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Me interesó la idea de que la paradoja “une dos ideas que aparecen como
contrarias.” Pongo el acento primero respecto de que “une”:
La figura del losange que usa Lacan para señalar la relación del sujeto con el
objeto en el fantasma, me sirvió para pensar en que sentido entiendo yo, se unen
las ideas contrarias. Es en la medida que se combinan y articulan conjunción y
disyunción; exclusión e inclusión. La experiencia inicial de existir es
desconociendo la hiancia, la distancia entre el Sujeto y el Otro, la discontinuidad;
para vivir, sobrevivir a esa experiencia es necesario el recurso de un otro que la
haga tolerable, que posibilite conjugar lo que ahí se aísla.
Por otra parte está planteada en la misma acepción del diccionario, la cuestión de
la contradicción de las ideas como del orden de lo aparente. Plantearlo de esa
manera posibilita situar más de una perspectiva. En primer término se trata de una
contradicción que tiene que aparecer, hacerse visible, pero además abre a la
pregunta: ¿aparente para quién? Compromete al Sujeto y su mirada; involucra al
otro, a la diferencia. Pone en escena distintas dimensiones posibles, aunque a la
vez abre la posibilidad de que puedan ser reunidas por la función de la paradoja.
Hace tiempo que atiendo a una pareja que después de muchas dificultades y con
la ayuda de métodos de fertilización asistida, lograron concretar un primer
embarazo. Como sucede frecuentemente, después del nacimiento de una niña, el
siguiente hijo llegó a los pocos meses y sin mediar ningún tratamiento. Consultan
a propósito de una gran crisis, de la que sitúan su inicio precisamente a partir de la
llegada de los hijos. Con el correr de los encuentros va quedando en evidencia
que sus reclamos, desconfianzas y disconformidades mutuas son ubicables en un
borde que los sitúa tanto como esposos, que como hijos. Se reprochan además no
ser buenos padres para sus hijos, no cuidarlos adecuadamente; por exceso una, y
por defecto el otro. Un día y a raíz de reiterados relatos les digo que a pesar de
todos sus desacuerdos ellos comparten el texto de una fantasía que varía según
las ocasiones. Ambos imaginan muy a menudo que sus hijos son robados, se
enferman, se caen, se mueren, desaparecen. Les planteé algo que creo fue una
comunicación paradójica, dije: “-Si logran hacer desaparecer a los hijos, tal vez
puedan re-conocerse como pareja.” Los efectos fueron interesantes.
Una de las características que hace que una paradoja patógena pase a tener un
carácter estructurante o creador es que pueda ser pensada. Para esto se hace
necesario en determinados casos descubrir ambos términos de la paradoja
(¿indiferenciados? ¿Informes? ¿inconsistentes?) y en otros poder incluir, formular
el término excluido (¿reprimido?) de una paradoja con efectos patógenos.
La realidad es ante todo eso que no se conoce del todo. Reconocemos una
necesidad del Sujeto por diferenciar qué es lo propio, qué es lo ajeno; un
permanente trabajo por distinguir mundo interno y mundo externo, situar un borde
que los divida. Nos encontramos a veces con personas que se manifiestan en
extremo rígidas, siendo fácil suponer entonces una mayor fragilidad en la
constitución y sostenimiento de ese borde, dificultad para establecer sus propios
límites y por lo tanto una gran complejidad en lo que se refiere al contacto con los
demás. El mundo para este tipo de personas se convierte en un terreno de difícil
exploración, se manifiesta esto de múltiples maneras: manteniéndose en un
estado de suspensión del movimiento pero con una hiperactividad del
pensamiento, o transitando por la vida dando muestras con su discurso que viven
como piensan: chocando contra las paredes o atravesandolas como si no
existieran.
¿Qué sería en transferencia la retención del acto por parte del analista? ¿de qué
acto?
Retener el acto sería algo así como dejarse agarrar, dejarse tomar por la
transferencia, con los consabidos riesgos que esto conlleva. Poder en
determinados momentos de desborde, abstenerse de toda reacción, ni retorsiva ni
de retirada. Aceptar y tolerar la expresión pulsional permite al analista existir para
el sujeto, tomar cuerpo, tomar presencia y hacer tope/lazo a esa emergencia
pulsional.
La mujer de la que hablaba hace un rato me habla pero está presente también una
dimensión en la cual se hace evidente que sólo habla, más al modo de una pura
descarga; dice una cosa, la contraria, pasa a otro tema, a otro más, vuelve al
anterior...sin un valor asociativo, aunque eso no está ausente. Ser quien la
escucha es para mí, allí, un doble desafío. Es necesario aceptar todo su desborde
(sin enloquecer yo) y además prestarme para que sea posible pensar allí. “Pensar
su vida con alguien más es algo que muchos no han tenido” (Radmila Zygouris.
Pulsiones de vida. El amor paradojal o la promesa de separación). Mi apuesta es
sostener la espera, tolerando por no sé cuánto tiempo que mi presencia le sirva
para empezar a pensar-se.
Para terminar: lo interesante después de todo este recorrido es que al final vuelvo
a encontrar algo del inicio. La idea que abre este trabajo, y que le da su nombre:
“Empezar por el final”, me invita ahora a pensar una lógica del final, ya no como
culminación sino de un final que incluya, conserve y también modifique los inicios.
Con cierta intuición me animaría hacia el fin del trabajo, retitularlo. Lo llamaría
“Empezar con el final”. O tal vez ese sea el título de otra historia.
Ivana Dzialoszycki
Buenos Aires, Octubre de 2005