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El banquete y lo abyecto.

Un diálogo con Lengua de Margolles

Este ensayo está compuesto por tres cortes. En el primero se expone de manera

general la imagen freudiana del banquete totémico, la ambigüedad que es propia

del rito entero y su capacidad de generar identidad entre los que pertenecen al

clan a partir de compartir la responsabilidad por el crimen cometido. En el segundo

apartado nos detenemos en el concepto de abyección para aproximarnos a ese

estado antes de la identificación con el Otro, ese estado de ambigüedad,

desorden, sin identidad, ese estado de con-fusión que precede al yo. En el tercer

apartado se dialogan lo abyecto y el banquete mítico con la pieza Lengua de

Teresa Margolles.

Sacrificio del animal sagrado y los lazos de la comunidad

Cuando leemos en Tótem y tabú de Sigmund Freud sus reflexiones del banquete

totémico y sus vínculos con la neurosis, estamos convidados a participar de un

Banquete. Ese banquete totémico en el cual, los miembros de una comunidad

recrean sus vínculos compartiendo el cuerpo y la sangre de su animal sagrado.


Con él también estamos convidados a comprender la historia de nuestra propia

subjetividad, nuestra comunidad y los lazos que las tejen. Veamos.

Al principio de la conformación de la subjetividad, antes del yo había nada

(organizado). Un pequeño animal vibrante, que pulsaba y se iba insertando en un

mundo de palabras, deseos, vacíos y por supuesto, de muerte.

Es bien sabido el relato que nuestro autor platea a partir de las reflexiones

de Robertson Smith a cerca de los vínculos que tejen los clanes arcaicos a partir

del sacrificio y deglución del animal sagrado. Ese grupo de humanos primitivos

que, para vincularse y afirmar su pertenencia, daban muerte en un acto ritual a su

animal sagrado y después se lamentaban y ofrecían en banquete comunitario la

carne y la sangre del dios. Era necesario cada tanto, para reestablecer los

vínculos que unían al clan, para dar sentido pues a la comunidad, la repetición del

sacrificio del tótem y su consecuente fiesta.

Resulta extraordinario imaginar cómo este sacrificio original se recrea hoy

en distintos rituales religiosos que representan ese banquete totémico, y propician

el lazo común que hace de “los comensales” un clan, una familia, un cuerpo social

porque, de inicio, comparten la culpa por el sacrificio que cometieron.

No admite duda alguna —dice Robertson Smith— que todo sacrificio fue

originariamente un sacrificio clánico, y que la matanza de una víctima

sacrificial se contaba en su origen entre aquellas acciones prohibidas

para el individuo y que sólo eran legitimas cuando todo el linaje

asumía la responsabilidad. (Freud, 1986, p. 138)


Sólo desde esta responsabilidad compartida puede entenderse el sacrificio del

animal sagrado. Ese vínculo que la comunidad comparte reestablece el equilibrio

por vía de un sacrificio. Aquellos que comparten su linaje, son invitados al

banquete del animal sagrado. Los reúne un crimen, una culpa.

Freud da una descripción fantástica y detallada de la escena del banquete

totémico: el clan en ocasiones excepcionales, da muerte cruel al animal totémico y

lo devoran crudo, en su totalidad, huesos, grasas, sangre. Escenifican la escena,

se disfrazan, actúan como su animal, imitan su sufrimiento, conscientes del crimen

que cometen, su acción sólo tiene sentido porque: Ahí actúa la conciencia de que

ejecutan una acción prohibida al individuo y sólo legítima con la participación de

todos. Después el animal es llorado y lamentado compulsivamente por el temor de

ser castigados por el crimen que acaban de cometer. Pero a ese duelo sigue el

más ruidoso júbilo festivo. La comunidad reestableció entonces su vínculo por vía

del crimen.

Una acción tan desmedida solo puede pensarse desde el odio contra la

víctima, pero es ambiguo porque es el amor por el clan, por aquello a lo que se

pertenece, lo que desencadena el sacrificio del animal sagrado. Es el

restablecimiento de un equilibrio que incita al acto de dar muerte a lo más

sagrado: la regeneración del vínculo que une al clan.

