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Estratificación social

Estrati cación social

Referencias

Video conceptual
LECCIÓN 1 de 3

Estratificación social

Esclavitud Haití

A continuación, presentamos un video que trata la Revolución de Haití en 1791, para que analices cuáles son las
diferentes maneras de estratificación social que coexistieron en la isla. En primer lugar, te invitamos a identificar el
rol de los esclavos, mulatos y elites coloniales y republicanas, para explicar por qué se libraron las revueltas. En
segundo lugar, deberás explicar desde algún paradigma de la sociología cuáles fueron las fuentes que legitimaron a
las distintas formas de organización social.

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Revolucion haitiana (1790). Canal Encuentro.

Revolucion haitiana (1790). Canal Encuentro.


Capítulo de la serie "Revolución", aparecida en Encuentro, canal de Tv del Ministerio de
Educación nacional argentino. Se puede descargar la serie completa c...

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Desigualdades y estratificación social

El objetivo de esta lectura es introducirte en el estudio de la desigualdad y la estratificación social. Trabajaremos dos
grandes temas: la desigualdad social en el interior de los países, y la desigualdad social entre los países. Si bien
ambas dimensiones de la desigualdad se encuentran profundamente entrelazadas, en esta oportunidad y con fines
pedagógicos, las presentaremos por separado.

Para analizar la desigualdad social, discutiremos tres grandes perspectivas:

el análisis propuesto por el funcionalismo;

el análisis de clases inspirado en los trabajos de Karl Marx;

el análisis de clases inspirado en los trabajos de Max Weber.

Para analizar la desigualdad global presentaremos dos perspectivas:

1 La teoría de la modernización.

2 La teoría de la dependencia.
Antes de comenzar, te invitamos a reflexionar sobre los siguientes interrogantes: ¿por qué hay individuos que tienen
más ingresos que otros? O, de manera colectiva, ¿por qué algunos grupos de individuos tienen más prestigio y
riqueza que otros? ¿Todos los individuos tienen igual probabilidad de alcanzar idénticos niveles de riqueza, prestigio
o poder en la sociedad?

Si extrapolamos los interrogantes a escala global, las preguntas serían las siguientes: ¿por qué hay países con mayor
nivel de riqueza que otros? ¿Son estos países más “desarrollados” que los otros? ¿o la causa se fundamenta en pautas
culturales?

Reflexionemos ¿por qué es importante la desigualdad?

Pensemos en dos niños sudafricanos nacidos el mismo día, en el año 2000. Nthabiseng es negra,
hija de una familia pobre de un área rural de la provincia del Cabo Oriental, a unos 700
kilómetros de Ciudad del Cabo. Su madre no tuvo ninguna educación formal. Pieter es blanco,
nacido en una familia acaudalada de Ciudad del Cabo. Su madre terminó estudios
preuniversitarios en la prestigiosa Universidad Stellenbosch.

El día de su nacimiento, difícilmente a Nthabiseng y Pieter se los habría podido responsabilizar


por sus circunstancias familiares: su raza, los ingresos y la educación de sus padres, su ubicación
rural o urbana, como tampoco por su sexo. Sin embargo, las estadísticas sugieren que esas
variables predeterminadas marcarán una enorme diferencia en la vida que ellos lleven. Nthabiseng
tiene el 7,2% de probabilidades de morir durante su primer año de vida; esto es, más del doble que
Pieter, para quien esas probabilidades son del 3%. Pieter puede esperar llegar a los 68 años y
Nthabiseng a los 50. Pieter puede tener una perspectiva de 12 años de educación formal y
Nthabiseng menos de uno.

