Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Bill Thrall - La Cura
Bill Thrall - La Cura
DOS CAMINOS
“La Ley convierte en rebeldes a quienes quieren amar y ser amados”.
Cuando eres joven, la vida que tienes por delante es pura, un libro jamás abierto. Tiene ese
olor embriagante de un libro nuevo. Acabas de romper el envase, las páginas están en blanco y
limpias, y estás completamente seguro de que hay una gran historia por delante. Cuando eres muy
joven, puedes ser un vaquero o una bailarina. En la gloria de la juventud, tu y tus amigos son
temibles piratas, estrellas del pop mundialmente adoradas, atletas de excelencia, valientes
caballeros, o una reina que gobierna con justicia y amabilidad. Luego, las fantasías se desvanecen,
pero los sueños se vuelven más específicos. Quizás puedas ser el primer ser humano que pise Marte,
o el médico que cure el cáncer de mama. La historia es lo que tú quieras que sea, y estás en la
primera página de tu gran novela. Lo que sí sabes, es que será una historia grandiosa. Sabes que
tienes un destino, un propósito en esta vida. Algunos de esos sueños son tuyos, es cierto. Pero
algunos de esos sueños, de esas esperanzas de destino, provienen de Dios.
Mientras vamos creciendo, algunos de esos sueños empiezan a desvanecerse, se borran con
dolor, cinismo y equivocaciones. Los bordes se desgastan, los hilos se empiezan a deshacer, y a
veces, el velo se rompe por completo. Algo sin nombre vuelve a pintar el horizonte. Lo mundano,
los detalles agonizantes de la vida van construyendo un muro de ladrillos. Pronto estamos
demasiado cansados de luchar con nuestra diaria existencia para entretenernos con grandes visiones
de nuestro destino. Incluso nuestra relación con Dios, que parecía tan maravillosa y hermosa y llena
de vida al principio, se opaca.
No dejamos de caminar, pero podríamos hacerlo. ¿Qué toxina es esta que transforma un
inocente sueño en un esclavo agotado? Es como si todos nos despertáramos una mañana con una
maldición que no podemos sacarnos. Seguimos adelante, un paso a la vez, pero no paramos de
preguntarnos el por qué. Lo siguiente que sabemos, es que llevamos piedras en nuestros zapatos y
tenemos pulmones llenos de polvo.
Sin embargo, la maldición no es una metáfora. La maldición es una mentira que todos
compramos alguna vez, a veces inesperadamente, o a veces lentamente, como una rana en una olla.
La mentira quiebra nuestro corazón, y nos desarma en diferentes maneras. Algunos encuentran
refugio en disciplinas religiosas. Otros buscan consuelo en el cinismo y destrucciones
desenfrenadas. Otros se alejan completamente.
Luego viene la culpa: sobre nosotros mismos, sobre los que están cerca nuestro, sobre
nuestro sistema religioso, sobre el gobierno, sobre el agua fluorizada, o sobre Dios mismo. Algunas
de estas culpas son válidas, de seguro. Algunos de los lugares que deberían haber sido seguros,
perpetuaron la mentira de forma más fuerte.
Esta es la mentira, en dos partes:
No vemos a Dios como realmente El es, y no nos vemos a nosotros mismos como
realmente somos.
Todos creemos en esta mentira en alguna medida.
De pronto, el camino que hemos venido recorriendo se divide.
¿Qué camino debemos escoger? Bueno, ahí está el truco. A través de toda la historia, la cura
nunca ha venido de la forma que esperábamos.
*****************************************************************
Ni siquiera lo noté al principio. Pero de repente el camino que tenía al frente mío se dividió
en dos. Y me di cuenta que no tenía idea por cuál camino continuar. Estaba paralizado en la
intersección, como si así se fuera a desaparecer. Ahí fue cuando noté el alto poste con dos flechas
en la parte más alta, apuntando cada una a cada camino. Lo que decía cada flecha era aún más
confuso que la bifurcación. Una flecha, apuntando a la izquierda, decía Agradar a Dios. La que
apuntaba a la derecha decía Confiar en Dios. Me estás bromeando. ¿Se supone que debo elegir
entre estas dos? No voy a hacer eso. Elegir una significa no elegir la otra. Es como si tuvieras que
elegir entre tu corazón o tus pulmones. Lo que quiero es un bypass. Pero no hay un bypass.
Miré hacia el letrero Confiar en Dios. Esto tiene que ser una trampa, una pregunta
capciosa. Suena bien, pero no me dice nada de lo que tengo que hacer. Es muy pasivo. ¿Cómo
haría la diferencia? Si Dios y yo vamos a estar en armonía, tiene que haber algo más que la
confianza. Si el tema soy yo, probablemente no descubriré mi destino simplemente confiando en
que se puede confiar en Dios!
Me cambié al letrero de Agradar a Dios, que apuntaba al camino de la izquierda. ¡Este
tiene que ser! Después de todo lo que Él ha hecho por mi, lo mínimo que puedo hacer es agradarlo.
Así que me puse a caminar por el camino de agradar a Dios, bajo la sombra de imponentes
robles. Estaba animado por ver este camino bien transitado, y estar a la altura de los millones de
viajeros que han transitado por aquí. Muchos de ellos, de hecho, seguían en el camino. El primer
grupo que pasé era un trío de músicos callejeros, tocando guitarras y mandolinos. Nos saludamos
unos a otros educadamente. Un poco más allá, había una familia de cinco acampando a sólo 30
metros del camino, cerca de un arroyo. Un poco más allá, había una pareja de mediana edad
tumbados al sol, al lado del camino.
“Hola!” saludé. “¿Los veré más adelante?”
“No.” El hombre contestó sonriendo pero firme. “Dejamos la Habitación de las Buenas
Intenciones hace un tiempo atrás. No creo que volvamos”.
“Ok”, respondí, confundido. No estoy seguro de lo que es la “Habitación de las Buenas
Intenciones”, pero no todo el mundo quiere agradar a Dios, supongo.
Después de un largo rato, topándome con muchos viajeros más al lado del camino, vi una
casa gigante asomándose a la distancia. Parecía como un hotel. Mientras me acercaba cada vez
más, pude ver unas letras de bronce al frente de la casa:
Esforzándome duro para ser todo lo que Dios quiere que yo sea. 1
Finalmente: algo para hacer. Me esfuerzo para alcanzar el éxito en mi carrera. Me esfuerzo
para mantenerme en forma. ¿Por qué tendría que ser algo menos con Dios?
Me acerqué más y vi una puerta. Sobre la manilla, había una pequeña y bonita placa
atornillada a la pesada puerta de madera. Esfuerzo Propio decía. ¡Obvio! Dios hace su parte, y yo
hago la mía. Es cosa de tiempo como dicen.
Giré la manilla y entré.
Me quedé pasmado al encontrarme con una habitación gigante llena de gente. Observé al
grupo, tratando de captar todo. “Así que esta es la gente que está realmente viviendo por Jesús”.
Pronto noté que había una mujer, la anfitriona tal vez, parada al lado mío. Estaba
inmaculadamente arreglada. Cada cabello estaba en su lugar perfecto, su maquillaje acentuaba
sus rasgos, su sonrisa era enorme y sus dientes brillantes. Nada en ella parecía fuera de lugar.
“Bienvenido a la Habitación de las Buenas Intenciones”.
Lo dijo limpio y rápido, como si estuviera saludando a la gente toda su vida. Sólo había una
pequeña pizca inquietante en todo esto, pero estaba tan emocionado de por fin estar acá que no lo
pensé mucho más.
“¡No tienes idea de cuánto tiempo he esperado por encontrar este lugar!” Le sonreí de
vuelta, agarrando su mano extendida. Llamé al grupo, casi involuntariamente, “Oigan, ¿cómo
están todos?”
La habitación se quedó en silencio. Estaba llena de gente hermosa, gente sonriente. Algunos
de ellos llevaban elaboradas máscaras, lo que era grandioso porque me encantan las fiestas de
disfraces. Esto parecía como mi tipo de lugar. Un hombre se acercó. Su sonrisa, como la de la
anfitriona, era amplia. Sus relucientes dientes blancos parecían como si hubieran sido ordenados
con una regla.
“Bienvenido”, me dijo, estrechándome la mano firmemente. “Estamos bien. Gracias por
preguntar. Simplemente bien. ¿cierto que lo estamos?” Unos pocos en el grupo empezaron a
asentir con la cabeza, sonriendo todo el rato. “Mis hijos están fantástico y... mmm... estoy a punto
de cerrar unos negocios muy lucrativos en el trabajo. Más en forma que cuando estaba en el
colegio, te lo digo. Estoy simplemente bien. Todos aquí lo están”.
Antes de que pudiera reflejar lo extraño que sonaba eso, la anfitriona me preguntó cómo
estaba yo. “¿Yo? Bueno, para ser honesto, he estado batallando con algunas cosas. Eso es en gran
parte el por qué estoy aquí. Estoy tratando de descubrir...”
“Shhhhhh”, ella me interrumpió, poniendo su flaco y arreglado dedo índice en sus labios.
Fue detrás del mesón y sacó una máscara, y me la pasó. Asintió con la cabeza y con una sonrisa
cortante, me indicó que debía ponérmela. Me quedé quieto por un momento. Otros en la habitación
me señalaban con entusiasmo que lo hiciera. Lentamente, deslicé la máscara sobre mi rostro.
Mi siguiente pensamiento fue que quizás era mejor volver a la auto revelación. Pero me
encontré respondiendo, como de algún lugar lejano, “Tu sabes, estoy fantástico. ¡Estoy bien!”. Y
todos en la habitación sonrieron antes de volver a sus conversaciones.2
Esta era la Habitación de las Buenas Intenciones.
El hall de la entrada principal era inmenso y adornado. Una escalera en espiral te llevaba
al segundo piso, en donde habían cascadas, fuentes y hermosas sillas y sofás que estaban
decorados con impresionantes tapices. Había puertas que te llevaban a los salones de baile,
comedores, y elegantes salas de estar. Todo era de mármol blanco y toques de oro. Maravilloso y
opulento. En la pared posterior, había una enorme bandera bordada. Decía, Trabajando en mi
Pecado para Lograr una Íntima Relación con Dios.3 Por fin, alguien dice lo que he
experimentado todos estos años. Al principio, cuando creí en Dios por primera vez, Él y yo éramos
muy cercanos. Luego al pasar el tiempo seguí fallando. Hice cosas estúpidas. Prometí que no lo
haría más. Luego, caía en lo mismo otra vez. Más pronto que tarde, comencé a sentir que Él estaba
al otro lado de una creciente pila de basura que yo mismo había creado. Me lo imaginaba cada vez
más lejos, con Sus brazos cruzados, sacudiendo Su cabeza, pensando, “He tenido tanta esperanza
por este chico, pero me ha decepcionado tantas veces”.
Pero mirando esta habitación, sé que ahora puedo cambiar todo eso.
Esta habitación -es impresionante. Las decoraciones son bonitas, pero puedes sentir el
coraje y la preocupación. Casi que puedes saborear el fervor, el compromiso, la determinación de
frente. Hay ejecutivos multimillonarios que han dado el noventa porciento de sus ganancias a la
caridad. Hay un famoso pastor líder de una cadena de iglesias enormes, un dinámico orador que
tiene profundos pensamientos teológicos. Conocí a una chica, elegante aún en su simpleza, que usa
ropa usada, y quien devotamente a dado casi toda su energía para proveer recursos médicos a los
intocables en Kolkata.
Tantas personas de buen corazón llenan esta habitación. Se han entregado devotamente a
Dios, a estudiar Su carácter, a esparcir Su palabra por el mundo, sirviendo a la humanidad en el
nombre de Jesús. ¡Esto tiene que ser! Pronto Dios y yo seremos cercanos otra vez.
Las semanas pasaron a ser meses en esta habitación, y un ligero malestar comenzó a
filtrarse. Empecé a notar que muchos en esta habitación hablan de una forma un poco irónica,
como con bromas por debajo. Es familiar, pero un poco raro. Y estando parado al borde de estas
internas conversaciones, me di cuenta de que nunca había notado lo molesto y obvio que son estos
sonidos de fanfarroneo.
Me sorprende, incluso en aquellos que llevan elaboradas máscaras, lo cansado que se ve
todo el mundo. Muchas conversaciones son superficiales y protegidas. Muchas veces, he pillado a
otros sin su máscara cuando piensan que nadie los está viendo. Y hay un profundo y solitario dolor
en sus expresiones.
Estoy empezando a pensar diferente también. La comodidad que sentí cuando llegué aquí
está desapareciendo. Cargo con esta tensión, de como que si no estuviera atento, sería esquivado y
rechazado. Ah, y ¡también con Dios!
Aquí hay otra cosa: A pesar de toda mi apasionada sinceridad, sigo pecando. Después trato
de corregirme para no pecar más. Pero luego todo se repite: Los mismos pecados, los mismos
pensamientos, los mismos errores.
Ahora paso más tiempo solo. Es difícil estar mucho rato en público sin que mi máscara me
empiece a picar con furia. Paso más tiempo preparándome para estar con la gente que estando
realmente con la gente. Pareciera que no puedo hacer lo suficiente para que esta gente esté feliz, y
lo mismo me pasa con Dios.
Cada vez más, pareciera que el camino de agradar a Dios se tratara de cómo puedo hacer
para que Dios esté agradado conmigo.
Un día, me di cuenta de lo que me he estado haciendo a mi mismo y a todos los de mi
alrededor. He estado tratando de cumplir elevadas expectativas, primordialmente para ganarme la
aceptación de la gente. Ni siquiera sé por qué lo hago. ¿Para satisfacer a un Dios que no estoy
seguro que pueda alguna vez satisfacer? Incluso peor, espero que todo el mundo a mi alrededor
haga lo mismo.
******************************************************************
No hay nadie que niegue lo atractivo que es la Habitación de las Buenas Intenciones. Pero,
esta habitación está basada en una mentira, provocando muchas tristes consecuencias.
Por ejemplo, cuando abrazamos el camino de esta habitación, reducimos 'el ser como Dios' a
una fórmula:
Hay sólo una cosa errada con esta ecuación: Ignora por completo la justicia de Dios que ya
ha sido depositada en nosotros. Es cierto, vamos madurando en ser más como Dios, pero si
ignoramos la justicia que resulta de confiar en lo que Dios ha hecho en nosotros, estamos
escondiendo quién realmente somos.
Este camino es cruel en su engañoso sonido heroico, sobre todo porque nunca nos permite
ver una verdad fundamental:
******************************************************************
*****************************************************************
¡Estás en la Habitación de la Gracia! ¡Gracia! Esta palabra aparece 122 veces en el Nuevo
Testamento. El judaísmo de la época del apóstol Pablo la odiaban. Temían lo que sucediera si es
que la soltaran. “Pablo, no puedes decirles esto!” decían. “Esta gente es inmadura, floja y tienen
poco historial religioso. Abusarán a penas puedan. Vivirán un cristianismo liviano. Esta gente es
débil y quieren hacer lo que les plazca. Y créeme, lo que quieren no es bueno”.
Pablo responde, esencialmente, de esta forma: “Tendrías un buen punto, si no fuera por dos
verdades. Primero, esta gente tiene una nueva naturaleza.6 Tienen a Cristo en ellos.7 No son lo que
fueron. No quieren salirse con la suya en nada. Ellos lo que quieren es disfrutarlo a Él, y no pueden
encontrar la forma de hacerlo en tu feo sistema.
Segundo, tienen al Espíritu Santo,8 quien es capaz de corregirlos, animarlos, reprenderlos, y
desafiarlos. Ellos tienen a Dios”.
Si estás buscando conformidad, puedes hacerlo sin Dios. Simplemente ejerce el poder
suficiente y la gente hará lo que quieres que hagan. Al menos mientras estés presente. Pero cuando
estás fuera de la vista, eventualmente -e inevitablemente- revertirán lo que habían antes negado. El
verdadero truco está en permitir que los deseos del nuevo corazón salgan y tengan una carrera
alrededor. Estamos programados para una obediencia sincera. Tendríamos que ser religiosamente
acosados por la regla, para que terminemos en una eventual desobediencia. Sólo una mala teología
puede hacer eso. El pecado y el fracaso es todo lo que pensamos que tenemos hasta que esta nueva
vida aparece ante nosotros. Necesitamos a otros que nos muestren lo hermoso de Dios, sin
condenación, ni enojo, o insatisfecho con sus demandas. Anhelamos obedecerlo. Hace cantar a
nuestras almas. Hemos sido incitados por tanto tiempo, que hemos aprendido a protegernos de la
religión. Luchamos contra ese tipo de autoridad sólo por pelear. Es lo que la Ley provoca en
cualquier forma.9 Convierte en rebeldes a personas que quieren amar y ser amadas.
Hay una frase increíble en Hebreos: “Sin fe es imposible agradar a Dios”.10 Esta declaración
nos muestra el camino que debemos seguir. ¡Sólo confiando en Dios podemos verdaderamente
agradarlo! Si nuestra mayor motivación es agradar a Dios, nunca podremos agradarlo lo suficiente
ni nunca aprenderemos a confiar. Agradar a Dios es un buen deseo. Pero no puede ser nuestra
motivación principal, porque aprisionará nuestros corazones.11 Si todo lo que traemos ante Dios es
nuestro esfuerzo moral, entonces estamos en la misma mentira que nos llevó a necesitar salvación.
