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Apuntes sueltos
En el marco de la construcción del llamado “Tren Maya” quisiera sumar al debate público con
algunas reflexiones fragmentarias sobre su significado, sus posibles efectos y las problemáticas
que trae consigo. Con tal finalidad, me permito en esta primera entrega los siguientes “apuntes
sueltos”:
Entre 1765 y 1790, James Watt inventó la máquina de vapor que permitía convertir la energía de
combustión en energía mecánica. El primer viaje de una locomotora aconteció en 1829.
Reemplazó los carros tirados de caballos (caros y escasos por las Guerras Napoleónicas). El barco
de vapor y el ferrocarril se convirtieron desde entonces en elementos esenciales del imaginario del
progreso.
2 – El tren en México
Durante el porfiriato hay un gran impulso de la industria, momento desde el que se arraiga
fuertemente en el ideario del progreso. El boom henequenero, la alta demanda de la fibra natural
por el mercado internacional, introduce el tren a la península de Yucatán. Aunque a partir de 1903
se crea “Ferrocarriles Nacionales de México”, como paraestatal, es hasta 1938 que Lázaro
Cárdenas nacionaliza los ferrocarriles para impulsar el desarrollo mexicano.
3 – El tren Transpeninsular
Antes de llamarse “Tren Maya” el proyecto ya existía. Bajo la rúbrica de Enrique Peña Nieto se
intentó construir el “Tren Transpeninsular”. Con un costo de 20 mil millones de pesos, se planeaba
comenzar a construir a principios de 2014. Aunque por sus dimensiones ya era un gran proyecto
de infraestructura poco se comparaba con la dimensión del actual. Al final tuvo un triste porvenir.
Tras un recorte del gasto público de 124 mil 300 millones de pesos el tren fue finalmente
cancelado a principios de 2015.
4 – El tren llamado “Maya”
La idea del tren en península, que nació con Porfirio Días y parecía acabar con Peña, renació
durante la campaña de AMLO en 2018. Fue presentado a los gobernadores del sureste desde el 10
de septiembre del mismo año. El 13 de agosto de 2018 se anunció el trazo completo. Desde
diciembre de 2018 se empezó su construcción, de forma simbólica, en Palenque para que pudiera
empezar a operar en 2024 al cierre de sexenio.
5 – Greenwashing
6 – Beneficios presumidos
No es posible omitir los presuntos beneficios que se obtendrán. En el ramo del transporte, el
análisis Costo-Beneficio de FONATUR, el transporte de mercancías se volvería 72% más rápido
generando efectos económicos positivos. Además, se reducirá del tiempo de viaje pasajeros en
46%. Incluso se ha hablado de una propuesta de subsidio para las personas de escasos recursos.
En el pasado he fijado mi posición con respecto a los efectos perversos de los megaproyectos de
desarrollo (se puede leer aquí: https://www.imdosoc.org/post/enfrentando-a-goliat ). En este caso
no es diferente. De acuerdo con el propio argumento de FONATUR “no es un proyecto de un tren,
no se limita a la construcción de un objeto, sino que el Tren Maya es un medio de reordenamiento
de territorio en toda la península de Yucatán”. El proyecto tiene la intención de reordenar la
península a partir de la consolidación de 15 centros urbanos, uno en cada estación del Tren. Desde
estos se impulsaría el desarrollo, urbanizando la zona y creando de paso una “cortina de
desarrollo” que atrape la migración centroamericana para ser explotada como mano de obra
barata.
Además, mediante el tren y otros proyectos como el corredor transístmico (un corredor entre
Coatzacoalcos y Salina Cruz) se pretende conectar al Sur del país al mercado internacional. La
demanda de materias primas lo exige. Al abaratar el transporte de mercancía, se incentivaría la
ganadería y el monocultivo agroindustrial, lo que implicaría la ampliación de la frontera agrícola.
Miles de hectáreas de selva pasarían a ser sectores productivos. Las consecuencias las conocemos
de sobra. Se trata de un modelo de desarrollo socialmente polarizante, económicamente
excluyente y ambientalmente devastador.
En el fondo, un proyecto como este tampoco puede ser verdaderamente sustentable en tanto
parte de un enfoque de mercantilización de la naturaleza. Desde esta óptica, su mejor
aprovechamiento es en manos del mercado.
No sobra agregar que desde el nombre lleva la ofensa, el tren encarna la banalización y
mercantilización de la “identidad maya” en un arreglo que difícilmente beneficiará a los
verdaderos mayas que viven en penurias.
Por último, el proceso de consulta a las poblaciones con respecto a la realización del proyecto no
fue previo, como marcan las convenciones y los tratados internacionales. Entre otras omisiones
que hizo notar la ONU (https://www.onu.org.mx/el-proceso-de-consulta-indigena-sobre-el-tren-
maya-no-ha-cumplido-con-todos-los-estandares-internacionales-de-derechos-humanos-en-la-
materia-onu-dh/ ), los plazos de información fueron cortos. La información que presentó el
gobierno fue sumamente parcial, sólo destacando los beneficios y nunca las posibles afectaciones.
La metodología del proceso de consulta no contó con la participación de las comunidades
interesadas. Por último, ciertos sectores fueron sistemáticamente relegados y subrepresentados,
como las mujeres indígenas.
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Es hora de que deconstruyamos el mito del progreso y lo analicemos seriamente. La excusa del
tren puede ser un buen comienzo. En la próxima entrega analizaré 3 dilemas que nos presentan
esta clase de megaproyectos.