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Meditaciones para el año de la caridad 2021 81

Noviembre
Juzgados en la Caridad.
“Y el rey les dirá: «les aseguro que cuando lo hicieron
con uno de estos mis hermanos más pequeños,
conmigo lo hicieron»”

San Mateo 25, 31-46

Objetivo
• Reflexionar cómo las buenas obras constituyen un
verdadero tesoro para la vida eterna.

Desarrollo del Tema


• Texto Bíblico iluminador: Evangelio según San
Mateo 25, 31-46.

Preguntas para refl exionar


• ¿Qué me motiva a hacer buenas obras?
• ¿Qué relación hay entre la fe y las obras en la vida
cristiana?
• ¿Por qué se dice que las buenas obras son un tesoro
para el cielo?
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La imagen utilizada por el evangelista es la del pastor que separa


las ovejas de las cabras. A la derecha se sitúan los que han actuado
de acuerdo a la voluntad de Dios, que han ayudado al hambriento,
al sediento, al forastero, al desnudo, el enfermo, el encarcelado, el
extranjero. Mientras que a la izquierda están los que no han socorrido
al prójimo. Esto nos indica que seremos juzgados por Dios en la
caridad, en cómo lo hemos amado en los hermanos, especialmente los
más vulnerables y necesitados.

Por supuesto, siempre hay que tener en cuenta que somos justificados,
que somos salvados por la gracia, por un acto de amor gratuito de
Dios que siempre nos precede. Solos no podemos hacer nada. La fe es
ante todo un don que hemos recibido, pero para dar fruto, la gracia de
Dios siempre requiere de nuestra apertura a Él, de nuestra respuesta
libre y concreta. Cristo viene para traernos la misericordia de Dios
que salva. Se nos pide que confiemos en Él, de responder al don de su
amor con una vida buena, hecha de acciones animadas por la fe y el
amor.

No tengamos nunca miedo de mirar el juicio final; que ello nos empuje
en cambio a vivir mejor el presente. Dios nos ofrece con misericordia
y paciencia este tiempo para que aprendamos cada día a reconocerlo
en los pobres y en los pequeños, para que nos comprometamos con el
bien y estemos vigilantes en la oración y en el amor.

Por tanto es necesario reconocer a que vino Cristo al mundo: El Señor


vino a este mundo y pasó haciendo el bien (Hch 10, 38), con palabras y
obras, sus palabras daban sentido a lo que hacía, y sus obras acreditaban
su predicación (Jn 10, 25; Lc 4, 14-21). De esta manera, el Señor nos
enseña que la vida cristiana debe asumirse desde la contemplación
y la acción complementariamente (Lc 10, 38-42; Mt 6, 5-15; Mc 9, 37),
y que todo lo que hagamos debe ser expresión del amor a Dios y a
nuestros hermanos (Mt 22, 34-40).
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El Magisterio de la Iglesia nos da luces al respecto con la Encíclica


Deus Caritas Est (Dios es Amor) del Papa Benedicto XVI: El amor al
prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada
fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial (n. 20).

“La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea:


anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los
Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas
que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para
la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social
que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza
y es manifestación irrenunciable de su propia esencia” (n. 25).

“La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe


haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Pero, al mismo tiempo,
la caritas-agapé supera los confines de la Iglesia; la parábola del buen
Samaritano sigue siendo el criterio de comportamiento y muestra la
universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado
«casualmente» (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea” (n. 25).

“El amor es una luz —en el fondo la única— que ilumina constantemente
a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es
posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido
creados a imagen de Dios.” (n. 39).

El teólogo Hans Urs Von Balthasar escribió un texto titulado “Sólo


el amor es digno de fe” (Salamanca, 2004), texto en el que explicaba
como las obras y lo que realizamos hace creíble nuestra fe, cómo
nuestra conducta es la mayor y mejor expresión de la fe que vivimos
y hace que, además de edificar la fe del prójimo con el testimonio,
nuestra fe sea creída en lo concreto y cotidiano de nuestra vida (el
amor como acción, como forma y como luz). Hacer todo con amor,
significa hacerlo todo desde Dios. San Agustín decía “ama y haz lo
que quieras” y Santa Teresita del Niño Jesús: “He encontrado mi
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verdadera vocación, mi vocación es el Amor”.

Finalmente, como bien lo afirma San Juan de la Cruz, “al final de la


vida seremos juzgados en el amor”, no tendrán peso los títulos, ni
las posiciones sociales, ni las riquezas materiales, ni la fama, ni las
apariencias. Al final, nuestro mayor y único tesoro será el bien que
hicimos, las buenas obras que realizamos, cuánto amamos y con
qué calidad e integridad lo hicimos. Que el Señor, al final de nuestra
existencia y de la historia, pueda reconocernos como siervos buenos y
fieles, es la esperanza que nos anima a todos los que vivamos según el
amor y la caridad que nacen de él y que por medio del Espíritu Santo
infunde en cada uno de nosotros.

Testimonio

Carlo Acutis fue un estudiante y programador de informática italiano


beatificado el 10 de octubre de 2020. Desde pequeño Carlo mostró un
gusto por la piedad y siendo joven tuvo una profunda devoción por
la Eucaristía, en especial por los milagros eucarísticos de los que ideó
y organizó contenido audiovisual para su difusión, y por la Santísima
Virgen María, además de destacarse por ayudar a personas sin hogar,
ser voluntario en comedores populares y colaborar como catequista.

Murió a los quince años y un hecho que llamó la atención, dentro


de muchos otros claro está, es que cuando Carlo falleció, su madre
se sorprendió por la cantidad de gente que asistió a la Misa en su
memoria, ya que la mayoría eran de muy bajos recursos, a quienes
ella no conocía. En ese momento, descubrió que su hijo había
ayudado a los pobres sin que lo supiera. Carlo ayudaba en secreto. Su
familia le daba una pequeña suma de dinero semanalmente, porque
no olvidemos que estamos hablando de un adolescente. En vez de
gastarlo, lo juntaba en su totalidad y, al fin de mes, lo llevaba a la Mesa
de los Pobres, la obra franciscana ubicada en Milán, donde vivía con
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sus padres. Además, con lo que juntaba, compraba colchones para la


gente que vivía en la calle.

Todo esto nos permite ver cómo, además de su profundo amor


a la Eucaristía, la Oración y la Virgen, amaba a los demás y se los
demostraba con sus buenas obras y según sus circunstancias y
posibilidades, lo que nos deja claro que para hacer el bien no hay que
esperar a ser millonarios, basta con tener un buen corazón.

Liturgia

Realizar un pequeño altar y recitar el Santo Rosario por


todos los fieles difuntos, y en especial por aquellos que
conocemos; también, participar devotamente de la
Eucaristía y realizar mi ofrecimiento personal por esta
misma intención.

Misión

Recordar y estudiar las Obras de Misericordia y durante este


mes realizar una obra de misericordia espiritual y una obra de
misericordia corporal.

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