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V I .

P A L E O M A G N E T I S M O , D E R I V A C O N T I N E N T A L
Y T E C T Ó N I C A D E P L A C A S

J. URRUTIA

INTRODUCCIÓN

LOS ESTUDIOS en ciencias de la Tierra están caracterizados frecuentemente por el misterio y


la sorpresa. Muchas de las hipótesis consideradas en las investigaciones resultan tan
fascinantes como las leyendas de la Antigüedad. Entre ellas, se tienen los estudios
paleoclimáticos, que revelan que existieron grandes cambios climáticos con la Tierra cubierta de
hielo como en las épocas glaciares de hace unos miles de años o una Tierra sin casquetes
polares y un clima cálido y uniforme como en la época hacia el fin de la era de los dinosaurios.
Hace unos cien millones de años, no sólo había muchos otros organismos distintos habitando el
planeta, como los dinosaurios, que disfrutaban de un clima diferente, sino que además su mundo
era distinto. La distribución de océanos y continentes era muy diferente a la que podemos
observar en nuestros mapas actuales y que nos es tan familiar. Viajando más hacia el pasado,
la geografía nos enseñaría que el proceso de cambio es la pauta dominante en nuestro planeta.
Hace unos 280 millones de años, los continentes se encontraban unidos en un supercontinente
ahora conocido como Pangea y un superocéano que lo rodeaba. La historia del rompimiento de
este supercontinente, los movimientos de separación y formación de nuevos océanos, forma
parte de la teoría de la deriva continental. Una de las formas más importantes en que estos
movimientos han podido documentarse es por medio de los estudios paleomagnéticos. En el
paleomagnetismo se hace uso de una "memoria" magnética de las rocas que permite aprovechar
al campo magnético terrestre como un sistema de orientación. Estos estudios han permitido
recientemente el desarrollo de la teoría de la tectónica de placas, en la cual se basa la hipótesis
de que las capas exteriores del planeta, o la litosfera, está dividida en grandes porciones o placas
que están en movimiento relativo. Como resultado de estos movimientos se tienen la generación
de temblores, la actividad volcánica, la formación de montañas y la deriva de los continentes.
Los estudios paleomagnéticos han permitido aun hacer inferencias o predicciones sobre los
movimientos de placas en el futuro y visualizar una geografía cambiante en los millones de años
por venir, tan cambiante como en los millones de años del pasado geológico. Con ello, los
estudios geofísicos de nuestros días se asemejan en ocasiones a las antiguas profecías de
sibilas u oráculos. En las siguientes líneas, en una forma muy resumida, se comentan algunos
de los aspectos de los estudios paleomagnéticos relacionados con la deriva continental y la
tectónica de placas.

PALEOMAGNETISMO

Una de las formas más sencillas de orientarse, usada comúnmente por marineros, exploradores,
topógrafos, geólogos, oceanógrafos, etc., es aquella que aprovecha el campo magnético
terrestre por medio de la brújula. El campo magnético terrestre se aproxima al campo producido
por un dipolo magnético situado en el centro de la Tierra (Figura 39). Cualquier cuerpo
magnetizado dejado en libertad de movimiento dentro de este campo tenderá a orientar sus
respectivos polos magnéticos en la forma ilustrada en la figura. De esta manera, es posible
conocer la dirección en la cual se encuentra el polo geomagnético en cualquier lugar de la
superficie terrestre. En un punto dado, el campo magnético puede expresarse en función de tres
parámetros (figura 40): dos definiendo la dirección, declinación (medida positiva al este del norte
geográfico) e inclinación (medida positiva hacia abajo de la horizontal) y uno definiendo la
intensidad.
Figura 39. Representación esquemática del campo magnético terrestre. Se muestra la
comparación de las direcciones de dos campos magnéticos para un dipolo geocéntrico
axial (campo adoptado para el cálculo de polos paralelomagnéticos) y un dipolo
geocéntrico inclinado con el campo magnético observado para el año 1945.

