretrato, en el prólogo de las Novelas
ejemplares, que nos compensa de no poseer ningún retrato pictórico suyo (los que se han tenido por
tales son falsos): «Este que veis aquí, de rostro aguileño; de cabello castaño; frente lisa y
desembarazada; de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que
no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes; la boca pequeña; los dientes ni menudos ni
crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen
correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color
viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; este digo que es el
rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha.»
Cervantes novelista
Pero si Cervantes ocupa un lugar de excepción en nuestra literatura, y en la mundial, es por sus dotes
excepcionales de narrador. Los géneros novelescos vigentes en su tiempo eran, re- cordémoslo, el
pastoril, el caballeresco, el picaresco y el bizantino. Cervantes afronta todos estos géneros (no cultivó
el morisco) con distinta actitud:

— Le seduce el pastoril, y respetando sus convenciones escribe su primera novela: La Galatea


(1585).

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— Aborrece los libros de caballerías (por mentirosos y desaliñados), y contra ellos publica el
Quijote (1605 y 1616).
— Tampoco le gustan las novelas picarescas, porque ofrecen una imagen rencorosa de los
hombres, sobre todo el Guzmán de Alfarache. Pero le atrae el realismo que el Lazarillo ha
aportado. Por ello, escribe una amable novela sobre pícaros, pero que no es picaresca:
Rinconete y Cortadillo (1613).
— Ajustándose al modelo bizantino, como la que será su obra póstuma: Los trabajos de Persiles
y Sigismunda (1617).
•Aún lleva más lejos su curiosidad experimental: introduce en España un género de amplia difusión en
Italia: el relato novelesco corto. Y, a tal fin, publica las Novelas ejemplares (1613).
•Cultiva, pues, simultáneame, los géneros «realistas» y «no realistas». Pero, en estos (Galatea, Persiles,
varias de las Novelas ejemplares), busca siempre la verosimilitud. Su estética era incompatible con las
fantasías habituales en tales géneros. Por eso, hallamos su verdadera genialidad en las obras de
carácter realista: el Rinconete y, sobre todo, en el Quijote.
La Galatea
Es, lo hemos dicho, su primera novela, y la publica a los treinta y ocho años. El género pastoril, que
como sabemos introdujo en España Jorge de Montemayor, y que es característicamente renacentista,
atrajo lo más noble del alma de Cervantes, y lo estimó siempre por su alta idealización del amor. Aun
en su lecho de muerte prometía escribir una segunda parte de La Galatea.
Novelas ejemplares
Habrán de pasar veinte años antes de que Cervantes vuelva a escribir novelas (procesos, cárcel). En
1605 publica la primera parte del Quijote, y empieza a componer relatos breves, que, en 1613, reúne
en un volumen con el título de Novelas ejemplares.
•Al frente de dicho volumen, el autor se jacta de ser «el primero que ha novelado en lengua
castellana». Con ello se refiere a que ha sido el primero en escribir lo que, en Italia, llamaban novella:
un tipo de narración corta, en que se desarrolla un argumento que transcurre en poco tiempo, pero
con un estudio circunstanciado de los personajes y ambientes (a diferencia del cuento, que narra
escuetamente una peripecia).
•De las doce novelitas, hay unas en que domina la imaginación idealista (más italianizantes, por ello),
como La española inglesa; y otras de observación realista, entre las que destacan El coloquio de los
perros, El licenciado Vidriera, El celoso extremeño y, sobre todo, Rinconente y Cortadillo.
•Muchas de las cosas que, en esa y en otras de las novelas, se cuentan distan de ser ejemplares. El
autor justificó el título diciendo que todas ofrecían algún provecho moral. Pero, sin duda, se trató de
un ardid para atraerse la benevolencia de los censores. El éxito del libro fue tal, que sólo en siglo XVII,
incluyendo las traducciones, fue impreso sesenta veces.