Lo más probable es que a lo largo de su vida, Nthabiseng sea considerablemente más pobre que
Pieter. Durante su crecimiento, es menos probable que ella tenga acceso a agua potable y servicios
sanitarios, y a buenas escuelas. De manera que las oportunidades que estos niños tienen de
desarrollar todo su potencial humano difieren inmensamente desde el principio, sin ninguna culpa
de su parte.
Tales disparidades de oportunidad se traducen en diferentes habilidades para contribuir al
desarrollo de Sudáfrica. Es posible que la salud de Nthabiseng al nacer no haya sido tan buena,
debido a una nutrición menos buena de su madre durante el embarazo. En virtud de su
socialización de género, su ubicación geográfica y su acceso a instituciones educativas, Pieter
tiene muchas más probabilidades de adquirir una educación que lo habilite para aprovechar al
máximo sus talentos innatos.

Incluso si a los 25 años, y en contra de todas las probabilidades, Nthabiseng lograra concebir una
gran idea empresarial (por ejemplo, una innovación para incrementar la producción agrícola), a
ella le sería mucho más difícil persuadir a un banco de hacerle un préstamo a una tasa de interés
razonable. Pieter, al tener una idea igualmente brillante. Incluso si a los 25 años, y en contra de
todas las probabilidades, Nthabiseng lograra concebir una gran idea empresaria (digamos, sobre la
forma de diseñar una versión mejorada de software prometedor), seguramente encontraría más
fácil obtener crédito, gracias a tener un diploma preuniversitario y muy posiblemente bienes que
le sirvan como garantía. Gracias a la transición de Sudáfrica hacia la democracia, Nthabiseng
puede votar y, de ese modo, influir indirectamente en la política de su gobierno, cosa que el
apartheid les negaba a los negros. Pero el legado de desigualdad de oportunidades y de poder
político del apartheid permanecerá durante algún tiempo. El camino a recorrer desde semejante
cambio político (fundamental) hasta cambios en las condiciones económicas y sociales, es largo.
(Ferreira et al., 2006, p. 1)

La introducción sobre la dispar situación de vida de los dos niños en Sudáfrica nos lleva a reflexionar sobre las
desigualdades sociales y sus consecuencias. Todos, en alguna medida, hemos sido testigos, en el transcurso de
nuestra vida, de algún tipo de desigualdad social, independientemente del lugar en el cual habitamos. Es
precisamente el encuentro con la desigualdad el punto de inicio de esta sección. De manera específica, en el campo
de la sociología, los padres fundadores intentaron de una u otra manera explicar las causas y los efectos que provocan
las desigualdades.

En todas las sociedades existe algún tipo de desigualdad, es decir, un sistema de estratificación social que hace
posible que categorías enteras de personas se ubiquen en diferentes posiciones en la estructura social y que, como
consecuencia de esto, obtengan dinero, poder o prestigio. También debemos agregar que toda estructura de
desigualdad tiene algún tipo de sistema simbólico que explica por qué hay una distribución asimétrica de los recursos
sociales.
Para hablar de este tipo de desigualdad, los sociólogos Macionis y Plummer (2007) se refieren a la estratificación
social como la clasificación o jerarquización de los individuos según la categoría a la que pertenecen (o se les
asigna). Para Crompton (1997), la expresión de estratificación social es un concepto general que describe estas
estructuras de desigualdad.

En las sociedades preindustriales, la estratificación social se consideró un fenómeno “natural”. Si las desigualdades
eran calificadas como una cuestión natural de las sociedades, no era necesario investigarlas en términos sociales. Es
decir, la naturalidad implicaba que provenían de una estructura establecida por algún orden divino. Sin embargo,
como señala Crompton (1997), progresivamente los cambios operados por las revoluciones industriales y la llegada
de la Modernidad implicaron una crítica a los sistemas tradicionales de creencias que habían explicado y legitimado
las desigualdades materiales. Frente a la idea de que los seres humanos son desiguales por naturaleza o por alguna
causa divina, se desarrolló el argumento de que los seres humanos son iguales, no desiguales. Este es precisamente el
punto de partida de la reflexión sociológica sobre la desigualdad. Crompton (1997) se cuestiona, si la igualdad es la
condición natural de los seres humanos, ¿cómo se explican y justifican las desigualdades persistentes? ¿por qué
algunos individuos dominan a otros? Estas preguntas son de varios órdenes, como problemas de la teoría social y
política; sin embargo, nosotros trataremos de responderlas de manera sociológica.

