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EL CRISTIANISMO Y LAS RELIGIONES - BIBLIOGRAFÍA

- Linder, R., El futuro cristiano en el mundo de las religiones, Verbo Divino, Estella
(Navarra) 1985.

- Juan Pablo II, Redemptoris Missio. Sobre la permanente validez del mandato misionero,
1990 (sobre todo cap. IV y V).

- Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y Congregación para la Evangelización,


Diálogo y anuncio, Roma 1991.

- Samuel, Albert, Para comprender las religiones en nuestro tiempo, Verbo Divino, Estella
1994.

- Esquerda Bifet, Juan, Hemos visto su estrella. Teología de la experiencia de Dios en las
religiones, BAC, Madrid 1996.

- Poupard, P., Diccionario de las religiones, Herder, Barcelona 1997.

- Amaladoss, Michaël, El evangelio al encuentro de las culturas. Pluralidad y comunión de


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- Dhavamony, Mariasusai, Teología de las religiones. Reflexión sistemática para una


comprensión cristiana de las religiones, S. Pablo, Madrid 1998.

- Basset, Jean-Claude, El diálogo interreligioso, DDB, Bilbao 1999.

- Dupuis, Jacques, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Sal Terrae,
Santander 2000.

- Congregación para la doctrina de la fe, Dominus Iesus. Sobre la unicidad y la universalidad


salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, Roma 6 – 8 – 2000.

- Fedou, Michel, Las religiones según la fe cristiana, DDB, Bilbao 2000.

- Rodríguez Carmona, Antonio, La religión judía. Historia y teología, BAC, Madrid 2001.

- Guerra Gomez M., Diccionario enciclopédico de las sectas, BAC, Madrid 2001.

- Küng, Hans, En busca de nuestras huellas: la dimensión espiritual de las religiones del
mundo, Madrid 2004.

- Comisión Episcopal Española de Enseñanza y Catequesis, La religión y las religiones,


Edice, Madrid 2004.

- Self, David, Enciclopedia de las religiones del mundo, S. Pablo, Madrid 2010.

- Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, El testimonio cristiano en un mundo


multireligioso, Edice, Madrid 2013.

- García Peláez R., “Un camino de muchas vías”. El pluralismo inclusivo como aportación
de Jacques Dupuis y Claude Geffré a la Teología cristiana de las religiones, UPSA,
Salamanca 2015.
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1. LAS RELIGIONES EN NUESTRO TIEMPO. CONSIDERACIONES


GENERALES

Por los datos arqueológicos que nos permiten conocer al hombre desde su inicio
sabemos que el hombre es un “animal religioso”. Más bien, desde que hay inteligencia y
humanidad en los primeros homínidos sabemos que en su cultura hay signos religiosos.
De lo que podemos deducir que hombre y sentido de Dios y de la trascendencia han
nacido juntos.

Además, las religiones, lejos de extinguirse, podemos decir que hoy gozan de buena
salud. No sólo hay una permanencia de lo religioso en toda la historia humana, sino que
hoy, en el mundo de la técnica y la ciencia, tiene signos de despertar en muchos
ambientes de nuestro planeta y de nuestras sociedades avanzadas. Hay sociólogos que
comprueban y hablan de un “retorno a lo religioso”.

Históricamente las religiones han ocupado un lugar decisivo en la vida de las


personas y también de relevancia social. Sin duda, ha ejercido gran influencia no sólo en
el ámbito privado, sino también público, económico, político y social. Por ejemplo, el
filósofo y sociólogo Max Weber sostiene la famosa tesis de que las corrientes de ideas
religiosas surgidas de la Reforma protestante incidieron, sin pretenderlo, de forma
determinante en el surgimiento del capitalismo en Occidente1. Sobre todo calvinismo y
puritanismo crearon un hombre ascético, austero, cuyo trabajo es considerado bendición
de Dios, y por tanto buen administrador del mismo y del ahorro, que acumula capital y
no derrocha en placeres mundanos.

Las religiones y movimientos religiosos tienen hoy una incidencia enorme en la


realidad socio-económica y política, pero también cultural, pues influyen en el modo de
vida, las decisiones y el destino de los pueblos. En la actualidad, las religiones gozan de
una vasta presencia en todo el planeta, pues tienen una capacidad de convocación de
potencial humano que ninguna otra organización es capaz de aglutinar como fuerza
social. “Cerca de las cuatro quintas partes de la población mundial hoy está adscrita a
algún movimiento religioso … Las personas no religiosas suman en torno al 20%.
Alrededor de la cuarta parte de los estados del mundo mantiene vínculos formales con
una religión. Las religiones trascienden las propias creencias, contribuyen a la
formación de las culturas, y siguen influyendo en los comportamientos, las actitudes
personales, las decisiones colectivas de los pueblos y la esfera internacional, tanto en
situaciones de conflicto como en las iniciativas de paz”2.

Hoy nadie duda de que, recogiendo lo mejor y más noble de sus caudales de
sabiduría y espiritualidad, superando sectarismos y fundamentalismos, las religiones
contribuyen a las mejores causas a favor de toda la humanidad: luchan por el respeto a
la vida y el bien común de los pueblos, respetan y piden respeto por los derechos
humanos, la justicia; promueven de forma muy eficaz soluciones a la pobreza y
subdesarrollo, favorecen la no violencia y la paz y cuidan la preservación del medio

1
M. Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Fondo de cultura económica, Mexico 2003.
2
J. J. Tamayo, Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo, Herder,
Barcelona 2011, 28.
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ambiente. Las religiones, a pesar de que a veces han sido causa de guerras, son caudales
de vida y bienestar para la familia, la humanidad y la sociedad. De lo mejor de su
esencia brotan nobles ideales y aportaciones para la vida, la justicia, la no violencia y la
paz.

