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Das II. Vatikanische 20 Jahre später. Glaube im Prozess. Christein nach dem II.
Vatikanum. Für Kart Rahner. E. Klinger-K. Wittstadt ed. (1984) 182-199.
I. MIRADA RETROSPECTIVA
Toda eclesiología ahonda sus raíces en una cristología. El Concilio (y con él Pablo VI)
lo expresó con insistencia. Sin embargo, su cometido era indicar las consecuencias de la
fe para nuestro tiempo y no debía supeditar su punto de partida a cuestiones
coyunturales. Lo normal fue que elaborara. como texto primario la Constitución Lumen
Gentium, que resultó su documento fundamental. Y ya que tuve que ocuparme de la
última revisión de este texto como relator en la Comisión coordinadora*, y dada la
importancia que la teología da a la 'acogida' que el pueblo de Dios dispensa a los
trabajos conciliares, es obvio que lo elija para reflexionar acerca de la acogida que le fue
otorgada en los comentarios pertinentes, que, por desgracia, no siempre hicieron justicia
a su contenido.
CARDENAL LEON-JOSEPH SUENENS
El Misterio de la Iglesia
Este título del 1er capítulo de la LG es una confesión de fe que desde el principio se le
reconoce a la Iglesia el puesto que le corresponde.A la pregunta dirigida al Concilio -
Iglesia, ¿tú qué dices de ti misma? -éste da una respuesta orientada hacia lo esencial
relacionando la Iglesia con la Trinidad. Hay que reconocer, con todo, que ni este título
ni el siguiente llegaron debidamente a la opinión pública.
¿Qué entendemos por Iglesia? Casi siempre nos quedamos en la superficie, viéndola
como una institución, una entidad más, con estructuras jurídicas inflexibles, una historia
agitada y un presente lleno de acontecimientos, entre los que damos preferencia a los
más espectaculares. Y es bien sabido que las instituciones tienen hoy mala fama. Por
esto era de capital importancia dejar en claro la naturaleza de la Iglesia en cuanto tal.
Se trata de una realidad visible e invisible a la vez: la vemos y al mismo tiempo creemos
en ella. Es natural y sobrenatural, divina y humana: tras unas facciones humanas oculta
el rostro de Dios. ¿Por qué sorprendernos si la Iglesia continúa en medio de nosotros la
vida de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre?
No resulta fácil distinguir entre lo que viene de Dios y lo que viene de los hombres: aquí
en la tierra, la Iglesia peregrina paso a paso hacia el maestro, envuelta en el polvo del
camino y agobiada por lo empinado de la cuesta. No se debe confundir la Iglesia
triunfante en el cielo con la Iglesia militante que avanza en la noche a la luz de las
estrellas que sólo la fe percibe.
La catequesis se ha de esforzar todavía mucho para lograr que los cristianos descubran
el verdadero rostro de la Iglesia: Cristo viviente en su Cuerpo Místico. El cristiano tiene
que saber qué dice cuando en su profesión de fe habla de "una, santa, católica y
apostólica Iglesia". Y tiene que ser consciente de que no ha y dos iglesias, la
`institucional' y la 'carismática', sino una sola con una doble dimensión, la visible: y la
invisible, que actualiza y completa la obra de Cristo y del Espíritu. Si quiere volver a
descubrir a "nuestra madre, la santa Iglesia", tiene que reaprender a mirarla con los ojos
de la fe, releer el capítulo preliminar de la Lumen Gentium, de una riqueza espiritual
extraordinaria, que todavía no ha calado lo bastante en la conciencia cristiana.
CARDENAL LEON-JOSEPH SUENENS
El Pueblo de Dios
Cierto que la alusión a los carismas en el texto propuesto por los Padres del Concilio
suscitó protestas, como si la manifestación del Espíritu hoy sólo tuviera cabida en los
archivos de la primitiva Iglesia. La Lumen Gentium ha destacado, al contrario, su
importancia y actualidad, apropiándose las palabras del Apóstol: "No extingáis el
Espíritu; examinadlo todo y quedaos con lo bueno" (1 T 5,19.21; LG, 12).
El texto acerca de los carismas, que tanto Pablo VI como Juan Pablo II han evocado,
tiene un significado profético: Nos urge a facilitar al Espíritu Santo que complete su
obra de gracia, sin ahogar el trigo entre las espinas.
Los Obispos
El V I había acentuado el primado del Papa sin haber podido elaborar una visión global
de la jerarquía, al ser interrumpido en 1870 por la guerra germano- francesa. El tercer
CARDENAL LEON-JOSEPH SUENENS
Juan Pablo II deseaba acentuar su papel pastoral como obispo de Roma: en esta línea es
posible el diálogo. La relación armónica entre los dos concilios vaticanos todavía no se
ha cerrado, pero se vislumbra una salida.
