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Canciones

Arrorró mi niño

Arrorró mi niño

Arrorró mi sol

Arrorró pedazo

De mi corazón.

Este niño mío

Se quiere dormir

Y el pícaro sueño

No quiere venir.

Este niño lindo

Se quiere dormir

Cierra los ojitos

Y los vuelve a abrir.

Arrorró mi niño

Arrorró mi sol

Arrorró pedazo

De mi corazón.

Este niño mío

Se quiere dormir

Y el pícaro sueño

No quiere venir.

Este niño lindo


Se quiere dormir

Cierra los ojitos

Y los vuelve a abrir.

Estrellita dónde estás

Estrellita dónde estás

Me pregunto quién serás,

En el cielo o en el mar

Un diamante de verdad.

Estrellita dónde estás

Me pregunto quién serás.

Cuando el sol se ha ido ya

Cuando nada brilla más

Tu nos muestras tu brillar

Brillas, brillas sin parar.

Estrellita dónde estás

Me pregunto quién serás.

Estrellita dónde estás

Me pregunto quién serás,

En el cielo o en el mar

Un diamante de verdad.

Estrellita dónde estás

Me pregunto quién serás.


Cuentos

Los tres cerditos

Había una vez tres hermanos cerditos que vivían en el bosque. Como el malvado lobo siempre los
estaba persiguiendo para comérselos dijo un día el mayor:

- Tenemos que hacer una casa para protegernos de lobo. Así podremos escondernos dentro de
ella cada vez que el lobo aparezca por aquí.

A los otros dos les pareció muy buena idea, pero no se ponían de acuerdo respecto a qué material
utilizar. Al final, y para no discutir, decidieron que cada uno la hiciera de lo que quisiese.

El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar mucho y poder irse a jugar después.

El mediano prefirió construirla de madera, que era más resistente que la paja y tampoco le llevaría
mucho tiempo hacerla. Pero el mayor pensó que aunque tardara más que sus hermanos, lo mejor
era hacer una casa resistente y fuerte con ladrillos.

- Además así podré hacer una chimenea con la que calentarme en invierno, pensó el cerdito.

Cuando los tres acabaron sus casas se metieron cada uno en la suya y entonces apareció por ahí el
malvado lobo. Se dirigió a la de paja y llamó a la puerta:

- Anda cerdito se bueno y déjame entrar...

- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!

- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!


Y el lobo empezó a soplar y a estornudar, la débil casa acabó viniéndose abajo. Pero el cerdito
echó a correr y se refugió en la casa de su hermano mediano, que estaba hecha de madera.

- Anda cerditos sed buenos y dejarme entrar...

- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!, dijeron los dos

- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!

El lobo empezó a soplar y a estornudar y aunque esta vez tuvo que hacer más esfuerzos para
derribar la casa, al final la madera acabó cediendo y los cerditos salieron corriendo en dirección
hacia la casa de su hermano mayor.

El lobo estaba cada vez más hambriento así que sopló y sopló con todas sus fuerzas, pero esta vez
no tenía nada que hacer porque la casa no se movía ni siquiera un poco. Dentro los cerditos
celebraban la resistencia de la casa de su hermano y cantaban alegres por haberse librado del
lobo:

Los tres cerditos- ¿Quién teme al lobo feroz? ¡No, no, no!

Fuera el lobo continuaba soplando en vano, cada vez más enfadado. Hasta que decidió parar para
descansar y entonces reparó en que la casa tenía una chimenea.

- ¡Ja! ¡Pensaban que de mí iban a librarse! ¡Subiré por la chimenea y me los comeré a los tres!

Pero los cerditos le oyeron, y para darle su merecido llenaron la chimenea de leña y pusieron al
fuego un gran caldero con agua.

Así cuando el lobo cayó por la chimenea el agua estaba hirviendo y se pegó tal quemazo que salió
gritando de la casa y no volvió a comer cerditos en una larga temporada.
El libro de la selva

Este es el cuento de un niño a quien Bagheera, la pantera negra, se encontró en la selva. Bagheera
llevó al niño con unos lobos amigos quienes lo criaron como su propio hijo y lo llamaron Mowgli.

