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Este libro intenta ocuparse de la relación entre el arte y la comunicación. Pero ésta es una
referencia tan sintética que corre el riesgo de ser demasiado genérica o demasiado
oscura. Trataremos de explicar, entonces, qué significado tienen las tres palabras «arte y
comunicación *. Comencemos, ante todo, por la conjunción «y». La conjunción «y». implica
que los dos objetos («arte», «comunicación») tienen una relación de conexión. Por lo tanto, la
finalidad de este manual es la de explicar qué es esa relación. Rápidamente quiero adelantar
que no se examinarán todos los tipos de conexión. En efecto, las relaciones entre arte y
comunicación pueden estar orientadas en dos direcciones: aquella que se refiere a lo que, en el
arte atañe a la comunicación, o la que se refiere a lo que en la comunicación atañe al arte. En
el primer caso, nos ocuparemos de las prácticas artísticas (comprendida la crítica) desde el
punto de vista comunicativo. En el segundo, de lo que interesa a los artistas en las teorías de la
comunicación (desarrolla las teorías estéticamente, como ha sucedido con muchísima
frecuencia en la historia del arte). Nosotros nos estableceremos en la primera dirección. La
otra razón por la cual no se estudiarán todos los tipos de conexión está en el hecho de que
optaremos por las definiciones sintéticas, tanto de «arte» como de «comunicación». Con lo
que hemos llegado a la explicación de los dos términos principales …
«Arte». El diccionario (elijo el Dizionario della linguaitaliana, Delaware DEVOTO y OLÍ) nos da
las siguientes definiciones:
1. Cualquier forma de actividad del hombre que comprueba o ensalza su talento creativo o su
capacidad expresiva en el campo estético.
3. Las características que el juicio crítico encuentra; como esenciales para definir, como
realizadas la naturaleza y la originalidad de una obra o de una personalidad, por ejemplo, «el
arte sublime de Dante»).
4. Cualquier conjunto de Técnicas o de métodos refrentes a una realización o a una aplicación
en el campo de la actividad humana, especialmente en un oficio o profesión (por ejemplo, «el
arte médico», «el arte poético», <el arte de la oratoria»).
7. Cada una de las organizaciones dirigidas a la protección de los intereses económicos,
políticos y sociales de los artesanos, mercaderes y trabajadores, sobre todo en el Medioevo
(por ejemplo, «el arte de la lana»).
Rápidamente podemos eliminar las definiciones 5, 6, 7 que no tienen que ver con lo que nos
interesa. Pero quedan cuatro, que, aunque algunas de ellas lo hagan sólo parcialmente,
interesan a nuestro tema. Por lo tanto:
a) hay una definición general que incluye toda capacidad creativa-expresiva destinada al logro
de un efecto estético;
b) hay una definición específica que nos dice cuáles son las artes, incluso desde el punto de
vista anterior, si bien las limita a las expresiones que se dan por medio de materiales visuales
(aunque se trate, obviamente, de una definición históricamente determinada, que adjudicaba
el calificativo de «arte» sólo a las artes mayores);
C) hay una definición que relaciona la obra con un inicio positivo de base idealista (el Arte y lo
Bello están unidos, pero que se basa sobre la obra misma (su «naturaleza» y su
“originalidad»), o sobre el conjunto de obras de un autor (la «personalidad» se encuentra,
evidentemente, en lo que el autor ha hecho);
D) finalmente hay una definición que se limita al cómo se produce una obra cuando ésta está
sujeta a técnicas «específicas». Si quisiéramos reunir en una sola definición las
cuatro variantes que expusimos, obtendríamos la siguiente propuesta, que
indica perfectamente lo que en este libro se entenderá por «arte»: una condición intrínseca
de
ciertas obras producidas por la inteligencia humana, en general constituidas únicamente por
elementos visuales, que exprese un efecto estético, estimule un juicio de valor sobre cada
obra, sobre el conjunto de obras, o sobre sus autores, y que depende de técnicas específicas o
de modalidades de realización de las obras mismas.
Un corolario Inmediato de esta definición es que por «Arte» debemos entender tanto un
carácter de las «fuentes» de la obra, como un efecto sobre el público (campo tradicionalmente
reservado a la estética). Un segundo corolario es que las obras de arte sean construidas
según; técnicas específicas (campo tradicionalmente encarado en el interior de la historia del
arte). Un tercer corolario es que las obras de las que nos ocuparemos son esencialmente
visuales. Y no solo eso: en lo que se refiere a la arquitectura, a la fotografía y a los objetos,
sólo serán considerados si tienen las tres características indicadas (el efecto estético en
particular). En caso contrario serán dejadas a un lado como no pertinentes (y sí pertinentes en
otros campos de investigación).
En este punto, comienza a ser claro el significado del binomio «arte y comunicación». Quiero
poner en claro que el arte, como condición de ciertas obras producidas con fines estéticos y de
la producción de objetos con efecto estético, es un fenómeno de comunicación y de
significación, y puede ser investigado como tal. Esto significa que tendremos que partir de
algunas premisas:
b) que la cualidad estética, necesaria para que un objeto artístico, también pueda ser
explicada como dependiente de la forma de comunicar de los objetos artísticos mismos;
C) que el efecto estético que es transmitido al destinatario también dependa de la forma en
que son construidos los mensajes artísticos. Es obvio que cada una de estas premisas crea
problemas. En el curso de los últimos decenios, por cierto, cada una de ellas realiza un tema de
debate, a veces hasta extremadamente intenso. Por ejemplo: afirmar que el arte pueda ser
analizado como fenómeno comunicativo significa, quizás, que la comunicación (o mejor, ¿las
teorías que se referirá a la comunicación) puede explicar el arte? A una pregunta como esta se
puede contestar tanto afirmativa como negativamente. Si por «explicar el arte» se entiende
dar cuenta de los fenómenos artísticos atribuyéndoles un juicio de valor, reconstruyendo las
intenciones del artista, su psicología, su relación con la sociedad, la ubicación histórica de la
obra y demás, la respuesta es no.