1.1. Las religiones tienen vida

Las grandes religiones siguen vivas, el número de sus adeptos no baja. Al menos la
evolución del número de adeptos ha seguido el aumento demográfico, con lo cual ha
crecido considerablemente. La mayoría de las diversas religiones gozan de buena salud
en número de seguidores y su número ha aumentado en todo el mundo. En los países
con anteriores regímenes comunistas la religión se ha revitalizado a una velocidad
sorprendente como muestran los casos de Rusia y China.

No existen hasta la fecha unas estadísticas fiables del número de seguidores de las
religiones del mundo. Cada religión suele aportar sus propios cálculos estimativos, que
a menudo suelen sumar seguidores sin criterios demasiado científicos, tales como
geografía, ritos tempranos de iniciación (bautismos, etc.) o la pertenencia familiar. En la
siguiente estadística se muestra el cálculo estimativo aportado por las diferentes
religiones. A falta de datos actualizados, aquellas que no han hecho públicos sus
cálculos muestran aquí el recopilado en el sitio adherents.com, dependiente de una
organización cristiana evangélica estadounidense.
Algunos datos aproximativos:
Entre 1946 y 2000, los cristianos pasaron de 700 millones a 1.500. En el año 2011
las estadísticas eran las siguientes:
 Cristianismo: 2.100 millones
 Islam: 1.300 millones
 Hinduismo: 900 millones
 Religión tradicional china: 394 millones
 Religiones indígenas: 300 millones
 Budismo: de 150 millones
 Religiones afroamericanas: 100 millones
 Espiritismo: 15 millones
 Judaísmo: 14 millones
 Baha'i: 5 millones
 Gnosticismo: 6 millones
 Jainismo: 4,2 millones
 Shintoísmo: 4 millones
 Caodaísmo: 4 millones
 Zoroastrismo: 2,6 millones
 Tenrikyō: 2 millones
 Neopaganismo: 1 millón
 Unitarismo universalista / Unitarismo + Universalismo: 0,8 millones
 Rastafarianismo: 0,6 millones
 Secularismo/agnosticismo/ateísmo: 1.100 millones

El cardenal Walter Kasper, nos da sobre la Iglesia católica los siguientes datos:
“Todas la Iglesias cristianas suman aproximadamente un 33% de la población mundial.
La Iglesia católica comprende, con casi 1.200 millones, aproximadamente la mitad de
los cristianos en su conjunto, por lo que es la iglesia cuantitativamente mayor.
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Comparativamente, hay aproximadamente 800 millones de protestantes,


aproximadamente 260 millones de Ortodoxos y aproximadamente 80 millones de
Anglicanos. Casi la mitad de todos los católicos vive en América Latina; un cuarto
escaso, en Europa; en África, algo más del 15%; en Asia, algo más del 10%, y en
Australia y Oceanía, menos del 1%.

Los números por sí solos dicen poco. Sólo resultan esclarecedores si se


consideran en el contexto de una evolución a largo plazo. A comienzos del siglo XX,
había en el mundo 266 millones de católicos; hoy, hay casi 1.200 millones. Por tanto,
desde la perspectiva mundial, la Iglesia católica no está en absoluto reduciéndose y,
menos aún, muriéndose; está en proceso de crecimiento. Los mayores índices de
crecimiento corresponden a África y a Asia. A comienzos del siglo XX, sólo un 25% de
los católicos vivía fuera de Europa; al final del siglo, sólo un escaso 25% de los
católicos vivía en Europa. En el siglo XX, la Iglesia católica fue puesta, en sentido
geográfico, literalmente patas arriba. Europa, el antiguo núcleo geográfico de la
Cristiandad, es ahora un centro de preocupación.

La situación en Europa no es, ciertamente, uniforme. Se ha de diferenciar el


Norte, sobre todo protestante, del Sur, que es sobre todo católico; la Europa occidental,
fuertemente secularizada, de la Europa del Este, con países fuertemente impregnados
por la Ortodoxia. De los países tradicionalmente católicos de Europa occidental, Francia
está marcada ya desde hace mucho por el laicismo. En la Alemania de las dos
confesiones, los números de las dos grandes Iglesias van en retroceso desde la Segunda
Guerra Mundial; actualmente, alrededor del 60% de los alemanes pertenece, mitad y
mitad, a una de las dos iglesias. En pocos años quedarán justo la mitad de ellos. Irlanda
ha experimentado en los últimos dos decenios un descalabro dramático; también en
España y, en menor medida, en Italia, la influencia de la Iglesia católica ha disminuido.
Polonia es el país donde la Iglesia ha mantenido más fuertemente su carácter nacional,
pero incluso allí se aprecian evidentes influencias del secularismo desde el derrumbe del
régimen comunista. Las regiones más descristianizadas de Europa son Chequia y la
antigua Alemania Oriental.

En el ámbito del mundo occidental, los Estados Unidos de América, debido a su


influencia universal, juegan un papel importante. La Iglesia católica es, con casi 70
millones, la comunidad eclesial más grande con diferencia. A ella pertenece el 22% de
los estadounidenses. Estados Unidos echa por tierra, desde hace tiempo, la tesis por la
cual la investigación científico-técnica debe conllevar, casi naturalmente, la
secularización. Aún hoy, en comparación con Europa, las cifras de asistencia regular a
la iglesia, son en Estados Unidos relativamente altas. Si los católicos estadounidenses
provenían tradicionalmente de la inmigración europea, hoy aproximadamente un tercio
son latinos provenientes de América Central y América del Sur, que con su charismatic
Catholicism (Catolicismo carismático) han transformado el rostro, hasta ahora blanco-
europeo, de la Iglesia Católica. Lo cual es un indicio más de que el peso del Hemisferio
Sur en el catolicismo universal ha crecido.

La Iglesia Católica en América Latina, a partir del Concilio Vaticano II, con su
opción preferencial por los pobres, se ha implicado en una dirección que ha creado
escuela más allá de América Latina. En contextos a menudo de extrema pobreza y de
injusticia social, las iglesias pentecostales suponen un reto grande. La Iglesia en el
África subsahariana crece vertiginosamente. Mientras que a comienzos del siglo XX en
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África subsahariana había menos de dos millones de católicos, 100 años más tarde eran
185 millones. A pesar de los graves problemas derivados de la pobreza, el SIDA y los
conflictos étnicos e interreligiosos, la Iglesia Católica en África es una Iglesia dinámica,
joven y vital. Hay países (como Congo o Burundi) en los que los católicos constituyen
más del 50% de la población.

