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12FEB

El principio de realidad como soporte de la prisión


preventiva como medida cautelar para delitos por
los que no proceda de oficio.
Por: Ricardo Agustín Torres Saldaña.
El Principio de realidad desarrollado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos otorga al
juzgador, a través de los factores de necesidad, razonabilidad, previsibilidad y proporcionalidad, los
elementos necesarios para resolver sobre la idoneidad y proporcionalidad de la imposición de la
medida cautelar relativa a la prisión preventiva en tratándose de delitos para los que no procede de
manera oficiosa.
Esto, permite que el juzgador pueda cumplir con la garantía de la correcta administración de
justicia, que a su vez conlleva el deber de salvaguardar a favor del imputado la garantía del debido
proceso y de ser tratado como inocente[1].
Es así, como este principio permite al juzgador conceder, negar o sustituir esa medida cautelar[2].
Para explicar lo dicho, me remito al artículo 8 de la Convención Americana Sobre Derechos
Humanos, que entiende al debido proceso legal como las condiciones que deben cumplirse para
asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración
judicial[3].
Ahora, la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoce el deber de los Estados de
mantener el orden público y proteger del delito y la violencia a todas las personas bajo su
jurisdicción a fin de evitar un clima de impunidad.
Sin embargo, con independencia de la naturaleza o gravedad del crimen perseguido, la
investigación de los hechos y eventual enjuiciamiento del imputado, debe desarrollarse dentro de
los límites y conforme a los procedimientos que permitan preservar la seguridad pública en el
marco del pleno respeto a sus derechos humanos[4].
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos también considera el uso excesivo de la prisión
preventiva como contraria a la propia esencia del Estado democrático de derecho. La califica como
pena anticipada. Contraria al régimen establecido por la Convención y la Declaración Americanas,
y a los principios de la Carta de la Organización de los Estados Americanos[5].
Por su parte, la fracción I del apartado B del artículo 20 constitucional[6], reconoce el derecho a ser
tratado como inocente en tanto se demuestre su culpabilidad mediante sentencia firme. Esto permite
enfrentar en libertad un proceso penal.
A ese respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos sostiene que el derecho a la
presunción de inocencia es el punto de partida de cualquier análisis de los derechos y el tratamiento
otorgado a las personas que se encuentran en prisión preventiva[7]
Así, tanto la Corte Interamericana de Derechos Humanos[8], establece, por regla general, que la
prisión preventiva debe ser la excepción en el trámite de las causas penales.
Por su parte, se reconoce el derecho de un imputado a enfrentar el proceso penal en libertad, salvo
que otras medidas cautelares sean insuficientes para: a) garantizar su comparecencia en el proceso;
b) se obstaculice el desarrollo de la investigación; c) peligre la víctima, los testigos o de la
comunidad; y, d) si el imputado es procesado o fue sentenciado de manera previa por la comisión de
un delito doloso.
En tanto, la Corte y la Comisión Interamericanas de Derechos Humanos han establecido que de las
disposiciones de la Convención Americana y de la Declaración Americana, se deriva la obligación
estatal de no restringir la libertad del detenido.
Sin embargo, está de acuerdo con la imposición de esa medida cautelar procede si de los datos
recabados en el proceso se evidencia: a) la posible evasión del inculpado; b) su propósito de alterar
o destruir pruebas incriminatorias; o c) si representa un riesgo para el ofendido o la sociedad, por la
conducta precedente, sus circunstancias personales o las particularidades del delito[11].
Por ello, cuando no se satisface alguno de esos extremos, existe la posibilidad de imponer al
inculpado otro tipo de medidas cautelares de menor calado, pero suficientes para asegurar su
comparecencia del imputado a todas las diligencias del proceso, y con ello otorgarle le posibilidad
de enfrentar la causa penal en libertad[12].
Lo que hasta aquí se menciona, revela que el inculpado vinculado a una causa penal por un delito
distinto de aquéllos por los que proceda la prisión preventiva de manera oficiosa, solo puede ser
sujeto a tal medida cautelar si se evidencia razonablemente que el imputado:
1. a) Podría sustraerse de la acción de la justicia;
2. b) Obstaculizaría el desarrollo de la investigación; o,
3. c) Pondría en riesgo a la víctima u ofendido, testigos o a la comunidad.
