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ALGUNOS PROBLEMAS RELATIVOS A LA UNIVOCIDAD DEL SER

Por Juan Gonzalo Moreno V

Tanto como para Lucrecio y Ovidio, el mundo de Deleuze es un modo de devenires y


de flujos que disuelven toda cosa establecida, un mundo de acciones y de pasiones
profundas que destruyen toda compacidad material y toda identidad conceptual.
Pero sobretodo, como para Ovidio, el mundo de Deleuze es un mundo de incesantes
metamorfosis entre los seres: «plantas, animales o personas» que poseen todos el
mismo valor de ser. «Esta paridad» de los existentes es en efecto la consecuencia
más importante del principio de univocidad.

Alberto Gualandi

Hay cuestiones en la historia de la filosofía que se eclipsan y pierden con el tiempo su


poder de convocar el pensamiento, la univocidad, la equivocidad y la analogía son
algunas de ellas. Veamos algunos presupuestos de tal eclipsamiento: por un lado, la
práctica de la ciencia, en su doble faz matemática y empírica, exige el sentido unívoco
como uno de sus requisitos; que los términos de la ciencia tengan un sentido unívoco es
cosa lograda desde hace mucho tiempo. La escritura lógico-matemática y la casi total
reducción de los resultados experimentales a “contadores y relojes”, dan por supuesto
que el sentido unívoco es una constante y no un problema. De otro lado, la escritura
literaria como experimentación lingüística, que no debe conocer más límites que los que
ella se impone, libran al lenguaje de cualquier condicionamiento y hacen proliferar la
equivocidad por todas partes. Con respecto a la analogía ya sabemos por Michel
Foucault la desvalorización a la que se ve sometida, desde fines del renacimiento, a no
ser que se la expurgue mediante controles de orden lógico-matemático y termine
convirtiéndose en isomorfismo, homeomorfismo, modelo u otras maneras de apagar sus
“espirales infinitas”. Inclusive las teorías actuales de la metáfora hacen una crítica
radical de la analogía.

Los términos equívoco, unívoco y análogo en el sentido en el cual fueron tema de


arduas, prolongadas y arriesgadas disertaciones a través de la edad media, no parecen ya
despertar ninguna pasión, o para ser más actuales, ninguna “voluntad de verdad”.

Sin embargo la apuesta por uno de tales términos decidía en aquella época la candente
pregunta por el sentido del Ser.

Que el Ser se dice en varios sentidos, o sea equívocamente, aparece con claridad en
Aristóteles, ya sea que se diga en la multiplicad de las categorías, o mínimamente como
sustancia y accidente. Además, aunque el tema de la analogía no está plenamente
desarrollado en Aristóteles, sino más bien insinuado, es fácil comprender como lo hace

1
Santo Tomás que si el Ser se dice en varios sentidos, algo común debe garantizar la
unidad de éstos.

Es este problema el que conduce a Santo Tomás a la determinación del concepto de


analogía en su doble vertiente: analogía de atribución o de proporción y analogía de
proporcionalidad; la primera relaciona los múltiples sentidos del ser por semejanza
entre los analogados, todos dependientes del analogado principal. Sano, se dice del
hombre propiamente, pero se dice del clima, de la alimentación, etc. análogamente; la
segunda es una analogía no entre los entes sino entre las relaciones que los vinculan: si
digo la luz de la verdad es porque me apoyo en una proporción de relaciones

Verdad = Luz
Entendimiento Visión

Sabemos lo que se juega para los escolásticos en las discusiones acerca de la analogía,
nada más y nada menos que la relación de Dios con sus creaturas:

“Aristóteles estaba interesado por la analogía horizontal que los seres mantienen entre
sí, y habla de analogía en relación con la sustancia y los accidentes. Tomás de Aquino,
aunque establece las modalidades según las cuales se predica el ser de los entes finitos,
está más interesado -a diferencia de Aristóteles- por la relación entre Dios y el mundo.
Aristóteles se mueve en dirección horizontal, mientras que Tomás lo hace en dirección
vertical. Y a este propósito habla de la analogía que, además de aclarar la relación
existente entre los entes finitos, especifica la relación que hay entre Dios y las creaturas,
entre lo finito y lo infinito” 1 (ver esquema)

Dios
| Analogía de proporcionalidad. Santo Tomás
|
Sustancias ------- Accidentes
Analogía de proporción. Aristóteles.

