En nuestra sociedad actual tendemos a tener un problema de sobrepeso debido a una
serie de razones (vidas sedentarias, alimentación muy poco elaborada, excesiva comida disponible). Ante esta realidad cada uno de nosotros tiene que tomar una decisión sobre como afrontar este “problema”, de lo contrario el sobrepeso lo tenemos garantizado. Una vez decidimos adelgazar hemos de tener en cuenta una serie de factores. La ecuación metabólica general nos dice que adelgazaremos solamente cuando el aporte energético es inferior al gasto que realizamos. Si ingerimos mas calorías de las que quemamos el sobrepeso es automático por mucho que nos desesperemos. Otro aspecto fundamental es el tipo de ingesta que realizamos. Está la ingesta “adecuada”, que es cuando realmente tenemos hambre. Esta ingesta está regulada socialmente en una serie de momentos (desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena). También existe otro tipo de ingesta que tiene otras motivaciones (aburrimiento, ansiedad, placer etc). La persona siente que tiene hambre, pero realmente lo que ocurre es lo que los psicólogos denominamos “hambre condicionada”. Ante una situación de ansiedad, aprendemos que comiendo nos relajamos con lo cual la ansiedad y el comer quedan unidos irremediablemente. Por una parte engordamos y por otra el problema de ansiedad queda enmascarado y sin solución. Al ponernos a dieta lo que hacemos es controlar todas las ingestas que realizamos, muy especialmente las ingestas inadecuadas y el tipo de alimentos muy calóricos. Si están controladas médicamente la perdida de peso está garantizada, así como la salud, ya que comemos realmente lo que necesitamos para nuestro ritmo de vida. Sin embargo hay un colectivo de gente para el que la dieta no es recomendable. El primer grupo y más problemático es aquellas personas con un trastorno alimenticio (bulimia, anorexia). Estas personas necesitan un tratamiento específico donde precisamente la dieta es una de los factores a regular. Un segundo grupo son aquellas personas que tienen un trastorno de ansiedad o un problema emocional grave. La comida funciona como un enmascarador del problema de fondo, con lo cual la dieta está condenada al fracaso y es posible que se desencadene un trastorno alimenticio (sobre todo bulímico). Un último grupo y más numeroso es el de las personas para las que la comida es un placer básico. Estas personas “aguantan” la dieta de una manera resignada, pero llega un momento en que ya no pueden soportarlo. Lo que están perdiendo, el placer de comer, es tan importante para ellos que realmente no les compensa y explotan. Una vez roto el dique de contención, se dejan llevar una temporada hasta que deciden volver a ponerse a dieta. Realmente se pasan gran parte de su vida a dieta volviendo locos a sus cuerpos que ya no saben que patrón alimenticio seguir. Para éste último colectivo especialmente, pero también para toda la población en general, existe otra opción a la hora de poder adelgazar. Es lo que se denomina autorregulación alimentaria o tratamiento conductual de la obesidad. Básicamente consiste en hacer consciente el patrón alimenticio general de la persona mediante registros (saber realmente que come y cuanto gasta). Una vez sabemos cuales son sus hábitos y su nivel de ingresos y gastos calóricos se trataría de modificarlos por otros que le permitan adelgazar y que le resulten llevaderos vitalmente. Dentro de este proceso es necesario una información general sobre la alimentación, técnicas de control de la ansiedad, cambios en el estilo de comer, incorporar ejercicio físico adecuado, entrenamiento en habilidades asertivas y sociales etc. En el fondo se trata de aplicar el sentido común a la alimentación y automatizar una serie de hábitos que nos permitirán comer adecuadamente y de manera placentera. Nuestro gran profesor Grande Cobián tenía una fórmula mágica para adelgazar: Come de todo sin dejarte ninguna comida, pero solamente la mitad de lo que comes habitualmente. Desgraciadamente esta capacidad de control del profesor hay que aprenderla en algo tan delicado como la comida. Tenemos que responsabilizarnos de nuestra alimentación sin culpabilidades ni creencias erróneas. Si queremos tener un peso determinado habremos de asumir el realizar las acciones que nos lleven a él. Pero hemos de tener en cuenta que estar delgados no conlleva la felicidad. Esta depende de otros factores que nada tienen que ver con el peso.