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SIGLAS

LM Leyenda Mayor de san Buenaventura

CIC Código de Derecho Canónico

2Ce Segunda biografía de Tomás de Celano

2Re Segunda Regla de san Francisco

SC Sacrosanctum Concilium

Test Testamento de san Francisco

MR Mutuae Relationes

LG Lumen Gentium

PC Perfectae Caritatis

Adm Admoniciones de san Francisco

ET Evangélica Testificatio
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ESTATUTOS DE LOS HERMANOS POBRES DE SAN FRANCISCO


(HPSF)

CAPÍTULO I

IDENTIDAD Y CARISMA

1. Los Hermanos Pobres de san Francisco son una ramita que ha brotado
del gran árbol franciscano. Asumimos como norma de vida la regla de
san Francisco aprobada por el Papa Honorio III.

2. Como hijos de san Francisco queremos hacer del Evangelio de Jesús


la regla suprema de nuestra vida. “La regla y vida de los hermanos
menores es ésta: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad”.
(Regla 1,1)

3. Los hermanos cultiven un profundo amor al Evangelio de Jesús. Cada


Evangelio ha de ser leído varias veces con devoción y profundidad,
siguiendo el ejemplo de María Santísima que meditaba todo lo que
recibía de su Señor (Lc. 2, 19.51). Esforcémonos en vivir lo que
leemos, para que según la enseñanza del Divino Maestro seamos
hombres sabios que hemos edificado la casa sobre roca firme (Mt 7,
24-27). “Poned por obra la palabra y no os contentéis con oírla,
engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno se contenta con oír
la palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contemplaba sus
rasgos fisionómicos en un espejo: efectivamente, se contempló, se dio
media vuelta y al punto se olvidó de cómo era. En cambio el que
considera atentamente la ley perfecta de la libertad y se mantiene
firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése
practicándola será feliz” (St 1,22-25).

4. La espiritualidad franciscana descansa sobre unos pilares


fundamentales que configuran su ser y su obrar. Estos son:

 La búsqueda absoluta de Dios en el seguimiento radical de Cristo


 La vida fraterna
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 La minoridad
 La dimensión mística contemplativa
 La pobreza
 El cuidado amoroso a los más necesitados
 El amor a lo creado
 La evangelización itinerante

5. Dentro de este árbol fecundo del ser franciscano los Hermanos Pobres
de san Francisco también queremos explorar, cultivar y vivir la
espiritualidad de la filiación divina. Es decir, la autopercepción
profunda de que somos hijos de Dios. Francisco tuvo esta experiencia
en el proceso de su conversión cuando fue sometido a un juicio
público por su padre en la plaza de Asís: “…Además, ebrio de un
maravilloso fervor de espíritu, se quita hasta los calzones y se presenta
ante todos totalmente desnudo, diciendo al mismo tiempo a su padre:
‘Hasta el presente te he llamado padre en la tierra, pero de aquí en
adelante puedo decir con absoluta confianza: Padre nuestro, que estás
en los cielos, en quien he depositado todo mi tesoro y toda la
seguridad de mi esperanza” (LM 2, 4).

6. La espiritualidad de la filiación es profundamente trinitaria y mística.


El Padre desde toda la eternidad nos ha destinado a ser sus hijos en el
Hijo ( Ef 1,5). “Y, como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! (Gál 4,6). El Espíritu
Santo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos
de Dios (Rom 8,16). Cuando pronunciamos en un estado pleno de
conciencia el mismo Abbá de Jesús impulsado por el Espíritu,
entramos en el nivel de la vida mística. Se trata de vivir
conscientemente la verdad salvífica más esencial del cristianismo:
Dios es mi Padre y me ama, yo soy hijo de Dios.

7. Para cultivar esta espiritualidad los hermanos hagan la jaculatoria


Abbá, bendito y alabado, durante toda la jornada del día; dediquen
una hora de oración diaria a meditar sobre su condición de hijo de
Dios y sobre la grandeza de la paternidad divina; vivir la praxis de la
filiación, es decir, hacer un esfuerzo consciente por vivir la jornada
del día como un hijo de Dios en el cumplimiento de su santísima
voluntad siguiendo las huellas de su Hijo Eterno. “Sed, pues,
imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como
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Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de


suave aroma” (Ef 5, 1-2)

8. La conciencia mística que se identifica con la conciencia filial sería la


respuesta religiosa al fenómeno de la globalización. Sólo una
conciencia mística es auténticamente global porque es inclusiva y
totalizante. Sólo quien experimenta a Dios como Padre se conoce a sí
mismo, percibe a los demás como hermanos y hermanas y respeta el
ser de la creación sin violentarla y explotarla.
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CAPÍTULO II

ADMISIÓN A NUESTRA VIDA Y FORMACIÓN.

9. Si algún hermano, por inspiración divina, es llamado a nuestra forma


de vida sea examinado diligentemente sobre la pureza de la fe católica
y su recta intención. La intención fundamental de un aspirante a
religioso ha de ser la búsqueda de la santidad en el cumplimiento
exacto de la voluntad del Padre, teniendo como modelo a Jesús que se
hizo obediente hasta la muerte en cruz.

10. Nuestra fraternidad está abierta para los candidatos que han recibido
la vocación al sacerdocio y para aquellos que sólo se sienten llamados
a ser hermanos religiosos.

11. El hermano admitido ha de durar tres meses de experiencia en la


comunidad de los hermanos compartiendo la vida de oración,
fraternidad y trabajo apostólico, después de los tres meses será
evaluado por la fraternidad formadora, se le dará entrada o bien se le
despide. Al ser admitido a los hermanos pobres de san Francisco se le
pone el hábito sin el escapulario. Todos los candidatos tendrán un año
en la comunidad para aprender un oficio manual, fortalecer la vida
fraterna, vivir un ritmo intenso de oración y estudio y entrar en
contacto con la gente del barrio. Después de ese año se inician los
estudios filosóficos para los candidatos que se orientan al sacerdocio y
se hace la admisión al postulantado.

12. Todo el proceso de la formación inicial puede ser llevado en


cualquier fraternidad de los hermanos. Cada hermano que viva su
vocación religiosa puede ser un buen formador; pues la formación es
fundamentalmente transmitir un estilo de vida.

13. Durante el postulantado los hermanos continúan su formación en la


vida fraterna, en la vida de oración, en el desapego del mundo para
darse por entero a Cristo y a la Iglesia, y sean introducidos en el
conocimiento de la vida de san Francisco.
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14. La vida religiosa propiamente dicha comienza con el noviciado ( CIC


646). Es este un tiempo para profundizar en la vida religiosa, en el
carisma propio y en la opción personal de asumir este estilo de vida.
Antes de comenzar el noviciado téngase un retiro de siete días en
silencio que sirva como preparación para iniciar esta importante etapa
en la vida de un consagrado.

15. Además de lo exigido por el derecho universal de la Iglesia al


candidato para ser admitido al noviciado (CIC 642-644), se ha de
tener muy presente la capacidad del hermano para la vida fraterna, su
espíritu de obediencia y de oración.