En el plano de la teoría política, los teóricos del contrato social ofrecieron las primeras respuestas (Crompton, 1997).
Thomas Hobbes (1588-1679), postulaba que la vida de las personas en un supuesto estado de naturaleza era
peligrosa, brutal y corta, era una continua guerra del hombre contra el hombre, como señaló en su conocida frase. La
solución que se propuso para este problema del orden era que todas las personas se sometieran al Estado, ya que era
el ente que garantizaba el control en la sociedad. John Locke (1632-1704), por su parte, afirmó que la autoridad del
Estado era la que mejor podría garantizar los derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad.

Otro teórico, Jean Jacques Rousseau (1712-1778), postuló una conocida frase: “el hombre nació libre, y en todas
partes se le encuentra encadenado” (Rousseau en Madero, 2013 https://www.imagenradio.com.mx/jean-jacques-
rousseau-y-el-contrato-social). Según Rousseau, la libertad absoluta es inalcanzable, pero afirmaba que la
democracia directa, expresada por medio de la voluntad general, proporcionaba la mayor protección al individuo.
Así, en el siglo XVIII se establecieron los fundamentos del argumento de que todos los ciudadanos tenían derechos
políticos, tal como se expresa en el voto universal y las instituciones democráticas.

Ante este panorama, debemos recordar los eventos que dieron origen a la reflexión sociológica en Europa: la
Revolución Industrial y la Revolución francesa. Estos profundos cambios sociales, como el fin de una sociedad con
características tradicionales y el desarrollo del capitalismo industrial, provocaron un énfasis en la racionalidad del
orden social moderno. Es decir, la racionalidad, el cálculo racional –y no las normas de la costumbre–, se
constituyeron como el principio a través del cual la conducta económica debía guiar a las sociedades capitalistas en
desarrollo.

Los procesos de expansión de los mercados y las transformaciones de los procesos de producción también implicaron
la erosión de los derechos consuetudinarios en el dominio del comercio y la manufactura. Es decir, los cambios
políticos que crearon al individuo formalmente libre también dieron paso al trabajador sin tierra que tenía el derecho
de vender lo único que poseía: su fuerza de trabajo. El trabajo, en este contexto, se transformó en una mercancía.

La importancia de las revoluciones inglesa y francesa fue central y de una magnitud considerable, ya que aquellas
provocaron la transición al capitalismo industrial. Esa es la nueva sociedad que emergía con sus nuevas
desigualdades y que los primeros sociólogos intentaron explicar.

Marx consideraba el desarrollo de la historia humana como una consecuencia de los conflictos económicos y no
solamente políticos. La desigualdad era el resultado del acceso diferencial a los medios de producción y a lo que se
producía. A diferencia de los teóricos del contrato social, para Marx el Estado era inseparable del poder económico, y
el individuo soberano era tan solo una condición necesaria del modo de producción capitalista para poder perdurar;
es decir, coexistían la igualdad política (todos, normativamente, eran considerados como iguales) con las
desigualdades materiales. En este contexto, el hecho de que hayan existido diferentes retribuciones, producto de un
sistema dominante de producción, era un hecho no político, solo económico.

Según Crompton (1997), el desarrollo del capitalismo industrial fue el elemento principal de la transición a la
Modernidad. La idea de modernidad describe no solo el desarrollo del industrialismo, sino también los
correspondientes modos de vigilancia y regulación de la población de los Estados nacionales; estos han sido
identificados como una de las formas sociales características del paso hacia la Modernidad. La Modernidad se
caracteriza también por el desarrollo de organizaciones, es decir, de sistemas reflexivamente controlados que tienen
la capacidad de actuar sobre el mundo social.

