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La Constitución Sacrosanctum Concilium establece los principios para la renovación de la liturgia católica. Consta de siete capítulos que tratan temas como los principios generales para la reforma litúrgica, el misterio eucarístico, los otros sacramentos, el oficio divino, el año litúrgico, la música sagrada y el arte religioso. El documento enfatiza la participación activa de los fieles, la sencillez de los ritos y el uso de lenguas vernáculas
La Constitución Sacrosanctum Concilium establece los principios para la renovación de la liturgia católica. Consta de siete capítulos que tratan temas como los principios generales para la reforma litúrgica, el misterio eucarístico, los otros sacramentos, el oficio divino, el año litúrgico, la música sagrada y el arte religioso. El documento enfatiza la participación activa de los fieles, la sencillez de los ritos y el uso de lenguas vernáculas
La Constitución Sacrosanctum Concilium establece los principios para la renovación de la liturgia católica. Consta de siete capítulos que tratan temas como los principios generales para la reforma litúrgica, el misterio eucarístico, los otros sacramentos, el oficio divino, el año litúrgico, la música sagrada y el arte religioso. El documento enfatiza la participación activa de los fieles, la sencillez de los ritos y el uso de lenguas vernáculas
Anderson Barrios. II año de Teología Cátedra: Teología Litúrgica I Facilitador: Pbro. Gustavo Apure LA SACROSANCTUM CONCILIUM La Constitución Sacrosanctum Concilium fue el primer documento aprobado por los Padres conciliares. Así, la iniciativa de esta importante Constitución tiene su origen en el deseo de renovar la vida litúrgica, a la vez que fomentarla, en continuidad con la Tradición viva de la Iglesia, a fin de que todos sus hijos puedan participar de ella con mayor provecho espiritual. Esta Constitución consta de siete capítulos, los cuales podemos ver a continuación. I. Principios generales para la reforma y fomento de la sagrada liturgia Éste es el capítulo más importante y extenso, en donde se plasma el marco teológico para toda la renovación y el fomento de la liturgia. Como inicio se expone la naturaleza e importancia de la sagrada liturgia. Para ello relata la obra de la salvación realizada por Cristo y coloca la Pascua de Cristo en su centro. Reafirma a continuación la presencia de Cristo en la Liturgia, ya sea en el sacrificio de la Misa, en los sacramentos o en su palabra, cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura. Además, insiste en que la liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, que antes debe llamar a los hombres a la fe y, posteriormente, mantenerlos y fortalecerlos en ella. Tras estos principios relativos a la naturaleza e importancia de la liturgia, la Constitución se centra en la necesidad de promover la educación litúrgica y la participación activa. Para ello, da normas sobre la formación de los profesores de liturgia, la formación del clero y la formación de los fieles. Seguidamente, el texto se introduce de lleno en la reforma de la sagrada liturgia propiamente dicha. Como normas específicas, hace tres grupos: las derivadas de considerar la liturgia como acción jerárquica y comunitaria, las que se derivan de su carácter didáctico y pastoral, y las que inciden en la adaptación de la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos. Respecto a las primeras, establece que las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones del pueblo santo congregado. Por ello, siempre que sea posible hay que preferir la ejecución de los ritos dentro de una celebración comunitaria, revisando los libros litúrgicos para que prevean la participación activa de los fieles. En relación a normas didácticas, establece la importancia de hacer ritos sencillos, breves, claros y adaptados a la capacidad de los fieles. En este contexto, por primera vez aprueba el uso de lenguas vernáculas. En cuanto al tercer grupo de normas específicas, decide que se revisen los libros litúrgicos admitiendo, con la necesaria prudencia, que se realicen adaptaciones legítimas para los diversos grupos, regiones y pueblos.
II. El sacrosanto misterio de la Eucaristía
El capítulo se inicia profundizando en cómo nuestro Salvador instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre e insistiendo en la forma consciente y activa con que los fieles deben participar en la Misa. A continuación, decreta una serie de normas para que el sacrificio de la Misa alcance plena eficacia. Así, manda que se revise el ordinario de la Misa para que se manifieste con mayor claridad el sentido de cada una de sus partes, decide dar al misal una mayor riqueza de textos bíblicos, recomienda encarecidamente la homilía, introduce la “oración de los fieles” a continuación de la homilía y aprueba el uso de las lenguas vernáculas. Además, recomienda especialmente que los fieles reciban el cuerpo del Señor, incluso bajo las dos especies en ciertas ocasiones. Finalmente, insiste en que las dos partes de la Misa –liturgia de la palabra y la eucarística- constituyen un solo acto de culto, exhortando vehementemente a la participación de los fieles en toda la Misa. III. Otros sacramentos y los sacramentales El tercer capítulo empieza definiendo la naturaleza de los sacramentos y de los sacramentales, para seguidamente revisar uno a uno los ritos de los siete sacramentos con el fin de dar normas para su revisión y adaptación a las necesidades presentes. Incluye también normas para la reforma de los sacramentales, del rito de la profesión religiosa y de los ritos funerarios. IV. El Oficio Divino La Iglesia alaba al Señor e intercede por la salvación del mundo, no sólo celebrando la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el Oficio divino, cuyo fin es la santificación del día. El Concilio restablece, dentro de lo posible, el curso tradicional de las Horas (Laudes, Vísperas, Completas, Maitines y Horas menores). Además establece una nueva distribución de los Salmos, da normas sobre las lecturas e himnos y detalla los diferentes grados de obligatoriedad en su celebración. V. El año litúrgico Explica el sentido del año litúrgico, a lo largo del cual se desarrolla el sagrado recuerdo de la obra salvífica de Cristo. Da especial relieve a la revalorización del domingo como núcleo de todo el año litúrgico y dedica apartados específicos a su revisión, al tiempo cuaresmal y a las fiestas de los santos. VI. La música sagrada La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable. Este capítulo se ocupa de reafirmar la dignidad de la música sacra y se detiene en considerar la formación musical, el canto gregoriano, el canto religioso popular, las características propias de la música sagrada en las misiones y la importancia del uso del órgano y de otros instrumentos. VII. El arte y los objetos sagrados El último capítulo realza la dignidad del arte sagrado, que de alguna manera está relacionado con la infinita belleza de Dios. Por ello, ha de buscar más una noble belleza que la mera suntuosidad y no debe considerar como propio estilo artístico alguno.