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LA ACCIÓN
Las acciones pueden clasificarse en lícitas e ilícitas. La mayoría de las acciones que
realizan las personas son acciones lícitas: caminar, cantar, transportarse, negociar,
trabajar, viajar, divertirse, practicar deportes, estudiar, jugar con los programas de
la computadora, etc.
Por su parte, las acciones ilícitas son aquellas que de cualquier forma son contrarias a
una norma jurídica, cualquiera que sea. Es ilícito estacionar mal el automóvil, tirar
un papelito en la vereda, robar un banco, cruzar la calle por un lugar indebido, etc.
En alguna parte de todo el sistema existe una norma que prohíbe realizar esa acción,
por eso es ilícita y, además, se establece la sanción correspondiente dirigida a quien
la realice y a la autoridad estatal que deberá aplicarla (el pago de una multa, la
obligación de indemnizar, la prisión, etc.). Por supuesto que esas sanciones ligadas a
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conductas no pueden ser arbitrarias, sino que deben ser proporcionadas a lo que se
entiende sea la gravedad de la conducta que se quiere castigar.
Entonces, del universo de las acciones humanas, un subconjunto son acciones ilícitas
que tienen asignadas sanciones.
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También en este caso las áreas están desproporcionadas ya que el conjunto de los
delitos respecto las conductas ilícitas es mucho menor que el mostrado.
Los delitos son una clase especial de acciones ilícitas. No solo las más graves, sino que
una acción solo debe calificarse como delito cuando no exista ninguna otra forma de
controlarla. Como la sanción puede ser de una dureza extrema (la pérdida de la
libertad, por ejemplo) el sistema jurídico debe prestar atención cuidadosa de que en
la aplicación de esa sanción se logren los objetivos planteados, a saber, la corrección
del delincuente y el ejemplo social.
En nuestra sociedad moderna en la cual creemos que las personas son responsables de
las acciones que realizan (y no los dioses, por ejemplo, infundiendo ánimos
irresistibles como sucede, por ejemplo, en La Ilíada), debemos verificar que
solamente castigaremos las acciones que posean ciertos componentes que la hagan
una acción verdaderamente humana (sin perjuicio del problema de la responsabilidad
penal de las llamadas personas jurídicas).
Entonces, con mucho cuidado, se debe comprobar que en la acción que analicemos se
cumplan todos los requisitos que exigimos y nos parecen esenciales para aplicarle la
sanción.
Respecto los menores las legislaciones varían. En algunos países se los evalúa en cada
caso para determinar si han podido comprender el acto y en otros directamente se
establece una edad debajo de la cual se los considera “inimputables”, es decir,
jurídicamente no pueden cometer delito alguno. Esto produce una situación curiosa
pero que es útil para comprender ciertas particularidades del derecho. Un joven que
comete un homicidio el día anterior al de su cumpleaños no comete delito alguno, si
lo hace al día siguiente, sí y de la máxima gravedad penal. Puede parecer (y lo es)
sumamente arbitrario, pero el derecho existe para resolver problemas y si en cada
uno de los actos realizados por los menores tuviera que dispararse una investigación
penal no podría de hecho realizarse. Sabemos que hay niños y jóvenes más maduros
que otros, pero es imposible examinar cada caso. Ese es el fundamento de establecer
un parámetro biológico con la edad. Mal o bien, problema solucionado (solucionado
para el sistema jurídico, no para los casos individuales que pueden parecer muy
injustos).
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Voluntad: aun comprendiendo lo que sucede, podría ser que no se quisiera hacer lo
que aparentemente se hace, es decir, que se hiciera “sin quererlo”. Estos son los
casos de “acción” sin voluntad. La voluntad puede perderse por la coacción.
Coaccionar a alguien es forzarlo a hacer algo que no quiere hacer. La coacción puede
ser física o moral.
Primero, una suerte de catálogo de las acciones que serán consideradas delitos (el
Código Penal y las leyes complementarias).
Segundo, este listado –y sus eventuales cambios- solo podrá establecerse mediante el
dictado de una ley.
Tercero, esa ley debe hacer una descripción perfectamente precisa e inequívoca de
esas conductas calificadas como delitos.
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ANTIJURICIDAD Y JUSTIFICACIÓN DE REALIZACIÓN DE CONDUCTAS TÍPICAS
Pero puede suceder que en algunas ocasiones se realice una conducta con
discernimiento, voluntad y externalización, que esté tipificada en la ley penal y, sin
embargo, no constituya un delito. Son los casos de conductas justificadas por alguna
razón por la cual el derecho “autoriza” a realizarla.
Así, en el incendio de una casa con peligro para personas que se encuentran en el
interior, alguien podría “hurtar” un matafuego para combatir el fuego. La acción que
se encuentra tipificada “…apoderarse de una cosa ajena…” no constituye delito por
encontrar una válida justificación.
Hay que tener cuidado con la palabra “justificación”. Las personas “justifican” las
acciones más atroces. En este contexto tiene un sentido sumamente preciso: una
acción está justificada solamente si se realiza para defender un valor que está siendo
agredido en forma actual y para ello la acción que se desarrolla es proporcional, es
decir, es la necesaria (y no más) para defender ese valor.
