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« Parte 9 »

El espíritu humano

[1] Defina qué es el espíritu humano.

[2] ¿Cómo funcionamos en el Reino?

[3] ¿De qué se alimenta mi espíritu?

[4] Explicar: “Cuanta más Palabra meta en mi espíritu, más fuerte este será y

más fácil saldrá con la Palabra”.

[5] ¿Qué sucede cuando se une Su Palabra con mi fe?

[6] ¿Qué se libera cuando suelto la Palabra?

[7] ¿Hacia dónde tengo que estar enfocado?

[8] ¿Cómo sé que la Palabra salió de mi espíritu?

[9] ¿Qué sucede cuando la Palabra y el espíritu salen?

[10] Explique qué significa “morir al alma”.

BERNARDO STAMATEAS – MODO ESPÍRITU


Principio #1
―El espíritu es el lugar donde Dios vive y
donde Él pone Su Palabra‖

Nosotros “masticamos” la Palabra con nuestros oídos y la “absorbemos” con


nuestro espíritu, que vendría a ser el “estómago”. El espíritu es la aduana por
donde Dios envía todas las cosas. Podemos compararlo con una radio, pues es
el receptor que capta las señales del cielo.

Principio #2
―Todo lo que tenemos que hacer en el Reino es
usar nuestro espíritu‖

El apóstol Pablo enseñó que todo en el Reino debe hacerse con el espíritu.
Esto nos hace ser “espirituales”.

Principio #3
―Mi espíritu se alimenta de
las palabras de Dios‖

Las palabras de Dios le dan forma a nuestro espíritu. Nuestro espíritu cobra
forma por las palabras que recibimos.

Leemos en 2 Timoteo 1:7:


“Porque Dios no nos ha dado espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor y de dominio propio”.

Dios nunca te da una palabra de miedo sino una palabra de poder. Cuando
creés en tu corazón —tu espíritu—, tu espíritu se vuelve poderoso, porque
toma la forma de la palabra que metiste. Si metiste chisme, tu corazón es malo;
si metiste desánimo, tu corazón está desanimado. Pero si metiste una palabra
de poder, tu espíritu está fuerte; si metiste una palabra de amor, ahora tenés un
espíritu de amor; si metiste una palabra de dominio, ahora tenés un espíritu de
dominio, y tu ser —tu corazón— es fuerte y poderoso.

Tenemos el ejemplo de María en Lucas 1:47. Cuando el ángel le anunció que


nacería Jesús, ella le declaró: “Mi espíritu está feliz”, no dijo “mi alma”. En el
alma hay emociones, pero en el espíritu están las palabras de Dios que
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creemos. Entonces, cuando Dios nos da una palabra, esa palabra Suya trae
gozo. Si recibiste una palabra, te vas contento y expresás: “¡Estoy feliz!”. “Pero
perdiste el trabajo”, quizás te recuerde tu alma, “tenés que estar mal”. “Sí, es
verdad, perdí el trabajo, pero tengo una promesa y estoy feliz”, afirmará tu
espíritu. María le dijo al ángel: “Mi espíritu está feliz porque voy a parir al
Salvador, voy a parir algo grande”. Cuanta más Palabra metemos, más fuerte
es nuestro espíritu. Si metemos poca Palabra, nuestro espíritu está débil. El
espíritu no se fortalece con el shofar ni danzando: el espíritu solamente se
fortalece con la Palabra de Dios, porque Sus palabras son espíritu y son vida.
Si no buscás la Palabra para fortalecerte, siempre vas a tener un corazón débil.

Otro ejemplo lo encontramos en 1 Pedro 3:4 donde el apóstol les dice a las
mujeres: “[…] sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible […]”. Esto quiere decir que cuando Dios nos da una
palabra afable, cariñosa, nos volvemos cariñosos, apacibles, tranquilos. Él nos
da una palabra, y ella forma nuestro espíritu. Es por esta razón que Jesús
declaró: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, saca lo bueno […]”
(Lucas 6:45). Tu corazón es bueno porque lo llenaste de la Palabra de Dios,
pero si ponés en él otras palabras, tu corazón será malo. Las palabras de Dios
son el único alimento para nuestro espíritu, nuestro hombre interior, como lo
llama también Pablo, nuestro corazón.

Principio #4
―Cuánta más Palabra meta en mi corazón,
más fuerte, feliz, con autoridad y
capacidad este se volverá‖

¿Cómo se capacita el cuerpo? Haciendo ejercicio y comiendo bien. ¿Cómo se


capacita el alma? Estudiando. Los neurocientíficos aseguran que para prevenir
el Alzheimer es bueno estudiar un idioma, pensar, tener algún hobby. ¿Y cómo
se puede capacitar el espíritu? El espíritu se capacita más que el cuerpo y más
que el alma. ¿Cómo? Con la Palabra de Dios. La Palabra es al espíritu lo que
el gimnasio es al cuerpo y lo que el estudio es a la mente. Pero hay muchos
cristianos que no tienen Palabra.