Estas aclaraciones son válidas debido a que en este módulo haremos referencia específica a las clases sociales, y
estas son un fenómeno centralmente moderno. En el mundo moderno, la clase social estructura un sistema de
desigualdades diferente al de las sociedades tradicionales en donde aquellas eran consideradas adscriptas o naturales
(como, por ejemplo, las de los Estados feudales o las desigualdades definidas religiosamente, las de género y la raza).
Es por esta razón que la clase es un excelente punto de partida para analizar los sistemas contemporáneos de
estratificación. Claro que esta centralidad de la clase, como mecanismo de estructuración de las desigualdades, no
quiere decir que las formas de distinción y diferenciación social previas desaparecieran sin dejar rastro. En efecto,
muchas desigualdades relacionadas a la edad, el género y la raza, persisten.

Como indicamos anteriormente, gran parte de la reflexión clásica de la sociología se originó teniendo como punto de
partida las profundas transformaciones operadas en Europa. Macionis y Plummer (2007) señalan que hay cuatro
características esenciales de la estratificación:

La estratificación social es una característica de la sociedad en su conjunto, y no de algunos de sus


miembros considerados individualmente.

El sistema de estratificación social (desigualdades) se perpetúa de generación en generación. En todas


las sociedades, existe la probabilidad (alta o baja, de acuerdo con la sociedad en cuestión y del
momento histórico) de que los padres transmitan a sus hijos la posición social que ocupan, aunque en
las sociedades modernas existe movilidad social.

El estudio de la movilidad social de las personas es un tema con una gran tradición en la sociología.
En su definición más simple, podemos decir que la movilidad social es un cambio en la posición que
el individuo ocupa en la estructura social. En este cambio, se considera el análisis de los patrones
intergeneracionales de transmisión de la posición social. En función del cambio, la movilidad puede
ser ascendente, descendente u horizontal. Un ejemplo de movilidad social ascendente sería el de una
persona nacida en un hogar con bajos niveles de educación e ingresos, que logra acceder a estudios
universitarios, a mayores ingresos y a ocupaciones con mayor prestigio.

La estratificación es una constante histórica, pero sus especificidades varían de una sociedad a otra. Es
decir, en todas las sociedades existió siempre algún tipo de diferenciación, pero el sentido y el grado
han sido distintos. Pensemos en el ejemplo de las sociedades primitivas, donde un factor de
desigualdad podía ser el sexo o la edad de sus miembros. Desde el surgimiento del capitalismo y en la
era moderna asistimos a una complejización de los factores de desigualdad.

La estratificación social no es solo una cuestión de desigualdad, sino también de cultura social, y está
relacionada con el sistema de creencias de los individuos. Esto quiere decir que no solo hay una
distribución diferencial de los recursos, sino también una explicación cultural y social que define y
justifica la desigualdad. Las explicaciones sobre el porqué de la desigualdad también han variado a lo
largo de la historia.
Como señalan Macionis y Plummer (2007), de manera general podemos definir tres macrosistemas de estratificación,
estos son, esclavitud, sistema de castas y las clases sociales. Estos grandes sistemas se pueden analizar, además, en
función de los tipos de sistemas sociales, ya sean sistemas cerrados, caracterizados por la poca o nula movilidad
social; o sistemas abiertos que permiten una movilidad social mayor.

Esclavitud

Es una forma de diferenciación y desigualdad que se basa en el derecho de propiedad que un grupo de individuos
ejerce sobre otro grupo. Las personas devienen en cosas que pueden ser compradas o vendidas. En América Latina la
explotación de la fuerza de trabajo esclava, de origen africano, fue una práctica generalizada en toda la región, desde
de las islas del Caribe y las más productivas zonas del Brasil hasta las actuales Honduras, Panamá, Costa Rica,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y, en menor medida, México y el Río de la Plata (Gruner, 2010).

