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1. Preliminares
2. Introducción
En la cultura colombiana es común el uso de refranes por parte de las personas para
explicar sus puntos de vista, enfatizar ideas o sencillamente para generar un ambiente
distendido en las conversaciones. Sin embargo, en algunas ocasiones estas expresiones
contienen estereotipos de género que afectan a las mujeres en sus derechos.
El uso comúnmente aceptado por los bogotanos de refranes que incluyen estereotipos de
género perpetúa la discriminación verbal hacia la mujer, debido a que los mensajes que
contienen se transmiten de persona a persona y se difunde su utilización en diversos
contextos. Los estereotipos de género que están inmersos en estos mensajes son
introducidos de manera irónica o con supuestas “frases sabias” que complejizan la
visibilización del fenómeno violento y contrarrestan la respuesta.
Por esta razón, las paremias, proverbios o frases que contienen estereotipos de género
son utilizadas por hombres y mujeres, sin precaución sobre el contenido del mensaje o
la afectación que pueda generar. La falta de el reconocimiento necesario sobre los
efectos del estereotipo de género que conlleva cada frase y sus efectos es lo que
incrementa la aceptación y la utilización de este. El reconocimiento de la presencia de
violencia sexual en los contenidos cotidianos es necesario para eliminar o reducir el uso
de paremias, proverbios o frases que discriminan a las mujeres.
Para comprender el alcance del presente trabajo es importante establecer: (i) que
estamos comprendiendo por refranes y (ii) a qué nos referimos con ese uso comúnmente
aceptados de los mismos. Todo ello con la finalidad de (iii) fijar la pregunta de
investigación que guía este trabajo y nuestro objetivo.
Las paremias, refranes o proverbios son propios de todas las sociedades a lo largo de la
historia. La llamada “filosofía vulgar” o “sabiduría popular” es atribuida a las clases
más humildes, que traían consigo mensajes de tipo práctico en cuanto a elementos
laborales o instrumentales, y también de tipo moral, que son los que más han
permanecido en las comunidades y los individuos a través de la tradición oral (Combet,
2020). Su objetivo es informar al oyente sobre situaciones cotidianas o entregar
precauciones que le sirvan de soporte sobre la vida práctica. Adicionalmente, también se
les atribuye la función de entregar un mensaje de rebeldía frente a hechos políticos,
sociales, económicos, religiosos entre otros temas de similar importancia.
Los humanistas, en el siglo XVI, los elevaron al nivel de evangelios breves, con el fin
de contrarrestar el poder de la iglesia. Sin embargo, en el siglo de las luces fueron
menoscabados por el pensamiento materialista, racional y lógico de los filósofos y
estudiosos de la época. Desde entonces se le atribuye el uso de paremias al vulgo y a las
personas ignorantes, indicando que estos tienen como fin tergiversar el conocimiento y
dañar la mente del pueblo.
“Pero además para quien considere que los refranes ya no se usan tanto les
mostramos algunos de nueva data donde se percibe cierta reiteración del
estereotipo y rolfemenino tradicional en perfecto estado de salud actual.
Nos detenemos aquí, sin embargo, los ejemplos en el mismo sentido son
innumerables.” (Fernández Poncela, 2011)
Así, de un país a otro también sufren modificaciones para que sean comprendidos y
aceptados. La tradición oral es un elemento fundamental de la formación del hombre,
que alrededor del conocimiento de los mayores van tejiendo redes de conocimiento que
serán retransmitidas posteriormente a las nuevas generaciones.