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Los trabajos de Persiles y Sigismunda
Es, lo hemos dicho, su última obra. Cervantes adopta las convenciones del género bizantino
(naufragios, secuestros, peligros, azar que salva a los protagonistas, tierras extrañas…), pero procura
que todos los trances sean creíbles, firme en su aborrecimiento de la desmesura imaginativa y de la
mentira novelesca.
•En este largo relato, Persiles, heredero del reino de Tule (Islandia), y Sigismunda, hija de un rey, están
enamorados, y sufren persecuciones y prisiones —«trabajos»—, hasta que se reúnen en Roma,
donde se casan.
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Su propósito
Es la obra cumbre de nuestra literatura, editada cientos de veces, y traducida a todas las lenguas cultas
del mundo. Las dos partes de que consta se publicaron en 1605 y 1616.
•Le sugirió la idea inicial un Entremés de los romances anónimo, en que un ignorante labrador pierde la
razón leyendo el Romancero viejo e intenta imitar las hazañas de aquellos héroes. Tal vez Cervantes
se propuso escribir una novela corta para ridiculizar las novelas de caballerías. Pronto se dio cuenta
de que su idea no cabía en aquel modesto marco y, manteniendo el propósito ridiculizador, le dio el
desarrollo que el tema merecía.
•El autor afirma: «No ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y
disparatadas historias de los libros de caballerías.» En efecto, el auge de estos era enorme, y no sólo
entre el pueblo inculto. Pero eran muchos los humanistas y moralistas que los condenaban, porque
inclinaban al ocio, excitaban a una fantasía irresponsable con sus inverosímiles aventuras, y estaban
mal escritos. Cervantes era de esa opinión.
•Para combatirlos y mostrar sus mentiras, hace que un hidalgo enloquezca leyendo tales libros, pero
que, en su locura, haga suyos los ideales de los caballeros andantes. Y lo lanza a la vida real de
España —Castilla, Aragón, Cataluña—, para someterlo a la prueba de la verdad: todas las aventuras
que don Quijote emprende, con el más puro espíritu caballeresco, acaban desastrosamente. Son
falsas, por tanto, las desmesuradas hazañas que contaban el Amadís y sus sucesores.
•El hidalgo entra en contacto con múltiples ambientes y tipos de la vida española de su tiempo; y ello
permite que el novelista trace un panorama maravilloso de aquella realidad social y exprese su
propia visión del mundo con una amplitud que desborda el mero proyecto de poner en la picota los
libros de caballerías.
Argumento
La acción principal está constituida por tres viajes o salidas que realiza don Quijote. Las dos primeras se
relatan en la primera parte, y la última en la segunda.
•El caballero manchego don Alonso Quijano, llamado por sus convecinos el Bueno, enloquece leyendo
libros de caballerías. Concibe la idea de lanzarse al mundo con el nombre de don Quijote de la
Mancha, guiado por los nobles ideales de Amadís o de Palmerín: deshacer entuertos, proteger a los
débiles, destruir el mal, merecer a Dulcinea (que es una fregatriz, Aldonza, idealizada por él, y que
nunca aparece en la novela). Con armas absurdas y un viejo caballo, Rocinante, sale por la Mancha, y
se hacer armar caballero en una venta que imagina ser castillo, entre las burlas del ventero y de las