Todas las acciones tienen una consecuencia directa y otras que se van desplegando en
un sistema causal infinito. Algunas acciones generan muchas consecuencias y otras
son casi inocuas, se agotan en sí mismas.
Pero hay otro tipo de acciones en el cual el agente realiza una acción determinada,
pero lo hace imprudentemente, negligentemente, torpemente. Así cuando alguien
conduce excediendo la velocidad, cuando se tira la colilla de un cigarrillo en una zona
proclive a los incendios, cuando un médico anestesista no vigila los parámetros
debidos para aplicar la anestesia, etc. En estos casos, el sujeto tiene intención de
realizar la acción, de manejar a gran velocidad, de tirar la colilla, de no controlar los
instrumentos.
A veces, esas acciones torpes, queridas como torpes, llevan a resultados no queridos.
Así, el auto conducido a gran velocidad se estrella y aplasta a una persona, la colilla
produce un incendio, el paciente muere. Algunos tipos penales describen estas
conductas y a los delitos los llamamos culposos.
Se debe tener en claro que TODOS los delitos son dolosos SALVO muy poquitos delitos
culposos. La regla es el dolo y la culpa, la excepción. La proporción de tipos penales
culposos respecto los dolosos es ínfima. Nos confunde a veces el hecho de que algunos
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de los delitos culposos se repiten innumerable cantidad de veces y son noticia
cotidiana, especialmente en los accidentes automovilísticos.
R = Resultado
Además, hay otras acciones que EGO realiza con discernimiento y voluntad, pero las
realiza con negligencia, con torpeza, imprudentemente. EGO maneja su automóvil a
una velocidad no permitida poniendo en riesgo la vida de los demás. O si el médico
anestesista no verifica los parámetros que debe controlar para la medicación
adecuada. O si es piloto de aeronaves en el momento del despegue no presta toda la
atención adecuada que exige la maniobra.
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¿Cómo hacemos para saber si una acción es negligente, torpe, imprudente? La
comparamos con un modelo de conducta bien realizada. Es decir, toda conducta tiene
un modelo de realización correcta, que no es el modelo de conducta perfecta sino un
modelo de conducta razonable, exigible, prudente.
A esas acciones torpes las vamos a señalar con una línea ondulante.
Al momento de tipificar, la ley señala, para agregar al catálogo de los delitos, dos
tipos de acciones. Las acciones dolosas son aquellas que se realizan buscando el
objetivo, que las consecuencias son queridas. En cambio, las acciones que se
desarrollan con una conducta torpe, que no respetan el modelo esperable para
realizarla, pueden ser acciones ilícitas que podrían no tener ninguna consecuencia
(conducir imprudentemente). Pero si tienen consecuencias graves (una persona
atropellada), por más que no hayan sido queridos esos resultados, pueden ser
consideradas culposas. Los delitos son culposos dependiendo de si la acción
imprudente tuvo consecuencias graves o no.
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En un caso se tipifica una acción dolosa, en la cual el resultado se encuentra en el
ámbito de discernimiento del agente que comprende el resultado y lo quiere.
Homicidio doloso: “Se aplicará reclusión o prisión de ocho a veinticinco años, al que
matare a otro…”
Homicidio culposo: “Será reprimido con prisión de dos a cinco años… el que por la
conducción imprudente, negligente o antirreglamentaria de un vehículo con motor
causare a otro la muerte”.
Es muy importante recordar que las acciones, para ser delitos, deben ser dolosas
SALVO muy pocas que tienen una figura culposa, que el código penal especifica.
ANÁLISIS DE CASOS
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Caso 1 – El hombre molesto del subterráneo
A (acción):
E (exteriorización): en el orden natural de las cosas cuando alguien grita y realiza ese
tipo de movimientos y gritos, las personas se asustan.
A (acción):
V (voluntad): el hombre sabía lo que hacía, quiso hacerlo, quiso romper el vidrio del
auto, quiso apoderarse del matafuego, no sufrió ninguna amenaza suficientemente
fuerte como para no poder evitar realizar su acción.
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asigna una pena al que “… se apoderare de una cosa ajena ejerciendo fuerza en las
cosas o violencia en las personas…”. Se llama robo.
A (antijuridicidad):
Nos preguntamos ¿hubo justificación? ¿Realizó la acción para defender un valor mayor
que se encontraba en peligro inminente? Si, hubo una justificación válida, entonces su
acción NO es antijurídica.
A (acción):
E (exteriorización): en el orden natural de las cosas cuando alguien utiliza una clave
puede ingresar a un sistema informático.
T (tipicidad):
Buscamos en el “catálogo” (Código Penal u otras leyes que hayan incluido figuras
penales) y encontramos el tipo penal descripto como “acceder a un sistema
informático de acceso restringido…”.
A (antijuricidad):
C (culpabilidad):
¿Hubo dolo típico? ¿Quiso el resultado de la acción? ¿Tuvo como objetivo ingresar al
sistema? Si, sin ninguna duda.
Habiéndose cumplido todos los elementos constitutivos del delito, podemos concluir
que la acción realizada ES DELITO.
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