Luego, para poder arribar al convencimiento de que alguno de los requisitos anteriores se satisface,
el juzgador debe examinarse la solicitud del fiscal, con base en parámetros lógicos y racionales que
evidencien la necesidad de imponer la prisión preventiva al imputado para asegurar su
comparecencia al proceso, bajo el trasluz del principio de realidad[13].
Este principio, como se anunció al inicio de estas líneas, se soporta en los factores de previsibilidad,
necesidad, razonabilidad y proporcionalidad desarrollados por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, para evaluar la restricción a la libertad en las causas penales.[14]
El factor previsible.
Se refiere a los supuestos delimitados en los ordenamientos aplicables al proceso[15].
Así, la prisión preventiva solo puede sustentarse en hipótesis previstas por el legislador, para que la
resolución final se ajuste a los extremos de motivación y se evite decidir con razones ajenas al
derecho.
Podemos establecer en base a lo afirmados que los supuestos bajo los cuales se justifica la
imposición de la prisión preventiva, a saber:
1. a) si existe riesgo de que el imputado se sustraiga de la acción de la acción de la justicia.
2. b) Se advierta peligro de obstaculización del desarrollo de la investigación.
3. c) Exista riesgo para la víctima u ofendido, testigos o para la comunidad.
En ese supuesto, los requisitos siguientes:
1. Debe analizarse el arraigo del imputado, el cual se determina por su domicilio, residencia
habitual, asiento de la familia y las facilidades para abandonar el lugar o permanecer oculto.
2. El máximo de la pena que en su caso pudiera llegársele a imponerse según el delito imputado y
la actitud que de manera voluntaria adopte el imputado ante éste (el delito);
3. El comportamiento del imputado durante el procedimiento o en otro anterior;
4. El incumplimiento de medidas cautelares impuestas de manera previa; y,
5. El desacato de citaciones para actos procesales realizadas por autoridades investigadoras o
jurisdiccionales.
En este punto, debe considerarse que por arraigo o arraigar se entiende, según lo establecido por la
Real Academia de la Lengua Española[17], el echar raíces en un sitio o establecerse de manera
permanente en un lugar, vinculándose a personas y cosas.
Esto, porque el principio de realidad permite visualizar que son otras cuestiones las que determinan
la evasión de la justicia, en particular las circunstancias personales del inculpado frente a la
gravedad de los hechos y la magnitud de la condena.
El factor de necesidad.
Prevé la imposición de la prisión preventiva sólo si es indispensable para los objetivos
propuestos[18]. En el caso, lograr la comparecencia del imputado a todas las etapas del proceso.
Así, la prisión preventiva, como el resto de las medidas cautelares, solo procede si es el único medio
idóneo que asegure los fines del proceso, tras demostrarse que otras medidas cautelares menos
lesivas resultarían infructuosas.
Por eso, siempre se debe procurar su sustitución por una medida cautelar de menor gravedad cuando
si las circunstancias lo permiten[19].
Así, para considerar que la imposición de la prisión preventiva, se debe justificar si la persona
cuenta con la posibilidad de movilizarse y ocultarse, para evitar hacer frente a la imputación en su
contra.
El factor de razonabilidad.
Es la necesidad de mantener el internamiento de un procesado por su alta posibilidad de sustraerse a
la acción de la justicia.
Para poder calificar de razonable la imposición de la medida cautelar en cuestión, una vez más debe
examinarse sus circunstancias personales, para determinar si esos datos permiten decidir si cuenta
con las condiciones idóneas a evadir la acción de la justicia y mantenerse oculto[20].
Asimismo, el criterio de razonabilidad limita la posibilidad de decretar dicha medida cautelar, si la
privación de libertad traspasa los límites del sacrificio que puede imponerse de manera razonable a
una persona que se presume inocente[21].
El factor de proporcionalidad.
Atañe al equilibrio entre el interés general de la sociedad en reprimir los delitos, y la exigencia del
procesado en que se respeten sus derechos fundamentales cuando habrá de resentir un mayor
sacrificio, a través de la prisión preventiva en un centro penitenciario[22].
Este criterio es susceptible de aplicarse en dos dimensiones:
La primera se relaciona con la diferencia intrínseca entre la naturaleza de la privación de libertad
como medida cautelar aplicada a una persona cuya posición jurídica es la de un inocente, y la
privación de la libertad derivada de una condena; y,
La segunda consiste en la congruencia entre la detención preventiva como la medida cautelar más
severa del derecho penal y los fines que con ella se persiguen en el caso concreto[23].
