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P A L E O M A G N E T I S M O , D E R I V A C O N T I N E N T A L
Y T E C T Ó N I C A D E P L A C A S
J. URRUTIA
INTRODUCCIÓN
PALEOMAGNETISMO
Una de las formas más sencillas de orientarse, usada comúnmente por marineros, exploradores,
topógrafos, geólogos, oceanógrafos, etc., es aquella que aprovecha el campo magnético
terrestre por medio de la brújula. El campo magnético terrestre se aproxima al campo producido
por un dipolo magnético situado en el centro de la Tierra (Figura 39). Cualquier cuerpo
magnetizado dejado en libertad de movimiento dentro de este campo tenderá a orientar sus
respectivos polos magnéticos en la forma ilustrada en la figura. De esta manera, es posible
conocer la dirección en la cual se encuentra el polo geomagnético en cualquier lugar de la
superficie terrestre. En un punto dado, el campo magnético puede expresarse en función de tres
parámetros (figura 40): dos definiendo la dirección, declinación (medida positiva al este del norte
geográfico) e inclinación (medida positiva hacia abajo de la horizontal) y uno definiendo la
intensidad.
Figura 39. Representación esquemática del campo magnético terrestre. Se muestra la
comparación de las direcciones de dos campos magnéticos para un dipolo geocéntrico
axial (campo adoptado para el cálculo de polos paralelomagnéticos) y un dipolo
geocéntrico inclinado con el campo magnético observado para el año 1945.
Figura 40. Componentes del vector representativo del campo magnético terrestre.
La inclinación, como se puede observar, varía con la latitud, desde horizontal cerca del ecuador
hasta vertical cerca de los polos. Ello proporciona una forma de estimar la latitud de un punto
dado y de posibles movimientos relativos entre dos puntos cualesquiera. Imaginemos que nos
encontráramos en un lugar cuya latitud desconociéramos; si determinamos la inclinación
magnética y conocemos las variaciones del campo magnético, podríamos estimar la latitud.
Ahora, si nos trasladáramos a otro lugar y en él determinamos la inclinación, su comparación
con el valor determinado previamente nos permitiría estimar el cambio relativo en latitud. Estas
propiedades del campo magnético pueden ser utilizadas en un gran número de problemas
geológicos y geofísicos. Por ejemplo, imaginemos que una parte de México, digamos la
península de Baja California, experimenta por alguna causa un movimiento hacia el norte, o bien
el Golfo se ensancha, con un mayor crecimiento en la boca del mismo, mientras que la península
continúa unida al resto del continente (Figura 41). Simples mediciones de cambios en inclinación
y declinación nos ayudarían a estudiar y cuantificar estos movimientos.
Ahora bien, supongamos que movimientos de este tipo y más complejos han ocurrido en el
pasado, digamos hace varios millones de años, ¿podría nuestro método ayudar a estudiarlos y
cuantificarlos? En principio podemos decir que sí se podría, siempre y cuando el campo
magnético hubiese existido en el pasado y presentado características similares a las observadas
actualmente. Además si ello se cumpliese, tendríamos el problema de quién podría ir al pasado
y tomar las medidas necesarias para nuestro estudio. El problema aparenta no tener fácil
solución ya que los registros escritos sólo cubren los últimos miles de años. Los chinos (y quizá
los olmecas y mayas), al parecer, ya conocían las propiedades de la magnetita (imán natural)
desde quizá el segundo siglo antes de Cristo y conocían la existencia y algunas características
del campo magnético. Así es que el campo magnético ya se conocía en aquellos tiempos,
aunque mediciones sistemáticas del mismo no comenzaron hasta hace relativamente poco
tiempo. Afortunadamente, aunque no se cuenta con evidencia de esta clase sobre la existencia
del campo magnético en el pasado geológico, ni sobre sus características, ni se puede enviar a
alguien a tomar mediciones, en la naturaleza ocurren ciertos procesos capaces de registrar la
dirección e intensidad de un campo magnético. Por ejemplo, durante una erupción volcánica el
magma sale del volcán a elevadas temperaturas, alrededor de unos 1 200°C; al comenzar a
enfriarse diversos minerales cristalizan, entre ellos, los óxidos de fierro y titanio, los cuales tienen
propiedades magnéticas. Una vez formados, y a temperaturas inferiores al punto de Curie, estos
minerales adquieren una magnetización proporcional al campo magnético ambiental en ese
momento; al continuar descendiendo la temperatura del magma esta magnetización se
"congela", es decir, se convierte en una propiedad de la roca, capaz de existir en forma
independiente del campo magnético que la indujo. Esta magnetización se conoce como
magnetización remanente térmica (MRT). Porciones de roca se comportan entonces como
débiles imanes, cuyas direcciones de magnetización son paralelas a la dirección del campo
magnético. Estudiar estas direcciones es equivalente a tomar una medición con brújula. El
emplazamiento de rocas ígneas extrusivas e intrusivas ha sido un fenómeno común en la historia
de la Tierra, de aquí que sea factible estudiar sus magnetizaciones remanentes para obtener
información sobre el campo magnético terrestre para diversos periodos.
Figura 41. Ejemplos de movimientos relativos con (a) cambios en latitud y (b) cambios en
orientación relativa. En el primer caso se tienen cambios principalmente en inclinación (I)
y en el segundo en declinación (D).
