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Cicloturismo, alforjas y
causas para llegar lejos
Cul de Sac
«Mi bicicleta es mi descapotable. Cuando viajas en moto o en coche la gente se queda
mirando la máquina; das envidia. Pero cuando vas en bicicleta y les explicas de donde
vienes, te dicen: “ven, entra”».
Prólogo
Viajar solo en bicicleta es un desafío que se puede planear de
diferentes maneras, si partimos de la base de que cuanto más dinero
tengamos, menos equipaje necesitaremos y más distancia podremos
recorrer. Con el mismo tiempo, podemos recorrer mucha distancia y pasar
la mayor parte del viaje en la carretera, o podemos recorrer menos
distancia y, en lugar de acumular kilómetros, acumular vivencias en la
memoria. En ambos casos viviremos una experiencia. La primera es más
repetitiva por priorizar la rutina; la segunda es más sostenible por priorizar
la cadencia: un reto que prioriza la rutina ofrece una experiencia repetitiva,
que sigue una disciplina con pocas variaciones, próxima al desafío
deportivo. En cambio, un reto que prioriza la cadencia permite desconectar
de la rutina y acumula una experiencia más rica por ser más variada. En
ambos casos, hay momentos en los que es fácil desmoralizarse. Pero
perder la perspectiva por ser duro y, por desgracia, no tener recursos que
faciliten el viaje, penaliza:
Quizá, dicho así suene místico, pero es muy importante conectar con
la gente gracias a una causa. Si eres más bohemio que turista, te interesa
saber que de esta manera obtienes la inestimable hospitalidad. A mi no me
enseñaron nada y dudo que este conocimiento se transmita de padres a
hijos. En nuestro sistema social, la penalización y el beneficio se acuerdan,
normalmente, a través de un contrato sujeto a un convenio. Yo creo que se
aprende, más bien, leyendo a otros viajeros o, como me pasó a mí, por
azar; de eso trata esta historia. El motivo es lo que te ayuda a conservar el
espíritu con el que empiezas el periplo; es lo que te hace llegar lejos.
Porque vas con cierta determinación y un objetivo concreto; un motivo que
te avala. Y da lo mismo si quieres viajar por caridad o haciendo tatuajes: si
vas por el mundo en bicicleta aportando algo valdrá la pena y querrás
repetirlo. Sino será una experiencia más que quedará guardada en algún
cajón de tu memoria, y que te habrá servido, posiblemente, para ser feliz
en un momento y a efectos de poder decir que lo has logrado, quedándote
solo con lo imprescindible y olvidando poco a poco lo demás.
1 - Occitanie
Al salir del museo, fuimos, cada uno, a comer por su lado, y ella y yo
quedamos en vernos por la tarde para ir a Trèbes; una población con un
puerto deportivo para turistas que se desplazan por el canal. Ella quería ir
a la oficina de turismo para recoger información; porque es más inteligente
que yo. Y yo debía ir urgentemente a la de correos, para enviar un paquete
de 5 kg con ropa. Puse demasiada ropa de calle en las alforjas, pensando
que me haría falta para ligar. Es difícil a la hora de hacer el equipaje,
prescindir de ciertas cosas cuando las tienes, pero es en ese momento
cuando tienes que pensar en aquella frase que dice: «allá donde fueres
haz lo que vieres». No puedes cargar una bicicleta con cosas «por si
acaso»; tienes que ser consecuente. Cuando hicimos nuestras gestiones
nos encontramos fuera de las oficinas. Me pidió que le hiciera una foto
delante de un barco amarrado con el nombre de La Blanche Hermine;
título de una canción patriótica bretona; ella era bretona, venía de allí a
pasar en tierra occitana sus vacaciones.
2 - Aquitaine
3 - Pays de la Loire
3.1 Noirmoutier en l’île
—«It 's busy and Wales…». —Entendí que por allí había mucho
tráfico y con mímica insinuó que Gales era «ondulado». Cuando, por fin, su
amigo consiguió meter la botella de whisky en la alforja se marcharon. Me
dijo también que aquello no era como esto, que llovía y que no había
carriles para ir en bicicleta.