Esto implica una relación racional entre la medida cautelar y el fin perseguido. Así, el sacrificio
inherente a la restricción del derecho a la libertad en modo alguno puede resultar exagerado o
desmedido frente a las ventajas obtenidas mediante tal restricción[24].
Cabe destacar que en análisis del principio de proporcionalidad tampoco implica el simple
“balanceo” de bienes jurídicos intervinientes en una decisión, en el caso, decretar o no la medida
cautelar consistente en la prisión preventiva[25].
Menos aún, debe reducirse a un simple contraste de un bien jurídico constitucional con otro, para
justificar la restricción de uno de ellos[26].
Por ende, el principio de proporcionalidad se emplea para determinar los alcances de los derechos
fundamentales entre sí o frente principios constitucionales, que conlleva a la corrección de la
justicia material, constituida en la restricción de tales derechos, sólo si es imprescindible para
proteger el interés público[27].
Es por lo dicho que el principio de proporcionalidad significa que un derecho fundamental sólo
puede menoscabarse con base en una medida estrictamente indispensable a una finalidad legítima,
con el propósito de garantizar la plena efectividad de los derechos humanos del aquí quejoso, la
víctima y la sociedad.
En suma, debe hacerse a un lado la lógica de la sospecha y de las facultades desmesuradas tanto de
la representación social para solicitar la prisión preventiva y las de la judicatura para imponerlas,
[28] a fin de evitar que los imputados no merecedores de la prisión preventiva padezcan los altos
niveles de hacinamiento penitenciario, vean comprometida su integridad personal y sufran el
impacto psicológico y emocional causado por el hecho de estar privados de libertad sin haber sido
condenados, por exponerlos a un entorno de violencia, corrupción, insalubridad y condiciones
inhumanas[29].
Al mismo tiempo, el uso no excepcional de esta medida contribuye a generar situaciones de hecho
que a su vez vulneran otros derechos fundamentales, como el derecho a la integridad personal. De
ahí la especial gravedad que reviste esta medida y la necesidad de rodear su aplicación de las
máximas garantías jurídicas[30].
Esto también afecta el derecho a la presunción de inocencia. A ese respecto, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos ha enfatizado la necesidad de justificar la prisión preventiva
contra un procesado, a partir de la probabilidad del abuso de la libertad condicional y que proceda a
su fuga, o llegue a convertirse en un riesgo significativo para la integridad de las víctimas.[31]
Eso tiene mayor relevancia en la actualidad porque los lineamientos recientes sobre derechos
humanos —a partir del caso del señor Rosendo Radilla Pacheco resuelto por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos—[32] obligan a realizar una interpretación de las normas
hasta otorgar a cualquier persona la protección más amplia en sus derechos.
Interpretación que se extiende al deber de las autoridades estatales, en un punto relevante a las
controversias instauradas por los procesados en causas penales: evitar dilaciones o torpezas que
frustren el derecho de protección judicial[33], establecido en el artículo 25.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos[34] (Pacto de San José Costa Rica).
Aunado al deber positivo que también pesa en las autoridades encargadas de resolver las
apelaciones derivadas de causas penales: analizar de forma lógica y racional todos los datos las
pruebas para materializar el acceso efectivo a los derechos fundamentales, hasta lograr una
resolución con la mayor exactitud posible.[35]
Incluso, la prisión preventiva en reclusión, debe ser la excepción en el trámite de las causas penales
como lo ha establecido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al señalar que aquélla
procede cuando existan datos objetivos para inferir de forma razonable una evasión del procesado, o
el propósito de este en alterar o destruir pruebas que lo incriminen.[36]
Estas son, entre otras que abordaré en otro artículos, las condiciones que deben considerar los
juzgadores al imponer la prisión preventiva como medida cautelar, en tratándose de delitos para los
que no proceda de manera oficiosa.
[1] Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros (“Corte Primera de lo Contencioso Administrativo”)
Vs. Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de agosto de
2008. Serie C No. 182, párr. 78.
[2] Cabe destacar que este principio ya ha sido aplicado a casos concretos por los tribunales
federales, por ejemplo, en el juicio de amparo 1075/2016 del índice del Juzgado Cuarto de Distrito
de Amparo en Materia Penal del Estado de Puebla.
[3] Véase opinión consultiva OC-16/99, relativa al Derecho a la Información sobre la Asistencia
Consular en el marco de las Garantías del Debido Proceso Legal.
