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TODO ES VANIDAD

Eclesiastés formaba parte de los Cinco Rollos (Megilloth). El propó sito de esta agrupació n era
litú rgico. Cada rollo era leído durante una de las fiestas judías, cosa que aú n se hace. El orden de los
Cinco Rollos sigue el orden de las festividades en las cuales se leen: Cantares (pascua), Rut
(Pentecostés), Lamentaciones (en la fiesta conmemorativa de la destrucció n de los dos templos),
Eclesiastés (taberná culos), Ester (purím).
Eclesiastés se leía durante la fiesta de los taberná culos, porque ésta «Era una fiesta en la que Israel
moraba en enramadas rememorando el tiempo en que los israelitas salieron de Egipto y moraron en
tiendas. Debía recordarles de su peregrinaje a través de este mundo y que este mundo no era su hogar

Eclesiastés es la transliteració n del término griego al españ ol vía el latín. «El título hebreo para este
libro es Qohelet, el cual aparentemente designa el oficio de predicador, y de ahí llegó a ser un término
para el predicador mismo. Se deriva de la raíz qahal, que significa convocar una asamblea, de ahí,
dirigirse a una asamblea. El autor de esta obra se refiere a sí mismo de esta manera en numerosos
pasajes y, por lo tanto, es una designació n adecuada. El término griego ecclesiastes es una buena
traducció n de este término, porque también significa predicador y se deriva de ekklesia, que significa
asamblea

Salomó n utiliza cinco veces en 1:2 la palabra “vanidad”. La combinació n “vanidad de vanidades” es
una forma hebrea de formar el superlativo: “Vanidosísimo” (algo como “El Cantar de los Cantares”, “el
cantar má s excelente de todos”), “la vanidad má s vana de todas las vanidades”.
El versículo tres explica en parte el sentido de la expresió n. Es una pregunta retó rica que demanda
una respuesta negativa. Nada de lo que el hombre hace tiene substancia, valor, permanencia o
significado duradero en sí mismo. La palabra “provecho” se refiere a lo que queda como ganancia
como resultado de una actividad; a lo que es ventajoso o de beneficio. El punto es que aunque algunas
cosas tienen ventaja sobre otras (“He visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las
tinieblas”,
2:13), ninguna cosa proporciona un beneficio duradero o perdurable. El reino de Israel se encontraba
en su cú spide. Salomó n llevó a Israel a su Edad de Oro, pero toda aquella abundancia era incapaz de
hacerlos felices aparte de Dios. Só lo la bú squeda de Dios acarrea la satisfacció n verdadera y duradera.
Esto nos recuerda a los dos hombres que hablaban en el funeral de un hombre rico. “¿Cuá nto dejó ?”,
pregunta uno de ellos. “Todo”, fue la respuesta del otro.
Desde luego, como creyentes, tenemos otra perspectiva. “Nada hemos traído a este mundo, y sin duda,
nada podremos sacar” (1 Ti. 6:7). Pero podemos enviar remesas anticipadas al mundo venidero, “No
os hagá is tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan” (Mt. 6:19-20). Pero nuestra perspectiva no es la perspectiva de Salomó n.
Para entender lo que Salomó n nos está diciendo en Eclesiastés, debemos de dejar el libro en su
momento histó rico. Los grandes hombres de Dios en el Antiguo Testamento sabían mucho menos que
nosotros con respecto de la vida má s allá de la muerte. Nuestra perspectiva ha sido iluminada con la
venida del Señ or Jesucristo, su enseñ anza sobre el otro lado, y por su resurrecció n de entre los
muertos. Esto ademá s del resto de revelació n dado por los apó stoles en los escritos del Nuevo
Testamento.
Pero Salomó n escribe no só lo desde su particular perspectiva histó rica, sino también desde su
particular método de enseñ anza. El trabajo del cual el hombre no tiene ganancia es aquel, segú n el
versículo 3, con el que se afana “debajo del sol”. Esta es la perspectiva general del libro de Eclesiastés.
La perspectiva puramente horizontal. La perspectiva del hombre que trata de hallar sentido a su labor
y su vida teniendo en cuenta lo que existe só lo “debajo del sol”. Esta frase es repetida 29 veces en el
libro y frecuentemente en relació n con el trabajo del hombre.

