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REGLA NÚMERO ONCE PARA EL ESTUDIANTE DE PRIMER AÑO: “NO INTERFERIR EN LOS ASUNTOS DE

LOS VETERANOS”.

-¡Cuarenta y cuatro! ¡Cuarenta y cinco! ¡Cuarenta y seis! ¡Cuarenta y siete!


-¡Paren! ¿Todavía no entienden como se hace? ¿Cuántas veces desde el inicio del semestre se
los he pedido? ¡No hay ni un solo progreso! ¡Vamos, otra vez van a comenzar de nuevo!
¡Empiecen!- en el mismo número que la vez anterior, casi llegando a la meta pero que era algo a
lo que los alumnos del primer año ya están acostumbrados, recibiendo la tarea de detenerse y
comenzar desde cero, abrazarse mutuamente por los hombros y sentarse cincuenta veces.
Los novatos tenían en mente que después de los juegos deportivos entre los estudiantes del
primer año, su vida sería buena, más porque la facultad de ingeniería mostró sus mejores
habilidades y ganó en competiciones en todos los deportes, además, los representantes de
ingeniería fueron los que ganaron los títulos de estrella y luna universitaria. Por esta razón, los
alumnos esperaban que los veteranos apreciaran el espíritu de unidad de los novatos.
Estaban equivocados
Al final, los veteranos permanecieron siendo crueles encargados de la novatadas, con aquellas
rigidez características. Alumnos de tercer año que todavía eran demonios a los ojos de los de
primer año, tal vez, se habían vuelto aún más terribles que antes, probablemente porque faltaba
sólo una semana para la despedida y el cierre de las reuniones diarias con la novatada. Por lo
tanto, aspiraban a confirmar nuevamente su reputación severa, de lo contrario el concepto cruel
de los veteranos habría sido ensuciado. Y aquellos que se echaran atrás a tan poco no serían
capaces de completar su primer año. No sabían de antemano que sucedía, pero sí que era
cuestión de agachar la cabeza y aceptar su destino.
Los novatos se tomaron el uno al otro por los hombros y estaban listos para comenzar la
ejecución de la orden, pero no tuvieron tiempo para empezar a contar cuando la puerta del salón
de reuniones se abrió y cinco o seis caras con una expresión rigurosa en sus rostros, entraron en
la sala. Sus rostros no eran familiares, pero los jóvenes adivinaron que eran estudiantes del
cuarto año de universidad de ingeniería, porque tan pronto como los encargados de las
novatadas se voltearon y vieron a los visitantes, ellos pusieron rectas las espaldas, agacharon la
cabeza en un saludo formal y un unísono saludaron.
Aquellos a quienes el saludo fue dirigido asintieron en respuesta y entraron en el centro del
pasillo, los alumnos de tercer año educadamente cedieron su lugar a ellos y presentaron a los
visitantes a los alumnos del primer año:
-¡Novatos, estos son los estudiantes del cuarto año! ¡Saluden!
Los jóvenes saludaron en voz alta, después de que se les ordenara a sentarse y prepararse para
oír a la generación más vieja, aquella que tenía poder sobre los más jóvenes por completo. El
corazón de los novatos latió con entusiasmo, no sabían el propósito de los estudiantes de cuarto
año al llegar al salón de reuniones.
Además, si los alumnos del tercer año ya eran mentores irracionalmente severos, ¿Qué podría
esperarse de la generación más vieja? En el caso de que fuera a forzarlos a realizar castigos
más elaborados, probablemente eso daría lugar a la muerte.
Casi no respiraron a la espera de sus órdenes. Pero entonces, contrario a sus suposiciones,
ellos hablaron.
-¡Novatos, hemos escuchado que ustedes tuvieron buenos resultados en los juegos de los
estudiantes! ¡Muchas felicitaciones!
No hubo castigos sino palabras orgullosas.
Los integrantes encargados de las novatadas se veían sorprendidos, que los estudiantes de
cuarto año dieran sus felicitaciones era inusual, en la mayoría de los casos, los veteranos
usaban sólo palabras destinadas a ejercer presión o herir a los jóvenes.
Sólo porque tenían el derecho de hacerlo, y todos los alumnos tenían que regirse bajo la ley que
decía que quien llegaba más temprano, era un superior; quien llegaba más tarde, eran novatos; y
sí se compartía antigüedad serían camaradas. Entonces los estudiantes que entraban en la
universidad más tarde, tenían que obedecer y respetar a aquellos que había comenzado a
estudiar antes. De acuerdo con este principio, sólo los del último año eran quienes podrían
controlar a los estudiantes de tercer año.
