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5.1. INTRODUCCIÓN
1 En este sentido, pueden consultarse las siguientes fuentes bibliográficas: ESTEBAN TALAYA, A.: “Princi-
pios de marketing”, ESIC, Madrid, 1997 (capítulo 5); SANTESMASES MESTRE, M.: “Marketing.
Conceptos y Estrategias ” (4ª ed.), Pirámide, Madrid, 2001 (capítulos 7 y 18).
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_ Por las propias características del individuo que lo desarrolla (su perso-
nalidad, sus opiniones, los grupos sociales con los que se relaciona, el
sistema cultural en el que vive, sus niveles educativos, etc.)
_ Por
el tipo de producto al que deba referirse su decisión: en efecto, no
todos los productos tienen el mismo interés para el consumidor (es
decir, su “nivel de implicación” varía de unos a otros), ni su
adquisición, por tanto, presenta siempre los mismos riesgos asociados2,
de manera que tampoco cabe esperar que dicho consumidor desarrolle
el mismo comportamiento en todas las ocasiones.
_ En cualquier caso, lo que sí resulta innegable es el hecho de que el
comportamiento del consumidor individual se encuentra afectado por
2 El concepto de “riesgo” hace referencia a “las consecuencias no previstas por el comprador que pueden
resultar perjudiciales o desagradables”, de las que suele protegerse intensificando la búsqueda de
información, comprando marcas conocidas, etc. (SANTESMASES, M.: op. cit., 2001, pág. 251).
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• Y por otro, también tendremos que identificar y conocer las variables, tanto
internas como externas, que, influyendo a lo largo de dicho proceso,
condicionan igualmente el comportamiento resultante.
Desde este punto de vista, pues, el objetivo último del estudio de dicho proceso
no puede ser otro que el de llegar a construir un “modelo explicativo” del mismo (esto
es, una representación simplificada de todas esas fases que lo integran, de las variables
que intervienen en cada una de ellas y de las relaciones de interdependencia que existan
entre tales variables) que sirva de ayuda a la empresa para que pueda asegurar en lo
posible la eficacia de sus decisiones de marketing.
En este sentido, sin embargo, y antes de nada, es preciso tener en cuenta algunas
consideraciones importantes:
• Por tanto, el modelo que vamos a ofrecer sólo puede ser de carácter
general:
• Por último, y recordando una vez más que el objetivo último del marketing
es “lograr la satisfacción del consumidor”, será imprescindible que este
modelo general considere también los momentos posteriores a la deci-
sión (esto es, al acto de compra o de no compra), ya que, siendo
precisamente en ellos donde surgirán las sensaciones de satisfacción o
insatisfacción con la decisión tomada, serán los que “retroalimenten” al
consumidor en otros procesos de decisión posteriores y, por lo tanto, los que
determinen, en última instancia, el grado de eficacia alcanzado por el
marketing en el cumplimiento de su misión.
• ... “Toma conciencia” de que tiene una necesidad (es decir, cuando
reconoce que en su estructura individual interna existe alguna carencia que
le está provocando “tensión”, “intranquilidad” y, en definitiva, un
“desequilibrio” de algún tipo)...
• ... expresa su voluntad de ponerle fin (esto es, siente el deseo de satisfacer
su necesidad)...
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Desde este punto de vista, pues, es evidente que esa “toma de conciencia” de la
necesidad que activa el proceso de decisión de compra parte ineludiblemente de la
“percepción” por parte del consumidor de un cierto “estímulo” que, como acabamos
de ver, puede provenir de dos fuentes principales:
En cualquier caso, será esta segunda etapa la que permita al consumidor conocer
tanto la existencia como las características de los diversos productos alternativos que se
encuentran a su disposición para solucionar el problema al que se enfrenta.
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Una vez conocidas las alternativas disponibles, el siguiente paso será proceder a
su evaluación: en otras palabras, el consumidor percibe los atributos de los distintos
productos candidatos a su elección y los valora, individual y comparativamente (y a
veces de manera inconsciente), en función de aquellos criterios propios que
mencionamos en la etapa anterior, unos criterios que, como también tuvimos ocasión de
comprobar entonces, se forman a partir de informaciones tanto internas (preferencias,
actitudes, conocimientos, aprendizajes, etc.) como externas (valores culturales, consejos
de amigos, influencias familiares, comunicación de las empresas, etc.)
misma:
En cualquier caso, los resultados derivados de esta quinta etapa van a consti-
tuir una nueva fuente de información capaz de retroalimentar el modelo de
decisión de compra. En efecto, la satisfacción o insatisfacción generada por la decisión
(y, muy especialmente, la satisfacción o insatisfacción que se derive de la decisión de
compra del producto y de su consumo) se va a transformar en una nueva “experiencia”
(positiva si ha habido satisfacción, o negativa si ha habido insatisfacción) que es capaz
de modificar algunas de las variables internas del consumidor (como sus criterios de
evaluación o sus actitudes) y que, tras quedar almacenada en su memoria (esto es, tras
ser “aprendida”), podrá reutilizarse en nuevos procesos de decisión de compra que
dicho consumidor desarrolle posteriormente.