1. Sabiduría 1:13-18
2. Placer, 2:1-13
3. Posesiones 2:4-8a
4. Sexo, 2:8b
La sabiduría puede ser definida como la habilidad de vivir en un mundo caído de forma que Dios sea
honrado. Ser sabio es poder tomar decisiones que den gloria a Dios en medio de presiones que tratan
de deshonrarlo. Al final del día podemos ver hacia atrá s y decir si hemos obrado sabia o neciamente.
Sabremos que hemos obrado sabiamente NO cuando como resultado de una decisió n hemos ganado
má s dinero, o hemos quedado en mejor posició n, y hemos ganado má s alabanza. Sabremos que hemos
obrado sabiamente cuando como resultado de una decisió n, o acció n, podamos decir, “Con eso Dios ha
sido honrado”; “Con esta decisió n el cará cter de Dios ha sido reflejado en mí”.

Salomó n da tres evidencias de la imposibilidad de que nuestros esfuerzos, desvelos, afanes, trabajo,
tesó n, dedicació n, esmero, diligencia, den una razó n de ser ú ltima y definitiva a nuestras vidas. Estos
tres ciclos se dan como ejemplo de lo que no produce nada permanente. “Vanidad” tiene que ver con
lo que hoy es y mañ ana deja de ser.

a) LA MORTALIDAD Y TEMPORALIDAD DEL HOMBRE (1:4)


Al estudiar la Biblia debemos recordar que el lenguaje que usa es un lenguaje fenomenoló gico. Es
decir, se refiere a las cosas como son percibidas desde el punto de vista del que observa. Nosotros
hablamos en lenguaje fenomenoló gico cuando hablamos de “la puesta del sol”. En este siglo iluminado
en que vivimos todos sabemos que el sol no se “pone”. Es la tierra la que gira sobre sí misma y en
torno del sol. Pero todos entendemos este lenguaje. Es un lenguaje descriptivo de los fenó menos
naturales como aparentan ser. Cuando leemos aquí “la tierra siempre permanece” está hablando
desde el punto de vista de lo transitorio de la vida humana. Las generaciones de los hombres van y
vienen, pero la tierra sigue. Salomó n utiliza este contraste para subrayar lo corto de nuestra
existencia.
Se cuenta que cuando Artajerjes avanzaba para invadir Grecia, se detuvo por un tiempo en el
Helesponto, entre el Bó sforo y el Dardanelos, para presenciar desde una montañ a có mo maniobraban
sus tropas que sumaban má s de un milló n de hombres. Mientras admiraba sus fuerzas innumerables
de repente rompió a llorar. Uno de sus asistentes se acercó solícito para averiguar qué le pasaba.
Artajerjes respondió que lloraba porque de repente se había dado cuenta que dentro de 100 añ os
todos aquellos hombres habrían muerto y nada de aquella magnificencia quedaría.

b) LOS CICLOS PERPETUOS DEL MUNDO (1:5-7)


Los ciclos de la naturaleza sugieren a Salomó n que la actividad por sí sola no produce nada de valor
duradero. El sol y el viento está n en constante movimiento pero nunca llegan a una meta determinada
o a un descanso duradero. Los ríos siempre fluyen hacia el mar, pero el mar nunca se llena. Toda esta
actividad de la naturaleza es monó tona y agotadora: los ríos “corren”, se apresuran.

c) LA REPETICIÓ N DE LOS ESFUERZOS HUMANOS (1:8-11)


Salomó n está añ adiendo a lo anterior. La repetició n de la actividad humana es vanidad no só lo porque
nunca se alcanza por medio de ella una satisfacció n permanente, sino porque nunca lo que hacemos es
algo realmente nuevo

QUE DEBEMOS HACER? En medio de una generació n que no quiere escuchar del temor a Dios?

Este mundo está desesperado por encontrar respuestas a las preguntas fundamentales de la vida. ¿De
qué se trata la vida? ¿Por qué es la vida tan injusta? ¿Por qué el trabajo es tan frustrante? ¿Có mo
puedo estar feliz cuando el mundo parece tan vano?