“Pero este interés por instruir, formar o adoctrinar tiene su origen en la literatura
oral, la literatura tradicional que se ha transmitido a lo largo de los años de
padres a hijos, a través de cuentos, refranes, sentencias, canciones... que se oían
tanto en las plazas como alrededor del fuego en las cocinas.” (Etxaniz, 2011)
Los cambios realizados a estas expresiones del conocimiento popular, que fueron
adoptadas en cada comunidad, responden a la necesidad de eliminar elementos violentos
o de contenido explícito en temas sexuales, para que tuviera una mayor aceptación por
los individuos más educados. (Etxaniz, 2011). Sin embargo, con el paso del tiempo, la
minimización de ese carácter violento u ofensivo ha disminuido y las paremias se han
tornado nuevamente violentas y vulgares, pero como las expresiones verbales cotidianas
que ofenden o discriminan a las mujeres son consideradas parte de la cultura popular y
utilizadas de forma frecuente, se van normalizando en las narrativas de la comunidad.
Esta situación se refleja en todas las regiones del país, como es el caso particular de los
habitantes de la región caribe y sus “piropos”.
¡“Plancho, barro, trapeo y aguanto cacho”! Con esta expresión se quiere decir
que el hombre soportaría cualquier clase de oficio con tal de tener a la mujer.
Los refranes, paremias, proverbios o adagios son catalogados como elementos con un
“valor cultural incalculable” (Manzanedo, 1962), que pueden transmitir conocimientos,
experiencias y esa “sabiduría popular” que aplicada en la práctica resulta útil y
constructiva.
Común es un término que proviene del latín commünis, cuya etimología se refiere a lo
que es “compartido” y a aquello que es “comunal” o comunitario, según la Real
Academia de la Lengua Española. Es decir, lo común es algo que integra a más de un
individuo, o que es compartido por diferentes personas de una misma agrupación. El
elemento de aceptación común es una afirmación del imaginario colectivo de las
concepciones culturales que se desarrollan al interior de una sociedad. Esto implica
actividades, conceptos, costumbres y escenarios comunes, en los que se desarrolla la
vida de dicha comunidad.
La creación de un mensaje busca recepción, aceptación y uso por parte del emisor
(Mata, 1985). Si el mensaje logra estos tres elementos en medio de una comunidad, será
replicado de un individuo a otro, lo que hace que su uso se acepte y replique. De la
repetición del mensaje dependerá que sea aceptado y adherido al imaginario cultural.
“Es por esto por lo que, en las conversaciones cotidianas, la emisión de mensajes
orales tiene un alto grado de redundancia, es decir, el mismo mensaje es
formulado varias veces con pequeños cambios, hasta que el receptor lo reciba
completamente.” (Amodio, 2006)
Cuando se habla de uso común y aceptación de mensajes, esto se fundamenta en la
tradición oral que se alimenta de mensajes utilizados por los individuos de una
comunidad y que hacen parte de la cultura popular de esta. Estos mensajes se
transforman con los individuos y van formando parte de la memoria colectiva, que
trasciende los tiempos y se arraiga en el acervo cultural de las sociedades.
Si los refranes son, de suyo, mensajes de creación propia de las comunidades, que
buscan expresar esa llamada “sabiduría popular”, y son de uso comúnmente aceptado,
podemos decir entonces que estas paremias o refranes se convierten en un elemento
tradicional de los pueblos, y, por tanto, su utilización trasciende las generaciones y las
modernizaciones lingüísticas. Con parte del folclore y se arraigan en el lenguaje
colectivo, que pasará de una generación a otra.
En este marco de comprensión se ubica el presente trabajo, el cual busca entender cómo
los estereotipos de género que están presentes en los refranes usados comúnmente por
los bogotanos ayudan a perpetuar los ciclos de discriminación verbal hacia las mujeres.
Así, la pregunta central puede sintetizarse: ¿La discriminación verbal hacia las mujeres
se perpetua por medio del uso culturalmente aceptado de refranes que contienen
estereotipos de género?
3. Resultados
Los encuestados fueron 56 personas del género masculino y 54 del género femenino. En
la primera pregunta encontraron 4 refranes y frases que utilizan estereotipos de género.
Se les preguntó si las han utilizado o han escuchado que otras personas las utilicen.