Llegados a este punto, parece que hemos sido capaces de cumplir con uno de los
objetivos que, al inicio de este tema, planteamos en relación al estudio del
comportamiento del consumidor: describir el proceso secuencial que sigue dicho
consumidor a la hora de tomar sus decisiones de compra.
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Nos queda, por tanto, el segundo: esto es, analizar todas esas variables internas y
externas que, como hemos tenido la ocasión de comprobar a lo largo del epígrafe ante-
rior, influyen en las diversas etapas del proceso de decisión de compra y, por lo tanto,
condicionan el comportamiento que finalmente decide desarrollar el consumidor.
5.4. LA PERCEPCIÓN
Desde este punto de vista, pues, es evidente que la percepción constituye nuestra
principal fuente de información del entorno y, por lo tanto, el proceso que nos permite
conocerlo y comprenderlo y decidir, a partir de ese conocimiento, qué conducta vamos
a desarrollar frente a él en cada momento.
• Por otro, la decisión que adopta para resolver ese problema siempre deriva,
en mayor o menor medida, de una búsqueda y adquisición de información,
esto es, de un proceso perceptivo.
mix. Veamos entonces, y con algo más de detenimiento, qué debe saber la empresa de
en relación al proceso perceptivo del consumidor.
_ Por las características personales del sujeto que percibe: solemos prestar
atención a lo que nos interesa, lo que refuerza nuestras opiniones, lo que
coincide con nuestros gustos, lo que se relaciona con nuestras
necesidades actuales, etc.
_ Y por las características del propio estímulo percibido: su tamaño, su
movimiento, su color, su luminosidad, su novedad, su intensidad, su
posición con respecto al consumidor, etc.
Por tanto, vuelve a ser imprescindible que la empresa conozca esos rasgos
personales que caracterizan a sus consumidores objetivo y que averigüe de qué
manera influyen sobre sus procesos perceptivos.
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3 Por ejemplo, una melodía no se percibe cono suma de sonidos, sino como una “totalidad” constituida por
una determinada estructura de notas musicales, de manera que si esa melodía se ejecuta varios tonos más
alta, seguimos percibiendo y reconociendo la misma composición musical
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demás en “fondo”.
4 Estos umbrales perceptivos pueden variar de unas personas a otras y nunca adoptan valores puntuales:
existen bandas o zonas fronterizas en las que la percepción pasa de la inconsciencia a ser plenamente cons-
ciente.
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Tal y como acabamos de ver, lo habitual es que ciertas necesidades del consumi-
dor deban quedar “frustradas”, esto es, que el individuo, condicionado por circunstan-
cias ambientales o externas (por ejemplo, que no posea el dinero suficiente para adquirir
el producto que desea), por sus características personales o internas (como un complejo
psicológico o una incapacidad física) o por la incompatibilidad de las propias
necesidades, se vea obligado a bloquear las conductas motivadas que se derivan de ellas
y, en consecuencia, experimente sensaciones de malestar y de disgusto.
En este sentido, los principales mecanismos de defensa a los que suele recurrir
el individuo son básicamente los siguientes:
punto de vista, pues, las experiencias aprendidas constituyen otra de las variables
internas que determinan y condicionan las decisiones de compra.
5 El experimento que Pavlov llevó a cabo con un perro fue el siguiente: habiendo observado que el animal
segregaba saliva (“respuesta incondicionada”) al presentarle algún alimento (“estímulo incondicionado”),
le acostumbró a que, cada vez que le iba a dar de comer, hacía sonar previamente (asociación por
contigüidad espacio-temporal) una campana (“estímulo neutro”); al cabo de cierto tiempo, durante el que
siguió repitiendo el experimento, Pavlov comprobó que el perro salivaba al oír tañer el instrumento y aun en
el caso de que no se le ofreciera alimento alguno (es decir, la respuesta incondicionada se había
transformado en “respuesta condicionada”, y el estímulo neutro se había transformado en “estímulo con-
dicionado”). A la vista de estos resultados, el fisiólogo ruso concluyó que el animal había “aprendido” un
nuevo “reflejo condicionado” que no formaba parte de sus acciones reflejas naturales o instintivas.
