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5. CONCLUSIONES

Prospectivas de la investigación

Ahora es el momento para realizar apuntes acerca de los horizontes de sentido o líneas
abiertas que deja la presente investigación para posteriores pesquisas e indagaciones acerca
de la vida emocional de lo constitutivo de la política llamado como lo político. En este
sentido, se puede discernir entre posición interna y posición externa de la investigación. La
crítica interna puede brindar elementos para realizar una síntesis de los elementos
rescatados para futuros trabajos sobre la relación social de las emociones políticas. La
posición externa, por su lado, abre la presente investigación hacia la resolución de nuevas
problemáticas y de nuevos caminos que ayudan a dinamizar el ejercicio filosófico para
estos tiempos que corren.

La posición interna de la investigación

Las investigaciones en filosofía deberían tender hacia reflexiones y análisis de naturaleza


universal y abstracta. En otras palabras, poseer un grado suficiente de generalidad y un
alcance teórico que les permita adquirir herramientas de análisis y tratamientos de carácter
filosófico a problemáticas sociales. Incluso, una justificación filosófica requiere el siguiente
grado de generalización: Es imposible acceder a dicha justificación a no ser que tenga como
objetivo e intención la capacidad de perdurar en el tiempo gracias a categorías y conceptos
de análisis que permitan asegurar que las investigaciones en filosofía no sean
exclusivamente de naturaleza instrumental y servil a poderes particulares y de poder,
parafraseando un poco aquella máxima Kantiana, ya no aplicada a las personas sino al
ejercicio filosófico, procurar que la filosofía no sea un medio; sino un fin en sí misma.

Por otra parte, las investigaciones en filosofía también deberían ser sensibles al contexto y
mundo del que parten como origen y sentido, junto con sus problemáticas y conflictos
característicos. Además, adquirir una disposición de humildad teórica y epistemológica
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para aceptar su condición de falibilidad y así modificar sus formulaciones y tesis para dar
respuesta y contribuir a la solución o aclaración de un nuevo problema de investigación o
de uno viejo que no había sido tenido en cuenta. Lo anterior, también tiene relación con la
intencionalidad y criterio del investigador en filosofía, de la concepción sobre la filosofía y
del ejercicio filosófico que le sirvan como mapa e hilo conductor en su investigación y así,
no perderse en los pasadizos de un laberinto o no naufragar en el basto oleaje que
caracterizan a los archipiélagos de la filosofía y del filosofar.

Esta sensibilidad del filósofo a la hora de realizar sus pesquisas o investigaciones


filosóficas es la condición de posibilidad de la intencionalidad de tales investigaciones
porque ayuda a entender la razón de ser de la indagación, sus preocupaciones y sus
alcances; sería como un despliegue consecuente de una intuición fundamental, estas
intuiciones son de carácter individual, resultado de la experiencia y trabajo sobre uno
mismo y el contexto en el cual cada uno se desenvuelve, ya que el filósofo no toma de la
mano, sino que entrega los medios para llevar a cabo una marcha solitaria. Esta actividad
cotidiana que es el filosofar vincula dos aspectos que usualmente suelen verse de forma
disociada: La vida y el discurso, el verbo y la carne.

Tal vez, esta sea una de las muchas tareas que tiene un arte y una actividad filosófica; una
actitud permanente de crítica y reflexión, que se centre no solo en los temas de la filosofía,
sino en tratamientos filosóficos de problemas que se nos presentan en nuestra cotidianidad,
que amerita un proceso de trabajo, práctica y esfuerzo permanente por construirse a sí
mismo, al mundo y a los otros, como una especie de obra de arte y sobre todo, con una
ambición socrática: Conocerse a sí mismo.

Un conocimiento que debería apuntar hacia una ampliación del campo filosófico de
visibilidad, abierto por la concepción universitaria y disciplinar de la filosofía, dado que
ésta fue incapaz de abrirse a dominios prohibidos, como las emociones, la corporalidad, el
sentido común, y los saberes ancestrales. Un pensamiento, una sabiduría integral en la que
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la filosofía disciplinar o de salón pueda “enlazarse” con otras formas de producción y


tratamiento de saberes y de reflexiones, con la esperanza de que la filosofía sea menos un
ejercicio teórico, descarnado y carente de toda vitalidad, y más una actividad y ejercicio
práctico de constante tratamiento reflexivo. Ya que, si se me permite la analogía jurídica,
la filosofía es cuestión del mundo y sus afanes y no, como pretenden algunos, solo de
terminología.

La presente investigación fue un intento de lo anteriormente escrito, una indagación a partir


de preocupaciones e intereses temáticos y existenciales en torno a la filosofía política;
filosofía que reflexiona sobre la razón de ser de la convivencia de distintas personas en una
misma comunidad para garantizar su funcionamiento y bienestar, asegurando tanto la
libertad individual, como la cohesión colectiva en torno al bien común.

Esta reflexión fue suscitada a partir de circunstancias y de sentimientos que ayudaron a


realizar la justificación de la presente investigación sobre las emociones y su relación con la
política a partir de la propuesta de la filósofa Martha Nussbaum. De esta investigación
salieron nuevas apuestas y visiones a la hora de realizar posteriores indagaciones respecto a
la naturaleza y sentido de la vida emocional y sus consecuencias políticas y discursivas en
contextos de movilización, creación e institución de iniciativas movidas no solo desde
nuestra característica racional, sino desde nuestra emocionalidad.