Figura 40. Componentes del vector representativo del campo magnético terrestre.
La inclinación, como se puede observar, varía con la latitud, desde horizontal cerca del ecuador
hasta vertical cerca de los polos. Ello proporciona una forma de estimar la latitud de un punto
dado y de posibles movimientos relativos entre dos puntos cualesquiera. Imaginemos que nos
encontráramos en un lugar cuya latitud desconociéramos; si determinamos la inclinación
magnética y conocemos las variaciones del campo magnético, podríamos estimar la latitud.
Ahora, si nos trasladáramos a otro lugar y en él determinamos la inclinación, su comparación
con el valor determinado previamente nos permitiría estimar el cambio relativo en latitud. Estas
propiedades del campo magnético pueden ser utilizadas en un gran número de problemas
geológicos y geofísicos. Por ejemplo, imaginemos que una parte de México, digamos la
península de Baja California, experimenta por alguna causa un movimiento hacia el norte, o bien
el Golfo se ensancha, con un mayor crecimiento en la boca del mismo, mientras que la península
continúa unida al resto del continente (Figura 41). Simples mediciones de cambios en inclinación
y declinación nos ayudarían a estudiar y cuantificar estos movimientos.

Ahora bien, supongamos que movimientos de este tipo y más complejos han ocurrido en el
pasado, digamos hace varios millones de años, ¿podría nuestro método ayudar a estudiarlos y
cuantificarlos? En principio podemos decir que sí se podría, siempre y cuando el campo
magnético hubiese existido en el pasado y presentado características similares a las observadas
actualmente. Además si ello se cumpliese, tendríamos el problema de quién podría ir al pasado
y tomar las medidas necesarias para nuestro estudio. El problema aparenta no tener fácil
solución ya que los registros escritos sólo cubren los últimos miles de años. Los chinos (y quizá
los olmecas y mayas), al parecer, ya conocían las propiedades de la magnetita (imán natural)
desde quizá el segundo siglo antes de Cristo y conocían la existencia y algunas características
del campo magnético. Así es que el campo magnético ya se conocía en aquellos tiempos,
aunque mediciones sistemáticas del mismo no comenzaron hasta hace relativamente poco
tiempo. Afortunadamente, aunque no se cuenta con evidencia de esta clase sobre la existencia
del campo magnético en el pasado geológico, ni sobre sus características, ni se puede enviar a
alguien a tomar mediciones, en la naturaleza ocurren ciertos procesos capaces de registrar la
dirección e intensidad de un campo magnético. Por ejemplo, durante una erupción volcánica el
magma sale del volcán a elevadas temperaturas, alrededor de unos 1 200°C; al comenzar a
enfriarse diversos minerales cristalizan, entre ellos, los óxidos de fierro y titanio, los cuales tienen
propiedades magnéticas. Una vez formados, y a temperaturas inferiores al punto de Curie, estos
minerales adquieren una magnetización proporcional al campo magnético ambiental en ese
momento; al continuar descendiendo la temperatura del magma esta magnetización se
"congela", es decir, se convierte en una propiedad de la roca, capaz de existir en forma
independiente del campo magnético que la indujo. Esta magnetización se conoce como
magnetización remanente térmica (MRT). Porciones de roca se comportan entonces como
débiles imanes, cuyas direcciones de magnetización son paralelas a la dirección del campo
magnético. Estudiar estas direcciones es equivalente a tomar una medición con brújula. El
emplazamiento de rocas ígneas extrusivas e intrusivas ha sido un fenómeno común en la historia
de la Tierra, de aquí que sea factible estudiar sus magnetizaciones remanentes para obtener
información sobre el campo magnético terrestre para diversos periodos.
Figura 41. Ejemplos de movimientos relativos con (a) cambios en latitud y (b) cambios en
orientación relativa. En el primer caso se tienen cambios principalmente en inclinación (I)
y en el segundo en declinación (D).