6 Este investigador trabajó fundamentalmente en el campo del comportamiento animal con la ayuda de la
denominada “caja-problema”: se trataba de una especie de jaula con un dispositivo muy simple que
permitía abrirla y en la que encerraba a un animal hambriento, colocando comida en el exterior; tras una
serie de intentos infructuosos y desordenados (“ensayos” seguidos de “errores”), el animal lograba
accionar el mecanismo de apertura de la jaula y recibía como “recompensa” el alimento. Repitiendo el
experimento sucesivas veces, el animal iba eliminando progresivamente las acciones que resultaban
infructuosas (esto es, los ensayos con error) hasta que se producía en él la asociación entre una determinada
acción y la apertura de la jaula (ensayo con recompensa); es decir, el animal aprende a solucionar el
problema estableciendo una relación de carácter instrumental entre la respuesta apropiada y la recompensa
a la que dicha respuesta conduce.
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7 Para sus experimentos, Skinner también utilizó una jaula en la que existía una palanca que, a modo de inte-
rruptor, operaba un mecanismo que dejaba caer comida en su interior. El investigador situaba en la jaula a
un animal hambriento, el cual, tras diversas pruebas (“ensayos-errores”), acababa por presionar la palanca,
recibiendo entonces la “recompensa” del alimento; tras nuevos ensayos y respuestas correctas, el animal
aprendía finalmente a operar el mecanismo, produciéndose entonces el “condicionamiento instrumental u
operante” (denominado así porque la respuesta del sujeto es una operación activa).
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_ ... pueden ser de naturaleza objetiva (esto es, referidos a los atributos
“físicos” del producto -diseño, tamaño, cantidad, precio, ingredientes,
etc.-) y/o subjetiva (es decir, basados en las propias características
personales del sujeto -gustos, miedos, valores, etc.- y determinados en
gran medida por las informaciones y experiencias previas que guarde
almacenadas en su memoria -recuerdos-).
• Por último, y gracias precisamente a esta estructura compleja que las define,
las actitudes desempeñan algunas funciones básicas para el consumidor:
_ Función defensiva del yo: el consumidor, como cualquier otro ser humano,
también utiliza sus actitudes para fortalecer su seguridad y confianza en
sí mismo y, de esta manera, auto-protegerse de posibles ansiedades y
amenazas externas; en otras palabras, tiende a desarrollar actitudes que
“defienden su yo” y que, por lo tanto, son coherentes con la imagen que
ya tiene de sí mismo. En este sentido, por ejemplo, si a un individuo le
preocupa su estado físico, es probable que manifieste una actitud positiva
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hacia todo lo que sea coherente con esa preocupación (el , la vida al aire
libre, los alimentos sanos, etc.) y negativa hacia lo que la contradiga o
perjudique (las drogas, el tabaco, etc.).
• ... una actitud que se apoya en creencias débiles o inciertas evoluciona más
fácilmente que una actitud fundamentada en convicciones sólidas y
arraigadas (por eso, por ejemplo, las campañas electorales se dirigen
siempre a los votantes “indecisos” y nunca a los militantes convencidos).
• ... y lo mismo ocurre con las actitudes que entran en conflicto o contradicen
las creencias del individuo.
• ... por último, las actitudes que orientan el comportamiento del consumidor
en las compras de alta implicación son más resistentes que las que se activan
en las situaciones de baja implicación.
5.9. LA PERSONALIDAD
Hasta ahora, hemos visto que el consumidor toma sus decisiones de compra en
función de diversas variables internas (sus percepciones, sus necesidades y
motivaciones, sus experiencias y aprendizajes, sus preferencias y actitudes) que, de esta
manera, pueden ser consideradas, en mayor o menor medida, como factores
explicativos de su comportamiento.
Algunos años más tarde, y tomando como punto de partida estos tres niveles
psicológicos, Freud elaboró un modelo estructural más formal que utilizó para
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retirado, que prefiere los libros a las personas, que planifica mucho los
acontecimientos, que desconfía de los impulsos, no suele ser agresivo y
rara vez pierde los estribos, es algo pesimista pero fiable, pues, además,
concede una gran importancia a las normas éticas.