[4] Véase Corte IDH. Caso Yvon Neptune Vs. Haití. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 6
de mayo de 2008. Serie C No. 180, párr. 38. Este principio fundamental del Sistema Interamericano
fue formulado por la Corte desde su primera sentencia de fondo en los siguientes términos: “por
graves que puedan ser ciertas acciones y por culpables que puedan ser los reos de determinados
delitos, no cabe admitir que el poder pueda ejercerse sin límite alguno o que el Estado pueda valerse
de cualquier procedimiento para alcanzar sus objetivos, sin sujeción al derecho o a la moral”. A
partir de la primera sentencia de la Corte Interamericana, en el Caso Velásquez Rodríguez Vs.
Honduras. de 29 de julio de 1988. Serie C No. 4, párr. 154.
[5] Véase CIDH. Informe sobre la situación de los derechos humanos en República Dominicana,
OEA/Ser.L/V/II.104. Doc. 49 rev. 1, adoptado el 7 de octubre de 1999. (en adelante “Informe sobre
la situación de los derechos humanos en República Dominicana”), Cap. VI, párr. 224. En este
sentido, la Carta Democrática Interamericana expresamente señala que “la Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre y la Convención Americana sobre Derechos Humanos
contienen los valores y principios de libertad, igualdad y justicia social que son intrínsecos a la
democracia”.
[6]“Art. 20.- El proceso penal será acusatorio y oral. Se regirá por los principios de publicidad,
contradicción, concentración, continuidad e inmediación.

1. De los derechos de toda persona imputada:
2. A que se presuma su inocencia mientras no se declare su responsabilidad mediante sentencia
emitida por el juez de la causa…”
[7] Véase CIDH. Informe 50/00, Caso 11.298, Fondo, Reinaldo Figueredo Planchart, Venezuela, 13
de abril de 2000, párr. 119. En el mismo sentido: CIDH. Informe No. 86/09, Caso 12.553, Fondo,
José, Jorge y Dante Peirano Basso, Uruguay, 6 de agosto de 2009, párrs. 69 y 70.
[8] CIDH. Informe No. 50/00, Caso 11.298, Fondo, Reinaldo Figueredo Planchart, Venezuela, 13
de abril de 2000, párr. 118. Este principio no sólo está recogido en el derecho de tratados, sino que
también es reiterado en otros instrumentos internacionales relativos a personas privadas de libertad,
como el Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier
Forma de Detención o Prisión, Principio 36.
[9] “Artículo 19. Derecho al respeto a la libertad personal

La autoridad judicial sólo podrá autorizar como medidas cautelares, o providencias precautorias
restrictivas de la libertad, las que estén establecidas en este Código y en las leyes especiales. La
prisión preventiva será de carácter excepcional y su aplicación se regirá en los términos previstos
en este Código.”
[10] Artículo 19. Ninguna detención ante autoridad judicial podrá exceder del plazo de setenta y
dos horas, a partir de que el indiciado sea puesto a su disposición, sin que se justifique con un auto
de vinculación a proceso en el que se expresará: el delito que se impute al acusado; el lugar,
tiempo y circunstancias de ejecución, así como los datos que establezcan que se ha cometido un
hecho que la ley señale como delito y que exista la probabilidad de que el indiciado lo cometió o
participó en su comisión.
El Ministerio Público sólo podrá solicitar al juez la prisión preventiva cuando otras medidas
cautelares no sean suficientes para garantizar la comparecencia del imputado en el juicio, el
desarrollo de la investigación, la protección de la víctima, de los testigos o de la comunidad, así
como cuando el imputado esté siendo procesado o haya sido sentenciado previamente por la
comisión de un delito doloso…”
[11] El libro del autor Fernando Silva García, titulado “Jurisprudencia Interamericana sobre
Derechos Humanos”, publicado en el año dos mil once por el Poder Judicial de la Federación,
contiene una interpretación sobre la excepcionalidad de la prisión preventiva, en la página 157
como sigue: “…31. Presunción de inocencia. Prisión preventiva– Condiciones generales de
validez– En ocasiones excepcionales, el Estado puede ordenar la prisión preventiva cuando se
cumpla con los requisitos necesarios para restringir el derecho a la libertad personal, existan
indicios suficientes que permitan suponer razonablemente la culpabilidad de la persona sometida a
un proceso y que sea estrictamente necesaria para asegurar que el acusado no impedirá el
desarrollo eficiente de las investigaciones ni eludirá la acción de la justicia. De esta forma, para
que se respete la presunción de inocencia al ordenarse medidas restrictivas de la libertad es
preciso que el Estado fundamente y acredite la existencia, en el caso concreto, de los referidos
requisitos exigidos por la Convención (Caso Palamara Iribarne Vs. Chile. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 22 de noviembre de 2005. Serie C No. 135)…”.