Nos atascamos con nuestros talentos independientes, anhelos, y resoluciones para lograr nuestros
objetivos. Este esfuerzo auto-suficiente para complacer a una deidad distante, a Dios le da
náuseas.12
Sin embargo, cuando nuestra mayor motivación es confiar en Dios, de repente descubrimos
que ¡no hay nada en el mundo que lo pueda complacer más! Hasta que confíes en Dios, nada de lo
que hagas lo agradará.
Hasta este punto, agradar a Dios es realmente un sub-producto de confiar en Dios. Agradar
no es un medio para llegar a ser como Dios. Sino que es el fruto de nuestra esencia de ser como
Dios, porque es el fruto de confiar en Él.13 La confianza es la base del agradar a Dios. Ignorar esa
verdad básica es como tratar de construir una casa sin cimientos.
Los ciudadanos de la Habitación de la Gracia tienen el privilegio de experimentar el agradar
a Dios, porque ellos lo agradan al escoger confiar en Él. Dios tiene áreas específicas de nuestras
vidas en que le gustaría que confiáramos en Él, y el buscar esas oportunidades es una de las mejores
partes de nuestro viaje.
****************************************************************
****************************************************************
¿Qué pasaría si creyera que realmente es así como ve Dios esto, como realmente es? ¿Qué si
es cierto que Cristo, para los creyentes, nunca está allá, al otro lado de nuestro pecado? ¿Qué pasa si
el poder de Su muerte en la cruz le permite estar parado justo delante de mí, en mi peor día, y con
una enorme y feliz sonrisa más que cualquier ser humano pudiera tener?
****************************************************************
Esa noche, mi nuevo amigo me mostró mi habitación. Es simple y cómoda. El brillo cálido
de la lámpara del velador envuelve la habitación en una luz como de bienvenida. Estoy felizmente
agotado de un desfile interminable de presentaciones durante el día.
“Duerme bien”, dijo mi amigo, acariciando mi hombro firmemente. “Estamos tan contentos
de que estés aquí”.
Me saqué los zapatos y me froté los pies adoloridos, sobrepasado con todo. Estaba cansado,
pero de una forma buena, como cuando sabes que terminó un buen día de trabajo. Pensé en lo que
decía la bandera, y de pronto supe lo que significaba. Antes, Dios siempre estaba “allá”, al otro
lado de mi pecado, oscurecido por el montón de basura entre nosotros. Pero ahora, me doy cuenta
que Él está aquí, conmigo. Lo puedo ver tan claro como si estuviera pasando ahora mismo.
Él puso Sus manos en mis hombros, mirándome a los ojos. No hay decepción. No hay
condenación. Sólo deleite. Sólo amor. Me abrazó fuerte como un abrazo de oso, tan apretado que
casi me deja sin aliento por un momento. Al principio, no me sentí digno. Quería empujarlo y
gritar, “No merezco esto. Por favor para. ¡No soy lo que piensas!” Pero Él sabía. Y pronto me
entregué en Su abrazo. Lo escuché decir, “Lo sé. Lo sé. Lo sé desde antes de que el tiempo
empezara. Lo he visto todo. Estoy aquí. Te tengo”.
Y ahora me agarro a Él con todas mis fuerzas. Él se quedó ahí en ese momento, hasta que
estuvo seguro de que Su amor había sido completamente comunicado y recibido. Sólo ahí Él me
soltó y puso un brazo alrededor de mis hombros. Luego me dirigió la vista hacia el montón de
basura en frente de nosotros.
Después de varios minutos, con un rostro firme, dijo “Eso es un montón de pecado. Un
enorme montón de pecado. ¿Acaso nunca duermes?” Comenzó a reírse. Y yo me reí también.
Contemplando ese montículo de dolor, me di cuenta que nunca pensé que iba a
experimentar este tipo de momento. Todo el dolor, lamento y daño de mi vida están ahí al frente de
mi. Todo eso me provocó vergüenza y condenación. Todo eso causó que yo pretendiera, y actuara,
y anhelara el control. Todo eso rompió mi corazón y el de Él. Pero ahora lo estoy mirando ¡con el
brazo de Jesús abrazándome! Él ha estado sosteniéndome con total deleite, con todo mi pecado
justo ahí en medio de esto, no cuando lo tuviera todo limpio. Ahora sé que si este montón llegase a
disminuir alguna vez, será por haber confiado en este momento por el resto de mi vida.
Él me miró. “Haremos algo con esto cuando estés listo. Yo te cuido la espalda”.
Miré a sus ojos, apenas comprendiendo este amor. Luego, se acabó, y estaba de vuelta en
mi habitación. Me quedé dormido apenas puse mi cabeza en la almohada.
La mañana siguiente, mientras comíamos unos esponjosos panqueques y tiras de tocino, le
conté a mi nuevo amigo en pijamas, acerca de esta revelación, y de lo real que se sintió. Él asintió,
sonriendo extremadamente.
“Sip, es increíble, ¿cierto? Todos hemos experimentado algo similar cuando llegamos
aquí”. Sacó una tajada de pastel de manzana con su tenedor. Parpadeó con seguridad. “Tienes
mucho más que ver aún”.
**************************************************************
El día que la anfitriona de la Habitación de las Buenas Intenciones me pasó esa máscara, y
me la puse, sentí algo muy familiar. Se sintió seguro. Había estado llevando una por mucho, mucho
tiempo. Sólo que no estaba consciente de ello.
Ahora, hoy día, por primera vez desde que puedo recordar, realmente creo que no estoy
llevando ninguna. Sólo porque estoy en la Habitación de la Gracia no significa que no me pondré
otra de nuevo, o eso me han dicho. Pero por hoy, al menos, creo que soy yo. Temprano esta
mañana, salí al balcón del hall principal del primer piso. Me senté en una silla de madera
Adirondack; mirando al cielo mientras el sol salía y disfrutando el ambiente. En mi cara sentía el
aire fresco de la mañana. Había olvidado cuánto extrañaba sentir la presencia de Dios. Tomará
tiempo acostumbrarme. Sin embargo todo está más vivo, menos ensayado, un poco vulnerable e
increíblemente esperanzador.
Esta es mi pregunta: Si esta vida de Jesús en nosotros es verdad -si no hay condenación, si
Él está absolutamente loco por nosotros a pesar de todas nuestros temas- ¿por qué algunos de
nosotros nos volveríamos a poner una máscara otra vez?
******************************************************************
Yo seré -y cada uno de nosotros será- tentado a volver a la máscara cada vez que pierda la
confianza en mi nueva identidad.1 Soy desafiado a confiar en quién dice Jesús que soy y quién Él
dice que es en mi, incluso cuando sienta que menos lo merezco y que mi antigua vergüenza barra
conmigo. Esta es la única manera de mantener la máscara lejos de mi, y seguir sintiendo la fresca
brisa sobre mi rostro.
Hay momentos en que pareciera que algunos de nosotros que creemos en Jesús llevamos
más máscaras, y ¡las usamos más a menudo que los que no creen! ¿Qué es eso? La verdad es que
nos sentimos más presionados al ser seguidores de Jesús. Somos aún más tentados a ponernos
nuestras máscaras si no confiamos en nuestra identidad.
Los creyentes en Cristo adicionalmente somos tentados a ponernos una máscara cuando
− nuestros errores nos dicen que el experimento de la gracia no funcionó;
− queremos probarle a Dios que valió la pena Su elección de amarnos;
− creemos que Dios quiere que finjamos lo suficiente para que Él se vea bien;
− queremos hacer de Dios nuestro trabajo de vida, y que nuestro comportamiento sea el
precio a la vista;
− creemos que a Dios le importa más nuestro buen comportamiento que nuestra confianza
y dependencia;
− creemos que estamos en una competición con otros, para graduarnos de una carrera
espiritual;
− nuestra vergüenza nos hace creer que debemos calmar el disgusto de Dios por nosotros.
¿Puedes recordar la primera vez que te sentiste lo suficientemente libre para hablar con Dios
honestamente? ¿Cuándo descubriste que no tienes nada que esconder ni pretender, ni hablar más
con Él en una jerga religiosa construida? Tal vez acabas de conocer a Jesús, o tal vez es la primera
vez que lo ves realmente como es Él, en toda Su majestad, gloria y bondad. Es un momento de
libertad, crudeza, e inesperada esperanza como nunca antes lo imaginaste. Es como si pudieras
sentir tu propia sangre fluyendo por tus venas, ¡radiantemente viva! Dios esperó una eternidad por
este momento. Él sabía que no podía revelarse a sí mismo completamente hasta que pudieras tomar
el riesgo de confiar en Él y ser realmente tú. Fue impresionante. El miedo se fue. Se rompieron
patrones de toda una vida de deshonestidad. La gente no pudo entender qué fue lo que te pasó.
Fuiste extremadamente libre, pero a salvo. Inesperadamente vivo, pero más comprensivo. Lleno de
gozo de vida, pero más profundamente sensitivo con el dolor de otros. Se pintó tu mundo de colores
que ni si quiera sabías que existían.
Yo tuve esta misma experiencia. Pero algo pasó en los meses y años siguientes. Perdí la
confianza en Su deleite y esta nueva vida en mi fue lo suficientemente fuerte como para llevarse el
montículo gigante de comida podrida, y de los errores que creí que se interponían entre Él y yo.
Podía apuntar los aspectos de mi vida que no habían sido cambiados rápidamente. Así que, poco a
poco comencé a comprarme el argumento de que tenía que encontrar algo más, algo milagroso y
místico que recibiría si podía demostrar de que me preocupaba lo suficiente. Me propuse
elegantemente apoyar mi mundo.
Sólo que ahora, porque se trataba de Dios, las apuestas eran más altas. Representaba a
alguien más que solo a mi, y la presión era más grande. Mucho más grande. Pronto, volví a tratar de
impresionar a un Dios que imaginaba que se volvía cada vez menos paciente conmigo.2 Aprendí a
fingir, manipular y controlar mi imagen para parecer mejor de lo que temía que era.
Nadie me dijo que esta doble vida atrofiaría severamente mi crecimiento.3
O que rompería mi corazón. No importa cuántos títulos ni galardones acumulé, continué
herido e inmaduro -grande en “éxitos”, pero pequeño en sueños y contenidos. Admiro a la gente que
vive la vida real, pero mi falta de esperanza me obliga a buscar seguridad detrás de una máscara. El
costo es horroroso.
Nadie me dijo que si usaba una máscara, sólo mi máscara recibiría amor.
Podemos ganar admiración y respeto detrás de una máscara. Incluso podemos ser
intimidantes. Pero mientras estemos detrás de una máscara, cualquier máscara, no seremos capaces
de recibir amor. Entonces, en nuestra desesperación por ser amados, nos apuraremos a ponernos
más máscaras, esperando que la siguiente nos de lo que tanto anhelamos: Ser reconocidos,
aceptados, confiados y amados.
Este no es un fenómeno nuevo. ¿Recuerdas la causa? Dios vino en medio del día para estar
con Adán y Eva. Llamó a Adán quién estaba escondido, “¿Dónde estás?” aunque sabía muy bien
donde estaba Adán. Adán respondió, “Te escuché en el jardín, y tuve miedo porque estaba desnudo;
así que me escondí”.4
Miedo. Desnudo. Escondido. Estos fueron los primeros pasos de una danza con la cual
hemos estado tropezando desde ese momento. Nos volvimos temerosos por algo que hicimos o nos
hicieron y que nos hizo sentir desnudos. Esta desnudez no puede quedarse descubierta. Nada es más
vergonzoso o vulnerable que la desnudez. Sin conocer otra opción, nos escondemos. Nuestras
danzas ahora siguen pasos idénticos. Esta vergüenza -esta auto consciencia de su “no-limpieza”-
causó que Adán y Eva se hicieran máscaras de hojas para esconder lo que temían que ahora era
verdad acerca de ellos. No era sólo que habían hecho algo malo. Estaban convencidos de que ahora
había algo inequívoca y terriblemente mal en ellos, con ellos. Así es como la vergüenza trabaja, y es
diferente de la culpa. La culpa quiere dirigirnos al perdón, para ser limpiados. La vergüenza nos
lleva a escondernos, nos convence de que no podemos ser verdaderamente perdonados ni limpios.
Los obligó a ellos y nos obliga a nosotros a cubrirnos con lo que sea que esté disponible en el
momento.
Así que Adán y Eva cubrieron su desnudez con hojas de higueras. Y funcionó. No mas
vergüenza, no más esconderse. Y vivieron felices por siempre...
Umm... no.
¡Todavía se esconden! Este es el primer resultado registrado del pecado. No funcionará.
Nunca ha funcionado. Cuando descubro que todavía me sigo escondiendo, entonces probablemente
debería ser el indicio para saber de que todo lo que he hecho para tratar de cubrirme, no ha servido
de nada.
No fue hasta que confiaron de que Dios hiciera algo -les proveyó su propia cobertura sobre
ellos5- que pudieron ser libres de esconderse y de la condenación. Esto es verdad para mi también,
muchos siglos después. Cada vez que hiero a otros o que tomo malas decisiones, el camino a casa
no es tratando de cubrir mi falta a través de algo que pueda hacer para pagarle a Dios. El camino a
casa es sin esfuerzo, sin correcciones, sin promesas heroicas. El camino a casa es confiar que Dios
pagó para limpiarme.6
Esta vida en Cristo no se trata de lo que puedo hacer yo para hacerme digno de Su
aceptación, sino que de la confianza diaria de lo que Él ya hizo para hacerme digno de Su
aceptación.7
De vuelta en el jardín. Ese día, toda la humanidad aprendió a como mirar sobre los hombros;
a lanzarse dardos; a decir algo que significa otra cosa; a esconder el miedo, la decepción y la
vergüenza detrás de una sonrisa nerviosa. Ese día, aprendimos a tener la apariencia de otro que no
somos realmente nosotros.
Empezamos a perder la esperanza de que podemos ser “reparados”. Así que nos tapamos.
Nos ponemos una máscara y empezamos a fingir. Después de un rato, a penas podemos recordar
como es vivir de otra forma.
Los que llevan máscaras caen en diferentes grupos. Y aunque siempre habrán eternas
variaciones, estos tres grupos nos identifican a la mayoría de nosotros.
Este grupo está convencido de que lo pulcro, prolijo, y escondido es mejor que lo auténtico
y conocido. Creen que Dios quiere que seamos ordenados y buenos, a pesar de que no lo seamos.
Aparentar lo apropiado y correcto es su más alto valor. Los padres de este grupo aplauden más a sus
hijos por conductas santurronas que por aprender a confiar en Dios.
Estamos rodeados de agradables pero jodidos sujetos que sonríen ampliamente y se
estrechan las manos unos a otros firmemente. Sus conversaciones pueden ser algo como esto:
Esta máscara esconde el dolor. Cubre la vergüenza con apariencias y una forzada sonrisa.
Estamos convencidos de que no existe una ayuda real para nuestros temas y lo mejor que podemos
hacer es esconder nuestra verdadera identidad. Si pensamos que no arruináramos todo, estaríamos
gritando, “¡No tienes idea quien soy! ¡Nadie lo sabe! ¡Ni siquiera mi cónyuge! Aunque esté rodeado
de amigos y familia, soy un desconocido. Cuando entro a una habitación llena de gente, actúo.
Puedo tener una conversación simple. Incluso puedo entrar en profundas discusiones intelectuales.
Pero la persona que ves está actuando por encima, mientras que mi verdadero yo está francamente
moviendo las palancas detrás de una máscara”.
Si pudiéramos quitarnos las máscaras lo suficiente, muchos de nosotros diríamos, “Estoy
cansado. Realmente cansado. Estoy cansado de herir a otros, cansado de arrastrarme por los mismos
hoyos que he saltado cientos de veces antes. Me siento traicionado –por mi propio comportamiento,
y por mi comunidad de fe. Todos parecieran estar bien. Casi les creo que lo están. Eso es lo que más
duele. Pero sobre todo, me siento traicionado por Dios mismo”.
Después, la máscara vuelve a su lugar, la sonrisa practicada regresa y “raramente se escucha
una palabra desalentadora, y el cielo no está nublado todo el día”.
Este grupo cree que hay algo que les impide recibir lo que todos los demás parecieran tener.
Saben que su vida no está bien. Escuchan mensaje tras mensaje, podcast tras podcast, cada vez más
desilusionados de que nunca van a tener lo que otros tienen.
“Sólo dame algo que pueda añadir a mi plan de juego para corregirme sin mucho dolor ni cambio”.
Pero como los que hacen dieta en su undécimo intento, somos cada vez más escépticos.
Tiramos alambres de púa a nuestros temas, y lo sabemos. Debe haber una respuesta nueva. Tiene
que haber una. El Dios en el que creemos no estaría jugando con nuestras cabezas… ¿cierto?
Estos razonamientos retorcidos empiezan a introducirse en nuestros pensamientos: ¿Que
está mal conmigo? Nada me resulta. Quizás, después de lo que he hecho, no merezco repuestas.
Otros pareciera que han descubierto de qué se trata todo, mientras que yo sigo estancado en lo
mismo. Nada me da la vida abundante que se supone debería estar experimentando.
Somos la gente “bien compuesta”, la postal familiar: Bien educados, adinerados, bien
arreglados, asegurados, bien posicionados… y, bueno, un montón de trabajo para todos los
demás.
Nuestras vidas realmente no tienen todos estos temas desordenados. No podemos
entender por qué hay tantos cristianos desastrosos. “¿Cuál es el problema? Anda y arréglalo”.