16. En la fraternidad local habrá un hermano dedicado al cuidado de los


novicios, los demás hermanos colaboran en la formación. El objetivo
del maestro de novicios es sumergir a los candidatos en el trato íntimo
con Dios a través de la oración, impregnarlos del espíritu franciscano,
introducirlos en la historia, teología y espiritualidad de la vida
religiosa, formarlos en el amor a la Santa Madre Iglesia Católica, y
cultivar en ellos una profunda devoción a María Santísima, madre de
Dios y madre nuestra.

17. Para formar a los novicios en el espíritu de oración, al cual todas las
demás cosas deben estar subordinadas, según el deseo de san
Francisco, tengan todos los novicios tres horas diarias de oración en
silencio delante del Santísimo, y doce horas de meditación todos los
viernes acompañadas de un ayuno. El maestro de novicio organice
con los mismos hermanos la distribución de estas horas. También se
han de rezar las sietes horas canónicas de la Liturgia de las Horas.
Trate el maestro de jamás dispensarse de estas horas de oración, más
bien ha de ser un estímulo y un ejemplo para los formandos.

18. Si el maestro de novicios lo cree oportuno puede permitir que los


novicios frecuenten algunos cursos que se imparten en el noviciado
Intercongregacional.

19. En la formación de los novicios el maestro dedique una atención


especial a la espiritualidad de la filiación divina, foco central de todo
nuestro itinerario hacia la contemplación de Dios Uno y Trino.
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20. Durante el año de noviciado redúzcase el apostolado al mínimo. Los


novicios dedíquense al cultivo del espíritu orante y a su formación
religiosa y franciscana.
21. Durante el período del noviciado ténganse tres evaluaciones de los
novicios. En la evaluación participen todos los profesos solemnes.
Hecha la evaluación, el formador responsable comunicará los
resultados a cada novicio en particular. Es oportuno y recomendable
que el maestro de novicios tenga un diálogo personal mensual con
cada novicio para examinar todo su proceso de madurez y estimularlo
por el camino de la perfección.

22. En la tercera evaluación se le comunicará al novicio si ha sido


aceptado o rechazado para la profesión simple. Antes de la profesión
téngase un retiro de siete días en silencio para la preparación de los
primeros votos. El novicio ha de redactar una carta de admisión a la
profesión simple dirigida a su Ministro General.

23. La profesión simple se hará por tres años. Después de los tres años, el
post-novicio, si es admitido a la profesión perpetua por los hermanos
de votos solemnes que viven en fraternidad con él, puede redactar una
carta al Ministro General pidiendo la admisión a la profesión
perpetua. El hermano también puede renovar sus votos simples con tal
de no exceder el tiempo reglamentado, ligado por votos temporales,
según lo exigido por el derecho canónico. CIC 657,2

24. Adoptamos la siguiente fórmula para la profesión simple y perpetua:

Para alabanza de la Santísima Trinidad.


Yo, hermano…
movido por la divina Inspiración
a seguir más de cerca el Evangelio
y las huellas de nuestro Señor Jesucristo,
delante de los hermanos aquí presentes,
en tus manos, hermano…
con fe firme y voluntad decidida
hago voto a Dios Padre Santo y Omnipotente,
de vivir religiosamente por espacio de… por toda mi vida
en obediencia, sin nada propio y en castidad;
y prometo al mismo tiempo observar fielmente
8

la vida y regla del seráfico Padre san Francisco de Asís,


confirmada por el Papa Honorio,
según los estatutos generales
de los Hermanos Pobres de san Francisco.
Así, pues, me entrego de todo corazón a esta fraternidad
para que, con la gracia del Espíritu Santo,
con el ejemplo de la Inmaculada Virgen María,
con la intercesión de nuestro padre san Francisco
y de todos los santos,
y con la ayuda de los hermanos,
pueda alcanzar la perfección de la caridad
al servicio de Dios, de la Iglesia y de todos los hombres.

25. Terminado el año de noviciado el hermano post-novicio continúa su


formación religiosa y académica en vista a la preparación de su
profesión perpetua.

26. Dado el aspecto progresivo de toda la formación evítese la


discontinuidad entre el noviciado y el post-noviciado. La disciplina, el
empeño espiritual e intelectual jamás deben aflojarse en el arduo
itinerario de nuestra mente hacia Dios. Durante el período del post-
noviciado continúese la formación franciscana y religiosa a través de
lecturas, talleres, cursos y reuniones que han de ser guiadas por el
responsable de esta etapa de la formación.

27. La profesión perpetua “es el signo de la unión indisoluble de Cristo


con la Iglesia su esposa” (LG 44).

28. La formación inicial finaliza con la profesión perpetua del candidato.


Dada la capacidad inherente de todo ser humano para el crecimiento,
la formación nunca se acaba. Siempre estamos en un proceso de
aprendizaje.

29. El hermano pobre de san Francisco siempre debe estar leyendo un


buen libro para instruir su intelecto, expandir su mundo espiritual y
tratar de responder con eficacia evangélica a cada circunstancia
histórica que le corresponde vivir.
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CAPÍTULO III

NUESTRA VIDA DE ORACIÓN

30. La oración, como acto consciente de comunión con Dios, es el


momento más sublime y trascendente de un ser humano, pues lo pone
en contacto con su propia esencia, con su fundamento último que es
Dios y con la totalidad de la creación.

31. Jesús, nuestro paradigma absoluto, fue el orante del Reino, toda su
vida está marcada por el espíritu orante. Su conciencia filial llega a su
máxima densidad cuando se recoge para la oración de Dios. Según la
describen los Evangelios su oración era prolongada, frecuente y en
lugares apartados. (Lc 5, 16; 6, 12; 9, 18. 28-29; 11, 1; Mc 1,35; Mt
14, 23).

32. Francisco fue un orante en el sentido hondo del término. Su primer


biógrafo, Tomás de Celano, lo describe como la oración personalizada
(2 Ce 95). San Buenaventura nos dice que el Poverello exhortaba a los
hermanos a desear por encima de todas las cosas la gracia de la
oración (LM 10,1). El mismo santo nos dice: “Aplíquense, en cambio,
a los que por encima de todo deben anhelar; tener el espíritu del Señor
y su santa operación, orar continuamente al Señor con un corazón
puro” (2 Re 10,9).

33. El espíritu de oración del hermano Francisco debe reflejarse en cada


uno de sus hijos. El hermano pobre de san Francisco es un orante por
vocación, toda su existencia ha de estar orientada hacia Dios en un
acto de amor.
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34. Procuren los hermanos, donde quieran que estén, reservarse como
míninum dos horas diarias de oración mental.

35. Los hermanos hagan vigilia todos los domingos desde la dos de la
mañana hasta la hora de la misa, y el domingo último de cada mes,
pasar la noche entera en la oración de Dios. También los hermanos
harán vigilias: Las vísperas de la solemnidad de san Francisco, las
vísperas del 21 enero, la noche del 24 de diciembre, la noche del 31 de
diciembre, las vísperas de Pentecostés.