Después del sacrificio y el banquete, la prohibición de tocar o mancillar al

animal totémico se respetaba a cabalidad y los vínculos con él volvían a la

normalidad, a ese lazo de amor, pertenencia, respeto y sometimiento al dios.

La tesis de Freud en este texto, es la existencia de una analogía de este

relato con el proceso de conformación de la psique infantil:


El psicoanálisis nos ha revelado que el animal totémico es realmente el

sustituto del padre, y con ello armonizaba bien la contradicción de que

estuviera prohibido matarlo en cualquier otro caso, y que su matanza se

convirtiera en festividad; que se matara al animal y no obstante se lo llorara.

La actitud ambivalente de sentimientos que caracteriza todavía hoy al

complejo paterno en nuestros niños, y prosigue a menudo en la vida de los

adultos, se extendería también al animal totémico, sustituto del padre.

(Freud, 1986, p. 141)

En el origen estaba el amor, pero era necesaria la recuperación del equilibrio de

las fuerzas, un padre omnipotente que tiene el monopolio de las hembras es un

obstáculo en la realización del propio deseo. Por eso ha de ser aniquilado y

después, devorado en festejo común. Al principio estaba el amor, después vino el

odio, la matanza y con ellos, la culpa comunitaria. Por eso la actitud ambivalente

de la cultura ante los dioses: se les teme y se les adora en la misma medida; se

les hace ofrendas y rituales en los que son devorados en cuerpo y sangre; ocurre

de igual manera en relación con el complejo paterno, mantiene una actitud

ambivalente de amor precedido por el odio que es precedido por el sentimiento de

culpa y de vuelta al amor.

Así pues, antes de la conformación de la psique, el niño vive esta

confrontación con su propio deseo de destruir, violentar y devorar al propio tótem,

esa experiencia pre edípica que lo confronta con ese padre omnipresente,
totalizador, omnipoderoso, con ese gran Otro que se encuentra representado en el

sacrificio del animal totémico y que le da su carácter de intocable y sagrado.

Lo abyecto. Lo pre edípico

Desde la lectura de Julia Kristeva es en este momento donde podemos localizar la

represión primaria donde se separa precisamente esto abyecto, ambiguo,

mezclado, híbrido, de aquello que será posteriormente un sujeto, sus objetos y

representaciones:

Si en virtud de este Otro se delimita ese espacio que separa lo abyecto de

eso que será un sujeto y sus objetos, es porque se opera una represión a la

que podría llamarse primaria, antes del surgimiento del yo (moi), de sus

objetos y sus representaciones. (Kristeva, 2006, p. 19)

Estamos pues situados en la conformación de ese espacio que empieza la

separación entre la totalidad y el pequeño animal que empieza su introducción al

mundo humano. En cierto sentido es esta primitiva identificación-separación con el

Otro, esa identificación del padre mítico y el animal sagrado que es devorado en el

banquete totémico que podemos bordear en las fobias y neurosis infantiles, lo que

conocemos entonces como represión primaria. Y es precisamente esta represión

la que permite ir alejándonos de lo abyecto, de esa experiencia fuera del límite,

desbordada y desbordante que por todos lados se nos escapa. En esta


monstruosidad es imposible encontrar separación entre sujeto-objeto, adentro-

afuera, animal sacrificial-padre mítico, luto-fiesta.

En el banquete totémico acontece lo abyecto pues lo que prevalece es el

crimen que se purga con llanto, la ambigüedad amor-odio, la mano que esconde la

piedra para evitar el castigo.

Es esta ambigüedad, esta indeterminación entonces lo que se empieza a

combatir con la represión primaria:

No es pues la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, es

aquello que perturba una identidad, una estructura, un sistema, un orden.

Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas. La complicidad,

lo ambiguo, lo mixto. (Kristeva, 2006, p.