Los estudiantes del cuarto año volvieron la atención hacia el grupo de la novatada que estaban
silenciosos y con la espalda lo más recta posible.
-Bueno, en cuanto a ustedes, estudiantes de tercer año, estoy empezando a dudar de que sean
capaces de hacer un buen trabajo, así como los novatos.
Recibí informaciones que castigan a los jóvenes, forzándolos a correr, agacharse, hacer
abdominales con saltos, empujarlos e incluso pedir para ejecutar 54 vueltas alrededor del
estadio.
Kongphob rápidamente levantó la cara al escuchar las últimas palabras. El estudiante mayor
habló sobre el día en que Kongphob fue castigado por los veteranos, y eso, sin contar las
flexiones y el hecho de que Kongphob fue castigado dos veces más severamente con otros
compañeros por no tener una insignia con un nombre. La verdad, después de eso Kongphob no
volvió a ser castigado con tanta crueldad, ya no se atrevió a arriesgarse a levantarse de su lugar
y ser un héroe. Al escuchar a los alumnos de cuarto año, Kongphob consiguió contenerse y
sentarse tranquilamente al lado de sus camaradas en lugar de explicar lo que había pasado, no
quería ser castigado.
Y, aunque todo eso podría ser llamado como asuntos de tiempos pasados, los castigos no
fueron olvidados por los espectadores, y los novatos tenían presente de quién era el hombre sin
corazón que dio todas aquellas órdenes.
-¿Quién es el líder?
-¡Yo!- Arthit dio un paso al frente atendiendo al llamado con una cara sin miedo y tranquilidad en
función de su papel principal de jefe de la novatada.
Él esperaba más preguntas de los estudiantes del cuarto año, con un aire serio.
-Explique las razones por las cuales usted castigó a los novatos injustamente.
-He castigado a los alumnos del primer año para mantener la disciplina- dijo una respuesta clara.
Todos los novatos conocían ese motivo, pero más de una vez, muchos de ellos cuestionaron los
métodos utilizados, que obligaron a los alumnos del primer año a realizar tareas repetidas varias
veces y sin poder complacer a los veteranos. Algunos jóvenes creían que el grupo de la
novatada se comporta de esa manera para regocijarse de su poder, y no con buenos objetivos
de entrenar la disciplina de los novatos. Eran un tema importante que mantenía inconformes a
los jóvenes por un largo tiempo, y ahora que hablaban de este, ellos se congelaron.
-Ya que eres capaz de dar tales órdenes, creo que puedes soportar los mismos castigos y
cumplirlos.
-¡Lo soy!
-¡Entonces, demuéstralo, háganlo ahora, frente a los alumnos de primer año!
Al final del discurso de los veteranos, el líder de las novatadas se volvió a sus camaradas y
pronunció con voz fuerte una medida de castigo.
-Estudiantes de tercer año, atentos a la orden, suban y bajen cien veces además de cien
flexiones. Yo, al ser un líder, me comprometo a realizar adicionalmente cincuenta y cuatro
vueltas al campo.
¡Empiecen!
-¡Entendido!- gritaron conformes, expresando su disposición a llevar a cabo las medidas de
sanción en contra de ellos, después de que se alinearon, pusieron sus manos sobre los hombros
de los otros y comenzaron a ponerse en cuclillas, realizando el número de repeticiones pedidas.
Es importante resaltar que los veteranos se ofrecieron para realizar ejercicios en una mayor
cantidad de lo que ellos pidieron a los novatos. Los estudiantes del primer año observaron lo
que estaba pasando con los ojos aburridos.
Algunos de los estudiantes más jóvenes pueden haber experimentado algún sentimiento de
venganza reprimido siendo al fin satisfecho mientras observaban a los veteranos realizar el
castigo. Pero la mayoría de ellos se mantuvieron sin una sonrisa sobre su rostro. Pero lo que
todos compartían era el desconcierto. De cierto modo, los jóvenes entendieron porque el jefe a
cargo de las novatadas era quien estaba a cargo del sistema SOTUS.
Además, cuando los alumnos del primer año tuvieron problemas, los veteranos fueron los
primeros en ayudarles en encontrar una solución, no directa pero siempre motivaron a los
jóvenes a terminar lo que habían comenzado, llevando todo hasta el final.
Tal vez el orgullo de los alumnos del primer año nació gracias a las acciones de los veteranos.