Además de este mecanismo para generar magnetizaciones remanentes en rocas ígneas, se


conocen muchos otros que actúan en estas y otras clases de rocas. Así, en el caso de rocas
sedimentarias, al tiempo de depositación las partículas de minerales magnéticos tienden a
orientarse en la dirección del campo magnético local, dando lugar a una magnetización
remanente detrital (MRD). En el caso de procesos químicos que impliquen cambios de volumen
y composición de los minerales magnéticos, se puede tener una magnetización remanente
química (MRQ). A las magnetizaciones adquiridas cuando se forma una roca se les conoce
como magnetizaciones remanentes primarias (MRP). Además de éstas, se pueden tener otras
magnetizaciones adquiridas después de la formación de la roca, las cuales son consideradas
secundarias (MRS). Dentro de éstas se tienen la magnetización remanente
viscosa (MRV), generada por la exposición a un campo magnético por largos periodos de
tiempo; la magnetización remanente isotérmica (MRI), adquirida por la acción de campos
magnéticos fuertes a bajas temperaturas, (por ejemplo, debido a la acción de un rayo); y la
magnetización remanente anistérica (MRA), la cual se genera por la acción de dos campos
magnéticos, uno de polaridad constante y otro de polaridad alterna y de intensidad decreciente.
En una roca dada, puede ocurrir que varias de estas magnetizaciones estén coexistiendo y la
magnetización resultante sea la suma vectorial de las varias magnetizaciones, la cual se conoce
como magnetización remanente natural (MRN). Tanto las MRP como las MRS proporcionan,
información sobre el campo magnético, siempre y cuando éstas puedan ser identificadas y las
edades de adquisición de todas ellas sean conocidas.

Figura 42. Ejemplo de desmagnetización por campos magnéticos alternos decrecientes


de dos muestras de roca. En la parte superior se representan los cambios de dirección en
una proyección estereográfica. La declinación se mide de 0° a 180° al este (E) o al oeste
(W), a lo largo de la circunferencia externa. La inclinación se mide de 0° a 90° de la periferia
al centro de la proyección. Inclinaciones positivas ( hacia abajo de la horizontal) y
negativas (hacia arriba de la horizontal) se representan con símbolos llenos y vacíos,
respectivamente. Los valores de la muestra MF1.2.1 para el punto inicial (marcado con N)
son: Declinación = 175° E, e Inclinación = 8° . En la parte inferior se representan los
cambios en intensidad de la magnetización normalizados con respecto al valor inicial (J 0).
El campo magnético alterno decreciente aplicado en cada caso está indicado en el eje
horizontal (en Oersteds). Las muestras fueron colectadas cerca del poblado de
Jonacatepec, Morelos y pertenecen al Grupo Volcánico Tepexco de edad Miocena.

Gran parte del trabajo de laboratorio se dedica a la medición e identificación de las componentes
vectoriales del MRN. Para ello se emplean diversas técnicas, conocidas como técnicas de
desmagnetización o de análisis de estabilidad; las más usadas son: desmagnetización por
campos magnéticos alternos decrecientes (cmad), en la cual las muestras de roca que se van a
estudiar se someten a la acción de cmad, cuya intensidad se va aumentando progresivamente
(Figura 42); desmagnetización por altas temperaturas, en la cual las muestras se sujetan a
diversas temperaturas a partir de la temperatura ambiental hasta unos 700°C (Figura 43); y
desmagnetización por medios químicos, en la cual las muestras se sujetan a un tratamiento con
ácido clorhídrico, incrementando el tiempo de inmersión de las muestras en el ácido (Figura 44).
Además de estos análisis, las muestras son sujetas a otros estudios con el fin de determinar la
clase y propiedades de los minerales magnéticos responsables de la MRN, así como determinar
otras características de las muestras que podrían afectar la adquisición de las magnetizaciones.