Desde que salí pedaleando de Montpellier hasta Saint Malo había pasado
un mes, y había recorrido aproximadamente mil doscientos kilómetros. Mi
condición física había mejorado; había adquirido mi peso óptimo; mi lesión
en el hombro ya no me causaba molestias. Uno de los motivos por los que
tenía miedo, antes de salir de Barcelona, era mi lesión en el hombro. No
obstante, descubrí que al obligar al cuerpo a adaptarse a la rutina diaria
con cierta cadencia, al final, el cuerpo acaba por adaptarse. Al cuerpo hay
que enseñarle quién manda s in hacer más esfuerzo del que debes: eso se
llama regularidad. Precisamente, eso es lo que no hacía antes. No me
cuidaba. Siempre tenía ese problema, porque nunca me encontraba en la
tesitura de quedarme tirado; siempre volvía a casa después de un
sobreesfuerzo y podía recuperarme en el sofá poniéndome una crema, y
dejando reposar el cuerpo unos días. Han sido 10 años de ciclismo
amateur en los que he entrenado en gimnasio, en carretera, y participado
en marchas cicloturistas. Casi siempre, haciendo más de lo que debía. Las
tensiones musculares, normalmente, me afectan al hemisferio derecho de
mi cuerpo, contracturado lumbar y trapecio. Había visitado al osteópata, al
fisioterapeuta, al médico de medicina deportiva, y no había obtenido los
resultados que deseaba, incluso, había tomado complementos
alimenticios, para que el cuerpo absorbiera mejor las propiedades de los
alimentos y, así favorecer las recuperaciones, sin resultado. Las jornadas
en Francia solían ser entre setenta y ciento veinte kilómetros al día,
dependiendo del recorrido y el cansancio, normalmente entre cuatro o
cinco días pedaleando y uno o dos días de descanso. La rutina no había
cambiado: salir pronto por la mañana, almorzar a eso de las nueve, comer
a las doce, rodar y encontrar un camping; una vez alojado, darme una
ducha (con la ropa puesta, así se lava y se seca durante la noche);
preparar la cena, escribir, acostarse y al día siguiente volver a empezar;
eso me curó: el llevar una vida saludable es el primer beneficio que
obtengo del viaje; la punta de forma que en 10 años, a pesar de entrenar
durante el año, no había logrado por falta de regularidad, ahora la estaba
adquiriendo por practicar una disciplina deportiva diaria, al no tener que
alternar con ningún otro aspecto de la vida laboral o privada; ahora la vida
no se metía en medio.
5 - England
Así que, finalmente, me sugiere que será mejor que vaya a un lugar
más poblado, y eso hago. Ese mismo día, tengo que buscarme la vida
rápido para encontrar una población lo suficientemente grande como para
encontrar la equivalente a la proveedora de servicios Orange en Inglaterra:
estoy sin cobertura de datos y tengo que solucionarlo antes de que se
ponga a llover. Mi proveedor de servicios me ha cortado, preventivamente,
el servicio de roaming por contemplar un consumo de datos
sospechosamente elevado. No son muy oportunos, y me supone un motivo
más de preocupación a los que ya tengo. Mi existencia como cicloturista es
frágil: si me quedo sin comunicación, me quedo sin mi medio para
orientarme y encontrar alojamiento. Cuándo lo he resuelto, despues de
pasar algunos nervios por lo de resolver incidencias en otro idioma y en un
país extranjero, de camino paso por una zona de granjas con casas de
campo, y en una de ellas hay un cartel que oferta huevos. En ese