El gran reto del tercer milenio será Asia. Y no sólo por la creciente importancia
económica y política de Asia, sino por el hecho de que el Cristianismo, hasta ahora (a
excepción de la situación especial de Filipinas) no ha conseguido penetrar demasiado en
estos países marcados por las grandes religiones asiáticas y por el Islam (Indonesia,
Pakistán, Afganistán, Malasia, Asia Central y otros). Por el contrario, Corea del Sur es
un ejemplo claro de que la semilla del Evangelio puede caer en tierra buena, en un país
marcado por una antigua tradición asiática y que es, a su vez, muy desarrollado
técnicamente. Mientras la Iglesia en Japón se estanca, el número de católicos en Corea
crece, especialmente entre profesionales y estudiantes. En China, desde la llegada del
comunismo al poder en 1949, el número de los católicos (las así llamadas Iglesia
popular e Iglesia clandestina en su conjunto) se ha cuadruplicado hasta los actuales 12
millones (el 1% de la población). De modo que se tiene la esperanza de que también
allí, como antes en Corea, la sangre de tantos mártires vendrá a ser semilla de nuevos
cristianos”.

Las religiones sobreviven incluso en los Estados que las niegan. Hemos visto como
después de 75 años de estados comunistas ateos, perseguidores de la religión, ésta no se
ha extinguido, sino que tiene un nuevo florecer en todos los países del Este europeo. En
pleno comunismo, la tercera parte de Estonia era católica, en Lituania se bautizaban la
mitad de los niños, en la antigua URSS no se destruyó la Ortodoxia, y se incrementaba
la religión musulmana, incluso entre los que se declaraban no creyentes. En la URSS
además aumentó con mucha fuerza el número de sectas; en China aumenta
considerablemente el número de católicos, que ya suman varios millones, etc.

Las religiones afirman su presencia en el centro de la modernidad. Aprovechan cada


vez más los medios de comunicación social y están más presentes en ellos. Las
reuniones religiosas forman parte de los grandes acontecimientos de la humanidad y
reúnen a masas enormes; en algunos países muchos de los personajes más valorados en
la sociedad son líderes religiosos. La edición de obras religiosas está en auge. Lo
religioso forma parte de la cultura del lector contemporáneo; un ejemplo: se publican
10’5 millones de ejemplares de la revista “Atalaya” en 53 lenguas de los Testigos de
Jehová.

Además de las grandes religiones, en el mundo moderno nacen y se multiplican


otras religiones y sectas. Nacidas sobre todo en EEUU se extienden con fuerza en
Europa, en Africa y en América Latina, desde los campesinos más pobres a los
intelectuales y científicos (véase esoterismo, astrología, cienciología). Ej. Kenia, hay 20
millones de habitantes, y 800 Iglesias o sectas con líderes carismáticos a la cabeza. En
Francia se calculan en 4 millones de personas los que practican el ocultismo.

Lo religioso se mete con facilidad en política. Recordemos el recurso a Dios que


hicieron en la guerra (santa) de Irak Busch y Ben Laden. Es un extremo, además muy
problemático, en la forma de invocar a Dios para matar a miles de personas inocentes,
pero hay que admitir que la política tiende siempre a servirse de lo religioso y que la
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religión también cae muchas veces en la tentación de servirse de la política para


conseguir sus fines. Asistimos perplejos hoy a totalitarismos religioso-políticos, sobre
todo en países musulmanes, pero también se da en un ala muy fuerte del judaísmo
actual. Seduce también a algunas sectas protestantes que en EEUU llegan al poder e
imponen su ley en un Estado. Reagan llamó a la URSS “el gran Satanás”, apelativo que
a su vez aplicaba el ayatollah Jomeini a EEUU. Es una contaminación religiosa en lo
político que va más allá de las palabras, de ahí por ejemplo la “guerra santa” actual de
Afganistán.

1.2. Causas de una vuelta a lo religioso

Si hemos de considerar las causas del despertar religioso en nuestro tiempo


podemos señalar las siguientes:

1º/ El fracaso de la ideología de un progreso indefinido como erradicación de todos los


males causa decepción y desconcierto. El colapso ecológico del mundo moderno es uno
de los mayores acusadores de que no se progresa en una dirección acertada. Pero lo
mismo sucede con el paro, el endeudamiento escandaloso de los países pobres (que
contienen la mayoría de la humanidad) cada vez más pobres y los ricos cada vez más
opulentos, a lo que ahora se añade la crisis financiera causada por prácticas inmorales
de los “gurus” de las finanzas y las multinacionales, que partió de EE.UU. pero que se
ha extendido a todo Occidente, etc.

2º/ El progreso científico y técnico no ha erradicado el hambre (¡900 millones lo


padecen!) ¿Cómo se puede decir así que la economía mundial “está sana”? A esto se
añaden las epidemias, desastres naturales, delincuencia, terrorismo nacional e
internacional. Los inventos más sofisticados, como la energía nuclear, son a la vez los
más peligrosos (véase Chernobyl en Ucrania o Fukushima en Japón).

3º/ El “fracaso de las ideologías” forma parte de una crisis cultural. El liberalismo
económico no produce relaciones económicas justas, ni ha reducido las desigualdades.
El materialismo de las sociedades consumistas creía poder olvidar las necesidades
espirituales del hombre. El marxismo se ha visto desacreditado por sus plasmaciones
históricas, llenas de opresión, injusticia y terror de Estado (gulags, o situación actual de
China). Ni los proletarios ni los defensores del “socialismo real” creen ya en los
“nuevos amaneceres” que cantaban y acaso todavía cantan. ¿Queda sólo el capitalismo
que hoy se practica como única opción? A la vista de la situación tan injusta que está
produciendo en las desigualdades económicas del mundo esto es muy dudoso.

