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Contexto
Pese al descontento de las masas, ningún emperador romano emitió leyes contra la
iglesia cristiana durante sus primeros doscientos años de presencia. Más bien, las
persecuciones que tuvieron lugar en esta época se llevaron a cabo bajo ciertas
jurisdicciones locales.23 Así podemos citar las acciones llevadas a cabo por el
gobernador Plinio, en Bitinia y Ponto en 111,24 seguido de los hostigamientos
religiosos en Esmirna, Lyon y Escilio en 156, 177 y 180, cuya responsabilidad
recayó ya sea en el gobernador de la provincia —en el caso de Lyon— o en el
procónsul —en el par de ciudades restantes—.2526 Cabe aclarar que la ejecución de
cristianos ordenada por el emperador Nerón, por haber estado supuestamente
implicados en el incendio del año 64, se trató de un asunto local que no tuvo
repercusión más allá de los límites de Roma.27 Si bien estas primeras persecuciones
se caracterizaron por su violencia, al mismo tiempo resultaron ser esporádicas,
breves y limitadas,28 por lo que representaron una leve amenaza para el
cristianismo en general.29 No obstante, sus seguidores se volvieron más conscientes
de la amenaza que suponía la coerción del Estado al llevar a cabo este tipo de
acciones.30
Los emperadores adoptaron un rol más hostil hacia el cristianismo a partir del
siglo III, cuando se suscitaron las primeras persecuciones gubernamentales contra
sus seguidores.31 Para entonces, los cristianos ya habían dejado de ser ese «grupo
[de clase] baja que fomentaba el descontento» en la población, y algunos de ellos
contaban con riquezas o pertenecían a la clase alta, tal y como lo describió el
erudito Orígenes, en el año 248, al referirse a una «multitud de personas que se
convertían a la fe [cristiana], incluso hombres ricos y personas con posiciones
honorables, [así como] damas de alto refinamiento y linaje».32 De acuerdo con la
Historia Augusta —un texto de fiabilidad dudosa que data del siglo IV—, Septimio
Severo publicó un rescripto en el que prohibió la conversión al judaísmo y al
cristianismo en algún instante entre los años 193 y 211.33 nota 6 A su vez,
Maximino Tracio centró su atención en los líderes cristianos en el período
comprendido entre 235 y 238,nota 736 mientras que Decio declaró mediante un edicto
en 250 que todos los habitantes del imperio debían realizar sacrificios a los
dioses y consumir la carne sacrificada, con tal de refrendar su apoyo al culto
tradicional.37 La renuencia de los cristianos a esto último llevó al arresto y
ejecución de líderes cristianos como los obispos Fabián y Babilas, a cargo de Roma
y Antioquía respectivamente,38 así como de otros seguidores como Pionio de
Esmirna,nota 840 y el propio Orígenes.41