momento me pregunto, ya que veo que tienen espacio, si me dejarían
estas gentes entrar en su zona para acampar. Dicho y hecho me armo de
valor y le pregunto al propietario, aún yo teniendo una reserva pagada, el
cual accede sin requisitos a dejarme plantar la tienda y dormir allí. Me
invita a pasar a su jardín, que es bastante grande, y me indica la zona más
despejada para instalarme. Mientras monto la tienda, muy
hospitalariamente, me trae un plato de comida y a su perro para que me
haga compañía; son esas situaciones que te desarman y te ponen en tu
lugar. Rápidamente, cancelo la reserva, pensando que me iban a devolver
el importe de la habitación, pero al ser una reserva dentro de las 24 horas
no hay devolución. Seguramente, que si hubiese dormido en el hostal ya ni
me acordaría, pero de la hospitalidad de aquel hombre no me olvidaré. Ya
no recuerdo si a la mañana siguiente le ofrecí dinero, creo que sí, quizá no
se lo ofrecí y él tampoco me lo pidió, quizá cinco €, no me acuerdo. En
cualquier caso, me sirvió de experiencia. Antes de irme, entré dentro de su
casa para hacer mis necesidades, ya que no me podía aguantar, y en su
jardín hubiese sido un golpe bajo. Dentro estaba su mujer y sus hijos, que
me miraron extrañados desde el salón cuando me dirigía al lavabo. Al salir,
me despedí de ellos y sin mediar palabra, me dedicaron la misma mirada
girando la cabeza, un poco atónitos, a medida que pasaba. Al llegar a la
cocina, que estaba junto a la entrada, tenía colgado un cartel que ponía:
“A clean kitchen is a sign of a wasted life” - Una cocina limpia es señal de
una vida desperdiciada -
Nos hicimos una foto, me regaló unos huevos que más tarde se me
romperían, y nos despedimos. De allí pasaría por el puente, que este sí,
era un puente con carril separado para bicis y otros vehículos lentos; como
tiene que ser. Pero antes, me comería en la calle de una pequeña
localidad, una empanadilla de carne muy buena comprada en una
panadería. Después de comprarla, mientras me la estoy comiendo
tranquilamente en la calle, presencio como una mujer con un problema
grave de obesidad se marcha resignada de la misma panadería, al mismo
tiempo que la mujer que me atendió a mí sale detrás regañándola: de
buena mañana, cuando su clienta a huído, le comenta a otra vecina,
airada, que es una vergüenza y que solo hay que ver como tenía a sus
hijos. Intuyo que la mujer obesa ha ido a comprar algo que no le
convendría, porque cuando yo compro la empanada, me preguntan si
quiero mantequilla y en ese preciso instante, tengo la sensación de que
estoy ante una importante decisión. Yo soy una máquina de quemar
calorías y no tengo problemas, pero no pude evitar observar que el pote de
la mantequilla era de tamaño industrial, y que la panadera, con una
espátula y de manera generosa, dejaba toda la empanadilla bien surtida.
Todo en general me hace pensar que por esta parte del mundo el
ambiente es claustrofóbico y la vida un poco asfixiante. Quizá ahora
cobran completamente el sentido las palabras de aquel muchacho inglés
que me encontré en Francia, cuando me dijo aquello de:
Gales es más dura para rodar que Inglaterra: tiene menos tráfico,
pero, en esta parte, las rampas pueden ser muy duras; tengo la sensación
que nunca voy a llegar a Swansea. Antes, debo llegar a una población que
se llama Tondu, y yo pregunto a la gente por una población que se llama
Tondu, pero parece que hay algo que no digo bien.