4º/ El exceso de racionalidad está produciendo un rebrote de lo irracional reprimido.


Las personas, sobre todo jóvenes, se rebelan contra una vida programada y etiquetada:
contra el círculo de trabajar y trabajar para consumir más y volver a trabajar. Las
relaciones sociales se hacen frías y funcionales. Entonces se busca el calor y la
fraternidad en las relaciones para dar un sentido a la actividad. Esto hace desembocar
muchas veces en grupos sectarios de carácter oriental, donde se vive la comunicación, el
amor y la comprensión.

5º/ La falta de certezas firmes y de un elemento unificador de la existencia. Nuestros


saberes son cada vez más fragmentarios y relativos. Es difícil seguir el ritmo de la vida
y muchos se desorientan, perdidos en el vacío. El sentido global de lo que ocurre se
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pierde fácilmente. La persona entonces busca una síntesis vital que le haga el mundo
inteligible. El lenguaje simbólico y la posibilidad de abarcar lo universal que facilitan
las religiones son una buena cura contra estos males espirituales modernos.

1.3. La significación de este despertar y sus límites

Cuando hemos de valorar estos hechos hay que hacer discernimiento. Como
personas conscientes de la realidad, y en nuestro caso, como Universidad católica que
educa a cristianos lúcidos, hemos de saber que no todo lo religioso es auténtico, y que a
veces es más una contra-reacción a fenómenos sociales y psicológicos que un auténtico
deseo de Dios y de su Reino.

En principio hay que distinguir entre sentimiento religioso y religión. El primero es


un deseo afectivo de salir de uno mismo y comunicar con lo suprasensible del universo,
es difuso, muy panteísta y afectivo. La experiencia de Dios en una religión es otra cosa:
es encuentro con lo divino y superación de uno mismo; es éxtasis y experiencia de otra
dimensión que lleva a una lectura nueva de la realidad; es experiencia de la Vida unida a
otras vidas; es encuentro del sentido de todas las cosas por una profundidad que las une
y las integra en una totalidad. Toda la realidad entonces es símbolo que remite a Dios.

Es necesario también distinguir entre creencia y fe cristiana. La creencia es una


actitud general del hombre en forma de esperanza difusa en un futuro de algo mejor. Se
cree en algo como esperanza individual en un dios o en otras fuerzas misteriosas del
más allá. La fe teologal, tal como la vivimos y entendemos los seguidores de Jesús de
Nazaret, es algo distinto. Comenzando porque es un don de Dios y no primeramente una
conquista de las fuerzas del hombre. La fe cristiana supone además adhesión, fidelidad
y compromiso vital. No es algo externo al hombre. Y tampoco es algo individual, sino
que nace en el seno de la comunidad eclesial, en la que lo comunitario continuamente
precede y desborda al individuo. La fe, por tanto, forma una religión organizada en
ritos, tradición e instituciones comunes. Así sucede también en el cristianismo, que
nunca se da sin Iglesia.

Por otra parte, hay que estar atentos a la relación entre religión, ideología y fe.
Muchas veces esto es causa de serios conflictos. La religión vive muy cerca de la
ideología. A veces la ideología dominante (ligada a una cultura o a una política) se sirve
de la religión para mantener el orden social. Ha sucedido con el cristianismo y sucede
mucho en la actualidad con el Islam. Pero no debemos olvidar que la fe supera y
cuestiona todas las ideologías. No es una ideología sustitutoria. La fe cristiana nos llama
a ser más hombres a través del camino del amor a Dios, la paz, la armonía interior, la
entrega a los demás y una vida virtuosa y justa.

El rebrotar de lo religioso en nuestra sociedad se da en medio de un ambiente que


lleva consigo una corriente de indiferencia religiosa, de huida de lo institucional, la
infidelidad a las prácticas sacramentales, etc. Hoy no se da un ateísmo que combate
abiertamente la religión, sino que lo común es la indiferencia que prescinde en lo
cotidiano de Dios. Es el hombre “unidimensional”, donde lo trascendente no cuenta y
vive anclado en el más puro horizontalismo. Los jóvenes viven en general la
fragmentación, el día de hoy, el momento presente (carpe diem) sin preocuparse por el
futuro. Y en otro orden de cosas, la convivencia con otras religiones ha creado en
algunas personas un relativismo y escepticismo que llevan al abandono de la propia
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religión. Excepto la Iglesia cristiana y el Islam, casi todas las religiones, sobre todo el
budismo y el hinduismo han perdido seguidores.

Por otra, parte en Occidente, está la cuestión de una mentalidad subjetivista en todos
los órdenes de la vida. Ésta lleva al intimismo, a la búsqueda de los derechos personales
y de la vida privada, olvidándose de lo comunitario. Pero sobre todo combate toda
doctrina que huela a mandamiento de Dios o de una Iglesia. Cada uno pretende hacerse
“su” religión a su medida. Una uniformación cultural secularizada y post-moderna
tiende a hacer desaparecer toda diferencia religiosa (ej. un joven marroquí musulmán y
otro español católico comulgan perfectamente en su amor por un cantante o una cierta
música, sin importarles para nada la religión). Hay una cultura del hedonismo: “el
mayor placer con el menor esfuerzo”, y de vulgarización de los problemas del hombre,
reduciendo todo a lo pseudo-psicológico que tiende a sustituir a la religión. La sociedad
pagana se inventa nuevos ritos y nuevos ídolos (cf. la botella de champagne mojando a
todos cuando un deportista llega al podio).

El fenómeno de lo religioso, por tanto, se va complicando. Junto a deserciones en la


religión social resurgen comunidades vivas, que restauran ritos antiguos. Pensemos en
nuestra religiosidad popular en España. ¿Quién iba a pensar que hoy retornasen con
tanta fuerza las cofradías, procesiones y costumbres antiguas ya abandonadas? Y esto
secundado por muchos jóvenes. Por eso, es claro que hoy el porvenir de las
manifestaciones religiosas es más prometedor y vivo de lo que se pensaba en los años
setenta del siglo XX.