Mowgli aprendió a vivir en la selva, pero siempre cuidado de cerca por su protector y amigo
Bagheera. Los elefantes también se hicieron amigos, aun el coronel Hathi, un elefante gruñón que
era el jefe y que todas las mañanas, dictando órdenes, los hacía marchar.

No todos en la selva eran amistosos. Kaa, la boa hambrienta, ¡Quería comerse a Mowgli! Los de
ojos Kaa hipnotizaban a cualquiera, y hacían pedazos al que apretaba entre sus anillos. Pero
Mowgli tenía un enemigo más peligroso, Shere Khan, el tigre, quien estaba empeñado en matarlo
antes de que Mowgli llegara a ser hombre.

El capitán de la manada de lobos decidió que sólo había una forma de salvar al chico. – “Este niño
debe ser llevado a la aldea del hombre”- dijo. Y Bagheera estuvo de acuerdo en llevarlo hasta la
aldea.

Mowgli pensó que Bagheera sólo lo llevaba a dar un paseo pero cuando le dijo a dónde lo llevaba,
Mowgli gritó enojada –“¡No iré! ¡Quiero quedarme en la selva!”-.

El chico huyó y se internó solo en el bosque en donde, al poco se hizo amigo de un oso alegre y
vagabundo llamado Baloo. Baloo invitó al niño a nadar en el río y mientras el oso flotaba sobre su
ancha espalda, Mowgli iba montado cómodamente sobre la panza de su amigo.

De pronto, Mowgli sintió que alguien lo elevaba por los aires. Era una pandilla de pícaros monos
quienes lo hhabían atrapado y lo llevaban volando por las copas de los árboles. Lo llevaron hasta
las ruinas de un viejo templo en donde el Rey de los monos estaba comiendo plátanos mientras
esperaba que le llevaran al niño.
“¡Dime cómo los hombres hacen el fuego!” – le dijo el Rey Louie. – “Pero yo no sé cómo”- contestó
Mowgli. Y era verdad. Aunque su vida dependiera de ello el chico no podía decirle cómo se hacía el
fuego porque ¡no sabía!

Por fortuna Baloo y Bagheera llegaron cuando el Rey, muy enojado con Mowglie, estaba a punto
de estallar, y rápidamente planearon la forma de salvar al niño.

Baloo se disfrazó de mona, pero el Rey Louie pronto descubrió el engaño. En las carreras para
escapar se derrumbó el templo, pero los tres amigos escaparon ilesos.

Después de la aventura con los monos, Bagheera y Baloo explicaron a Mowgli que corría aún
mayores peligros en el bosque y que debía regresar con su gente a la aldea.

- “¡Yo no saldré de la selva!” – protestó el niño. Y corrió y se internó de nuevo en el bosque.


Nuevamente Baloo y Bagheera buscaron a Mowgli por todos lados, pero el que lo encontró fue su
peor enemigo ¡el tigre Shere Khan! Y cuando vio que Mowgli no le temía se puso furioso, mostró
sus colmillos y ¡saltó sobre el chico!

En esto se desató una tormenta. Un rayo cayó prendiendo fuego a un árbol. Mowgli sabía que el
fuego era lo que más temía el tigre y vio la forma de salvar a Baloo. Tomó una rama ardiendo y
corrió hacia la fiera. El tigre se espantó tanto que se olvidó de atacar a Baloo y huyó corriendo. –
“¡A ese nunca lo volveremos a ver!”- dijo riendo Bagheera.

Mowgli, Bagheera y Baloo prometieron que de ahora en adelante nada los separaría. Pero en ese
momento, Mowgli vio algo que jamás había visto: era una linda chica que venía por agua a un río
cerca de la aldea.

Lo que sucedió después entristeció a Baloo y a Bagheera pero sólo por un momento porque
comprendieron que aquello era lo mejor que podría sucederle a Mowgli. Lo vieron sonreír a la
chica mientras le ayudaba a llevar el cántaro de agua caminando los dos muy felices rumbo a la
aldea. Sus amigos sabían que el niño allí estaría a salvo y que ellos habían cumplido trayéndole a
su nuevo hogar.