Antes del yo está lo abyecto, lo mezclado, lo monstruoso y esta experiencia

primitiva de goce-sufriente de la que pasamos la vida misma huyendo. Sin

embargo, avanza Kristeva, lo abyecto es así el objeto de la represión primaria; la

abyección se localiza antes de la identidad, de los límites, las definiciones, las

reglas, del ser social. Lo abyecto es un no-objeto que no pertenece al sujeto y que,

sin embargo, permite esa primera experiencia de represión que nos da la pauta

para la instrucción del animal humano a la cultura.

Lengua de punk. Teresa Margolles


Las primeras obras de Teresa Margolles y el grupo SEMEFO en el que participó al

principio de su carrera pertenecen, sin duda a un arte que podríamos denominar

de la abyección, de lo monstruoso, híbrido y anómalo. Una apuesta estética que

trabaja con la muerte y los restos del cadáver, una apuesta que nos escalofría y

nos descoloca pues traspasa uno de los límites más determinantes de lo humano:

la muerte y su presentación en la esfera pública más allá de los rituales propios

del luto y el duelo.

El cuerpo muerto nos abisma pues muestra la paradoja de la ausencia-

presencia, la ausencia de un yo que sin embargo encarnó la materia: el cuerpo

muerto es, justamente, una manera de transgredir uno de los más grandes límites

de la cultura, una forma de lo monstruoso. En este apartado nos detendremos

entonces en formular la comprensión de la pieza de Teresa Margolles: Lengua,

partiendo del análisis de la escena inicial de la represión primaria y los vínculos

con la abyección que establecimos con Kristeva.

Esta pieza creada en el 2000 por la artista nacida en Culiacán, consiste,

literalmente en una lengua con un piercing que, por primera vez se presentó en

Bellas Artes y posteriormente ha sido llevada a distintos museos y galerías del

mundo. El origen de esta lengua es imprescindible de analizarse pues ello nos

permite entender, como en todo el arte de Margolles, el sentido de su pieza. La

artista relata lo siguiente:

Mis compañeros de la morgue […] me comentaron un día que había un

cuerpo que podría interesarme. Era el de un muchacho muy joven, un

adolescente punk, adicto, con un cuerpo totalmente tatuado. Había muerto

de forma violenta. Pensé que podía hacer algo para que, con esa materia,
dejar una memoria de su muerte anónima. Hablé con la madre y quise pedir

que me diera el pene, pero cuando iba a pronunciar la palabra pene me

salió lengua. La madre, por supuesto, reaccionó indignada, algo

completamente normal, mi trabajo fue convencerla para que el cuerpo de

su hijo hable sobre las miles de muertes anónimas que la gente no quiere

tener en cuenta. Finalmente me la dio y la llevamos a Bellas Artes que es,

además, el lugar de los velorios de personajes célebres en México.

(Margolles, 2004)

Este joven punk fue en vida un sujeto disidente, anómalo, alegal, marcado en la

piel para demostrar en su propio cuerpo su disidencia, su diferencia, su no

adaptación. Un hombre joven, muy joven, rebelde, tatuado, adicto, fuera de la

ley... abyecto. Arrancado de la vida en un ajuste de cuentas como miles de

jóvenes en las últimas décadas.

Antes de avanzar en este sentido, es necesario detenernos también en el

lapsus que la propia artista relata: Hablé con la madre y quise pedir que me diera

el pene, pero cuando iba a pronunciar la palabra pene me salió lengua. Cabe

destacar que este joven también tenía un piercing en el pene. El piercing es objeto

muy característico de una generación, esa generación joven, muy joven que se

tatúa, se pone escarifica, usa piercings, que está en busca de una identidad, un

deseo, una vida propia. Quiso decir pene y le salió lengua, quiso pedir una parte

del cuerpo cuyo sentido se vincula al poder, a la posición dominante, a lo

masculino y sin embargo le salió lengua, un órgano que comunica, que hace

discurso, que da cuenta de sí. Pero esta lengua no podría nunca decir nada más si
se quedaba en el cuerpo al que pertenecía. Una lengua con piercing que habla y

comunica por toda una generación, porque, dice en otro momento la artista:

Quise hablar a partir de un piercing, porque yo no tengo un piercing, o sea,

porque no soy de esa generación, el piercing representaba una generación.