1.4. Conclusión

Pero más allá de las ambigüedades, lo importante es que las religiones dan
respuesta a los interrogantes más profundos del hombre, y sólo ellas pueden hacerlo.
Es verdad que las ciencias de la modernidad, tanto empíricas como humanas, han
tendido a hacer desaparecer el hecho mismo de preguntarse sobre el sentido último de la
vida, de la muerte, del universo, etc. Pero estas preguntas no han desaparecido ni
desaparecerán, siguen siendo constitutivas para la humanidad. Las religiones siguen
muy vivas en el presente y los seguirán en el futuro. Por eso tenemos que estudiar y
conocer la religión en sí y en sus plasmaciones históricas más importantes, puesto que
ellas han marcado todo el desarrollo del ser humano desde sus inicios, y son muy
influyentes en la actualidad para la mayoría de la humanidad.
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Apuntes para una consideración de las religiones según la fe cristiana

- Muchas veces se oye decir que todas las religiones valen lo mismo. Por ej. el
escritor Antonio Gala, en sus novelas sostiene a menudo esta teoría. Pero los cristianos
decimos que esto no es así.

- La afirmación de la igual validez de todas las religiones nos lleva a hacernos de


entrada varias preguntas: ¿puede el cristianismo valorar las otras religiones sin caer en
el relativismo? ¿Puede él considerarse la religión definitiva sin dar muestras de
intolerancia? Con la separación entre la Sinagoga y la Iglesia, ¿se estaba sembrando el
antisemitismo posterior? ¿Condenaron los Padres de la Iglesia las llamadas “religiones
paganas”? ¿Qué pensaban los Padres del destino de los hombres muertos sin haber
tenido acceso al misterio de Cristo? Y, ¿cómo consideraban a las religiones no cristianas
los teólogos medievales? ¿Cómo se repensó este tema en la Iglesia con el
descubrimiento de América? ¿Cuál fue la doctrina de la Iglesia católica en el Vaticano
II y qué debates teológicos se han desatado desde entonces? ¿Con qué condiciones y
con qué actitudes se ha de afrontar hoy el diálogo del cristianismo con las otras
religiones?

- Recojamos en primer lugar algunos datos sobre la cuestión. Generalmente el


planteamiento de cómo el cristiano debe concebir el papel que las grandes religiones
juegan en la única historia de salvación se debate entre la intolerancia y el relativismo.
La intolerancia no aguanta la presencia de hombres de otras religiones; ha llevado en la
historia pasada a la conversión forzosa o incluso a la muerte. El relativismo ve que
todas son equivalentes para conducir a la salvación y no capta la originalidad propia de
la fe cristiana, no hace justicia a la revelación de Dios en Cristo (es la tentación más
característica de nuestra época). Lo que hoy se nos pide a los cristianos es estar a
abiertos a los otros sin caer en relativismos y permanecer fieles a las propias
convicciones, sin caer en una actitud de exclusión del distinto Cf. LG 16, NAe 1-2.

- Nos sale al encuentro aquí la cuestión de la libertad religiosa. Esta doctrina afirma
que cada religión debe tener derecho a los medios y a la práctica propia para profesar
públicamente su fe en la sociedad moderna. Aquí se encuadra la afirmación del Concilio
Vaticano II mediante la cual la Iglesia católica reconoce solemnemente el principio de
la libertad religiosa, cf. Dignitatis humanae, n. 2 y n. 4. Es la primera vez que la Iglesia
católica reclama libertad no sólo para ella sino también para las otras religiones y para
que haya libertad de conciencia de todo ser humano.

- Ahora bien, desde el momento en que los cristianos aceptan la libertad religiosa
deben prepararse para confrontar su propia fe con las creencias legítimas que conviven
a su alrededor. Antes el problema no existía, pues se ignoraba o se ocultaba la presencia
de otras religiones, y el cristianismo era “la” religión del Occidente y del mundo
civilizado. Hoy el cristianismo quiere dialogar; según el papa Francisco “se trata de una
actitud de apertura en la verdad y en el amor con los creyentes de las religiones no
cristianas” y ello como un deber, por ser “condición necesaria para la paz en el mundo”
(Evangelii gaudium, n. 250). El diálogo interreligioso se fundamenta en la dimensión
dialógica del ser humano, hecho a imagen de Dios Trinidad, cuya esencia es relacional;
en el carácter de vaciamiento de sí y salida hacia el otro, a imitación de Cristo: en el
respeto y la solidaridad con la fe de toda persona humana en razón de su dignidad. Este
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diálogo tiene 4 dimensiones: diálogo de la vida, de las obras, teológico y de la


experiencia espiritual y mística. La opción por los más pobres, por la paz y el
desarrollo es el campo de acción en el que más se juega la credibilidad de todos.

- La puesta en práctica de la doctrina aceptada en el concilio Vaticano II la llevó a su


máxima expresión el papa Juan Pablo II, cuando convocó un encuentro en Asís, el 27 de
octubre de 1986, de todas las religiones para rezar por la paz, un gesto sin precedentes
en la historia de la Iglesia. Pronto surgieron las preguntas: ¿el cristianismo relativizaba
con este gesto su pretensión de ser la religión verdadera? El orar juntos, ¿no expresaba
un sincretismo del cristianismo con toda religión? El papa aclaró en una audiencia
general que no se trataba de “orar juntos”, sino de “estar juntos para orar”3. De hecho,
esta fórmula consiguió muy bien lo que Juan Pablo II pretendía: tenía la ventaja de
aunar rechazo a la intolerancia, pues se ora al lado de los otros creyentes, y a la vez se
rechazaba el relativismo, pues no se “oraba juntos” para marcar una línea divisoria entre
el cristianismo y las otras religiones. La iniciativa ha sido tan importante que, ante la
delicada situación creada por el terrorismo islámico mundial, se repitió el día 24 de
enero de 2002 en Asís.