Himnos
Himno de Guatemala

¡Guatemala feliz…! que tus aras

No profane jamás el verdugo;

Ni haya esclavos que laman el yugo

Ni tiranos que escupan tu faz.

Si mañana tu suelo sagrado

lo amenaza invasión extranjera,

libre al viento tu hermosa bandera

a vencer o a morir llamará.

Coro

Libre al viento tu hermosa bandera

a vencer o a morir llamará;

que tu pueblo con ánima fiera

antes muerto que esclavo será.

De tus viejas y duras cadenas

tú forjaste con mano iracunda,

el arado que el suelo fecunda

y la espada que salva el honor.

Nuestros padres lucharon un día

encendidos en patrio ardimiento,

y lograron sin choque sangriento

colocarte en un trono de amor.


Coro

Y lograron sin choque sangriento

colocarte en un trono de amor,

que de patria en enérgico acento

dieron vida al ideal redentor.

Es tu enseña pedazo de cielo

en que prende una nube su albura,

y ¡ay! de aquel que con ciega locura

sus colores pretenda manchar.

Pues tus hijos valientes y altivos,

que veneran la paz cual presea,

nunca esquivan la ruda pelea

si defienden su tierra y su hogar.

Coro

Nunca esquivan la ruda pelea

si defienden su tierra y su hogar,

que es tan solo el honor su alma idea

y el altar de la patria su altar.

Recostada en el Ande soberbio,

de dos mares al ruido sonoro,

bajo el ala de grana y de oro

te adormeces del bello quetzal.

Ave indiana que vive en tu escudo,


paladión que protege tu suelo;

¡ojalá que remonte su vuelo,

más que el cóndor y el águila real!

Coro

¡Ojalá que remonte su vuelo,

más que el cóndor y el águila real!

y en sus alas levante hasta el cielo,

Guatemala tu nombre inmortal.

Historias

El zorro y las uvas

“Había una vez un zorro que caminaba, sediento, por el bosque. Mientras lo hacía vio en lo alto
de la rama de un árbol un racimo de uvas, las cuales deseó al instante al servirle para refrescarse
y apagar su sed. El zorro se acercó al árbol e intentó alcanzar las uvas, pero estaban demasiado
altas. Tras intentarlo una y otra vez sin conseguirlo, el zorro finalmente se rindió y se alejó.
Viendo que un pájaro había visto todo el proceso se dijo en voz alta que en realidad no quería
las uvas, dado aún no estaban maduras, y que en realidad había cesado el intento de alcanzarlas
al comprobarlo.”

Otra interesante historia corta en forma de fábula que nos enseña que a menudo nos
intentamos convencer a nosotros mismos de no querer algo e incluso llegamos a despreciar
dicho algo por el hecho de que encontramos difícil llegar a alcanzarlo.

El cojo y el ciego

“Hubo una vez un cojo y un ciego que iban paseando juntos cuando se encontraron un río, el
cual ambos debían cruzar. El cojo le dijo al ciego que él no podría llegar a la otra orilla, a lo que
el ciego respondió que él sí podría pasar pero ante su falta de visión podría resbalar.

Ante ello, se les ocurrió una gran idea: el hombre ciego sería quien llevaría la marcha y
sostendría a ambos con sus piernas, mientras que el hombre cojo sería los ojos de ambos y
podría guiar a ambos durante el cruce. Subiendo el cojo encima del ciego, ambos procedieron a
cruzar cuidadosamente el río, lográndolo con éxito y consiguiendo alcanzar la otra orilla sin
dificultades.”

Esta pequeña historia, que cuenta con otras variantes (como por ejemplo que en vez de cruzar
un río ambos tienen que escapar de un incendio), nos sirve para entender la importancia de
colaborar y cooperar con los demás, algo que permite aunar las habilidades de todos para
alcanzar un proyecto común.

Autobiografías

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