A continuación, se realizará un balance de lo estudiado y analizado en la presente


investigación. Este balance se centrará principalmente en el cumplimiento y revisión de los
objetivos trazados y prospectivas para futuras investigaciones de la temática y sobre las
cuestiones abiertas de la presente investigación.
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En primer lugar, se confirma la importancia con que la filósofa Martha Nussbaum se ocupa
de sus reflexiones sobre las emociones, que son aquellas mediaciones cognitivas que
ayudan en la cohesión social de los miembros de una comunidad política. Para poder
reconocer el lugar de enunciación o contexto intelectual desde el cual Nussbaum realiza su
trabajo académico e intelectual, tendremos que empezar por reconocer las influencias que
ella ha tenido y que le han servido como base conceptual y filosófica para emprender su
ejercicio intelectual.

Es interesante resaltar que por su formación Norteamericana, tiene gran influencia de la


escuela analítica anglosajona. Esto se refleja en la pretensión que tiene la autora en realizar
una “Teoría cognitivo-evaluadora de las emociones”, según esta teoría, el tipo de cognición
por excelencia al que se ha pretendido reducir las emociones es el juicio, particularmente,
ella concibe a las emociones como juicios de valor, (Nussbaum: 2008: 22). Entre los
antecedentes euroamericanos, las fuentes más importantes son obras de la Grecia y Roma
antiguas, (Aristóteles y los estoicos), Adam Smith, J. Rousseau; Jhon Stuart Mill, I. Kant y
la tradición liberal que John Rawls toma a la hora de teorizar sobre un liberalismo político
como teoría razonable sobre un buen orden social. Inspirándose en la concepción estoica
de las emociones, sostiene esta autora una tesis que ella misma denomina neo-estoicista
según la cual: «[…] emotions are forms of evaluative judgement that ascribe to certain
things and persons outside a person´s own control great importance for the person´s own
flourishing» (Nussbaum 2005, p. 22).

Teniendo en cuenta que el punto de partida de Nussbaum es siempre la experiencia


personal, ella pretende realizar una teoría cognitivo-evaluadora contemporánea de las
emociones, desde un marco analítico. Este énfasis en la experiencia personal es importante
para Nussbaum por su capacidad de narración. “Para poder hablar apropiadamente de las
emociones será necesario acercarse a textos que contengan una dimensión narrativa,
profundizando así nuestro conocimiento de nosotros mismos” (Nussbaum, 2008, p. 23).
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“Y sin embargo, a pesar de esta concentración en ciertos casos, está claro también que mi
proyecto es construir un marco analítico para pensar sobre las emociones en general”
(Nussbaum: 2008: 28). Pero, contrariamente a su proyecto, Nussbaum no ofrece una
solución a la cuestión,(pese a centrarse en un proyecto analítico y cognitivo a la hora de
explicar las emociones), porque deja ese marco abierto a la interpretación: “El lector tendrá
que juzgar si la teoría posee la flexibilidad suficiente como para explorar las diferencias
entre las diversas emociones y entre experiencias diferentes de una emoción dada y si tiene
pese a ello un carácter lo suficientemente definido como para iluminar los fenómenos
diversos” (Nussbaum, 2008, p. 29).

En segundo lugar, después de este recorrido investigativo, en estas conclusiones se


desarrollarán cuatro aspectos que recogen el ejercicio de la indagación y apuntan
derroteros para futuras investigaciones a partir del tema central de las emociones políticas.

El primero tiene que ver con puntualizar los aspectos característicos de la importancia que
tiene incorporar como categoría de análisis argumentativo las emociones como elementos
que ayudan en la elaboración de argumentos, ya que son condiciones fundamentales para
entender los procesos que constituyen la argumentación en contextos políticos a través de
los discursos, a partir de los cuales se establecen acuerdos y agendas que producen normas
y cursos de acción colectivas en torno a demandas políticas que afectan la sociedad.

Posteriormente, se recogerán los puntos clave de la reflexión filosófica sobre las


emociones Para tal fin, se llevó a cabo una revisión de las visiones filosóficas de Spinoza,
Hobbes y Kant para argumentar la importancia de las emociones desde la filosofía política.
También de los límites que la propuesta liberal de Martha Nussbaum, de línea kantiana y
Rawlsiana, presentó a la hora de entender las emociones políticas en contextos de
democracia plural.

En tercer lugar, se recoge la importancia del antagonismo en la constitución de las


demandas sociales. También, se argumentó por qué es necesario ocuparse de las relaciones
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de poder, siempre asimétricas, que encarna la vida emocional en contextos políticos. Lo


anterior, a partir de la distinción entre la noción de “pueblo” y la noción de “multitud” para
referir la unidad de sentido favorable para la consolidación de demandas democráticas
dentro de una sociedad.

En cuarto lugar, con la descripción anterior sobre el pueblo y la multitud se quiso realizar
una aproximación propositiva a partir de dos nociones. Dichas nociones son: El populismo
emocional y agencia emocional. Estas ayudaron en la conceptualización del problema en
torno a la mediación que poseen las emociones como componentes de la dimensión
afectiva de nosotros como seres humanos en relación con las demás personas y nuestros
contextos o lugares de enunciación y de relación plasmadas en los discursos, como
receptáculo de intereses e intencionalidades colectivas.