36. Durante la oración eviten los hermanos tomar posturas cómodas que
estimulen el sueño. Los hermanos oren normalmente de píe o de
rodillas.

37.Cultiven los hermanos un amor y devoción especial por la Liturgia de


las Horas, fuente de piedad y alimento para la oración personal (SC
90).

38. Los salmos, cánticos e himnos deben ser recitados pausadamente, de


tal manera, que la mente concuerde con el corazón y todo el ser se
eleve a Dios en una súplica confiada o en una alabanza armoniosa.

39. Los hermanos estén obligados a rezar las siete horas canónicas de la
Liturgia de las Horas. Si por algún motivo no se pueden rezar las
horas siguiendo el ritmo del día, puede cada hermano recitar todo el
oficio, a excepción de completas que siempre se hará al final de la
jornada, en una hora específica del día. Lo importante es nutrirse del
contenido de cada hora canónica: himnos, salmos, cánticos, lecturas
bíblicas y oraciones.

40. Puesto que la Eucaristía es el centro vital de toda la liturgia de la


Iglesia, procuren los hermanos una participación plena, activa y
consciente en cada Eucaristía (SC 7). Desde el inicio de la celebración
hasta el rito de despedida toda la atención ha de estar centrada en el
Misterio que se celebra.

41. La Eucaristía como sacrificio actualiza el acto supremo de amor de


Jesús al Padre Eterno y el acto supremo de amor de Jesús a la
humanidad. Procuremos que cada Eucaristía sea para nosotros el acto
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supremo de amor obediente al Padre y el supremo acto de amor por


nuestros hermanos.

42. Francisco se sumergía con profundidad en el Misterio Pascual que se


actualiza en la Eucaristía, como fieles seguidores de tan insigne
maestro, dejemos que la plenitud de gracia de este Misterio se haga
eficaz en nosotros y nos transforme en hombres nuevos.

43. Aprovechen los hermanos toda la riqueza litúrgica que la Santa


Madre Iglesia nos proporciona para nutrir su espiritualidad y
transformarse en hombres de Dios. Es muy provechoso la meditación
de los prefacios y las oraciones colectas. Tanto en los prefacios como
en las colectas la Iglesia condensa teológica y espiritualmente el
sentido profundo del Misterio que celebra.
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CAPÍTULO IV

NUESTRA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD

44.“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros.
Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a
los otros. En esto conocerán todos que soy discípulos míos: si os
tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34-35).

45. La vida fraterna hunde sus raíces más profundas en la vida trinitaria,
fundamento y culmen de toda fraternidad (Vida Fraterna en
Comunidad 8).

46. Teniendo a la Santísima y Augusta Trinidad como modelo los


hermanos busquen la perfección del amor entre ellos siguiendo el
ejemplo de Cristo que nos amó hasta el extremo.

47. La fraternidad es un don de lo alto y al mismo tiempo es una tarea,


hay que construir la fraternidad poniendo nuestra vida a disposición
de los hermanos y despojándonos de todas actitudes y vicios (celos,
riñas, ira, crítica, murmuración, envidia, quejas…) que enturbian los
vínculos fraternos.

48. Cultiven los hermanos un trato cálido y cordial entre ellos con un
amor sin fingimiento y considerando a los demás como superiores a
uno mismo (Rom 12, 9; Flp. 2,3).

49. Siguiendo el ejemplo de Cristo que vino a servir y no a ser servido


(Mc 10,45), los hermanos lávense los pies mutuamente y en su
camino de perfección busquen llegar a la conciencia profunda de que
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son esclavos de sus hermanos, según las enseñanzas de la eterna


Verdad: “Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera
llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que
quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que
tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a
dar su vida como rescate por muchos”(Mc 10, 43-45).

50. El trato fraterno ha de estar permeado por la virtud de la humildad


como bien nos enseña la Palabra de Dios: “Aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). “Tened un mismo sentir los
unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraído más
bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría”
(Rom. 12, 16). “En conclusión, tened todos unos mismos
sentimientos, sed compasivos, amaos como hermanos, sed
misericordiosos y humildes” (1Pe 3, 8). La soberbia es un mal que
lesiona la esencia misma de la vida fraterna fundamentada en el amor,
la paz y la humildad.

51. La fraternidad ha de ser una escuela de perdón incondicional como


nos lo enseña la eterna verdad, que nos habla de perdonar hasta
setenta veces siete, es decir, tener una actitud permanente de perdonar
las ofensas (Mt, 18, 22).

52. Obedeciendo las palabras del Maestro eviten los hermanos enojarse
(Mt. 5, 22), pues el enojo es un sentimiento contrario a la caridad y
nos impulsa a hacer el mal a los hermanos como hizo Caín con su
hermano Abel (Gn. 4, 1-16). El apóstol Pablo también nos exhorta en
esta misma dirección: “Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol
mientras estéis airado, ni deis ocasión al diablo” (Ef. 4, 26-27).

53. Francisco fundó una orden de hermanos, el ser hermano marca


sustancialmente nuestro ser, nuestra espiritualidad y nuestro actuar.
Siguiendo la doctrina del Poverello, nuestro amor fraterno debe
superar el amor de una madre por sus hijos: “Y donde quiera que
estén y se encuentren los hermanos, condúzcanse mutuamente con
familiaridad entre sí. Y exponga confiadamente el uno al otro su
necesidad, porque si la madre nutre y quiere a su hijo carnal, ¿cuánto
más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano
espiritual? (2 Re 6, 7-8).
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54. En sintonía con la espiritualidad de san Francisco, ensanchen los


hermanos su corazón para abrazar a todos los hombres y mujeres y a
toda la creación, construyendo así una fraternidad universal que tiene
su fundamento en el amor trinitario de donde procede todo amor
perfecto.

55. Dado el daño sistemático que los seres humanos infligimos hoy a la
creación, comprométanse los hermanos en una defensa activa por el
cuidado del medio ambiente y sellen este compromiso con un cuarto
voto ecológico que consiste en orar y trabajar para que la madre tierra
no sea maltratada y se le respete en su ser de criatura amada por Dios
y en no hacer daño a ninguna criatura viviente.

56. El Ministro General o un delegado suyo cultive vínculos fraternos


con la familia de cada hermano de nuestro Instituto. Cuando muera un
hermano, que ese vínculo no se pierda. Pues la familia de cada
hermano es también nuestra familia.
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CAPÍTULO V

NUESTRA VIDA EN LA IGLESIA Y MISIÓN.

57. La Iglesia que Cristo quiso y fundó subsiste en la Iglesia Católica


(LG. 14). Esta Iglesia hay que conocerla, amarla, defenderla y
santificarse en ella.

58. Los hermanos estudien la historia y la naturaleza de la Iglesia como


pueblo de Dios, que él se adquirió por la sangre de su Hijo Jesucristo
y santifica por el poder del Espíritu Santo.

59. La realidad de la Iglesia ha de ser internalizada, llevada a la


profundidad de la conciencia y el corazón, hasta que se convierta en
una determinación ontológica para cada hermano pobre de san
Francisco.

60. Profesen los hermanos una obediencia solícita al Magisterio de la


Iglesia, y a sus legítimos pastores.