Nunca lo decimos, pero nos sentimos superiores, hasta cierto punto. No necesitamos
realmente la ayuda de Dios como otros lo hacen. Estamos profundamente agradecidos por lo que
Él hizo en la cruz, pero no podemos relacionarnos con palabras como “dependencia”, “necesidad”,
“vulnerabilidad”, y “temas no resueltos”. No es tan difícil para nosotros. Nuestros hogares y
familias y pasatiempos son casi tan compuestos como nosotros. Nuestros pastos son impecables.
No necesitamos ni ayuda ni respuestas; nosotros somos la ayuda y las respuestas. Al menos en
nuestro círculo, somos la vara con los que los otros se miden. No necesitamos la vulnerabilidad.
La vulnerabilidad es para los necesitados. Y los necesitados no mantienen sus pastos impecables.
Intimidamos a los otros. Honestamente, probablemente deberíamos. La mayoría están
celosos. Si ellos tuvieran nuestra auto-determinación y disciplina, no deberían sentirse
intimidados. Por último, sus temas no deberíamos ser nosotros, sino que el cumplir con sus
propios estándares.
Este grupo es el que más nos enloquece al resto de nosotros. Casi pareciera que no
necesitaran a Dios en sus vidas diarias. Están muy por encima de tal necesidad, de alguna forma.8
Quizás los gnósticos estaban en lo correcto después de todo. Quizás realmente hay una clase
superior de personas que no necesitan a Dios como el resto de nosotros. “Madurez auto-realizada”
es la mejor forma de describir sus vidas. Ellos no pretenden que es la superioridad de sus relaciones
con Dios lo que los hace así. Es simplemente algo innato lo que los hace grandiosos, y es casi como
que si Dios debiera estar agradecido porque ellos están aquí.
Son profundamente auto-conscientes y están muy cómodos con su propia piel. Demuestran
una madurez y auto-control que aquellos que dependemos de Jesús con todo nuestro ser no
pudiéramos alcanzar. Por la gran confianza que tienen en sus propias habilidades y éxitos, tienen
muy poca motivación de poner su confianza en la gracia o amor de Dios. Aparentemente
aprendieron a vivir sus vidas sin Dios. Dios es un elemento periférico de sus vidas, como un
pasatiempo. Su fe los hace mucho más redondeados y saludables. Son distantes a tener una
conexión amorosa con Jesús y tienen poco sentido de necesidad de Él, excepto por las bases de sus
valores y principios. Su única real preocupación es algo que los mantenga auto-actualizados en la
versión “perfecta” de sí mismos.
Este grupo de linaje probablemente ya dejó de leer este libro. O lo están leyendo sólo para
comprender mejor a sus desastrosos parientes. Irónicamente, este grupo es el más necesitado, el más
desesperado de todos. Sus máscaras son las más difíciles de sacar porque es muy difícil que admitan
de que tienen máscaras.
Aunque el currículo y gentileza de este grupo son impresionantes, no dejan de ser hechos
por el hombre. El orgullo que Cristo clavó en la cruz abunda en este grupo. Sus máscaras, aunque
sean elegantes y minimalistas, son las más peligrosas de todas las máscaras. Incluso las máscaras
grotescas o desfiguradas son menos peligrosas porque permiten que el que las lleva no tenga dudas
de que las lleva.
Y otro problema: los otros no pueden relacionarse con ellos. No saben cómo amar a aquellos
con máscaras de linaje, ni cómo recibir amor de parte de ellos, ni como confiar. El linaje es
admirado e inspira ser imitado, pero lleva un velo y no se deja conocer. Son majestuosos,
emperadores benevolentes -sin llevar ropas en lo absoluto.
Con la excepción de este último grupo, la mayoría de nosotros, al ser desafiados, admitimos
que llevamos máscaras. No nos gustan necesariamente, pero no sabemos cómo quitárnoslas. Si la
idea no nos asustara tanto, las hubiéramos tirado lejos hace tiempo atrás, pero la mayoría de
nosotros no tenemos idea de dónde salieron.
Es por eso que la revelación del origen de nuestras máscaras es tan importante. Necesitamos
ver de forma objetiva nuestra propia historia, para entender lo que nos impulsa a tropezar. Nuestra
conducta controladora rara vez es aleatoria, sino que es activada por problemas no resueltos, y si
empezamos a entender el proceso de los pecados no resueltos, probablemente podamos no
reaccionar en cada nueva provocación como si fuéramos a toda velocidad en una curva cerca del
acantilado. Nuestras máscaras son un síntoma, no la raíz causante; es fiebre indicando una intensa
infección interna. Debemos exponer esta dinámica oscura que nos obliga a auto-protegernos.
Cuando no resolvemos nuestro pecado -ya sea porque no sabemos cómo o elegimos no
hacerlo- soltamos una fuerza inevitable que drena nuestra confianza en lo que realmente somos.
Lo siguiente que sabemos es que andamos buscando la mejor máscara de la lista, o quizás
varias: “Soy mejor que la mayoría”; “No me importa”; “Soy auto-suficiente”; “Soy importante”;
“Soy lo suficientemente competente para ser amado”; “Tengo respuestas que otros no”; o “Soy
independiente”. Pero después de un rato, nuestro corazón susurra, “Eres un impostor. Siempre lo
has sido. Y siempre lo serás. Quizás engañes a otros, pero yo sé quien eres. Eres una vergüenza. No
tienes credibilidad ni respeto propio. Lo perdiste hace mucho tiempo atrás”.
Es caro llevar una máscara. Primero, nadie -ni siquiera aquellos que amo- logran ver mi
rostro. Hay momentos en que un golpe de la realidad me hace sangrar y sentir, pero la mayoría del
tiempo soy confuso hacia los otros y hacia mi mismo. Pero nunca experimento el amor de otros
porque no soy el verdadero yo. Así que sigo sin ser amado y auto-diagnosticado. Quizás mi máscara
no está lo suficientemente ajustada, por lo tanto sigo buscando una mejor, convencido de que la
próxima me dará lo que necesito, me probará que soy digno de recibir amor. No puedo amar detrás
de una máscara, al menos no completamente. Aquellos que anhelo amar, sólo experimentan un
intento zalamero de alguien que en realidad no existe.
Muchos de nosotros nos detuvimos en alguna de las frases anteriores y suspiramos al darnos
cuenta de que hemos gastado años en amor perdido y en una madurez atrofiada. Cuando
influenciamos a otros de llevar una máscara, los convencemos de que:
− ellos también deben llevar una vida doble;
− también deben presentar a una persona idealizada;
− también deben esconder la verdad acerca de ellos;
− la nueva vida en Cristo no funciona realmente:
− deben permanecer estancados en sus problemas no resueltos;
− es mejor ser desconocido que arriesgarse a ser rechazado;
− la auto-protección es su única esperanza.
Al final, no somos sólo actores. Además somos directores irracionales de una pésima y
sobre-actuada obra, enseñando a los que amamos a como posar y disfrazarse, a memorizar falsas
líneas, ensayar expresiones, y provocar falsas lágrimas.
Nuestras máscaras nos engañan al hacernos creer que podemos esconder nuestro verdadero
ser. No podemos. Con el tiempo, generalmente los otros pueden ver lo que tratamos de esconder.
No importa cuan hermosas sean, nuestras máscaras eventualmente revelarán nuestra figura deforme.
Todas las máscaras finalmente se rompen, se agrietan, y se desarman.
Así que, ¿por qué los creyentes llevan más máscaras que otros? Todas las máscaras son el
producto de pretender algo en nuestras vidas que es verdad, aunque hayas tratado de negarlo.
Incluso podemos ser alimentados por un sincero deseo de hacer que Dios se vea bien en nuestro
buen comportamiento. Y aunque Él no necesite de tal ayuda, creemos que es nuestro deber. Así que,
escondemos nuestras cicatrices y pretendemos que estamos mostrando al mundo lo bien que trata
Dios a sus seguidores. En cambio, sólo nos volvemos raros y petulantes.
La mayor esperanza para cualquiera que lleva máscaras está en entender que todas las
máscaras se rompen y se desintegran, revelando gradualmente lo que ha estado escondiendo. Todas
las máscaras se desmoronan porque son hechas por el hombre.12
Sin embargo, esto es algo bueno. Imagina si la máscara nunca se rompiera. Nos mantendría
por siempre separados del amor, la autenticidad, y la libertad. Podríamos vivir una vida entera lejos
de la verdad de que fuimos creados para disfrutar. Nuestro eterno Dios de amor permite que
nuestras máscaras caigan porque Él se preocupa profundamente de nosotros.
Una vez que se nos agota la paciencia de llevar máscaras, podemos empezar a re-descubrir
el verdadero rostro de Jesús. Él es la pieza central en la Habitación de la Gracia. Jesús siempre nos
empuja hacia la luz, permitiendo que nuestros verdaderos rostros sean revelados. Nuestros
verdaderos rostros además son hermosos. Dios los hizo exactamente de la forma que Él quiso, y Él
anhela ver Su reflejo.13 El problema con el papel maché es que no refleja nada.
Todos nosotros nos despertamos un día al dolor de darnos cuenta de que no podemos
controlar nuestras vidas de la forma que pensamos que podíamos. Todavía estamos estancados con
problemas no resueltos, síntomas que tratamos de arreglar, sin la ayuda de nadie.
Sólo ese tipo de revelación me liberará a la esperanzadora, maravillosa y llena de vida, de
esta declaración: “¿Qué pasaría si es que hay un lugar tan seguro de que lo peor de mi puede
conocerse, y descubrir que no soy menos amado por eso, sino que más amado por decirlo?”
Ese lugar existe. Y cuando lo alcances, los problemas no resueltos comenzarán a sanarse.
Tirarás tus máscaras a la basura y te sacudirás las manos mientras te alejas de ellas. Luego, saldrás a
la luz, tu piel sentirá el aire de la mañana por primera vez desde que tienes memoria. Beberás de la
belleza de las flores y de la tierra, libre de los vapores nauseabundos que salen de un rostro detrás
de una máscara.
Capítulo Tres
DOS DIOSES
¡Tienes tanto de Dios como lo que ya tienes! ¡Él vive en ti! Estás en Él. ¿Qué más cercano lo podrías
querer?
************************************************************
Nada de lo que creas y dependas es más magníficamente liberador que esta sola verdad: No
eres más quien solías ser, incluso en tu peor día. Confiar y descansar en “Cristo en ti” es la fuente
de toda pizca de fuerza, gozo, sanidad y paz.
Lo que creemos que pasa en ese primer momento de confiar en Jesús afecta todo. Ese
comienzo es llamado “justificación,” que quiere decir estar hecho correctamente. Piensa en lo que
quiere decir el creer que estás hecho correctamente.
Algunos creen que finalmente, con sincera diligencia, podrán cambiar y ser una mejor
persona. Su confianza en cambiar está centrada en la santidad y el propio esfuerzo.
Otros creen que la verdadera esencia de lo que son ahora está completamente cambiada.
Están convencidos de una unión fundida completa con el Dios del Universo. Están confiados en que
madurar está situado de lleno en la confianza de su nueva identidad en Jesús.13 Esto no quiere decir
que no se equivoquen. Sí, se equivocan, pero al final confían en cómo Dios los ha hecho.
Si sigo la primera ruta, estoy tratando de cambiar quién era en quien debiera ser. Si sigo la
segunda, estoy madurando desde lo que ya soy.14 En la primera, estoy trabajando para convertirme
en alguien más justo. En la segunda, ya soy justo, hecho en rectitud por Dios en el momento en que
creo.
Este es el chiste cruel que nos hacemos a nosotros mismos: aparentar y pretender ser justos,
mientras secretamente sabemos que no lo somos, sólo para finalmente descubrir que en realidad
¡siempre lo fuimos!
Mucha de la dificultad para aceptar esta nueva vida tiene que ver con la vergüenza que
acarreamos. La vergüenza nos susurra y murmura que sin importar lo que hagas, siempre serás
definido por lo que hiciste o lo que te han hecho. Te engaña. La vergüenza hace que actúes
desesperadamente buscando la aceptación que no crees merecer.
Allí es cuando comenzamos a darle forma al dios falso. Lo imaginamos observándonos con
una leve sonrisa y un gesto de asentir. Él tiene que amarnos, pero no está seguro si le gustamos. Sus
brazos están cruzados. Tiene una expresión que dice, “sí, tus pecados te son perdonados. Tienes tus
tickets con dirección a la eternidad, ¡pero no te pongas perezoso! Tienes que dejar de ser un baboso.
No creas que se me pasó ese último pensamiento que tuviste hace cuatro minutos atrás, no soy
estúpido. Aún tengo una lista, sólo que no pierdo el control tan seguido. ¿Qué estás mirando?
¡Ponte a trabajar!”
Cómo podemos acercarnos a un dios que nos imaginamos diciendo, “Seguro, tus pecados te
son perdonados, pero tú sigues siendo el mismo fracasado. Antes tenías una excusa, pero ya no.”
Consideremos una de las áreas con la que muchos luchan: el pecado sexual.
Casi todos los libros de cómo combatir el pecado sexual se enfocan en cómo podemos
reaccionar mejor al momento de la tentación. Miles de técnicas y tips son dispuestos para que no
caigamos. Aunque ayuden, estos libros pierden el punto: no alcanzamos este momento por azar.
Llegamos aquí distorsionando gradualmente nuestra visión de Dios allá atrás.
Estas herramientas de prevención adquieren sentido cuando nos permitimos a nosotros
mismos entrar en el pensamiento que eventualmente nos guiará a una crisis. En el momento en que
necesitamos de esos guardaespaldas ya es muy tarde. En ese momento ya no deseamos que nos
ayuden, ya estamos muy lejos de querer hacer lo correcto. El problema está realmente enraizado
bastante atrás, cuando nuestro curso fue alterado sustancialmente. Nuestro problema es nuestra
distorsionada imagen de Dios.
Esa distorsión es una sombra sobre nuestros ojos, manteniendo la luz fuera.
Esa distorsión está ahí debido a que creemos estas cinco cosas sobre Dios:
1. Dios no puede satisfacerme tanto como este pecado lo hace.
2. Siempre he sido de esta forma. No creo que seas tan poderoso como para cambiarme.
3. Hay algo realmente mal en mí.
4. No creo que Dios haya sido completamente bueno conmigo.
5. Si me voy a sentir como un fracasado de todas maneras, ¡mejor lo disfruto!
Estas son las creencias enraizadas detrás de permitirnos sentir fracasados.15 Todas están
formadas a partir de la imagen de Dios separado de nosotros.
En este punto es sólo una cuestión de tiempo, oportunidades y nuestras áreas particulares de
vulnerabilidad.
Es por esto que es un gran tema.
Aquellos en la Habitación de la Gracia están constantemente permitiéndole a Dios trabajar
quitando la venda sobre sus ojos. La luz se filtra dentro, y se encuentran en el proceso de ser
liberados para vivir más allá de la preocupación sobre su siguiente equivocación.
Aquellos en la Habitación de las Buenas Intenciones raramente están dispuestos a enfrentar
estas cinco declaraciones. Están demasiado ocupados borrando sus huellas contra la tentación. El
gran remordimiento es que ellos ya saben que se han dado permiso para fracasar.
De hecho, la verdad insidiosa sobre el pecado, es que combatirlo sirve únicamente para
aumentar el placer anticipadamente.
Si realmente quieres contactarte con un miembro de tu familia o amigo que tiene temas con
el fracaso repetido, encontrar la raíz de estas cinco distorsiones sobre Dios te ayudará a resolver y
sanar el asunto de los pecados de mucho mejor manera que adaptando técnicas a la situación o con
trucos de prevención que funcionarán bien hasta que ya no lo quieras. El fruto será un tema de
conversación de por vida sobre la esperanza, protección y sanidad.
Si vemos a Dios detrás de un velo de vergüenza, creeremos que la meta es “arreglar” nuestro
comportamiento. La vergüenza quiere que estemos constantemente tratando de probar que no
somos tan malos como pensamos. Sin embargo, en la Habitación de la Gracia estamos aprendiendo
a creer que ya no nos identificamos con la vergüenza. Nuestro Dios no nos ve de esa forma,16 somos
libres para confiar en que se deleita y nos ama incluso en medio de nuestros comportamientos
erráticos en proceso de maduración. Quiere que aprendamos a depender de Él en vez de actuar.
Estamos aprendiendo a confiar en Su poder sobre nosotros. Lo bello es, que eventualmente
cometemos menos errores al hacer esto.
Okey, entonces ¿cómo sabemos si es que nuestra relación es con el dios que
vemos a través de la vergüenza o con el Dios que realmente es?
Bueno, quizás tenga que preguntar cómo es que se ve la vergüenza en una relación:
• ¿Mido mi cercanía a Dios por si estoy pecando poco, o por mi confianza en que en el mismo
instante en el que el Padre amó a Jesús, Jesús me amó?
• ¿Me veo a mí mismo principalmente como un “pecador que fue salvado” o como un “santo
que aún peca”?
• Cuando converso con Dios, ¿paso el mayor tiempo repasando mis errores o disfrutando de
Su presencia?
• ¿Me siento atraído a servir a autores y predicadores que me desafían a “ponerme serio
respecto de mis pecados” o aquellos que me mueven a confiar en esta nueva identidad en
mí?
• ¿Me siento atraído por los mensajes que me dicen que no he hecho lo suficiente o por
aquellos que me recuerdan quién soy por lo cual soy libre de vivir esta vida que Dios me
dio?
• ¿Creo que algún día puedo alcanzar agradar a Dios o estoy convencido que he cambiado
completamente y que soy completamente placentero ante Dios?
• ¿Me esfuerzo duramente por mantenerme preocupado por el pecado o en expresar y recibir
amor de otros?
• ¿Confío en que la disciplina me mantendrá fuerte o que la gracia me fortalecerá?