[12] Ilustra lo anterior, la tesis de jurisprudencia 1a./J. 24/2014 (10a.), sustentada por la Primera
Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de rubro y texto siguiente:
“PRESUNCIÓN DE INOCENCIA COMO REGLA DE TRATO PROCESAL. La presunción de
inocencia es un derecho que puede calificarse de “poliédrico”, en el sentido de que tiene múltiples
manifestaciones o vertientes relacionadas con garantías encaminadas a regular distintos aspectos
del proceso penal. Una de sus vertientes se manifiesta como “regla de trato procesal” o “regla de
tratamiento” del imputado, en la medida en que este derecho establece la forma en la que debe
tratarse a una persona que está sometida a proceso penal. En este sentido, la presunción de
inocencia comporta el derecho de toda persona a ser tratado como inocente en tanto no se declare
su culpabilidad por virtud de una sentencia condenatoria. Dicha manifestación de la presunción de
inocencia ordena a los jueces impedir en la mayor medida posible la aplicación de medidas que
impliquen una equiparación de hecho entre imputado y culpable, es decir, conlleva la prohibición
de cualquier tipo de resolución judicial que suponga la anticipación de la pena.” (Décima Época,
Registro: 2006092, Fuente: Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 5, Abril de 2014,
Tomo I, Materia(s): Constitucional, Tesis: 1a./J. 24/2014 (10a.), Página: 497).
[13] Es aplicable al caso la tesis 2a. XXXV/2007, sustentada por la Segunda Sala de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, de rubro, texto y datos de localización siguientes:
“PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. ALCANCES DE ESE PRINCIPIO CONSTITUCIONAL. El
principio de presunción de inocencia que en materia procesal penal impone la obligación de arrojar
la carga de la prueba al acusador, es un derecho fundamental que la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos reconoce y garantiza en general, cuyo alcance trasciende la órbita del
debido proceso, pues con su aplicación se garantiza la protección de otros derechos fundamentales
como son la dignidad humana, la libertad, la honra y el buen nombre, que podrían resultar
vulnerados por actuaciones penales o disciplinarias irregulares. En consecuencia, este principio
opera también en las situaciones extraprocesales y constituye el derecho a recibir la consideración y
el trato de “no autor o no partícipe” en un hecho de carácter delictivo o en otro tipo de infracciones
mientras no se demuestre la culpabilidad; por ende, otorga el derecho a que no se apliquen las
consecuencias a los efectos jurídicos privativos vinculados a tales hechos, en cualquier materia.”
(Novena Época, Registro: 172433, Instancia: Segunda Sala, Tipo de Tesis: Aislada, Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo XXV, Mayo de 2007, Materia(s):
Constitucional, Penal, Tesis: 2a. XXXV/2007, Página: 1186).
[14] El libro del autor Fernando Silva García, titulado “Jurisprudencia Interamericana sobre
Derechos Humanos”, publicado en el año dos mil once por el Poder Judicial de la Federación,
contiene una interpretación sobre la necesidad de factores razonables, previsibles y proporcionales
para afectar la libertad personal, en las página 135 y 136 como sigue: “…5. Libertad personal. No
es suficiente que las causas de privación o restricción de aquélla estén consagradas en la ley,
sino que es necesario que esa ley y su aplicación respeten los derechos fundamentales, sean
razonables, previsibles y proporcionales– Este Tribunal ha manifestado, en relación con los
incisos 2 y 3 del artículo 7 de la Convención, relativo a la prohibición de detenciones o arrestos
ilegales o arbitrarios, que: según el primero de tales supuestos normativos [artículo 7.2 124 de la
Convención] nadie puede verse privado de la libertad sino por las causas, casos o circunstancias
expresamente tipificadas en la ley (aspecto material), pero, además, con estricta sujeción a los
procedimientos objetivamente definidos en la misma (aspecto formal). En el segundo supuesto
[artículo 7.3 de la Convención], se está en presencia de una condición según la cual nadie puede
ser sometido a detención o encarcelamiento por causas y métodos que -aun calificados de legales-
puedan reputarse como incompatibles con el respeto a los derechos fundamentales del individuo
por ser, entre otras cosas, irrazonables, imprevisibles o faltos de proporcionalidad (Caso Acosta
Calderón Vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de junio de 2005. Serie C
No. 129)…”.
