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Diócesis de Trujillo

Seminario Mayor Sagrado Corazón de Jesús


Anderson Barrios. II año de Teología
Cátedra: Teología Litúrgica I
Facilitador: Pbro. Gustavo Apure
LA SACROSANCTUM CONCILIUM
La Constitución Sacrosanctum Concilium fue el primer documento aprobado por los
Padres conciliares. Así, la iniciativa de esta importante Constitución tiene su origen en el
deseo de renovar la vida litúrgica, a la vez que fomentarla, en continuidad con la Tradición
viva de la Iglesia, a fin de que todos sus hijos puedan participar de ella con mayor provecho
espiritual. Esta Constitución consta de siete capítulos, los cuales podemos ver a
continuación.
I. Principios generales para la reforma y fomento de la sagrada liturgia
Éste es el capítulo más importante y extenso, en donde se plasma el marco teológico
para toda la renovación y el fomento de la liturgia. Como inicio se expone la naturaleza e
importancia de la sagrada liturgia. Para ello relata la obra de la salvación realizada por
Cristo y coloca la Pascua de Cristo en su centro.
Reafirma a continuación la presencia de Cristo en la Liturgia, ya sea en el sacrificio
de la Misa, en los sacramentos o en su palabra, cuando se lee en la Iglesia la Sagrada
Escritura. Además, insiste en que la liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, que
antes debe llamar a los hombres a la fe y, posteriormente, mantenerlos y fortalecerlos en
ella.
Tras estos principios relativos a la naturaleza e importancia de la liturgia, la
Constitución se centra en la necesidad de promover la educación litúrgica y la participación
activa. Para ello, da normas sobre la formación de los profesores de liturgia, la formación
del clero y la formación de los fieles.
Seguidamente, el texto se introduce de lleno en la reforma de la sagrada liturgia
propiamente dicha. Como normas específicas, hace tres grupos: las derivadas de considerar
la liturgia como acción jerárquica y comunitaria, las que se derivan de su carácter didáctico
y pastoral, y las que inciden en la adaptación de la liturgia a la mentalidad y tradiciones de
los pueblos.
Respecto a las primeras, establece que las acciones litúrgicas no son acciones
privadas, sino celebraciones del pueblo santo congregado. Por ello, siempre que sea posible
hay que preferir la ejecución de los ritos dentro de una celebración comunitaria, revisando
los libros litúrgicos para que prevean la participación activa de los fieles.
En relación a normas didácticas, establece la importancia de hacer ritos sencillos,
breves, claros y adaptados a la capacidad de los fieles. En este contexto, por primera vez
aprueba el uso de lenguas vernáculas.
En cuanto al tercer grupo de normas específicas, decide que se revisen los libros
litúrgicos admitiendo, con la necesaria prudencia, que se realicen adaptaciones legítimas
para los diversos grupos, regiones y pueblos.

II. El sacrosanto misterio de la Eucaristía


El capítulo se inicia profundizando en cómo nuestro Salvador instituyó el sacrificio
eucarístico de su cuerpo y de su sangre e insistiendo en la forma consciente y activa con
que los fieles deben participar en la Misa.
A continuación, decreta una serie de normas para que el sacrificio de la Misa
alcance plena eficacia. Así, manda que se revise el ordinario de la Misa para que se
manifieste con mayor claridad el sentido de cada una de sus partes, decide dar al misal una
mayor riqueza de textos bíblicos, recomienda encarecidamente la homilía, introduce la
“oración de los fieles” a continuación de la homilía y aprueba el uso de las lenguas
vernáculas. Además, recomienda especialmente que los fieles reciban el cuerpo del Señor,
incluso bajo las dos especies en ciertas ocasiones.
Finalmente, insiste en que las dos partes de la Misa –liturgia de la palabra y la
eucarística- constituyen un solo acto de culto, exhortando vehementemente a la
participación de los fieles en toda la Misa.
III. Otros sacramentos y los sacramentales
El tercer capítulo empieza definiendo la naturaleza de los sacramentos y de los
sacramentales, para seguidamente revisar uno a uno los ritos de los siete sacramentos con el
fin de dar normas para su revisión y adaptación a las necesidades presentes. Incluye
también normas para la reforma de los sacramentales, del rito de la profesión religiosa y de
los ritos funerarios.
IV. El Oficio Divino
La Iglesia alaba al Señor e intercede por la salvación del mundo, no sólo celebrando
la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el Oficio divino,
cuyo fin es la santificación del día.
El Concilio restablece, dentro de lo posible, el curso tradicional de las Horas
(Laudes, Vísperas, Completas, Maitines y Horas menores). Además establece una nueva
distribución de los Salmos, da normas sobre las lecturas e himnos y detalla los diferentes
grados de obligatoriedad en su celebración.
V. El año litúrgico
Explica el sentido del año litúrgico, a lo largo del cual se desarrolla el sagrado
recuerdo de la obra salvífica de Cristo. Da especial relieve a la revalorización del domingo
como núcleo de todo el año litúrgico y dedica apartados específicos a su revisión, al tiempo
cuaresmal y a las fiestas de los santos.
VI. La música sagrada
La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor
inestimable. Este capítulo se ocupa de reafirmar la dignidad de la música sacra y se detiene
en considerar la formación musical, el canto gregoriano, el canto religioso popular, las
características propias de la música sagrada en las misiones y la importancia del uso del
órgano y de otros instrumentos.
VII. El arte y los objetos sagrados
El último capítulo realza la dignidad del arte sagrado, que de alguna manera está
relacionado con la infinita belleza de Dios. Por ello, ha de buscar más una noble belleza que
la mera suntuosidad y no debe considerar como propio estilo artístico alguno.

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