• ¿Creo que Dios no está interesado en cambiarme, porque ya lo ha hecho?
• ¿Leo la Biblia como “tú debes, tú tienes, ¿por qué no puedes? ¿cuándo podrás?” o como “tú
puedes, este es quién eres tú ahora”?
Puede sentirse como una apuesta para ti, pero no es una apuesta para Dios.
Dios ha mostrado todas sus cartas, revelando una protección que nos deja sin aliento. Él
dice, en esencia, “¿Qué pasaría si les digo quiénes son ahora? ¿Qué pasaría si quito cualquier dejo
de temor? ¿Qué pasaría si les digo que siempre los amaré? Que los amo ahora, tanto como amo a mi
propio Hijo.
¿Qué pasaría si les digo que no hay residuos de ofensas pasadas, de cuán poco oraban, o
cuán seguido me dejaban de lado? ¿Qué pasaría si les digo que ya son justos, ahora mismo? ¿Qué
pasaría si les digo que estoy loco por ellos?
¿Qué pasaría si les digo que si yo Soy su salvador, irán al cielo sin importar qué?- es un trato
sellado, ¿Qué pasaría si les digo que tienen una nueva naturaleza, que son santos y no pecadores
salvos? ¿Qué pasaría si les digo que en realidad vivo en ellos ahora y que mi amor, poder y
naturaleza están a su disposición? ¿Qué pasaría si les digo que no tienen que ponerse máscaras?
¿Que no necesitan pretender que estamos cerca?
¿Qué pasaría si supieran que cuando están destrozados, nunca voy a tomar represalias? ¿Qué
pasaría si estuvieran convencidos que las malas circunstancias no son mi forma de igualar el
marcador? ¿Qué pasaría si supieran que la base de nuestra amistad no es sobre lo pequeño que es tu
pecado, si no que cuánto ellos me permiten amarlos? ¿Qué pasaría si les digo que pueden herir mi
corazón, pero yo nunca heriré el de ellos? ¿Qué pasaría si les digo que pueden abrir sus ojos
mientras rezan y aún así irán al cielo? ¿Qué pasaría si les digo que no hay una agenda secreta,
ninguna trampa? ¿Qué pasaría si les digo que no es por su propio esfuerzo, si no que por permitirme
a mí vivir mi vida a través de ellos?”
La naturaleza provee muchos ejemplos de esta increíble discrepancia entre lo que
aparentamos ser y lo que realmente somos. Consideren a la oruga. Si le llevamos una oruga a un
biólogo, y le pedimos que la analice y describa su ADN, él nos diría, “Sé que esto les parece como
una oruga, pero científicamente y de acuerdo a todas las pruebas, incluyendo la de ADN, esto es
entera y completamente una mariposa.” ¡Guau! Dios la hizo como una criatura que no parece para
nada una mariposa, pero de perfecta y completa identidad de mariposa, y como la oruga es en
esencia una mariposa, un día desplegará el comportamiento y los atributos de una mariposa. La
oruga madura en lo que ya es totalmente cierto en ella. Mientras tanto, reprender a la oruga por no
ser como una mariposa no es sólo irrelevante, si no que probablemente ¡hiera sus pequeños oídos!
Así es también con nosotros. Dios nos dio el ADN de su justicia, somos santos. Nada de lo
que hagamos nos hará más justos de lo que ya somos. Nada de lo que hagamos alterará esta
realidad. Dios conoce nuestro ADN. Él sabe que somos como “Cristo en mí” y ahora Él nos invita a
unirnos en lo que Él sabe que es ¡verdad!
Es difícil dimensionar cuánto esto liberaría nuestro mundo, nuestros niños, nuestros amigos,
nuestra iglesia, nuestro vecindario, nuestros negocios, a nosotros mismos-todo-¡si escogiéramos
creer!
Lo mejor que puedes hacer en este momento es poner este libro boca abajo, amarrar tus
zapatos, y tomar una larga y lenta caminata por el vecindario, e imagina. Imagina tamaña vida.
Una vez que puedas imaginarla, puedes comenzar a considerar el riesgo y la recompensa de
ello. Una vez que lo consideres, puedes comenzar a creerlo.
Una vez que puedas creerlo, puedes comenzar a aventúrate en practicarlo.
Una vez que lo hayas hecho, puedes comenzar a disfrutarlo.
Una vez que lo hayas disfrutado, encontrarás a otros que se te unan.
Una vez que alguien se te una, otros te seguirán.
Y una vez que otros te sigan…bueno, ¡ya te das cuenta dónde va esto!
Así que, aquí estamos, atreviéndonos a arriesgarnos en creer que Su brazo está alrededor
nuestro, y que Él no se avergüenza o disgusta. Quizás recién estoy comenzando a comprender el
concepto de que tengo, en este preciso momento, todo lo de Dios que siempre podré tener aquí en la
Tierra. Y para disfrutarlo y avalarlo, todo lo que tengo que hacer es ¡confiar! Nos sentimos
sediciosos y atemorizados de tan sólo pensar en tal cosa. Pero ahí está, y ahora empieza la
diversión.
Bueno, afuera sintiendo el aire de la noche contigo. Estaremos aquí cuando regreses.
Capítulo Cuatro
DOS SOLUCIONES
“Dejé de creer que Dios era capaz o suficientemente bueno para resolver mis defectos.”
Corrí hacia la anfitriona quien me dio la bienvenida cuando recién ingresé a la Habitación
de la Gracia. Al principio me sentía raro. Ella es incómodamente atractiva, con la voz más amable
que he escuchado. Me preguntó cómo ha sido para mi, cómo me estaba yendo con esta nueva forma
de vida. Le dije, “No puedo creer que haya podido vivir de otra forma. Me entristece que me haya
tomado tanto tiempo encontrar este lugar. A veces me da rabia que nadie me haya dicho antes.”
Le hice la pregunta que me estaba persiguiendo:
“Quizás sepas que la semana pasada fui de vuelta a la antigua Habitación, e incluso ahora,
por momentos, pienso en regresar. ¿Por qué haría esto? ¿Por qué consideraría en volver al lugar
que casi me destruyó?”
Ella tomó un tiempo y respiró profundo antes de responderme.
“Me pregunto si es porque reconforta a quien creemos que necesitamos ser”.
“¿Ah?” mi cara se contorsionó en confusión.
Ella hizo una pausa, como si decidiera si debía hacer su siguiente declaración.
“¿Qué dirías si te digo que he regresado más de una vez?” Miró a través de mí y luego
continuó. “Mira, se me hace tarde para reunirnos en este momento, pero me gustaría contarte más.
Podría ayudar a contestar tu pregunta sobre qué hacer cuando seas tentado a volver. Traeré a mi
esposo, él me ayudará a contar la historia. ¿Deseas que nos encontremos en la cafetería a esta
hora mañana?”
“Realmente me gustaría eso”
Y con eso se fue.
Al día siguiente me encontraba sentado con los dos en una esquina reservada en la cafetería
del salón principal de la Habitación de la Gracia. Es acogedor aquí: los ricos aromas de grano
tostado, las tazas humeantes. Es un lugar ideal para juntarse, y no está tan lleno hoy. La anfitriona
me presenta a su esposo, un hombre callado con una gran sonrisa y con una complacencia sobre sí.
Dedicamos un tiempo a conocernos y luego ella fue a la razón por la cual nos reunimos aquí.
“Ayer estuviste preguntando qué es lo que posiblemente nos lleve de regreso a la Habitación de las
Buenas Intenciones. Comienza con una falsa historia que nos contamos a nosotros mismos, nos
inventamos mentiras sobre nosotros para encontrarle sentido al dolor que sufrimos o el daño que
hicimos”.
“¿Todos hacen esto?”
“Todos. Yo, tú, tu abuela…todos. Estas historias falsas nos dan el permiso que necesitamos
para encontrarle valor a algo menor que las relaciones sanas, permiso para fallar; permiso para
tener éxito a cualquier costo. Mientras tanto, estamos esperando, inútilmente, por una oportunidad
para fallar. ¿Acaso eso tiene sentido?”
“Un poco.”
“Déjame preguntarte esto: ¿alguna vez te imaginaste a Dios allá? Con esto quiero decir,
¿alguna vez lo imaginaste al otro lado de tu pecado y el pecado es como un abismo o montículo
entre ustedes?”
Me eché hacia atrás un momento sorprendido. “Sí, ¡eso comenzó a rondarme la semana
pasada!”
“Es muy común ver a Dios de esa manera. Así es como comenzó en mí. Vi una imagen de
Dios “allá,” indignado y distante de mi corazón y mis necesidades, mis heridas y fallas…lo malo
que me ha pasado. Luego intenté resolver mi dolor por mí mismo, ¡pero ni siquiera conozco los
temas de base que necesito arreglar! Pero es lo que hago, dejo de creer que Dios es capaz o es
suficientemente bueno como para resolver mis defectos.
“Luego sentí pena de mí misma, como si fuera una víctima de los actos azarosos de Dios y
su falta de protección. Aquí es donde el auto-encabezado surgió: ‘Merezco esto, me debo esto a mí
misma. Dios no me comprende ni a mí ni mis necesidades. No creo que le interese completamente o
que me haya estado sosteniendo.”
“Y ahora mi corazón está inflamado, herido, listo para realizar un movimiento.”
Repetí una docena de veces esa misma experiencia en mi cabeza mientras ella hablaba. “Yo
conocí esa serie de eventos toda mi vida, nunca fui capaz de romperlas.”
“Sí, la Habitación de las Buenas Intenciones ignora todo este sistema de rebelión del
permiso. Sólo presta atención al mal comportamiento. Es por esto que la mayor parte de los libros
de adicciones o de cómo sobreponerse al pecado sólo se refiere a las técnicas de cómo combatir el
momento de la tentación. Aunque, en ese punto, el juego ya ha terminado.”
“Tengo una docena de esos libros,” dije.
Su esposo rió, “yo también, creo que mantengo ese género literario vivo por mi propia
cuenta.”
“Entonces, mi historia es sobre un padre ausente” continuó, “supongo que nunca me sentí
suficientemente valiosa como para que él cambiara su agenda por mí. Él aún vive, y hemos
caminado por un montón de lo que te estoy contando. Pero en ese entonces, él no sabía expresar
amor. Se esforzaba tanto por llegar a ser alguien, para alcanzar sus metas. No tenía mucho tiempo
de calidad para dedicarle a una niña torpe, con sobrepeso y frenillos. Una hija está hecha para
adorar a su padre, pero no todos los padres se dan cuenta de esto. Él era exitoso en todo lo que
emprendía. Competir era su vida. Sus reconocimientos por mí eran siempre en la justa medida y
usualmente seguidos por una comparación o corrección. La única afirmación que tuve fue cuando
logré algo públicamente, pero eso pasó muy rara vez. El mensaje era claro: Quién yo era no era
realmente suficiente.
Esta historia comenzó a rondar mi cabeza todo el día, todos los días, mientras crecía. Hasta
que decidí hacer de mí algo suficiente. Quiero decir, ¿quién puede vivir en un mundo donde no
mereces el afecto de tu padre? Comienzas a buscar formas para probarte que eres suficiente,
porque quizás entonces alguien te note y te sientas amado.”
Lágrimas aparecieron en sus ojos.
“Entonces, una pequeña niña rara, silenciosa y deliberadamente se transforma en una
joven mujer presentable. Aprende a vestirse adecuadamente, aprende a comunicarse
inteligentemente y a hablar cosas importantes en importantes fiestas. Salió de su torpeza y se puso
hasta un poco atlética. Trabajó fervientemente en su peso hasta que se volvió atractiva. Se casó con
un hombre muy competente, precavido emocionalmente, así como su padre. Desde la forma en que
se viste, su corte de pelo, hasta cómo viste a los niños, todo lo tiene controlado.”
“’Competente’ y ‘emocionalmente precavido’” Él rió. “Ese era mi defecto, está bien.”
“¿Ves cómo se forma el ciclo? Esta mujer que amaba a Dios, preocupándose por las
maletas de basura no resuelta y una biografía deshonesta, experimenta una nueva serie de
pensamientos.1 Ella es despertada, consciente de su vulnerabilidad. Pronto, un pecado familiar,
una propuesta familiar única de un mal placer se presenta como una opción.”
“¿Cómo es eso?” Pregunté.
“Bueno, para mí se convirtió en una conquista. No era necesariamente sexual. Quería
probar que valía algo. Comencé usando mis habilidades, inteligencia, y buscar la imagen de un
hombre competente, inteligente y atractivo. Quería que ellos desearan arriesgar algo por mí. Eso
era todo. Sólo necesitaba saber que si yo quisiera ir más allá, ellos irían conmigo. Esa es mi
vulnerabilidad; una oportunidad para probar que soy suficiente para captar la atención de otro. Es
un juego sutil, hay veces en que no sé que lo estoy jugando en ese momento, pero sigue un curso
predecible, un patrón predecible.
“Sin la historia de vida que yo misma me creé, debería haberla dejado de lado, confiando
en la vida de Dios para mí. Pero la mentira, la historia de no ser suficiente, es como combustible
de un cohete y ahora la historia despega. Aquí es donde la historia se pone fea. En algún lugar
entre todo este enredo, me di permiso para actuar mal. Quizás envié unos coqueteos vagos por mail
o induje a que alguien preguntara por mi número. Aunque cuestionable, debo admitir que de cierta
forma fue consciente, pero me lo escondía de mí misma. Aún hoy me doy permiso. Por suerte,
nunca se volvió más que eso, pero si continuara mi vida en la auto-mentira, sería cosa de tiempo y
oportunidad para que esto acabe sucediendo.”
Sentado allí, escuchando a esta pareja que deseaba contarme esta historia, me recordó lo
hermoso y fuerte que es esta Habitación. ¿Quién habla de sí mismo como ellos? ¿Quién es así de
honesto? Su esposo ya no sonríe, pero es tremendamente apoyador, poniendo su mano gentilmente
en su hombro. Ella le da una mirada agradecida.
“Entonces, esta conciencia sobre la vulnerabilidad que nos da espacio, ahora nos da una
oportunidad. Destruye toda regla sobre la tentación. No más vulnerabilidad teórica, ahora tiene un
nombre, un tiempo, una ubicación y una posibilidad real de que algo pase.”
Se siente su presión, aunque se ve claramente que esto es doloroso para ella. Esta casi
reacia a tomar aire hasta que bota todo esto. “La habitación de las Buenas Intenciones te da sólo
una herramienta para lidiar con este embate: Resistencia. Después de todo, parece tener sentido.
Sé lo que yo considero que está mal. Sé que debo combatirlo, incluso cuando no quiero
abandonarlo. Aún cuando no vaya más allá que un intercambio de mails, sé que esto no es lo que
quiero ser. Esa es la vulnerabilidad. Para mí, con mi historia, allí es donde voy. Cada uno es
diferente.
“Entonces lo resistiré por un tiempo. Hablaré de esto conmigo misma; resistiré lo
suficiente; lo mantendré ‘fuera’. Ese es el problema con el manejo del pecado, trata el pecado de
manera liviana, como si pudiera controlarlo. La Gracia no es suave con el pecado, intentar
manejar mi pecado sí lo es.”
Ella miró hacia arriba “¿Quieres saber la peor parte de mi intento de resistencia?”
Bromeando un poco respondí “No estoy seguro.”
“No es el pecado el que me obsesiona, es la placentera promesa del pecado.2 Espero que
con la conquista venga ese entusiasmo, esa euforia. ¿Recuerdas? Es la parte que no te cuentan
sobre resistir en la Habitación de las Buenas Intenciones. La resistencia prolongada eventualmente
realza la promesa placentera de mi mal comportamiento. Mientras más larga e intensa es la
batalla, más grande es el placer prometido cuando finalmente me desmorone.
“Entonces, escondí de los demás mi tentación, conocer mi resistencia no va a ser suficiente
para detenerme. Finalmente, me volví consciente de que iba a actuar mal. No voy a pretender que
estoy completamente convencida. Sin embargo, para actuar debo entrar en la clandestinidad,3
donde puedo empezar a planificar los eventos. No me voy literalmente, pero es como si lo hiciera.
Mis hijos, mi marido, mis amigos, no recibirán mi atención ni devoción. Estoy preocupada en
soledad, tratando de resolver mis próximos pasos y planificando como manejar las consecuencias
después de todo. Y sentada sola, escondida, encontré un extraña sensación de comodidad en el
pecado que pretendía”.
No necesito clarificación de nada de esto. Los detalles son diferentes, pero ella estaba
describiendo el ciclo de mi pecado tan claro como un glaciar de agua.
“Eventualmente, lo hago. En ocasiones este ciclo toma un mes, a veces ocurre en el
transcurso de un almuerzo, con algunos varias mesas de distancia. Verdaderamente entrega el
placer que promete. Siempre lo hace, o no me arriesgaría. Puede ser una línea de insinuación en
un mail que hará que él desee llevar esto más lejos. Algunas veces es sólo agarrar una mirada
innegable al otro lado del salón. Cualquier forma que tome, sirve al propósito. Comprometí lo que
soy, me di a lo que sé que está mal. Traicioné a mi esposo y me creé otra vida que nunca podría
exponer a mi familia. Trágicamente, entre más frecuente jugaba a esto, más perdía la intimidad
que tenía en mi mundo real.