Las rocas no se magnetizan de una forma uniforme, sino que tienen generalmente pequeñas
diferencias debidas a heterogeneidades en la composición mineralógica o variaciones en las
condiciones ambientales al tiempo de formación de la roca o posteriores. Además, a estos
factores tenemos que añadir errores asociados con la recolección de muestras y medición en el
laboratorio. Debido a esto, es necesario analizar un número de muestras (un mínimo de tres
muestras por unidad) y emplear métodos estadísticos para estimar los valores de declinación,
inclinación e intensidad de las diversas componentes del MRN. Para la aplicación de los
métodos estadísticos es frecuente utilizar diagramas vectoriales o proyecciones estereográficas
(como las presentadas en las figuras 42, 43 y 44), las cuales permiten una ayuda visual para
analizar y comparar los resultados. Por último, cabe mencionar que a cada dirección o grupo de
direcciones es posible calcular el correspondiente polo magnético (Figura 39), lo cual es útil para
comparar resultados obtenidos de puntos distantes entre si.
Figura 43. Ejemplo de desmagnetización por altas temperaturas de tres muestras de roca.
Los signos y convenciones son iguales a los descritos en la figura 42. Puede observarse
que dos de las muestras (JG3.1 y JG4.2.1.) presentan pocos movimientos en dirección
con la desmagnetización, lo cual sugiere que el MRN de estas muestras tiene una
componente dominante,(MRT) con la adición de otras componentes de magnitud
reducida (MRVS).En el caso de la muestra JG6.1.2, se tiene un cambio sistemático de la
dirección, la cual se asocia a dos componentes dominantes (MRTS) adquiridas a tiempos
distintos durante el enfriamiento en la roca. La dirección del campo magnético terrestre
en la zona tiene polaridad normal para direcciones cercanas a las presentadas por JG3.1
y JG4.2.1, y polaridad reversa para direcciones como las presentadas por MFT1.2.1 y
MF2.1.2 (Figura 44), por lo que la muestra JG6.1.2 presenta una componente normal
(destruida en el tratamiento) y una componente reversa. Las muestras son de un cuerpo
ígneo intrusivo de la misma zona (Figura 42).

Figura 44. Ejemplo de desmagnetización por medios químicos (inmersión en ácido


clorhídrico). El tiempo de inmersión está indicado en horas en el eje horizontal del
diagrama inferior. Las muestras son rocas sedimentarias de una localidad en Acatlán,
estado de Puebla .
Figura 45. Escala de polaridad del campo magnético terrestre en los últimos tres
millones de años.

Estudios del campo magnético terrestre con observaciones directas tomadas durante los últimos
cientos de años y con mediciones paleomagnéticas en rocas y materiales arqueológicos de
diversas edades, han permitido determinar que las características de este campo varían en el
tiempo. Las variaciones observadas van desde aquellas de baja magnitud y periodo corto
(segundos), hasta variaciones mayores y con periodos largos (millones de años). Mediciones
paleomagnéticas efectuadas a principios de siglo en rocas de diversas edades, indicaron la
presencia de magnetizaciones anómalas, las cuales presentaban una polaridad opuesta a la
actual, es decir, que la posición polar correspondiente presentaba un polo sur en donde se tiene
actualmente el polo norte y viceversa. El investigador japonés M. Matuyama sugirió en 1906 que
estas magnetizaciones, conocidas como reversas, habían sido creadas en un tiempo en el que
el campo magnético terrestre tenía polaridad reversa. Esta hipótesis fue ignorada por los colegas
científicos de Matuyama, y este profesor finalmente abandonó sus investigaciones y se dedicó
al teatro No (una modalidad del teatro japonés). Pasaron muchos años, hasta que a fines de la
década de los cincuentas, la evidencia en favor de la hipótesis de Matuyama se volvió
contundente y pasó por fin a ser aceptada.
Figura 46. Curvas de desplazamiento polar aparente en América del Sur y África.

Figura 47. Reconstrucción paleográfica del antiguo continente Gondwana, el cual


agrupaba a las actuales zonas continentales del hemisferio sur.
Figura 48. Curvas de desplazamiento polar aparente determinadas para México y
Norteamérica. Los números representan millones de años antes del presente; los círculos
son datos de Canadá y EUA y las cruces son de México.

