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Hasta que la muerte nos separe

Edwin Alexander Suarez Burbano ciclo 4 grados 8 y 9

Ezra era un joven que vivía anticipándose a las pérdidas. Se había pasado la

mitad de su vida deseando que ese período no terminara, y el resto de su vida,

añorando esos instantes de belleza y libertad. Su hermano Amos era

alguien cambiado, lo único que le importaba era el presente y vivía cada

día como si fuera el último.

Entre Amos y Ezra había una gran conexión; tal es así que cuando eran

Niños solían siempre enfermarse juntos. El primero en enfermarse siempre era

Ezra y a los pocos días su hermano era diagnosticado con lo mismo de la hermana Tratados de la
misma manera. Amos culpaba a Ezra por

enfermarse y pasarle su hijueputa mal; pero, no había días que disfrutara más que

aquéllos que transcurría encerrado junto a su estúpido hermano.

El tiempo pasó y las circunstancias provocaron que entre los hermanos se abriera

un hijueputa enojo ni el berraco. La muerte de los papas fue un motivo importante de aquella

separación ya que a Ezra le costó mucho aceptarla y cada vez que se veían las jetas se

echaba a llorar desconsoladamente como cuando era niño toto. Amos decidió que no

podía seguir viéndolo porque tarde o temprano conseguiría que también él cayera

en ese pozo oscuro del que Ezra su estúpida hermana no quería salir. Además,

Amos pensó que si dejaba de ver a su hermano ya no moriría de joven, cosa a la

que le tenía un miedo ni el hijueputa. Estaba convencido de que por la forma tan fea de ser

Ezra pronto enfermaría de algo grave y si él lo sabía, posiblemente desarrollaría la

misma dolencia. Y si de algo estaba seguro era de no quería morirse

Amos no estaba tan equivocado; Ezra enfermó gravemente a los treinta años y

debió someterse a dos largos años de tratamiento y sufrimiento, en la

soledad. Al llegar a su casa, el mismo día en el que le habían dado el

alta, encontró un mensaje en el contestador de su teléfono: su hermano, Amos

acababa de fallecer de la misma enfermedad que él había vencido.

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