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Principio #5
―Cuando recibo una palabra, la pongo en mi
corazón —mi espíritu— y la creo. La Palabra y
mi corazón se mezclan y se hacen uno‖

Esto sucede porque en el corazón está la fe. Recibís una palabra y la mezclás,
porque la fe es una sustancia de mezcla. La fe se combina con la Palabra y
ahora la Palabra fortalece tu psiquis con sus miedos, y se hacen uno.

Principio #6
―Cuando suelto la Palabra —la Palabra tiene que
salir con mi espíritu—, se libera el poder de Dios‖

Romanos 8:16 declara:


“El Espíritu mismo da testimonio
conjuntamente con nuestro espíritu,
de que somos hijos de Dios”.

“Si hablo la Palabra y ella no sale con mi espíritu,


nada ocurrirá”.

No alcanza con hablar la Palabra, ella tiene que salir con nuestro corazón. Por
ejemplo, si digo llorando: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”, la palabra es
correcta, pero no salió mi espíritu, porque salió emoción. El versículo del punto
anterior es clave: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro
espíritu”. Dios nos ha dado el privilegio no de que repitamos la Palabra una y
otra vez sin sentirla, sino de que con ella salga nuestro corazón. Porque si
hablo la Palabra durante horas y digo con indiferencia: “Jehová es mi pastor,
nada me faltará”, dije lo correcto, pero no salió mi espíritu, por lo tanto, no
ocurrirá nada. Otro ejemplo: si digo gritando: “¡Jehová es mi pastor, nada me
faltará! ¡En lugares de delicados pastos me hará descansar!”, la Palabra fue
correcta, pero en este caso tampoco salió mi espíritu. No tenemos que evaluar
si el otro da la Palabra con el espíritu o no, nuestra tarea es evaluarnos a
nosotros mismos. Si digo: “Jehová es mi pastor, nada me faltará… prepará el
almuerzo que no comí nada en todo el día”, tampoco salió mi espíritu, porque
estaba el alma. Cuando el espíritu está distraído, sale el alma, y entonces Dios
no obra. El Señor no obra si Su Palabra no sale con tu corazón o con el mío.

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Hay dos frases muy populares que nos pueden ayudar a comprender mejor: a)
“Dio todo en la cancha”. ¿Qué quiere decir esto?, ¿que dio el espíritu? No;
porque el espíritu nuevo solo lo tenemos aquellos que aceptamos a Cristo. “Dar
todo” es como “dejar el alma”, para hacer un paralelo; y b) “Esta persona habla
con el corazón”. La mujer dice: “¡Te amo con el corazón!”, y ahí sale el espíritu
entero de ella. El hombre, en cambio, directamente dice: “Te amo, mi amor”, y
ahí sale el espíritu de él. Un espíritu distinto, pero espíritu al fin. Ahora, también
es cierto que muchos hombres dicen “te amo” sin espíritu.

En 1 Corintios 6:17, Pablo afirma:


“Pero el que se une al Señor [a la Palabra]
es un espíritu con Él”.

Cuando decimos, por ejemplo: “Vamos a hablar la Palabra, tomen nota: Hay
que leer la Biblia, hay que congregarse, hay que orar”, ¿sale el espíritu? No.
Así no tocaremos nunca el corazón de la gente. Cuando Jesús iba caminando y
le dijo a Zaqueo: “Quiero comer en tu casa”, le tocó el espíritu. El espíritu de
ese hombre estaba muerto, pero Él se lo tocó. ¿Por qué? Porque cuando Cristo
soltaba la Palabra, Su corazón salía con ella. No tenemos que hablar por
hablar, sino lograr que con la Palabra de Dios salga nuestro espíritu. Del mismo
modo, no se trata de adorar por adorar. Dios busca adoradores que lo adoren
con el espíritu. Si querés tocar el corazón de tus hijos, tenés que soltar la
Palabra con tu corazón, no con las emociones —es muy importante que no
confundamos las emociones con el espíritu—, así la Palabra sale mezclada.
Tal vez pienses: “¡esto es muy complicado!”, y sí, es complicado de explicar,
pero es fácil de llevar a cabo.

Principio #7
―Tengo que enfocarme en la Palabra
y en mi espíritu‖

Si estoy enfocado en si me van a aplaudir, mi espíritu no va a salir, porque mi


alma está distraída mirando si los demás me van a reconocer o no. Si estoy
enfocado en si me equivoco o no, mi espíritu no va a salir, porque el espíritu es
muy sensible, y si lo único que quiero es lucirme, no va a salir. Puede ser que
hable una palabra y salga mi espíritu, pero la palabra posterior a mi espíritu no

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saldrá. También es posible que hable una palabra de Dios y mi espíritu salga
fuerte o salga débil.