El espíritu de la época recomienda que encontremos significado desde adentro, es decir, que creemos
nuestro propio significado en la vida, y que encontremos significado hacia afuera, en avanzar nuestras
carreras, acumular posesiones, y tener experiencias placenteras.
Hace miles de añ os vivió un rey predicador que buscaba el significado de la misma manera. É l
concluyó :

“Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho y el trabajo en que me había empeñ ado,
y resultó que todo era vanidad y correr tras el viento, y sin provecho bajo el sol”, Eclesiastés 2:11.

Ese rey predicador fue Salomó n, quien escribió sobre su experiencia en el libro de Eclesiastés, un libro
cuya franqueza y pesimismo acerca de la vida a veces asusta. Nos hace pensar: ¿dice la Biblia
realmente eso?

Phil Ryken llama al Eclesiastés, en broma, “el ú nico libro de la Biblia escrito un lunes por la mañ ana”.
[1] Eclesiastés a veces incluso parece contradecir otras partes de la Escritura (piensa en 1:17-18 o
4:1-3 por un momento). Pero lo que Salomó n logra capturar en este libro son las paradojas de vivir en
un mundo caído. Al mismo tiempo, podemos disfrutar de la bondad de la creació n de Dios (Gn. 1:31) y
gemir mientras vivimos en su futilidad después de la caída (Ro. 8:20-23).

Nuestro mundo secular también gime, pero no sabe dó nde encontrar esperanza. Las soluciones
seculares solo hacen peor el problema, dejá ndonos sin soluciones reales.

La vida aparte de Dios no satisface

Eclesiastés contrasta la vida “bajo el sol” con la vida “bajo el cielo”. La vida bajo el sol se centra en la
existencia del ser humano, mientras que la vida bajo el cielo toma a Dios en cuenta. ¡Qué fá cil es caer
en una mentalidad “bajo el sol” y solo pensar en la vida en términos humanos, arrastrada por la
corriente secular de la cultura!

Segú n Eclesiastés, Dios “ha puesto la eternidad en [nuestros] corazones” (Ecl. 3:11). Sabemos que hay
má s de lo que vemos, y el mundo secular lo sabe también. Es por eso que anhelamos la trascendencia
y la grandeza. Queremos que nuestras vidas dejen un legado duradero. Adoramos bandas de rock, o
hablamos de quien es el mejor atleta de nuestro deporte favorito, o buscamos políticos para llenar el
vacío de adoració n en nuestros corazones. ¿Por qué los adivinos todavía hacen negocio en una cultura
secular? ¿Por qué las naciones secularizadas como Islandia creen que existen los elfos? Nuestro
corazó n nos dice que hay algo má s allá de lo que vemos.

Si la fama y la fortuna no son suficientes, ¿qué es?

En los Estados Unidos aumentan las tasas de suicidio. Celebridades como Anthony Bourdain y Kate
Spade, que lo tenían todo ante los ojos del mundo, anhelaban un propó sito má s grande. Tratar de
llegar a la cima de la escalera de la fama y la fortuna no lleva a ninguna parte; es una escalera
interminable.

Vanidad de vanidades, dice el Predicador, y aparentemente muchas celebridades también.

Jim Carrey se lamentó recientemente: “Deseo que todos pudieran experimentar ser rico y famoso, así
verían que no era la respuesta a nada”. Halle Berry, una actriz conocida por su belleza, confesó : “Ser
considerada como una mujer hermosa no me ha salvado de nada en la vida. Ninguna angustia, ningú n
problema. El amor ha sido difícil. La belleza es esencialmente insignificante y siempre transitoria”.
Incluso Tom Brady, el famoso jugador de futbol americano, dijo: “¿Por qué tengo tres anillos de Super
Bowl y todavía creo que hay algo má s grande para mí?”.

“Vanidad de vanidades, dice el Predicador”, y aparentemente muchas celebridades también.

Si el dinero y las posesiones no son suficientes, ¿qué es?


A John Rockefeller, uno de los hombres má s ricos que jamá s haya existido, le preguntaron cuá nto
dinero era suficiente. ¿Su respuesta?: “Solo un poco má s”.[2] Su respuesta no habría sorprendido a
Salomó n, quien escribió hace miles de añ os:

“El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias.
También esto es vanidad”, Eclesiastés 5:10.