61. Eviten toda conversación denigrante en contra de los ministros de la


santa madre Iglesia, debemos amarlos y reverenciarlos porque son
nuestros pastores, a ejemplo de nuestro seráfico padre san Francisco,
quien se expresó de esta manera: “Después de esto, el Señor me dio, y
me sigue dando, una fe tan grande en los sacerdotes que viven según
la norma de la santa Iglesia romana, por su ordenación, que si me
viese perseguido, quiero recurrir a ellos. Y si tuviese tanta sabiduría
como la que tuvo Salomón y me encontrase con algunos pobrecillos
sacerdotes de este siglo, en la parroquia en que habitan no quiero
predicar al margen de su voluntad. Y a estos sacerdotes y a todos los
otros quiero temer, amar y honrar como a señores míos. Y no quiero
advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son
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mis señores. Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo
corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios sino su santísimo
cuerpo y su santísima sangre, que ello reciben y solo ellos administran
a otros” (Test. 6-11).

62. Nuestro mayor aporte a la Santa Madre Iglesia ha de ser nuestra


propia vida de santidad, dejando que el Misterio Pascual de Cristo que
la propia Iglesia administra sacramentalmente, ejerza en nosotros toda
su eficacia redentora y santificadora.

63. En la Iglesia damos testimonio público de nuestra entrega total a Dios


(MR 14) y en ella vivimos nuestra consagración.

64. Los Hermanos Pobres de san Francisco estén abiertos a las


necesidades de la Iglesia y prestos a servir allí donde la madre Iglesia
lo disponga.

65. Asuman los hermanos el compromiso de pastorear parroquias, sobre


todo en los lugares más pobres y necesitados, en consonancia con
nuestra opción de estar y vivir con los marginados.

66. En el ejercicio pastoral atiendan por igual a todos los movimientos y


comunidades eclesiales, respetando y potenciando cada carisma
aprobado por la santa madre Iglesia.

67. De acuerdo con nuestra misión de promover la Adoración Perpetua,


procuren los hermanos tener en cada parroquia asignada a sus
cuidados por el Ordinario del lugar, la adoración las 24 horas del día y
estimulen a la feligresía con su propio testimonio, devoción y
adoración al Santísimo Sacramento.

68. Promuevan también los hermanos la Comunidad Infantil del Divino


Niño. Esta comunidad tiene dos objetivos fundamentales: Formar a
los niños y a las niñas en la conciencia de que son hijos e hijas de
Dios y formar niños y niñas adoradores y adoradoras del Santísimo
Sacramento.

69. Lleven a cabo los hermanos las visitas a los hogares como una forma
de crear vínculos familiares y educar pastoralmente. En la visita
téngase un diálogo personal y confesión con cada miembro de la
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familia. Se concluye con una exhortación general invitando a la


santidad, al cultivo de la espiritualidad familiar y de la filiación divina
siguiendo el ejemplo de la sagrada familia de Nazaret. Al final puede
tenerse un ágape fraterno.

70. Hagan los hermanos de la parroquia encomendada un lugar de


crecimiento espiritual, acompañando a los fieles en su itinerario de
ascenso a Dios y formándolos en la vida de oración.

71. En los barrios pobres y marginados donde trabajamos procuremos ser


instrumento de paz, de concordia, de reconciliación, llevando a Cristo
al corazón de cada habitante del entorno, pues sólo cuando Cristo
penetra el corazón de una persona desaparece todo acto de violencia,
vicios, rencor y odio.

72. El trabajo en los barrios ha de ser coronado con una capilla para la
Adoración Perpetua, de tal manera que Cristo esté y sea adorado
permanentemente en el corazón del barrio como fuente de paz, amor y
reconciliación.
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CAPITULO VI

VIVIENDO EN OBEDIENCIA, SIN NADA PROPIO Y EN


CASTIDAD.

73. Los votos de pobreza, obediencia y castidad tienen como objetivo


configurarnos con el mismo estilo de vida que asumió Cristo en su
ministerio público para llevar a cabo la obra de salvación
encomendada por el Padre.

74. La Santa Madre Iglesia siempre ha custodiado y recomendado a sus


hijos e hijas la vivencia de los votos como medio de perfección y
seguimiento radical de Cristo (LG 43).

75. En la vivencia de su ser religioso, los hermanos mediten los votos


hasta que éstos se hagan conciencia en todo su ser y puedan así llegar
al sentido místico y espiritual de cada voto en particular y vivirlo en
su plenitud.

76. Los votos jamás pueden verse como una carga pesada, como el precio
que hay que pagar para ser religioso; todo lo contrario, los votos han
de ser vividos con alegría, gozo y paz. Hay que asumirlos como un
estilo de vida, como un don que el Padre nos ha dado para que la vida
de su Hijo amado casto, pobre y obediente se perpetúe hasta la
consumación de la historia.

77. Los votos constituyen una vocación particular que el Padre Amado
dona a sus hijos e hijas. Puesto que la vocación viene de Dios
debemos considerar que el ser casto, pobre y obediente es lo que más
nos conviene, es el modo de vida más adecuado para mi realización
humana como hombre. Pues el Padre Amado siempre da a sus hijos
lo más conveniente para su propio desarrollo y crecimiento que
desemboca en la divinización.
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LA POBREZA

78. La esencia del voto de pobreza consiste en vivenciar a Dios como la


única riqueza del corazón que da sentido a toda la persona. (Vita
Consecrata 90). Con el voto de pobreza expresamos al mundo que
sólo Dios basta y constituye el Bien Supremo que nos sacia a plenitud.

79.Toda la vida de Jesús estuvo marcada por la pobreza. Nació en un


pesebre (Lc 2,7); su vida oculta transcurrió en la modestia, humildad
y sencillez; durante su ministerio público no tenía donde reclinar la
cabeza y vivía de la ayuda de almas generosas (Mt 8,19; Lc 8,3);
finalmente termina colgado de un madero (Mt 27,32-38).

80. La pobreza de Jesús determina nuestro estilo de vida pobre en


relación con la sociedad y con el mundo. Jesús es nuestro modelo, a
él debemos acercarnos, seguir sus huellas y configurarnos con él.

81. Una de las virtudes de Jesús que más marcó a san Francisco fue su
pobreza. Francisco asumió la pobreza y quiso ser siempre pobre
porque se sintió cautivado por la pobreza de Jesús y de su madre
María Santísima.

82. El nombre de san Francisco de Asís está asociado con la dama


pobreza, como él gustaba llamarla, nos la dejó como herencia
preciosa, como un camino especial de salvación de frutos muy
variados (2 Ce 200).

83.Como hijos del pobre de Asís y seguidores del Hijo eterno de Dios
amemos la pobreza y jamás nos separemos de ella. “Esta es la
excelencia de la altísima pobreza, la que a vosotros, mis queridísimos
hermanos, os ha constituido en herederos y reyes del reino de los
cielos, os ha hecho pobres en cosas y os ha sublimado en virtud. Sea
esta vuestra porción, la que conduce a la tierra de los vivientes.
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Adheridos enteramente a ella, hermanos amadísimos, por el nombre


de nuestro Señor Jesucristo, jamás queráis tener ninguna otra cosa
bajo el cielo.” (2Re 6).