Sí, eran muy amables, pero la intuición me aconsejo que tenía que
continuar, una sensación tóxica me empujo a la carretera mojada, y la
carretera mojada me conduciría al césped empapado, del césped
empapado, cuando ya habría montado la tienda, al módulo de chapa
habilitado para la cocina, al cual haría varios viajes esquivando los
charcos, dando saltos, vestido de ciclista; allí, sentado en una silla de
mimbre, pasaría la tarde secando la ropa ante la mirada de los campistas
que irían llegando a medida que se acercara la hora de cenar. Los
campistas llegan para participar, al día siguiente, en un evento deportivo a
través de la montaña. Algunos de ellos necesitan usar las instalaciones del
camping para hacerse la cena, así que no les queda más remedio que
esquivar mi maillot, mi culotte, mis calcetines y mis guantes, que están
repartidos por todos los rincones que he encontrado donde se pueden de
alguna manera colgar, para que se puedan secar. La situación es un poco
triste e incomoda sin llegar a lo lamentable, de momento; estoy sentado en
la única silla haciendo de colgador, y al mismo tiempo necesito, también,
hacerme la cena; el módulo de recepción ya ha cerrado y la responsable
se ha ido a su casa, así que tampoco es posible ocupar allí la estancia,
solo me queda el lavabo. Como todo el mundo está en la cocina, se me
ocurre ir al lavabo y secar los calcetines con el secador de las manos,
hasta que llega un hombre y me grita porque le molesta el ruido: claro, es
tarde, se levantaran pronto, supongo tendrá que levantarse temprano para
ir a correr por la montaña y necesitará estar fresco para hacer un buen
papel. En el momento, no me queda más remedio que callarme como me
callaría el día anterior, cuando me increparon los adolescentes que me
lanzaron un objeto. Es muy difícil actuar con inteligencia en el momento: si
hubiese actuado en consecuencia, como más o menos era de mi mismo
tamaño, le hubiese pedido unos calcetines secos y explicado mi situación;
pero en el momento no se me ocurrió porque, también en esta ocasión, las
circunstancias me superaban. Al día siguiente, se acercaría de nuevo a
primera hora a la cocina y me encontraría allí, y le dedicaría una mirada
que le daría una respuesta silenciosa, con retraso, relacionada con la
incomodidad y el respeto.
Para llegar a Tenby, primero debemos pasar por Saundersfoot, una ciudad
medieval que creció a raíz de la construcción del puerto, para el comercio
de minerales en el siglo XVIII. Lo bueno es que llegamos por una serie de
túneles, hechos para el tren en aquella época, y que hoy en día son una
atracción del lugar. Después de la experiencia hacemos una parada. Hay
dos gaviotas caminando en medio de la calle, como si hubieran llegado
para visitar la zona al mismo tiempo que nosotros. Saco el teléfono para
hacerles una foto; Warren hace un comentario jocoso (tiene pocas pero
buenas); hago mi propia interpretación de la escena y me da un ataque de
risa; Dave tiene su cámara en la mano y me hace una foto: Necesito
desahogarme, han sido muchas emociones.
Una vez estoy dentro del convoy, que solo tiene tres vagones, veo
que el revisor viene directo hacia mí con determinación, y al ver que tengo
el billete noto como se relaja. Incluso, me comenta que debo bajarme en la
siguiente estación, para tomar el tren hacia Fishguard. Salgo del tren en
una estación en medio de la nada, vacía, oscura, en silencio, solo con un
panel informativo que da unas indicaciones sobre otros itinerarios. Me
quedo esperando, dando cabezazos una hora y media, hasta que oigo
como se acerca el tren. Viene lento por la vía de enfrente, justo a la hora
que debía pasar el mío. Cojo la bici corriendo, y como voy con tejanos y
medio dormido, no me caigo a la vía de milagro. Doy la vuelta por el
puente pero es demasiado tarde; efectivamente he perdido el tren. No voy
a coger el ferry ni dormiré en un camarote, de hecho todavía no he
comprado el billete, con lo cual no pierdo nada, así que, saco de mi alforja
la esterilla y el saco de dormir; será mi segunda y última noche al aire libre
en Gales.
A las seis y veinte tomo el tren que me lleva hasta Fishguard. El tren
va vacío y en media hora llego a la parada, que queda justo delante de la
estación del ferry. No hay nadie y la puerta del restaurante está abierta, de
modo que puedo entrar dentro y ponerme cómodo. Hasta puedo echarme
un rato tapado con mi saco, mientras cargo la batería de mis dispositivos.