Otra institución establecida por Pablo VI durante el Concilio son los síno dos
episcopales. No se trata de un 'concilio en miniatura', puesto que a los concilios se
convoca, con pleno derecho de decisión, a todos los obispos de la tierra y no sólo a sus
representantes. Las diferencias son por tanto esenciales. Según la definición formulada
en el Concilio por el Cardenal Marella, "el sínodo puede ser considerado como símbolo
y signo de la colegialidad, pero no como expresión de una colegialidad establecida en el
sentido doctrinal de la palabra, como lo sería un concilio ecuménico".
El V. II fue un cambio de rumbo decisivo hacia la unión visible de los cristianos y nos
ayuda a redescubrir las riquezas que nuestra separación del pensamiento y vida cristiana
de nuestros hermanos orientales nos ha hecho perder a lo largo de la historia. Sin la
separación del Oriente en el siglo XI, tal vez no se hubiera dado la Reforma. Esta es, en
gran parte, una reacción contra los abusos jurídicos y escolásticos y las pequeñeces de la
iglesia latina. El aggiornamento ha significado la recuperación a gran escala, por la
iglesia latina, de los valores que la iglesia oriental siempre ha conservado. Creo que la
importancia ecuménica del V. II ya hubiera sido enorme por su sola actitud, aunque no
hubiera promulgado ningún decreto ecuménico.
El V. II en perspectiva de futuro
Todos recordamos aún esta oración de Juan XXIII "Oh Espíritu Santo, enviado por el
Padre en el nombre de Jesús, que asistes con tu presencia a la Iglesia haciéndola
infalible, renueva en nuestros días, como en un nuevo Pentecostés, tus prodigios en la
Iglesia que, dirigida por Pedro, está reunida con María en unísona, suplicante y continua
oración, para que dilate el Reino del divino Salvador, Reino de verdad y de justicia, de
amor y de paz" .
Todavía no hemos captado todas las consecuencias del "bautismo en el fuego del
Espíritu Santo". Lo que entonces se siguió fue la transformación de los angustiados y
titubeantes "discípulos" del crucificado y sepultado Jesús de Nazaret, en apóstoles y
testigos de Cristo resucitado y viviente. Unidos también en oración constante, en
pequeños grupos eclesiales, debemos pedir y esperar el espíritu de renovación,
transformarnos por la muerte y resurrección de Cristo, abrirnos al Espíritu Santo y a sus
dones, conscientes de la gracia inicial del bautismo y la confirmación. Entendida así, la
vivencia de un nuevo Pentecostés se convierte en la clave del futuro.
"Hay` que reconocer también a nuestro predecesor Juan XXIII una intuición profética,
al esperar como fruto del concilio -algo así como un nuevo Pentecostés. Nos mismo
hemos deseado hacer nuestro el mismo punto de vista y las mismas esperanzas... Las
necesidades y peligros de este siglo son tan grandes, los horizontes de una humanidad
que se dirige hacia una convivencia universal que nunca logra realizar son de tal
amplitud, que su auténtica salvación sólo puede darse en una nueva comunicación del
don de Dios. ¡Que venga pues el Espíritu Creador a renovar la faz de la tierra!"
(Gaudete in Domino, 9.5.1975).
Nos enfrentamos a un serio problema que antes no existía o que al menos no era tan
agudo ni tenía tal extensión mundial: la descristianización de la juventud, que rechaza
la fe heredada en un determinado espacio social. Los jóvenes ansían hallar a Jesucristo
en su vida y poderle descubrir a través del auténtico. testimonio de vida de los
cristianos. El cardenal Benelli nos animaba, en la Conferencia Episcopal Europea en
Roma, el 27.6.1979, a empezar una pastoral recristianizadora, basada en la vivencia
consciente de nuestra realidad cristiana. El "discípulo" que encuentra al Señor, se
CARDENAL LEON-JOSEPH SUENENS
Vivimos en una era de tribulación y de esperanza. Creo que, a medida que pase el
tiempo, el Concilio constará cada vez más como una fecha importante en la historia de
la Iglesia. Y con gusto suscribo la frase del estimado patriarca de la iglesia melkita
Maximos IV, cuyas intervenciones en las sesiones conciliares eran, a menudo, como un
soplo de aire fresco: "Hay puertas que el Espíritu Santo ha abierto y que nadie puede ya
cerrar".