Por lo tanto, muchos jóvenes no pudieron mantenerse escépticos al castigo, se sentían
incómodos en una situación en la que los veteranos eran castigados.
Kongphob quería levantar la mano y pedir permiso para asumir el castigo él mismo, pero temía
que la situación sólo empeorara. Además, ellos nunca permitirían que un novato asumiera el
castigo asignado a ellos. Así que, manteniendo el orgullo de los alumnos de tercer año, los
estudiantes más jóvenes tuvieron que soportar y observar el proceso de castigo. Y aunque sus
superiores a cargo de la novatada fueran de caras duras, acostumbrados a entrenar y a
mantenerse firmes, estaban completamente sudados y respirando con pesadez, como si
estuvieran a punto de perder completamente sus fuerzas.
Sin excluir a Arthit.
Sin embargo, él fue el único que salió del salón de reuniones para cumplir el segundo castigo.
Ejecutar cincuenta y cuatro vueltas al campo.
Después de la reunión, Kongphob tenía toda la intención de seguir Arthit. Pero, antes de que
pudiera salir de la sala de reuniones, escuchó la voz de Em.
-Kong, ¿A dónde vas?
- Quiero ver a P'Arthit correr.
- Vamos, ¿Realmente crees que va a correr? Tú mismo no pudiste realizar toda la distancia, no
lo dejaran hacerlo.
Varios de sus compañeros empezaron a opinar lo mismo, y Kongphob debía de admitir que
incluso él lo creía. Después de todo, no superó todas las vueltas, sólo ejecutó seis o siete
después de que la enfermera le pidiera sentarse y descansar con otros alumnos.
Si se forzaba a recorrer toda esa distancia, eso ciertamente lo haría terminar en un hospital. Y,
aun así, a la mañana siguiente, los pies de Kongphob todavía estaban vergonzosamente
heridos. Arthit ya había realizado una gran cantidad de ejercicios y, sin duda, estaba mucho más
cansado que Kongphob el día de su castigo. Por lo tanto, Konghob no estaba seguro de que
Arthit tuviera fuerza para dar más de tres vueltas al campo.
-Quiero comer, pero tenemos que regresar a reparar el informe de mañana, no puedo creer que
a pesar de toda la tarea todavía nos pondrán un examen- Kongphob escuchó a Em quejarse. El
miró al reloj, eran casi seis de la noche, hora de la cena.
La lectura de los libros llevaría mucho tiempo, y si Kongphob iba a ver a Arthit, se quedaría sin
tiempo.
Aunque, eventualmente, si Arthit seguía ahí él no sería de mucha ayuda.
Así que Kongphob abandonó esa idea y fue a cenar con Em y otros amigos, y luego regresó a su
edificio en su motocicleta para comenzar a preparar el informe del inglés. Cuando terminó, fue a
la planta baja para imprimir su trabajo. Después de eso, regresó a la sala y empezó a ojear sus
apuntes de análisis matemático, la materia que presentaría al día siguiente.
Después de haber estudiado sólo la mitad de la materia, Kongphob se sintió cansado y con
sueño aunque su mente aun no pudiera librarse del todo de las fórmulas atrapadas en su
cabeza. Era las nueve de la noche, y el novato decidió que un vaso de café le ayudaría a hacerle
frente a las tareas que aún le faltaban por terminar. Kongphob miró a la ventana y notó que
estaba lloviendo. ¿Cuándo comenzó esa lluvia? Una vez se sentó detrás de los libros de texto,
Kongphob dejó de prestar atención a su alrededor.
El novato sacó un paraguas, salió de la habitación, bajó al primer piso de ascensor y se entró en
una tienda de convivencia cerca del albergue para comprar algunos refrigerios, comer y
deshacerse de la somnolencia. El caminó bajo el paraguas, pero la lluvia se hizo más fuerte y
algunas personas estaban escondidas de la lluvia en la tienda.
En el camino a la tienda, Kongphob casi chocó con una motocicleta estacionada en la acera. Por
lo que se detuvo justo cuando dos alumnos llegaron, completamente empapados, apresurados
por esconderse de la lluvia. Kongphob escuchó sin planear su conversación, ambos se gritaban
para hacerse escuchar sobre la lluvia.
-¡Qué desastre, un aguacero!
-Sí, no parece que vaya a quitarse pronto, ¿Aun será buena idea ir a la facultad, o es mejor
volver?
-¿Estás loco? ¡No! La lluvia seguro se clamará, no todos los días vez corriendo a un alumno de
los últimos cursos en el estadio.