[15] ONU, Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias, Informe Anual presentado al Consejo
de Derechos Humanos, A/HRC/22/44, publicado el 24 de diciembre de 2012, párr. 62.
[16] “Artículo 168. Peligro de sustracción del imputado
Para decidir si está garantizada o no la comparecencia del imputado en el proceso, el Juez de
control tomará en cuenta, especialmente, las siguientes circunstancias:
1. El arraigo que tenga en el lugar donde deba ser juzgado determinado por el domicilio,
residencia habitual, asiento de la familia y las facilidades para abandonar el lugar o
permanecer oculto. La falsedad sobre el domicilio del imputado constituye presunción de
riesgo de fuga;
2. El máximo de la pena que en su caso pudiera llegar a imponerse de acuerdo al delito de que se
trate y la actitud que voluntariamente adopta el imputado ante éste;
III. El comportamiento del imputado posterior al hecho cometido durante el procedimiento o en
otro anterior, en la medida que indique su voluntad de someterse o no a la persecución penal;
1. La inobservancia de medidas cautelares previamente impuestas, o
2. El desacato de citaciones para actos procesales y que, conforme a derecho, le hubieran
realizado las autoridades investigadoras o jurisdiccionales.”
“Artículo 169. Peligro de obstaculización del desarrollo de la investigación
Para decidir acerca del peligro de obstaculización del desarrollo de la investigación, el Juez de
control tomará en cuenta la circunstancia del hecho imputado y los elementos aportados por el
Ministerio Público para estimar como probable que, de recuperar su libertad, el imputado:
1. Destruirá, modificará, ocultará o falsificará elementos de prueba;
2. Influirá para que coimputados, testigos o peritos informen falsamente o se comporten de
manera reticente o inducirá a otros a realizar tales comportamientos, o
III. Intimidará, amenazará u obstaculizará la labor de los servidores públicos que participan en la
investigación.”
“Artículo 170. Riesgo para la víctima u ofendido, testigos o para la comunidad.
La protección que deba proporcionarse a la víctima u ofendido, a los testigos o a la comunidad, se
establecerá a partir de la valoración que haga el Juez de control respecto de las circunstancias del
hecho y de las condiciones particulares en que se encuentren dichos sujetos, de las que puedan
derivarse la existencia de un riesgo fundado de que se cometa contra dichas personas un acto que
afecte su integridad personal o ponga en riesgo su vida.”
[17] Consultado en la dirección electrónica: http://dle.rae.es/?w=arraigo#/?id=3eqEdmG.
[18] ONU, HRC, Communication No. 1547/2007, Munarbek Torobekov v. Kyrguzstan, decisión del
27 de octubre de 2011, CCPR/C/103/D/1547/2007, párr. 6.3; ONU, HRC, Communication No.
1369/2005, Felix Kulov, decisión del 26 de julio de 2010, CCPR/C/99/D/1369/2005, párr. 8.3. En el
mismo sentido, Corte IDH. Caso Bayarri Vs. Argentina. Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de octubre de 2008. Serie C, No. 187, párr. 74.
[19] CIDH. Informe No. 86/09, Caso 12.553, Fondo, José, Jorge y Dante Peirano Basso, Uruguay, 6
de agosto de 2009, párrs. 100 y 102 y 105.
[20] CIDH. Demanda de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos contra la República Bolivariana de Venezuela en el caso
12.554, Francisco Usón Ramírez, 25 de julio de 2008, párrs. 172, 176, 178, 179, 180 y 184.
[21] IDH. Informe No. 35/96, caso 10.832, Fondo, Luis Lizardo Cabrera, República Dominicana, 7
de abril de 1998, párr. 71.
[22] El libro del autor Daniel O’Donell, titulado “Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Normativa, jurisprudencia y doctrina de los sistemas universal e interamericano”, publicado por el
Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, en la segunda edición del año 2012, de las
páginas 291 a 296, contiene una explicación sobre la detención preventiva que permite entender los
factores razonables, previsibles y proporcionales, en los términos antes descritos.
[23] Véase Corte IDH. Caso López Álvarez Vs. Honduras. Sentencia de 1 de febrero de 2006. Serie
C No. 141, párr. 67.