A eso de las 10:00 comienza el movimiento en la estación y hago tiempo
sentado cómodamente, mientras se despiertan las cafeteras. En ese
momento hago la compra on line del billete para el ferry, y como estoy
descansado no reservo camarote, ahorrándome 30 €; No hay mal que por
bien no venga. Durante el trayecto de tres horas, me da tiempo a escribir la
crónica de los últimos días de viaje. Ese es mi pasatiempo nocturno:
escribir, ver las fotos, planear las rutas, y gestionar los alojamientos.
IRLANDA-FRANCIA-ESPAÑA
Al cruzar la orilla debo superar una subida muy larga, con tráfico y mucho
desnivel, por la carretera de montaña que hace al río de pared. Me asusto
un poco porque me había hecho ilusiones, pensando que todo iba a ser
más plano, pero en seguida llego a la parte alta para luego descender. La
circulación en Westford es lenta. Voy esquivando coches por el paseo que
acompaña al río, hasta que debo girar por un puente, para pasar de nuevo
a la otra orilla y salir de la ciudad.
Pocos kilómetros después de haber cruzado el río por segunda vez, llego a
Mooncoin, "moneda de luna" si lo traduzco del literal. Lo primero que veo
cuando salgo de la carretera es una imponente cruz celta de piedra, que
se asoma por encima del muro del cementerio que hay delante del pub.
Entro dentro y antes de preguntar si saben donde está el hostel, me pido
una pinta para parecer natural; me da la sensación de que en todos los
locales están siempre los habituales, hablando de deporte o de algo con lo
que despotricar.
La noche del día siguiente, preparo mi cena en el área común sin nadie
alrededor, ya que no hay huéspedes y está vacío, pero la visita de una
mujer con su hija acompañada por Jane, perturban la paz a la que ya me
había acostumbrado. La niña de unos 3 años, grita nerviosa y mira de
manera extraña, ante la impasibilidad de sus tutores, que a su vez
tampoco consideran necesario calmarla, aunque esté encima de la mesa.
No parece normal, pero no tengo ninguna autoridad y tampoco me pagan
para hacer de bufón, así que me concentro en la comida, ignorando a la
niña, que como no encuentra en mí diversión alguna, vuelve cerca de los
suyos para jugar. Eso parece llamar la atención de esta tal Jane que
colabora con ellos, pero pasa totalmente desapercibido para la madre de la
niña, que es consecuente con la situación. En ningún momento nadie me
llama la atención, pero resulta incómodo. Al día siguiente tenía una reserva
por el portal de alojamientos turísticos Airbnb en Thurles, a setenta
kilómetros, dirección noroeste. Pude ocupar una casa humilde pero entera,
por el precio de una habitación, durante una noche, pagando el doble de lo
que había pagado por dos noches en la tienda de campaña. Cabe decir
que con más suerte que otra cosa, ya que el propietario, un chico joven
Irlandés muy hospitalario, se marchaba para pasar la noche con su cuñado
y su hermana en otro lugar. Me dio la sensación de que huía, porque
coincidí con la persona que había ocupado mi habitación la noche anterior,
y a las seis de la tarde, todavía estaba en la vivienda conversando con él,
hasta que llegara su autobús, y pudiera definitivamente marchar.
Al salir de Mooncoin fui por carreteras secundarias hasta Thurles.
Desde allí quería llegar a Portumna, la bonita ciudad comercial que te
recibe cuando cruzas el puente del río Shannon, y que une los condados
de Galway y Tipperary. Muchos tramos del camino los hice por pista,
siempre sufriendo por si el portaequipaje resistía el traqueteo. Me fue
imposible evitar pasar por la ciudad de Nenagh, después de dos intentos
por caminos, por los que no podía pasar. En la capital del condado de
Tipperary North, paré para comer en una plaza cerca del castillo. Mientras
estaba allí sentado, un hombre de mediana edad se me acercó, con
intención de entablar conversación conmigo y algo más. Habiendo
comprobado que no era el candidato ideal para la que sería su otra
intención, me recomendó finalmente, que fuera a la torre del castillo de
Tipperary, desde donde según él, se veía todo el condado... Me dirigí al
castillo y mientras las personas de recepción me vigilaban la bicicleta, yo
rápidamente visitaba la torre, para comprobar por mi mismo, que tampoco
era para tanto.