Podemos acordar con Giddens (2010) que la esclavitud es la forma más extrema de desigualdad, donde unos
individuos son propietarios de otros. Esta condición legal de posesión de los esclavos presentó históricamente
variaciones según el tipo de sociedad. Algunas veces los esclavos eran privados de todos sus derechos legales, como
en el sur de Estados Unidos, y en otros casos su posición era parecida a la de un sirviente.

La historia de la esclavitud es extensa y merecería un apartado específico. Sin embargo, queremos dejar claro que fue
una forma de estructuración de la desigualdad con particulares características. Si hacemos un poco de historia, en los
siglos XVIII y XIX los esclavos fueron utilizados casi exclusivamente como trabajadores en las plantaciones o como
sirvientes domésticos en Estados Unidos, Sudamérica y las Antillas. Ya en la Atenas clásica estaban presentes en
diversos lugares y algunas veces tenían posiciones de responsabilidad, aunque se los excluía de los puestos políticos
y militares; inclusive, algunos sabían leer y escribir, trabajaban como administradores del gobierno y muchos eran
artesanos (Giddens, 2010).

Estas situaciones extremas de desigualdad producían que no pocas veces existieran rebeliones de los esclavos. Para
citar tan solo dos ejemplos ampliamente conocidos en la historia de América Latina, podemos hacer referencia a las
revueltas en Haití y a los múltiples levantamientos en Brasil.
La Revolución haitiana tuvo su origen en el estallido de una sublevación de esclavos durante la noche del 22 al 23 de
agosto de 1791. Como señala Manigat (2009), la revuelta podría analizarse como un episodio más de los conflictos
que generaba el sistema esclavista –como las fugas, los suicidios y otros hechos constantes en todo el sistema de
esclavitud implementado en América– entre la población negra. De acuerdo con esa perspectiva, el autor manifiesta
que los acontecimientos de la Revolución haitiana representan el enfrentamiento clásico entre grupos sociales por
mantener el statu quo. Sin embargo, esta revolución inaugura un ciclo de independencias en América Latina y el
Caribe con una triple connotación: problematiza la idea de libertad con la surgida en el Siglo de la Luces; promueve
la edificación de un Estado negro anticolonial y antiesclavista, en el contexto de un gobierno colonial francés en la
región; y, finalmente, provoca el enfrentamiento contra una potencia imperial, con saldo positivo para los esclavos
(Manigat, 2009).

La centralidad de la esclavitud, como institución fundamental de la organización del sistema capitalista, es destacada
por Gruner (2010). Según este autor, se hace imposible pensar la expansión del sistema capitalista fuera de Europa en
el siglo XIX sin analizar la esclavitud. Esta red de compra y venta de seres humanos entre los tres continentes
(Europa, América y África) fue un componente decisivo de la historia contemporánea: esta explotación favoreció el
crecimiento económico, de la industria textil, la naviera y del comercio internacional.

La importancia de la Revolución haitiana radica, según Gruner (2010), en el hecho de que se produce allí la primera
revolución de América Latina mientras la expansión del sistema capitalista estaba en su apogeo. Haití se encontraba
al margen de la Revolución francesa: la igualdad, fraternidad y solidaridad no se aplicaban para los habitantes de la
isla.

Los debates sobre la esclavitud en América Latina son amplios. Aunque no profundizaremos aquí el tema, queremos
destacar que fue una modalidad de estratificación social que tuvo profundos efectos sobre las sociedades
contemporáneas.

Sistema de castas

Es una forma de estratificación social basada en características “adscriptivas” de las personas. El sistema de castas es
característico de la India y deriva del hinduismo. Allí, el lugar que ocupan las personas en el espacio social está
organizado en función del lugar en donde nacen y de su ocupación. En el escalón más bajo, se encuentran los dalits
(conocidos como los intocables); en el nivel más alto, los brahames (conocidos como los sacerdotes).