-No lo sé, se está poniendo peor ¿Cómo alguien podría correr ahora?
-Tienes razón…Tal vez no haya nadie, también es difícil de ver en la oscuridad.
Kongphob congeló. El novato pensó en el único hombre que podría estar corriendo alrededor del
estadio justo en ese momento.
Esperaba equivocarse.
La respuesta que surgió en la cabeza de Kongphob le hizo olvidar el propósito de su visita a la
tienda. El inmediatamente corrió hacia su edificio, tomó la motocicleta, se aseguró de tomar el
paraguas y corrió hacia la universidad. Tal vez lo que decía ese chico eran sólo rumores, pero él
tenía que asegurase de ello con sus propios ojos, para estar seguro.
Kongphob estacionó la motocicleta cerca del campo y empezó a buscar al hombre del que
hablaban. La luz de varias linternas en el estadio eran visibles, pero debido a la fuerte lluvia, el
paisaje no era del todo visible. La silueta de Arthit no era visible.
Suspiró con la posibilidad de que en realidad no estuviera esa persona ahí en su pecho.
En realidad, ¿Quién correría a esa hora, e incluso con la lluvia cayendo con esa fuerza? Sólo
hizo falta que escuchara de cualquiera que Arthit podría estar corriendo en el estadio y eso fue
suficiente para que Kongphob no dudara en correr hacia ahí.
El novato volvió a suspirar con cansancio, maldiciendo en voz alta. Él se volvió dispuesto a
volver a su edificio, pero una especie de sonido seco lo detuvo.
Fue un sonido silencioso de lejos. Pero a pesar de la lluvia, Kongphob percibió que era la caída
del hombre que corría alrededor del estadio. La persona a la que esperaba ver.
Kongphob se apresuró hacia él sin perder un segundo en dudar. El estudiante de primer año se
congeló al ver el estado del jefe de las novatadas.
Cada parte de su cuerpo estaba completamente empapada, incluyendo sus cabellos,
pantalones, una camiseta negra de cuello redondo bajo su uniforme de veterano; pero, sobre
todo, Kongphob quedó aturdido con la expresión completamente exhausta en su rostro, uno que
demostraba haber estado luchando con terminar el castigo.
- P'Arthit, ¿Qué estás haciendo? ¡Está lloviendo, para, deja de correr!- Kongphob se apresuró a
estirar el paraguas sobre su cabeza, quedándose él mismo bajo la lluvia.
Pero eso al novato no le importaba porque no era nada comparado con el estado de fatiga del
líder de las novatadas.
Arthit respondió con una voz jadeante y lo más dura que pudo.
-Déjame en paz, sólo faltan cinco vueltas y voy a correr hasta el final.
¿Tenía que dar cinco vueltas más? Entonces, ¿Desde las seis de la tarde hasta ese momento,
Arthit había estado corriendo alrededor del estadio, justo cómo prometió? ¿Y no quería parar
hasta que hubiese terminado de correr todas las vueltas?
Kongphob ni siquiera ejecutó la mitad de las vueltas según lo exigido por su castigo, y ahora él
no podía entender por qué Arthit insistía en soportar tal sufrimiento para el bien de honrar su
posición de veterano… ¿Y sólo para el bien de quién? ¿Todo se trataba de orgullo?
-Pero Arthit, estas empapado, puedes enfermarte, necesitas dejar esto, irte a descansar-
Kongphob intentó insistir. Pero su consejo fue nuevamente rechazado.
-¡Si quieres ayudarme, vete lejos de aquí y mantente al margen, no me impidas completar la
tarea!
-¡Bien, en ese caso, voy a correr contigo!- Kongphob anunció su decisión y empezó a correr en
paralelo con él, a lo largo del camino sosteniendo un paraguas para Arthit hasta que él se detuvo
para darle una rígida orden.
-¿Qué estás haciendo? ¡Ya te dije que te vayas!
Pero Kongphob se prohibió renunciar, así que repitió sus palabras anteriores con un tono
insistente y sincero.
-No. Si no te detienes, no voy a dejar de correr detrás de ti.
-¡Kongphob!- Arthit gritó con fuerza el nombre del alumno del primer año después de perder la
paciencia.
Kongphob sabía que Arthit estaba enojado, pero no podía dejar al líder de las novatadas en una
carrera en el estadio bajo un aguacero. Y él no lo habría hecho si no fuera por la intervención de
una tercera persona, con la apariencia tan dura que la atmósfera se hizo aún más pesada.