[24] Corte IDH. Caso Barreto Leiva Vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 17
de noviembre de 2009. Serie C No. 206, párr. 122.
[25] Cfr. Sánchez Gil Rubén, Revista de Centro de Estudios Constitucionales: nuevos apuntes sobre
el principio de proporcionalidad, México, 2015, editado por el Centro de Estudios Constitucionales
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, p. 139.
[26] Ídem.
[27] Ídem.
[28] Cfr. Ferrajoli, Luigui, trad. Carbonell, Miguel, Derechos fundamentales y
democracia, México, 2014, editado por IIJ-Unam, p. 73.
[29] Con respecto a los efectos negativos del encarcelamiento preventivo véase en general: Open
Society/Justice Initiative, The Socioeconomic Impact of Pretrial Detention, 2011; Open
Society/Justice Initiative, Pretrial Detention and Torture: Why Pretrial Detainees face the Greater
Risk, 2011; Open Society/Justice Initiative, Pretrial Detention and Health: Unintended
Consequences deadly Results, 2011.
[30] Véase OMS, Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias, Prevención del Suicidio
en Cárceles y Prisiones, 2007, págs. 8 WHO_MNH_MBD_00.7_spa.pdf. y 10, disponible
en: http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/75425/1/ .
[31] “…La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su Informe sobre la
situación de los Derechos Humanos en México, manifestó:
Otra de las causas del grave hacinamiento carcelario en México, es la aplicación como regla
general, de la prisión preventiva del procesado. La CIDH ha establecido que la prisión preventiva
como regla de aplicación general en los procesos penales, es contraria a las normas de la
Convención Americana, pues viola el derecho a la libertad personal y a la presunción de inocencia.
Por ello, no resulta alentador ni protector el actual régimen jurídico constitucional…”. Prisión
preventiva en México. Estándares desarrollados por la jurisprudencia de los órganos internacionales
de protección de derechos humanos. Juan Carlos Gutiérrez, páginas 138 y 139. Acervo de la
Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
La opinión doctrinaria anterior, se introdujo a la luz de la tesis aislada 2a.LXIII/2001, de la Segunda
Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, publicada en el Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XIII de Mayo de 2001, página 448, de
rubro: “DOCTRINA. PUEDE ACUDIRSE A ELLA COMO ELEMENTO DE ANÁLISIS Y
APOYO EN LA FORMULACIÓN DE SENTENCIAS, CON LA CONDICIÓN DE ATENDER,
OBJETIVA Y RACIONALMENTE, A SUS ARGUMENTACIONES JURÍDICAS”.
[32] La sentencia del caso de Rosendo Radilla Pacheco dictada por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, puede consultarse en el página oficial de internet siguiente: corteidh.org.cr; y la
Suprema Corte de Justicia de la Nación comenzó su análisis en el expediente varios 489/2010, que
puede consultarse en la página oficial de internet de nuestro alto tribunal que
es: http://www.scjn.gob.mx.
[33] El libro del autor Fernando Silva García titulado “Jurisprudencia Interamericana sobre
Derechos Humanos”, publicado en el año dos mil once por el Poder Judicial de la Federación,
revela un criterio de la Corte Interamericana sobre el artículo 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos que se refiere a la obligación de evitar dilaciones y torpezas, como sigue:
“…3. Derecho a la protección judicial. Exige a los jueces evitar dilaciones y torpezas que
conduzcan a la impunidad y a la frustración de la protección de los derechos humanos
El derecho a la tutela judicial efectiva exige entonces a los jueces que dirijan el proceso de modo
de evitar que dilaciones y entorpecimientos indebidos, conduzcan a la impunidad, frustrando así la
debida protección judicial de los derechos humanos (Caso Bulacio Vs. Argentina. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 18 de Septiembre de 2003. Serie C No. 100)…”.
[34] “Artículo 25
Protección Judicial
1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo
ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando
tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
2. Los Estados Partes se comprometen:
3. a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado decidirá
sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;
4. b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y
5. c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se
haya estimado procedente el recurso”.