Crompton (1997) señala que las desigualdades sociales en este sistema se derivan de una estructura de la sociedad
establecida por la divinidad. Aquí, el lugar en la jerarquía social está ligado a la pureza religiosa. El argumento es
que las castas inferiores contaminan a las superiores, y por eso hay una serie de restricciones que se aplican a los
individuos de las castas bajas y a sus familias. En esta situación, el sistema de castas se superpone (aunque no
totalmente) con la estructura de la desigualdad.

El argumento de Crompton (1997) es que si consideramos que hay sistemas ideológicos que justifican las
desigualdades, aquí debemos hacer referencia a dos conceptos religiosos: el kharma y el dharma. El karma implica
que las personas nacen en una determinada casta y que eso es lo que merecen de acuerdo con las acciones que han
llevado a cabo en una vida anterior. El dharma, que significa “existir conforme a lo que es moral”, enseña que vivir la
vida presente de acuerdo con las normas genera como resultado el posterior renacimiento en una casta superior y, por
lo tanto, una progresión última en el sistema de castas. De esta manera, las desigualdades de las castas, como la
posibilidad de cambio social en el futuro, tienen una estrecha relación con las verdades religiosas universales y se
sitúan más allá de un examen sociológico. Es decir, encontramos explicaciones de un orden divino que son
interpretadas parte del orden natural de las cosas.

Por otra parte, este sistema social es cerrado, de modo que cuando aparece en su forma más pura, el destino social del
individuo no tiene posibilidades de ser modificado. Si bien en el caso de Haití no se ha observado un sistema al estilo
hindú, la existencia de jerarquías religiosas y el sistema de creencias de la cultura africana hacían de esta revolución
un componente que otorgaba mayor complejidad a su evolución.

Sociedad de clases

La Revolución haitiana trajo aparejadas diversas formas de estratificación de índole política, cultural y, en el plano
económico, demostró una verdadera ebullición de formas de estructuración. La provisión de café, tabaco y azúcar
que precisa de la esclavitud, regido por los “blancos grandes” terratenientes de origen europeo, “blancos pequeños”,
“mulatos grandes y pequeños” muta hasta la lucha por la igualdad de derechos y la movilidad social.
Seguramente has escuchado la expresión clase social en varias oportunidades y con diferentes connotaciones. Por
ejemplo, a través de los medios de comunicación, que hacen constante referencia al concepto, y hasta en
conversaciones con amigos y familiares. Para algunos, la clase refiere a estilos de vida y particulares gustos (“tener
clase”); para otros, tiene que ver con el estatus social. En el discurso político, muchas veces se hace referencia a los
impuestos aplicados a “la clase alta”, cuando en realidad señalan los “impuestos aplicados a las personas que poseen
altos ingresos”. Dada la gran diversidad que existe, en esta sección vamos a avanzar solo lo necesario para entender
el concepto desde una perspectiva sociológica y quitarle cierta ambigüedad que lo rodea en el discurso cotidiano. Sin
embargo, debemos señalar que, inclusive en el ámbito sociológico, el concepto es objeto de diferentes definiciones
según la tradición teórica.

Históricamente, el sistema capitalista erosionó los sistemas feudales y de esclavitud, y provocó su transformación en
un sistema de clases. En teoría, este último sistema se basa en las capacidades y logros personales. Se supone,
además, que es más abierto, de modo que los individuos, a través del sistema educativo o por otros mecanismos,
pueden experimentar algún tipo de movilidad social con relación a la posición que ocupan sus padres; sin embargo,
esto no siempre ocurre.