“En esta trampa, me engañé a mí misma pensando que podía manejar las consecuencias de
mis elecciones,4 ¡Qué desilusión! ¡Ni siquiera podía manejar los eventos que lidiaban con este
fracaso! ¿Cómo se supone que debía manejar estas consecuencias? Me alejé de mis relaciones más
importantes -las que más amé y que más me necesitaban. No dejaba a nadie acercarse demasiado
por temor a resbalar o que mi traición me enrostraría. En mi retiro, estaba monitoreando mi
corazón permanentemente con evaluaciones periódicas. Este punto es agotador.”
Su esposo puso su mano en su esposa y dijo: “La conozco tan bien ahora, que puedo decir
cuando está en este lugar. Por largo tiempo, no quería admitirlo. Podíamos estar viendo una
película o escuchando a un amigo contar una anécdota, y ella se perdía la frase clave. Todos en el
cuarto estaban riendo y mi otra mitad, mi inteligente esposa estaba completamente en otro lugar.”
“Y no se detenía ahí”, se entrometió ella. “Es tan difícil vivir en culpa, tan difícil enfrentar
la realidad de lo que sé que soy capaz, que es más fácil justificar mis acciones. Realmente no herí a
nadie, nadie necesitaba enterarse.”
Esto inevitablemente me guiaba a la culpa.5 Alguien más iba a tener que rendir cuentas por
mi elección. Entonces repetía cómo mis necesidades no habían sido cuidadas o cómo no había sido
bien amada. Me volví el juez y el jurado de los comportamientos de otros.”
Él agregó. “Esta fase también es predecible. No siempre puedo atarlas juntas. Un día ella
era razonable y pensativa, al otro, era una particular y agresiva policía de tránsito. De repente, no
podía hacer suficiente, o lo que sea que hiciera estaba mal. Caminaba sobre cáscaras de huevo,
tratando de no ponerla de mal ánimo. Algunas de nuestras peores peleas nacieron en esta parte del
ciclo. La culpa es frecuentemente un tema no resuelto, un pecado escondido en el culpable.”6
Ella asintió. “Puede que el peor aspecto de este ciclo es reforzar la vergüenza que me llevó
a este desastre en primer lugar. Este fracaso agrega otra capa. ‘Bien, mi padre tenía razón, no soy
suficiente. Hay algo particularmente mal en mí. ¿Quién continuaría haciendo tal cosa?’ Por lo que
pase toda una temporada preocupada de mi vergüenza, otro capítulo en mi biografía falsa que me
contaba a mí misma. No me di cuenta que sólo la gracia a través del amor podría sobreponer mi
vergüenza. Y no podía experimentar este amor a no ser que confiara en los demás que estaban
conmigo.”
“Inevitablemente, comencé a desesperanzarme. No era confiable. No podía confiar en mí
misma. No quería confiar en nadie. Comencé a dudar que mi vida en Cristo había hecho la
diferencia. Mi historial me mostraba que siempre había sido de esta manera y que siempre lo sería.
No me gustaba ser yo; no me agradaba mi propia compañía. Me encontré diciendo, ya nada me
importa. Es un horrible lugar para habitar.”7
“Por un momento, darme cuenta que había perdido la esperanza me hacía enfadar tanto
con la forma en que me comportaba, que ya no pataleaba tanto. Quizás el último episodio llamó mi
atención. Quizás estoy madurando, quizás este periodo de tiempo sin tentación y sin mal
comportamiento prueba que estoy tomando control de este pecado después de todo. Pero esto
también es una desilusión de uno mismo. Otra oportunidad, nuevamente para estar alerta, otra
expresión de mi falsa historia está justo a la vuelta de la esquina. Sirve más cuando creo que estoy
mejorando.” Dejó de hablar. Ninguno de nosotros decía nada. Es como si hubiésemos justo visto
un accidente de auto en cámara lenta.
Finalmente me miró directo a los ojos.
“Es por eso que volveríamos a la habitación que casi nos destruye”.
Me doy cuenta que tengo miedo. Miedo que quizás nunca me recupere: miedo que siempre
deje este lugar porque siempre me equivoco demasiado como para sentirme bien de estar aquí.
“Entonces, ¿dónde está la esperanza en este ciclo del que no tenemos poder para sobreponernos?
Debe de haber esperanza, ¿cierto?”
Ambos sonrieron.
“Oh, hay gran esperanza mi amigo,” dijo ella suavemente: “Este ciclo nunca acabará, no
por completo. Incluso después de llevar años en esta Habitación. Pero esta habitación me da a mí y
te da a ti, una posibilidad de detener el ciclo que la otra habitación nunca te ofrece: Admitir
nuestra sanidad, nuestra maduración, nuestro aprendizaje de amar, hay un gran regalo que nos
puede ayudar a parar este ciclo en cualquier momento.”
“¿Entonces?” Pregunté buscando sus miradas.
“Entonces,” dijo ella amablemente, con la misma sonrisa que me había dado en que la
conocí en este lugar. “Tengo que mirar la entrada principal por un momento. ¿Podríamos
continuar con esta discusión durante la cena?”
**************************************************************
El Ciclo del Control
Hemos justo comenzado un viaje hacia el ciclo del control. Lo llamamos así porque es lo
que sucede cuando creemos que podemos controlar nuestras vidas y controlar nuestro pecado.
Observamos un inevitable y apretado ciclo de desesperación creciente:
• Construyendo defensas
• Teniendo pensamientos insanos sobre nosotros mismos (mentiras conducidas por la
vergüenza)
• Siendo tentados
• Tratando de resistir el pecado
• Escondiendo secretos
• Comportándonos mal
• Alejándonos de otros
• Justificando el comportamiento
• Culpando a las personas y las circunstancias
• Sintiendo vergüenza
• Perdiendo esperanza
Este es el orden del pecado.
Este ciclo también revela muchas realidades sobre la naturaleza del pecado en mi:
• Cuando pienso que estoy en control del pecado, es, en realidad, controlarme yo.
• El poder del pecado no es cuando me comporto indebidamente, es cuando me doy permiso.
• Esto no es simplemente escoger el actuar bajo la tentación. Es escoger deshonrar a Dios. Lo
que digo, “Dios, sé que esto está mal pero lo voy a hacer de todas maneras y Tú no puedes
detenerme, porque yo soy quien está en control.”
• Una vez que escojo esconderme o pasar por ello solo, también he escogido usar a alguien
para satisfacer mi pecado.9
• Todos los asuntos que no están resueltos son enterrados vivos en mí.
• Los comportamientos adictivos no están restringidos a la pornografía únicamente o a la
adicción a la droga. Aparte de temas psicológicos y médicos, pueden ser expresados en:
cambios de ánimo, depresión, abuso de sustancias, mentiras, consumismo, búsqueda de
atención insana, rabia, manipulación, apuestas, falta de perdón, falta de arrepentimiento,
rumores…la lista es larga.
• Si en cualquiera de las fases de este ciclo decido no revelarlo, el paso siguiente es inevitable.
• Mis pensamientos sobre mí mismo que son insanos (mentiras) alimentan todo el ciclo.
• Si no confío en ti, no puedes amarme, sin importar cuánto amor tengas por mí.
Estas son las malas noticias tan dolorosas sobre la naturaleza del pecado. Pero también hay
buenas noticias. Para aquellos en la Habitación de la Gracia, hay una manera de detener el ciclo.
Puedes contarle a otro lo que está sucediendo dentro tuyo antes de que ocurra y en el
momento en que lo hagas -en cualquier punto del camino- el ciclo se detendrá. La locura, el dolor,
el daño…todo ello se detendrá. El poder del pecado está roto.
Por favor, lee esto nuevamente.
El poder del pecado se rompe tan sólo por hablar.
Una vez que entendí como Dios me ve y quién soy en Él puedo:
• Aprender a confesar el pecado que trato de cometer antes que confesar el pecado que
cometí, con todas las consecuencias que esto conlleva. Esto es vivir en la luz. Mi identidad
en Cristo me permite ver la verdad sin tener que esconderme temeroso de que el fracaso me
defina o me confirme que no soy suficiente.10
• Contarle a alguien en el primer momento que reconozco mi vulnerabilidad. Ahora, aquí está
lo increíblemente bello: sólo podemos ser amados cuando permitimos a otro conocer
nuestras necesidades. Dios nos creó con limitaciones para que podamos ser amados por
otros. En vez de pretender que “estamos bien” le damos a otros la oportunidad de amarnos.
Experimentamos su amor al aprender a contarnos los unos a los otros que somos
vulnerables.11
En la Habitación de las Buenas Intenciones, nos debemos esconder. La realidad del pecado
que somos capaces de contarnos es que somos lo que nuestra vergüenza nos declaró ser. En la
Habitación de la Gracia, el pecado no tiene ese poder. Yo soy “Cristo en mí” en mi peor día, en mis
peores pensamientos, durante mi peor tentación. Entonces, aprendo a contarme a mí mismo, a Dios
y a otros. Experimento la verdad que vivir en santidad es vivir con nada oculto. Entonces estoy
limpio; estoy libre, estoy sanado. Somos capaces de dar nuestras vidas cuando dejamos de
preocuparnos por el fracaso. Esta es la vida ciertamente.
Capítulo Cinco
DOS SANIDADES
“¿Qué pasaría si el arrepentimiento no es una promesa de ti para Dios, sino que un regalo de Dios para
ti?”
Una cosa es que la gente propague mentiras y chismes en la Habitación de las Buenas
Intenciones. Eso pasa desde que tengo memoria. Pero si eso pasa aquí, donde se supone que somos
producto de la gracia, entonces ¿es realmente diferente de dónde vengo?
Bueno, la única cosa que pensé que nunca pasaría aquí, pasó. Fui herido -realmente
herido- por alguien aquí en la Habitación de la Gracia.
He pasado casi todo el tiempo solo estos últimos días, repasando todo este asunto. Estoy
avergonzado, enojado, y asustado de lo que probablemente se ha estado diciendo de mi. Me siento
horriblemente solo. Lo peor que he sentido desde que estoy aquí.
Esta mañana me senté solo en un rincón de la sala de café, tomándome un solitario e
inmaculado bien preparado capuccino. Tenía un libro frente a mi, pero no lograba concentrarme.
Las conversaciones animadas se sentían tan fuerte como el aroma de granos recién tostados. De
todas las personas, justo el esposo de la anfitriona me ve mientras se hecha crema en su taza, y
camina hacia a mí y me pregunta cómo estoy. Tal vez él no está consciente del conflicto.
“¿Cuánto tiempo tienes?” Le pregunto, señalándole la silla de felpa frente a mí. Le cuento
que estoy enojado y que me siento traicionado. Él asiente como dándome permiso a que me
desahogue. En menos de tres suspiros le conté todo... quién me hirió, lo dolido que estoy, lo injusto
que es, y que siento como si todo el mundo estuviera de parte de mi ofensor. Le dije que yo estaba
en lo correcto. Le conté todo.
Cuando terminé, él no me dijo nada. Simplemente estaba sentado ahí, asintiendo.
“¿Y? ¿No vas a decir nada? Te cuento todo y ¿no dices nada?”
Se quedó completamente callado como por veinte segundos. Finalmente dijo, “Mira, todo el
asunto se oye terrible. Lamento que tengas que pasar por todo esto. Pero probablemente no vas a
escuchar algo más de lo que te voy a decir ahora. Es por eso que me tomo tanto rato en
responder”.
Salto con su respuesta. “¿Estás de acuerdo con ellos entonces? ¿Crees que yo estoy
equivocado?”
“No dije eso. Escucha, esto no va a tener mucho sentido por ahora, y quizás vas a
mezclarme con quien sea que esté cerca de la persona que te hirió. Pero aquí va: Independiente de
los detalles del conflicto, vas a tener que perdonar a esta persona antes de que tengas la
posibilidad de arreglar el asunto”.
“Me estás bromeando. ¡Me tienes que estar bromeando! ¿Esa es tu respuesta ante lo que él
me ha hecho? ¿Qué hay con él?” Estaba casi gritándole ahora. “¡Esto no es mi culpa!
Perdóname”.
Me paré rápidamente, empujando la mesa y dando vuelta mi tazón. Se hizo trizas contra el
piso de baldosas, salpicando espuma y café por todas partes.
“No, no te molestes”, dije lo suficientemente alto para que todos en la sala pudieran oír.
“Yo arreglo eso. Porque fue mi culpa, también. Como todo lo demás. ¿Cierto?”
******************************************************************
Si no has estado ahí todavía, lo estarás. Serás tratado injustamente, herido, y te sentirás casi
muerto en un ambiente que promueve justo lo contrario. Es un momento peligroso, porque hará que
te cuestiones si existe realmente un lugar seguro, autentico, con gracia y amor en este lado del cielo.
Es aquí donde muchos de nosotros toman la decisión de volver al camino de la auto-preservación.
Muchos de los sujetos que estaban dispersos y aturdidos en el camino del Capítulo Uno alcanzaron
este punto y no supieron que hacer cuando la traición y violación los golpeó.
¿Conoces el patrón, cierto?
Primero, te hieren. Es especialmente doloroso cuando la persona que te hiere es alguien que
te importa. Ellos intencionalmente te hacen algo malo. Quizás estaban dispuestos a poner tu
integridad a prueba para defender su posición. Se niegan a admitirlo, o cuando son desafiados, te
culpan nuevamente a ti.
Haces sinceros intentos de reconciliación, haciéndote cargo de tu parte. Pero se vuelve cada
vez más tenso. Y pronto te das cuenta de que ellos están escupiendo sus justificaciones a una
audiencia cada vez mayor, a tus supuestos queridos amigos que ahora se están comprando la otra
versión de la historia.
Pronto, estás cada vez más alienado en tu dolor, obligado a defenderte de las mentiras. ¡El
silencio de Dios hace que empieces a cuestionar si Él también ha tomado una posición en estas
falsas acusaciones!
De pronto, en una pelea que nunca quisiste, descubres que no eres sólo la víctima, sino que
el conflicto.1
Te vuelves incapaz de ver las cosas de otro punto de vista que no sea el tuyo.
Tu desesperada necesidad de oír el humillante arrepentimiento del otro, hace que te vuelvas rígido a
ver la posibilidad de otras motivaciones que hayan causado el conflicto. Cualquier error que hayas
cometido tú, puede ser tomado como una necesidad lógica debido a esta tremenda injusticia.
En el Antiguo y el Nuevo Testamento, los escritores expresan repetidas veces que Dios se
opone al orgullo, pero le encanta dar gracia al humilde.3 Casi que podemos imaginarnos a Dios
obligado a sentarse en Sus manos, esperando a que nos rindamos para que Él pueda rescatarnos.
Este es el daño colateral de nuestra opción de negarnos a Su don del perdón. Nos volvemos
orgullosos. El patrón revelado que se despliega es simplemente el de una persona orgullosa. Si la
humildad es “confiar en Dios y en los otros”,4 entonces el orgullo es de aquellos que
desconfiadamente se auto-protegen. Dios trabaja para llevarnos rápido al lugar de la humildad,
donde podemos ser libres de nuestra auto-obsesiva trampa mortal.
Este capítulo se titula “Dos Sanidades”. Trata de proveer un camino a casa, y ofrecer
libertad de la falta de perdón. La otra “sanidad”, la que somos tentados a creer, no es una sanidad
después de todo. Es el resultado de un camino al perdón a través de recitar las palabras correctas
pero sin un cambio de corazón. No confiamos en esa sanidad para nada. Sabemos que Dios quiere
que perdonemos. Lo que no podemos entender es por qué lo podemos hacer superficialmente, o por
qué rechazamos esto como un gesto hipócrita, cuando el otro ni siquiera se ha arrepentido.
El objetivo de este capítulo es darnos una forma de ver el perdón, liberándonos de ser jueces
o jurados, o de ser detectives implacables que descubren los agujeros y las pistas de las historias.
No hay nada más agotador que negarse a perdonar.5
Si voy a ser libre, primero tengo que abrazar un perdón que sólo está para mi beneficio. Solo
ahí puedo extender perdón para el beneficio de otro. Hasta que no entendamos esa diferencia, sólo
podemos evocar una expresión externa del perdón. Por dentro seguiremos ardiendo, nuestro dolor y
sed de venganza seguirán enterrados vivos.
El camino a casa no es la ruta esperada. Asumo que la vida estará bien cuando todos los
demás se disculpen lo suficiente y completamente conmigo, en público, y mejor si es en un evento
de televisión abierta mundial. Se hará justicia cuando sea reivindicado, me den la razón,
públicamente honrado, y cuando se hayan rectificado todas las consecuencias perjudiciales (con
suficientes compensaciones por los daños emocionales).
Aunque Dios efectivamente hace algunas de estas cosas una vez que soltamos nuestro
control, esa ruta a casa nunca nos liberará de verdad o nos dará lo que anhelamos. Esa ruta nos lleva
a un profundo desierto, sin agua.
La primera condición para volver a casa es que debemos estar suficientemente cansados.
Debemos estar débiles a tal punto que soltemos nuestras defensas lo bastante como para buscar a
Dios y clamar, “Ayuda”. Esta condición se llama arrepentimiento.
Ahora, quizás debes estar diciendo, “¿Qué? ¿Arrepentirme? ¿Me estás bromeando? Yo no
hice nada. Soy la víctima, ¿recuerdas?” Pero ¿recuerdas la tragedia de no confiar en el perdón?
Llevarías amargura y elegirías ignorar la protección de Dios y seguirías solo. Y con frecuencia, en
la subjetividad de tu inflamada y amargada herida, te volverías ciego a tu parte del problema. Tu
dolor te daría permiso de absolverte a ti mismo de todo acto equivocado. El arrepentimiento es el
antídoto de Dios para la culpa que sientes de estos errores.6 Debes enfrentar, quizás con la ayuda de
confiar en otros, la brutal honestidad de evaluar con precisión tu rol en todo esto.