El 53,6% de los encuestados afirman haber escuchado o dicho la primera frase de la
encuesta: “a las mujeres les gusta que les peguen”; el 24,5% han escuchado o utilizado
la segunda “No le pegue tanto a su mujer, porque después no se la puede quitar de
encima”; el 85,4% utilizaron o escucharon la tercera frase: “porque te quiero te
aporreo”, 62,7% ha escuchado o dicho la cuarta frase: “las mujeres se visten como
cualquiera, por eso se ganan lo que les pasa”. Solo una de las frases está por debajo del
50% de reconocimiento, es decir que más de la mitad de los encuestados ha escuchado o
dicho frases con estereotipo de género.
Aunque la mayoría de los encuestados (89 personas) consideran que estos refranes o
dichos no pueden ser atribuidos a la sabiduría popular, aún existe un grupo de personas
(21 participantes) que atribuyen mensajes con estereotipos negativos al conocimiento
que una comunidad transmite a sus afiliados. Sin embargo, cuando frente a la pregunta:
“En una escala de 1 a 5 califique si estos dichos tienen un mensaje discriminador” el
85,5% de los encuestados, es decir, 94 personas, consideran que estos mensajes son una
forma de violencia, y el 14,5% restante va restando gradualmente importancia al
estereotipo de género que está implícito en el mensaje.
Consistente con los resultados de la pregunta anterior, hay 21 personas que le atribuyen
estas frases a la sabiduría popular.
Sin embargo, se reduce el número de personas que consideran que estas paremias tienen
estereotipos de género negativos y que pueden prestarse para discriminar a las mujeres.
El 80% de los encuestados piensa que el mensaje discrimina, 5% menos que en la
pregunta anterior, y quienes consideran que no genera ningún tipo de discriminación se
eleva de una a dos personas. Ante este grupo de frases, un 20% de los encuestados van
reduciendo paulatinamente su opinión frente a la discriminación que podrían generar
estos mensajes.
Con este nuevo grupo de frases encontramos un mayor reconocimiento por parte de los
entrevistados, y al mismo tiempo una mejor resistencia frente al mensaje.
Ante la primera frase: “Si sabe cocinar, ya se puede casar” , el 81,8% de los encuestados
manifiesta conocerla o haberla utilizado; la segunda frase: “Los hombres en la cocina
huelen a rila de gallina”, el 61,8% expresan que la utilizan o la han escuchado en otras
personas; el 93,6% escucharon y utilizaron la frase “Lloras como niña”; el 97,2% han
escuchado o utilizado la frase “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer”; con
respeto a la frase “Deberías ser un poco más femenina”, el 78,1% de los encuestados ha
dicho o escuchado que se menciona; con respecto a la frase "No hay como la mamá para
criar los niños”, 76,3% de los encuestados expresa que la ha escuchado o dicho.
31 personas del total de encuestados creen que estas frases provienen de la sabiduría
popular, 7 personas más que en la pregunta anterior. Puede notarse una reducción en la
en el número de personas que catalogan estos mensajes como discriminadores, (73
frente a los 88 que afirmaron que el mensaje discrimina en la pregunta anterior) y que
los encuestados que van reduciendo su percepción frente a la discriminación del
mensaje aumenta.
Solo 14 de los encuestados (12,7%) afirman no haber escuchado alguna frase que tiene
implícito un estereotipo de género. Significa que 96 personas si tuvieron algún tipo de
acercamiento a este tipo de mensajes que se introducen por medio de paremias, refranes
o dichos.
El 56,3% de los encuestados afirma que es frecuente o muy frecuente el uso de refranes
con mensajes específicos hacia la población femenina en la capital del país. Tan solo 9
personas consideran que no es frecuente su uso. En cuanto a la afectación que producen
estos mensajes, las cifras son interesantes.
Aunque el 49% de los encuestados son mujeres, el 64,5% se ha sentido afectado de
alguna forma por comentarios con estereotipos de género. 17 hombres afirman que ellos
se sienten maltratados cuando se utilizan este tipo de mensajes.