Finalmente, se esbozan los retos que implica para la filosofía política atender a este tipo de
transformaciones de la vida emocional por vía de la filosofía y de los nuevos campos de
estudio sobre la emoción a partir de la discursividad política y social.

Emoción y argumentación política

La intención principal de esta investigación fue repensar la vida emocional y sus


características a partir de la propuesta que Martha Nussbaum desarrolla sobre la dimensión
emocional de los seres humanos en sociedades liberales. También cómo, desde la
argumentación, se puede dar cabida al estudio analítico de las emociones para ampliar el
rango de comprensión sobre las características de la argumentación con ayuda del
componente emocional.

El punto de partida de Nussbaum sobre las emociones es la experiencia personal e


individual de las mismas en casos donde se experimentan emociones tras situaciones límite
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como la muerte de un ser querido, por ejemplo. “Centrándome en un ejemplo complejo


suscitado por la muerte de un progenitor, (ejemplo escogido por su ubicuidad como un
mecanismo apropiado para alentar a los lectores a explorar su propia experiencia del dolor),
mostraré cómo este tipo particular de explicación cognitiva hace justicia a nuestra
experiencia de la emoción”, (Nussbaum: 2008: 24). También Nussbaum parte de las
conclusiones parciales que desde distintos campos teóricos como la psicología, fisiología o
la neurobiología se han hecho sobre las emociones. Tras estos diversos acercamientos,
Nussbaum reconoce como problemático esta diversidad

Ciertamente, no siempre es fácil discernir las emociones de otras experiencias


estrechamente vinculadas a ellas, tales como los estados de ánimo y los
apetitos. Las distinciones resultan borrosas y puede que algunos casos sean
auténticamente indeterminados. Tal situación se repite, sin embargo, con
muchos fenómenos complejos de la experiencia humana que los filósofos
tratan de investigar. Conceptos tales como creencia y conciencia, virtud y
justicia, parecen mucho más difíciles de especificar de una manera unitaria
interesante. (Nussbaum, 2008, 29 nota 7)

Como la etapa escogida de análisis se centra cuando teoriza sobre las emociones y su
posible relación y conexión con la política, el método que ella adapta para su proyecto
filosófico es el escéptico: “Coincido con la crítica escéptica en la medida en que en que
considero que toda explicación adecuada de las emociones debe dar cuenta en detalle y en
toda su complejidad del contenido específico de las emociones particulares; sin ello, poco
puede decirse que tenga interés” (Nussbaum, 2008, p. 28). Este énfasis en el detalle y en la
complejidad de las emociones refleja un interés en el análisis específico de dichas
emociones y sus contenidos específicos. También cabe resaltar el interés socrático que
Nussbaum tiene en sus reflexiones: “Mi procedimiento, así pues, es socrático: confía en la
capacidad de los lectores de identificar emociones, pero no confía en ellos para producir
buenas explicaciones” (Nussbaum, 2008, p. 31).
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Gracias a este énfasis en el componente emocional, se pueden realizar análisis


complementarios sobre las características de los argumentos en el campo político y social.
También se pueden tomar elementos para-racionales y factores extra-lingüísticos que
condicionan el uso del lenguaje, esto es, todos aquellos factores a los que no se hace
referencia en un estudio puramente formal, como, por ejemplo, las sensaciones que un
agente posea para decidir sobre demandar o no a alguien; las emociones que llevan a los
agentes a tomar decisiones y a ganar o a perder un argumento en una situación
comunicativa o en un diálogo argumentativo. Desde un enfoque racionalista y formal, se
han considerado a las emociones como falacias de la argumentación, errores que hay que
eliminar a la hora de realizar argumentos racionales. Son consideradas falacias porque
impiden razonar de forma calma y pausada para poder llegar a un juicio.

Otra razón que expone este enfoque formal para catalogar las emociones como falacias es
su simplicidad y reducción de todo contenido racional o cognitivo porque son vistas como
fuerzas o impulsos “ciegos” que nublan la razón y el buen juicio y hacen que los agentes
conciban malos y erráticos argumentos.

Contraria a esta postura, se puede encontrar el enfoque informal, se encarga de analizar


aquellas características que escapan del enfoque formal para concebir la realidad. En el
campo particular de la argumentación, desde su componente retórico, se contemplan las
emociones como ayudas y elementos válidos para justificar y construir argumentos. Por
ejemplo, Nussbaum al reconocer que las emociones poseen un componente cognitivo,
aporta a esta manera de concebir las emociones como ayudas importantes en la
argumentación política.

Los seres humanos al momento de argumentar una idea o una postura disponemos de
nuestra vida emocional para realizar dicha acción; reaccionamos con indignación o con
esperanza cuando empezamos a discernir sobre un candidato en política, reaccionamos de
manera diferente ante una afrenta dependiendo la persona que la produce; nuestro mundo
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valorativo depende de la carga emocional que poseamos en los diferentes contextos


afectivos en donde nos movemos e interactuamos. No reaccionamos de la misma manera
ante amigos, familiares, compañeros de trabajo o ante nuestras parejas.