El centro comercial no vende alegría (aunque muchos gastan como si lo hiciera). El dinero puede
llenar una cuenta bancaria, pero nunca llenará el alma. Solo cuando la vida está centrada en Dios
pueden las riquezas y las posesiones encontrar su lugar apropiado.

“Igualmente, a todo hombre a quien Dios ha dado riquezas y bienes, lo ha capacitado también para
comer de ellos, para recibir su recompensa y regocijarse en su trabajo: esto es don de Dios. Pues él no
se acordará mucho de los días de su vida, porque Dios lo mantiene ocupado con alegría en su
corazó n”, Eclesiastés 5:19-20.

“[La] vida no consiste en sus bienes”, Lucas 12:15.

Si el placer no es suficiente, ¿qué es?

En muchos sentidos, el “yo” es el principal dios del secularismo. Cuanto mejor comemos, disfrutamos
del entretenimiento, tenemos relaciones sexuales, y experimentamos el mundo, mejor es la vida.

Esto también es vanidad. Incluso el mundo secular lo admite de vez en cuando. En 1964, la revista
Time presentó el siguiente argumento contra la libertad sexual sin restricciones: “Cuando el sexo se
persigue solo por placer, o solo por ganancia, o incluso solo para llenar un vacío en la sociedad o en el
alma, se vuelve esquivo, impersonal, y finalmente decepcionante”.[3]

El placer por sí mismo es inú til (ver Ecl. 2:10-11). Sin embargo, cuando disfrutamos el placer como un
regalo de la mano de Dios, nos da alegría:

“Por tanto yo alabé el placer, porque no hay nada bueno para el hombre bajo el sol sino comer, beber y
divertirse, y esto le acompañ ará en sus afanes en los días de su vida que Dios le haya dado bajo el sol”,
Eclesiastés 8:15.

Nuestro ú nico placer verdadero y duradero está en Dios (Ecl. 3:11, 2:24-26, 3:12-13, 5:18-20, 7:14,
8:15, 9:7,9), aquel que “nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos” (1 Ti. 6:17).
En palabras de Zack Eswine:

“Si usamos los dones de Dios como pequeñ os dioses, somos como aquellos que intentan jugar fú tbol
con un meló n. El meló n no está diseñ ado para soportar nuestras patadas y explotará . Pero si
disfrutamos de los buenos dones de Dios de la manera que É l quiso, no como pequeñ os dioses, sino
como bondades, entonces nos volvemos má s sabios al saber cuá l es la alegría vivaz que se niega a
abandonar la vida bajo el sol”.

Si perseguir la sabiduría no es suficiente, ¿qué es?

El mero acceso a informació n no te hace sabio. Si así fuera, nuestros teléfonos inteligentes no estarían
causando menos profundidad en pensamiento y retó rica. Salomó n, el hombre má s sabio que jamá s
haya existido, escribió en Eclesiastés 1:17: “Y apliqué mi corazó n a conocer la sabiduría y a conocer la
locura y la insensatez. Me di cuenta de que esto también es correr tras el viento”.
No hay sabiduría aparte del temor de Dios, porque “el principio de la sabiduría es el temor del Señ or”
(Pr. 9:10). Si no entras a la carrera de la sabiduría desde esta línea de salida, te encontrará s en el
camino equivocado, persiguiendo el viento. Solo en Jesucristo podemos percibir correctamente la
realidad y ser verdaderamente sabios (1 Co. 1:24). Separado de É l, todo científico, comentarista
cultural, y sabio mundano termina siendo un tonto.

Si nuestro trabajo no es suficiente, ¿qué es?

Eclesiastés lamenta la vanidad y la injusticia del trabajo (ver Ecl. 2:18-26). Debido al pecado humano,
el trabajo es agotador y, a menudo, doloroso emocionalmente y físicamente (Gn. 3:17-19). Los días se
vuelven semanas, meses, y añ os con un trabajo repetitivo y frustrante que parece no lograr nada. ¿Se
olvidará n de mi trabajo una vez que me haya ido? ¿Por qué algunos se hacen ricos con el duro trabajo
de los demá s?