- La declaración conciliar Nostra Aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las
religiones no cristianas es una base sólida de la que los cristianos debemos partir. El
cardenal Bea en su presentación notaba cómo es la primera vez en la historia de la
Iglesia que un Concilio ecuménico expone con solemnidad los principios que rigen esta
materia. Son millones los hombres que no conocen a Cristo. Incumbe a la Iglesia entrar
en diálogo con ellos. Además, esta cuestión no estaba prevista en el Concilio y la idea
se fue imponiendo progresivamente. El n. 2 formula los principios más importantes de
la nueva actitud de la Iglesia: “La Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas
religiones hay de verdadero y santo”. Señala que respeta la forma de vida de otros
creyentes y admite que en muchas ocasiones hay aspectos de las religiones que son “un
destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”. Esta idea está en sintonía
con la doctrina de los Santos Padres de la Iglesia antigua sobre las “semillas del Verbo”
(Cristo), que se encuentran en toda la creación y dan fruto por doquier. Pero, afirmado
este respeto y reconocimiento, el n. 2 afirma también que no por eso la Iglesia debe
ocultar el anuncio de Jesucristo como salvador definitivo de la humanidad. El
documento no se queda aquí; va desgranando los lazos de comunión que ya se dan con
las diversas religiones en particular, yendo en su recorrido de las más lejanas a las más
cercanas. Primero con las religiones orientales, luego con el islam, para terminar con el
judaísmo, la fe religiosa más íntimamente unida al cristianismo. La declaración termina
invitando a la Iglesia a una nueva actitud. No hace una gran reflexión teológica, sino
que invita a desterrar toda discriminación por razones religiosas e invita a la fraternidad
universal.

- En el tiempo que ha seguido al Concilio Vaticano II se han ido profundizando varios


temas y algunos de ellos se han agudizado hasta provocar en el año jubilar 2000 la
Instrucción de la Congregación para la doctrina de la fe: “Dominus Iesus”.

- Uno de los primeros problemas que han ido esclareciéndose en este periodo es la
relación entre el diálogo ecuménico intra-cristiano y el diálogo interreligioso. Algunos
teólogos han sido partidarios de fundir ambos diálogos, para llegar así a todas las
Iglesias y a todas las religiones partiendo del diálogo intereclesial, llamándolo con una
3
“Se puede estar presente cuando los otros oran”. Cf. Eccelsia n. 2.291 (1 – 11 – 1986) 1.505.
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fórmula tan rara como: ecumenismo ecuménico (R. Panikkar). Hoy se tiende más bien a
dejar clara la diferencia entre ambos diálogos para no confundir los ámbitos donde se
mueve el diálogo. Pero a la vez se admite que ambos se interpelan, porque no por
casualidad el diálogo interconfesional entre Iglesias dio inicio en los países de misión
donde un cristianismo minoritario entendía cada vez menos sus diferencias, teniendo
que vivir y dar testimonio de Cristo ante los creyentes de otras religiones,
principalmente en Africa y Asia.

- Un tema que ha suscitado una reflexión, fruto de problemas no resueltos, es el de la


relación del cristianismo con el actual pueblo de Israel. El cambio tan grande que se
dio en las relaciones entre judíos-cristianos después del Concilio cambiando textos en la
liturgia, en la catequesis, etc., llegó a su expresión más alta con la visita del papa Juan
Pablo II a la sinagoga de Roma en 1986: la primera vez en la historia que un papa hacía
este gesto. Después vino la restauración de relaciones diplomáticas con el Estado de
Israel. Pero el buen clima se vio enturbiado por problemas posteriores: malos
entendidos con algunas palabras del papa Benedicto en Maguncia, el problema de la
presencia de Carmelitas Descalzas en Auschwitz, que al final fue trasladado a Berlín,
etc. La cuestión teológica que está de fondo es la de la relación entre las dos Alianzas.
Si la Antigua alianza se cumple en la Nueva, llevada a cabo por Jesús, ¿cómo entender
ese cumplimiento de modo que el pueblo de Israel no quede abolido en su legitimidad
teológica? Hoy se está respondiendo a este problema a base de la teología de la carta de
s. Pablo a los Romanos (Israel permanecerá hasta el final y cuando reconozca la Mesías
llegará ese final) y, por otra parte, considerando que la Iglesia no puede ver al judaísmo
como una religión no cristiana más, porque ella necesita conocer y relacionarse con
Israel para saber del origen y constitución de ella misma.

- Otra cuestión muy discutida en el postconcilio ha sido (y sigue siendo) el problema


de los “caminos de salvación”. Una cuestión que pone en relación la esencia del
cristianismo con la constitución de las tradiciones religiosas que van unidas a una
cultura determinada, sobre todo de Asia y África. Está aquí involucrado el tema tan
debatido hoy de la inculturación. El cardenal Malula (Zaire) exponía la cuestión en toda
su crudeza en 1974: Si el hecho de no pertenecer a la Iglesia visible no es obstáculo para
la salvación, ¿hasta donde compromete el respeto debido a las religiones no cristianas?
¿No salva Dios a los paganos por medio de Cristo a través de los valores religiosos de
su cultura? Es muy difícil inculturar el cristianismo en una cultura que va muy unida a
otra religión sin destruir esa cultura. Algunos misioneros en estos años renunciaron
explícitamente a anunciar el Evangelio por miedo a destruir las culturas autóctonas,
dedicándose a labores humanitarias y de desarrollo técnico. Por otra parte, en la India se
practicó un acercamiento según un principio: por el hecho mismo de encontrar
religiones abiertas a símbolos de otras religiones Dios puede, de alguna manera,
comunicarse por medio de estas tradiciones religiosas abiertas. Este principio llevado a
la práctica suscitó problemas. En primer lugar por los miembros de las otras religiones,
que sospecharon la técnica del camaleón para ganar adeptos a través de una nueva
“estratagema” de los cristianos. Después por la reflexión interna del cristianismo: so
capa de inculturación, ¿no se corre el riesgo de volver a cultos paganos? ¿no se da un
fundamento tan grande a la otra religión que se la declara incompatible con el
cristianismo? ¿no se oculta así el testimonio explícito de Cristo y su Evangelio, encargo
indeclinable de Cristo hacia su Iglesia? En el fondo de todo está la pregunta, ¿cómo se
concilia la fe en Cristo como único mediador (1 Tim 2, 5) con el reconocimiento del
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valor salvífico de las otras religiones? ¿Hay otras mediaciones con el mismo valor de la
mediación de Cristo para alcanzar la salvación?

