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HUME

David hume nació en el siglo 18 en Edimburgo. Desde joven estudió


filosofía apasionadamente, sus padres le dijeron que tenía que ser
abogado y él se negó, prefirió estudiar filosofía. Con tan sólo 27 años ya
había escrito su obra maestra “tratado sobre la naturaleza humana”. A
pesar de ser un genio y tener unas ideas brillantes fue excluido de muchos
ambientes académicos por sus ideas escépticas y próximas al ateísmo
(teoría del conocimiento). Hume está convencido de que todo nuestro
conocimiento procede de la experiencia, y que todos los contenidos de la
mente humana son percepciones, no existen las ideas innatas o de
nacimiento, todo lo que conocemos lo conocemos a través de la
experiencia y a través de percepciones. Las percepciones se dividen en dos
grandes clases: las impresiones y las ideas, ahora mismo en la pantalla
puedes ver una mancha violeta, estás recibiendo la impresión del violeta
con un alto grado de fuerza y de viveza no te lo estás imaginando, no lo
estás recordando, lo estás percibiendo ahora mismo. Esto es a lo que
denomina impresión, percibir algo en el presente con toda la fuerza y
viveza. Ahora voy a hacer que desaparezca la mancha violeta y te voy a
pedir que pienses en el violeta, en tu mente estás generando una idea del
color violeta pero no lo estás percibiendo con la misma fuerza y viveza que
antes, ahora mismo ya no estás recibiendo una impresión del violeta sino
que estás generando una idea, la idea tiene menos fuerza y viveza que la
impresión, mientras que la impresión es del presente la idea es algo del
pasado. Hume está convencido de que la idea es dependiente de la
impresión, es decir que primero recibimos la impresión.

Imagínate la siguiente situación: Amiga apaga la televisión que te voy a


enseñar una valiosa lección, hoy te voy a enseñar lo que es el color violeta:
se dice que el violeta es el color que se percibe ante la foto recepción de
una luz cuya longitud de onda mide entre 460 y 482 nanómetros ¿te ha
quedado claro? Podemos creer que no le ha quedado demasiado claro lo
que es el violeta ya que las ideas no producen las impresiones, sino al
revés, si les enseñamos a ella cosas de color violeta entenderá mucho
mejor qué es el violeta. Las impresiones y las ideas pueden ser sencillas o
complejas, esta es una clasificación muy sencilla de comprender, cuando
nos referimos a un solo elemento decimos que se trata de una impresión
o idea simple por ejemplo un color determinado como él marrón y un
erizo sería una impresión o idea compleja a diferencia del anterior caso no
se compone de un solo color sino que tiene un color, forma, podemos oler
o lo podemos tocar. Si es cierto que las ideas requieren una impresión, yo
tengo la idea de un unicornio pero no tengo la impresión de un unicornio
ya que en mi ciudad no he visto ninguno. Porque? Además de la facultad
de la memoria que reproduce las ideas, poseemos otra facultad que es la
de la imaginación. Gracias a la imaginación podemos variar o combinar de
diversas formas las ideas. La teoría más famosa y revolucionaria de hume
es su crítica a la causalidad necesaria. Los científicos se dedican a observar
hechos, por ejemplo que la tierra gira sobre sí misma y también gira
alrededor del sol, que el agua cuando nos encontramos al nivel del mar
hierve a 100 grados centígrados o que si soltamos un objeto este se cae al
suelo debido a la atracción gravitatoria.

Ahora una pregunta ¿Cómo podemos estar totalmente seguros de que en


el futuro el agua seguirá hirviendo a 100 grados centígrados, como
podemos estar totalmente seguros de que en el futuro la tierra seguirá
girando alrededor del sol?, los científicos se miran los unos a los otros con
inseguridad y responden titubeando: como hasta ahora por costumbre las
cosas han sido así vamos a tener fe y vamos a esperar que sigan siendo
así. Hume se da cuenta de que no tenemos impresiones del futuro, no
tenemos experiencia del futuro y por tanto tampoco tenemos certeza de
qué es lo que va a suceder en el futuro, como mucho tenemos una
creencia. Hume demuestra que no se basan más que en el hábito en la fe
y en la esperanza de que las cosas sigan siendo tal y como han sido hasta
ahora. Hume cree que no es posible que la mente halle el efecto de la
supuesta causa ya que la experiencia es el fundamento de todas nuestras
conclusiones. La postura de hume nos invita a un escepticismo moderado
aunque no estemos 100% seguros de que en el futuro el agua hierva a 100
grados sería probable que así fuera. cambiamos por la probabilidad. Hume
cree que es la emoción y no la razón quien nos ayuda a diferenciar aquello
correcto de lo incorrecto, también cree que la felicidad es una conquista
que requiere fortaleza de ánimo, valor y energía. Como las personas que
se aprovechan del otro podrán triunfar en su empeño y lograr mucho con
poco esfuerzo pero al final serán víctimas de sí mismos, puedes engañar a
otros pero no te puedes engañar a ti mismo y no hay ningún placer
comparable a la paz interior del espíritu, a la conciencia de la propia
integridad, a la autosatisfacción con nuestra propia conducta que quiere
ser feliz pues lucha por ello.