Nos detendremos a detallar las explicaciones que la sociología da a este sistema, ya que se trata del modelo que
organiza el tipo de sociedad en la cual vivimos. En este sentido, Giddens (2010) señala cuatro elementos centrales
que distinguen este sistema de estratificación con respecto a los otros:

A diferencia de los otros sistemas de desigualdad, las clases sociales no se establecen por
disposiciones jurídicas o religiosas, y la pertenencia a ellas no se basa en una posición heredada, que
se haya determinado legalmente o por la costumbre. Lo habitual es que los sistemas de clase sean más
fluidos que los restantes tipos de estratificación, y que los límites entre las clases no estén nunca
claros. Además, no hay restricciones formales aplicadas al matrimonio entre personas de distintas
clases. La pregunta que nosotros agregamos a este aspecto es: ¿cuál es la distancia que existe entre la
igualdad normativa y la igualdad social real? Gran parte de la investigación sociológica sobre este
interrogante demuestra que muchas veces existen grandes brechas entre la igualdad que tenemos todos
en el plano jurídico y la igualdad social que realmente experimentamos y en la cual estamos inscriptos.

En teoría, la clase a la que pertenece un individuo es en parte adquirida, es decir, no está totalmente
determinada por el nacimiento, como es común en otros tipos de estratificación. Sin embargo, nosotros
preguntamos: ¿hasta qué punto la clase puede modificarse en el transcurso de vida de un individuo?
Las clases se basan en las diferencias económicas que existen entre los grupos de individuos y en las
desigualdades en la posesión y control de los recursos materiales. En los otros sistemas de
estratificación, los factores no económicos, tales como la influencia de la religión en las castas indias,
suelen ser mucho más importantes.

En los otros sistemas de estratificación, las desigualdades se expresan principalmente en relaciones


personales basadas en el deber o la obligación, ya sea entre siervo y señor, esclavo y amo, o individuos
de una casta inferior o superior. Por el contrario, los sistemas de clases operan principalmente
mediante conexiones impersonales a gran escala. Por ejemplo, una de las bases fundamentales de las
diferencias de clase se halla en las desigualdades de salario y de condiciones de trabajo que afectan a
todas las personas de una categoría ocupacional específica, como resultado de las circunstancias
económicas derivadas del conjunto de la economía como totalidad. Uno de los corolarios de este
sistema es que existen derechos universales que no dependen de la posición social de los individuos:
en principio, la igualdad ante la ley es central.

Forma de recorte

¿Qué es la igualdad de oportunidades?

El resultado final de la vida de una persona, en sus muchas dimensiones, debe reflejar
principalmente los esfuerzos y talentos de esa persona, no sus antecedentes de nacimiento. Las
circunstancias predeterminadas –género, raza, lugar de nacimiento, orígenes familiares– y el
grupo social en el que nazca la persona, no deben contribuir a determinar si ella ha de tener éxito
económica, social y políticamente (...)

El principio de igualdad de oportunidades es conceptualmente simple: las circunstancias en el


momento del nacimiento no deben tener ningún peso en las oportunidades que una persona tenga
en la vida (...)

Las desigualdades como tales podrían no ser una gran preocupación si los resultados finales
variaran por razones que tuvieran que ver principalmente con los esfuerzos individuales. (Ferreira
et al., 2006, pp. 13-20)
La ideología como justificación de los sistemas de estratificación

Si observamos nuestras sociedades, podemos preguntarnos: ¿cómo se mantienen en ellas las desigualdades?, o bien
¿por qué la gente tolera las desigualdades? Una de las razones para el mantenimiento y la reproducción de las
desigualdades sociales es la ideología.

¿Qué piensas sobre la siguiente afirmación?

La ideología es definida como un conjunto de creencias culturales que sirven para justificar la estratificación social,
entre otras cosas. Las creencias que refuerzan la dominación de una minoría privilegiada sobre la mayoría de la
población son ideologías.

Desde sus comienzos, la sociología intentó dar respuesta a la pregunta sobre las causas de las desigualdades; el eje de
análisis fue el estudio de quién obtiene qué y por qué. Los padres fundadores de la sociología, Marx, Weber y
Durkheim, estructuraron distintos paradigmas explicativos, con diversos marcos analíticos, para comprender por qué
existen las diferencias sociales. Al respecto, nos detendremos nuevamente sobre el análisis de la sociedad de clases,
de modo de profundizarlo.