Es importante recordar que este arrepentimiento no es el “hecho-por-el-hombre” fingido
religiosamente y que hemos intentado anteriormente. El arrepentimiento no es algo que tenga que
ver con mi pecado. Es admitir de que no puedo hacer nada con mi pecado. Es confiar que sólo Dios
puede limpiarme, y que sólo Él puede convencerme de que soy verdaderamente limpio.7
Nos han dicho que el arrepentimiento es una promesa que le hacemos a Dios de que voy a
dejar de cometer este pecado y lo lamento y no lo haré otra vez y Esta vez lo digo en serio.
Estamos confundiendo arrepentimiento con remordimiento. La intención de no pecar no es
lo mismo que el poder para no pecar.
Pablo dice que el arrepentimiento es un regalo.8 No es algo que puedas armar, sino que la
habilidad regalada de que te encuentres a ti mismo diciendo, “Dios, no puedo. Tú puedes. Confío en
ti!”
“Dios confío en lo que hiciste por mi en esa cruz para limpiarme de lo que he hecho”. Esto
es lo que se llama redención: Para liberarme del pago, la deuda o la culpa.
El pecado es resuelto cuando somos limpiados de él. Ninguna cantidad de promesas, ni
compensaciones, ni buen comportamiento nos pueden limpiar. Somos limpios cuando dependemos
del poder de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz.9
Respira profundo y mira cuan lejos hemos llegado. Hemos pasado el punto del
arrepentimiento. Nos han dado la contraseña que nos deja pasar: “Humildad”. Eso significa que la
confianza en Dios está con nosotros. La confianza en Dios está por nosotros, absoluta y
completamente disponible, nunca cometiendo errores al empujarnos a avanzar. Él es totalmente
soberano. Me ama más de lo que me amo a mi mismo, y ¡absolutamente nada puede dañar Su total
y completo control! Él nunca mete las patas cuando se trata de ti y de mi. Confío en que aún los
peores eventos que la vida me pueda dar, serán usados por Dios, fundidos en algo bueno. Nada
religioso, ni aparentemente bueno, sino que ¡el mejor giro que tengan estos eventos en mí! De
hecho, cualquier serie de eventos podrían ser aún peores si Él no los convirtiera.
Justo en este punto, en este lugar del camino, a muchos de nosotros nos han dicho que,
debido a lo que Jesús hizo por nosotros, deberíamos dejar ir nuestros derechos, tapar nuestros
sentimientos, y volver a vivir para Dios.
Tal teología tendría que mejorar para alcanzar la herejía.
Dios nunca me dice que supere algo y que solo lo pase. Nunca. En vez de eso, me pide que
confíe en Él en toda circunstancia.10 Eso incluye una comunicación con Él honesta, detallada, hasta
que esté seguro de que no me guardé nada. Quiere oírlo todo. Quiere entrar en cada lágrima, cada
detalle. Él ha estado esperando por este momento. Me ha visto andar solo. Pero ahora está sentado,
con los codos en las rodillas, y las manos en el mentón, escuchando cada una de mis palabras. Debo
suspirar, llorar, gritar o aullar, hasta que Él esté seguro de que lo dije todo.
No hay una fórmula para el resto de la escena, pero aquellos que hemos estado ahí antes
podemos sugerir lo que parece. ¿Estás listo? Muchos ven esta sección y se dan la vuelta, asustados
de sentir dolor otra vez. Puede ser muy valioso tener un amigo confiable que camine contigo en
esto. Al otro lado del camino hay luz, libertad, sanidad, belleza, seguridad y donas de mantequilla.
(Nota: las donas no vienen realmente con el proceso. Tienes que ir y comprarlas. Pero nunca es
malo tener unas cerca).
El Orden del Perdón
Las consecuencias del pecado por lo general son peores -a veces mucho peores- que el
pecado mismo. En orden de entender los efectos de un pecado hecho hacia mi, necesito conectarme
con el impacto de ese evento en mi vida diaria. ¿Siento vergüenza? ¿Me he vuelto temeroso? ¿Me
he sentido menospreciado o devaluado? ¿Me he sentido manipulado o rechazado? ¿Hubo efectos en
mis relaciones? ¿Perdí credibilidad o acceso con mis amigos? ¿Se afectó mi matrimonio? ¿Impacto
esto mi relación con mis hijos o con la gente con la que trabajo? ¿Afectó mi trabajo, mis ingresos, o
mi futuro? ¿Perdí mi posición o mi influencia? ¿Cambió esto la forma de verme a mi mismo o mi
actitud hacia el amor, confianza, amistad... Dios?
Es un trabajo duro. Para entender las consecuencias del pecado, debo permitirme sentir el
dolor de mis respuestas. Sin embargo, este es un trabajo sagrado. ¡Darle acogida al pecado en mi
contra permite que me defina! No más. Recuerda, los pecados no resueltos están enterrados vivos,
incluso aquellos que fueron hechos en nuestra contra. Debemos tomarnos el tiempo. Dios está ahí,
asintiendo con la cabeza y sonriéndole a la valentía que viene de confiar en Él. Este duro trabajo
nos prepara para perdonar.
Declarar “Te perdono” antes de que la persona tenga la oportunidad de arrepentirse, le roba
al ofensor la oportunidad de tener un arrepentimiento liberador por sí mismo. Dios usa el
arrepentimiento para sanar corazones culpables, y el perdón prematuro no liberará a la otra persona
de su ofensa, ni sanará nuestra relación. El que pecó contra mi debe arrepentirse por su bien para ser
sanado de ese pecado.
Esta no es una interacción fácil ni precisa. Puede tomar muchas conversaciones, en un largo
período de tiempo, para que se restaure la relación en verdad y hermosura. Pero no será una relación
más fuerte, ni más sana, ni mas leal a menos que sea restaurada a través del arrepentimiento.
Perdono a mi ofensor con la intención de restaurar la relación, no sólo para resolver el
conflicto. Deseo que se arrepienta, no para estar sobre él, sino para que podamos avanzar en un
mutuo amor y confianza. Su arrepentimiento no sanará mi corazón. Eso se cumple cuando lo
perdono delante de Dios. Su arrepentimiento sanará nuestra relación.
Puedo buscar la reconciliación, pero no puedo forzarla. No puedo exigir arrepentimiento. El
arrepentimiento requiere confianza en el trabajo de Dios. La insistencia y $2.500 me darán sólo un
café con leche y nada más.
Jesús espera por nuestro arrepentimiento antes de perdonarnos. En la cruz gritó, “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”. Si ese grito fue por nuestro bien, entonces todo el
mundo en la historia de la humanidad es perdonado y va al cielo. En la cruz, Jesús le pidió al Padre
que perdonara a aquellos que lo habían crucificado para que Su corazón no estuviera con
amargura.12 Cuando nosotros nos arrepentimos de nuestros pecados contra Dios y pedimos por Su
perdón, ahí, y sólo ahí, Él nos perdona y nos reconcilia con Él. Cuando nos arrepentimos, Jesús nos
garantiza el perdón por nuestro bien.
Cuando perdono a mi ofensor por su bien, se prepara el camino para la restauración de la
relación.
¿No es eso increíble? Cuando permito a Dios que me sane del pecado en mi contra, puedo
mirar alrededor y ayudar a aquellos que han pecado contra mi a que sean sanados de sus pecados.
Es un proceso hermoso.
Bienvenido a casa...
Capítulo Seis
DOS AMIGOS
¿Qué pasaría si en vez de que algo alguna vez se arregle, fuera más importante que nada tenga que
esconderse?
Éramos niños, no conocíamos nada mejor. Recién nos estábamos conociendo. Aprendimos a
jugar y soñar. Nos contamos todo el uno al otro e hicimos los pactos que hacen los mejores amigos.
En la confidencia de esta camaradería, nos arriesgamos en los bosques más profundos detrás de
nuestras casas y condujimos nuestras bicicletas más allá dentro de vecindarios no explorados.
Construimos fuertes y guaridas en el callejón de atrás, donde nuestras partes parecían encontrarse,
contándonos e inventando historias. El amor era asumido; lealtad y protección se construyeron..
Nunca nos entrábamos fácilmente a nuestras casas en el momento en que el parpadeo de las luces
de la calle cobraban vida. Esperábamos hasta que nos llamaran, e incluso hasta cuando nuestros
padres gritaran nuestros nombres completos. Sabíamos que cuando la puerta principal se cerraba
detrás de nosotros, el milagroso mundo en donde éramos mejor conocidos, en nuestro nivel, sería
reemplazado con tareas, quehaceres y tinas.
El verano era lo que imaginábamos que sería el cielo. Jugábamos bastante todo el día y
rodábamos por los campos, hablando con facilidad de todo y de nada. Fue cuando tuvimos nuestras
primeras conversaciones reales sobre Dios. Nos dimos un permiso no hablado para contar verdades
difíciles al otro, aún cuando estuvieran mal expresadas, porque estábamos convencidos que el otro
sostenía nuestra espalda. Éramos muy jóvenes para dramas relacionales y de hermandad, y si
llegábamos a tener cruces, una mirada que admitía perdón a la mañana siguiente nos llevaba de
vuelta a nuestras aventuras tres vecindarios más allá. Había un poco de pose pero difícilmente
alguna decepción. Ninguno de nosotros sabía o se preocupaba quién era más talentoso o más
apuesto.
Entonces un amigo se mudó, o alguien robó una carta de beisbol, o nos separábamos como
rivales en los equipos de la Pequeña Liga, o alcanzamos la edad en la que la atracción por el sexo
opuesto traía competencia. Como una tableta de cloro en una piscina en verano, esas comunidades
infantiles de confianza, seguridad y vulnerabilidad se disolvían gradualmente.
Lo que no se disolvía era nuestra necesidad de ellos.
Más allá ahora, donde sea que estés leyendo estas palabras, para muchos mirar atrás
significa ver los restos esparcidos de relaciones que pensamos siempre estarían ahí, ahora
estresadas, convulsionadas y separadas. Le invertimos nuestros corazones y sueños a esas
relaciones. Hicimos pactos de que siempre enfrentaríamos esta vida juntos. Nuestra confianza
mutua nos empujaba a adentrarnos más en el bosque de nuestro mundo de adulto. Luego, muchos
de nuestros amigos se fueron. Casi sin necesidad, nos volvimos duros, velando por nuestros
corazones y compromisos, dándonos una salida. Nuestros hogares crecieron más silenciosos.
Aprendimos a enfocarnos en lo que nuestro don puede alcanzar. Lentamente y sin notarlo, nos
ensimismamos. Aún somos divertidos, talentosos, perspicaces, pero esta grabación está sonando en
nuestra cabeza: “¿Qué ha pasado? ¿Por qué soy desconocido, solitario y perdido? ¿Por qué no ha
funcionado esto como lo imaginé?”
Por lo que cavamos nuestras propias trincheras y enfrentamos temas increíblemente
complejos de nuestra vida solos. Podríamos darnos a conocer en grupos pequeños, pero es más
actuado que auténtico. Mostramos nuestras grietas con mesura, sin mucha intención de dejar que
alguien las llene. No de nuevo, eso duele demasiado, no de nuevo.
Se siente muy tardío cuando despertamos para descubrir que aprendimos una teología que se
siente corta para nuestra realidad. Aprendemos a ponernos en cómodos alojamientos o distinguirnos
a nosotros mismos de otras tradiciones religiosas, pero nunca aprendemos a vivir los unos y los
otros en relaciones de gracia.
Una de las cosas más satisfactorias, un regalo visible de la Habitación de la Gracia es
redescubrir relaciones de vida en vulnerabilidad. Olvidamos cuánto las extrañamos, cuánto las
necesitamos, no es tan tarde. Esa vida aún está allá, Jesús nunca dejó el fuerte en el callejón. Sabe
que hay otros que pierden esas relaciones también. Quiere reunirnos de nuevo.
*******************************************************************
He estado aquí en la Habitación de la Gracia, con dos horas de más o menos, cerca de seis
meses ya.
No puedo dar ya un reporte de vida objetivo en este nuevo mundo. Sé por seguro que veo
diferente ahora. No me pidas que te lo explique. Es tratar de explicar un color que otros nunca han
visto. Uno sólo puede hablar en términos que los otros sepan y lo que los otros saben no es
suficiente para atesorar este concepto. “Ves, es algo así como un magenta matizado, en una
piscina de tinte-neón quemado a siena, con retoques de turquesa almendrado. Es como un tipo de
fluorescente pero no, ¿entiendes?”
Así que seis meses. Nada me impresiona más que lo saludable y la calidad de las relaciones
en esta habitación. Sabía que las cosas serían diferentes con Dios, y lo son, más allá de todo lo que
esperaba. Pero no había considerado en ese entonces, la forma en que los amigos interactúan,
protegen y disfrutan de ellos; -aparte de Dios- es la diferencia más dramática entre la Habitación
de las Buenas Intenciones y la Habitación de la Gracia.
Un día, estaba caminando por el bosque, siguiendo las curvas del camino hacia el
acantilado que da al mar, con mi amigo vestido de pijama. A él le gusta caminar y a mí me gusta
estar con él. Ninguno hablaba, y él caminaba realmente rápido.
Lo conozco desde hace seis meses, pero nuestra amistad es más auténtica y alentadora de
las que he conocido en décadas.
Rompí mi silencio jadeante.
“Entonces, sabes que aún soy un desastre. Ambos sabemos que eres más maduro que yo.
¿Por qué no abordamos mis temas?”
“Mmm, ¿quieres que me ocupe de tus asuntos?”
“No, no particularmente. Pero no es fácil andar con alguien que sabe de tus faltas y que
podría tratarlas, pero no lo hace. Estoy esperando a que me lancen un martillo. Tu sí ves cosas en
mí que pueden mejorar, ¿cierto?”
“Si, seguro”, se encogió de hombros con una sonrisa. “Hay todo tipo de cosas que vemos
los unos en los otros. Si fuera así de simple -sólo apuntar nuestros defectos para pedirle a alguien
que los arregle- ¿no crees que todos estaríamos mejor ahora?”
“Si, pero…”
“¿Y qué pasaría si en vez de que algo se tuviera que arreglar, fuera más importante que
nada tenga que ser escondido?”1
Me detuve, parado en la mitad del camino. El sol estaba cayendo en rayos de luz que
atraviesan el follaje de las hojas. Es como una de esas pinturas religiosas, sólo que real, sabes. “Di
eso nuevamente, lo que acabas de decir”.
“Dije, ¿Y qué pasaría si en vez de que algo se tuviera que arreglar, fuera más importante
que nada tenga que ser escondido?”
“¡Eso es!” Dije precipitadamente. “Esas palabras describen lo que no he sido capaz de
decir. ¡Eso es! Nadie aquí está tratando de arreglarme”.
Él hizo un gesto hacia delante. “Podríamos caminar mientras tienes esta epifanía”
“¡No! Sólo detente un momento. No tienes idea de lo importante que esto es para
mí…Entonces, ¿por qué?”
“¿Por qué qué?”
“Cuando yo estaba en la Habitación de la Buenas Intenciones, sentía un mensaje donde
quiera que fuera, que me parecía coherente, aún con todas las máscaras. Era así: ‘hay un montón
de cosas malas en ti. Te daremos un pase por un tiempo, pero eventualmente te presentaremos una
lista de todo lo que requiere ser corregido. Entre más pronto te arregles, más felices seremos
todos’. No pude aguantarlo más. Ese era el mensaje no literal que me arrojó afuera.”
Él sonrió ampliamente y se cruzó de brazos, “Bueno, bueno, bueno, te escucho”.
“¿Pero por qué?”, continué. “¿Por qué es diferente aquí? Nadie habla de ello, pero casi
todos viven de esta manera”.
“¿Recuerdas la noche que te encontré cuestionándote sobre la Habitación de las Buenas
Intenciones?”
Asentí con la cabeza.
“Hay una sola forma de ver a Dios en esa habitación. Y millones se la compran. Es toda esa
visión de Jesús ‘allá’ y tú ‘acá’ y tu pecado en una ruma de basura entre medio. Te está diciendo
que eres un pecador que ha sido salvado, y que siempre serás un pecador que ha sido salvado.
Nada ha sido cambiado en ti. Quizás consigas un poco de polvo de hadas si ruegas arduamente.
Quizás el Espíritu Santo haga algo. Pero básicamente no eres una muy buena persona, pero que
trata de ser muy, pero muy buena. Eres sólo un pecador que se va al cielo debido a algo que Dios
hizo. Nada más que eso. Millones de personas están viviendo su día a día desde esa convicción.”
“Me vi a mí mismo de esa forma por largo tiempo. Aún tentado a ella en ocasiones.”
“Tal cuadro no compra la excepcional realidad de Cristo en ti. En vez de esto, él está allá
afuera, no cree que eres realmente justo, sólo teóricamente justo. Para ellos tu eres suficientemente
justo como para llegar a la puerta, pero ni remotamente fuerte como para enfrentar tus propios
temas, ¿entiendes?”2
Él no esperó una respuesta.
