Está en la página 1de 1

C.

Descamps– Hoy, el libro en general, y en


particular el de filosofía, se encuentra en una extraña
situación. Por una parte, los tam–tams de la gloria
celebran todos esos antilibros hilvanados al hilo de
la actualidad; por otra parte, se asiste a una especie
de resistencia a analizar los trabajos en nombre de
una noción muy debilitada de expresión. Dice Jean
Luc Godard que no importa tanto la expresión como
la impresión.
Un libro de filosofía es al mismo tiempo un libro
difícil y un objeto totalmente accesible, una caja de
herramientas extraordinariamente abierta destinada
a lo que en cada momento se necesite o se desee. Mil
Mesetas produce efectos de conocimiento pero,
¿cómo presentarlo sin hacer de él materia de
opinión, sin provocar su “vedetización” en el seno
de todo el chismorreo que “descubre” semanalmente
las obras maestras de nuestros días? Si se confía en
este rumor de quienes tienen el poder de la
actualidad, no habría necesidad alguna de conceptos.
Una subcultura difusa, constituida por revistas y
semanarios, habría sustituido a los conceptos. La
filosofía está amenazada institucionalmente: ese
formidable laboratorio que se llama Vincennes ha
sido marginado. Este libro, plagado de ritornelos
científicos, literarios, musicales y etológicos, se
presenta como una obra conceptual. Es una apuesta
fuerte y efectiva por el retorno de la filosofía como
gaya ciencia…

También podría gustarte