Principio #8
―Cuando sale mi espíritu hay vida y hay paz‖

Romanos 8:6 declara que cuando sale el espíritu, hay vida y paz. Si cuando
hablo me siento oprimido, no me siento libre y tengo una carga interna, algo de
mi espíritu quedó atado, guardado. Eso no depende del afuera, sino del hecho
que no solté mi espíritu.

―Cuanta más Palabra meta en mi espíritu, más fuerte


este será, y más fácil saldrá con la Palabra‖.

Todo se resuelve con la Palabra. Si no buscamos la Palabra, nuestro espíritu


estará débil, pero si somos pobres en el espíritu, si buscamos la Palabra y la
creemos, nuestro espíritu tomará la forma de la Palabra, y nuestro corazón
será como el corazón de Dios. De esta manera, nuestro corazón —nuestro
hombre interior, nuestro espíritu— se fortalecerá, por lo que la Palabra saldrá
con nuestro corazón cada vez más fácilmente. Así, tocaremos el corazón de las
personas, y estas buscarán al Señor.

Uno de los grandes interrogantes es saber cómo lograr que nuestro espíritu
salga. Y la respuesta es: comiendo la Palabra. Cuando Dios puso a Adán y a
Eva en el Edén, les dio el primer mandamiento: “Coman de todo árbol,
especialmente del árbol de la vida, que es Cristo”. El Salmo 23 afirma que Dios
puso una mesa delante de nuestros enemigos para que comamos.

En Mateo 15 la mujer sirofenicia le dijo que si ella comía una miga del pan, con
eso le alcanzaba. Y así fue como su hija fue libre. La hija nunca se acercó a
Jesús, pero la madre comió, eso fue suficiente para que ella fuera liberada. El
hijo pródigo recibió anillo, vestido y sandalias, pero el padre le dijo: “Ahora vas
a llenarte por dentro. Vamos a matar el becerro gordo”. El becerro gordo que
comieron es un símbolo de Cristo. Elías le dijo a la viuda: “Dame de comer
primero”, y gracias a ello, la Palabra se cumplió. Todo en la Biblia tiene que ver
con comer la Palabra. María se echó a los pies del Señor, y eso le permitió
saber el futuro. Gracias a eso, ella supo que tenía que ungir a Jesús. Jesús le
dijo a Zaqueo que iba a comer a su casa, y él fue libre de la adicción al dinero.
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Comer la Palabra es lo más importante en el Reino. Cuanto más como, mi
espíritu más se fortalece y más sale.

Principio #9
―Cuando hablo la Palabra de Dios y se libera mi espíritu,
el Espíritu Santo trabaja‖

De que soltemos la Palabra con el espíritu o con el alma dependerá que salga
nuestro espíritu o no. Cuando creemos la Palabra y soltamos el corazón con
ella, el Espíritu Santo trae victoria. Cuanto más fuerte es nuestro corazón por la
Palabra, más fácil va a salir. No podemos liberar nuestro espíritu, si tenemos
poca Palabra. Es decir, el nivel de nuestro espíritu sale de acuerdo al nivel de
Palabra que metemos. Cuanta más Palabra metas y creas, más fuerte será tu
hombre interior, más fácil saldrá, y más victoria y poder tendrás. Y cuanto más
buscás la Palabra, menos atento estás a tu alma. Pablo asegura que ya no
andamos por vista, sino por fe. La única manera en que nuestro corazón sale
es hablando palabra de fe, de lo contrario, no sale.

Principio #10
―Para que salga mi corazón,
tengo que matar mi alma‖

Necesitamos morir al alma, porque si tenemos mucho del alma, Dios no obra.
Cuando preparo los bosquejos de las prédicas, estudio las palabras en el
griego, investigo, me preparo. Pero cuando tengo que soltar la Palabra, uso mi
mente. Sin embargo, mi mente no es mi amo, sino mi siervo. Cuando hablo,
uso mis cuerdas vocales, pero mis cuerdas vocales no son mi amo, sino mi
siervo. Alineo mi mente —porque me preparo y estudio— y alineo mi cuerpo —
porque uso mis cuerdas vocales— a la Palabra. Es como un general con dos
cañones. El general ordena: “¡Disparen los cañones!” y los cañones le obe-
decen. El general es la Palabra, la voz del general es tu espíritu, que gobierna
los dos cañones: tu cuerpo y tu alma. Necesitás alinear tu cuerpo y tu alma a tu
espíritu.

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