Kongphob y él se volvieron al ver al amigo de Arthit, miembro del grupo de la novatada, quien se
acercó a ellos, escondiéndose de la lluvia con un paraguas.
Arthit no se sorprendió con la apariencia de su amigo y se quejó con él con una expresión irritada
en la cara:
-Un grano en el trasero me está impidiendo terminar, resuelve este problema para que pueda
continuar.
El amigo de Arthit cambió el foco de su atención hacia el novato. Él le preguntó a Kongphob la
razón de su atrevimiento al contradecir a un superior.
-Novato, ¿Qué estás haciendo aquí?
-No entiendo ¿Por qué debería estar corriendo en un aguacero? Si no se detiene, voy a correr
con él.
Kongphob esperaba que el compañero de Arthit se apiadara de su propio amigo, y el novato
pensó en sacrificarse y correr la distancia faltante para demostrar el espíritu que él había
adquirido. Pero todo resultó de forma diferente de lo que había planeado en su cabeza. El
veterano no escuchó su propuesta, en cambio, dio una explicación simple y rápida.
-Este es un castigo para el jefe de las novatadas, y no para un estudiante de primer año.
-Pero…
-¡Deja de hablar, no voy a permitir tu petición! ¡Ahora, vete!
Y con esa sentencia se acabaron sus posibilidades de protestar.
Kongphob sabía que era inútil argumentar. Si él no obedecía la orden de un veterano, y de uno
tan grande como ese gigantesco chico parecido a un épico mítico tailandés, probablemente él
simplemente lo forzaría a irse.
Kongphob miró a Arthit con perplejidad. El líder de las novatadas se alejó y continuó corriendo
bajo la lluvia, una que gradualmente disminuyó.
Kongphob permaneció de pie, solo, y después siguió los pasos de Arthit bajo el pabellón de
estadio.
¿Por qué?
¿Por qué los estudiantes del tercer año sólo se limitaban a ver a su propio compañero ser
forzados a correr? ¿Por qué no lo ayudaban? ¿Por qué debería estar solo? ¿Por qué, Kongphob,
no puede recorrer las vueltas restantes en lugar de Arthit?
El humor pensativo de Kongphob desapareció por la sorpresa de ver a la multitud de personas
sentadas una vez que llegó al pabellón del estadio. Todas esas personas eran estudiantes de
ingeniería, los miembros del grupo de animación, enfermeras, incluyendo Fang, quien, después
de ver a Kongphob, se acercó a él.
-¡Kongphob, estas empapado! Necesitas una toalla. Ve a sentarte con sus amigos, voy a
buscarla.
¿Sentarse con sus amigos?
Kongphob miró a la mesa, donde estaba Fang. El novato abrió los ojos con sorpresa cuando vio
cerca de veinte de sus compañeros de clase, también de pie debajo de un techo. Algunos de
ellos estaban vestidos con ropa casuales de la misma forma que Kongphob, algunos todavía
estaban tenían el uniforme y, al parecer, aquellos que no regresaron a sus casas a lo largo de
día. Había una chica de gafas, Kongphob la saludó:
-¡Oye Kong, ven a sentarse con nosotros!
Ella recordaba el nombre del novato, porque por culpa de Kongphob perdió su etiqueta el día en
que el alumno de primer año no pudo responder a la pregunta del jefe de las novatadas, y luego
Kongphob le entregó la suya, aun cuando él fue castigado por ello. Ella, desde ese momento,
estaba terriblemente asustada con los veteranos y lloró amargamente.
Pero tampoco pudo evitar cambiar ese miedo por empatía y ansiedad por lo que estaba
pasando.
-¿Por qué están aquí?- Kongphob les preguntó, tratando de entender lo que estaba pasando.
May se apresuró en responderle con una sonrisa.
-Llegamos hace acerca de una hora, después de las clases en la biblioteca, volvíamos a los
edificios y pasamos por el estadio así que pudimos ver que P'Arthit todavía estaba corriendo,
llamamos a nuestros compañeros y ellos también quisieron venir a ver.
May y sus amigos comenzaron a decirle los detalles Kongphob.
-Sí, acabamos de tomar una foto y la publicamos en Facebook así todos la verán y compartirán,
¡Ya tiene muchas reacciones!
Kongphob se dio cuenta de que él no era el único que sabía que Arthit todavía estaba
cumpliendo su castigo, empeñado en terminar todas las vueltas impuestas.