84. Los pobres de este mundo han de ser para nosotros un punto de
referencia obligado, debemos asumir su misma pobreza compartiendo
sus precariedades y necesidades y buscando junto con ellos una vida
digna de los hijos de Dios.

85. Nuestra pobreza material no ha de ser explicada sino vivida en


humildad, sencillez y alegría de corazón. “Es menester que los
religiosos sean pobres de hecho y de espíritu, teniendo sus tesoros en
el cielo” (PC 13)

86. Exprésese la pobreza en el uso austero de todas las cosas: casas,


vestidos, medio de comunicación… Donde quiera que se encuentren
los hermanos usen medio de transporte público y no tengan vehículos
a no ser por extrema necesidad pastoral.

87. Cuando la necesidad pastoral requiera el uso de vehículo, que el


mismo esté a nombre de la institución, sea parroquia, centro
educativo, de salud… de tal manera, que los hermanos no sean
propietarios de ningún medio de transporte.

88. Nuestras casas sean sencillas, modestas y acogedoras, de tal modo


que reflejen el modo de vivir de los pobres.

89. Para enajenar o adquirir bienes de nuestro Instituto cuéntese con el


permiso expreso del Ministro General y su consejo.

90. Esmérense los hermanos por cultivar la pobreza interior, que consiste
en renunciar a todo orgullo, soberbia y arrogancia, en desapropiarse
de la propia imagen, en aceptar con humildad las correcciones e
improperios, y en poner toda nuestra confianza y seguridad en el
Señor. (Adm 14).

91. El voto de pobreza nos vincula con la ecología, esto así porque la
pobreza nos capacita para valorar y usar correctamente las cosas
21

materiales. Trabajemos por un cambio de mentalidad y un muevo


estilo de vida, regido por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina
y austeridad solidaria.

92. Los hermanos han de comprometerse activamente en la defensa del


medio ambiente, uniendo sus esfuerzos con todos los movimientos
ecológicos y personas de buena voluntad que buscan construir un
proyecto humano de sociedad donde la creación sea asumida como
hermana.

93. Francisco en su búsqueda apasionada de Dios pudo descubrir el


misterio de la creación y fraternizar con todos los seres, pues todos
procedemos de una fuente amorosa común: el Padre Bueno.

94. Dado el maltrato sistemático que la humanidad inflige al planeta


tierra y que la creación ha sido dada por Dios al hombre para su
cuidado, respeto y dominio, los hermanos hacemos un cuarto voto
ecológico consistente en no hacer daño a ninguna criatura viviente y a
trabajar por la fraternidad y la paz entre el ser humano y el medio
ambiente.

LA CASTIDAD

95. Por el voto de castidad nos unimos más íntimamente a Cristo esposo
y abrimos el corazón para el perfecto amor a Dios y a los hermanos.
La virginidad consagrada por el Reino de Dios hace que el corazón
despliegue todas sus potencialidades para amar y servir.

96. La vivencia fiel de este voto nos permite recuperar ese estado de
inocencia primordial que vivieron nuestros primeros padres antes del
pecado original, donde no había nada de lujuria y deseos impuros en
materia de sexualidad.

97. La castidad está unida a la inocencia, es una virtud que embellece al


alma, la colma de sabiduría y le proporciona alas para la
contemplación mística y la unión perfecta con Dios en el amor. Ella
alcanza, transforma y penetra el ser humano hasta lo más íntimo
mediante una misteriosa semejanza con Cristo. (ET 13).
22

98. Procuren los hermanos la castidad en el cuerpo, en el corazón, en el


alma y en todo su ser, de tal modo que toda su persona irradie la
belleza de esta virtud que tanto amó el Eterno Hijo del Padre y su
Bienaventurada Madre María Santísima.

99. El voto de castidad afecta intrínsecamente la dimensión sexual de la


persona, pues el instinto natural del placer sexual no es ejecutado y
esa energía debe ser bien canalizada para la propia perfección del
célibe. Por tal razón, en el trato con los demás no debe haber
ambigüedad que pueda desdecir nuestra condición de hombres célibes
consagrados a Dios. El voto de castidad lleva consigo la obligación de
observar perfecta continencia en el celibato (CIC 599).

100. En el trato con la mujer imitemos el comportamiento del Bien


Amado Jesús. Su trato con la mujer fue libre, ausente de toda
ambigüedad, prejuicios y tabúes. Habla a solas con una mujer
samaritana (Jn 4); acepta todo un rito de amor y de ternura por parte
de una mujer pecadora y también de María Magdalena (Lc 7, 36-50;
Jn 12, 1-8); tuvo discípulas que siguieron sus pasos y le servían con
sus bienes (Lc 8, 1-3).

100.Para la vivencia fiel de este sublime voto dispongan los hermanos de


todos los ejercicios ascéticos: guarda de los sentidos, (absténganse todos
los hermanos de ver películas con escenas de sexo, de oír música que
excite la imaginación sensual, y de leer o ver cualquier cosa que pueda
hacer daño a la noble virtud de la castidad), ayuno, y cualquier tipo de
sacrificio que inspire el Espíritu para llevar a la perfección la virginidad
consagrada por el Reino. En suma, rechacen como por instinto espiritual,
todo lo que pone en peligro la castidad. (PC 12).

LA OBEDIENCIA

101. Viviendo en consecuencia nuestra espiritualidad de la filiación divina


procuremos por encima de todo obedecer a nuestro Padre Dios, siguiendo el
ejemplo de Jesús, que siempre hacía lo que agradaba al Padre y se sometió a
su voluntad hasta la muerte. (Jn 8,29; 4, 34; Mc 14,36).
23

102. En el voto de obediencia hay una descentralización del yo egoísta y una


inmolación de la voluntad, para poner nuestra vida a disposición de los
valores del Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33). El cumplimiento de la
voluntad del Padre debe convertirse en principio unificador del ser y del
obrar del hermano pobre de san Francisco.

103. La obediencia a la voluntad del Padre nos une íntimamente a Jesús,


pues él nos dice que somos su madre, sus hermanos y hermanas cuando
cumplimos la voluntad de su Padre (Mc 3,35).

104. La obediencia de Jesús tiene una dimensión soteriológica, pues en


obediencia hemos sido salvados. Por la profesión de la obediencia unimos
nuestra voluntad al proyecto salvífico del Padre (PC 14), sirviendo con
generosidad a los hermanos hasta dar la vida por ellos, siguiendo en todo las
huellas del Redentor (IJn 3,16).

105. Procuren los hermanos una obediencia pronta y solícita a sus pastores,
muy especialmente al Romano Pontífice, pastor universal de la Santa Madre
Iglesia, al Ordinario del lugar y a su superior religioso, sabiendo que ellos
hacen las veces de Dios (CIC 601).

106. Como nos enseña el seráfico padre san Francisco abandonemos en


caridad fraterna el proyecto personal que tenemos para acoger la voluntad
del superior (Adm 3), y pongamos todos nuestros talentos para que lo
mandado por la obediencia sea ejecutado en perfección y no a regañadientes
y en mala voluntad.

