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El superintendente

en la escuela dominical
Es un diácono, y candidato para grado honroso

D.R.A.: Bet-el número 81

 … a todos los santos en Cristo Jesús que están en filipos, con los obispos y diáconos,
Filipenses 1.1
 Los que ejercen bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza
en la fe, 1 Timoteo 3.13
 … nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; … ella ha
ayudado a muchos, Romanos 16.1.2

Un diácono es un servidor. Es un ministro en el sentido más elevado de esa palabra.


No es un subanciano, aun cuando muchas veces un anciano es una diácono también. Puede
ser un hermano o una hermana cuyo servicio toma la forma de un trabajo manual o técnico, o
sea, cuyo ministerio trata de administrar cosas materiales entre el pueblo del Señor o de
atender a sus necesidades cotidianas, pero de ninguna manera se limita el diaconado a estas
esferas de las finanzas, la hospitalidad y el cuidado del lugar de las reuniones. El uso más
frecuente de la palabra es las Epístolas es con referencia al predicador y el pastor.
En la traducción que usamos a diario es solamente en los pasajes citados arriba que
encontramos esta palabra diácono, pero la misma figura muchas veces como ministro o
siervo. Cristo vino a ser ministro, o diácono, para mostrar la verdad de Dios, Romanos 15.8.
Los ministros (diáconos) de Satanás se disfrazan como ángeles de luz, 2 Corintios 11.15. "Si
alguno quiere ser mi diácono," dijo el Señor, "sígame … allí estará mi servidor," Juan 12.26.
Y, "Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor (diácono) de
todos," Mateo 9.35.

Basta esta lista para recordarnos que uno no debe tener una idea rara sobre esta palabra griega
que por alguna razón ha entrado en nuestro idioma casi sin traducción. Un diácono no es
exactamente un siervo en el sentido de un doulos, un esclavo. Los sabios en la materia
comentan que generalmente el Testamento habla del siervo / doulos en su relación con su
amo, y de un ministro / diácono en relación con su trabajo.
Para ser un buen ministro de Jesucristo, uno tiene que ser nutrido con las palabras de fe y
doctrina, tiene que desechar las fábulas, y tiene que ejercerse para la piedad, 1 Timoteo 4.7.
La lista de cualidades que más conocemos es la de 1 Timoteo 3, quizás porque allí se traduce
ministro como diácono. Hay en el capítulo una lista que se refiere a los ancianos en la
asamblea y otra a los servidores. Si vemos con cuidado las dos, pronto se nos irá la idea que
el diácono es una especie de anciano de segunda clase.
Veamos:
 la moral: honesto, sin doblez, no dado a mucho vino, no codicioso
 la doctrina: guarda el ministerio de la fe con limpia conciencia
 la experiencia: sometido a prueba primero
 el hogar: una sola esposa; buen gobierno en el seno de la familia

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Y la mujer que aspira a ser una Febe moderna: honesta, no calumniadora, sobria y fiel

Ahora bien, el superintendente en una escuela dominical es un diácono. Es uno de esos


servidores de quienes hemos venido hablando. No es un jefe, sino un evangelista, pastor,
coordinador, y a veces un cantor y maestro o ayudante. Es un pequeño Pablo, quien dijo de sí
mismo en Colosenses 1.25 que era ministro "según la administración de Dios" y "para que
anuncie cumplidamente la palabra de Dios".
Esto lo persigue el superintendente. Se pregunta si hacen falta maestros, si el recinto y los
equipos bastan, si los maestros tienen lo que necesitan. Procura palpar el sentir de los
alumnos, acaso haya problemas con algunos maestros. No necesariamente dirige el canto,
pero se interesa grandemente por la calidad espiritual de lo que los alumnos están
aprendiendo en coros e himnos.
El superintendente es el intermediario entre la asamblea y sus ancianos por un lado, y la
escuela dominical por otro lado. A veces tiene que decir respetuosamente a los ancianos que
la escuela dominical no está recibiendo el apoyo que amerita y necesita. Otras veces tiene que
recibir de ellos el mensaje que están sucediendo cosas en la escuela que no convienen para la
asamblea.
Hemos dicho que él está pendiente de la capacidad y dedicación de los maestros, pero hay
otro lado a este asunto. Muchas de nuestras escuelas dominicales (o sabatinas, etc.) cuentan
con hermanas (y varones también) de gran dedicación y mucho ejercicio en cuanto a sus
alumnos. No pocas veces son mejores maestros que el mismo superintendente. Es de temer
que a veces subestimamos lo que algunas señoritas y señoras están haciendo para el Señor en
sus clases, y de cómo se sacrifican para llevar esos alumnos sobre sus corazones.
El buen superintendente no deja que sean una ley para sí, ni que sólo ellas o ellos dispongan
de los recursos que la asamblea puede aportar, pero a la vez él se cuida de no estar metiendo
la nariz innecesariamente en las clases donde hay una estrecha relación entre maestro y
alumnos.
Ya lo hemos dicho: el superintendente en la escuela bíblica no es un jefe, sino un servidor.
El coordina. Es, si quiere, un evangelista especializado. Si es cumplido en su ministerio,
trabaja duramente, y debemos reconocer que eso le cuesta. Acordémonos: los que ejercen
bien esta forma de diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe.

¿Qué es la lección? Para el superintendente, como para cualquier otro diácono en la


asamblea, la lección es de doble filo:
 Debe ser sano espiritualmente.
 Si uno está intentando servir, debe averiguar si su vida está a la par
con el ministerio que pretende realizar.
"Su buen servicio es un gran honor", expresa un himno que cantamos a menudo. Sí, y una
gran responsabilidad también.

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