Las acciones argumentativas en los contextos políticos se ven influenciadas por los efectos
discursivos de los agentes quienes los producen. Para demostrar esto, primero se realizó
un análisis de las concepciones que existen sobre la emoción. Este análisis permitió
vislumbrar el enfoque analítico con el que Nussbaum realiza sus reflexiones sobre la vida
emocional de los individuos en contextos políticos. Ella defiende una concepción de las
emociones según la cual todas involucran percepciones de carácter intencional dirigidas a
un objeto, contexto o persona; y una carga axiológica de naturaleza evaluativa
perteneciente al agente que realiza dichas valoraciones. Por ejemplo, podemos sentir pena
por la muerte de una persona de este país, pero es muy probable que no nos vaya afectar en
mayor grado como la pérdida de un ser querido. Esta gradación de la pena depende en
gran medida de la valoración, creencia y contenido intencional del objeto o sujeto en el que
recaiga dicha emocionalidad.

Otro punto importante del análisis investigativo consistió en detectar el papel fundamental
que desempeñan las normas y circunstancias dinámicas que caracterizan a una sociedad en
el momento de “moldear” o permear una emoción. En sociedades liberales estas
emociones van a adquirir una valoración por la condición de libertad y de bienestar
individuales y de círculos de intimidad; es muy poco probable que en contextos donde se
ponderen las libertades individuales se genere una simpatía social y comunitaria. Para
extender esos círculos de simpatía en sociedades liberales habría que fomentar lazos de
cohesión social más comunes y no solo individuales.

La transición que señala Nussbaum de la vida afectiva desde lo individual a lo colectivo


presenta ciertas limitantes al señalar el ámbito de la moralidad como el único válido y
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capaz para efectuar dicho cambio emocional. Al hacer este énfasis en la dimensión moral,
no se da cuenta de la importancia cinética que tiene para la vida emocional las relaciones
antagónicas de poder propias del ámbito molecular de lo político antes de su consolidación
e institución en el ámbito molar de la política.

El énfasis del liberalismo en el ámbito privado frente al ámbito de lo público también es


una de las causas por las cuales no se considera la vida emocional como protagonista en la
disputa y configuración de nuevos órdenes políticos. Al comprender la emocionalidad
como propia de la privacidad de los seres humanos, lo que pretende el liberalismo es
despolitizar las emociones quitándoles valor público y propositivo; solo las contempla
como susceptibles a mejora debido a la incursión del Estado y a sus eventos
institucionales: rituales públicos, ceremonias, himnos, festividades nacionales, etc. Lo
anterior, remarca una contradicción dentro del liberalismo al hacer énfasis en las libertades
individuales, por un lado; y por el otro, a coartar dichas libertades en términos de
emocionalidad al alojarle la potestad y control de esa dimensión solamente al Estado.

La vida emocional de los individuos es digna de ser tenida en cuenta para politizar y
proponer vías políticas en toda democracia que se diga plural. Esto es así, porque dichas
emociones al contener una carga cognitiva nos brindan capacidades de decisión y
compromiso a la hora de realizar actividades políticas que contribuyan al bienestar común.

Una filosofía de las emociones políticas

Otra idea que alojó la presente investigación gira en torno al valor filosófico que encierra
el análisis de la emoción. Las posturas hacia la vida emocional por parte de las visiones de
naturaleza filosófica han girado en torno a oposiciones; especialmente en las que
enfrentaban la verdad al error, y la ilusión al conocimiento.
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Una de las posibles maneras en las que se puede afrontar argumentativamente este
problema sobre la emoción es la amplitud dialógica con la que la filosofía debería asumir
su rol para empezar a construir puentes entre los distintos saberes y así, hilar
discursivamente un examen con orientación hacia la comprensión contextual del sentido de
un problema que se quiere analizar. En este caso, observar la vida emocional como un
problema filosófico.

Hacer de la vida emocional un problema de análisis ha sido una preocupación por su


protagonismo en los procesos de aprendizaje y de reflexión en las dinámicas afectivas de
los seres humanos en sociedad. Esta preocupación gira en torno a la valoración de las
emociones como componentes activos en el razonamiento. Existen y han existido teorías
filosóficas que argumentan a favor de esta idea sobre la vida emocional; teorías que
centran su atención en el papel racional que pueden desempeñar las emociones como
medios para adquirir ciertos fines o propósitos dependiendo de la voluntad de los agentes
sociales que las evocan y usan. También ayudan a configurar la realidad política en que las
personas proyectan sus intencionalidades en torno a unos bienes comunes.

Las emociones no están aisladas ni desarticuladas; son partes activas y fundamentales de


los sistemas que tenemos los seres humanos para desempeñar nuestras actividades en una
realidad. Tener este tipo de conocimiento sobre la importancia de las emociones en los
procesos de la razón no significa que esta sea de menos relevancia que las emociones, que
tenga un segundo lugar a relación a ellas o que tenga que ser menor formada. Por el
contrario, evaluar el rol de las emociones puede ofrecer una oportunidad de maximizar su
potencialidad cognitiva y mejorar así, la valoración que de estas se tiene desde el campo
filosófico; lejos de ser errores del razonamiento, las emociones ayudan a potencializar las
capacidades racionales y reflexivas de los seres humanos.