107. Es necesario y de vital importancia la obediencia a lo reglamentado por


la vida comunitaria. Esto fortalece el sentido de pertenencia. La disciplina en
el cumplimiento del horario robustece la voluntad y crea vínculos de unión
entre los hermanos.
24

CAPÍTULO VII:

GOBIERNO, AUTORIDAD Y SERVICIO

PRINCIPIOS GENERALES

108. El Verbo Eterno de Dios nos ha enseñado que la autoridad y el


gobierno deben ser ejercidos desde el servicio y la humildad, poniéndose él
mismo como modelo de servidor para con sus hermanos (Mc 10, 41-45)

109. Los hermanos que ejercen la autoridad háganlo con espíritu de


humildad, buscando el interés de los demás y no sus propios intereses (Flp
2,4). En el servicio a sus hermanos ayúdenlos a desarrollar al máximo todas
sus potencialidades afectivas, intelectuales y espirituales.

110. Muéstrense los hermanos superiores como una madre para sus
hermanos (2Re 6), sean para ellos guardianes, animadores y servidores,
enseñando con el ejemplo el camino de la perfección evangélica.

111. En el ejercicio de la autoridad no sean flojos y pusilánimes, no se dejen


intimidar, corrijan con caridad y verdad el pecado de los hermanos,
custodiando con amor y fortaleza la pureza del carisma fundacional.

112. Todos los hermanos presten obediencia caritativa al legítimo superior,


buscando con humildad y sencillez de corazón la construcción del Reino de
Dios sirviendo con amor al pueblo santo de Dios que es la Iglesia.
25

113. Los Hermanos Pobres de san Francisco reconocemos al sumo Pontífice


como nuestro supremo moderador y pastor, a él prestamos obediencia
caritativa y oramos por su ministerio universal en bien de la humanidad y de
la Iglesia de Dios que él se adquirió por la sangre de su Hijo (Hch 20,28).

114. Los hermanos obedezcan filialmente al Ordinario del lugar,


colaborando activamente en la construcción y edificación de la Iglesia local.

SUPERIORES Y OFICIOS EN GENERAL

115. Teniendo como autoridad suprema universal al Romano Pontífice y al


obispo local como autoridad inmediata ejercen de superior en nuestro
Instituto con potestad ordinaria propia: el Ministro General y el guardián
local. Con potestad ordinaria vicaria: el vicario general y el vicario local.

116. El Ministro General será asistido por cuatro consejeros que tendrán la
responsabilidad del gobierno y la animación del Instituto. Además de los
consejeros habrá un secretario general y un ecónomo general bajo la
dependencia inmediata del Ministro General. Todos estos cargos serán
elegidos en el Capítulo General.

117. Los hermanos, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de san Francisco no


ambicionen cargos, pero si son llamados por sus cohermanos al ejercicio de
la autoridad no rehúsen pertinazmente el servicio de superior o de otro
cargo.

EL CAPÍTULO GENERAL

118. El Capítulo General ejerce la autoridad suprema en nuestro Instituto


(CIC 631). Sea el Capítulo General un instrumento de unidad, de animación
en el camino de la santidad evangélica, de renovación y de tutela por
salvaguardar la pureza del carisma, buscando siempre responder con eficacia
evangélica a los signos de los tiempos.
26

119. El Capítulo General ordinario sea celebrado cada seis años durante la
solemnidad de Pentecostés, a no ser que el Ministro General, con su consejo,
disponga de otra fecha. Es convocado por el Ministro General con un año de
anticipación, previa comunicación al obispo diocesano de la casa general y
de la diócesis donde se celebra el mismo capítulo.

120. Además del Capítulo ordinario, puede ser convocado por el Ministro
general, con el consentimiento de su consejo, un Capítulo extraordinario
para tratar asuntos de suma importancia para la vida y actividad del Instituto.

121. Son miembros por derecho al Capítulo General:

El Ministro General y su consejo.


El ex Ministro General del sexenio inmediatamente anterior.
El secretario general.
El ecónomo general.
Los superiores locales.
Los responsables de las diferentes etapas de la formación inicial a partir del
postulantado.

Son miembros por elección: Los delegados elegidos por cada comunidad
local. En una comunidad de tres hermanos, será elegido un delegado, en una
comunidad de seis hermanos, dos delegados y así sucesivamente. La
elección se hará por votos consultivos.

122. Objetivos del Capítulo General

a. Revisar la vida y actividad del instituto a la luz del carisma


fundacional franciscano, de las directrices de la Santa Madre
Iglesia y de los signos de los tiempos.

b. Elegir el gobierno general, el secretario y el ecónomo.

c. Trazar líneas de acción para el próximo sexenio.

d. Revisar puntos de nuestra legislación si el Capítulo lo decide.


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123. Para modificar algún punto de las Constituciones se necesita las dos
terceras partes de los votos de los capitulares y la autorización del Ordinario
de lugar donde nació el Instituto.

124. Todos los hermanos han de ser consultados sobre los temas que se han
de proponer al Capítulo (CIC 631,3) y remítanse sus propuestas al Ministro
General en la fecha establecida por éste.

SESIONES CAPITULARES

125. La apertura del Capítulo la hará el Ordinario del lugar donde nació el
Instituto o por un delegado de éste, también presidirá la elección del
gobierno general. El Capítulo se inicia con la Eucaristía Votiva del Espíritu
Santo.

126. De entre los miembros del Capítulo, se procederá a elegir un Secretario


y dos escrutadores. El secretario será elegido por mayoría absoluta de votos
secretos en las dos primeras votaciones, y mayoría relativa en la tercera. Los
escrutadores serán los dos hermanos de menor edad asistentes al Capítulo.

127. El Ministro General, y en su defecto el Vicario general, con el


Consejo, deben presentar al Capítulo una relación completa sobre el estado
general del Instituto acerca del personal, presencia, vivencia del carisma,
apostolado. En este informe se debe hacer notar los logros del sexenio, fallos
y sugerencias para el futuro.

128. El ecónomo general debe presentar un informe sobre el estado


financiero del Instituto.

ELECCIÓN DEL MINISTRO GENERAL

129. La noche antes de la elección habrá una vigilia con exposición del
Santísimo para que el Padre Bueno nos dé, por intercesión de seráfico padre
28

san Francisco y de la Bienaventurada Virgen María un Ministro General


según su corazón.

130. En la elección del Ministro General, bajo la presidencia del obispo o de


su delegado, si realizado el primer escrutinio, ninguno obtuvo mayoría
absoluta de votos, se procederá a un segundo escrutinio, y a un tercero, si
fuera necesario. Si a la tercera votación más de dos hermanos obtuvieron
igual número de votos, relativamente superior, se hará una cuarta votación.
En esta votación sólo tienen voz pasiva los dos hermanos que en el tercer
escrutinio obtuvieron mayoría de votos. Si en este último hay igualdad de
votos, decide la antigüedad de profesión, y si está fuere la misma, decide la
edad.
131. Si el elegido está ausente, se le comunicará la elección. Si acepta, se
suspenden las sesiones hasta su llegada. En caso de que el Ministro General
elegido no acepte se procede a una segunda elección.