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mozas del mesón. Libera a un muchacho a quien su amo está golpeando por perderle las ovejas (pero
apenas se marcha, prosigue la paliza). Unos mercaderes lo golpean brutalmente; un conocido lo
recoge y lo devuelve a su aldea. Ya repuesto, convence a un rudo labrador, Sancho Panza,
ofreciéndole riquezas y poder, para que lo acompañe en sus aventuras. Y siempre sale mal parado:
lucha contra unos gigantes… que no son sino molinos de viento; es apaleado por unos recueros; da
libertad a unos criminales, que luego le apedrean, etc. Sus amigos, el canónigo y el barbero, salen en
su busca, y lo traen engañado a su pueblo, metido en una jaula, dentro de la cual sufre
pacientemente la burla de sus vecinos.
En la segunda parte, don Quijote, obstinado en su locura, sale otra vez acompañado de Sancho
Panza, de quien ha de sufrir la bellaquería de querer hacerle creer que una rústica que viene
montada en un asno es Dulcinea. En sus correrías por tierras de Aragón, llegan a los dominios de
unos duques, que se burlan despiadadamente de la locura del señor y de la ambición del criado.
Mandan a este como gobernador a uno de sus estados; Sancho da pruebas de un excelente sentido,
pero cansado de la vida palaciega (organizada en son de burla por los duques) se vuelve a buscar a
don Quijote. Tras constantes aventuras, marchan a Barcelona, y allí es vencido por el Caballero de la
Blanca Luna, que es su amigo Sansón Carrasco disfrazado así para intentar que don Quijote recobre
su cordura. Sansón Carrasco, vencedor, le impone la obligación de regresar a su pueblo. El caballero,
física y moralmente derrotado, vuelve al lugar y allí muere cristianamente después de haberse
curado de su locura.
El Quijote de Avellaneda
En 1614, un año antes de la publicación de la segunda parte del Quijote, apareció en Tarragona una
continuación apócrifa de la primera. Se declaraba su autor el licenciado Alonso Fernández de
Avellaneda, natural de Tordesillas (Valladolid). En este libro, llegan a la aldea de don Quijote unos
caballeros, que van a Zaragoza a participar en unas justas. Uno de ellos es don Álvaro Tarfe, que se
aloja en casa del hidalgo. Este marcha también a participar en el torneo, acompañado de Sancho y
haciéndose llamar el Caballero Desamorado, porque ha renunciado a Dulcinea. Don Quijote gana el
premio y regresa. En Alcalá y en Madrid le suceden increíbles aventuras. Sancho se queda en la última
ciudad sirviendo a un marqués. Por último, Tarfe hace recluir al caballero en el manicomio de Toledo.
•Se ignora quién se ocultó bajo el seudónimo de Avellaneda. Era, sin duda, amigo de Lope de Vega y
feroz adversario de Cervantes, de quien se creyó injuriado. Su obra es meritoria y a ratos divertida,
pero ni de lejos resiste la comparación con el original. Cervantes sufrió mucho con este incidente, y,
al publicar su segunda parte, arremetió justamente contra su émulo.
Trascendencia del Quijote
El Quijote tuvo un éxito fulminante, pero, en el siglo XVII, se leyó simplemente como un libro
humorístico que se burlaba de los libros de caballerías.
•En el siglo XVIII se le considera ya como obra clásica y como modelo de lenguaje. Los españoles
empiezan a sentirse orgullosos de la novela, que varios escritores europeos —ingleses, sobre todo—
imitan, y que la crítica extranjera sitúa entre las grandes creaciones del ingenio humano.
•Con el Romanticismo del siglo XIX, aumenta aún la fama internacional de libro. El caballero manchego
es convertido en símbolo del hombre que lucha por su verdad contra el mundo.

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•Desde entonces, las interpretaciones del Quijote se suceden: filósofos, historiadores de las ideas,
críticos y políticos intentan desentrañar sus complejos mensajes.
•El hidalgo encarna el impulso ideal que, en el corazón del hombre, convive con el tosco sentido común
representado en la novela por Sancho Panza. A don Quijote lo mueven la fe en la justicia, el ansia de
libertad, el valor y el amor. Sancho, rústico y glotón, no entiende tales idealidades; pero, poco a
poco, la fidelidad a su señor le hace participar de aquella bondad de espíritu y anhelo de bien. Así, se
ha podido hablar de la progresiva quijotización de Sancho.
Su lenguaje
Con el Quijote, la prosa española alcanza su cumbre. No posee un estilo uniforme: es admirablemente
polifónico. Resuenan en él, combinándose, todos los estilos que había creado la prosa del
Renacimiento, a veces bajo la forma de parodia o imitación burlesca. Y es admirable la riqueza
polifónica con que se expresan sus múltiples personajes, caracterizados por su modo de hablar y según
las circunstancias en que hablan. En ese magno concierto de estilos, característico de la novela
moderna, se oyen las voces de la ciudad y de la aldea, de los cabreros y de los aristócratas, de mozas
de partido o de clérigos, de la más noble retórica o del dicterio más vulgar… Y, sobre todo, la infinidad
de tonos de don Quijote, según sea su talante, y la expresión sensanta y cazurra de Sancho, tan amigo
de los refranes.

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