8.1 Connemara
A las diez salgo en dirección oeste hacia la costa. De camino, intento ir por
una pista que pasa por un bosque y llego a un embarcadero, pero debo
dar la vuelta porque no puedo seguir, entonces, continuo por la misma
carretera por la que salí del camping, y ahora sí, paso por delante de la
escuela Ashcroft, la más antigua escuela de cetrería en Irlanda. Un
precioso castillo de arquitectura victoriana, que a su vez hace de hotel de
cinco estrellas, con unos impresionantes jardines. Un lugar con mucha
elegancia, que podría ser sin problemas, escenario de una película de
James Bond. Cuando el helicóptero privado, los deportivos de gama alta, y
los impolutos joker paseando a caballo, consiguen desplazarme con su
ostentosidad, continuo la carretera con mi humilde bicicleta y la sensación
de no haber visto nada, hasta que llego al centro de la población de Cong,
donde se reúne la mayoría de los turistas que no tienen tanto dinero, para
ver el The Quiet Man Museum, Tours & Gift Shop. Esta fue la zona que el
influyente John Ford eligió en 1952 para dirigir a John Wayne y Maureen
O'Hara, en la ganadora de dos Óscar The Quiet Man. La película es
famosa por la exuberante fotografía del paisaje Irlandés y precisamente
por eso ganó un Oscar. El otro fue al mejor director. Que dios bendiga a
John Ford.
Después de almorzar y darle de comer a los patos, que son más dulces
que los cuervos, en el romántico canal abandonado de Cong, sigo mi
camino. Paso por una población donde hay bastantes vehículos
aparcados, ya que se celebra un funeral. Es como una señal: a medida
que avanzo el paisaje ya comienza a tener ese aspecto inhóspito y
despoblado, que da la sensación de estar en medio de la nada. Pasada
una zona de lagos, la carretera, custodiada a la derecha por una montaña,
se adentra por el lateral de un gran valle, ancho y alargado, donde solo
hay rebaños de ovejas y montañas que lo rodean. Saliendo de la
depresión en la que se encuentra, coincido con unos ciclistas, en un cruce
con otra carretera a la que justo ya me estoy asomando, y nos paramos
para hablar. Están extasiados por lo bonito de la parte, que yo todavía
debo cruzar. Intercambiamos información; ellos me recomiendan un hostel
en Leenaun y yo les recomiendo el hostel donde había estado en Cong.
Proseguimos cada uno nuestro camino, para recorrer a la inversa, lo que el
otro ya ha recorrido. Para acabar de salir del valle, debo superar una serie
de rampas tremendas, donde hay unas señales que ponen: «shut up legs,
nearly there», que inglés significa callad piernas, ya casi has llegado. Una
frase muy común en el mundo del ciclismo, por lo que yo sé, para
automotivarse. Algo que me deja parado, pues lo último que me esperaba,
era encontrarme una señal con eso en medio de la nada; viajar es
sorprendente. A eso de las dos llego a Leenaun, donde se cierra Killary
Harbour, el único fiordo que hay en Irlanda: Un fiordo es un valle inundado
por debajo del nivel del mar. Desde donde se cierra este fiordo no ves la
desembocadura, pero si te acercas a la orilla puedes ver cómo llega su
fuerza. Quizá no sea la fuerza del mar y es simplemente el viento, de todas
maneras es un sitio especial. Si en Gales, los paisajes son como de
cuento, en Irlanda, los paisajes están envueltos en un aura de misterio.
8.2 Doolin
9 - Southern Ireland
9.1 Killarney
10 - Francia
10.1 París
11 - España
11.1 Barcelona