- Otro tema, por desgracia muy actual, de primer orden en el encuentro interreligioso
es el de la violencia y el terrorismo con apoyo en la propia religión. Desde hace
decenios se dan rebrotes de extremismos y fundamentalismos, sobre todo en el Islam y
en el Hinduismo, pero por doquier aparecen conflictos violentos que tienen un origen
político mezclado con diferencias religiosas que justifican el terror y la muerte. Véase lo
ocurrido en la antigua Yugoslavia a finales del siglo XX o el terrorismo islámico
nacional e internacional de nuestros días. La pregunta que surge a muchos no creyentes,
y también creyentes, se deja expresar: ¿es la religión en sí fuente de fanatismo, división
y violencia? La respuesta es clara y contundente: justificar la destrucción, el terrorismo
y la muerte de inocentes en nombre de Dios es una blasfemia y una perversión de lo
religioso. El papa Francisco lo ha dicho en Egipto en mayo de 2017: la religión no
puede ser la causa de la violencia, sino que es parte de la solución.

- Cuestión importante en la relación entre religiones es la del peligro de sincretismo.


Hoy los sociólogos no temen hablar de un fenómeno de “bricolage” religioso. No se
trata de las aportaciones que cada cultura da a una religión y viceversa. Si no de la
facilidad con que hoy el Occidente, por ejemplo, acepta doctrinas religiosas de Oriente
que disuelven la religión cristiana, para dar lugar a una combinación de creencias que ya
no constituyen ninguna religión concreta, sino un nuevo producto hecho de mezclas
extrañas. Ej.: La creencia en la reencarnación hoy se ve en muchos casos compatible
con la fe cristiana, cuando esto no es posible. Los cristianos debemos estar hoy muy
atentos para desenmascarar estos sincretismos que desvirtúan fácilmente la fe, tanto más
cuando detrás de la proliferación de sectas están intereses económicos y políticos.

- El debate actual sobre las religiones ha sido muy vivo en el s. XX y lo va a seguir


siendo en nuestro siglo XXI. Cada vez más nuestro mundo está mejor intercomunicado,
y las migraciones constantes hacen que la sociedad moderna sea cada vez con más
fuerza y cercanía intercultural, multiracial e interreligiosa. Hay una imagen significativa
que representa gráficamente las tres principales corrientes teológicas que se han dado en
el siglo XX para explicar la relación del cristianismo con las religiones (lógicamente la
comparación simplifica y no da los matices necesarios). Es la imagen de la montaña, en
cuya cumbre se encuentra Dios. Se puede pensar que para llegar a esa cumbre hay tres
opciones: 1) hay un camino único, 2) hay un camino principal y caminos secundarios,
estos se juntan con el principal y están subordinados a él, 3) hay muchos caminos que
van a dar a la cumbre, aún inaccesible. Aquí todos tienen igual valor porque son
practicables. Esta imagen simboliza las tres grandes tendencias actuales de la teología
de las religiones: 1) corriente “exclusivista” (K. Barth); 2) corriente “inclusivista” (H.
de Lubac, Y. Congar, K. Rahner “cristianismo anónimo”); 3) corriente “pluralista”, que
admite una legitimidad paritaria de todas las religiones como caminos de salvación (P.
Knitter, J. Hick, R. Panikkar).

- Corriente exclusivista. El teólogo protestante K. Barth es su mejor representante.


Ante el peligro de relativismo y enlazando con las ideas de los Reformadores del s. XVI
rechaza toda religión y llama al cristianismo sólo Revelación, con lo cual la Revelación
de Dios asume toda religión. Su posición extrema le lleva a negar legitimidad a toda
religión porque, según él, es un intento idólatra del hombre de alcanzar a Dios. Por eso,
el cristianismo es sólo Revelación gratuita de Dios y obediencia a esa Revelación. No
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hay ninguna posibilidad de colaborar a la salvación sino es sólo con la fe. ¿Se debe
llamar entonces el cristianismo religión? Sí, “religión verdadera”, pero sólo en el
sentido en que ha sido asumida por la Revelación gratuita de Dios. Las reacciones a esta
postura no se hicieron esperar y surgieron tanto en ámbito católico como protestante.
Este exclusivismo cierra toda posibilidad de diálogo. No se puede considerar
pecaminoso todo intento religioso del hombre de llegar a Dios. Además, con esta teoría
se termina con restringir el alcance de la Revelación, porque Dios no se ha comunicado
al hombre sólo para destruir sus ídolos, sino para dar plenitud a la naturaleza humana,
ya creada, para la comunión con Dios. La aspiración religiosa del hombre es una
primera respuesta con el fin de corresponder a la iniciativa de Dios, y esto se articula en
una religión, la cual es imposible que quede en una “fe pura”, aislada de lo que
significan los símbolos, ritos y prácticas religiosas. Sin embargo, es mérito de Barth el
haber señalado con claridad las fuentes irrenunciables de la teología cristiana, el lugar
central de Cristo y la Palabra de Dios, y la humildad con que la Iglesia, a pesar de ser
acusada de superioridad, debe proclamar su mensaje en fidelidad a la revelación divina.