Para entender este tema, queremos remontarnos a un estudio desarrollado por Blanca
González Gavaldón:
“Para la comprensión social cada persona se estudia a sí misma, a las personas
con las que nos relacionamos, las relaciones que vinculan a unas personas con
otras y las representaciones de los sistemas e instituciones sociales. Las personas
no construyen sus teorías cotidianas sobre el mundo como un ejercicio
intelectual de aproximación a la verdad, ni como una muestra del nivel de
comprensión del conocimiento alcanzado en un determinado dominio; es una
tarea que constituye a las personas en agentes activos, ya que introduce
transformaciones en el mundo que le rodea.” (Ros García, 2012)
“Estos estereotipos sobre los deseos de las mujeres y los mandatos de los
hombres crean prejuicio hacía unos y otras, y por lo tanto en cierta manera
originan comportamientos de aceptación o rechazo, según sea el caso.”
(Fernández Poncela, 2011)
Así las cosas, aunque los estereotipos juegan un papel importante en la socialización y
la comprensión del universo social de todo ser humano, también desempeñan funciones
negativas, permitiendo que las personas sean catalogadas según rasgos generalizados,
produciendo prejuicios y discriminación. Esto afecta a las mujeres, por medio de
afirmaciones que buscan menoscabar su desempeño, sus cualidades, sus capacidades o
sus conocimientos. De esta manera, los estereotipos se convierten en herramientas para
la violencia verbal, que afecta directamente a la población femenina.
Entonces, por medio de los estereotipos se produce un reconocimiento y un sentimiento
frente a un acuerdo de percepciones, que, en el caso de los estereotipos de género,
refieren a condiciones y características de las mujeres. Al producirse un significado
negativo que se desprende de este estereotipo, las personas los utilizan para acentuar el
reconocimiento de estas condiciones o características de forma despectiva o vejatoria, lo
que lleva a la discriminación y a prejuicios. Se puede decir que, al utilizar comentarios,
frases, chistes, refranes, proverbios y otros elementos de la cultura popular, en los que
se integran estereotipos de género, se difunde el reconocimiento de estos aspectos
negativos y se induce a perpetuar la discriminación.
II. Violencia verbal
Este tipo de violencia se puede manifestar en dos momentos: ante las tensiones o las
situaciones que desatan la violencia, con manifestaciones verbales de odio y desprecio,
entre otras. Otro tipo de violencia verbal, que motivo de este análisis, es aquella que se
da por medio de expresiones cotidianas en las que se expresa este mismo odio,
resentimiento, rencor o molestia frente a las condiciones o las características propias de
la mujer, que se vuelven habituales y generan afectaciones psíquicas y psicológicas.
“A diferencia del ataque directo, que constituye una amenaza abierta y puede
por tanto ser rápidamente advertido y contrarrestado por el interlocutor, la
verdadera intención desprestigiadora que se esconde tras una aserción irónica
suele pasar desapercibida para este, que disminuye su actitud defensiva,
resultando así más vulnerable a la agresión verbal.” (Mancera Rueda, 2009)
La violencia verbal contra la mujer está presente en todo tipo de contenidos, desde el
cine (Morera Hernández, 2014), contenidos televisivos como noticieros o telenovelas, la
publicidad y hasta la literatura, haciendo frecuente su presencia en la vida de cada
individuo y dificultando su erradicación. Esto se debe a que no se tiene una clara
conciencia de la implicación violenta del contenido narrativo, y por ende se normaliza
dentro del lenguaje natural. En todos estos contenidos se reconoce el uso continuo de
estereotipos de género, perpetuando así las condiciones de violencia verbal que tiene un
efecto en las relaciones sociales y el inter-reconocimiento de los individuos y sus roles.
La comunicación, en términos de violencia y prejuicio está presente en la vida cotidiana
y no siempre el uso de esta es conciente.
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