132. Terminada la votación el elegido será proclamado electo Ministro


General: hará el juramento prescrito. Desde este momento preside las demás
sesiones del Capítulo General.

133. El acta de la elección será firmada por el presidente, los escrutadores y


el secretario del Capítulo.

134. Los consejeros, el secretario y el ecónomo generales cesan en su oficio


con la elección del Ministro General, debiéndose proceder a una nueva
elección para estos cargos.

Requisitos

135. Para la misión de Ministro General será elegido un hermano de votos


perpetuos que posea plena identificación con el carisma fundacional y en
plena posesión de sus facultades psíquicas. Se requiere que tenga, al menos
diez años de profesión perpetua. Desempeñará el cargo durante seis años, y
puede ser reelegido para otro sexenio consecutivo.

136. En caso de muerte, enfermedad u otro impedimento, el Vicario General


pasará a desempeñar sus funciones después de notificar y obtener la
correspondiente autorización del Ordinario del lugar. Si el Ministro General
cree que debe renunciar a su cargo, exponga los motivos al Ordinario del
lugar donde nació el Instituto, a quien compete aceptar su renuncia.
29

Igualmente, si los Consejeros Generales juzgasen que el Ministro General


debe, por causas muy graves, ser removido de su cargo, presenten el caso al
Ordinario del lugar y aténganse a su decisión.

ELECCIÓN DE LOS CONSEJEROS GENERALES

137. Efectuada la elección del Ministro General, el Capítulo debe elegir a los
Consejeros Generales en escrutinios separados y secretos, por mayoría
absoluta de votos en los dos primeros escrutinios. Para ser elegido Consejero
General un hermano, debe ser profeso de votos perpetuos y estar dotado de
cualidades humanas y espirituales, así como de suficiente experiencia, que lo
capaciten para cumplir la misión que se le confía. El primer Consejero será
el Vicario General

138. Los Consejeros Generales son elegidos por seis años. Solamente dos
Consejeros pueden ser reelectos. No puede ser elegido para el Gobierno
General en el Capítulo en el que cesa, el Ministro General no reelegido.

139. Si llegase a faltar uno de los Consejeros, el siguiente tomará su lugar, y


el Ministro General, con el consentimiento de su Consejo, nombrará el
cuarto Consejero, hasta el próximo Capítulo General.

ELECCIÓN DEL SECRETARIO Y EL ECÓNOMO GENERALES

140. El Secretario y el Ecónomo General deben ser hermanos de votos


perpetuos. Son elegidos por mayoría absoluta de votos secretos en las dos
primeras votaciones, y por mayoría relativas en la tercera, hasta el próximo
Capítulo General, pudiendo ser reelegidos.

141. Deben reunir las cualidades requeridas para estos cargos: prudencia,
fidelidad, diligencia, rectitud y competencia, de manera que sean una ayuda
eficaz al Ministro General y su Consejo.
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MINISTRO GENERAL Y CONSEJEROS

MINISTRO GENERAL

142. El Ministro General es el hermano, que haciendo las veces del humilde
de Asís, debe caracterizarse por su sed de santidad, por su amor a la dama
pobreza, por su ardiente vida de oración, por su fidelidad a la Iglesia, por su
humildad y minoridad, por su celo apostólico y por su lectura atenta de los
signos de los tiempos. Su vida ha de ser un espejo resplandeciente del
carisma fundacional para todos sus hermanos.

143. Compete al Ministro General:

a) Convocar el Capítulo General Ordinario o Extraordinario.


b) Velar por recto cumplimiento de la Regla del Poverello y por nuestros
estatutos.
c) Animar la vida espiritual de los hermanos y su formación permanente
a través de visitas, diálogos personales, cartas, escritos, retiros…

144. Compete al Ministro General con el consentimiento de su Consejo:

a) Dar decretos para todo el Instituto y dar una interpretación práctica a


los estatutos.
b) Erigir o suprimir las diferentes casas de formación.
c) Aceptar los votos simples y perpetuos de los hermanos.
d) Aceptar los candidatos al noviciado.
e) Nombrar a los guardianes locales.
f) Nombrar a los formadores en las diferentes etapas.
g) Dar indulto de salida a los profesos temporales.
h) Readmitir al Instituto a los hermanos que hubiesen salido
legítimamente de él, a tenor del Derecho Universal y del Propio.
i) Conceder permiso de ausencia de la comunidad por un año, o
exclaustración hasta por tres años al hermano que por causa justa o
grave, respectivamente, lo solicite.
j) Transmitir al Ordinario del lugar la petición de separación del
Instituto que el hermano haya solicitado.
k) Redactar y modificar los estatutos de la Casa General.
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l) Enajenar bienes o contraer deudas que no excedan la mitad de la suma


reservada a la Santa Sede (CIC 638,3).
m) Autorizar a algún hermano que lo solicite, pasar a otro Instituto o al
clero diocesano, y la incorporación de un religioso o sacerdote
diocesano a nuestro Instituto.

145. Si, por motivos graves, el Ministro General creyera necesario dimitir un
Consejero General de su cargo, después de haber informado al Consejo
General, expondrá por escrito los motivos al Obispo diocesano donde nació
el Instituto a cuyos mandatos habrá que sujetarse.

LOS CONSEJEROS GENERALES.

146. La misión de estos Consejeros es ayudar con sus dones y talentos al


Ministro General en todo lo referente a la vida y misión del Instituto. Han de
ser hermanos prudentes, hombres de Dios y de la Iglesia, probados en las
virtudes, deseosos de perfección y santidad y con un gran amor al carisma
fundacional del Poverello. En las reuniones del Consejo guardarán el secreto
de oficio acerca de todo cuanto se trate. No tendrán ninguna ocupación que
les impida la función de Consejeros.

147. El Ministro General con su Consejo habite en la Casa General y formen


una auténtica comunidad de fe y amor que refleje la pureza del carisma
fundacional y sirva de modelo e inspiración para todos los hermanos de la
Orden. Ha de ser la Porciúncula del Poverello.

VICARIO GENERAL

148. El Vicario General es el primer Consejero, y es elegido en primer lugar.


Hace las veces del Ministro General en caso de ausencia o imposibilidad del
mismo y lo suple en caso de muerte, renuncia o destitución.

149. El Vicario General, al hacer las veces del Ministro General, resuelva los
asuntos según el espíritu de la Regla y de los Estatutos y consulte a los
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demás Consejeros en los casos de importancia aunque no lo exija el


Derecho. Si el Vicario General estuviere ausente o impedido los otros
Consejeros harán sus veces por orden de elección.

SECRETARIO GENERAL

150. El Secretario General es un hermano de votos perpetuos. Ayuda al


Ministro General y a los Consejeros en el ejercicio de sus funciones. Ha de
ser un hermano de probada virtud, prudente, competente y con capacidad
para guardar secretos.

