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PABLO: APÓSTOL A LOS GENTILES

Lección 1
Pablo, autor de la epístola de Gálatas, se describe a sí
mismo de la siguiente forma: “Todos los judíos saben
cómo he vivido desde que era niño, desde mi edad
temprana entre mi gente y también en Jerusalén. Ellos
me conocen desde hace mucho tiempo y pueden
atestiguar, si quieren, que viví como fariseo, de acuerdo
con la secta más estricta de nuestra religión”
(Hechos 26:4-5 NVI).
Para él, un Mesías crucificado era una afrenta. Él nunca
aceptaría tal cosa. Hasta que dejó actuar al Espíritu
Santo, y se encontró cara a cara con Jesús.
Desde entonces, no pudo dejar de hablar al mundo de
este Mesías crucificado, en quien encontró la salvación.

1) Su celo perseguidor.
2) Su conversión.
3) Su experiencia en Damasco.
4) Su ministerio entre los gentiles.
5) Su conflicto con la iglesia.
“Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los
de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero
no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba” (Hechos 6:9-10)
El hecho de no poder contrarrestar las palabras de
Esteban sobre Jesús, el Mesías, irritó grandemente
a los judíos –y, especialmente, a Pablo.
No pudiendo
confrontarlo con la
verdad, buscaron testigos
mentirosos que acusasen
a Esteban de hablar
contra el Templo y contra
la Ley (Hechos 6:11-14).
El joven Saulo apoyó la
sentencia del Sanedrín,
fue testigo de su
apedreamiento y
consintió en su muerte
(Hechos 7:58; 8:1).
Con furia satánica –para él, celo religioso–
Saulo persiguió a la iglesia.
El verbo “asolar” que se usa en este
pasaje describe el comportamiento
destructivo de una fiera (por ejemplo, de
un jabalí).
Su mente se obstinó en destruir la herejía,
pero su conciencia le decía que Esteban
era inocente y su razonamiento correcto.
Todo cambió camino de Damasco. Jesús
se le manifestó y le extendió su gracia.
Toda excusa que su mente hubiera podido
forjar para rechazar al Mesías crucificado
y resucitado se desvaneció.
Según él mismo dijo: “no fui rebelde a la
visión celestial” (Hechos 26:19).
“Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos,
dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por
donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del
Espíritu Santo” (Hechos 9:17)

Durante tres días, Saulo quedó ciego


en casa del discípulo Judas. Los
hermanos creían, tal como lo
manifestó Ananías, que estaba
fingiendo para tomarlos por sorpresa.
Pero Jesús le mostró a Ananías la
sinceridad de Saulo. Una vez recobrada
la vista, Ananías le invitó a entregar su
vida a Jesús, manifestándolo a través
del bautismo (Hechos 22:16).
En el mismo lugar donde pensaba
detener el avance de la fe cristiana,
Saulo fue convertido por Dios en el
paladín de Cristo para llevar el
Evangelio alrededor del mundo.
“Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los
cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los
griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús” (Hechos 11:20)
Antioquía era la tercera ciudad en
importancia en el siglo I. Sus 500.000
habitantes provenían de todas las
regiones del mundo.
Allí fue donde se celebró la primera
campaña misionera entre gentiles, y
fue enormemente fructífera.
Al enterarse en Jerusalén del éxito de la
misión, enviaron allí a Bernabé. Éste,
viendo las posibilidades del Evangelio en
esa ciudad, fue a buscar a Saulo para
que le ayudará.
Cuando la iglesia estaba bien establecida
y había líderes para apoyarla, el Espíritu
Santo llamó a Saulo a predicar el
Evangelio a todo el mundo gentil.
Conversión en Predica en Pasa un tiempo en
Damasco Damasco Arabia
(Hechos 9:1-18) (Hechos 9:19-22) (Gálatas 1:17)

Predica en las A los tres años de Vuelve a Damasco


regiones de Siria y su conversión, va a y huye por el muro
Cilicia Jerusalén de la ciudad
(Gálatas 1:21) (Gálatas 1:18) (Hechos 9:23-25)

Bernabé lo llama Junto a Bernabé, es


para que predique enviado como
en Antioquía misionero
(Hechos 11:25-26) (Hechos 13:1-3)
“Entonces algunos que venían de Judea “He aquí, yo Pablo os digo
enseñaban a los hermanos: Si no os que si os circuncidáis, de
circuncidáis conforme al rito de Moisés, nada os aprovechará Cristo”
no podéis ser salvos” (Hechos 15:1) (Gálatas 5:2)

Según anunció Jesús, los primeros cristianos no


judíos fueron los samaritanos a los que predicó
Felipe. Luego vino Cornelio. Luego las multitudes
de Antioquía.
Finalmente, Saulo extendió la fe a la actual Turquía
y, poco a poco, al resto del mundo conocido.

Pero surgió el problema: ¿Qué hacemos con los


gentiles? ¿Deben circuncidarse y guardar la ley
de Moisés, o basta solo con la fe en Jesús?
El concilio de Jerusalén (Hechos 15) intentó
aclarar las cosas. No obstante, fariseos
obstinados siguieron predicando sus ideas.
Éste es el tema de fondo de la carta a los Gálatas.
“Durante las largas horas en que Saulo estuvo encerrado a solas
con Dios, recordó muchos de los pasajes de las Escrituras que se
referían al primer advenimiento de Cristo. Cuidadosamente,
rastreó las profecías, con una memoria aguzada por la convicción
que se había apoderado de su mente. Al reflexionar en el
significado de esas profecías, se asombraba de su anterior ceguera
de entendimiento…
El que había sido un orgulloso fariseo, confiado en que lo
justificaban sus buenas obras, se postró ahora delante de Dios con
la humildad y la sencillez de un niñito, confesando su propia
indignidad, e invocando los méritos de un Salvador crucificado y
resucitado. Saulo anhelaba ponerse en completa armonía y
comunión con el Padre y el Hijo; y en la intensidad de su deseo de
obtener perdón y aceptación, elevó fervientes súplicas al trono de
la gracia…
Las oraciones del penitente fariseo no fueron inútiles… Cristo y
su justicia llegaron a ser para Saulo más que todo el mundo”

E.G.W. (Los hechos de los apóstoles, pg. 97)


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