[35] El libro del autor Fernando Silva García titulado “Jurisprudencia Interamericana sobre
Derechos Humanos”, publicado en el año dos mil once por el Poder Judicial de la Federación,
revela un criterio de la Corte Interamericana sobre el artículo 8 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos que se refiere a la justicia dentro de un plazo razonable, como sigue:
“…32. Derecho a obtener justicia dentro de un plazo razonable
Criterios generales (especial referencia a la materia penal)
La razonabilidad del plazo al que se refiere ese precepto se debe apreciar en relación con la
duración total del proceso, desde el primer acto procesal hasta que se dicte sentencia definitiva,
incluyendo los recursos de instancia que pudieran eventualmente presentarse253. La Corte se ha
pronunciado en el sentido de que, en materia penal, el plazo comienza en la fecha de la
aprehensión del individuo254. Para examinar la razonabilidad de este proceso según los términos
del artículo 8.1 de la Convención, la Corte toma en cuenta tres elementos: a) la complejidad del
asunto, b) la actividad procesal del interesado y c) la conducta de las autoridades judiciales255. El
caso no era complejo. No existió pluralidad de sujetos procesales. No aparece del expediente que el
señor Acosta Calderón realizara diligencias que retrasaran la causa. De las pruebas en este caso
se refleja que la demora de más de cinco años en la tramitación del proceso se debió a la conducta
de la autoridad judicial. El expediente incluía documentos que nada tenían que ver con el proceso,
lo que demuestra falta de cuidado. Al parecer, la declaración del señor Acosta Calderón, si es que
la hubo, se extravió y se tomó dos años después del auto cabeza de proceso de 15 de noviembre de
1989. Lo que es más grave, el trámite de comprobar si la sustancia que condujo a la detención y
procesamiento del señor Acosta Calderón era o no una sustancia controlada, indispensable para
que se configurara el delito, no se realizó nunca, a pesar de que el Juez lo ordenó por primera vez
el 29 de noviembre de 1989, porque la sustancia no fue encontrada por la autoridad pertinente.
Asimismo, cabe destacar que un proceso penal, de conformidad con lo que disponía el Código de
Procedimiento Penal de 1983, el cual era aplicable a la presunta víctima, no debía exceder de cien
días. Sin embargo, en el caso del señor Acosta Calderón, se extendió por más de cinco años sin que
existieran razones que pudieran justificar tal demora. Por todo lo anterior, la Corte concluye que
el Estado violó, en perjuicio del señor Acosta Calderón, el derecho a ser juzgado dentro de un
plazo razonable, que establece el artículo 8.1 de la Convención Americana. La denegación del
acceso a la justicia se relaciona con la efectividad de los recursos, en el sentido del artículo 25 de
la Convención Americana, ya que no es posible afirmar que un proceso penal en el cual el
esclarecimiento de los hechos y la determinación de la responsabilidad penal imputada se hace
imposible por una demora injustificada en el mismo, pueda ser considerado como un recurso
judicial efectivo. El derecho a la tutela judicial efectiva exige a los jueces que dirijan el proceso en
forma que eviten dilaciones y entorpecimientos indebidos que conduzcan a la impunidad,
frustrando así la debida protección judicial de los derechos humanos256 (Caso Acosta Calderón
Vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de junio de 2005. Serie C No. 129;
Caso 19 Comerciantes Vs. Colombia. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 5 de julio de
2004. Serie C No. 109; Caso Baldeón García Vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 6 de abril de 2006. Serie C No. 147; Caso Bayarri Vs. Argentina. Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de octubre de 2008. Serie C No. 187)…”.
[36] El libro del autor Fernando Silva García, titulado “Jurisprudencia Interamericana sobre
Derechos Humanos”, publicado en el año dos mil once por el Poder Judicial de la Federación,
contiene una interpretación sobre la excepcionalidad de la prisión preventiva, en la página 157
como sigue: “…31. Presunción de inocencia. Prisión preventiva– Condiciones generales de
validez– En ocasiones excepcionales, el Estado puede ordenar la prisión preventiva cuando se
cumpla con los requisitos necesarios para restringir el derecho a la libertad personal, existan
indicios suficientes que permitan suponer razonablemente la culpabilidad de la persona sometida a
un proceso y que sea estrictamente necesaria para asegurar que el acusado no impedirá el
desarrollo eficiente de las investigaciones ni eludirá la acción de la justicia. De esta forma, para
que se respete la presunción de inocencia al ordenarse medidas restrictivas de la libertad es
preciso que el Estado fundamente y acredite la existencia, en el caso concreto, de los referidos
requisitos exigidos por la Convención (Caso Palamara Iribarne Vs. Chile. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 22 de noviembre de 2005. Serie C No. 135)…”. Suscríbase a nuestro blog
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