Gran parte del trabajo de laboratorio se dedica a la medición e identificación de las componentes
vectoriales del MRN. Para ello se emplean diversas técnicas, conocidas como técnicas de
desmagnetización o de análisis de estabilidad; las más usadas son: desmagnetización por
campos magnéticos alternos decrecientes (cmad), en la cual las muestras de roca que se van a
estudiar se someten a la acción de cmad, cuya intensidad se va aumentando progresivamente
(Figura 42); desmagnetización por altas temperaturas, en la cual las muestras se sujetan a
diversas temperaturas a partir de la temperatura ambiental hasta unos 700°C (Figura 43); y
desmagnetización por medios químicos, en la cual las muestras se sujetan a un tratamiento con
ácido clorhídrico, incrementando el tiempo de inmersión de las muestras en el ácido (Figura 44).
Además de estos análisis, las muestras son sujetas a otros estudios con el fin de determinar la
clase y propiedades de los minerales magnéticos responsables de la MRN, así como determinar
otras características de las muestras que podrían afectar la adquisición de las magnetizaciones.
Las rocas no se magnetizan de una forma uniforme, sino que tienen generalmente pequeñas
diferencias debidas a heterogeneidades en la composición mineralógica o variaciones en las
condiciones ambientales al tiempo de formación de la roca o posteriores. Además, a estos
factores tenemos que añadir errores asociados con la recolección de muestras y medición en el
laboratorio. Debido a esto, es necesario analizar un número de muestras (un mínimo de tres
muestras por unidad) y emplear métodos estadísticos para estimar los valores de declinación,
inclinación e intensidad de las diversas componentes del MRN. Para la aplicación de los
métodos estadísticos es frecuente utilizar diagramas vectoriales o proyecciones estereográficas
(como las presentadas en las figuras 42, 43 y 44), las cuales permiten una ayuda visual para
analizar y comparar los resultados. Por último, cabe mencionar que a cada dirección o grupo de
direcciones es posible calcular el correspondiente polo magnético (Figura 39), lo cual es útil para
comparar resultados obtenidos de puntos distantes entre si.
Figura 43. Ejemplo de desmagnetización por altas temperaturas de tres muestras de roca.
Los signos y convenciones son iguales a los descritos en la figura 42. Puede observarse
que dos de las muestras (JG3.1 y JG4.2.1.) presentan pocos movimientos en dirección
con la desmagnetización, lo cual sugiere que el MRN de estas muestras tiene una
componente dominante,(MRT) con la adición de otras componentes de magnitud
reducida (MRVS).En el caso de la muestra JG6.1.2, se tiene un cambio sistemático de la
dirección, la cual se asocia a dos componentes dominantes (MRTS) adquiridas a tiempos
distintos durante el enfriamiento en la roca. La dirección del campo magnético terrestre
en la zona tiene polaridad normal para direcciones cercanas a las presentadas por JG3.1
y JG4.2.1, y polaridad reversa para direcciones como las presentadas por MFT1.2.1 y
MF2.1.2 (Figura 44), por lo que la muestra JG6.1.2 presenta una componente normal
(destruida en el tratamiento) y una componente reversa. Las muestras son de un cuerpo
ígneo intrusivo de la misma zona (Figura 42).
Estudios del campo magnético terrestre con observaciones directas tomadas durante los últimos
cientos de años y con mediciones paleomagnéticas en rocas y materiales arqueológicos de
diversas edades, han permitido determinar que las características de este campo varían en el
tiempo. Las variaciones observadas van desde aquellas de baja magnitud y periodo corto
(segundos), hasta variaciones mayores y con periodos largos (millones de años). Mediciones
paleomagnéticas efectuadas a principios de siglo en rocas de diversas edades, indicaron la
presencia de magnetizaciones anómalas, las cuales presentaban una polaridad opuesta a la
actual, es decir, que la posición polar correspondiente presentaba un polo sur en donde se tiene
actualmente el polo norte y viceversa. El investigador japonés M. Matuyama sugirió en 1906 que
estas magnetizaciones, conocidas como reversas, habían sido creadas en un tiempo en el que
el campo magnético terrestre tenía polaridad reversa. Esta hipótesis fue ignorada por los colegas
científicos de Matuyama, y este profesor finalmente abandonó sus investigaciones y se dedicó
al teatro No (una modalidad del teatro japonés). Pasaron muchos años, hasta que a fines de la
década de los cincuentas, la evidencia en favor de la hipótesis de Matuyama se volvió
contundente y pasó por fin a ser aceptada.
Figura 46. Curvas de desplazamiento polar aparente en América del Sur y África.
Durante los años siguientes se descubrió que los cambios de polaridad del campo magnético
terrestre han sido frecuentes a lo largo de la historia (Figura 45).
Los resultados paleomagnéticos para varias partes de México se muestran en la figura 48; con
fines de comparación, en ella se incluyen también los datos correspondientes a Norteamérica.
Podemos observar que las dos curvas muestran tendencias similares, con algunas diferencias
en ciertos periodos, y que a partir del Jurásico temprano (hace unos 150 millones de años) las
dos curvas comienzan a separarse significativamente. Ello nos indica que antes del Jurásico
temprano, México se encontraba separado de Norteamérica y que en tiempos posteriores,
México experimentó movimientos tectónicos relativos a Norteamérica, aunque guardando una
posición en latitud muy similar a la actual. En la figura 49 se muestra una interpretación de los
tiempos en que diversas partes de Sudamérica se unieron al continente.
A forma de conclusión, cabe mencionar que el paleomagnetismo es una parte de las Ciencias
de la Tierra con una investigación muy activa y como tal, en proceso de cambio. Es de esperarse
que una parte considerable de sus aplicaciones y logros esté aún por desarrollarse, por lo que
tiene un gran porvenir a corto y largo plazo.