El tono de llamada de su teléfono interrumpió la conversación. Kongphob había olvidado que
llevaba su celular con él. Lo tomó del bolsillo de sus pantalones cortos, aun húmedos. Agradeció
que la tela fuese gruesa y que la humedad no hubiese llegado a su teléfono.
El nombre de un amigo cercano de Kongphob brillaba en la pantalla y él respondió a la llamada.
-Hola, Em.
-¡Kong! ¡Noticias urgentes! ¡Acabo de ver en Facebook, que el jefe de las novatadas todavía
está corriendo por el estadio!
-Sí, lo sé, estoy justo al lado del campo.
-No creí que fuese verdad que aun estuviera corriendo, y menos ahora que está lloviendo
mucho, no puedes ser que pueda correr bien bajo toda esa lluvia, ¿Está loco o qué?
¡Realmente, sólo un loco sería capaz! Una persona normal no lo haría.
Arthit era sin duda un verdadero loco. Y sus supuestos amigos, aunque ellos sabían que el jefe
de los veteranos estaba sufriendo, no extendieron una sola mano de apoyo. Sólo se levantaron
de sus asientos y esperaron con ansiedad hasta que Arthit terminara de cumplir su promesa.
Fue cuando Kongphob se dio cuenta de lo grande que era la dignidad y el sentido de honor del
líder de los veteranos. El novato comprendió porque Arthit tomó el cargo del jefe de las
novatadas.
Kongphob se preguntó si llegaría el día en que Arthit le pediría ayuda, si alguna vez aceptaría la
simpatía que él le ofrecía.
Kongphob miró a través del velo de lluvia que gradualmente se detenía, cuando Arthit terminó la
carrera.
Veteranos y el equipo médico se apresuraron hacia él, llevando consigo una toalla en la que
envolvieron a Arthit que estaba temblando de frío. Kongphob no desobedeció a sus piernas que
se movieron en su dirección sin pensar hasta alcanzarlo, ignorando la presencia de los demás
veteranos.
-¿P'Arthit, todavía puedes caminar?
A pesar de que el jefe de los veteranos estaba tan agotado que apenas podía hablar él encontró
la fuerza para levantar la voz.
-Novato ¿Por qué sigues aquí?, vete a casa, no es asunto tuyo.
La última frase fue una prohibición a Kongphob de permanecer en la cancha, quería ayudar a
Arthit a llegar al automóvil al que se dirigían, el cual estaba aparcado cerca de ahí.
-¡Iré contigo!
Arthit volvió a levantar la cabeza. La ropa del líder de las novatadas se secó lentamente, pero su
rostro aun húmedo mantuvo una expresión severa.
Estaba furioso. Arthit hizo de nuevo la misma pregunta.
-¿Por qué nos estás siguiendo?
-¡Deja que te acompañe!
-¡No! ¡Estudiante de primer año no deben lidiar con los asuntos de los estudiantes del tercer año,
no te entrometas en los asuntos de los veteranos!
-¿Entonces los estudiantes de primer año no tienen derecho a preocuparse por los estudiantes
de tercer año?- gritó Kongphob en alto frente todo el estadio.
Los presentes se congelaron en silencio, transformando diferentes puntos de vista en la cabeza
de la mayoría.
Kongphob miró a Arthit con una mirada implorante.
Él quería saberlo. Ansiaba una respuesta sincera.
Esperaba que Arthit entendiera que no sólo Kongphob, sino muchos otros estudiantes del primer
año estaban preocupado por él y querían asegurarse de que está bien.
En respuesta, Arthit simplemente desvió la mirada y se volvió hacia su amigo.
-¡Vámonos! ¡Ya le he dicho que no se entrometa en los asuntos de sus superiores, y si no
obedece voy a castigarlo hasta acabar el año!
Después de amenazar al novato, Arthit se volvió y se dirigió al automóvil, junto con los demás
veteranos.
Sólo los alumnos del primer año y miembros del grupo de animación permanecieron en el
estadio, y empezaron a dispersarse, ya que la lluvia había disminuido.
-Kongphob, vamos- la voz de May obligó al reflexivo Kongphob a salir de sus pensamientos.
El asintió con la cabeza y siguió a los demás al edificio en donde pudieran cubrirse de la leve
lluvia, la misma que caía en el suelo y creaba arroyos de agua que inevitablemente se unían a la
corriente.
Así fue como Kongphob se sentía en ese momento.
Seguía intentando transmitirle a Arthit algo importante, pero sus esfuerzos eran inútiles y no
parecían llevarlo a ninguna parte.
Y, probablemente, nunca lograría llegar a tocar su corazón.

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