“Entonces fuiste dejado con la creencia que si algo se va a hacer, sucederá en las alas de la
fuerza del deseo y las buenas intenciones. Pasará si te pones lo suficientemente serio. Suena noble,
pero es como un pozo de brea, te mantiene estancado en un mantra repetitivo: ‘No soy suficiente’,
no puede salir de allí un nuevo corazón. Sólo puedes apelar al lugar quebrantado en ti donde tu
pecado cobra vida. La Biblia lo llama ‘la carne’. No es tu piel, músculos o nada físico, si no que un
principio vivo y activo dentro tuyo, trabajando en contra tuyo. No tiene poder de hacer lo correcto,
pero apelamos a él una y otra y otra vez.”3
“Todo el tiempo tenemos la naturaleza de Dios con nosotros, desde el momento en que
ponemos nuestra fe en él. Tenemos el amor de Dios dentro nuestro, esperando a tener acceso y
confiar en él, disponible para encarar nuestros pecados y nuestras faltas, nuestros anhelos y
nuestros sueños. Está todo allí, sin explotar, mientras corremos alrededor tratando de impresionar
a Dios con promesas y abnegación.”
“Suena como si tomáramos bastante en serio al pecado, pero es justamente lo opuesto,
¿no?”
“Sip, justo lo opuesto. Ahora en la Habitación de la Gracia hay una meta diferente, un
motivo diferente, un set diferente de convicciones. En conclusión, estamos aprendiendo a confiar y
depender en nuestra nueva identidad. Estamos aprendiendo a vivir en quien Dios dice que somos,
aún en nuestro peor día. Entonces, una declaración como que ‘es menos importante que algo se
arregle a que nada sea escondido’ es un ejemplo de vivir en nuestra nueva identidad. Es un hecho
que el pecado encuentra su poder cuando me escondo. Que nadie puede ‘arreglarse’, que ya hemos
sido cambiados y ahora maduramos en lo que ya somos. Estamos aprendiendo a descubrir que este
nuevo poder se despliega cuando confiamos en él -cuando estoy lo suficientemente seguro como
para contarle lo peor de mí a otro. Ves, esto es lo que estamos aprendiendo aquí; queremos
acercarnos lo suficiente, estar seguros y confiar lo suficiente, para que cuando venga ese momento
en que Dios nos revela algo duro a nuestra cara, no queramos correr y escondernos.”
“Tú has sido eso para mí, sabes eso, ¿cierto?”
“Gracias chico, de seguro lo quiero así. Desperdicié muchos años tratando de que la gente
obedeciera para así hacerlos cumplir por obligación. Pregúntale a mis hijos. Ellos te dirían como
se siente eso.”
“Di eso de nuevo.”
“¿Qué cosa?”
“Esa parte de tratar de que la gente obedezca y que cumplan por obligación.”
“Creo que acabas de decirlo.”
“Cierto, cierto. Esta es otra idea grande que no sabía. ¿Por qué no sabía eso?”
“Quizás porque no nos fue enseñado o modelado a nosotros. Recuerda a esas personas que
viste acampando a lo largo del camino después de dejar la Habitación de las Buenas Intenciones?
Eso fue lo que experimentaron -autoridades religiosas tratando de cualquier forma hacerlos
obedecer, apelando a significados externos en vez de a la nueva naturaleza. Trataron por tanto
tiempo de obligarlos a hacer lo correcto, de hacer a todos felices. Pero nadie les mostró como vivir
en su nueva naturaleza. Sólo aprendieron a cómo verse bien, cómo apaciguar las demandas de
alguien que mantiene el puntaje del marcador. Quisieron obedecer de corazón, pero nadie les dio
la oportunidad. Alguien siempre los estaba observando para ver si se salían de la línea, en vez de
esperar aplaudirlos cuando comenzaban a confiar en Cristo en ellos. Eventualmente, se
disgustaron y terminaron agotados del juego. Dejaron de jugar. Muchos gastaron sus vidas enteras
tratando de jugar este juego. Crearon la Habitación de las Buenas Intenciones. Pero aquellos que
se encontraron en el camino, sólo terminaron amargándose o siendo dañados al jugar. Entonces
optaron por salirse.”
“Ellos son las verdaderas víctimas, ¿no es cierto?”
“Creo que lo son chico, creo que lo son.”
“¿Cómo es que alguno encuentra alguna vez el camino hacia lo auténtico?”
“A través del dolor, me temo. Dios permite un poco de dolor para despertar nuestros
corazones. Muchos de nosotros estamos despertando al dolor de darnos cuenta que no podemos
controlar nuestro mundo del modo en que pensamos. Estamos atrapados en temas sin resolver,
síntomas que intentamos arreglar, sin la ayuda de nadie más.”
Hizo un gesto para ponernos en marcha nuevamente, así que lo hicimos, pero el paso fue
más lento esta vez. “A veces no es que no quieras dejar entrar a otros, sino que todos quieren
resolver tus asuntos para que no los avergüences tanto. No pude encontrar a nadie en la
Habitación de las Buenas Intenciones dispuesto a estar conmigo, todos querían sólo arreglar las
cosas.”
“Es demasiado arriesgado” decía él. “Están luchando contra sí mismos para no tener su
vida resuelta. Su vergüenza es tan gruesa que puedes cortarla.” Hizo una pausa mientras una lenta
sonrisa se asomaba en su rostro. “¿Pero qué pasaría si en vez de esto hubiese un amigo de tanta
confianza que hasta los peores aspectos en mí pueda conocer? No sería menos amado, si no que
sería más amado por abrir mi corazón. Es exactamente lo opuesto a lo que yo siempre temí.”4
Permití que esas palabras flotaran en el aire, como si oyera la letra de una antigua canción,
o una cita de un libro que una vez marcó mi forma de ver la vida. “Por un tiempo hasta ahora, creí
que si otros conocían esta parte oscura de mi, me tendrían lástima y perdería mi lugar en la mesa.
Entonces aprendí a enterrar esos dolores, enterrar esos pensamientos oscuros sin resolverse.”
“Excepto que eran enterrados vivos, ¿no es cierto?”
“Bueno, estoy aprendiendo.”
“Así que un día me arriesgué. Pensé, ‘si es que eso es verdad -si la gente llega a quererme
más cuando los dejo entrar a mi desorden- entonces debo encontrar algunas personas para probar
esto’. Encontré algunas, no fue una ciencia exacta, pero me comprometí a no darme por vencido.
Tal vida tiene que ser posible. Y con el tiempo, aprendí a que no sólo es posible, si no que
sorprendentemente real y verdadera. Fue el regalo de Dios para mí. Comenzó a darle nueva forma
a mi vida entera. Por primera vez, mi yo verdadero se mostró y disfrutó. Experimenté el amor de
otros. ¡Me estaban permitiendo protegerlos! Se sintió increíble. Había algunos, y hay algunos,
incluso en esta habitación, que no sabían qué hacer con lo que les conté. Tuve que volverme más
sabio sobre en quién confiar por completo; pero hoy, cinco años más tarde, tengo un grupo de
amigos que conocen lo peor de mí. Ellos me respaldan, me escudan y nos amamos mutuamente.”
“Y fue ahí que te diste cuenta ‘Tengo que encontrar a otros que estén tomando el mismo
riesgo para ofrecerles la misma seguridad. Ahí es cuando entro yo, ¿cierto?”
Él no dijo nada, sólo volteó hacia mí y sonrió con todo lo que está dentro de él. Unos pasos
más allá, el follaje dio paso a una vista al mar que te dejaba sin aliento, golpeteando las rocas y la
arena. Pareciera que podemos ver por millas, y me pregunto cuánto mejor puede ser la vista
cuando tienes un amigo con quien compartirla.
*****************************************************************
Hay dos tipos claramente distintos de amigos separados por dos habitaciones nítidamente
diferentes.
Sería sensacional en este punto, reflejarse en aquellos que han tenido o están intentando
tener influencia en tu vida.
Las influencias negativas te demandarán a que confíes en ellos, como condición para su
apoyo; pero es una confianza para su beneficio no para el tuyo.
Las influencias positivas piden permiso para ganarse la confianza. Esperarán a que le den
permiso para dejarlos entrar. Ponen la carga en ellos mismos no en ti.
Las influencias negativas te verán como un pecador que necesita ayuda para convertirse en
santo. Su meta será arreglar tus temas.
Las influencias positivas te verán como un santo que aún falla. Su meta será promover un
ambiente donde nada quede oculto.
Las influencias negativas medirán tu rectitud por cuán poco pecas.
Las influencias positivas están convencidos de que eres justo, por lo que están interesados en
cómo estás entregando y recibiendo amor. Saben que esforzarse por pecar menos no significa que
ames más, pero que vivir en amor significa que estás pecando menos.
Probablemente hay personas que ofrecen dirección y conocimiento a tu vida, pero si esas
características positivas no están allí, estás con las personas equivocadas. Dan técnicas para
controlar el comportamiento, pero no se mantendrán contigo para resolver tus asuntos. Lo mejor, es
que te darán herramientas para inspirarse y de mucha sinceridad, pero lo peor, te darán culpa y
cuotas de rendimiento. Se asegurarán que siempre sepas quién enseña y quién es el que aprende.
Raramente se arriesgan a quedarse contigo en tus luchas. No comparten contigo de sí mismos de
forma real. Al final del día todo se trata de esa persona probando su superioridad ante Dios. Es una
marca en un cinturón religioso. Los consejos son fáciles y libres de riesgos.
En la habitación de las Buenas Intenciones eres mi responsabilidad, por lo que puedo
controlar tu comportamiento. El resultado es que terminas escondiéndote, resintiéndote y
desconfiando de mí. Los temas sin resolver se mantienen sin resolver.
En la Habitación de la Gracia quiero ganarme tu confianza para poder amarte y ser amado
por ti. El resultado es que puedes querer darme autorización para protegerte, por lo que no escondes
nada en la seguridad que te da mi compromiso. Los temas no resueltos son traídos a la luz para
sanarlos.
Arreglar el pecado es como tratar de arreglar una arruga disimulada. Puedes creer que si te
sientas en ella el tiempo suficiente se estirará. Al sentarte allí creerás que realmente controlas esto
de poder enderezar las cosas. Pero sin importar cuánto tiempo te sientes allí, cuando te pares, esa
arruga oculta brotará de vuelta. El espiral de metal comprometido no “se estira” por presión externa,
y menos lo hace el pecado.
En la Habitación de las Buenas Intenciones, la gente está tratando de arreglar a otros porque
perdieron la convicción del poder del amor de Dios, el poder de vivir una nueva identidad.
Tememos que la gracia mantenga a la gente sin tomar las cosas en serio, por lo que aminoramos el
poder de cómo trabaja el amor en la gracia a través de la confianza.
La gracia es un regalo que solamente los no-religiosos pueden aceptar. Son los únicos que
pueden comprenderla y ponerla en práctica. El populismo “religioso” ve a la gracia como blanda y
débil, por lo que siguen tratando de manejar su basura con el poder del deseo y la tenacidad. Nada
define tan bien a la religión como el tratar de alcanzar tareas imposibles con poder limitado,
mientras pretenden que está funcionando.5 Un amigo y protector sano considera la vida de Cristo en
ti como suficiente. De esa manera puede dejar de perseguir tu comportamiento y enfocarse en
disfrutar de la vida en una relación contigo.
En alguna parte de la línea, nos convencimos que necesitábamos profesionalizar las
relaciones del amor para manejar estratégicamente a otros. Ese giro nos alejó a los unos de los
otros. Ese giro sancionó la única distinción que Jesús nos pidió por la que se nos reconociera: Amar
y permitirnos que nos amen.6
Algunas de las relaciones más falsas e inútiles son aquellas en las que uno tiene una agenda
para la vida del otro, viéndonos a nosotros mismos como científicos que buscan una solución para
una enfermedad, en un extraño laboratorio experimental. Esta gente asume cierta ecuación de
santidad: Cuatro horas de estudio en un grupo pequeño, más treinta minutos memorizando
versículos de la escritura, multiplicado por desafíos, convicción y demanda, hace que el resultado
del pecado sea menor y se convierta en un miembro de la iglesia más productivo. ¡Qué farsa más
absoluta de lo que realmente Cristo vino a hacer!
Dios quiere que vivamos auténticamente -creyentes frágiles, aprendiendo a confiar en Él y
en otros en relaciones decididas a amar. Él quiere que dejemos de escondernos, conociéndonos los
unos a los otros sin actuaciones o límites. Él quiere que experimentemos Su poder sanador mientras
nos libera a una vida que vale la pena vivir. Esta es la iglesia. ¡Esta es la iglesia en la Habitación de
la Gracia!
Y darlo.
Capítulo Siete
DOS DESTINOS
“Dios te está diciendo, 'No me he olvidado. Te hice para que tu tengas esta exclusiva influencia sobre otros.
Tú, mi errante amigo, estás justo a tiempo.'”
Dejé la Habitación de la Gracia esta tarde. No le dije a nadie. Simplemente salí. Otra vez,
caminé el sendero al borde de la costa, que llevaba a la Habitación de las Buenas Intenciones.
Pero esta vez iba sonriendo como un niño. Esta vez, iba paseando y bebiendo la belleza.
Incluso me pillé silbando. En ciertos puntos del camino, lancé piedras bajo la luz de las estrellas,
imaginando que rodaban hasta los acantilados de la costa. No puedo recordar la última vez que
hice algo así. Divagué y merodee el sendero completo, disfrutando cada nueva vista y perspectiva.
No estaba apurado de llegar a ningún lado. No tenía ninguna intención de llegar a ese edificio de
mármol que se veía a la distancia. Ninguna intención.
En vez de eso, me recosté en una parte particularmente florecida, apoyando mi espalda en
una roca gigante, y la luna iluminaba un panorama extenso a cada lado por kilómetros y
kilómetros. Las olas reventaban debajo mío y la niebla de la noche comenzaba a cubrirme.
Escogí este lugar intencionalmente, porque puedo estar así de cerca de esa habitación sin
sentir el impulso de volver. Me sorprende descubrir que no puedo sentir la diferencia. Como me
siento ahora, lleno de gracia, es normal. Es como tratar de recordar la sensación del calor
opresivo del desierto cuando estás de vacaciones en la playa. Realmente no puedes. Dónde estás es
simplemente lo que eres.
Hubiera deseado tener una chaqueta.
Me siento y miro... casi inconsciente del tiempo, pasando mis manos por el brillante pasto, y
tirando más piedras en la noche.
Catorce meses. Difícil de creer.
Luego, lanzo otra piedra por el lado, y escuché un repentino y angustiado aullido. “¡Auch!
¡Eso me dolió!”
Me paré, y corrí, casi involuntariamente, hacia el borde, para buscar en la ladera a quién
había herido.
Y ahí estaba él. Unos pocos metros más allá, pero seguro y fuera de mi rango: Mi
extrovertido amigo. Y tenía la sonrisa más orgullosa.
Lo llamé, con una fingida indignación. “¿En serio?”
“No me pude resistir”, lloraba. Ambos nos reímos. Con una risa fuerte, prolongada y sin
vergüenza, como es en la amistad.
Después que él se dirigió hacia mi lugar en el acantilado, le pregunté, “¿Estabas
preocupado por mi? ¿Por eso viniste?”
“No, para nada”. Ambos estábamos apoyados en la roca, mirando hacia el extenso reflejo
de la luz de la luna en el océano. “Ni siquiera te estaba buscando. A veces, cuando no puedo
dormir, me vengo para acá. Te vi sentado ahí, tirando piedras, antes de que pudieras verme.
¿Cómo iba a dejarlo pasar?”
“Genial”, asentí.
“Entonces, ¿qué has estado pensando acá afuera?”
“En un montón de cosas. ¿Cuánto tiempo llevo acá afuera? ¿Qué hora es?”
“La una y cuarto”, dijo, mirando su reloj. “¿Qué tipo de cosas?”
Lo miré y después miré hacia el océano. “Tu sabes, desde que soy un niño, tengo estos
sueños”.
“¿Sueños?” él estaba jugando con la arena entre medio de los dedos del pie.
“No sueños reales, como cuando duermes, sino que como una suerte de sentido de que algo
me pasará un día. Algo que realmente importa. ¿Sabes a lo que me refiero? Como ser parte de
algo, o llegar a estar en algo importante. Al crecer, pensé que se trataba de conocer a la chica
correcta, o la escuela, o mi carrera. Tal vez pensé que un misterioso sabio con una barba larga se
aparecería una noche y me susurraría, 'Ven conmigo'. Él me llevaría a algún lugar y me
introduciría a un grupo, o a un concepto o a una oportunidad que cambiaría completamente el
curso de mi vida”.
“Eso suena sospechosamente como un culto”.
Ignoré su golpe juguetón. “Tuve esta sensación todo el tiempo hasta que tuve quizás
veinticinco más o menos. Luego se fue desvaneciendo gradualmente”.
“¿Por qué crees tu?”
“Nunca he estado seguro del por qué. Supongo que dejé de creer que Dios tenía algo
significativo para mi. Hay ciertas personas quienes sus vidas cuentan y yo he comprometido o
aniquilado lo suficiente mis dones como para que nada significativo pudiera pasarme alguna vez”.
“Creo que acabas de describir el privado y no hablado sentimiento de desesperanza de
millones de personas. El sueño que una vez tuvieron, de tener un propósito e influencia, ahora es
una vaga y confusa medida de supervivencia”.
“De todas formas, sentado aquí por varias horas, lo siento de nuevo”.
“¿Si? ¿Cómo se siente?”
Respiré profundo antes de contestar. Las cosas se lentifican al borde de un acantilado del
océano a la una de la mañana.
“No sé cómo describirlo. Es como abrir la puerta de entrada, para descubrir que esa
hermosa chica de tu escuela que pensaste que te había rechazado, ahora está parada ahí, después
de todos estos años, diciéndote que todavía está enamorada de ti. ¿Sabes?”
“Creo que sí”.