151. Competencias:

a) Preparar las sesiones del Consejo General bajo la dirección del


Ministro General y citar a los Consejeros, comunicándoles los asuntos
que se han de tratar en la sesión del Consejo.

b) Levantar las actas correspondientes, leerlas y presentarlas a la firma


del Ministro General y de los Consejeros.

c) Escribir en nombre y por encargo del Ministro General.

d) Cuidar de la Secretaría y Archivo de la Curia General y anotar los


datos personales de los hermanos.

e) Asistir a las reuniones del Consejo, aunque no tiene voz ni voto si no


es Consejero.

152. El Secretario General puede ser al mismo tiempo Consejero, pero no el


primero. Su elección se hace en el Capítulo por seis años, pudiendo ser
reelegido.

ECÓNOMO GENERAL
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153. El Ecónomo General es un hermano de votos perpetuos que administra,


en dependencia del Ministro General, los bienes temporales del Instituto.
Debe hacerlo con espíritu de justicia, caridad y pobreza, defendiendo ahora y
siempre la pobreza y austeridad evangélica que tanto amó el seráfico de
Asís. Puede ser Consejero, pero no el primero.

154. Competencias:

a) Administrar los bienes materiales del Instituto en comunión con el


Ministro General, inspirado en la pobreza de san Francisco de Asís.

b) Llevar la contabilidad y la organización administrativa y dar cuenta de


ello al Ministro General y a su Consejo anualmente, o bien cuando se
lo exija el Ministro, y al Capítulo General.

c) Archivar una copia de las Escrituras, contratos o documentos que


representan dominio, usufructo, administración y uso de intereses
económicos

d) Coordinar la marcha de la administración de todas las casas

155. El Ecónomo General tendrá las Tablas y Registros de todos los bienes y
derechos de propiedad pertenecientes al instituto, y los correspondientes
inventarios.

LA COMUNIDAD LOCAL

156. La fraternidad local estará constituida por tres o más hermanos. Uno de
ellos será el guardián y otro el ecónomo. El guardián es nombrado por el
Ministro General y su Consejo y el ecónomo es elegido por los hermanos de
la fraternidad.

157. Los hermanos denle una importancia vital a la fraternidad local, pues en
ella se vive nuestra consagración a Dios. Es el lugar donde los hermanos
realizan su propia vocación. Esta fraternidad constituida por la obediencia
para vivir la perfección evangélica debe resplandecer por el amor cordial
entre los hermanos, por la vida de oración y piedad, por el amor a los
estudios y por el cumplimiento de la misión.
34

158. El rol del guardián es el de animador de la fraternidad, debe ser el


primero en la vida de oración y en la vivencia del carisma. Pórtese como una
madre para con sus hermanos. Esfuércese en conocer a cada hermano en
particular para comprenderlo desde dentro y así establecer una relación
empática de armonía y caridad fraterna. Corrija a los hermanos con caridad y
humildad y estimúlelos con su ejemplo en el camino de la santidad; esté
abierto para ser corregido por sus hermanos, aceptando con humildad y
sencillez de corazón dicha corrección.

159. Nuestra fraternidad local esté abierta a los pobres y menesterosos, a los
hermanos ladrones y bandidos, hermanas prostitutas y a todos los pecadores
(1Re 7) para llevarlos al amor salvador de Jesucristo Nuestro Señor.
Cuídense los hermanos de estigmatizar a los pecadores, éstos sean acogidos
con amor y paciencia, sabiendo que una palabra con amor vale más que un
millón de improperios.

160. En cada fraternidad local donde viven los hermanos sean acogidos dos
o más niños que su ambiente familiar sea completamente disfuncional;
presenten problemas de riesgos, es decir, sean vulnerables para ser atrapados
por el vicio de la droga, alcohol o juego de azar, o bien que el ambiente del
barrio pueda llevarlos a actos delictivos.

161. Estos niños, con el debido permiso de los padres, sean acogidos,
educados en la fe católica y llevados a la escuela, con tal de formar hombres
honestos para la sociedad, la Iglesia y el mundo. Habrá un hermano que
velará por la disciplina y educación de estos niños.

162. La intención de los hermanos pobres no es que estos niños sean


religiosos, sino de proporcionarles un medio adecuado dentro de su mismo
ambiente para que puedan desarrollarse en el bien, la paz y el amor.

163. Brille la fraternidad local por el amor cordial entre los hermanos, la
pobreza, la alegría, sin quejas por la austeridad de nuestra vida, por la
intensidad orante y por la entrega desinteresada a los pobres.

164. En la vigilia mensual de toda la noche, salgan los hermanos con el


Santísimo, para que su Divina Majestad bendiga el barrio y exorcice los
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demonios de la drogadicción, la violencia, el alcohol, el robo y el sexo mal


vivido y desenfrenado.

165. Cuando el guardián lo crea oportuno convoque a los hermanos al


capítulo local. El fin del capítulo es fortalecer la vida fraterna, potenciar la
vida espiritual y examinar puntos importantes que favorezcan la marcha de
la comunidad. El capítulo sea preparado con esmero y que sea un
instrumento eficaz de conversión y crecimiento.

SALIDA DEL INSTITUTO

166. Si un hermano presenta graves dificultades para la vivencia de su


consagración al Señor en la modalidad de la vida religiosa, según la
inspiración de nuestro Instituto, buscará en un serio discernimiento la
voluntad de Dios sobre él. La comunidad debe acompañarlo, de modo
especial en estos momentos, ofreciéndole orientación y afecto fraterno.

167. El hermano de votos temporales que, sin haber cumplido el tiempo de


sus votos, por causas graves quisiera ser dispensado de ellos, lo solicitará
por escrito al Ministro General quien, con el consentimiento de su Consejo,
le puede otorgar la dispensa.

168. Si un religioso de votos perpetuos por causas muy graves cree que debe
dejar definitivamente el instituto, presentará su petición al Ministro General,
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quien, con su parecer y el de su Consejo, la transmitirá al Ordinario del lugar


donde nació el Instituto.

169. Los hermanos de votos perpetuos que abandonan el Instituto sean


atendidos con caridad fraterna e incluso con ayuda material en la medida que
la pobreza lo permite, para que puedan integrarse progresivamente en la vida
seglar.

EPÍLOGO

171. Estos estatutos tienen carácter vinculante para todos los Hermanos
Pobres de san Francisco. Su fin es ayudarnos a vivir con la máxima
radicalidad posible nuestra profesión evangélica de pobreza, obediencia y
castidad siguiendo las huellas que nos marcó el seráfico Padre Francisco de
Asís.

172. Los estatutos han de ser estudiados, meditados y puestos en práctica,


sabiendo que juntamente con la regla profesada de san Francisco de Asís,
articulan y dan unidad a nuestro ser y obrar en la Iglesia y en el mundo.

173. El Ordinario del lugar y el Capítulo General serán los intérpretes


cualificados de estos estatutos. Téngase en cuenta que cualquier
modificación de los mismos ha de hacerse para mejor vivir el Evangelio de
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Cristo, ser más fieles a la Iglesia Madre y responder con fidelidad creativa a
los signos de los tiempos.

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