PROBLEMÁTICA

Todos razonamos sobre el futuro a partir de nuestras observaciones sobre


el pasado. Cuando subimos a un avión, confiamos en que el aparato se
elevará porque, en el pasado, una gran cantidad de aeronaves casi
idénticas lo han hecho sin problemas en circunstancias muy similares.
Cuando preparamos una taza de café, creemos que nos provocará la
misma sensación placentera que en ocasiones anteriores. Todos estamos
seguros de que mañana saldrá el sol. Nuestras expectativas acerca del
futuro se basan en el método inductivo, según el cual tendemos a
proyectar sobre el porvenir las regularidades que hemos observado en el
pasado. En el siglo XVIII, David Hume propuso un célebre argumento
contra el método inductivo. Este partía de la siguiente pregunta: ¿cómo
justificar la expectativa de que el método inductivo continuará generando
predicciones mayoritariamente correctas en el futuro? Para demostrarlo
cabrían dos posibilidades: a partir de un argumento deductivo, o bien
mediante un razonamiento basado en nuestra experiencia previa con el
método. Pero parece claro que ningún argumento lógico o matemático
podrá justificar el método inductivo: el mundo podría convertirse mañana
en un lugar completamente caótico sin que ello contraviniese ningún
principio lógico o matemático. Por tanto, si no podemos justificar el uso
del método inductivo por medio de un argumento deductivo, tal vez
podamos recurrir a nuestra experiencia con el método. Al fin y al cabo, el
razonamiento inductivo nos ha brindado grandes servicios en el pasado.
Nuestra experiencia confirma una y otra vez que el método genera
predicciones certeras en la gran mayoría de los casos: el café casi siempre
nos reconforta y el sol sale todas las mañanas. Por tanto, parece más que
razonable concluir que continuará generando predicciones
mayoritariamente correctas en el futuro.
Pero Hume no se hubiese dejado impresionar lo más mínimo por el
razonamiento anterior. Después de todo, no hemos hecho sino emplear el
método inductivo para justificar el propio método. Podemos ilustrar el
inconveniente con un ejemplo, supongamos que existe una comunidad
individuos que a la hora de razonar sobre el futuro utilizan el método
contra inductivo: si observan una determinada regularidad en el mundo,
predicen que dicha pauta se esfumará en el futuro. La vida en la
comunidad contra inductivista se halla plagada de dificultades. La manera
de razonar de sus miembros los lleva a tomar decisiones descabelladas.
Dado que nadie ha sobrevivido tras lanzarse por un barranco, están
convencidos de que sobrevivirán cuando lo intenten. Pero, por
disparatado que parezca el método Contra inductivo siempre podríamos
justificarlo si para ello se nos permitiese recurrir al propio método: dado
que la mayoría de las predicciones generadas por el método contra
inductivo han sido erróneas, razonan los miembros de la comunidad, a
partir de ahora el método generará predicciones mayoritariamente
correctas. El problema de la inducción de Hume sugiere la siguiente
pregunta: ¿existe alguna estrategia para predecir el futuro que nos
permita justificar la expectativa de que sus predicciones se cumplirán la
mayoría de las veces? Hume creía que el método inductivo no satisfacía
dicho requisito. Y, en líneas generales, dudaba que existiese un método
tal.

A pesar del pesimismo de hume, uno de los axiomas de la teoría de


conjuntos, el axioma de elección parece implicar que al menos en ciertas
circunstancias idealizadas, si resulta posible predecir el futuro. A
continuación examinaremos un ejemplo: consiste en un juego en el que
habremos de realizar un número infinito de predicciones en el intervalo de
una hora. Imagine que, a partir de las 12 del mediodía, lanzamos una
moneda al aire cada una hora, para cada número natural. Los
lanzamientos se realizarán de tal manera que el último de ellos tengan
lugar a la 1:00, el penúltimo a las 12:30, el antepenúltimo a las 12:15, etc.
Observé que, de esta manera, a cada ronda precede un número infinito de
ellas. Justo antes de cada lanzamiento nuestro objetivo consiste en
predecir si obtendremos una cara o una cruz. Podemos suponer que la
probabilidad de obtener un resultado u otro es completamente
independiente de lo que haya ocurrido en los lanzamientos anteriores.
Además, sabemos que la probabilidad de obtener una cara o una cruz es
siempre igual a ½. ¿Existirá algún método que nos permita predecir de
manera fiable el resultado de la mayoría de los lanzamientos?. Desde
luego, la tarea parece imposible. Es cierto que, cuando nos toque predecir
el resultado del lanzamiento de las 12:15, dispondremos de la lista infinita
de todos los resultados obtenidos hasta entonces. Pero dado que la
probabilidad de obtener una cara o una cruz no depende de las rondas
anteriores, no parece que éstas puedan ayudarnos a predecir qué ocurrirá
a las 12:15.

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