Una teoría del arte sobre una base comunicacional no nos dice sobre el arte y, sobre todo, no
se ocupa de la formulación de los juicios de valor. En cambio, si para «Explicar el arte» se trata
de dar cuenta de cómo están construidos sus objetos para crear un sentido, para manifestar
efectos estéticos, para ser portadores de valores del gusto, y otros elementos más, entonces la
respuesta será sí.
Y no sólo eso: el análisis del fenómeno artístico como hecho comunicativo podrá establecer
científicamente otros tipos de disciplinas que están relacionadas con los interrogantes
anteriores. Será capaz, por ejemplo, de mostrar cómo el mensaje artístico puede contener
rasgos destinados a la propia interpretación. O cómo puede tratar el material lingüístico de
manera de renovar los códigos existentes y producir innovaciones. O cómo en el mensaje
existen caracteres portadores de valores estéticos. Y otras más. En otras palabras: el punto de
vista de la comunicación nunca intentará decir si una obra de arte es «bella”; sin embargo,
dirá cómo y por qué esa obra puede querer producir un efecto que consista en la posibilidad de
que alguien le diga «bella». Y más aún: no tratará de explicar” Lo que quería decir el artista»,
sino, más bien, «cómo la obra dice aquello que dice». En síntesis, para explicar las obras de
arte en el sentido restrictivo expuesto anteriormente, el punto de vista, de la comunicación
quiere limitarse sólo al texto y no a los elementos exteriores a él (vida del artista, sucesos
históricos, psicología de los participantes en el intercambio de la comunicación, intuición del
crítico, documentos» de la época, etc.). Naturalmente, es obvio que también está excluido todo
concepto idealista sobre la «Inefabilidad» de la obra de arte, es decir, sobre el hecho de que su
significado sólo sea perceptible por medio de una relación espiritual casi de médium con el
objeto. A pesar de todo esto, aún quedan problemas. Por ejemplo: no se da por descontado
que el arte sea un lenguaje. Como veremos mejor en la segunda parte del libro, esta
afirmación debe ser demostrada. Y sólo puede serlo en la medida en que se pueda verificar que
las obras de arte responden a ciertos requisitos: que sean un «sistema»; que tengan
coherencia respecto al funcionamiento general de los sistemas de signos; que estén
constituidas por una forma y un contenido; que obedezcan a leyes estables de la comunicación
misma; que todos los sujetos del acto lingüístico participen de los códigos eventuales en base a
los cuales la obra comunica; que la reformulación evidente de los códigos (típica de las obras
de arte) también tengan fundamento explicable en el interior del sistema.
Por supuesto que los diferentes grupos y corrientes han contestado en forma diferente a la
pregunta sobre si el arte es un lenguaje o no lo es. Y esto ha sucedido tanto en las escuelas
propiamente semióticas y lingüísticas, como en las disciplinas que sólo marginalmente
encararon el mismo problema desde diferentes puntos de vista. Por lo que los capítulos que
siguen no están limitados solamente a los estudios rigurosamente semióticos que se emplean
al arte, sino también a los estudios que tienen algún parentesco con la semiótica bajo el gran
común denominador de las ciencias humanas, y que se entrecruzan con ella precisamente a
propósito del lenguaje de las artes. Por otra parte, una vez aceptada la idea, incluso con toda
la variedad de posiciones, de que el arte es un lenguaje (y de que cada arte es un lenguaje),
queda planteado el problema de cómo las artes se constituyen en sistemas lingüísticos. ¿Cada
arte es un sistema autónomo y específico? ¿O cada una de las artes se diferencia por la parte
significante, pero el significado siempre está producido de la misma manera? ¿Y cuál es la
relación de cada «específico» eventual con un sistema general de comunicación y de
significación? Y, finalmente, ¿cuál es la relación con el sistema lingüístico que conocemos
mejor, la lengua natural? Son una serie de interrogantes a los que este libro intentará
responder en forma clara y completa en lo que se refiere a las posiciones expresadas por las
diferentes teorías, pero, como se ve, los interrogantes permanentes abiertos con mucha
frecuencia. Es un hecho que la relación entre arte y comunicación, en el estado actual de los
estudios, está muy lejos de ser definitivamente resuelta. Queda una última advertencia que se
refiere a la selección de autores e investigaciones de los cuales se habla. El cuadro del debate
técnico pretende ser completo. Eso no significa, sin embargo, que sea completo desde un
punto de vista objetivo. El carácter de plenitud depende siempre de un punto de vista especial,
el del autor, y no de una aséptica síntesis de lo existente. Esto significa que las eventuales
lagunas que se pueden encontrar en el texto dependen, por cierto, de una eventual ignorancia
mía, pero mucho más del hecho de que algunos trabajos no los consideré pertinentes o
interesantes respecto al tema.
Cómo todo el libro también este tiene deudas con Umberto eco Qué hizo la primera intención
de reeditar mi viejo Arty figurative e inguaggio, de 1977, se transformar en la producción de un
nuevo libro. Y deudas con Roberto Benatti, que me ayudo en la sistematización de la
bibliografía en general; con Lucia Corrain y Giuseppina Bonerba, que junto al mismo Benatti
tiene los ojos abierto ya desde 1978 sobre lo que se publica en materia de arte y comunicación,
señalándome generosamente lo que se me podía escapar.