“Pero asusta, también. ¿Qué pasaría si nada pasa? ¿Qué pasaría si es sólo una emoción
pasajera o una nostalgia fuera de lugar, y la vida continúa y nunca pasa nada?”
Estábamos sentados ahí, ambos en silencio por un rato, escuchando el romper de las olas.
“Lejos esté de mi el romper el recuerdo de una antigua novia, pero ¿quieres mi lectura?”
“Tu no tienes una barba larga, pero supongo que la tendrás”. Ambos sonreímos,
mirándonos, transfigurados por la luz de la noche reflejando hasta la textura de las olas a la
distancia.
“Sabes que la meta de la Habitación de la Gracia nunca fue acerca de la sanidad, ¿cierto?
La meta siempre ha sido hacerte libre para tu destino en particular.1 Tengo la sensación de que es
a eso a lo que estás despertando. Nos pasa a todos. Lo que estás experimentando esta noche, es
real. Es Dios diciéndote, 'No me he olvidado. Te hice para esto -para la influencia exclusiva que
tienes en otros'.2 Tú, mi errante amigo, estás justo a tiempo”.
“¿Lo estoy?”
“Lo estás. Notarás que esta sensación no volvió a ti la primera semana que llegaste aquí.
No lo sabías, pero encontraste tu camino a ese cruce, particularmente porque no podías seguir
viviendo sin la esperanza de un destino. Y no podías entender el por qué seguías saboteando tu
anhelo, y desperdiciando tu vida”.
“¿Yo encontré el camino al cruce?”
“Tu dolor lo hizo. Te permitió preguntarte suficientes preguntas difíciles y ser abierto a
escuchar respuestas de un otro que no fuera sólo tu. Ahí fue cuando clamaste a Dios. Y Él te trajo
al cruce. Pero primero tuviste que experimentar este camino de vivir en tu verdadera identidad,
para que pudieras empezar a sanarte, y madurar, y pudieras ser libre para amar a otros”.
“¿Qué pasará ahora entonces?”
Bateó la pregunta con su mano como si fuera una luciérnaga. “Nadie conoce los tiempos de
Dios. Es complicado, ¿no lo crees? Pero ¿qué sentiste esta noche? No tengas miedo. Te está
diciendo que toda esta experiencia te está preparando para una vida mucho más hermosa de lo que
puedas llegar a soñar”.
No puedo recordar cuánto rato pasó antes de que volviéramos a decir algo. Simplemente me
quedé sentado ahí, no queriendo perder esa sensación que se había ido hace tanto tiempo”.
***************************************************************
Phillip Yancey pregunta, “¿Es absurdo creer que un ser humano, un pequeño punto en un
pequeño planeta, pueda hacer una diferencia en la historia de todo el universo?”3 No lo es. De
hecho, así es exactamente como diseñó Dios este reino. Él sana y hace madurar a las personas en
virtud de traer Su gracia a otros quebrantados. Él usa tus dones, tu pasión, y tu corazón siendo
sanado para revelar la gloria de Jesús.
Dios ha hecho mucho a través de ti, cada día desde que confiaste en Él. Él no pierde Su
mover ni Sus elecciones. Esto -lo que la Habitación de la Gracia prepara para nosotros- es el
destino.
Al inicio de este libro, describimos como nos sentimos muchos de nosotros. Tenemos todos
estos talentos, dones, esperanzas y sueños que ahora dejamos ir por otros. Pero en nuestra
inmadurez, resultado de nuestra equivocada visión de Dios y de nosotros mismos, seguimos
pateando piedras. Escribimos,
Llevo& estos& sueños& y& no& puedo& sacármelos.& Sueños& de& la& parte& que& puedo& hacer& para&
producir& gran& bien.& Siempre& pensé& que& venían& de& parte& de& Dios.& He& sufrido& para& que& sean&
liberados.&Pero&mucho&más&a&menudo&he&herido&y&frustrado&a&las&personas&que&deseaba&bendecir.&
Es&como&si&nadie&más&que&yo&pudiera&ver&esos&sueños&y&hay&insuperables&obstáculos&en&cada&paso.&
Tal& vez& culpe& a& otros,& pero& estoy& seguro& que& la& mayoría& de& esos& obstáculos& tienen& que& ver&
conmigo.&No&estoy&muy&seguro&de&lo&que&hago¶&sabotear&mis&esfuerzos.&Simplemente&lo&hago.
El destino es lo que pasa cuando a los deseos que Dios da, mezclado con mis dones en
particular, se les permite ser sanados, madurados, y liberados para entregarlos libremente. Aquí es
donde todo el libro se dirige. Esta meta, este sueño, en esta vida.
Nuestro destino siempre se trata de amar a otros, o estar dispuestos a amar a otros.4 Es por
esto que necesitamos tanto ser sanados. Las heridas no sanadas requieren nuestra atención y no
podemos enfocarnos en los otros mientras estas heridas necesiten atención. Esto causa de forma
rutinaria, que muchos de nosotros perdamos nuestros destinos, durante toda nuestra vida.
El destino es algo que además está enraizado en nuestra relación con Jesús,5 quien ya lo ha
comprado por nosotros. Cuando nuestra cosmovisión cambia a disfrutarlo a Él en vez de enfocarnos
en no pecar, maduramos. En el proceso de maduración, nuestros ojos se abren a los otros y nos
hacemos más conscientes de las muchas oportunidades de amar en vez de enfocarnos en nuestros
propios temas.6
El destino es algo categóricamente más grandioso que el potencial. El apóstol Pedro
pareciera que fue un pescador mediocre. La única vez que pescó peces, al parecer, ¡fue cuando
Jesús hizo el milagro! Pero digamos que Pedro tenía un talento para pescar peces. Tal vez, y sólo tal
vez, si él hubiera sido devoto a sí mismo, con gran pasión y dedicación, se hubiera convertido en
uno de los top cinco de los pescadores de todo el mar de Galilea. Quizás ese era su potencial.
Pero aún si él se hubiera comprometido a eso, no era su destino. El destino es la intención
ordenada por Dios quien sagradamente lo ha preparado con tu nombre en ello. El destino es más
grande que el potencial, como un lingote de oro es más grande que un pastel de pollo calentado en
el microondas. El destino de Pedro era convertirse en un pescador de hombres.7 Incluso hoy, Pedro
nos acerca a Dios. Eso es destino. No era algo que Pedro podía manipular, obligar, o administrar a
su manera. Depende de Dios, e involucra Su gloria, tu realización, y el bienestar de otros.
La meta de Dios para cada uno de nosotros no es simplemente la sanidad o seguridad o el
descanso ni tampoco recibir amor, por maravilloso que puedan ser todos esos regalos. Su meta es
que seamos liberados al sentido de propósito del cual nunca nos hemos podido desprender en toda
nuestra vida.8
Trágicamente, no todos se darán cuenta completamente de los sueños que Dios tiene para
ellos. A las personas en la Habitación de las Buenas Intenciones se les hace muy difícil encontrar la
libertad para ese tipo de vida. Están demasiado ocupados tratando de cambiar en la forma que creen
que Dios espera de ellos, demasiado preocupados en aplacar la vergüenza, probando su justicia, y
puliendo sus méritos. Cada momento de locura, no importando lo resbaladizo que sea, los mantiene
centrados en sí mismos, inmaduros y no disponibles para otros.
El destino se pone en marcha cuando eliges el camino de la humildad.9 Nadie sabe cómo
encajan exactamente las intenciones soberanas de Dios con nuestras decisiones, pero hay suficiente
revelación de la verdad para creer que coexisten cómodamente sin hacerse daño entre sí. Tal vez es
suficiente decir que la grandeza de nuestro particular destino, se expone dependiendo de la
habitación en que elegimos quedarnos.
Nosotros que habitamos en la Habitación de la Gracia hemos llegado a creer que somos lo
que Dios dice que somos. No estamos tratando de cambiar para ser alguien más. No estamos
tratando de llegar eventualmente a un nivel más alto.10 Dios nos ha formado exactamente de la
forma que Él quiso, y hemos llegado a creerlo. Maduramos en lo que ya somos, igual que una oruga
madura para convertirse en mariposa. Estamos convencidos de que Él quiere que estemos aquí en
este momento exacto, en este lugar exacto y con estas exactas personalidades e inclinaciones.
Eso no quiere decir que es una relación pasiva. Se requiere un esfuerzo increíble para tal
viaje. Comienza con saber que somos amados, completos, y justos. Jesús nos enseñó que nuestros
esfuerzos no tienen que estar en pecar menos, sino que en amar a otros. Podemos esforzarnos para
pecar menos, pero no para amar más. Pero cuando amamos más, no podemos evitar pecar menos.
Este esfuerzo nos permite extender amor a los heridos, enojados, y poco amables. Es el esfuerzo de
vivir en la realidad como Él nos ha creado para ser.
Jesús maduró en el tiempo perfecto de Dios,11 preparándose para el asombroso destino que
Su padre tenía para Él.12 Jesús no se esforzó para ser mejor. Él sabía que Su Padre ya estaba
agradado con Él.13 En vez de eso, Él confió en Su Padre.14 Ese es el camino que debemos imitar.15
La vida en la Habitación de la Gracia nos enseña a esperar la exaltación de Dios en vez de
perseguir el poder o la posición. Los tiempos son perfectos. No estamos apurados. Por un lado,
nuestros sueños están siendo aclarados mientras que nuestros pecados están siendo resueltos,
nuestras heridas sanadas, y estamos en el proceso de maduración. Nuestras vidas ya no se tratan de
probar nuestro valor a los demás a través de las cosas que hacemos. Sabemos que Él se preocupa
mucho más de nuestro destino de lo que lo hacemos nosotros. Sabemos que Él ya ha visto los días
de nuestra expresión.16
Además aprendemos a vivir en una comunidad de gente que confía en Dios y en los demás,
por la verdad que hay en ellos. Descubrimos que somos parte de un destino mayor que el nuestro.
Aunque tengamos un destino individual, la comunidad de la cual somos parte también tiene un
destino, y estamos entrelazados con el.17
No estamos libres de los problemas y conflictos simplemente porque ya no los escondemos.
Nuestros temas son expuestos a la luz.18 Incluso pudiera parecer que tuviéramos más problemas que
los que están en la Habitación de las Buenas Intenciones. Pero nos dimos cuenta que taparlos es un
gasto de energía innecesario.
La madurez en la Habitación de la Gracia quizás sea expresada en tres fases generales. A
veces se superponen, o van y vienen entre ellas. Las clasificamos para tener un sentido general de la
intención de Dios de redimirnos de nuestro egocentrismo, liberarnos de nuestro escondite, y que
seamos amantes maduros.
La calidad de tu vida está basada en confiar en esto: Donde estás ahora mismo es el lugar
perfecto para ti, o el Dios de todas las bondades y poder no hubiera permitido que estuvieras ahí.
¿Recuerdas el destino del que hablamos al inicio cuando comenzamos este viaje? A veces,
los destinos no inician grandes nuevos trabajos, o nuevas carreras.
A veces Dios nos dice, “Serás la madre de un niño que será muy difícil de criar. Se rebelará
y romperá tu corazón. Sin embargo, en sus veinte, regresará a tu amor, al amor de Dios. Debido a tu
influencia, él vitalmente traerá una transformación duradera a un agotado y olvidado vecindario en
Nairobi. Tú ya estarás en casa conmigo antes de que esto pase. Pero veremos esto un día juntos”.
O, “Entrenarás a un pequeño equipo de fútbol que mejorará de 5 a 23 después de tu primera
temporada sin ningún triunfo. Pero tu influencia nunca será olvidada por el bateador de pelo rojizo,
que llegó un día a las pruebas sin un guante porque su madre soltera ni siquiera sabía que él estaba
en estas pruebas. Un día, le hablarás después del entrenamiento acerca del amor de Dios. Le dirás
que Dios conoce dónde vive y que no se ha olvidado de él. Ese chico comenzará a creer en Dios y
hacer elecciones que romperán los patrones de su familia. Su hija desarrollará la tecnología para el
sistema de tratamiento de agua que aumentará radicalmente las expectativas de vida en casi todo el
mundo. Sabrás todo acerca de esto un día”.
Esto es verdad para todos nosotros:
Una cosa más: A menudo hay más de un pasaje de ida en tu vida, más que una sólo escena
en la estación de trenes. Las temporadas pasan, pero la conclusión de un propósito en particular no
termina con tu destino. No necesitas descubrir cuando la transición toma lugar. Dios puede hacer -y
hará- todo eso. Permite que Dios revele la necesidad que Él ha estampado en tu corazón para seguir.
Mientras tanto, vive completamente lo que tengas delante tuyo. La mayoría de nosotros no
descubrimos nuestro pasaje de una forma dramática. Podemos sólo conocer el momento cuando
pasamos períodos en reflexión, pero un pasaje es dado, hecho a mano para ti de forma única por la
amorosa y soberana intención de Dios. Él no comete errores.
****************************************************************
He estado aquí, en la Habitación de la Gracia, por un año y tres meses, y un par de horas.
Hace solo un poco, escuché golpear mi puerta. Estaba doblando ropa, una de mis tareas
favoritas. Cuando abrí la puerta, tres personas estaban paradas al frente mío. Estaban sonriendo,
como si trajeran regalos que no podían esperar entregar. A la izquierda, la anfitriona y su esposo
parados juntos, y pensé en esos momentos de intensa honestidad y autenticidad que tuvimos en la
cafetería. Me han proporcionado amorosa sabiduría desde esa vez. Parado al lado de ellos estaba
mi mejor amigo. El me modeló una irreverente y maravillosa amistad y gracia, una fuente de
revelación desde el momento que llegué aquí. Las palabras de ella fueron firmes, casi reverentes.
“Síguenos, por favor”.
Nos dirigimos a la parte de abajo de la residencia y entramos al gran hall de entrada. Se
sentía como mi casa ahora, toda esa madera y tela suave y luz solar.
Le pregunté a mis amigos a dónde íbamos.
“No sabemos. No todo”, dijo el esposo dándome unas palmadas en la espalda
cariñosamente.
Me dirigieron hacia las grandes puertas debajo de la bandera, y de pronto me dí cuenta de
que nunca las había cruzado. En todo el tiempo que había estado aquí, ni siquiera recuerdo haber
preguntado a dónde llevaban. Las empujamos para abrir y se balancearon fácilmente sobre sus
bisagras, y afuera en la habitación un aire fresco nos envolvió.
Estaba oscuro hacia adelante, y el cielo se veía cavernoso. Esta habitación era aún más
grande que el hall principal, con un imponente techo arqueado. La sala estaba llena de una niebla
de vapor, y parecía vacía excepto por nosotros cuatro. Podía oír un pulso, como el motor de un
tren que venía detrás de la nube.
“¿Ahora qué?” Le pregunté a mis amigos.
“No estamos seguros. Tú tienes que descubrirlo. No tienes idea de cuánto hemos esperado
este día”, dijo mi amigo, con su voz quebrada al igual que sus ojos. “Creo que tu parte es sólo
caminar hacia adelante”. Miré a la anfitriona y a su marido, y ambos sonreían, tratando de
aguantar las lágrimas también. Abracé a cada uno. No había visto antes a mi amigo tan
emocionado, pero aún no estaba seguro del por qué o qué venía más adelante. Se aclaró la
garganta y se secó los ojos con la manga, tratando de decir las siguientes palabras, “Estamos muy
orgullosos de ti”. Luego, la niebla nos cubrió, los envolvió a ellos y desaparecieron.
Había solo el sonido de ese tren, esperando ser abordado. Caminé hacia el sonido a través
de la neblina. Pronto pude distinguir la silueta lisa de acero a través de la bruma. Pero algo estaba
mal. Era sutil al principio, pero ahora más pronunciado. Esta estación no era nada de lo que
esperaba. Supongo que tenía esta imagen de una elaborada y adornada, estación de tren antigua,
toda luminosa, animada y brillante. Tal vez como la Gran Estación Central en los cincuenta. Pero
este lugar parecía y sentía más sombrío, gris, insignificante y poco a la moda por lo bajo. Esta
estación no era antigua, sino que vieja y abandonada. Podía sentir el hedor creciente, el aire
repugnante, aceitoso y sucio de la basura en el cemento. Esta estación me hizo recordar el por qué
la gente ya no usa mucho los trenes. Me sentía mal agradecido e incluso por entretenimiento, pero
no podía dejar de pensar, “¿Qué pasa si es que todos estaban emocionados de mandarme a un
destino que resulta ser algo que no imaginaba o ni siquiera quería?”
Ahora estoy parado, congelado del miedo de pensar a donde me llevará el próximo paso
que dé. Tengo esta sensación abrumadora de que sólo debería darme la vuelta y volver a mi
habitación. Miro hacia atrás, pero no hay nadie que pueda reconocer detrás mío.
Lo único que puedo reclamar son las palabras de mi amigo, “Creo que tu parte es sólo
caminar hacia adelante”. Caminar hacia adelante... ¿Hacia qué?
De pronto, recordé el día en que estuve frente a ese letrero de Confiar en Dios después de
haber dejado la Habitación de las Buenas Intenciones unas horas antes. Recuerdo la poca
esperanza que tenía en ese camino. Así que, con el mismo suspiro y atrevimiento, caminé hacia
adelante.
La silueta de Alguien que empecé a reconocer emergió de la niebla... y sonreí. El aire
seguía estancado, la habitación seguía siendo monótona y fea. Pero, por lo que he aprendido este
último año y medio, sabía que la Persona caminando hacia mi, se preocupa por mi profundamente,
no comete errores, y probablemente tiene una buena idea de dónde estoy a punto de ir.
*******************************************************************
NOTAS