La idea de filosofía y de ser humano que se ha esbozado en la presente investigación, y la


relación entre emoción y capacidad reflexiva, sí que sugieren que apoyar la capacidad
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racional y política de los agentes sociales necesita que se preste una mayor atención a la
condición de vulnerabilidad del cuerpo y de su falibilidad racional.

Desde el punto de vista de la práxis, el rol de las emociones en la construcción de la


racionalidad posee repercusiones en temáticas y conflictos políticos a los que nuestra
sociedad se enfrenta. Por ejemplo, la enseñanza de la filosofía en particular, y los sistemas
educativos en general, podrían ennoblecerse por el hecho de poner énfasis e importancia en
las interconexiones entre la capacidad racional y la vida emocional hacia la adquisición y
desenlace del comportamiento político en sociedad.

Una razón de esta negativa es la visión dominante en filosofía según la cual, lo que importa
en la reflexión y discernimiento es la capacidad racional de los agentes. Esta visión
descansa en la concepción dualista entre cuerpo y alma; y actualmente aviva los debates en
torno a las nociones de mente y cerebro; razón y emoción. Frente a esta tradición dualista
que ve con buenos ojos a la razón, pero con malos a la emoción; se encuentra otra de
carácter monista que reivindica el papel central de las emociones como componentes
importantes en los procesos de razonamiento. En el campo político, la anterior visión
sobre el componente racional y emocional se puede comprender desde la teoría liberal;
teoría trabajada por Nussbaum para articular su concepción de las emociones en la realidad
social. Para Nussbaum, la mejor propuesta política para concebir un orden social que
respete las libertades y las concepciones de una vida justa hacia el bien común es la
propuesta desde el liberalismo político que Rawls desarrolla.

Esta concepción rawlsiana de entender el liberalismo es ampliada por la propuesta de


Nussbaum frente a los límites que posee la concepción de justicia como equidad de Rawls;
estas limitantes de la noción de justicia tienen que ver con la concepción de “agentes
normales” que participan en la toma de decisiones colectivas; la noción de universalidad de
la justicia y la concepción restrictiva de acciones justas frente a los animales no humanos.
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En primer lugar, la concepción de agentes normales, descansa en un supuesto que


representa más inconvenientes que soluciones porque viene a denotar un sesgo de
exclusión y de injusticia. Aquellos agentes normales que participan en la construcción de
consensos políticos vendrían a ser aquellos con facultades racionales que puedan proponer
salidas a los frágiles vínculos sociales caracterizados por el conflicto y la vulnerabilidad.
Esta normalización deja de lado a las personas que no posean estos criterios racionales tan
limitados a la capacidad formal del racionamiento lógico; personas con diferente forma de
racionalidad, personas con capacidades diferentes a las denominadas “normales” quedan
excluidas del consenso político. Este enfoque en la capacidad racional de los agentes
sociales también deja de lado otra cuestión que se enmarca en la injusticia, el rol de las
mujeres en ese proceso de elección y consenso. Llama la atención, por ejemplo, la
distinción liberal-kantiana entre ciudadanía activa y pasiva y cómo las mujeres y los niños
forman parte de esa ciudadanía pasiva.

En segundo lugar, se encuentra el problema que encierra la concepción local sobre la


noción de justicia enmarcada dentro de los límites del Estado-nación. Dentro de la
concepción liberal, limitar la acción libre del individuo a una zona restringida por una
noción de Estado, sería contradictoria con los postulados de la razón libre del individuo
soberano. En este sentido, el liberalismo de corte Kantiano, que rescata Nussbaum, está a
favor de un cosmopolitismo; en lugar de ser habitantes de una zona en particular, el
cosmopolitismo liberal proclama ser habitantes del mundo, tener la libertad política y civil
para ser y hacer en el mundo y no solo en ciertas partes, donde se limitan sus capacidades
individuales.

Este cosmopolitismo liberal defendido por Nussbaum cae en grandes contradicciones y


problemas porque conlleva una concepción universalista tradicional de corte kantiana que
afirma la lealtad principal con la comunidad mundial de los seres humanos, siguiendo la
máxima kantiana que entiende a las personas como fines y no como medios. Sería
interesante bajar este cosmopolitismo a la tierra, reconociendo las realidades que entrañan
las distinciones en materia de relaciones de poder, para empezar a realizar formas
políticamente viables y realistas de concebir formas de solidaridad y de interacción social.
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Y, en tercer lugar, el trato hacia los animales no humanos como una cuestión de justicia
política. Reconocer personalidad jurídica y agentiva hacia los animales no humanos
constituye una característica que ayuda a ampliar el rango sobre temas de deberes y
derechos hacia los seres vivos con capacidad de conciencia y volición.

Esto es así porque este cosmopolitismo de corte kantiano que prosigue Nussbaum posee un
desconocimiento de las dinámicas internas y contingentes de las relaciones políticas;
enmarcadas, principalmente, por relaciones asimétricas de poder que ayudan a establecer
diferencias entre amigos y enemigos en un terreno político, con ideas y concepciones de
realidad distintas que proyectan horizontes de sentido antagónicos. El mundo emocional
también está caracterizado por estas relaciones contingentes y asimétricas de poder y si no
se empieza por reconocer esto, la política seguirá enmarcada en un asunto de teoría
idealista para un público igual de idealista, desconociendo las realidades contingentes y
materiales de este mundo caracterizado por la vulnerabilidad y el conflicto.