- Corriente “inclusivista”. Parte de una mirada positiva hacia las religiones,


excluyendo el que sean pecaminosas y considerándolas portadoras de valores que están
“incluidos” en el misterio de Cristo, y aceptando que pueden aportar su propia
contribución a la Iglesia universal. Los teólogos De Lubac, Congar, Danielou, en
contacto con los santos Padres de la Iglesia y su teoría de las “semillas del Verbo”
(Cristo) presentes en toda la creación, junto a la doctrina de la sabiduría de los filósofos
y hombres religiosos antiguos como “preparación evangélica”, emprendieron una nueva
comprensión de las relaciones de la Iglesia con el mundo, y con las otras religiones. Hay
un valor único del cristianismo como plenitud del anhelo del hombre hacia Dios. Pero
esto no anula a las otras religiones, que llevan impresa en su ser la huella del único
Dios. La Iglesia debe recoger los frutos de este impulso, reorientando y purificando todo
lo que va en la dirección de la plenitud de revelación en Cristo que ella posee.

Así pensaba la teología católica en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX
cuando hizo irrupción la teoría de Karl Rahner sobre el “cristianismo anónimo” en los
años sesenta4. Las tesis que él formula tienen trasfondo en todo su edificio teológico y
filosófico, por lo que no son fáciles de comprender a primera vista. Rahner afirma la
condición absoluta y definitiva de la revelación cristiana, como una religión destinada a
todos los hombres. Pero, puesto que a muchos hombres no llega el anuncio del
Evangelio, su religión puede considerarse legítima como camino de salvación, puesto
que, junto a sus ambigüedades y desviaciones, es el medio que muchos hombres tienen
para abrirse a la gracia de Dios. Cuando la Iglesia sale al encuentro de un fiel de otra
religión, no está simplemente ante un no cristiano, sino en cierta medida ante un
cristiano anónimo, puesto que a él también ha llegado ya la gracia de Cristo, que es
universal, aunque no de forma explícita, pues él no le conoce. En la evangelización esto
tiene una gran transcendencia: cuando llega el anuncio explícito de Cristo, éste no se
hace a alguien que ha sido radicalmente ajeno al Evangelio, sino que se debe invitar a
esta persona a tomar conciencia del don que Dios ya le ha concedido. Después se le
deberá invitar a conocer a Cristo y a formar parte de su Iglesia. Esta postura suscitó
críticas que han aclarado en que sentido se puede hablar de “cristianos anónimos” y en
cual no. En cualquier caso, y aunque se prescinda de esta fórmula, la intuición de fondo

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Cf. K. Rahner, “El cristianismo y las religiones no cristianas”, en: Escritos de teología V (Madrid 1964)
138-154.
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de Rahner sigue en pie: el cristianismo y la gracia de Dios van más allá de los límites
institucionales de la Iglesia, porque la salvación de Dios en Cristo es universal.

- Corriente “pluralista”. En ella se trata de respetar ante todo la consistencia y la


pluralidad de religiones. Hans Küng, en campo católico abrió un camino en los años
setenta. Rechaza la teoría de Rahner y afirma un respeto a las tradiciones de otras
religiones como tales. En medio de este respeto, el cristianismo es “catalizador crítico”
de lo religioso, siendo fiel a sus convicciones que parten del Crucificado y Resucitado.
Otro representante católico es Raimond Panikkar, muy ligado a la India por su origen.
Al principio hablaba de una “presencia oculta” de Cristo en el hinduismo, en la línea del
cristianismo anónimo de Rahner. Pero luego llamó a lo divino como “Misterio”, cosa
que los cristianos llaman Cristo, pero otras religiones llaman legítimamente de otra
manera. Jesús es el Cristo, pero Cristo es más que Jesús, en cuanto el “Misterio” se
manifiesta también en otras figuras religiosas de la humanidad. Esta línea de
pensamiento ha continuado en Oriente, sobre todo en la India. En los últimos años
también en Inglaterra y EE.UU se ha desarrollado una teología pluralista de las
religiones. John Hick (teólogo protestante) propugna una “revolución copernicana” para
destronar del centro al cristianismo en el diálogo interreligioso y hacerlo sentar en
igualdad paritaria con las otras religiones en torno al único centro legítimo que es la
“Realidad absoluta”. El teólogo católico Paul F. Knitter, en sintonía con la teología de la
liberación, sostiene una postura menos radical, en la que no excluye la superioridad del
cristianismo, pero considera que esta idea no favorece el diálogo entre las religiones,
por lo cual, provisionalmente al menos, los cristianos deben renunciar “a priori” a esta
consideración de su preeminencia como religión de la Revelación definitiva. El jesuita
Jaques Dupuis (Univ. Gregoriana de Roma) ha estado de acuerdo con estas posiciones,
matizadas con sus teorías del pluralismo religioso, pero han sido desautorizadas por la
Congregación para la doctrina de la fe. El documento romano “Diálogo y Anuncio”
responde a estas cuestiones en los nn. 28-29: los miembros de las religiones no
cristianas reciben la salvación de Jesucristo, no a pesar de sus religiones, sino a través
de la práctica de lo que es bueno en sus propias tradiciones religiosas, y siguiendo los
dictámenes de su conciencia.

- Una intervención esclarecedora y valiente del Magisterio Romano es la siguiente:


Congregación de la Curia romana para la doctrina de la fe (J. Ratzinger)
Declaración: “Dominus Iesus”.
Sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia
(Año 2000)
Introducción
El n. 4: alerta contra el peligro de teorías relativistas en el diálogo interreligioso. Ofrece
la descripción de los problemas en juego que se quieren denunciar y da una descripción
de los presupuestos filosóficos y teológicos que sustentan teorías del pluralismo
religioso incompatibles con la fe cristiana.

Parte I: Plenitud y definitividad de la revelación de Jesucristo


Parte II: El logos encarnado y el Espíritu Santo
Parte III: Unicidad y universalidad del misterio salvífico de Jesucristo
Parte IV: Unicidad y unidad de la Iglesia
Parte V: Iglesia, Reino de Dios y Reino de Cristo
Parte VI: La Iglesia y las religiones en relación con la salvación
Conclusión

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