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01pabloapostolagentiles 170626162857
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Lección 1
Pablo, autor de la epístola de Gálatas, se describe a sí
mismo de la siguiente forma: “Todos los judíos saben
cómo he vivido desde que era niño, desde mi edad
temprana entre mi gente y también en Jerusalén. Ellos
me conocen desde hace mucho tiempo y pueden
atestiguar, si quieren, que viví como fariseo, de acuerdo
con la secta más estricta de nuestra religión”
(Hechos 26:4-5 NVI).
Para él, un Mesías crucificado era una afrenta. Él nunca
aceptaría tal cosa. Hasta que dejó actuar al Espíritu
Santo, y se encontró cara a cara con Jesús.
Desde entonces, no pudo dejar de hablar al mundo de
este Mesías crucificado, en quien encontró la salvación.
1) Su celo perseguidor.
2) Su conversión.
3) Su experiencia en Damasco.
4) Su ministerio entre los gentiles.
5) Su conflicto con la iglesia.
“Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los
de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero
no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba” (Hechos 6:9-10)
El hecho de no poder contrarrestar las palabras de
Esteban sobre Jesús, el Mesías, irritó grandemente
a los judíos –y, especialmente, a Pablo.
No pudiendo
confrontarlo con la
verdad, buscaron testigos
mentirosos que acusasen
a Esteban de hablar
contra el Templo y contra
la Ley (Hechos 6:11-14).
El joven Saulo apoyó la
sentencia del Sanedrín,
fue testigo de su
apedreamiento y
consintió en su muerte
(Hechos 7:58; 8:1).
Con furia satánica –para él, celo religioso–
Saulo persiguió a la iglesia.
El verbo “asolar” que se usa en este
pasaje describe el comportamiento
destructivo de una fiera (por ejemplo, de
un jabalí).
Su mente se obstinó en destruir la herejía,
pero su conciencia le decía que Esteban
era inocente y su razonamiento correcto.
Todo cambió camino de Damasco. Jesús
se le manifestó y le extendió su gracia.
Toda excusa que su mente hubiera podido
forjar para rechazar al Mesías crucificado
y resucitado se desvaneció.
Según él mismo dijo: “no fui rebelde a la
visión celestial” (Hechos 26:19).
“Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos,
dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por
donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del
Espíritu Santo” (Hechos 9:17)
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