“No hay nada mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. Yo he visto
que también esto es de la mano de Dios. Porque ¿quién comerá y quién se alegrará sin É l?”, Eclesiastés
2:24-25.

Sí, el trabajo puede ser agotador. Pero la respuesta no se encuentra en rechazar el buen don del
trabajo que Dios le dio a la humanidad en la creació n (Gn. 1:28, 2:15). Má s bien, debemos abrazar el
trabajo con corazones agradecidos, recordando que nuestro trabajo es para su gloria y será
recompensado (Ef. 6:5-8). No dejes que la naturaleza fugaz del trabajo te desanime; deja que te lleve a
adorar a Aquel cuya Palabra y obra perdura para siempre:

“Sé que todo lo que Dios hace será perpetuo; no hay nada que añ adirle y no hay nada que quitarle.
Dios ha obrado así para que delante de É l teman los hombres”, Eclesiastés 3:14.

Escapando la vanidad

¿Cuá l es nuestro propó sito aquí en la tierra? ¿Dó nde podemos encontrar significado? Muchos en
nuestro mundo secular no creen que lo podemos saber. El libro The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy
(La guía del autoestopista galá ctico) bromea que en el nú mero 42 está el significado de la vida. Yo no
creo que Salomó n se hubiera reído.

Viviremos en vanidad hasta que centremos nuestras vidas en Dios, y vivamos sumisamente delante de
É l.

La conclusió n de Salomó n en el capítulo 12 de Eclesiastés proporciona la clave interpretativa para


Eclesiastés y toda la vida:

“La conclusió n, cuando todo se ha oído, es ésta: Teme a Dios y guarda Sus mandamientos, porque esto
concierne a toda persona. Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o
sea malo”, Eclesiastés 12:13-14.

Sin Dios, todo es vanidad. Pero con É l, todo tiene un valor incalculable. Temerle es la ú nica forma de
escapar de la vanidad de este mundo y probar el néctar satisfactorio de la vida que proviene solo de su
mano (Ecl. 3:14, 5:7, 8:12, 12:13-14). Viviremos en vanidad hasta que centremos nuestras vidas en
Dios, y vivamos sumisamente delante de É l.

¿Por qué? Mira nuevamente el versículo 14: “Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto,
sea bueno o sea malo”. Cada pensamiento pequeñ o o acció n pequeñ a tiene un significado eterno
porque Dios así lo dice, incluso si la vida se siente como una nube que pasa.
Eclesiastés me consuela al recordarme que Cristo comprende las frustraciones de la vida mejor que
yo.

No somos los capitanes de nuestras almas, ni los dueñ os de nuestro propio destino… nuestro Dios lo
es. No podemos vivir como si tuviéramos autoridad sobre la vida y la muerte sin enfrentar la ira del
Creador. Todo pecado e injusticia en el mundo será juzgado, ya sea por Cristo en la cruz, o en el juicio
final.

Eclesiastés me consuela al recordarme que Cristo comprende las frustraciones de la vida mejor que
yo, y por lo tanto puede proporcionarnos el remedio apropiado. También me anima que “todo aquello
que Salomó n persiguió , Jesú s fue tentado por esas mismas cosas, pero É l resistió ”.[4] Murió como
sacrificio perfecto por nuestros pecados, y resucitó de los muertos como evidencia de su autoridad
sobre esta creació n quebrantada, y como primicias de una redenció n mayor, para sus hijos y para su
creació n:

“La creació n misma será también liberada de la esclavitud de la corrupció n a la libertad de la gloria de
los hijos de Dios”, Romanos 8:21.

Sí, la creació n y nuestras vidas bajo el sol fueron sometidas a vanidad, pero Cristo nos da esperanza y
alegría en el presente mientras esperamos nuestro glorioso futuro. Sí, es difícil vivir en este mundo;
pero no siempre viviremos aquí. Cristo nos hará libres para disfrutar de É l y su gloria para siempre.

Hasta ese día, evitemos la frustració n al hacer nuestra la oració n de Agustín: “Nos hiciste para ti, y
nuestro corazó n está inquieto hasta hallar descanso en ti”.

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