Todo el aparato conceptual de la analogía está edificado para preservar la eminencia del
ser supremo con respecto a sus creaturas: a medida que se alejan de aquel se degrada,
por decirlo así, su participación en él

“El orden según el cual se efectúa este descenso es la ley misma que regula la
constitución íntima del universo: todas las creaturas están dispuestas conforme a un
orden jerárquico de perfección, yendo de las más perfectas que son los ángeles, a las
menos perfectas, que son los cuerpos, y de tal manera que el grado más bajo de cada
especie superior linda con el grado más alto de cada especie inferior.” 2

En resumidas cuentas, el ser de Dios y el de las creaturas es distinto. Los dos


significados de la palabra ser, ni son ni idénticos ni completamente diferentes, sino que
se corresponden mediante la analogía de proporcionalidad.
1
Antiseri Dario, Reale Giovanni. HISTORIA DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO
Tomo I. Herder, Barcelona, 1999 p. 487.
2
Gilson, Etienne. LA FILOSOFÍA EN LA EDAD MEDIA. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del
siglo XIV, Gredos, Madrid, 1991 p. 524.

2
Contra el pensamiento analógico dirige Duns Scoto su batería. Scoto se detiene a
examinar las consecuencias que derivan de admitir la analogía

“su argumento fundamental es que, si no se admite un significado del ser común a Dios
y a las creaturas, es imposible conocer nada de Dios y es también imposible determinar
ninguno de sus atributos partiendo por vía causal de las creatura. De hecho, así como no
se podría conocer nada de la sustancia que nos es conocida a través de sus accidentes
sensibles, si no hubiese un concepto común a aquella y a estos accidentes, que es
precisamente el concepto del ser, así no se podría conocer nada de Dios, salvo que fuese
un concepto común a Dios y a las creaturas; y no puede haber otro concepto tal, más
que el de ser.” 3

Lo que Scoto está buscando es una noción unívoca del ser que, como ya lo había
admitido Aristóteles, no se confunda con la de un género, lo que llevaría a contravenir
el principio supremo de la lógica, pero que tampoco se diga en sentido diferente de Dios
y de sus creaturas. El conocimiento metafísico no puede conocer a Dios en cuanto Dios,
objeto de la teología, sino a Dios en cuanto ser y para lograrlo, debe hacerlo con los
instrumentos propios que puede extraer de lo sensible. Así pues, debe llegar a una
noción indeterminada de ser, que comprenda todos los entes sin que conlleve la
predicación analógica, que desplaza el problema pero no lo resuelve, puesto que la
analogía conduce a la afirmación y a la negación del ser, ya que la semejanza se da en
unos aspectos y en otros no:

“éstos, (los conceptos analógicos) pueden ser afirmados y negados al mismo tiempo del
mismo sujeto, desde puntos de vista distintos” 4

Scoto, a este respecto, se muestra extraordinariamente lúcido: «llamo unívoco -se lee en
la Ordinatio- a aquel concepto que es uno de modo tal que su unidad es suficiente para
provocar una contradicción, si se afirma o se niega de una misma cosa»

La noción scotista del ser unívoco es ajena a la universalidad genérica y a la


individualidad numérica, es neutra respecto a lo universal y a lo individual.

La clave de bóveda del edificio scotista es la introducción de la modalidad como


especificación intensiva del ser

“el ser en cuanto ser tiene propiedades: las primeras son sus modos. Los modos de una
naturaleza o esencia son sus determinaciones intrínsecas posibles. Tomemos un
ejemplo, un rayo luminoso: puede ser diversamente coloreado; los colores que lo varían
se añaden a su naturaleza de rayo luminoso que no es sino la misma luz, son, pues,
determinaciones extrínsecas suyas, no son modos de la luz en cuanto luz; pero esta
misma luz puede ser más o menos intensa, sin que nada se añada a su naturaleza o se
sustraiga de ella; la intensidad es, consiguientemente, un modo de la luz. De manera
semejante, hay modos de ser, es decir –según indica el nombre mismo-, «maneras de

3
Redacción colectiva. HISTORIA DEL PENSAMIENTO. La escolástica. Tomo II, Sarpe, Madrid, 1988.
4
Antiseri Dario, Reale Giovanni. HISTORIA DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO
Tomo I. Herder, Barcelona, 1999 p. 521

3
ser», que no son sino el mismo ser diversamente modificado, desde luego, pero siempre
en cuanto ser.” 5

El ser unívoco no camina en la dirección que va de los géneros a las especies y de éstas
a los individuos, sino en la dirección de las diversas modalizaciones que le afectan y
que son en el fondo, grados de intensidad de un ser indiferente a las
compartimentaciones categoriales. Al fin y al cabo toda forma de pensamiento que
formule la existencia de categorías y que no quiera perderse en el laberinto de la
equivocidad debe recurrir a la analogía, como fundamento de un mínimo común
denominador del ser, definido por las proporciones variables que permiten su
distribución en las diversas categorías.

