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Canto nocturno de un pastor tienen que consolarle por haber nacido.

errante de Asia Luego que va creciendo,


uno y otro le sostienen, y así siempre
Giacomo Leopardi con hechos y con palabras
se afanan en animarle
¿Qué haces, luna, en el cielo? Dime ¿qué y en consolarle del humano estado:
haces, oh silenciosa luna? otro oficio más grato
Sales de noche, vas no hay para unos padres que cuidar a sus
Contemplando los desiertos, y luego te hijos.
escondes, Pero ¿por qué dar a luz,
¿No estás aún fatigada por qué mantener la vida
de recorrer las sempiternas vías? a quien es necesario consolar por ella?
¿No te coge el hastío todavía, y aún deseas Si la vida es una desgracia
mirar estos valles? ¿por qué para nosotros dura tanto?
Se parece a tu vida Intacta luna, así
la vida del pastor. es el estado mortal.
Sale al alborear, Pero tú mortal no eres,
lleva el ganado por el campo, y contempla y tal vez lo que digo no te importa.
rebaños, fuentes, prados.
Luego, cansado, reposa por la noche,
y nada más espera.
Dime, oh luna, ¿Para qué le sirve
al pastor su vida,
y a ti la tuya? Dime ¿A dónde tiende
este mi vagar breve
y tus curso inmortal?

Viejecito, cansado, enfermo,


medio vestido y descalzo,
con pesadísima carga en las espaldas,
por montañas y valles,
Vincent VAN GOGH, Noche estrellada sobre el Ródano.
por rocas, arenales, precipicios,
al viento, en la tormenta y cuando abrasa Aunque tú solitaria, eterna peregrina,
el aire, y cuando hiela, que eres tan pensativa, tú tal vez entiendas
se apresura, corre, anhela, este vivir terreno,
cruza torrentes, charcos nuestro pesar, y suspirar qué significa;
cae, se levanta, más y más se apresura qué es este morir, esta suprema
sin tregua ni descanso, palidez del semblante
herido, ensangrentado, hasta que llega y faltar de la tierra y apartarse
allá, donde el camino de toda usual y amante compañía.
y donde tanto afán se dirigieron: Y tú ciertamente comprendes
abismo horrible, inmenso, el porqué de las cosas, y ves el fruto
donde al precipitarse todo lo olvida. de la mañana, de la noche,
virgínea luna, así del callado, infinito andar del tiempo.
es la vida mortal. Tú ciertamente sabes a qué dulce amor
ríe la primavera,
Nace el hombre a la pena, a quién ayuda el verano, y qué consigue
y es un riesgo de muerte el nacimiento. el invierno con sus hielos.
Prueba dolor y tormento enseguida;
y en el principio mismo Mil cosas sabes tú, miles descubres,
la madre y el padre que al sencillo pastor quedan ocultas.
Frecuentemente cuando yo te miro Cuando descansas a la sombra, en hierba,
tan muda estar en el desierto llano, tú estás quieto y contento,
que en su lejanía confina con el cielo, y gran parte del año
o bien con mi rebaño sin tedio pasas en aquel estado.
seguirme en mi camino lentamente Pero yo me siento en la hierba, a la sombra,
y cuando miro en el cielo arder las estrellas, y el hastío me invade
me digo pensativo: la mente, y un aguijón me punza
¿Para qué tantas luces? de tal modo que descansando, más que
¿Qué hace el aire sin fin, y esa profunda nunca estoy lejos
infinita serenidad? ¿Qué significa esta de hallar paz y sosiego.
soledad inmensa? ¿Y yo, qué soy? Y ya nada ansío,
conmigo así razono; y de ese espacio y no tuve hasta aquí razón de llanto.
desmesurado y soberbio, lo que tú goces, o cuánto,
y de esa innumerable familia, no podría decirlo; pero eres dichosa.
después de tanto obrar, de tanto Yo poco goce tengo,
movimiento rebaño mío, ni de esto me quejo solamente.
de las cosas celestes y terrenas, Si supieses hablar, yo te preguntaría:
girando sin reposo “Dime, ¿por qué yaciendo
para volver allá donde empezaron, sin cuidado, ocioso,
utilidad alguna, fruto alguno se contenta todo animal,
adivinar no sé. Pero tú, ciertamente, y a mí el tedio me asalta si reposo?”
doncella inmortal, tú sí lo sabes todo.
Yo solo conozco y siento Quizá si tuviese alas
que de los eternos giros, para volar hasta las nubes
y que de mi ser frágil y contar las estrellas una a una
algún bien y contento o como el trueno errar de cumbre en
tal vez obtenga otro; para mí la vida es cumbre
solamente un mal. sería más feliz, dulce rebaño mío,
sería más feliz cándida luna.
Rebaño mío, que descansas. ¡Oh dichoso tú O tal vez se equivoca,
que tu miseria, creo ignoras! al ver la suerte ajena, mi pensamiento:
¡Cuánta envidia te tengo! tal vez en toda forma, en todo estado,
No solo porque de afanes cualquiera que sea, o cubil o cuna,
casi libre te hallas; es funesto a quien nace el nacimiento.
que toda ansia, todo daño,
todo temor olvidas pronto,
sino porque jamás pruebas el tedio.

Vincent VAN GOGH, La vieja torre del cementerio de


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