Era una lengua que nunca más iba a volver a hablar. Y sin embargo la

familia necesitaba que se hablara, que se representara a los jóvenes que

ahorita en México es la carne de cañón, para un lado y para otro. El mayor

número de asesinatos es hacia los jóvenes. (Margolles, 2018, min. 13)

El gesto artístico de Margolles nos da qué pensar. Una lengua tomada, arrancada

del cuerpo inerte de ese joven para nombrar las miles de muertes anónimas que la

violencia y el crimen nos han arrancado. Una más de las muertes de las que no se

habla por temor a represalias, por la ineficacia de un sistema, porque simplemente

pertenecen a lo innombrable; sin embargo, Margolles se apropia de ella, la expone

en el recinto donde las grandes personalidades de este país han sido veladas y

después la lleva a hablar a otras partes del mundo. Lengua de punk es una

muestra fehaciente del destino de una generación de nuestro país que se

visibilizan con esta pieza.

¿Y el banquete totémico y lo obyecto? Consideramos que el gesto de

Margolles es una recreación inversa del banquete totémico que recurre a la

abyección precisamente para nombrar, para dar voz a una generación que se ha

sacrificado en este país.

Margolles nos convida al mayor recinto cultural de nuestro país para hacer

luto; nos convida a un acto solemne donde la vida de la ciudad, de los galeristas,
coleccionistas, cualquier persona puede acercarse y ver de cerca la lengua de

punk, la lengua con piercing que nos habla de la muerte de casi una generación

entera; esos jóvenes que también pertenecieron y vagaron por las mismas calles

que los que aún transitamos. Vida y muerte, luto, dolor y júbilo conviven.

La abyección se muestra en esta pieza de manera potente. Una lengua con

piercing nos interpela. Vida y muerte, lengua y silencio, congregación de un pueblo

y aislamiento museístico. Estamos ante la presencia de un gesto muy primitivo, no

la carne y sangre del padre sino la lengua del hijo.

En el banquete totémico el clan se reúne a comer la carne y beber la sangre

del animal sagrado. Al luto le sigue el festejo y después la vuelta a la normalidad.

En la lengua de Margolles el clan se reúne a “devorar” con los ojos una lengua de

punk, que nos interpela y nombra una generación de jóvenes asesinados. Cabe

preguntarnos si al luto le podría seguir el júbilo en este caso y de la vuelta a la

normalidad…

Y sin embargo la familia necesitaba que se hablara, la familia y una

sociedad que se descompone necesitamos hablar de ello. De los que se fueron y

no volvieron, de los que se quedaron en las morgues, de los que siguen

enterrados sin que nadie sepa dónde.

La lengua nos recuerda la matanza de la víctima sacrificial pues, la

mutilación de un cuerpo muerto, es sin duda una acción prohibida, una acción

deleznable, pero era legitimada cuando todo el linaje asumía la responsabilidad.

Esta lengua nos interpela porque nos hace responsables, porque nombra lo que
es mejor callar, porque nos habla de la responsabilidad que tenemos, cada uno en

esta matanza de jóvenes que hoy atraviesa nuestro clan.

Bibliografía

Freud, Sigmund (1986) Totem y tabú, Trad. Etcheverry, Amorrortu: Buenos Aires.

Kristeva, Julia (2006) Poderes de la perversión, Siglo XXI editores: México.

Margolles, Teresa (2004) en entrevista con Rocío Silva Santisteban, Rocío Silva

Santisteban La Insignia. EE.UU. enero del 2004.

http://www.lainsignia.org/2004/enero/cul_068.htm consultada y obtenida el 1 de

noviembre de 2020.

Margolles, Teresa (2018) en entrevista con Avui, Tania Adam en Betevé.

https://www.youtube.com/watch?v=PG0MI_mVlH0&t=25s consultada y obtenida el

25 de octubre de 2020.

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