Como dice Alain Badiou, cuando analiza el pensamiento de aquel filósofo que renovó
para nosotros el viejo problema de la univocidad y que después del eclipse lo hizo
brillar con una intensidad insospechada,

“el intento de pensar el Ser según una distribución fija y desigual de sus formas tiene
por operador lo que Deleuze (siguiendo a Aristóteles) llama categoría. Categoría es el
nombre apropiado para un territorio del Ser (por ejemplo, la materia, la forma, la
sustancia, el accidente…). O también para uno de los sentidos del ser, porque toda
rigidez de la división ontológica trae aparejada la ruina de la univocidad. Cualquiera que
piense por categorías sostiene por este mismo hecho que el Ser de dice en varios
sentidos (según la esencia o según la existencia, como Idea o como simulacro, etc.).
Recíprocamente, si el ser sólo se dice en un sentido, es imposible pensar por
categorías”6

En efecto, es Gilles Deleuze, quien con una insistencia demoníaca,7 hace circular por
toda su obra, lo que el mismo denomina “el clamor del ser”, clamor que proclama la
buena nueva: el ser es unívoco. En una magistral demostración de conexión rizomática,
Deleuze nos permite contemplar una constelación, que probablemente sólo el
oscurecimiento producido por el eclipse nos permite percibir, y en la cual alumbran
como estrellas en el firmamento Duns Scoto, Spinoza y Nietzsche. Cada uno de ellos
aportó algo a la consolidación del axioma de la univocidad del ser que Deleuze llevó a
su más alto grado. Duns Scoto pensó la univocidad, Spinoza la afirmó y Nietzsche la
realizó. 8

Deleuze prolonga la luz que se desprende de estos pensadores, proponiendo la ecuación


Ser = Devenir. El ser es acontecimiento y el acontecimiento es el sentido del ser. El ser
se dice en un único sentido de toda la variedad de existentes, puesto que lo que se dice y
lo que acontece, se hacen indiscernibles en el seno de la dimensión expresiva de la
proposición. Esperamos que la extensa cita que a continuación ofrecemos, nos ilumine
con la alegría que embarga a quien ve despuntar la luz tras el eclipse.

5
Gilson, Etienne. LA FILOSOFÍA EN LA EDAD MEDIA. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del
siglo XIV, Gredos, Madrid, 1991 p. 580
6
Badiou, Alain. DELEUZE EL CLAMOR DEL SER. Manantial, Bs. As. pp. 51-52.
7
Deleuze, al sostener el carácter unívoco del ser, hace aparecer tras el rey que vigila las categorías, al
amo que las rebasa por diferencias infinitesimales de intensidad, “el más pequeño intervalo siempre es
diabólico: el amo de las metamorfosis se opone al rey hierático invariante”. Deleuze G. y Guattari F.
MIL MESETAS. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos, Valencia 1988.
8
Para quien quiera profundizar en este tema lo remito al texto: Deleuze, G. DIFERENCIA Y
REPETICIÓN Júcar, Barcelona, 1988 pp 88-99.

4
“La filosofía se confunde con la ontología, pero la ontología se confunde con la
univocidad del ser (la analogía fue siempre una visión teológica, no filosófica, adaptada
a las formas de Dios, del mundo y el Yo)… La univocidad significa que lo que acontece
y se dice es la misma cosa, lo atribuible de todos los cuerpos o estados de cosas y lo
expresable de todas las proposiciones. La univocidad significa la identidad del atributo
noemático y del expresado lingüístico, acontecimiento y sentido. El ser, pues, no se deja
subsistir en el vago estado que tenía en las perspectivas de la analogía. La univocidad
eleva, extrae el ser para distinguirlo mejor de aquello a lo cual llega y sucede y aquello
de lo cual se dice. La univocidad arranca el ser a los siendos-entes para reportárselo en
una vez, abatirlo sobre ellos por todas las veces. Puro decir y puro acontecimiento, la
univocidad pone en comunicación la superficie interior del lenguaje (insistencia) con la
superficie exterior del ser (extra-ser). El ser unívoco insiste en el lenguaje y sobreviene
a las cosas; mide la relación interior del lenguaje con la relación exterior del ser. Ni
activo ni pasivo, el ser unívoco es neutro. El mismo es extra-ser, es decir, este mínimo
de ser común a lo real, lo posible y lo imposible. Posición en el vacío de todos los
acontecimientos en uno, expresión en el sinsentido de todos los sentidos en uno, el ser
unívoco es la pura forma del Aiôn, la forma de exterioridad que pone en relación las
cosas y las proposiciones. En una palabra, la univocidad del ser tiene tres
determinaciones: un solo acontecimiento para todos; un solo y mismo aliquid para lo
que pasa y lo que se dice; un solo y mismo ser para lo posible, lo imposible y lo real.” 9

9
Deleuze, Giles. LÓGICA DEL SENTIDO. Barral, Barcelona, 1970.

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