Emociones y antagonismo político

El acercamiento político al mundo emocional que realiza Nussbaum, desde el enfoque del
liberalismo político, ve en las emociones una poderosa fuente de igualdad, ya que
presupone en sus análisis que los poderosos, o aquellos en una posición social más
privilegiada, gozan de más sentimientos buenos que quienes carecen de una relación
privilegiada de poder. Además, el registro de las emociones que realiza Nussbaum se
ancla en el ámbito moral, despolitizando así las relaciones emocionales de poder entre los
seres humanos. En este sentido, Nussbaum pareciera creer que el poder y la emoción están
desvinculados.

El vínculo entre poder y emoción no es percibido por Nussbaum por darle prioridad a la
moral sobre la constitución de lo político; dicha prioridad se basa en una concepción de la
universalidad entendida como uniformidad y totalidad cerrada; sin tener en cuenta las
constituciones y articulaciones contingentes que encierra toda construcción de sentido,
teniendo como origen el antagonismo. Este es entendido como principio que dinamiza lo
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instituido como necesario en las prácticas políticas para dar cuenta de los distintos
intereses y relaciones de poder que constituyen lo social a partir de sus configuraciones
asimétricas hacia lo común.

Así las cosas, lo político podría concebirse, entonces, como una construcción conflictiva y
contingente de enlaces dadores de sentido porque se experimenta un choque entre lo
instituido y aquello que los agentes sociales quieran instituir. Este encuentro afecta la
constitución emocional de los agentes porque en ese proceso involucran creencias,
proyecciones de sentido sobre formas de bienestar o florecimiento individual y colectivo
acerca de nociones sobre vida buena y bien común.

Sin embargo, esas configuraciones de sentido son cambiantes, ya que van de la mano del
contexto, desde el cual se van instituyendo unas estrategias, unas agencias compartidas que
se proveen de la práctica social. Es en este escenario donde el antagonismo tiene razón de
ser, porque se configura como una forma particular de contemplar dichos contextos como
potencia de acción política. En este sentido, tal antagonismo es el eje central para percibir
lo político como configuraciones de lo posible.

También el reconocimiento de este antagonismo es la condición de posibilidad de un orden


político porque, a partir de la diferencia entre las partes, es que se puede enriquecer una
democracia caracterizada por la diversidad y pluralidad de doctrinas comprehensivas como
diría Rawls. Una de las formas de empezar a reconocer esta heterogeneidad es la reflexión
de la vida emocional y sus características dinámicas.

Agencia emocional

Los pensamientos y concepciones de mundo que los agentes realizan de la realidad social
no se generan de una manera objetiva o inmune de cualquier sesgo de naturaleza
contingente. Desde un punto de vista epistemológico, el conocimiento de la realidad
siempre está en una relación de mediación. Conocemos no las cosas mismas, sino como
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estas se nos presentan a través de los medios de percepción que disponemos a nivel
biológico o tecnológico. Uno de estos medios son las emociones, sin las cuales todo
conocimiento social carecería de orientación semántica, cayendo en un asunto mecanicista
de datos sintácticos descontextualizaos carentes de sentido.

Las mediaciones emocionales ayudan a cargar de sentido anímico las experiencias de


realidad. En el mundo político no son la excepción; emociones como el temor, la ira o la
esperanza suelen contribuir propositivamente a la construcción de proyectos democráticos
que fomenten el bien común si éstas son caracterizadas de una forma razonable con objetos
e intenciones positivos, cuyos contenidos proposicionales vayan dirigidos a la promoción y
bienestar. Por el contrario, si los contenidos proposicionales de las emociones poseen
intencionalidades negativas en detrimento del bien común, serán presas de un adanismo y
narcisismo político que van en contra de metas políticas de bienestar y florecimiento
común y se centrarán en la exaltación del egoísmo y del resentimiento. Esto quiere decir
que, si los agentes sociales quieren constituir sus agencias hacia la realización de demandas
que promuevan el bienestar común, tendrán que encaminar sus emociones hacia objetivos
e intencionalidades constructivas y no destructivas, que fomenten espacios de creación y
esperanza; y no de destrucción y miedo.

Para rescatar lo anterior, es menester empezar a cultivar la apuesta de Nussbaum frente a la


educación emocional en los seres humanos desde sus etapas tempranas para que se
empiece a gestar un cambio en la concepción de la vida emocional según la cual, los
hombres y las mujeres son diferentes en su emoción. Esto resulta problemático porque la
emocionalidad es una capacidad de los seres humanos independiente su género o su
concepción de sexualidad, pero culturalmente se ha enseñado lo contrario. Según esta
cultura, lo propio de los hombres es ser fuertes y no mostrar debilidad; y lo propio de las
mujeres es su distinción en sensibilidad y emotividad. Dividir la emocionalidad de esta
forma tan estereotipada, naturaliza las particularidades que entran en juego a la hora de
formar un criterio emocional sobre la concepción política de los seres sociales. Lo
anterior, da por sentado que las emociones humanas presentan una estructura fija y
transparente que es inmune a las contingencias sociales y a las relaciones asimétricas de
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poder entre los seres humanos y las instituciones de una sociedad. Dicha concepción cae
en una especie de anacronismo y sinsentido porque desconoce los avances en materia
científica y filosófica sobre la naturaleza cognitiva de las emociones.