Según Wright (2005), existen básicamente tres perspectivas para analizar la desigualdad en las sociedades
capitalistas:

La perspectiva centrada en el individuo. Bajo este enfoque, la posición económica del individuo es
analizada como el resultado del nivel de éxito personal (algo que es un fenómeno puramente
individual). Este “éxito” de los individuos está determinado por factores como educación, trasfondo
familiar, motivaciones, conexiones personales (capital social). Así, la persona que es pobre lo es
porque ha tenido un déficit en los atributos relevantes, mientras que la persona que es rica ha tenido
ventajas en los mismos atributos. Lo importante es destacar que en este tipo de explicación no hay
relaciones sociales entre una y otra persona como factor explicativo. Los grados de desigualdad están
definidos en función de la inequidad de estos atributos; es decir, podemos entender la posición de los
individuos en el espacio social analizando sus trayectorias (y estas son puramente individuales).
El análisis de clases a partir de otras dos tradiciones: weberiana y marxista, adopta, en cambio, una
versión diferente para entender la desigualdad social. En vez de analizar y focalizar la atención sobre
el proceso por el cual los individuos están ordenados en posiciones, el análisis de clases analiza las
relaciones entre las posiciones. Es decir, ambas tradiciones tienen en cuenta los patrones de
desigualdad como resultado de conexiones causales entre las posiciones. En el análisis marxista, la
relación de interdependencia es pensada también en términos de explotación, como un mecanismo
causal que genera desigualdad.

En el primer caso –perspectiva centrada en el individuo–, hablamos de enfoques gradacionales (como el de la


vulnerabilidad o algunos enfoques de clases sociales), y en el segundo –enfoque marxista y weberiano–, de
perspectivas relacionales (Gómez, 2009).

El caso de Haití, demuestra como un orden legitimado desde el colonialismo, se encuentra interrumpido por un
nuevo orden republicano y genera una ruptura con una larga tradición esclavista, que dio paso a una idea igualitaria.
La Revolución francesa gestó un cambio de mentalidad no solo en Europa, sino también en diversos territorios del
resto del mundo.

¿Cómo podrías definir una estratificación en el orden económico?

Sistema de clases.

Sistema de castas.

Sistema de elites.

Sistema de esclavitud.

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LECCIÓN 2 de 3

Referencias

Canal Encuentro (Geografía Historia) (s.f.). Revolución haitiana (1790). Recuperado de


https://www.youtube.com/watch?v=oLfJlfskdMg

Crompton, R. (1997). Clase y estratificación: una introducción a los debates actuales. Madrid: Tecnos.

Ferreira, F., Lanjouw, P., Ozler, B., Prennushi, G., Woolcock, M., Robinson, J., … y Walton, M. (2006). Informe
sobre el desarrollo mundial 2006: Equidad y desarrollo. Washington: The World Bank.

Giddens, A. (2010). Sociología. (trad. por F. M. D. Bustillo; 6.ta ed.). Madrid: Alianza Editorial.

Gómez, P. S. (2009). De la estratificación social al análisis de clase. Notas sobre Erik Olin Wright. En L. González,
Lecturas sobre Vulnerabilidad Social. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba. Centro de Estudios Avanzados.

Gruner, E. (2010). La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolución. Buenos Aires: EDHASA.

Macionis, J. y Plummer, K. (2007). Sociología (4.ta ed.). Madrid: Pearson Prentice Hall.

Madero, F. (2013). Jean-Jacques Rousseau y el Contrato Social. Recuperado de


https://www.imagenradio.com.mx/jean-jacques-rousseau-y-el-contrato-social

Manigat, S. (2009). La revolución de independencia de Haití en su primera etapa: La edificación del poder negro en
Saint-Domingue. Ciencia y Cultura, (2223), 301-311.

Wright, E. O. (2005). Approaches to Class Analysis. Cambridge: Cambridge University Press.


LECCIÓN 3 de 3

Video conceptual

Estratificación social y global

Video format not supported.

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