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De las comunidades europeas a la Unión Europea.

Solo en 1947, después de la segunda guerra mundial y con la formación de


numerosas organizaciones europeísticas, logró constituirse un Comité de Coordinación
de los Movimientos para la Unidad Europea integrado por el Movimiento Europa Unida
(de Churchill), la Unión Europea de Demócratas Cristianos y el Movimiento Federalista
Europeo. Este comité convocó en La Haya al Consejo de Europa, entre el 7 y 10 de
mayo de 1948, y allí se enfrentaron tres tendencias que luego adquirirían una
importancia significativa en el proceso de integración europea:

* Los unionistas o partidarios de la Confederación, que se orientaban hacia


una Unión Europea basada en mecanismos de cooperación intergubernamental, pero
sin menoscabo de la soberanía nacional absoluta;

* El federalismo, que se apoyaba en el Movimiento Federalista Europeo


fundado por Altiero Spinelli, que sostenía que sólo una Federación de Estados era capaz
de garantizar una unificación duradera de Europa Occidental. Para los federalistas, el
desarrollo económico y democrático y la posibilidad de contribuir eficazmente a las
soluciones de los problemas mundiales debían partir de una efectiva limitación de las
soberanías nacionales a favor de la conformación de instituciones federales europeas.
Para eso era necesario convocar a una Asamblea Constituyente Europea, de manera de
involucrar en forma directa a la opinión pública en la construcción europea.

La confederación presenta organismos de coordinación, sin poderes de decisión


autónomos, los Estados siguen reteniendo el poder, en consecuencia, la toma de
decisiones en el ámbito de la confederación exige la unanimidad.

La federación, por su parte, implica el ejercicio de un verdadero poder por parte


de las autoridades de la federación, un poder que se impone a los Estados miembro y la
regla de la mayoría es la característica de este tipo de sistema, constituyendo un
“superestado” con relación a los Estado miembro.

* Una tercera corriente, la Funcionalista, cuyo máximo referente fue Jean


Monnet, compartía la idea de los federalistas acerca de la superación del concepto de
soberanía absoluta, pero entendían que, para superar las resistencias y oposiciones
nacionales, era oportuno recurrir a una estrategia de desarrollo gradual. Esta
estrategia estaría en manos de instituciones parcialmente independientes de los
gobiernos nacionales, quienes se encargarían de cooperar en determinados sectores o en
funciones limitadas de la vida estatal, de modo de realizar una progresiva y casi
indolora transferencia de materias de soberanía nacional a favor de las nuevas
instituciones creadas.

Observando detenidamente las distintas etapas por las que transitó el proceso de
integración europea, se constata que ninguna de las tres tendencias se ha manifestado en
forma excluyente.

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