Si partimos de la concepción según la cual la vida emocional se caracteriza por sus grados
de intencionalidad y de racionalidad, por coherencia interna se debería concluir que estas
características complejas hacen que la emoción contenga igual grado de complejidad.

Esta complejidad radica en su composición caracterizada por capacidades axiológicas, o


valorativas; doxásticas, o de opinión; judicativas, o capacidad de emitir juicios sobre
acontecimientos, personas o cosas.

Agencia y discursividad: Dos modos de ser de la emoción.

La idea según la cual la vida emocional se encuentra llena de elementos de naturaleza


racional, conlleva otra consecuencia lógica; esta es su protagonismo en el momento de
realizar acciones desde una racionalidad práctica; se actúa desde concepciones razonables
de bienestar y de vida buena que permiten dirigir los cursos de acción de los individuos.

La facultad de dirigir cursos de acción es llamada agencia; es decir, la capacidad que tienen
los agentes de ser y de hacer según sus intencionalidades e intereses. Las acciones
realizadas por los agentes pueden ser intrínsecas o extrínsecas según su naturaleza; y
directas o indirectas si dichas acciones requieren de intermediarios. Es posible visualizar
la dimensión afectiva de los agentes sociales y sus propósitos si se presta atención a los
medios en donde plasman dichas notas afectivas. Por lo general, las emociones, desde su
individualidad, sirven como mediaciones entre los agentes y la realidad donde ejercen sus
acciones; contribuyen en la figuración y construcción de la forma en la que los seres
humanos representan y significan sus acciones en dicha realidad.

Pero estas acciones no se mueven en el aire ni en el campo de la abstracción; se dan en la


realidad concreta a través de prácticas discursivas que comunican las intencionalidades
sociales de los agentes que las profesan. El terreno o el campo a través de cual dichas
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prácticas se manifiestan es el discurso; este sería entendido como el contexto teorético en


donde se configura el sentido de los objetos y acciones sociales.

Por ejemplo, el desorden de una cocina en una casa; los utensilios que no están ubicados en
el lugar que les corresponde genera una emoción como la ira porque no se tolera el
desorden; todo debe estar en su lugar de uso. Este desorden pertenece al campo de la
realidad material. Pero el hecho de que este evento de la realidad se constituya en términos
de ira o repugnancia para los agentes depende de la estructuración de estas emociones
consideradas como mediaciones en un campo discursivo.

Este terreno discursivo sirve de fundamento donde las mediaciones emocionales se


materializan para poder ser interpretadas por los agentes sociales. Ahora bien ¿Cómo se da
este proceso de interpretación por parte de los agentes?

La capacidad de significar que poseen los agentes radica en la habilidad de otorgar


significados a los acontecimientos que experimentan en un contexto social. Estos
significados se articulan de una forma discursiva para su comunicación colectiva. La
forma de comunicación de estos signos se da a través del lenguaje escrito u oral y su
unidad mínima; este es el signo que, según la línea estructuralista inaugurada por el
lingüista F. de Sausurre, se divide en dos: Significados (conceptos) y significantes
(sonidos). Esta relación depende de la voluntad de los hablantes que se apropian de estas
características de un lenguaje. Significantes como “paz”, “guerra” poseen significados que
dependen de convenciones en las acepciones de dichos significantes y el uso institucional
que de estos se realice.

Por ejemplo, los contenidos proposicionales del significante “paz” son muy diferentes
entre sí. La acepción “Ausencia de prácticas violentas”; y “respeto a las instituciones
democráticas” pueden ser significados de la noción de paz dependiendo de las intenciones
con las cuales se quiera defender una postura sobre el significado de paz en una sociedad.

En este sentido, la paz para un empresario preocupado por la seguridad económica y la


inversión privada no será la misma paz para un líder de una comunidad preocupado por la
justicia social y calidad de vida sin violencia ni guerra.
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Así mismo, las vidas emocionales de estas posiciones contrarias respecto a la concepción
de paz serán igual de diferentes. La frustración y la ira del empresario por la caída de sus
negocios o por las consecuencias negativas por la caída de la bolsa de valores tendrán
objetos, intenciones y valores caracterizados por el valor económico. Este economicismo o
reduccionismo de las dimensiones sociales e individuales a la esfera de la economía,
conlleva el cultivo de valores políticos que priman el bien individual sobre el colectivo,
donde las personas serían reconocidas por lo que tienen y no por lo que son,
convirtiéndolas en medios económicos y no en fines en sí mismos.

La posición externa de la investigación

Una vez enunciados los derroteros teóricos de la presente investigación, se pasará a


reflexionar sobre las líneas de fuga que dejan las presentes ideas para futuros proyectos de
indagación filosófica que apunten a las relaciones dialógicas del pensamiento y de la
acción humanas.