Durante los años siguientes se descubrió que los cambios de polaridad del campo magnético
terrestre han sido frecuentes a lo largo de la historia (Figura 45).

A principios de los cincuentas, un grupo de investigadores ingleses (entre ellos K. M. Creer, E.


Irving y S. K.Runcorn), mostró que los datos paleomagnéticos para periodos anteriores al
terciario (edades anteriores a unos 80 millones de años) divergían considerablemente de las
características del campo actual, indicando diversas posiciones polares en algunas ocasiones
cercanas al ecuador. Con las posiciones de los polos magnéticos terrestres para tiempos dados,
se construyeron curvas de Desplazamiento Polar Aparente (DPA) que mostraban el movimiento
del polo mágnético en el tiempo con respecto a las coordenadas geográficas actuales. Además,
se observó que las curvas DPA correspondientes a distintos continentes divergían entre sí,
presentando una aparente discrepancia ya que indicaban la existencia de más de un polo para
un tiempo dado. Los investigadores ingleses sugirieron que estos resultados implicaban la
ocurrencia de largos desplazamientos horizontales de las diferentes masas continentales, lo que
apoyaba la teoría de deriva continental propuesta a principios de siglo. En la figura 46 se muestra
un ejemplo con las curvas de desplazamiento polar aparente para Sudamérica y Australia, donde
puede observarse que las curvas divergen, y en la figura 47 se muestra una reconstrucción
paleográfica de los continentes del hemisferio sur, lograda simplemente con superponer las
curvas de desplazamiento polar aparente correspondientes a Sudamérica, África, Madagascar,
India, Australia y Antártica.

Los resultados paleomagnéticos para varias partes de México se muestran en la figura 48; con
fines de comparación, en ella se incluyen también los datos correspondientes a Norteamérica.
Podemos observar que las dos curvas muestran tendencias similares, con algunas diferencias
en ciertos periodos, y que a partir del Jurásico temprano (hace unos 150 millones de años) las
dos curvas comienzan a separarse significativamente. Ello nos indica que antes del Jurásico
temprano, México se encontraba separado de Norteamérica y que en tiempos posteriores,
México experimentó movimientos tectónicos relativos a Norteamérica, aunque guardando una
posición en latitud muy similar a la actual. En la figura 49 se muestra una interpretación de los
tiempos en que diversas partes de Sudamérica se unieron al continente.

El estudio de las posiciones pasadas y movimientos relativos de los bloques continentales es de


gran importancia en un gran número de problemas, además de su importancia por el simple
hecho de conocerlos. Por ejemplo, podemos, mencionar la exploración de minerales y
energéticos. En el caso de los hidrocarburos (petróleo y gas) se ha observado que un clima
cálido y ciertas condiciones ambientales, comúnmente encontradas en zonas cercanas al
ecuador, son favorables a su formación. Por lo tanto, el poder determinar si una zona se encontró
en algún tiempo cerca del ecuador tiene un gran valor. Con base en la figura 48 se pueden
calcular los cambios de latitud (paleolatitud) de las zonas de Poza Rica, Veracruz y Teapa,
Tabasco, donde se localizan algunas de las zonas productoras de hidrocarburos más
importantes del país. De ello se ha podido observar que durante los últimos 200 millones de
años, estas zonas han permanecido relativamente cerca del ecuador.
Figura 49. Posición relativa de América del Sur durante la era Mesozoica. Durante ese
tiempo, las diversas partes de México y América Central se encontraban localizadas en
diferentes posiciones, posiblemente hacia el Océano Pacífico.

A forma de conclusión, cabe mencionar que el paleomagnetismo es una parte de las Ciencias
de la Tierra con una investigación muy activa y como tal, en proceso de cambio. Es de esperarse
que una parte considerable de sus aplicaciones y logros esté aún por desarrollarse, por lo que
tiene un gran porvenir a corto y largo plazo.

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