En primer lugar, se puede apuntar el desarrollo de una reflexión de las emociones desde su
particularidad que las aborde dese un enfoque normativo junto a sus vínculos con la
formación de las instituciones políticas que excedan el marco de comprensión liberal
porque el fin de una democracia que se diga plural debería empezar por reconocer la
diferencia política, moral o religiosa entre las partes que se disputen el control del
horizonte político de una sociedad; partiendo de un conjunto común de nociones que todos
compartan independientemente de sus diferencias. Lo anterior, sirviéndonos de las
características que componen la argumentación dentro del campo político desde su
dimensión retórica y pragmática que apunte a los usos informales que los seres humanos
hacen del lenguaje gracias a su facultad racional. La facultad racional no se encuentra
limitada por otra facultad denominada emocional. Esto sería seguir en la concepción según
la cual los seres humanos estamos divididos entre dos instancias; por un lado, la emoción,
y por el otro, la razón.
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El presente dualismo impide entender las diversas racionalidades con que actuamos y
somos en el mundo con nuestras distintas dimensiones que nos caracterizan como seres
humanos en sociedad. En este sentido, las emociones, al ser intencionales, poseen criterios
racionales que les permiten ayudar a establecer cursos de acción a los agentes sociales. Se
puede decir, entonces, que los agentes sociales poseen una inteligencia sentiente; donde las
emociones constituyen un rol fundamental en los procesos de conocimiento y de acción.

De una manera conservadora se ha pretendido contemplar las normas y hechos como


contendedores de acciones u omisiones; prescripciones del ser y del deber ser.
Paradigmáticamente le podremos adjudicar a I. Kant la división de estas concepciones
entre razón práctica y razón teórica. En plabras de Laclau: “La clásica distinción entre
hecho y norma proviene de Kant y de su intento de separar de modo estricto entre razón
teórica y razón práctica” (Lacau, 2014, p. 156). Pero en la práctica, esta distinción no
puede ser mantenida, puesto que no existen hechos que no se instituyan en la elaboración
de naturaleza práctica con nuestra realidad social.

Para un habitante de la ciudad que necesita salir de su casa a su lugar de trabajo, un día
lluvioso puede significar varios cursos de acción; como, por ejemplo, llevar un paraguas,
llevar ropa abrigada o permeable al agua- lluvia, que tenga un tiempo de desplazamiento
mayor al promedio, una condición emotiva triste o aburrida, etc. Pero, para un habitante
de una zona rural, ese día lluvioso puede significar varios cursos de acción totalmente
diferentes como, oportunidad de crecimiento para sus cosechas, ayuda para enfrentar el
problema de sed de sus animales de campo; una condición emotiva alegre por la llegada de
la lluvia luego de una época de sequía infernal, etc.

Otra línea de futuras indagaciones puede ser un proyecto sobre las formas de evaluación y
análisis de las emociones, pero desde sus particularidades, constatando sus diferencias e
identidades. Por tener estos elementos cognitivos, las emociones son componentes de lo
que Aristóteles denominó entimemas, es decir, los silogismos retóricos que caracterizan a
un acto argumentativo. Desde la perspectiva metodológica de un análisis del discurso,
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puede apelarse a los elementos racionales, pragmáticos y retóricos que contienen las
emociones como elementos que ayudan a modular y a estructurar argumentos de naturaleza
política. Si la emoción contiene elementos racionales como intenciones y juicios de valor,
entonces, puede ser sujeta a observaciones que tengan como modelo de análisis un
esquema informal y retórico.

También puede llevar este análisis de la vida emocional en política hacia la perspectiva de
la educación; ampliando los alcances de Nussbaum sobre el rol de la educación emocional
en la vida social de los individuos desde su niñez para empezar a romper esos esquemas
mentales que han cultivado en sus habitantes sociedades como las nuestras en donde la
emocionalidad se ha restringido al universo privado y femenino.

Siguiendo la imagen de la apertura, utilizada por el sociólogo Inmanuel Wallestein, quien


la plasmó en un trabajo coordinado por él, titulado: “Abrir las ciencias sociales”; dicho
trabajo consiste en la reflexión sobre el papel fundamental de las ciencias sociales como
campo, no solo disciplinar, sino inter-disciplinar, (o trans-disciplinar, los significantes no
deben alterar el significado), que acompañe y permee las reflexiones de áreas concebidas
como separadas por la distinción entre “Ciencia” y “humanidades”. Para tal fin, el informe
converge en los siguientes puntos: 1) La reunificación epistemológica de las denominadas
dos culturas, esto es, la de las ciencias y las de las humanidades. 2) La reunificación
organizacional de las ciencias sociales 3) La asunción por las ciencias sociales de un papel
de centralidad, (que no implica hegemonismos), en el mundo del conocimiento.

Lo anterior, entonces, podría resumirse en dos puntos que convergen en una de las muchas
formas existentes para “Abrir la filosofía”:

1. El favorecimiento de la transdisciplinariedad contribuye a cambiar aquella lógica


exclusiva, (esto o aquello, filosofía o biología, etc.), por una lógica inclusiva, (esto
y aquello, filosofía y biología, etc.), Abrir la filosofía, significaría, por ello, luchar
contra la “babelización” y la departamentalización del conocimiento filosófico en
cubículos y feudos que fragmentan el ejercicio filosófico.

2. La universidad, con sus facultades de filosofía, debería propiciar y apuntar hacia


aquello que el intelectual Boaventura de Sousa Santos ha denominado “Una
ecología de saberes”, es decir, entablar diálogos, (no monólogos) y prácticas
articulatorias con aquellas formas de conocer que fueron excluidas del mapa
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disciplinar de la filosofía, por habérselas considerado como “míticas”, “pre-


filosóficas” y “pre-racionales”, (el famoso paso del Mythos al Logos).
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